Reynaldo,el más intenso de los amantes de mi espos

Después de Joel haber gozado con mi esposa Almira durante años y al final, de su hermanita Beatriz...apareció Reynaldo, mismo que había estrenado a su otra hermana Milena.

Poco después de haberse marchado Joel, Almira celebraba sus 40 años siendo una mujer de extraordinario atractivo y sensualidad que disfrutaba su sexualidad a plenitud cuando encontró al que sería su tercer amante, Reynaldo, un poco más joven que ella con 35 años, piel canela (lo que en Venezuela llamamos moreno claro), de 1.80 de estatura, delgado pero fuerte, con aires de seductor.

Reynaldo fue el amante más ardiente de todos los que conoció mi esposa; con él  Almira tuvo las sesiones de sexo más intensas y fogosas de toda su vida y descubrió una  faceta oculta de su personalidad pues –sin llegar al sadomasoquismo- Reynaldo gustaba del sexo fuerte, rudo y en sus brazos mi esposa se sentía totalmente sometida, dominada, poseída y tenía orgasmos de una intensidad extraordinaria que la dejaban totalmente exhausta.

Reynaldo había sido el primer novio o pretendiente de Milena, la hermana inmediatamente menor de Almira – en el medio entre ella y Beatriz- y según la misma Milena le había contado a mi esposa, tras numerosas discusiones y peleas al ella constatar lo incorregiblemente mujeriego que era Reynaldo, había decidido cortar la relación si bien el corte fue tiempo después que él la introdujera  al  mundo del sexo, desvirgándola por todos sus agujeros y demostrando ser un muy fogoso amante.

Sucedió un día , meses después que Joel se había marchado a vivir y trabajar en Maracaibo, que Almira salía del Centro Ciudad Comercial Tamanaco cuando, en el estacionamiento, se topó de frente con Reynaldo quien la saludó con mucho cariño y mal disimulado deseo, según me notó ella  por la forma en que la miraba. Mantuvieron una breve conversación superficial e intercambiaron números telefónicos de la manera que suele suceder entre personas que alguna vez se conocieron, se encuentran brevemente e intercambian números sabiendo  -eso creía Almira- que es poco probable que vuelvan a encontrarse o llamarse.

Pues bien, ya al día siguiente Reynaldo telefoneaba a nuestro hogar buscando conversar con mi esposa y despertando su interés. A  medida que pasaban los días se tornaba cada vez más  atrevido en sus galanterías y logró que Almira comenzara a pasar de divertida a intrigada y así me lo comentó, terminando nosotros en una conversación más o menos como ésta

"Bueno  mi cielo, si te está resultando interesante pues bien, síguele el juego, a lo mejor termina seduciéndote…"

"Ayyy, no se, es que…. Acuérdate que él fue el primer novio de Milena…"

"Es cierto pero, tu misma lo estás diciendo…¡fue! ya no lo es; en cualquier caso tu decides mi cielo, que sea lo que tu quieras…"

"Es que…..él se cogió a Milena…."

"Ya lo se mi amor, tu misma me lo contaste pero bueno, eso no es nuevo, también Joel se acostaba contigo y al final se cogió también a Beatriz  así que…. ¿Cuál es la diferencia?"

"Ay chicooooo, tu si eres!, dimeeeeeeeeeee ¿Qué hago?"

"Mi amor a ti como que te está comenzando a gustar Reynaldo o te está calentado la orejita y además tienes la curiosidad de saber que fue lo que le hizo a Milena, jajajaja"

En efecto, con el pasar de los días no cabía duda de que Reynaldo estaba haciendo flaquear las defensas de mi querida esposa.  En dos o tres ocasiones se encontraron para "tomar un café" y  Reynaldo la atacaba de frente, sin recato, recalcándole lo atractiva que era, lo mucho que la deseaba, proponiéndole una "discreta aventura" y Almira cuando me contaba todo admitía que se sentía atraída, que el hombre tenía un "je ne sais quoi", un  intenso magnetismo animal, un aire a macho seductor que lo hacía muy atractivo y….como había sucedido en las dos ocasiones anteriores, la animé a que siguiera adelante y fingiera ser irremediablemente seducida  hasta entregarse  y entonces se lo gozara – con el morbo añadido, al menos para mi, de saber que Reynaldo  había desvirgado y se había gozado a mi cuñada Milena, quien al igual que Almira tenía unas tetas espectaculares con el añadido de un culo fuera de serie-  Almira desempeñó admirablemente su papel de "esposa fiel pero interesada", a ratos mostrándose avergonzada y hasta medio indignada  por los avances de Reynaldo, a ratos curiosa pero indecisa y a ratos mostrando que sus defensas cedían e interesada pero temerosa, todo lo cual hacía el juego de seducción deliciosamente gratificante para ella y esperanzador para él.

En reiteradas ocasiones Reynaldo le había preguntado a mi esposa si acaso yo no solía viajar por motivos de trabajo, insinuando la posibilidad de que durante la duración de alguno de esos viajes ellos pudieran verse por más tiempo que para simplemente tomarse un café, como habían hecho en varias oportunidades, sugiriendo que quizás podría almorzar juntos o ir a algún lugar más privado –sin especificar - . Pues bien,  Almira me contó que ese momento había llegado y que le había dicho a Reynaldo que yo estaría de viaje durante todo el siguiente fin de semana pero que eso no significaba que ella podría pasar todo el día con él así que  habían acordado encontrarse  para desayunar en un lugar de moda en Las Mercedes.

Lo del viaje mío, como es de suponerse, era una mentira de conveniencia ideada por mi esposa para forzar un encuentro. Almira se vistió de una manera bastante sencilla pero elegante, con un vestido corto de cóctel, un collar de perlas y zarcillos haciendo juego y  zapatos de tacón medio. Al encontrarse, Reynaldo la alabó asegurando que se encontraba particularmente hermosa, conversaron de cosas superficiales y ella rió mucho con las ocurrencias y picardías de su pretendiente  galán. Finalmente llegó el momento y Reynaldo propuso fueran a un lugar más… íntimo!, Almira se mostró tímida, indecisa y él aprovechó para insistir de una manera que  lo mostraba entre muy seguro  de sí mismo y a la vez casi suplicante de deseo… llegó un momento en el cual mi extraordinaria y amada mujercita humilló la mirada y con un hilo de voz le respondió "¡es que me da miedo! ¿y si nos ven?" y Reynaldo le aseguró que existían sitios que garantizaban total discreción  (cuando mi amada me contó eso ambos nos reímos de buena gana ¡Cómo que si ella no había visitado esos sitios numerosísimas veces tanto con Arturo como con Joel!). Finalmente en un susurro casi inaudible ella le regaló aquel por él tan anhelado  "¡está bien!" y presuroso pagó la consumición mientras le planteaba una estrategia de discreción y partieron. La estrategia consistió que Almira se dirigiera al C.C. Las Mercedes para dejar su vehículo mientras el la seguía y que ella se pasara al carro de él. Así lo hicieron y aprovechando el poco tráfico de los sábados en cuestión de minutos, a eso de las 11am, estaban entrando al Motel Orquídea, en la carretera panamericana.

Según lo que relató Almira, nada más entrar a la habitación Reynaldo se mostró ardiendo en deseos de tomar a mi mujer, la besaba al tiempo que acariciaba su cuerpo con auténtica desesperación, como si le faltaran manos para recorrerla toda, para comenzar a  disfrutar de la entrega de aquella deliciosa mujer casada que había logrado rendir demostrándose a si mismo, una vez más, sus dotes de macho seductor.

Aquí debemos pedir una venia a nuestros apreciados lectores para una breve acotación: desde el momento en que Almira accedió a mis deseos de "dejarse seducir" por Arturo, su primer amante, hacia ya  unos cinco años, me dejó en claro que ella jamás le haría saber que contaba con el permiso de su marido puesto que consideraba que la entrega se tornaba más deliciosamente morbosa e intensa en cuanto él creyera que  había logrado seducirla y convertido en una casada infiel  (adúltera  nos suena demasiado fuerte y además nunca fue el caso pues mi adorada siempre fue fiel a mis deseos). Pues bien, desde temprana edad aprendí a sentir  un particular respeto por eso que llaman intuición femenina y  más tarde, por las deliciosas artes del coqueteo y la intriga que ellas saben desplegar de una manera tan sutil y exquisita durante el juego de la seducción –puesto que además, estoy absolutamente convencido que son ellas quienes en realidad escogen, seducen  y  rinden pero de una manera tal que nos hacen creer que fuimos nosotros, para así masajear nuestro ego machista-  de tal manera pues que accedí a su condición y luego el tiempo nos demostró cuan llena de pícara sabiduría había sido , con todos sus amantes!

Y ahora dejemos que sea la misma Almira quien relate aquel primer encuentro

Tras entrar a la habitación Reynaldo no perdió ni un instante y se abalanzó sobre mí besándome y acariciándome con desesperación al tiempo que me decía cosas -algo totalmente nuevo para mí pues tanto mi marido como mis dos amantes anteriores eran bastante silenciosos- . Cosas vulgares como "¡mamita que divina estás!; "ay mami provoca comerte todita"; "Almira mi amor te voy a coger bien rico"   que  para mi mayor sorpresa, me agradaban y excitaban. Por otra parte yo sentía  el aire cargado como de electricidad o magnetismo junto con un aroma a macho, a sexo que hacía que mis piernas temblaran. Sin darme cuenta, de repente me encontré con el vestido a mis pies, sin brassiere, gimiendo intensamente mientras Reynaldo besaba, chupaba  y mordisqueaba mis senos y sus manos, dentro de mi pantaleta, apretaban y estrujaban mis nalgas con fuerza; luego me empujó contra la pared y sin dejar de besarme comenzó a desnudarse como si las ropas le quemaran. Cuando estuvo totalmente desnudo volvió a sujetarme por las nalgas y me empujaba contra él para que sintiera su pene contra mi cuerpo, se agachó ligeramente  y bajándome un poquito la pantaletica colocó su pene dentro de ella, entre mis piernas, contra mis labios ya empapados de excitación, sujetó mis manos y haciéndome levantar los brazos me pegó toda contra la pared al tiempo que empujaba sus caderas contra mi pubis, me mordisqueaba los lóbulos de las orejas, me lamía el cuello, yo sentía su respiración animal y que seguía diciéndome cosas con voz entrecortada pero no las recuerdo, sólo se que yo no podía parar de gemir y de pronto estallé en un orgasmo muy intenso. Cuando Reynaldo notó que yo estaba teniendo un orgasmo comenzó a mover sus caderas como si me estuviera cogiendo, frotando su pene contra mi empapada rajita lo cual, al rozar mi clítoris, me hacía gritar y estremecerme como si me estuvieran aplicando electricidad y él no paraba de decirme cosas como "goza mamita, goza, así, así, grita mami, ¡y eso que no lo tienes adentro, espera a que te lo meta que vas a gozar bien rico!" . Cuando mis gritos y gemidos comenzaron a espaciarse yo sentía que me flaqueaban las piernas y que resbalaba contra la pared pero Reynaldo me sujetó y me llevó casi cargada hasta la cama y me acostó con las piernas colgando del borde, entonces me quitó las pantaletas y se frotó el pene con ellas varias veces, fue en ese momento cuando se lo vi por primera vez... lo tenía grueso, muy grueso,  aún más grueso que el de Joel, que ya es decir y por un instante me vino a la mente mi hermana Milena y pensé "ayy pobrecita mi  hermanita que la desvirgaron con ese bichote, debe haber sufrido bastante!" . Reynaldo tiró las pantaletas a un lado, se puso de rodillas  y abriéndome las piernas comenzó a lamerme y chuparme haciendo que yo comenzara nuevamente a estremecerme entre gritos y gemidos (y eso que yo no soy gritona). Al rato elevó sus brazos y comenzó a acariciar y estrujar mis senos sin dejar de chuparme por allá abajo, moviendo su cabeza de un lado a otro como queriendo lavar su rostro con mi lubricación y manejando su lengua como jamás lo había sentido. Yo había logrado colocar mis pies sobre el borde de la cama, abierta, y a ratos levantaba mis caderas hacia el techo y a ratos  arqueaba todo mi cuerpo quedando con sólo mi nuca y mis pies sobre las sábanas pero de una manera involuntaria, estremecida por choques eléctricos que recorrían mi cuerpo en una exquisita agonía hasta que comencé a tener un nuevo orgasmo y sujeté con ambas manos la cabeza de Reynaldo empujándolo contra mi sexo, sujetando su cabeza entre mis piernas, asfixiándolo, totalmente poseída por un frenesí  incontrolable y gimiendo como jamás lo había hecho, sin poder dar crédito a mis gemidos, más bien como si provenían de otra persona ajena a mi mí misma hasta que me desplomé exhausta, bañada en sudor, jadeando y en ese momento Reynaldo se incorporó y colocándose sobre mi maniobró su pene y me penetró completamente en una sola y violenta embestida, pasó sus brazos bajo mis axilas y colocó sus manos sobre mi cabeza, sujetándome, y comenzó a moverse... despacio, como saboreando el momento y comenzó nuevamente a decirme cosas como "ayyy mami...que rica tienes esa cuquita, apretadita mamá!" "¿te gusta ese guevo mami? ¿ah? ¡dime! ¿te gusta ese guevo? ¡Gózatelo mami que ese guevo es tuyo! ¿Oíste? de ahora en adelante esa cuca va a gozar es con éste guevo ¿oíste?, mami estás divina!" y muchas más que no recuerdo en éste momento. Reynaldo se movía de una manera deliciosa y al ser tan grueso sentía que me llenaba a plenitud y lograba pulsarme  cada fibra, cada nervio, cuando me hacía como un tornillo sentía que me desmayaba, boqueaba buscando aire  y rasguñaba su espalda con mis uñas. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a pedirme "menéate mami, anda, menéate para que gocemos más" entonces  yo lo abracé con fuerza, apoyé mis pies en el lecho, con las piernas bien abiertas y comencé a menearme alternando un sube y baja de mis caderas al ritmo de sus embestidas con un movimiento en redondo cuando me hacía "el tornillo" y no tardé en comenzar a gemir nuevamente lo cual hizo que él acelerara el ritmo de sus embestidas y movimientos. Al igual que me habían hecho muchas veces tanto Arturo como Joel, llegó un momento en que pasó sus brazos por detrás de mis rodillas para levantarme y abrirme  bien las piernas y me sujetó los brazos abiertos en cruz para deleitarse con el vaivén de mis senos al ritmo de sus embestidas. Así fue llevándome hasta que mi cabeza chocó con la cabecera de la cama y fue entonces que comenzó a darme vigorosamente. La cama se estremecía, yo gritaba y Reynaldo sudaba profusamente pero en ningún momento dejó de embestirme ni de decir entrecortadamente cosas cada vez más vulgares pero que me excitaban, como "toma guevo coño, toma, te voy a destrozar esa cuca a punta de guevo ¿te gusta? ¡Dime! ¡A que tu marido no te coge así! ¿Verdad? ¡Gózate ese guevo mamita! ¡Te voy a preñar! ¿Quieres? ¿Ah? ¡Dime! ¿Quieres que te preñe?  ¿Te gusta que te de duro? ¡Dímelo! ¡Pídeme que te duro! "  hasta que  al borde de un nuevo orgasmo y por primera vez en mi vida, también yo comencé a decir cosas como "siiiiii, siiiiiii, dale, dale , dale duro, dale duro!" y comencé a tener un orgasmo como jamás lo había tenido: me sentía desfallecer, me faltaba el aire, sentía que caía en un abismo sin fondo y que me movía y estremecía como poseída por mil demonios al tiempo que Reynaldo, a pesar de encontrase totalmente dentro de mi, seguía embistiéndome con fuerza mientras se vaciaba en lo más profundo de mi vagina entre gritos gemidos y gruñidos. Pasados algunos minutos en los cuales nos quedamos inmóviles , empapados de sudor, uno en los brazos del otro, Reynaldo se incorporó y tras retirar su pene fláccido comenzó a frotarlo contra mi rajita y mis labios mayores como para impregnarme bien con el semen que me brotaba, luego se sentó a horcajadas sobre mi, sin apoyarse, y colocó su pene entre mis senos, frotándolo con ellos y de vez en cuando empujándose hasta rozarlo contra mis labios sin yo poder impedírselo pues me encontraba inerte, agotada, exhausta....

Ante mi pasividad, Reynaldo se fue animando cada vez más y tras pasar un buen rato frotando y restregando su pene contra mis senos subió un poco más en su posición sedente sobre mí y comenzó a frotármelo por el rostro, por mis labios hasta que comenzó a ordenarme "¡abre! 'Chúpamelo!"  y logró introducirlo en mi boca con lo cual sentí el sabor de su semen y mis jugos al tiempo que sentía su pene crecer dentro de mi boca. Cuando lo tuvo bien erecto nuevamente él se incorporó aún más de tal manera que apoyando sus manos  en la cabecera de la cama y su cabeza contra la pared comenzó a bombear mi boca cada vez con mayor intensidad, penetrando en mi garganta hasta donde nunca antes otro pene había penetrado pues si bien a mi me gusta chuparlo siempre me he limitado a la cabecita. De mis ojos brotaban lágrimas, sentía que me ahogaba y de mi garganta brotaban sonidos como de gorgoteo pero Reynaldo no paraba y para ser sincera tampoco yo deseaba que parara, aquello era una sensación nueva para mi , me sentía  poseída, dominada, no lo se, aún hoy me cuesta explicarlo!. De vez en cuando Reynaldo sacaba su pene de mi boca y lo frotaba por todo mi rostro, contra mi nariz, contra mis párpados y luego volvía a introducirlo. Al rato se levantó de su posición sobre mi y tomándome como una muñeca de trapo me colocó atravesada en la cama a lo ancho, con la cabeza colgando sobre uno de los lados y se puso de pié sobre mi cabeza introduciendo nuevamente su pene en mi boca. ¡Yo no podía creerlo! en aquella posición todo su pene entró en mi boca hasta la base, hasta que vi y sentí sus testículos aplastarse contra mis labios. Cada pocos segundos Reynaldo lo retiraba unos pocos centímetros para que yo pudiera tomar aire y en esos instantes me brotaba una enorme cantidad de espesa baba  y en ocasiones él me sacaba todo el pene y esparcía la baba sobre mi rostro y volvía a introducírmelo. Yo boqueaba como pez fuera del agua, jadeaba, gorgoteaba, me ahogaba pero no podía resistirme, aquello era superior a mi, Finalmente, pasado ya un buen rato de aquella sesión de sexo oral extremo, Reynaldo se inclinó un poco y colocó sus manos bajo mi cabeza para así moverla al compás de sus embestidas , redoblando su placer, como cogiéndome por la boca, cada vez más rápido, más intensamente, hasta que lo oí exclamar entre gruñidos "¡ahí te va mamita, ahí te va!"  y pasados unos instantes sentí como comenzaba a eyacular en la más profundo de mi garganta al tiempo que exclamaba "traga mamita, trágatela, no te ahogues mami, traga, trágatela  todita"  y en efecto, por la posición en la cual me tenía, casi que de forma involuntaria o forzosa, no me quedó más remedio que tragarme su descarga...Reynaldo retiró su pene no sin antes exprimirlo con su mano para dejar caer hasta la última gota en mi boca y se desplomó en la cama a mi lado... Yo estaba atónita, me desconocía a mi misma, no podía creerlo... yo, una señora casada, de familia y crianza ultra conservadora, toda una dama extremadamente seria en la calle y en cuestión de pocos minutos  aquel hombre me había convertido en su puta, casi que en su esclava y yo lo disfrutaba. Por un momento hasta llegué a dudar si contarle todo aquello a mi marido ¿lo aceptaría?, ¿se excitaría como en el pasado cuando le contaba acerca de mis retozos con Arturo o Joel? me sentía confundida ante aquel alud de nuevas sensaciones y sólo volví en mí cuando sentí que Reynaldo regresaba del baño con una toalla ligeramente humedecida para secar mi rostro de una manera particularmente tierna y luego me besó los labios dulcemente y me dijo "¡mamita, eres maravillosa!" y cargándome me recostó a lo largo de la cama y colocó una almohada bajo mi cabeza para dejarme descansar y se recostó a mi lado jugueteando con mis pezones.

Creo que me quedé dormida profundamente por un buen rato, agotada y Reynaldo respetó mi descanso pues cuando abrí los ojos estaba sentado al borde de la cama mirándome, con una Cuba Libre en una mano -que no sentí cuando la había pedido ni cuando la habían traído- mientras que con la otra mano se frotaba el pene erecto con mi pantaletica. "Chicooooooo....¿que haces?"  exclamé y el me sonrió al responder "quería sentirte y no quería despertarte así que tuve que conformarme con tu pantaletica, para que te la lleves bien llenita de guevo"  yo reí ante su morbosa ocurrencia y con un gesto le pedí un poco de Cuba Libre, la cual compartimos hasta terminarla. Él comenzó a besarme y jugar con mis senos y yo a acariciar y jugar con su pene y llegado un momento no resistí y le pregunté "dime una cosa, por favor dime la verdad, tu le quitaste la virginidad a mi hermanita con ese bichote tan grande?"  -  "¿que? ¿A Milena? ¡Eso no se pregunta!" -  "dimeeeeeeeeee"  - "bueno... pues claro! no tengo otro! jajajaja"  - "ayayay mi madre!, pobrecita!  ¿No gritó?, ¿no le dolió?" - "bueno....un poquito... pero no mucho, yo se la preparé bien y después que lo tenía todo adentro no quería que se lo sacara, jajajaja" - "chicooooooooooo, mentiroso!, seguro que si le dolió! pobrecita mi hermanita! tu tienes ese bicho muy gruesote!" - "¿te gusta así? gruesote" -"no!, es muy grueso!"  -  "pero te meneabas rico mamita, como que si te gustó!" - "¡tu si eres pasado!" - "y tu tienes esa cuquita bien rica, apretadita, divina, ven!!!!" y diciendo eso se me montó, me lo frotó unos instantes hasta humedecerme y lubricarlo y me penetró vigorosamente, como descubrí que era su estilo. Yo lo abracé y me abrí toda y comencé a menearme a su ritmo y no tardé en comenzar a gemir y él a decir cosas como  "que rica esa cuquita así, llenita de leche!, ¿te gusta que te bata la lechita mami?, ¿que te la empuje bien adentro a ver si te preño?  ¡Aprieta esa cuca mamita, anda!, apriétame el guevo, ordéñamelo mamita!"  mientras me volvía loca nuevamente al aplicarme "el tornillo"  y me llevaba a un nuevo orgasmo.  Después que él acabó y se derramó dentro de mi, al sacármelo, agarró mi pantaletica,  se limpió el pene con ella y la colocó entre mis piernas para que absorbiera el semen que pudiera brotarme, "para que me llevara un recuerdo",  otra de sus costumbres como comprobaría en cada uno de nuestros muchísimos encuentros posteriores.  Descansamos un rato, abrazados y Reynaldo me confesó pícaramente   "¿sabes una cosa?  tu hermanita estaba bien rica pero tu tiras más sabroso que ella y tienes esa cuquita más apretadita, más sabrosita, ¿oíste?" ante lo cual yo me hice la indignada pero sonreí  halagada, después finalmente me levanté al baño para tratar de arreglarme un poco, sentía que me ardían la totona y la garganta pero estaba contenta, había sido una sesión de sexo animal, primitivo, salvaje y yo estaba encantada y con deseos de repetirla a la brevedad sin imaginarme ni por un momento que no pasaría mucho tiempo antes que Reynaldo disfrutara del único agujero que me había dejado intacto en ese primer encuentro...