Reynaldo... (3)
Culminación del inicio de aquella extraordinariamente ardiente relación...descrito exactamente como sucedió...esperamos lo disfruten.
Reynaldo . 3ª Parte
No recordamos exactamente en cual encuentro fue que finalmente Almira entregó su culito, creemos que fue en el sexto o quizás el séptimo. De lo que si no tenemos dudas es que fue en la ocasión siguiente a aquella vez en la cual él la dejó loca de excitación al lamerle, chuparle y manipularle su agujerito. Cuando llegaron al Motel y entraron a la habitación, antes de que Reynaldo comenzara a besarla y desnudarla, mi esposa le habló en tono tímido pero meloso:
"Papi, ayyyy, ¡no se cómo decírtelo!"
"¿Que cosa mamita rica? Dime! Con confianza!"
"Buenooooo, yo he estado pensando, después de la última vez, tu sabes "
"¿Qué cosa mami? Dime por favor!"
"Bueno, me da un poquito de miedo pero yo estoy dispuesta a complacerte, tu sabes, lo que tu quieres "
"Ay mamita ricaaaaaaa! ¿Me vas a complacer?"
"Bueno, si, para probar y para complacerte pero por favor prométeme que no me vas a lastimar!"
"¡No mi amor! ¿Cómo crees? Yo quiero que goces mucho mucho para que ese culito sea mío, sólo mío!"
"Ay papi pero es que tu te entusiasmas y comienzas a darme duro y me da miedooooo!"
"Mamita te prometo que te voy a tratar con toda delicadeza, pasito, suavecito, ya tu vas a ver"
"¿No te vas a volver loquito?"
"Nooooooooooooooooo, te lo prometo, te lo juro mami!"
"Bueno, vamos a hacer una cosa .como yo te conozco, primero déjame complacerte con mi boquita y si quieres me puedes como a ti te gusta duro que por allí si me gusta tu sabes. Después me haces todo lo que me hiciste la última vez que fue tan rico y entonces probamos ¿quieres?!
"Claro que si mamita linda, lo que tu digas!, Ya vas a ver que te va a encantar!
Terminado éste intercambio Reynaldo le cayó a mi mujercita como era su costumbre: comiéndosela a besos, metiéndole mano por todas partes, acariciándola, apretándola, desnudándola y desnudándose con desespero, como si el fin del mundo fuera inminente Almira adoptó la posición que a él le gustaba para ponerla a chupar: sentada sobre sus piernas dobladas, con la espalda apoyada en el lateral de la cama y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Reynaldo introdujo en la boquita de mi esposa apenas la cabeza del pene y contrario a su costumbre de comenzar a bombearla vigorosamente le pidió: "Chúpatelo suavecito mami, como un caramelito, dale besitos y pásale la lengüita, así suavecito "
Almira, ya muy excitada, lo chupó con verdadero fervor pero, también contrario a su costumbre y como prueba del grado de sumisión al cual Reynaldo la había llevado, de vez en cuando se impulsaba y tragaba hasta ella misma provocarse arcadas y gorgoteos y luego se lo sacaba y tras besarlo levantaba el rostro para mirarlo a los ojos y decirle cosas tales como:
"Que divino papi, ¡me encanta!" - "¿Te gusta papito?" - "Ay que rico es mamártelo papi!" -
Como era de esperarse, esa apasionada sumisión de mi esposa no tardó en despertar todo un lujurioso fragor en su amante quien no tardó en tomar su cabeza y comenzar a bombearla con fuerza. Almira colocó sus manitas en las nalgas del macho tanto para mantener el equilibrio ante las embestidas como para ayudar a ellas, en la habitación reinaba un concierto de sonoros y guturales gorgoteos producidos por los embates de aquel grueso pene contra la garganta de mi adorada y los jadeos de Reynaldo gozando de aquella extraordinaria mamada, gruesos hilos de saliva brotaban de entre los labios de mi mujercita y caían sobre sus magníficos senos. Transcurridos algunos minutos de aquella felación digna de una ovación Reynaldo tensó su cuerpo al tiempo que exclamaba: "suave mamita, suavecito que ahí te va!" y acto seguido comenzó a bramar como un toro salvaje. Mi esposa dejó de chuparlo, de hecho, dejó de moverse y se limitó a abrir la boquita y asomar su lengüita al tiempo que con ambas manitas comenzó a masturbarlo y no pasaron más que unos pocos segundos cuando gruesos chorros de semen inundaron su boca. Cuando Reynaldo dejó de eyacular, Almira, conservando toda aquella leche en su boca, besó y chupó con extrema delicadeza la cabeza del pene para extraerle hasta la última gota, luego alzó el rostro para que Reynaldo la mirara y dejó asomar entre sus labios entreabiertos una gran cantidad de espeso semen para de inmediato tragarlo todo con visible deleite y tras pasar la lengüita por sus labios y lanzarle un beso al aire le dijo en un coqueto ronroneo:
"Hummmmm ¡divina papi! ¡Me encanta tu lechita!"
Reynaldo se inclinó para ayudarla a levantarse al tiempo que le decía: " Diosss, ¡Que maravillosa eres mamita! ¡Provoca comerte todita!" La abrazó con fuerza y tras acostarla delicadamente en el lecho comenzó a besarla toda ella, milímetro a milímetro comenzando en su rostro y terminando en los dedos de sus piececitos para de inmediato volver atrás y terminar su cuquita la cual comenzó a besar, mordisquear, lamer y chupar hasta que surgieron los inevitables gemidos de placer, entonces la hizo girar y separando sus piernas comenzó a besar, lamer y chupar su culito de la forma que ella anhelaba y a hacerle todas las caricias que en la ocasión anterior la llevaron hasta la locura. Sólo cuando mi esposa comenzó a temblar y estremecerse incontroladamente entre gritos y gemidos fue que Reynaldo se levantó unos instantes para buscar el lubricante entre sus ropas y era tal el grado de desesperación de ella que al no más sentir que se levantaba le gritó: "Nooooooo, no pares, sigue por favor, sigue papi, sigueeeeeeeeeee!!!!" Teniendo él que apresurarse en reiniciar las caricias sin duda ansioso y expectante ante el premio que con tanto tesón había buscado y que ahora por fin, sin duda le esperaba
En efecto Almira ya fuera de sí de placer comenzó a rogar " Ya papi, ya por favor, cógeme papi, cógeme, yo te lo doy papito, cógeme por el culito pero pasito papi, pasito por favor!"
Reynaldo se incorporó y tal como ella comprobaría con posterioridad, antes de aplicarse lubricante, se aplicó una substancia retardante en el glande para así disfrutar por más tiempo del culito de mi esposa, seguidamente y con suaves ademanes la hizo ponerse en 4 al borde de la cama. Aún cuando ya ella estaba bastante lubricada por las manipulaciones que él recién acababa de hacerle con sus dedos, le aplicó una generosa cantidad de lubricante en la rajita y separándole las nalgas con sus manos colocó la cabeza del pene frente a su delicado agujerito. Almira comenzó a gemir por lo bajito "Pasito papi, tengo miedo, pasito por favor!" Y él la tranquilizaba respondiéndole "Tranquila mamita, respira hondo mami, relájate y respira hondo" Reynaldo entonces mantuvo las nalgas de mi mujer separadas usando sólo una mano mientras que con la otra se sujetó el pene y empujó
Almira sintió con gran placer como la cabeza del pene penetraba su esfínter pero continuando con el guión que habíamos acordado, gritó con fuerza al tiempo que clavaba las uñas y se aferraba a las sábanas. Habiéndola penetrado, Reynaldo trató de sujetarla por las caderas con ambas manos para mantenerla en aquella posición mientras terminaba de clavarla, no obstante mi esposa se dejó caer hacia delante fingiendo estar adolorida y desear zafarse de aquel intruso que perforaba sus entrañas pero Reynaldo la siguió en su caída, manteniendo la penetración y cuando quedaron ambos acostados la sujetó pasando sus brazos bajo sus axilas, abrió sus piernas con las de él y le empujó un trozo adicional con lo cual Almira comenzó a llorar y quejarse lastimosamente, entre gritos y sollozos (todos fingidos):
"Ayayayayay, noooooooo, por favor, sácamelo, no me cabe, me dueleeeeeeee, papi sacaloooo, no aguantooooooo, porfa papi, porfa, es muy grande papito, sácamelo yo te hago lo que tu quieras pero por ahí no, no aguanto, sácamelo papi!"
Reynaldo comenzó a besarla en la nuca y el cuello, susurrándole al oído pero sin soltarla ni un milímetro y manteniendo la penetración
"Respira mamita, respira hondo, ya te entró mami, ¿ves? ¡Si te cabe mamita!, ya te entró y tienes ese culito demasiado rico!, demás de apretadito, relájate mami, relájate para que goces, ¡anda!"
Cada vez que sentía que ella se relajaba un poquitín un suave empujón introducía unos centímetros adicionales en su culito. Mi esposa, en lo que imagino fue una actuación magistral, siguió llorando, gritando y quejándose y aferrando las sabanas pero Reynaldo no tuvo compasión y entre besos apaciguadores la penetró completamente y le susurró con ronca voz:
"Ya mamita!, ya te entro todito mami, ahora relájate ¿si?, relájate para que goces mami!"
Reynaldo, absolutamente convencido de que en realidad estaba estrenando el culito de mi esposa fue lo suficientemente considerado como para, sin dejar de besarla tiernamente, moverse dentro de ella en forma casi imperceptible para así darle oportunidad a dilatarse y acostumbrarse. Almira dejó de llorar y de quejarse y poco a poco le dejó sentir a su jinete como se iba relajando su cuerpo, entonces Reynaldo comenzó un muy suave movimiento de mete y saca, apenas unos poquísimos centímetros y ella al rato comenzó también a menearse muy suavemente musitando sin parar
"Pasito, papi, pasito, pasito, pasito ."
Cuando mi esposa comenzó a gemir de una manera que sonaba más a placer Reynaldo comenzó a su vez a incrementar el vigor de sus acometidas a lo cual Almira pujaba y a ratos le pedía:
"Ya va papi, ya va, no te muevas, no te muevas porfa!"
y cuando él se detenía ella alternadamente apretaba y relajaba su culito como calibrando el guevo que taladraba sus entrañas ante lo cual él exclamaba:
"Así mami, asíííí, que rico lo aprietas mamita!, uffffffffffff, que divino tienes ese culito mami"
y reiniciaba sus acometidas
Pasados algunos minutos Reynaldo se incorporó trayendo con él a mi esposa, sin sacárselo, hasta colocarla nuevamente en 4 y luego la fue desplazando hasta ponerla en el borde de la cama y bajarse él para quedar de pié. Inclinándose comenzó entonces a acariciarle el clítoris y toda su cuquita y en la medida en que ella aumentó la intensidad de sus gemidos, ahora de autentico placer, él incrementó el vigor de sus embestidas alternándolas con su particular movimiento de tornillo. Almira ahora ya meneaba sus caderas con deleite y gemía sin parar
"Ayyyy papiiiiii, asíiii , así papi, asííí, no me lo saques papi, no me lo saques por favor, no me lo saqueeeees. Dale así papi, dale, dale. Ayyyyyyyyyyy, no seeeeeeeeeeee, el culitoooooooo, ayyyy, se siente rico papi"
Animado por los gritos de placer de mi mujer Reynaldo le pidió que fuera ella quien se acariciara el clítoris y la cuquita para sujetarla con ambas manos por las caderas y poder darle más vigorosamente. De vez en cuando se dejaba llevar por el entusiasmo y la embestía con fuerza pero aminoraba sus acometidas al ella gritar sin embargo, otras veces era el morbo lo que lo motivaba y sin dejar de sujetarla por las caderas le separaba las nalgas con sus pulgares y se lo sacaba hasta dejarle adentro apenas poco menos que la puntica del glande y seguidamente se lo empujaba con fuerza hasta metérselo todo de un solo envión con lo cual Almira pujaba y berreaba y si bien él le pedía perdón (seguramente que sin sentir ningún remordimiento) no demoraba en hacérselo nuevamente. Llegó un momento en que mi mujercita estuvo tan dilatada que Reynaldo, sujetándose el guevo con una mano, se lo sacaba por completo para de inmediato volver a metérselo, sólo la cabeza y un poco más y repetir ésta acción una y otra vez, una y otra vez y Almira no pudo disimular el placer que aquello le producía, gritando pero de gozo. Mi mujer perdió la noción del tiempo pero estima que Reynaldo estuvo dándole por el culito cuando menos unos 20 minutos. Ella había tenido ya varios orgasmos (por la manipulación de su cuquita). En varias ocasiones Reynaldo se había detenido en sus acometidas para derramar más lubricante en su rajita, siempre sin sacárselo, sin embargo llegó un momento en que Almira comenzó a quejarse y pedirle que por favor terminara pues no aguantaba más y sentía unas fuertes deseos de orinar , por lo cual Reynaldo , bañado en sudor, la sujetó firmemente atacar su culito como un martillo neumático hasta que finalmente, bramando como un animal salvaje le propinó una ultima embestida y quedó completamente dentro de ella estremeciéndose espasmódicamente mientras llenaba de leche sus entrañas.
Contrariamente a lo que muchos afirman, mi esposa me contó que ella sintió que Reynaldo acababa por la tensión de su cuerpo, por aquella última embestida tras la cual permaneció inmóvil dentro de ella, por sus bramidos pero que en ningún momento, ni entonces ni nunca antes conmigo, ni después con ninguno, sintió la leche inundando sus entrañas, sabía si que la estaban llenando de leche pero jamás llegó a sentir los calientes chorros que otras personas, mujeres o gays , aseguran sentir en otros relatos.
Cuando finalmente Reynaldo le sacó el guevo siguió manteniéndola sujeta por las caderas y con los pulgares separó sus nalgas sin duda alguna para morbosearse mirando cuan dilatado le había dejado el culito a mi esposa, un culito que él juraba acababa de desvirgar y que imaginamos, ahora lucía extremadamente abierto, enrojecido, brotado
Cuando Reynaldo por fin la soltó, mi mujer se desplomó sobre el lecho, las piernas muy abiertas, aliviándose pero cuando lo vio dirigirse en busca de su pantaletica tuvo las suficientes energías para gritarle
"Noooooooooooooo, no te vayas a limpiar con mi pantaleta, cochinooooooooo, si fuera por la cuquita está bien pero así no!"
y él riéndose, dejó la pantaleta en suelo donde estaba y se dirigió al baño adonde mi esposa lo escuchó orinar y lavarse .
Terminó el encuentro de aquella tarde con una nueva cogida, ahora por la cuquita, más convencional, en la tradicional posición del misionero, más pausada, menos vigorosa sin duda por el agotamiento que ambos sentían pero no menos satisfactoria pues mi esposa alcanzó un delicioso orgasmo al igual que su fogoso amante que derramó los últimos restos de semen que le quedaban en lo más profundo de su vagina, como a ella le gusta.
A partir de aquella vez y por todo el resto del tiempo que duró la relación de amantes, unos tres años más, cada vez que se reunieron Reynaldo y mi esposa, lo cual solía ser casi todas las semanas, se repetía el mismo guión casi sin variaciones: primero ella le hacía sexo oral a él y luego él a ella ó viceversa; después ella le daba cuca y para finalizar le daba culito de tal manera que mi adorada mujercita me llegaba de vuelta a casa con unas buenas dosis de leche fresca en su estomaguito, su culito y su cuquita y yo me deleitaba rematando la obra mientras ella me contaba todo en detalle.
No quisiéramos concluir sin dirigirnos a Reynaldo, si por una de esas casualidades de la vida nos lee:
Amigo, esperamos no te hayas sentido desilusionado al saber que no fuiste tu quien estrenó el culito de nuestra querida Almira. Estamos seguros de que encontrarás consuelo recordando lo mucho que disfrutaste de ella y a la vez te damos las gracias por lo mucho que nos hiciste disfrutar a nosotros. ¡Un abrazo amigo! Ahhhhhh! Lo olvidaba! ¡Siempre te envidié por lo que hiciste con Milena! ¡Brindo a tu salud!
Almira solicita la indulgencia de los amables lectores e insiste en que hagamos mención que ella jamás tuvo un orgasmo 100% anal, salvo cuando se lo lamían, chupaban y acariciaban que como ya mencionamos, la enloquecía de placer y cuando le manipulaban la cuquita o ella misma se la masturbaba mientras la penetraban analmente pero nunca logró alcanzar un orgasmo puramente anal dejemos que sea ella misma quien lo explique:
"Siempre me ha llamado la atención los relatos y pláticas donde se mencionan los orgasmos anales. Considero que fui una mujer muy activa y ardiente, disfruté del sexo de mil maneras pero jamás llegué a experimentar un orgasmo anal salvo de las maneras que mi esposo detalla y siento la curiosidad de saber si realmente existen o si por el contrario pertenecen al campo de la fantasía. Creo que el sexo anal es la última, la máxima forma de entrega, de sumisión, de adoración fálica. La sensación que experimento cuando me poseen analmente es de eso: de entrega incondicional, de sumisión, de sentirme totalmente poseída pero lo que siento con la penetración en sí misma y con la cogida, no se compara con las sensaciones que experimento cuando practico el sexo vaginal. Cierto, hay ciertos movimientos, ciertas acciones que me gustan mucho, que me dan mucho placer pero siento que el placer es más .psicológico que físico, no se si me explico. Me gustaría que alguna amiga me diera su opinión"
Con mucho cariño para todas y todos
Almira y Francisco