Reynaldo... (2)
Continuación de como Reynaldo disfrutaba de mi esposa (y ella de él).
Reynaldo . 2ª Parte
A pesar de las dudas que la asaltaron mientras Reynaldo le hacía cosas que jamás le habían hecho, mi adorada esposa me relató aquel primer encuentro con pelos y señales. No en vano ya ella había disfrutado, con mi pleno consentimiento, de dos amantes anteriores con los cuales disfrutó innumerables veces y la confianza mutua siempre ha tenido prioridad en nuestra relación. Confieso que sentí un poco de aprensión cuando me relató la forma tan violenta en que la puso a mamar y la interrumpí para interrogarla y que me asegurara que no la había lastimado y mi aprensión se convirtió en admirado estupor cuando mi adorada me confesó que lo había disfrutado muchísimo de tal manera que tomé nota mentalmente para poner en práctica esa nueva técnica en la primera oportunidad. A medida que Almira avanzaba en su relato crecía mi excitación, cerraba mis ojos para imaginar vívidamente las escenas: mí adorada esposa disfrutando intensamente al ser poseída de aquella manera tan ardiente, por decir lo menos. Se acrecentaba mi morbo al imaginarme igualmente a mi cuñada Milena siendo "estrenada" por aquel fogoso amante y comprendí el porqué Milena había sido la más promiscua de las hermanas pues al terminar la relación con Reynaldo había pasado por numerosos y muy diversos "novios" antes de aquietarse con el último con quien formó pareja al quedar embarazada Terminado el relato tomé en mis brazos a mi querida mujercita y la besé dulcemente diciéndole "si en algo coincido plenamente con tus tres amantes es en lo que todos ellos te han reiterado . ¡eres maravillosa! ¡Te adoro!" , luego le hice el amor despacio, pausadamente, dulcemente, como contrastando la sesión de sexo salvaje que había tenido con su nuevo amante y nos quedamos dormidos en un dulce abrazo
Al día siguiente, domingo, Reynaldo, suponiéndome aún de viaje telefoneó a mi esposa para tratar de convencerla que se vieran antes de que yo regresara y Almira lo rechazó coquetamente comentándole que aún estaba agotada por la sesión del día anterior a lo cual Reynaldo respondió prometiéndole sesiones aún más intensas, asegurándole lo mucho que la deseaba, que era una amante deliciosa y haciendo algunos comentarios extremadamente gráficos que hicieron que mi esposa se humedeciera , terminaron la conversación bajo el mutuo acuerdo de encontrarse nuevamente tan pronto les fuera posible, mi esposa manteniendo siempre la ficción de que había sido seducida y estaba montándome los cuernos. A partir de esa llamada no pasaba un día sin que Reynaldo llamara buscando un nuevo encuentro y en cada llamada hacía que Almira terminara muy excitada por los explícitos comentarios que le hacía, de tal manera que a los pocos días mi esposa le mencionó que yo había comentado que al día siguiente estaría muy ocupado desde temprano en reuniones de trabajo que se prolongarían hasta tarde y de inmediato Reynaldo le propuso que se encontraran a media mañana.
En efecto, a la hora acordada, mi esposa se encontró con su amante en el estacionamiento del Centro Comercial Paseo Las Mercedes y de inmediato subieron a una habitación del hotel que ya Reynaldo había contratado. Al igual que en el primer encuentro, Reynaldo cayó sobre mi esposa con desenfrenada pasión, acariciándola, besándola, apretando sus redondeces al tiempo que la desnudaba y se desnudaba él y en todo momento haciendo exclamaciones como "¡Dios! ¡Que divina estás mami!, ¡que ricuraaaaa!, ¡Uffff que tetas tan ricas!, ¡Almira te voy a destrozar a punta de guevo mami!" Exclamaciones que en otros tiempos y desde otras bocas mi esposa hubiera considerado extremadamente vulgares y grotescas y que ahora, en esa nueva faceta antes desconocida, la excitaban de una manera intensa y la llevaban a entregarse en un desenfrenado frenesí. Cuando ambos estuvieron desnudos Reynaldo hizo que mi esposa se sentara en la alfombra sobre sus piernas dobladas, con la espalda apoyada en el borde de la cama y sin más preámbulos introdujo su pene en su boquita para de inmediato sacárselo y frotarlo por todo el rostro de mi amada, manipulándolo de vez en cuando para darle ligeros azotes en las mejillas con el glande y nuevamente metérselo en la boca para comenzar todo una vez más despertando en ella el deseo de chupárselo , de mamárselo con fruición de tal manera que llegó un momento en el cual Almira movía la cabeza, con los labios entreabiertos, siguiendo aquel díscolo pene en sus movimientos, tratando de introducirlo en su boca para deleitarse con él. Cuando la sintió al borde de la desesperación Reynaldo finalmente le sujetó la cabeza y le introdujo el guevo en la boca poniéndola a mamar de forma particularmente intensa: en momentos embestía hasta el fondo de su garganta provocándole arcadas y haciéndola emitir sonidos de gorgoteo, luego le sacaba el guevo reluciente de baba y se lo frotaba por el rostro, luego le pedía que se lo besara delicadamente o que le chupara las bolas o que se lo lamiera a todo el largo como si de un helado se tratara y a continuación se lo volvía a introducir y le pedía que le chupara y lamiera la cabecita o nuevamente la embestía con fuerza obligándola a tragárselo todo.
Tras mantenerla mamando así durante largo rato finalmente la hizo incorporarse y tal como había hecho en el primer encuentro la acostó atravesada en la cama para en esa posición poder penetrarla hasta el esófago al tiempo que separaba sus piernas para ponerla bien abierta y así acariciar su clítoris y toda su empapada rajita. Cada vez que Reynaldo se retiraba unos pocos centímetros Almira aprovechaba para tomar aire gorgoteando y boqueando como pez fuera del agua, de su boca brotaban burbujas y grandes cantidades de espesa baba que corría por todo su bello rostro hasta dejárselo empastelado por todo el maquillaje corrido; sin embargo, a pesar de lo violento de la mamada ella me confesó que disfrutaba enormemente esa forma de sumisión, especialmente cuando el guevo penetraba por completo hasta ella sentir como los testículos de Reynaldo se aplastaban contra sus labios y ella trataba de abrir su boca al máximo posible como en un intento de abarcarlos también a ellos. Por otra parte, las caricias que Reynaldo le proporcionaba a su clítoris y en general a toda su cuquita, alternando sus dedos con su lengua de manera exquisitamente experta ya estaban haciendo su efecto y Almira temblaba y se estremecía como poseída por una extraña fuerza hasta que en un repentino arranque giró violentamente su cabeza para que el guevo saliera de su boca y gritó "yaaaaaa, por favorrrrrrrrr, yaaaaaaaaaaaa, cógeme, métemelo, por favor!!!!, métemelo ya, cógeme" y Reynaldo complacido la hizo girar en la cama hasta ponerla boca abajo, colocó almohadas bajo su vientre y la montó, abriendo las piernas de ella con las de él al tiempo que manipulaba su pene hasta lograr colocarlo en la entrada de su vagina y penetrarla en una sola y violenta embestida. Almira emitió un ronco bramido al ser penetrada y de inmediato comenzó a estremecerse y temblar presa de un intenso orgasmo mientras Reynaldo la embestía con fuerza una y otra vez , castigando sus nalgas con las furiosas embestidas al tiempo que exclamaba "¿querías guevo? ¡Toma guevo mamita!, toma, toma, gózate ese guevo! goza mamita, así, grita mami, me encanta cuando gritan!" . Mi esposa se aferró al borde de la cama y mordió las sábanas para así tratar de ahogar sus gritos y berridos y cada vez que Reynaldo la embestía levantaba sus caderas como para que la penetración fuera aún más profunda y duradera hasta que vencida por la extraordinaria intensidad de aquel orgasmo se desplomó jadeando, inerte, como una muñeca rota, fláccida y sin fuerzas, momento que Reynaldo aprovechó para dejarse caer sobre ella y comenzar a besarle y mordisquearle la nuca y el cuello mientras se meneaba cogiéndola ahora con menos ímpetu pero sin parar de decirle cosas como "Almira que ricas tienes esas nalgas mi amor, acolchaditas! Tienes esa cuquita demasiado rica mami, me encanta esa cuquita!" Pasado un rato él se lo sacó, se incorporó hasta ponerse de pie al borde de la cama y jaló a mi esposa hasta el borde, levantó su trasero y la penetró nuevamente pero ahora le acariciaba las nalgas y se las abría para deleitarse morbosamente con el espectáculo de su guevo entrando y saliendo de la apretada vagina de mi esposa, a ratos se inclinaba sobre ella y le apretaba y estrujaba las tetas y las usaba como riendas para sujetarla y embestirla profundamente, a ratos volvía a abrirle las nalgas y se lo sacaba por completo para acto seguido penetrarla hasta el fondo y volver a sacárselo . Almira, todavía temblorosa, se dejaba hacer, gimiendo y pujando, aún exhausta por el intenso orgasmo que había experimentado y Reynaldo aprovechaba para gozársela a placer. Hubo un momento en que mi esposa se revolvió como potranca cuando Reynaldo trató de meterle un dedo en el ano pero cesó en su intento al ver la reacción de ella y siguió bombeando su vagina , aumentando paulatinamente el ritmo y la intensidad de sus embestidas provocando un aumento en el volumen de sus gemidos, finalmente y de manera súbita, se lo sacó y la hizo girar sobre si misma, se subió a la cama arrodillándose junto a ella y eyaculó una abundante cantidad de espeso semen sobre su rostro y sus tetas. Cuando terminó de eyacular, se dedicó a esparcir el semen con su pene por todo el rostro y las tetas de mi amada y de vez en cuando se lo colocaba en los labios y le pedía "bésamelo" a lo cual Almira lo complacía. Cuando estuvo completamente fláccido buscó la pantaleta de mi esposa y se limpió el pene con ella y luego le secó el rostro y las tetas y se acostó a su lado pero mi mujer se levantó instantes después para ir a la baño y lavarse la cara llena de restos de maquillaje, baba seca y semen. Al regresar del baño Reynaldo estaba al teléfono ordenando al servicio de habitaciones bebidas y algo para picotear y dando golpecitos en la cama le indicó que se acostara a su lado y al ella hacerlo comenzó a besarla en la boca con renovada pasión al tiempo que acariciaba sus maravillosas tetas. Reynaldo exhibía una poderosa erección cuando mi esposa se salvó de una nueva cogida y ganó unos minutos más para reponerse de la anterior con la llamada a la puerta. Reynaldo le indicó que se encerrara en el baño y cubriéndose con una toalla atendió al camarero y tras despedirlo abrió la puerta del baño y llamó a mi esposa. Disfrutaron de sus bebidas y entremeses conversando alegremente y cuando Almira se dejó caer en la cama Reynaldo aprovechó para hacerle travesuras colocando entremeses sobre su rajita para mordisquearlos allí y aprovechar de lamerle el clítoris y la cuquita.
Luego, tomó un cubito de hielo en su boca y asomándolo entre sus labios se dedicó a frotarlo por la rajita de mi esposa que reía presa de intensas cosquillas, pronto las risas dieron paso a respiraciones profundas y gemidos y Reynaldo se dejó caer de espaldas y le pidió a mi esposa que lo montara. Almira no se hizo de rogar y tomando el guevo en una de sus manitas montó sobre el macho y se ensartó profundamente, echó el cuerpo hacia atrás, apoyándose con sus manos en las piernas de Reynaldo, alzó el rostro hacia el cielo con sus ojos cerrados, adelantó el pubis e inspirando profundamente comenzó a moverse hacia atrás y adelante. Reynaldo esta vez quedó quieto, disfrutando de la visión de mi bella esposa cabalgando su guevo hasta que por fin ella estalló en gemidos y estremecimientos que indicaban un nuevo orgasmo. Almira dobló su cuerpo hasta reposar su rostro contra el de Reynaldo quien entonces la abrazó con fuerza y comenzó a bombearla para prolongarle su orgasmo. Cuando mi esposa quedó inmóvil Reynaldo se sentó sin sacárselo, la hizo estirar las piernas y sujetándola con fuerza se levantó y comenzó a embestirla al tiempo que recorría la habitación hasta pegarla de la pared, entonces la bombeó con fuerza inusual, Almira no paraba de gritar y me contó que luego pensó que la soledad del hotel a esa hora fue lo que impidió que alguien llamara a la puerta sobresaltado por sus gritos y estridentes gemidos. Reynaldo no paró de bombearla hasta que descargó todo su semen en lo más profundo de su vagina y entonces se dejó caer de rodillas, extenuado, dejándola a ella en la butaca de la habitación y sepultando su rostro entre sus tetas mientras trataba de recuperar el aliento. Almira acarició y revolvió sus cabellos y sonreída le dijo "Papi nunca me habían hecho el amor de esa manera, fue rico papi! ¡Pero debes estar agotadito bebé !" Luego, instantes después y sabiendo que a él le gustaba, le pidió pícaramente "búscame mi pantaletica papi que siento que me están bajando tus hijitos!" Ante lo cual Reynaldo finalmente se incorporó, tomó la pantaleta del rincón piso adonde había quedado cuando la desnudó y mientras la usaba para secarse el guevo ella se traslado a la cama y él se la pasó delicadamente por la cuquita y se la dejó allí encajada en la rajita para que absorbiera el semen que le brotara. Descansaron durante casi una hora y mi esposa despertó al sentir un persistente roce contra sus labios, era Reynaldo que cuando la vio abrir los ojos le pidió "bésamelo mamita!" Y se dejó caer sobre las sábanas. Almira no se hizo de rogar y colocándose acostada perpendicularmente a él comenzó a chupárselo con placer, mientras él le acariciaba las nalgas. Ya mi esposa había perdido sus inhibiciones y mamaba con verdadero placer, incluso tratando de tragárselo al máximo, cosa que nunca antes había intentado, limitándose a chupar la cabecita nada más. Pasado un buen rato durante el cual mi amada esposita se dio banquete mamando aquel grueso guevo ella giró sobre si misma quedando boca arriba y abriéndose de piernas exclamó en un ronco susurro "móntame papi, cógeme!" Reynaldo le colocó almohadas bajo el trasero para elevar su pubis y así penetrarla más profundamente y sin más preámbulos la montó y penetró aplicándole aquel movimiento de "tornillo" que la hacía enloquecer de placer, Almira enredaba sus cabellos, arañaba su espalda, se meneaba desenfrenadamente y así llegaron casi simultáneamente al orgasmo, ella unos pocos segundos antes que él. Tras descansar algunos momentos Reynaldo se dirigió a la ducha y mi esposa se sentó ante el espejo para tratar de poner un poco de orden en sus cabellos y su rostro. Una vez vestidos y tras prometerse un nuevo encuentro con lo cual la relación de amantes quedaba consolidada bajaron separadamente, Almira llegó pronto a casa adonde yo la esperaba con las mismas ansias con que siempre la esperé cada vez que salía al encuentro con su amante de turno. Escuchando su vívido relato me imaginaba cada escena, cada instante, se me erizaba la piel y mi cuerpo temblaba de excitación y finalmente, incapaz de esperar ni un segundo más, la montaba y le susurraba al oído "abrázame como lo abrazaste a él"; "menéate como te meneaste para él"; "ábrete como te abriste para él" "gime como gemías para él " y al ella responder y complacerme creía morirme de la emoción y excitación.
Sucedió al tercer encuentro que tras la primera cogida y mientras recuperaban aliento para el segundo asalto amoroso Reynaldo exclamó "mamita ¿A ti no te gusta el sexo anal? ¡Yo quiero que me des el culito!" La reacción de mi esposa, por la cual posteriormente se alegraría muchísimo, fue absolutamente espontánea, inconsciente e inmediata: con fingida indignación saltó:
"tu estas loco! ¡Yo nunca he hecho eso! ¡Eso no es natural y además dicen que eso duele mucho!"
"¿Tu esposo nunca te lo ha hecho? ¿Ni siquiera te lo ha pedido?"
"Nooooooooooooooo, y que no se le ocurra!"
"Mamita, eso es divino y conmigo no te va a doler, yo te preparo bien y vas a ver como gozas mami! ¡Te va a encantar! ¡A Milena le encantaba! "
"¡Malvado" ¿tu le hiciste eso a mi hermanita?"
"Si mami y te juro que le encantó. ¡Después ella misma me lo pedía! Si quieres puedes preguntarle como cosa tuya que opina del sexo anal "
Almira continuó su actuación mostrándose dudosa y desarmada ante este último comentario de su amante pero continuó negándose tercamente a seguir hablando del tema de tal manera que Reynaldo lo dejó de lado por los momentos y a modo de consuelo utilizó la boquita de mi esposa de una manera particularmente agresiva culminando con el suministro de una generosa dosis oral de proteínas la cual ella aceptó con muy buena disposición y para finalizar el encuentro le hizo el amor colocándola en 4 y bombeándola apasionadamente hasta hacerla acabar entre fuertes gemidos. Ya para entonces Almira no sólo se había acostumbrado si no que gozaba intensamente de la manera como Reynaldo la poseía y que la hacía tener orgasmos de una intensidad extraordinaria.
Cuando esa noche me narró el intercambio, nos reímos de su picardía pues si bien mi amada esposa es una mujer más vaginal y oral, ya habíamos practicado el sexo anal en algunas ocasiones y ella lo disfrutaba aunque no con la misma intensidad que de las otras formas antes mencionadas, entonces la interrogué :
"¿Y que piensas hacer? ¡Porque te aseguro que él va a seguir insistiendo!"
"Voy a hacerlo que ruegue y suplique, que sude un poco y al final simularé haberme dejado convencer y se lo daré ¿Qué te parece?"
"jajajaja, ¡eres una diabla! Me parece una excelente idea, eso si, debes mantener la postura que eres virgen por allí y cuando finalmente te dejes convencer debes fingirte nerviosa, temerosa y en el momento mismo grita y quéjate para que él crea que realmente está tomando la virginidad de tu culito, eso lo va a excitar sobremanera, jajajajaja, ¡Te amo!"
En efecto, en los encuentros siguientes Reynaldo siempre buscaba la manera de tocar el tema e insistir en sus intenciones de poseer analmente a mi esposa o mejor dicho y para mayor morbo de su parte, de "estrenarla" pues había quedado absolutamente convencido que Almira era virgen por detrás. Así pues, en una ocasión en la que la tenía al borde del orgasmo mientras trabajaba su cuquita con sus labios y lengua, súbitamente la hizo girar y colocarse boca abajo y sin darle tiempo a reaccionar separó sus nalgas y comenzó a lamer y chupar su delicado anito con lo cual mi mujer comenzó a gritar enloquecida de placer ante las intensas sensaciones que aquella acción le produjeron. Vista la reacción de placer de mi esposa, Reynaldo no perdía oportunidad de hacerle lo mismo al tiempo que le insistía en lo mucho que gozaría permitiéndole poseerla por el culito y a modo de ejemplo le señalaba lo mucho que ella gozaba cuando él se lo chupaba y lamía. Le explicaba -muy a su conveniencia- que aquellas que habían experimentado dolor era por no haber estado lo suficientemente bien preparadas, relajadas y lubricadas y por haber caído en manos (o quizás deberíamos decir "penes") de amantes inexpertos, ante lo cual mi esposa reía nerviosa y le respondía "Siiiiiiiiiiii, clarooooooooooo, porque como tu siempre me das suavecito. Si me llegas a dar así por detrás mi marido me va a descubrir cuando llegue a la casa caminando toda abierta y no pueda sentarme, jajajaja" con lo cual, muy hábilmente - como sólo ellas saben hacerlo- le enviaba señales dobles en el sentido que estaba considerando la posibilidad de dárselo pero necesitaba un poco más de persuasión . Ya para el siguiente encuentro amoroso Reynaldo incorporó una nueva táctica Almira notó cuando se desnudaron que él escondía algo bajo la cama y más tarde, cuando la puso boca abajo y la volvió loca de excitación lamiéndole y chupándole el culito sintió como le derramaban unas gotas de líquido entre las nalgas. Era lubricante lo que Reynaldo había escondido y ahora lo estaba usando El joven galán comenzó a besar y mordisquear delicadamente las apetitosas nalgas de mi esposa mientras suavemente esparcía el lubricante por toda su rajita y le acariciaba el ano con delicados movimientos circulares, haciendo un poco de presión cuando pasaba justo encima del agujerito o para decirlo en las misma palabras de ella "¡con una habilidad digna del mejor experto!". Sin poder evitarlo, Almira comenzó a menearse muy suavemente al tiempo que apretaba y aflojaba sus nalgas en forma intermitente y hundía su rostro en la almohada para ahogar un poco sus sonoros gemidos. Reynaldo, sin dejar de acariciarla en la forma como lo venía haciendo, se acostó junto a ella y ahora la besaba de una manera etérea, casi como una caricia de la brisa, a lo largo de toda su espalda, comenzando en la nuca hasta el final de la espalda y vuelta atrás y sorprendiéndola de vez en cuanto con un suave lametón, o un delicado mordisquito en una nalga o hasta un cálido soplo Almira temblaba y se estremecía incontrolablemente en un incontrolable frenesí de placer , su cuerpo recorrido por choques eléctricos que le producían un goce indescriptible, entre gritos separó sus piernas para facilitar las caricias de su amante y se sorprendió al encontrarse a si misma meneándose con un dedo de Reynaldo profundamente introducido en su ano y moviéndose en sus entrañas . Cuando mi esposa estuvo a punto de rogar a gritos que si, que estaba dispuesta a darle el culito y que la penetrara, súbitamente, Reynaldo cesó todas sus caricias, la hizo voltearse y la montó para penetrarla vaginalmente. Almira lo abrazó con todas sus fuerzas, con manos, brazos y piernas y estalló en un orgasmo que sólo pudo describir como un colosal festival de fuegos artificiales. Reynaldo la dejó que se desahogara manteniéndose inmóvil dentro de ella y sólo cuando notó que su respiración comenzaba a normalizarse y su cuerpo a relajarse fue cuando él comenzó a bombearla con ese movimiento de "tornillo" que a ella tanto placer le daba pero con suavidad exquisita, casi sádica. Ese día Reynaldo no volvió a mencionar el culito, sabía que ya la había rendido y que sería ella misma quien se lo ofreciera y en efecto así fue la semana siguiente cuando volvieron a reunirse .