Revisión médica
Este relato y el que sigue los encontré navengando por la web, espero que les guste.
Un día tengo que ir a pasar la revisión médica rutinaria de todos los años y voy a pasar consulta. Llamo a la puerta y me abre una enfermera que me invita a pasar a una sala de espera y me dice que la Dra. me recibirá enseguida. Pasados unos minutos vuelve y me dice que pase a la consulta, que la Dra. me está esperando. La enfermera me acompaña y entro, te encuentro a tí con una bata blanca ajustada, semitransparente y con los botones del escote desabrochados dejando vislumbrar unos pechos generosos. Con la transparencia de la bata se aprecia unas braquitas minúsculas negras y un sujetador del mismo color, me llama la atención lo abultado de los desafiantes pezones.
Me ordenas quitarme zapatos, camisa y pantalones y tumbarme en una camilla para comenzar la revisión. Me miras oídos, me haces abrir la boca y sacar la lengua para ver la garganta, luego me das golpecitos en el torax y me preguntas si siento dolor, me auscultas comprobando que todo esta en órden.
Una vez terminada esta primera parte, me haces pasar a otra sala con aspecto de sala de curas en la que hay un sillón ginecológico y armarios con vitrinas e instrumental y otra camilla. Me ordenas quitarme el slip y sentarme en el sillón ginecológico desnudo y con las piernas muy separadas por los soportes para tal efecto. Tu y la enfermera os poneis unos guantes de latex y te sientas en un taburete entre mis piernas. Comienzas a manipular delicadamente mis cojones y polla, pides un poco de glicerina a la enfermera que lo aplica en mi ano, seguidamente introduces un par de dedos y urgas en el interior. Le pides a la enfermera una sonda foley de calibre 16, lubricante urológico, una jerienguilla de 10 ml y una bolsa depósito para la orina.
Mi polla comienza a crecer por la excitación.
Pones un poco de lubricante en el capullo y en la sonda, y comienzas a introducirla despacio hasta que empieza a caer orina dentro del depósto. Cuando está la sonda toda dentro, coges la jerinquilla e insuflas aire para hinchar el globo y que no se pueda salir. Me regañas porque no debo tener ninguna erección durente el sondaje. Le pides a tu ayudante una botella de suero salino de medio litro, un gotero y una jeringuilla de 100 ml., te lo trae todo y te dispones para inyectar los 500 cc en mi vejiga. Cuando terminas, siento muchas ganas de orinar y vaciarla en la bolsa depósito, lo cual me permites hacer pasado un rato.
Una vez vacía la vejiga, sacas la sonda igual de despacio que la introdujiste, tirándola a un cubo de basura. Vuelves a manipular polla y cojones comprobando que todo va bien. Le pides a la enfermera que prepare un supositorio de glicerina y un enema para aplicármelo. Metes un dedo en el ano para ensancharlo y posteriormente el supositoria de glicerina para que empiece a hacer efecto. Al poco rato viene la enfermera con el enema tibio e introduces la cánula en el ano para que el agua comience a fluir por mis intestinos, hasta que se vacía totalmente. Me mueves y aprietas la barriga para que el líquido vaya por todos los rincones. Al rato empiezo a sentir a molestias y me dices que vaya al vater a echarlo todo.
Al rato vuelvo con el ano muy dilatado y ya limpio, me ordenas otra vez me siente otra vez en el sillón con las piernas separadas. La enfermera me aplica mucha glicerina en el ano y todo su alredededor. Tu comienzas a meterme despacio un dedo para dilatarme, luego dos, tres, cuatro, hasta que está toda la mano. Tanto en la enfermera, como en ti misma aprecio un gran estado de excitación cuando veis la mano metida toda dentro de mi culo y empezais las dos a menearme la polla hasta que se pone erecta a tope. Luego sacas la mano de mi culo y es la enfermera la que la mete, moviéndola adentro y afuera como si fuera una polla enorme gimiendo a cada embestida. Ahora debo chuparte los pezones que cada vez están mas grandes e inflamadas, lanzando tu pequeños gritos.
Una vez terminado me ordenas tumbarme boca arriba en la otra camilla, tu te pones en cuclillas encima de mi boca y me ordenas que te chupe y te haga correr. Mientras la enfermera me come la polla volviéndomela a poner dura y firme, después se sienta encima de la polla y se la mete en el coño hasta el fondo. Los tres gemíamos sin parar por el placer que sentíamos. Tu llegas al orgasmo e inundas mi boca con el flujo y la eyaculación producida. Me ordenas estar quieto con la boca abierta porque quieres mearme sin que lo trague, lo cual haces con una meada larga y caliente.
Pero quieres más, apartas a la enfermera de mi polla y te la introduces tu, pasando la enfermera a chuparme el culo y los cojones. Te digo que me voy a correr pero no me dejas, debo esperar a que tu termines. Cuando por fin te corres lanzando gritos de placer, siento un gran alivio porque por fin puedo hacerlo yo. A los pocos segundos empiezo a sentir los temblores del orgasmo y por mi polla empieza a salir leche en todas direcciones, al verlo la enfermera se tira a por mi polla chupándola con ansia y dejando caer gotas de semen por boca cuello y tetas.
Eran las 4 de la tarde, y a pesar de la pereza y el atontamiento de la hora de la siesta, tuvo que asearse deprisa, vestirse y salir corriendo con las llaves del coche en la mano. A las 5 y media tenía cita con el doctor para un chequeo rutinario por orden de la empresa en la que trabajaba, y el único hueco relativamente libre que tenía el Doctor era ese día a esa hora. Aunque salió con adelanto de su domicilio, pilló el atasco de la salida de los colegios y se imaginó cómo estaría para la hora que llegase el consultorio: lleno de chavales griposos esperando su turno para conseguir un justificante y saltarse las clases del viernes para que sus padres pudiesen salir antes a tomar el camino de la sierra y descansar un par de días. No es que no le gustasen los! niños, es que por lo general le irritaban, y no hablemos ya en la sala de espera del médico donde ni él mismo sabia quien estaba mas nervioso: si los chavales por miedo a recibir alguna vacuna sorpresa o él. Como sospechaba, llegó 10 minutos tarde y la sala de espera era ya el patio de la guardería, con niños jugando, chillando y saltando por todas partes (Qué pesadilla). Afortunadamente, sin embargo, se acercó a la recepcionista para indicar que ya había llegado, y ésta le contestó con una sonrisa natural y agradable que le estaban esperando, y que sería el siguiente en pasar. De modo que tomó asiento entre una niña gastroenteritica y un niño hiperactivo... Menuda combinación. Cuando se disponía a sacar el móvil para echarse una partidita a algo durante la espera, oyó una voz femenina por el altavoz que interpelaba su nombre: "Jorge Ocaña, por favor, pase por la consulta del Doctor Curtis". Jorge se levantó y se dirigió hacia la sala 315, la de siempre. Llamó a! la puerta con 3 golpecitos discretos y una voz femenina contestó "Adelante, pase". Cuando entró vio a la recepcionista de pie, entregándole una carpeta a una chica que no había visto en su vida. Iba vestida con una bata blanca, medias blancas y zuecos blancos, por lo que él dedujo que sería una nueva enfermera hasta que leyó en la chapa de su bata: "Dr. R. M. Curtis". La doctora tendió su mano y Jorge no tuvo por menos que estrecharla asumiendo definitivamente que tal vez la joven era la sucesora de su médico habitual. Sentándose los dos entablaron la típica conversación: "Muy bien, Jorge, por lo que veo, vienes a revisión, ¿Verdad?" "-Si, para el trabajo, nada grave espero..." "-Te encuentras bien? Has estado bien durante todo el año, verdad? Veo que sólo tuviste una baja hace unos días y fue poco duradera." "Nada, las anginas, como siempre, que con los cambios de tiempo..." "Muy bien, Jorge, quiero que pases detrás del biombo y te desnudes para mi, ! vale? Puedes quedarte con el slip puesto". Jorge se dirigió al espacio indicado y comenzó a despojarse de la ropa mientras oía los típicos ruidos de cacharreo de consulta preparados para la revisión. Cuando estuvo listo, salió y siguió las órdenes de la Dra. Curtis consistentes en sentarse en la camilla y relajarse. Evidentemente, no iba a ponerse nervioso por una revisión de rutina: oídos, vista, presión sanguínea, etc. aunque siempre queda la sospecha. Rachel comenzó tomándole la tensión. "-Qué edad tienes, Jorge?" "-30" "-No te importará que te tutee, verdad? Te veo tan joven..." Cuando iba a contestarle, la doctora le hizo señas de que se callara para poder escuchar mejor y tomar la tensión con precisión. "Bueno, esto esta muy bien, 11 - 6. Espero que no te importe, me han dejado hoy solita porque con todo el lío que hay de vacunaciones, las enfermeras no dan a basto. Tengo que ir haciendo yo las anotaciones" "-No, no que va... si estamos todos hasta arriba de! trabajo" "-Si, no? Bueno Jorge, ahora voy a ver como andamos de pulmones. Vamos a ver si puedo calentar un poco el estetoscopio antes de plantártelo. Jejeje". Jorge contestó con una sonrisa. Por lo que parecía le había tocado el día de suerte de la revisión médica agradable y de momento no había nada que temer. La doctora comenzó a oscultar a Jorge "Respira hondo... Suelta el aire despacito... Vuelve a respirar... suéltalo...". Todo iba fenomenal pero... "Uy, Jorge, cuánto hace de lo de las anginas que me comentaste antes?" "-Hará un par de semanas, por?" "Te estoy notando los bronquios un poco protestones, eh? Qué tomaste para curarlas?" "-Lo de siempre, Amoxicilina. Lo que pasa es que siempre me pasa lo mismo, cuando me encuentro mejor lo dejo y así estoy, todo el invierno acatarrado." "-A ver si te voy a tener que regañar como a los niños..." Jorge se sintió un tanto incómodo después de ese comentario, pero supuso que le recetaría otra caja de antibióticos, y a tirar."Te notas cansado, con fiebre...?" "-No, nada fuera de lo normal." "-Bueno, vamos a ver como estás ya que esta aquí. A ver, túmbate boca abajo en la camilla." Jorge obedeció inmediatamente sin saber muy bien para qué tenia que estar tumbado, pero no esperaba nada malo. Sin embargo, de repente notó como Rachel le bajó los boxers hasta debajo de las nalgas y empezó a sospechar que no podía ser nada bueno: estar sobre una camilla con el culo al aire no le traía buenos recuerdos. "Voy a tomarte la temperatura, de acuerdo? Vas a notar algo frió en el culete, pero no te preocupes que no duele, es solo un termómetro." "-Pero oiga... No me puede tomar la temperatura como a la gente normal?" "-Cómo como a la gente normal? Aquí los termómetros que usamos son los termómetros rectales, que son mas fiables que los otros. Venga, no me seas quejica que esto no duele" Vio de reojo como ella se calzaba unos guantes de látex blancos y sacaba del armario un cilindro de cristal bastante largo. Después, lo untó bien con una especie de pomada transparente y de nuevo se dirigió a él: "Ves? No es nada. Le ponemos bien de lubricante y casi ni lo vas a notar. No seas quejica, a ver si te voy a tener que mandar a la sala de espera con el resto de los niños..." Jorge se resigno sin mediar palabra. Se sentía completamente humillado tanto por los procedimientos como por el toniquete de voz condescendiente... Tan amable como le parecía en un principio su nueva doctora, empezaba a sospechar que la visita no iba a ser un camino de rosas. Sintió como ella le separaba las nalgas con dos dedos y empezaba a insertar haciendo un poco de fuerza el tubo de cristal helado por su pobre ano que no había recibido visitas externas desde que se inventaron los antipiréticos en pastilla, haría unos 25 años. Tensó los músculos con la sensación desagradable "Tranquilo, chico, que esto no es nada... Pues si te pones así nada mas empezar..." Qué?!?!?! Jorge sufrió un colapso! ... Qué era eso de "nada mas empezar"... qué pretendía hacerle? Descuartizarle por no haberse acabado la caja de Augmentine... Por Dios! Rachel le dio un cachete "amistoso" en el trasero y le dijo que aguantase 5 minutitos, enseguida volvía. A través de la puerta oía la voz de su doctora riéndose con otra chica. Esperaba que no estuviesen mirándole y riéndose de él porque se sentía no sólo incomodo albergando 10 cms de cristal dentro del recto, si no por el aspecto que tenía que tener desprovisto de ropa interior y con el palito saliéndole del culo. Al rato volvió Rachel muy sonriente y preguntó "Qué tal? No ha sido para tanto verdad?" mientras sacaba bruscamente el termómetro. Jorge se quejó con un "mmmffff" que la doctora escuchó. "Venga, hombre, ánimo que esto se pasa sólo una vez al año." Observando la temperatura añadió "Uy, estamos un poquito mal aún, eh? 37'7..." Mientras Jorge pensaba que sería el bochorno que le había hecho pasar. Ya se disponía a subirse l! os boxers cuando la doctora le dijo "Quietecito, hasta que no te lo diga, no te los subas, que aún no hemos acabado... Esto no me gusta nada. Has manchado termómetro y por lo que he podido apreciar, no te has sentido nada bien cuando te lo he puesto. Vamos a ver si está todo bien por ahí dentro. Te han mirado como tienes la próstata alguna vez? "-Pues no... Vamos,q ue yo sepa... Y cómo vamos a verlo?" "-Tú relájate." Rachel abrió una puerta contigua a la consulta y abrió el grifo, seguramente para lavar el termómetro mientras el pobre paciente cavilaba: Claro, relajadísimo... Jorge sintió como iba incrementando el odio hacia la chica que le había parecido tan amable en un momento, proporcionalmente a cómo crecía el miedo que tenía. Si algo le daba pavor, eran las agujas y las inyecciones y aunque no era creyente, estaba rezando por no ver a entrar a la Dtra. Curtis con una jeringa. Cuando ella volvió entró con algo que a él le pareció una bolsa de agua caliente de las antiguas ! bastante grande con un tubito. "Muy bien, Jorge, te voy a limpiar bien por dentro para poder explorarte... Relájate todo lo que puedas... No te dolerá mucho." BINGO! Palabras claves para desatar un ataque de pánico en la consulta médica. Según su experiencia "No te dolerá mucho" era sinónimo de "procura que no se te salten demasiado las lágrimas". Notó como la doctora le aplicaba de nuevo el lubricante en el ano sin saber muy bien de qué iba la guerra. A continuación, notó como le insertaba algo bastante mas grueso que el termómetro y ahogó un quejido. "Muy bien, corazón, supongo que ya sabes como funciona esto, no?" Jorge negó con la cabeza y con los ojos cerrados de la incomodidad que le estaba causando ese tubo rígido en su entrada hasta el momento más sagrada. "¿Cómo que no? No me digas que nunca te han puesto un enema, una lavativa o como lo quieras llamar..." Mientras el chico pensaba cuán humillante era aquello y las veces q había pensado lo mucho que tenía que doler "M! ira, ahora voy a abrir este tubito para q la solución entre en tu intestino y te limpie bien por dentro. Estate tranquilo, que aunque es un poco incómodo no duele, vale? Después, dejaremos que haga efecto un ratito y pasaras a la sala de baño para evacuarlo." "Yo sólo venía a la revisión del curro... No creo que esto proceda OUCH!" La solución jabonosa empezó a hacerse camino, y empezó a notar algo ardiente dentro del intestino. "-Anda, clámate quejica." "-Pero es que tengo algo de prisa..." "No, no tenemos prisa, la salud es lo primero. Relájate y compórtate o voy a tener que darte una azotaina como a los niños malos, que no has dejado de quejarte desde que entraste y no me dejas hacer mi trabajo. Cuanto menos tiempo perdamos en tonterías, antes podrás irte a casa..." Jorge cada vez se sentía más lleno y mas escocido por dentro. Empezó a sentir escalofríos y retortijones "Por favor, páralo! Esto duele... mmmmfffffff" "-Shhhh, ya queda sólo la mitad." Sólo!? Dios... no pod! ía aguantar ese dolor por mas tiempo, y aún faltaba el doble. Jorge sintió como empezaron a escaparse un par de lágrimas. "Por favor, Jorge, no seas crío y estate quieto o tendremos que repetirlo para poder hacerte una buena limpieza" "-No, por favor, más no..." Jorge ya estaba sumido en unos retortijones espantosos cuando la doctora prosiguió "No ha sido para tanto. Ahora quiero que permanezcas como estas 10 minutitos, de acuerdo? Mientras yo voy a preparar lo que necesito para tu exploración rectal..." Porqué?!?!? Joder... Sus tripas ardían y mucho temía por las palabras del médico, que estaera la parte mas agradable de la visita. En lo que estaba tumbado pudo ver como Rachel acercaba un taburete a los pies de la camilla y una mesa con rueditas repleta de un montón de tubos e instrumentos que no había visto en su vida, propios del gabinete de cualquier inquisidor. "Muy bien, ves? Te estas portando fenomenalmente ahora. Ya queda menos." El paciente sudaba a mares! durante la eterna espera "Necesito irme ya, de verdad, me duele mucho, tengo que echarlo todo fuera, no aguanto, por favor..." Al escuchar esas palabras, la doctora se puso mucho mas seria. "Vamos a hacer lo que yo te diga. Esto es una ciencia, no una barraca de feria. Si te digo que tienes que esperar es por algo, niñato! Me estas empezando a crispar los nervios y eso no es bueno ni para ti ni para mi". Al cabo de un rato de silencio, Jorge notó las manos de su sádica inquisidora separando sus nalgas y sacando el incómodo tubo. "Muy bien, pasa a la sala contigua, es el lavabo. Tomate tu tiempo y procura calmarte". Jorge se levanto de un salto procurando no derramar el liquido que llevaba dentro de camino al baño, que aunque estaba al lado se le hizo eterno. Si recibirlo había sido horrible, expulsarlo no fue una tarea más fácil. Cuando hubo terminado, notó que estaba completamente escocido y dolorido. Volvió a la consulta con los calzones puestos y Rachel le indicó que se! los quitase y se tumbase con las rodillas pegadas al pecho boca abajo. El infierno acababa de empezar, como sospechaba. "Muy bien Jorge, has mantenido relaciones con hombres alguna vez? Te han entrado por la puerta de atrás?" "-Por supuesto que no!" "- Bueno, ahora vas a averiguar lo que se siente" Jorge adoptó la postura indicada por la doctora, aterrado. Intentó distraer su mente y pensó que al menos nadie más sabría de su humillación mas allá de las puertas cuando entró la recepcionista: "Hola, Sr. Ocaña, cómo va?"
Doctora: "Está muy quejica, no me está colaborando nada" Recepcionista:
"Uy, a ver si vamos a tener que sujetarle como las madres..." Mientras le guiñaba el ojo, la chica de recepción de pacientes se dirigió a su compañera: "Vas a necesitar algo?" "-Si, ve preparándome un par de benzetacil y dos de las que tú ya sabes, a ver si así se nos calma un poco".
Jorge no sabiendo ya donde esconder la cara, oyó cómo la chica de la sonrisa bonita pasaba a la sal! a de preparación de torturas, pero supuso que iba a por recetas, o algo parecido. Salió de golpe de sus pensamientos cuando notó como la doctora le volvía a untar su ahora escocidísimo agujerito con la materia viscosa y fría. Le estaba poniendo una buena cantidad, y repartiéndola bien alrededor cuando un dedo intruyó en la cavidad. No aguantando la horrible sensación, el paciente no pudo evitar dar un ahogado grito.
"Te he avisado... Ya me tienes harta" Rachel saco el dedo y le asesto unos cuantos azotes que le dejaron algo dolorido, pero le causaron una tremenda erección. Caray con la nena salvaje... Rachel volvió a introducir su dedo con menos delicadeza, luego otro y luego un tercer dedo. "Se ha acabado la amabilidad contigo, amigo..." Comenzó a darle un masaje en la próstata, al principio incómodo y doloroso, pero que fue tornándose en una de las experiencias mas placenteras que jamás hubiese sentido el paciente.
Estaba en sus ensoñaciones cuando por fin notó que le l! iberaban de la intrusión y escuchó la voz de la recepcionista "Le vas a meter el pico de pato?" "-Aha, quiero comprobar que no hay heridas ni desgarros".
De nuevo Jorge notó cómo algo horadaba su mas que dilatado agujero.
Algo muy frió e incomodo. Empezó a sonar algo así como un "clack" repetidas veces. A cada clack, notaba una punzada en el trasero y como el cacharro metálico iba abriéndole el ano y causándole un dolor que casi terminó en desmayo.
Sintió las miradas de ambas jovencitas clavadas en su trasero y el dolor punzante e intenso. La sensación de que le iban a desgarrar. Pero todo eso no hacía más que excitarle más llegado a este punto.
"Bueno, Jorge. Parece que todo está bien por la retaguardia. Te estas portando muy bien, cielo. Lo que no haga una buena azotaina a tiempo, sea cual sea la edad..."
Las dos jóvenes bromearon cuando la chica de la entrada se dio cuenta de que el paciente tenia el trasero enrojecido y ahora comprendía porqué. "No me lo puedo creer! , vaya vaya vaya... le has tenido que zurrar?"
"-Si, estaba siendo un niño muy malo..."
Jorge interrumpió de nuevo humillado y con la cara ardiendo de vergüenza para preguntar si ya estaba todo y se podía incorporar.
"No, cariño, tumbate así, boca abajo y relaja ese culete. No me gusta nada esa bronquitis que parece que tienes. Me voy a asegurar de que sales de aquí como un roble. Cristina... Has preparado las inyecciones que te he dicho?"
QUÉ?!?! INYECCIONES? NO! Por eso sí que no pasaba. "Mire, doctora, creo que ya he tenido suficiente por hoy. Porqué no me receta algo que pueda tomar en casa y acabamos. Tiene que haber gente esperando fuera, porque llevamos mucho tiempo..." No acabó la frase, y ya notó el algodón frió por el alcohol acariciando la piel de su nalga derecha. "Por favor, no... De verdad, me dan pánico las agujas, por favor!"
"Tranquilo, procuraremos no hacerte mucho daño, aunque debes saber que el benzetacil escuece bastante" "-No, por favor no!" "Jorge! e, Jorge... no me montes una escenita o vamos a tener que ponerte en vez de dos, cuatro para que aprendas a obedecer..." "2? 4? Qué?"
Notó sin mas preaviso como una aguja iba profundizando bajo su piel y dentro de su músculo lentamente y comenzó a emitir un grito de un susurro a un "AAAAAAAAAAAH!" intenso a medida que la aguja se abría camino y el liquido se expandía dentro de su nalga.
En respuesta Cristina se dirigió a Rachel "Le vas a poner las otras, verdad?" "-Si, va a aprender a perderle el miedo a las inyecciones". La doctora sacó la aguja con un movimiento más bien brusco "Bien, Jorge, vamos a por el otro cachete. Como vuelvas a escandalizar, te voy a poner 2 mas y mucho más grandes. Enséñaselas, Cris..."
La recepcionista levantó el mentón de Jorge para enseñarle un par de jeringuillas enormes repletas de líquido y con un par de agujas, no sólo gruesas, si no, larguisimas. Jorge lloriqueó "nooo, no, por favor, de verdad... nooooooo".
A estas alturas su car! a estaba empapada de lágrimas que no dejaban de brotar y fueron más cuando notó el segundo pinchazo en la nalga contraria. Notó de nuevo la aguja atravesarle y el horrible escozor del medicamento liberándose dentro de él. Fue inevitable, volvió a gritar sin poder controlarlo.
Rachel sacó la aguja, le limpio con el algodón y acto seguido le suministró otra tanda de azotes, esta vez más severos y abundantes.
Jorge no podía evitar sentirse como un crío de 10 años siendo castigado por la peor de las madrastras, sin embargo, cada vez notaba su miembro más y más erguido pegado a su estómago.
"Ahora, nene, vamos a hacer algo que no vas a olvidar en tu vida..." El paciente reconoció la voz de la recepcionista y alzó de nuevo la vista para ver una sonrisa bastante picara entre las lágrimas.
"Venga, Cris, las dos a la vez, sé que te gusta jejeje" Doctora y enfermera volvieron a pasar un algodón húmedo por las doloridas y aun escocidas por el medicamento cachas de Jorge.
La doct! ora volvió a pronunciarse: "Recuerda no dejar que se seque el alcohol, así le escocerá más" y ya dirigiéndose a Jorge: "Esto sí que va a doler... Es agua destilada, algo tan sencillo como eso... Pero vas a sentir tal dolor, que te vas a correr de gusto".
A la voz de tres, ambas señoritas insertaron las enormes agujas en los glúteos de Jorge, muy despacito... El notaba el dolor creciente y la sensación de estar siendo domado por dos perfectas sádicas. Una vez tuvo las agujas bien clavadas, ambas empezaron a empujar el émbolo lentamente, dejando que la solución hiciese el trabajo deseado.
Jorge empezó a gemir. Su gemido fue creciendo hasta convertirse en grito, pero aquellas jeringuillas no acababan nunca de vaciarse. En ese dolor tan punzante, el paciente empezó a discernir un placer como nunca antes había sentido. A mitad de inyección, la doctora hizo que Jorge se pusiese a 4 patas, y Cristina comenzó a acariciar su pene lentamente en un vaivén incesante.
Cuando casi t! odo el agua había pasado del otro lado de las agujas, Cris se centró en el glande de su paciente y lo acarició hasta que el gemido de Jorge pasó de ser un gemido sordo de dolor a una expresión de placer. Se corrió una y mil veces en un orgasmo eterno que hizo que temblase todo su cuerpo.
Una vez retiradas las agujas, Rachel volvió a dirigirse a su no tan joven como ella paciente susurrándole al oído: "Cariño, sé que he sido una niña muy mala, pero también sé que te ha encantado la exploración.
Ahora relájate y vistete mientras te preparo el documento para la oficina.
Puedes vestirte cuando quieras..."
Después de un considerable reposo, y aún asimilando lo ocurrido, Jorge fue a lavarse y a ponerse la ropa detrás de la cortinilla.
Cuando se acercó a la mesa, Rachel le extendió dos folios, uno escrito a ordenador y otro de su puño y letra.
Ambos se estrecharon la mano y se sonrieron mutuamente.
Al salir de la consulta, ya vacía la sala de espera, Jorge se depidió de la! intrusa que se había medio colado en la consulta con un guiño de ojo que ella devolvió con una amplia sonrisa.
Caminó como pudo hasta el coche, abrió la puerta y sintió un tremendo dolor al sentarse. Estuvo un rato inmóvil, esperando a que disminuyese el escozor y pensando en lo ocurrido.
Tomó entre sus manos los folios expedidos por la doctora.
El primero, escrito a ordenador y con toda clase de sellos, era un informe bastante sencillo acreditando que el paciente Jorge Ocaña reunía todas las capacidades para desempeñar su labor en la empresa, bla bla bla...
Tomó el segundo escrito a mano y leyó "Me has hecho disfrutar bastante, pero la próxima vez, quiero que tú seas el severo doctor y yo la indefensa paciente. Puedes llamarme cuando quieras y concertar una cita... No tardes cariño, estoy deseando que me claves tantas agujas como pueda soportar ¿Qué te parecería mañana por la noche?".