Revelaciòn

Me tendí sobre la mesa y abrí mi cuerpo para ti y te sentí y me sentiste y ahí te derramaste sobre mi sexo con toda tu humedad elocuencia tan solo acompañada con tu risa, esa risa que por fin acompañaba nuestro primer orgasmo juntas.

Me tendí sobre la mesa y abrí mi cuerpo para ti y te sentí y me sentiste y ahí te derramaste sobre mi sexo con toda tu humedad elocuencia tan solo acompañada con tu risa, esa risa que por fin acompañaba nuestro primer orgasmo juntas.

Descendí la escalera con sumo cuidado porque no quería ocasionar ningún ruido a esa hora de la mañana . En tu casa todos dormían. Fue entonces cuando pude verte junto a la mesa dándome la espalda . Era evidente que no te habías percatado de mi presencia. Me llamó la atención lo concentrada que estabas mirando por la ventaba hacia el jardín. Me pareciste inmóvil, pero luego me di cuenta que te movías muy suavemente así como afirmada en el borde de la mesa. Me quedé inmóvil y creí percibir en el silencio de la casa un rítmico crujido y entonces caí en la cuenta que te estabas masturbando. Esta certeza causó en mi una conmoción especial. Eras una mujer de 28 años. Esa edad en que la mujer esta madura, en su plenitud corporal y psicológica, eras bonita, atractiva y además eras mi hermana dos años mayor que yo.

Hacía tres años que te habías casado y la maternidad te había hecho muy bien. Te movías con dedicación, con cuidado, en silencio. Como despreocupada. Con ese movimiento imperceptible y concentrado con que se masturban las mujeres que realmente lo disfrutan. Te sentías sola y vivías esa soledad en tu casa sin saber que te observaba con toda mi mente encendida. Giraste una vez la cabeza como para cerciorarte de tu soledad y entonces te moviste con más seguridad. La dureza del vértice de la mesa entre tus muslos te estaba dando los primeros placeres y eso te impulsaba a intensificar el movimiento. Tu trasero ondulaba suavemente pero con firmeza y apoyada firme sobre tus pies parecías apretarte contra la mesa. En ese momento debo admitir que me tenías dominada. Imaginaba lo que sucedía en ti lo que te ocasionaba la presión de la madera contra tu sexo seguramente inundado y era claro que no era la primera vez que lo hacías porque lo estabas haciendo hermosamente. Ver masturbarse a una mujer es uno de los mayores placeres que yo había experimentado y lo disfrutaba plenamente.

Viendo oscilar tu trasero me venía a la mente las veces que yo te había mirado como mujer y como me había sentido. Tu fuiste siempre algo diferente a mi , te gustaba hacerme bromas y reías mucho, siempre reías cuando yo quedaba mirándote embobada tus pechos siempre opulentos y tu forma de moverte. Tu trasero ahora era el de una mujer madura, tenía personalidad, era desafiante, lo sabías mover muy bien, seguramente tu marido que aún dormía en tu cuarto a esa hora de la mañana lo sabía.. Ahora tú estabas entrando en clímax. Te habías abandonado un poco, te movías buscando el placer más duro, un poco violento, el crujido de la mesa se hacía más resonante y parecía ya no importarte. Mi excitación inicial insinuante, ahora se había transformado en franco placer voyerista. Te seguía con la vista amarrada a tu trasero tan bien delineado por tu falda angosta y estrecha bajo la cual los bordes finos de tu braga se podían percibir perturbadoramente.

Te sabías mover y podía imaginar el vaivén de tus pechos que no veía. Entonces ocurrió algo impensado. Yo hacía fuerza mental y en el pensamiento te lo decía como para transmitírtelo telepáticamente: ”Hazlo Lili... hazlo..." y comenzaste a hacerlo. Vi tus manos deslizándose por tus caderas y comenzaste a subir tu estrecha falda hacia tu cintura. La parte posterior de tus rodillas quedó a la vista y luego hiciste aparecer tus muslos que jamás había visto. perfectamente delineados, perturbadores y diabólicos. Tu falda no se detuvo en su ascenso hasta descubrir tus bragas perfectamente blancas, ceñidas dolorosamente incrustadas entre tus nalgas que ahora oscilaban lateralmente para poder centrar borde de la mesa allí mismo donde tú lo deseabas. Era maravilloso, infernal. Allí a tres o cuatro metros ahora sujetabas la mesa para que no se te escapara y cuando pensé que aquello concluía en una explosión de placer, deslizaste tus bragas lentamente brindándome la imagen de tu trasero perfecto. Con tus bragas casi en tus pies, separaste los muslos y encontraste por fin la posición perfecta. llevaste tus manos a tus nalgas seguramente ardientes y te empujaste hacia la mesa que comenzó a recibir tu orgasmo tempranero allí frente a mis ojos. Te fuiste reclinando suavemente sobre la mesa como para abrazarla y tu trasero parecía latir profundamente cuando te quedaste inmóvil. Luego casi como asustada,, huiste presurosa hacia el cuarto de baño. A los pocos segundos tu risa emergió bajo la ducha. Esa risa que me evocaba tantas cosas.

Estaba claro ahora el impacto que tenías sobre mi y estaba claro que te deseaba con locura, pero como te lo decía, como me acercaba a ti para consumar mi deseo, como eludía yo la actitud posesiva y celosa de tu marido que no te dejaba en momento alguno. Traté de insinuarte algunas cosas , te pedí tu opinión sobre mi vestido, me dejé ver mis piernas, apunté hacia ti con mis tetas casi irreverentes, me comporté lascivamente en alguna conversación y siempre encontré como respuesta tu risa que ahora me calentaba más que nunca. Anduve hirviendo todo el día, me mojaba y me vaciaba en cada momento mientras te movías con descaro, total estabas en tu casa. Fue como a las seis de la tarde que escuché el auto de tu marido saliendo de la cochera y cuando el ruido del motor se alejó te dije que quería hablarte y fuimos a tu dormitorio.

Estábamos solas, te abracé sin decirte nada busqué tu boca y cuando quisiste eludir mi beso te derramé todo mi discurso. Te dije que te había visto en la mañana y te dije que el sexo con tu marido era un bluff porque una hembra satisfecha no se masturba de esa forma. Que me gustaba tu culo que lo encontraba fantástico, que tus movimientos eran demoníacos, mientras te desnudaba y tú la hacías conmigo porque tu resistencia fue breve lo suficiente como para ponerme a mil. Te dije que te había deseado siempre desde esa vez que por diversión habíamos bailado las dos abrazadas en esa fiesta en la cual me habías metido sus tetas entre las mías y yo te había metido mi muslo entre los tuyos así como lo estaba haciendo ahora, tan solo que ahora estábamos desnudas ,sudorosas oliendo a sexo y te empujé sobre la cama y solo allí entre mis muslos me dijiste que me habías deseado siempre, que esta mañana te habías masturbado pensando en mi cuerpo y ahora me tenías como yo te tenía y me di vuelta en la cama y te busqué sin tregua con mi lengua en tu sexo y la tuya en el mío para sentirte latir y vaciarte en mi boca loca.

Y como obedeciendo al mismo impulso en medio del deseo desenfrenado ya nos pusimos de pie y caminamos presurosas tomadas de la mano hasta le mesa del comedor, la mesa de esa mañana y yo entendí todo y me tendí sobre la mesa y abrí mi cuerpo para ti y te sentí y me sentiste como en la mañana y ahí te derramaste sobre mi sexo con toda tu humedad elocuencia tan solo acompañada con tu risa, esa risa que por fin acompañaba nuestro primer orgasmo juntas.