Revancha (4)

La infidelidad me trae nuevos gustos y disgustos. Humillación y placer.

REVANCHA (4ta. parte)

Después de la noche más humillante pero también más excitante de mi vida, las sesiones de sexo con mi esposa se sucedieron, más o menos, en las secuencias ya narradas: ella cogía con uno, dos o tres machos a la vez mientras yo miraba y me humillaba y después me tomaba la leche, hasta que un día, la cosa fue diferente y peor; de la humillación pasó a la crueldad.

Cierto día a la mañana, me dijo: -Preparáte para esta noche que va a especial, mi amor. Vas a gozar como nunca.

Yo ya imaginaba más ignominia, pero más lujuria y pregunté: -¿De qué se trata?

-Ya te vas a enterar está noche- dijo ella.

-Pero … adelantame algo- supliqué.

-No. Sorpresa.

Pasé todo el día imaginando muchas cosas: qué venían diez, veinte, cieno hombres para acostarse con mi esposa, que me haría chupar directamente las pijas de ellos, que me haría penetrar, que habría animales y muchas más, pero nunca imaginé ni de cerca lo que realmente sucedería.

A la noche, yo ya estaba en ascuas. Ella estaba sexy, como siempre, pero tranquila. Tocaron timbre, ella dijo: -andá a abrir, deben ser mis invitados.

Al abrir la puerta, me llevé la primera sorpresa: se trataba de una pareja (un hombre y una mujer, jóvenes, él muy apuesto y ella muy hermosa). Saludaron efusivamente, sonriendo. Los hice pasar, se sentaron en el living. Yo no entendía del todo y pensaba: ¿Una mujer? ¿También le cabe el lesbianismo a mi mujer?

-Listo- dijo mi esposa- ya estamos todos. Vamos al dormitorio, vamos a estar mejor ahí.

-¿Y él que va a hacer?- preguntó la extraña y linda mujer mirándome.

-¿El cornudo?- indagó a su vez mi cónyuge –él va a mirar como nosotros lo hacemos y va a gozar masturbándose. Ah, me olvidaba –agregó refiriéndose a mi- podés masturbarte todas las veces que quieras.

Yo no salía de mi asombro; evidentemente, aquella noche sería diferente.

El espectáculo lo iniciaron las mujeres entre sí. Pude apreciar, por primera vez en vivo y en directo como una mujer le chupaba la concha a otra y como gozaba (cada una con ello); mientras eso sucedía, ambos hombres mirábamos.

Él quiso saber: -¿Te gusta mirar?

-Sí- repuse sin desviar la vista –pero nunca había visto a dos mujeres hacerlo.

-Y no te imaginas lo que va a pasar cuando les metas esto- dijo el hombre extrayendo su miembro viril de sus pantalones

-¡Casi no lo podía creer! ¡Era inmenso! ¿Cómo hacía mi esposa para conseguir semejante ejemplares? ¡Haría un casting de medidas?

Tímidamente pregunté: -¿Cuánto mide?

-30 por 7- dijo él muy orgulloso y agregó riendo -¿Te asustaste? No te preocupes, al principio tal vez le moleste un poco, pero después pide más y más. Tu esposa es flor de puta.

Esto último ya lo sabía, claro, pero igual quedé impresionado. Realmente no podía imaginar semejante barra de carne entrando y saliendo de la vagina de mi esposa, y menos aun de su culo; tendría que verlo (lo que presumía sería en breve) para creerlo.

Como adivinando mis pensamientos, mi esposa lo llamó y empezó a chuparle la pija con gran dedicación y esmero mientras la otra mujer le chupaba la concha y aun en ese quehacer, le alcanzó el tiempo para decirme -¡Dale, cornudo! ¡Masturbate!

Yo saqué mi instrumento que ya estaba a tope y empecé a acariciarme despacito. De pronto ella dejó de chupar y me anunció: -Mirá como me va coger este gran pija, observá como voy a gozar y gozá vos también. Una pija como está no se ve todos los días.

Ella se recostó boca arriba con las piernas flexionadas. Yo pude observar como aquella gigantesca barra de carne fue desapareciendo, poco a poco en la vagina de mi mujer hasta hacer tope con los testículos para gran placer de ella. Cuando la tuvo metida hasta el fondo, él se quedó un rato quieto y luego empezó a moverse despacio, a medida que lo hacía, aumentaba la velocidad. La otra mujer le chupaba las tetas. Cuando mi esposa pidió que la cogiera con todas sus fuerzas, yo alcancé mi primer orgasmo.

El hombre seguía penetrando a mi mujer, que cada vez pedía más, con inusitada velocidad. La sacaba casi hasta la cabeza y la metía toda de golpe. Era realmente un espectáculo digno de ver. Mi pene se puso erecto otra vez empecé a masturbarme nuevamente.

Las poses, penetraciones y lamidas fueron cambiando. El hombre penetraba alternativamente a una y otra mujer para gran goce de éstas. Mi esposa debe haber terminado varias veces. A esa altura, yo ya llevaba tres.

-Ahora probemos por el culo- dijo él.

-Por supuesto- dijo ella –pero esperá que seguramente alguien quiere hacerte un pedido especial.

-¿Qué pedido?- preguntó el hombre.

Yo ya sabía lo que mi esposa quería: -quiero que le metas esa pija en el culo a mi mujer mientras yo gozo viéndola; quiero que te cojas ese culo como si fuera lo último que hagas y te lo voy a agradecer mucho.

-Tus deseos son ordenes- dijo él mofándose.

-Esperá- detuvo las acciones mi cónyuge –dale un besito.

-¿Qué?- pregunté.

-Metémela en la concha un segundo pidió mi esposa; el accedió –listo, ya tiene todos mis jugos. Mirá, cornudo. Mirá bien, Este pedazo de pija va a entrar toda en el culo de tu mujer; lo mejor que podés hacer es estar agradecido de que alguien haga el trabajo que vos no sabés hacer y me haga gozar en serio.

-Ya se lo dicé- argüí.

-Con hechos, no con palabras- aseveró ella –dale un besito en la cabecita y sentí el sabor de los jugos que produjo esta hermosa pija.

Postrándome hasta el hartazgo, le di un beso tímido en la punta de aquel pene.

-Ahora metétela toda el la boca y chupala un rato- ordenó ella.

-¿Qué?- dije otra vez yo.

-¡No me hagas repetir!- gritó mi esposa.

Con gran aprensión hice lo que me pidió: me metí en la boca aquel pedazo de carne y empecé a chuparlo (la afrenta era cada vez mayor). Por suerte la quería rápido dentro de su culo, ya que un instante dijo: -ya es suficiente; vas aprendiendo, cornudo.

Acto seguido, se puso en la posición del perrito arriba de la cama. Me pidió que me pusiera debajo de ella (como haciendo el 69) y que le chupara la concha; la otra mujer se masturbaba mirando. Pude ver, en primer plano, como aquella pija entraba dentro del culo de mi mujer, centímetro a centímetro, sin prisa pero si pausa. Cuando estuvo por la mitad, tuve otro orgasmo. Cuando lo hubo puesto toda, se repitió la escena sucedida con la vagina. Él empezó a darle unas embestidas largas y durísimas. Mi esposa, gracias a ello y a mis caricias linguales, acabó dos veces más. Antes de que él terminara, yo eyaculé otra vez.

De pronto, él anunció: -voy a acabar.

La sacó del culo y poniéndola a la altura de la vagina, empezó a despedir sus chorros, que eran abundantes y espesos. El semen rebotaba en los labios vaginales y caía en mi cara mientras mi esposa decía: -Sí, sí. Toda la lechita para el cornudo que le gusta.

Luego mi esposa me obligó a chupar los restos de semen que había sobre su piel. Después, con su dedo, fue juntando los que había sobre mi cara y me los metía en la boca y finalmente, le limpió la pija con la boca y me dio un sonoro beso de lengua.

-Ahora el postre, carnudito. Primero a chupar este culito bien cogido y después la concha.

Así lo hice. No podía creer el tamaño que le había quedado. Después quiso que yo me acostara de espaldas y ella puso la vagina sobre mi cara en la posición inversa: -quiero ves como te masturbas y acabás mientras me chupas la concha.

Ella terminó en poco tiempo y yo también.

Había sido una noche perversa, pero excitante. Nunca mi esposa me había dejado masturbarme libremente. Enseguida iba a entender el motivo.

-¿Te gustó, mi amor?- me preguntó.

-Sí- contesté.

-Este muchacho es todo un portento ¿Viste que pedazo de pija me comí?- dijo ella.

-Aun no puedo creerlo- confesé.

-Ahora viene lo mejor- aseveró ella.

-¿Lo mejor?– interrogué -¿Hay más?

  • ¿Estás cansado?- quiso saber mi esposa.

-Mucho, no creo que pueda pararse en varios días- reconocí tomando entre mis manos mi pene flácido.

-Perfecto; tiráte en la cama- dijo ella y le hizo una seña a la mujer.

La mujer se acercó y, para mi tremenda sorpresa, empezó a chuparme la pija. ¡La crueldad de mi esposa era tremenda! Me hacía chupar la pija por una extraña y hermosa mujer cuando sabía que ya no tenía fuerzas para nada ¿Hasta donde llegaría?

Y la mujer puso empeño y empeño, pero mi pene, cansado de tantas pajas, apenas si subió a media hasta.

-Pero mirá vos- se mofó mi esposa –cornudo e impotente. Todos rieron. Pero mis desgracias continuarían.