Revancha

La infidelidad se paga. ¡Y muy caro!

REVANCHA

Hacía un tiempo yo estaba saliendo con otra. No porque me cansara de mi mujer, sino por simple gusto. Es que ya llevamos 20 años de matrimonio (tenemos 40 ambos) y siempre he querido probar otra cosa (y la beneficiada era más joven, 23 años). Pero un día aciago mi esposa se fue de viaje y no se me ocurrió mejor idea que llevar a mi amante a mi casa. Craso error. Cuando estábamos en plena sesión de sexo, mi esposa se hace presente en casa. Yo no sabía que decir. Me dijo de todo; yo no sabía que hacer para pedirle perdón.

-Tenés que hacer muchos méritos para que te perdone. Yo pensaba en dinero, regalos y tiempo. Me equivocaba.

-¿Y qué debo hacer?- pregunté.

-¡Ya te diré qué y cuándo!

Pasaron varios días sin que casi me hablara; ella salía y yo no me animaba a preguntar donde iba. Yo dormía en el living Hasta que un día, un Sábado a la mañana, dijo:

-Hoy estoy en condiciones de perdonarte.

-¿Si?- indagué esperanzado.

-Sí- respondió.

Corrí a abrazarla y a besarla, pero me paró en seco: -No, aun no.

-¿Cuándo, entonces?- quise saber.

-Hoy a la noche Y para que te perdone vas a tener que hacer todo lo que yo te diga- aseveró.

-Pero … pero … ¿de qué se trata?- pregunté.

-Pero nada- me cortó -esperás a la noche o nada

Esperé. La noche no llegaba más. A eso de las 21.00 hs., dijo: -me voy a bañar.

Cuando salió de la ducha creí estar alucinando: vestía una tan sexy que jamás me imaginé que mi esposa fuera a ponerse eso, botas de cuero, medias caladas, minifalda demasiado corta, que dejaban ver bien sus contorneadas piernas y una remerita, con un escote pronunciadísimo, que casi dejaban al aire sus fenomenales tetas. Casi me muero de un infarto.

-¿Te gusta lo que ves? –preguntó.

Con ojos desorbitados conteste que si me gustaba.

-Y esto no es nada- dijo.

Puso música y empezó a hacer un strip tease. Se fue sacando la ropa al ritmo de la melodía y se quedó en corpiño y bombacha (minúsculos y eróticos por donde se los mirase). Yo me tiré encima de ella. Estaba empalmadísimo. Pero ella me apartó.

-¡Esperá, esperá! ¡Tenés que hacer lo que yo te diga!

Asentí de mala gana.

-¿Me querés garchar?- indagó de golpe.

-Sí- contesté.

-¿Estás seguro?- preguntó.

-Sí- reafirmé.

-¿No preferís coger a esa putita del otro día?- quiso saber ella.

-No. Te quiero garchar a vos- confirmé una vez más.

-Me vaS a garchar- hizo una pausa -pero todavía no.

Yo sonreía nervioso y estaba a punto de reventar: -¿No? ¿Y cuándo?

-Esperá un poco, dijo y tomó su celular, llamó a alguien y escuché que decía: -Dale, te estoy esperando.

-¿Qué?- me sorprendí -¿Quién viene?

-No te preocupes. Ya verás- trató de tranquilizarme.

-Pero …- intenté.

Pero ella dijo recostándose en el sofá de tres cuerpos: -Mientras tanto, me gustaría que me beses la concha.

Hice un ademán de quitarle la bombacha obedeciendo su orden, pero me lo impidió diciendo: -Solamente besos a través de la bombacha.

Hice lo que me pedía. Estaba en eso cuando sonó el timbre. Ella fue a abrir y entró un hombre de unos 25 años, musculoso y bien parecido.

-¿Qué es esto?- pregunté alarmado.

-Esto es lo que vas a tener que hacer para que te perdone- dijo.

-¿Qué?- pregunté de nuevo.

Por toda respuesta, mi esposa se arrodilló, bajó los pantalones y calzoncillo de aquel hombre y empezó a chuparle la pija con mucho placer y esmero. Yo no podía creer lo que estaba viendo y menos aun el tamaño de semejante miembro; era mucho más grande que el mío.

-Pero …- dije

-Pero nada -dijo ella sacándose el pene de la boca -a obedecer y callar o nada; y no vuelvas a interrumpir mi mamada– dijo mientras se lo engullía otra vez.

Tarde comprendí que si quería recuperarla debía soportar ver a mi esposa coger con otro. Me dispuse a tratar de pasar el mal trago lo mejor que pude, pero debo reconocer que seguía excitado y ver a mi esposa poner tanto empeño en comerse aquel pedazo de pija, me ponía, morbosamente, aun mas caliente de lo que ya estaba.

Creo que ella se dio cuenta porque pregunto: -¿Te gusta como se la chupo?

-Eh, eh … sí –respondí tímidamente.

-Vení a chuparme la concha- ordenó.

Lo hice y así estuvimos un buen rato.

-Ahora salí de ahí que quiero garchar- me dijo. Se tiró arriba el sofá, flexionó las piernas y aquel instrumento entró hasta el fondo casi de un golpe; ella dio un gritito de placer y el joven empezó un bombeo tremendo.

-¡Esperá!- dijo de pronto; se puso en cuatro patas y él la penetró por vaginalmente desde atrás; y me ordenó: -vos chupáme el clítoris.

-¿Que?- dije.

-Que me chupes la concha mientras el me coge- reiteró- ¿Sos sordo?

La humillación era grande pero la excitación también. Y accedí colocándome debajo de ella como si iríamos a hacer el 69, pero ella no me tocó.

Ella preguntó: -¿Te gusta chupármela mientras me cogen?

-Sí- contesté humillado. Aunque realmente era excitante ver como entraba y salía tamaño pedazo de su lubricada concha.

En breve llegó a un orgasmo realmente ruidoso. Él la sacó su pene de la concha. Fueron a otra posición, se la metió de nuevo y acabó dentro de su vagina. Y allí llegó lo peor.

-¡Fantástico! ¡Me encantó!– dijo mi cónyuge -ahora te toca a vos, mi amor- expresó dirigiéndose a mí. Yo me preparé para penetrarla.

-¿Qué hacés?- se ofuscó.

-¿No dijiste que ahora me toca a mí?- contesté con una pregunta.

-Sí, pero no garchar, sino chupar- afirmó.

-¿Qué?- pregunté.

-Chupar- aseveró.

-¿Chupar qué?- indagué temeroso.

-La concha, cornudo- dijo mi esposa con mucho placer.

-Pero está llena de semen …- objeté.

-Precisamente. Dale, que te va gustar. ¡Vamos!- me conminó mientras ambos se reían.

Empecé despacio y por el clítoris.

-No, boludo- se enojó ella –adentro; mete la lengua adentro, limpiáme bien y tomáte la leche de mi macho, cornudo.

Me vio dubitativo y agregó: -Esperá. Levántate y acostáte en el sofá.

Eso hice y ella, literalmente, puso su vagina en mi boca. El semen allí alojado bajó como una catarata hacía mi garganta.

-Eso es- dijo ella -meté la lengua bien adentro y chupála bien.

No me quedó otro remedio. En eso me percaté que mi consorte se la estaba chupando otra vez al muchacho.

Al rato mi esposa se puso nuevamente en la posición del perrito y le pidió que se la metiera por el culo mientras yo le chupaba la concha en la pose del 69. Una vez más tuve que observar como aquella inmensa barra de carne entraba y salía con furia y violencia dentro del cuerpo de mi mujer, y ahora en su culo. Ella matizaba la cogida con gritos de placer y humillaciones varias para mí.

Alcanzaron el orgasmo casi al unísono, pero yo seguía recaliente. Obviamente, también me obligó a lamer el semen de su ano. Cuando estuvo limpia y satisfecha manifestó -muy bien, cornudo; estás muy cerca del perdón; ahora vas a masturbarte para mí.

-¿Qué?- pregunté.

-Lo que oíste- dijo.

-Pero yo quiero coger- imploré.

-Y yo quiero que te masturbes ya- ordenó.

Lo hice y terminé en instantes salpicando todo el sofá mientras ambos se reían.

Mi esposa se despidió de él que se fue y me dijo: -¿Te gustó?

Yo no contesté.

-Claro que gustó, cornudo- expresó -y esto recién empieza.