Reunión Familiar realmente placentera

Mi cuerpo necesitaba eso, un buen macho que dominara mis hormonas.

NOTA:

Relato de una sola entrega escrito a petición de una querida amiga que quiso que lo escribiera. Y además incluyo otros detalles aportados por  dos amigos :3

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Dedicado a mi ex-pelirroja favorrita, "Amber". ¡Que lo disfrutes mamacita :3 xD jaja

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Mi cuerpo era invadido por constantes escalofríos, los vellos se me erizaban cada cinco segundos, tenía frío pero sudaba. Sabía lo que sucedía. Mi situación sólo podría calmarla una medicina: SEXO.

No era la primera vez que me sucedía, pero primera vez que me sucede así de fuerte. Bajo el pantalón de mi pijama estaba mi pene a punto de reventar, ¿que podía hacer? Me encontraba en un cuarto grande de la finca del abuelo, la habitación estaba abarrotada de sacos de dormir, esa era la habitación de los jóvenes, sí, era diciembre, toda mi numerosa familia y yo internados en la finca de abuelito. Primos de todas las edades tendidos en el suelo en el más profundo sueño. ¿Qué hago? –me preguntaba constantemente- Mi pene reclamaba que por lo menos lo acariciara su incondicional amiga la Manuelita . Pero la incomodidad de ese saco de dormir no me dejaba mucho espacio para maniobrar. ¡Rayos! Necesitaba atravesar la habitación, abrir la puerta, cruzar el pasillo para así poder llegar al baño, allí si podría sacarle brillo a mi mástil con todo gusto, pero me parecía que debía atravesar demasiado. Medité por unos instantes si valía la pena hacer ese recorrido o si me quedaba allí con ese fierro quemando mis pantalones.

Me levanté decidido, antes de que me arrepintiera, y a tientas, con la poca visibilidad que había, crucé el piso lleno de cuerpos dormidos, hice un esfuerzo para no pisar a nadie. Me pareció el trayecto hasta la puerta, pero al fin llegué. Tomé la manilla de la puerta y la empujé con sumo cuidado, apretando los dientes deseando que no hiciera ruido al abrir, pero mala suerte, un chirrido muy sonoro salió de las bisagras resecas de la puerta de madera. Terminé de abrir de un solo tirón cerrando tras de mi. En el pasillo había una luz tenue, lo que me permitía andar con tranquilidad, hasta el baño, ubicado irónicamente “al final del pasillo a la derecha”.

Me paré frente a la puerta del baño, he inmediatamente pude apreciar que salía luz por la rendija inferior de la puerta, el baño estaba ocupado. “Maldita sea” –gritó la frustración interiorizada al ver que no podría aliviar la tensión de mi miembro tan rápido como yo quería. En ese momento se abrió la puerta del baño y salió mi primo Carlos. Un amante del gimnasio y entrenador de lucha libre, macho por naturaleza con cabello rapado y una mirada muy pícara. Detallé su torso desnudo y se me hizo agua la boca. Una línea de vellos me condujo desde el obligo hasta… ¡Madre Santa! En el short corto que llevaba mi primo Carlos se dibujaba una prominente carpa, mis mejillas se encendieron y comencé a sentir calor. Inconscientemente mordí mi labio inferior en la mayor muestra de lujuria posible. Mi primo respondió acomodándose su miembro en aquella gran carpa de placer. Lo tomé como una invitación.

Inmediatamente me acerqué a e violentamente haciendo que los dos entráramos al gran baño.

-Espera –dijo poniendo una mano en mi pecho- Tienes que saber que yo no beso.

-Y quién te dijo que iba a besarte, idiota.

-Ah no? Y entonces, que iba a hacer?

-Esto –acto seguido me agaché y arrodillé frente a su miembro erecto.

De un tirón bajé el diminuto short y en mi cara rebotó un trozo de carne de al menos unos 22 cm. Sin dudarlo, lo metí en mi boca con un poco de esfuerzo, pues a penas me cabía. Con mi mano derecha tomé el tronco de su miembro firmemente, mientras mi boca babeante chupaba enérgicamente su glande. Él como pudo cerró la puerta tras de mi, mientras intentaba acallar sus suspiros. Con sus dos manos tomó mi cabeza y comenzó a marcar su propio ritmo, era constante, no muy rápido, pero si firme. Eso no me molestaba, y tampoco me forzaba y trataba de llegar profundo, así que íbamos bien.

Sin embargo quería hacerle saber que el que llevaba las riendas en ese momento era yo. Así que saqué su palo de mi boca y comencé a saborear sus bolas, eran algo peludas, no mucho, lo necesario. Apretaba suavemente con mis dientes su escroto, mientras pajeaba enérgicamente su mástil. Subí mi mirada si dejar de hacer mi trabajo, estaba observándome con un dedo en su boca, mordiéndoselo para no hacer ruido. Retomé mi trabajo con su miembro, me lo metí a la boca hasta la garganta sin pensarlo, trataba de engullir lo más que pudiese, hacía movimientos de mete y saca con mi boca, mientras que con mi mano libre comenzaba a acariciarme mi propio miembro babeante. Estaba en extremo excitado.

Seguimos así por un rato, hasta que decidí que era momento de ir más lejos.

-Necesito que me cojas, pero ¡YA!

Mi primo reaccionó tomándome por las caderas y dándome vuelta.

-Así no –lo detuve-

-Entonces como?

Me dirigí hacia los lavabos (o lavamanos) y me senté en el tope que los sostenía, abriendo y levantando mis piernas y ofreciéndole mi agujero en todo su esplendor. Carlos me vio como se ve a un trozo de bistec. Me fascina ser el objeto de deseo de la gente, me FASCINA.

Carlos se acercó a mi apuntado su pene a mi agujero. Sin vacilar me penetró. Un gemido salió de mi garganta. Me lo metió hasta el fondo, su pubis tocó mi trasero y sus testículos tocaron el frío mármol del tope. Tomó mis piernas con sus brazos y me atrajo hacía él. Y allí comenzó su movimiento profundo, y comencé a sentir placer. Me encantaba la sensación de su pene masajeando mi próstata. Comencé a gemir, no me importaba que alguien pudiese oírnos, al fin y al cabo todos dormían y estábamos no tan cerca de las habitaciones. Sin embargo eso a él lo preocupó, se acercó a mi boca y me besó salvajemente, su lengua invadió mi cavidad recorriendo cada uno de los espacios.

-Y según tu, “no besabas” –le dije separándome de su labios momentáneamente”

-Estás haciendo mucho ruido –contestó para luego seguir besándome.

Su ritmo se intensificó. El sonido de nuestras piel chocando era un plus que me fascinaba y me excitaba más aún. Así que comencé a gemir de nuevo, en su boca, alternando besos y gemidos.

-¡Detente! –le dije-

-Que pasa? –dijo jadeando dejando de embestirme-

Saqué su pene de mi interior y me bajé del tope.

-Acuéstate en el piso -le ordené-

Lo hizo sin protestar. Me ubiqué a horcajadas sobre su pene y enterré su estaca en mi ano de un solo tirón, haciendo que se arqueara y soltara un gemido ahogado muy profundo. Comencé a cabalgarlo como loco,  me encantaba, la sensación era genial y sentía que tenía yo el control. Subía y bajaba de su tronco a todo velocidad, mientras me inclinaba hacia el para besarlo de nuevo, me encantó como besaba, él no me rechazó. Sus manos se ubicaron en mis glúteos, uno en cada mano. Amasaba mis nalgas enérgicamente. De apoco fue agregándole sus propias embestidas, mientras yo veía estrellas, arcoíris y unicornios de colores. Mi orgasmo se avecinaba, así que trasladé una mano a mi pene y comencé a masturbarme fuertemente, mientras retomaba mis audibles gemidos. Solo necesité sacudir unas cuantas veces mi miembro para derramar todo mi semen sobre el pecho del primo Carlos, fue intenso, súper placentero, uno de los mejores polvos de mi vida. Carlos me embistió un par de veces más para luego clavarme una última estocada y derramar su semen en mi interior. Terminamos agotados, sudados y jadeantes en las lozas del baño. Duré unos instantes allí tirado con el, luego me levanté, cogí mis pantalones del pijama, me los coloqué y salí del baño.

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Me despertó el escandalo de mis primos más pequeños, jugaban, peleaban, sonaban puertas y hacían caer cosas.

-Coño, aquí no se puede ni dormir –dije en voz alta aún con los ojos cerrados-

-Ya son las once de a mañana, no es hora de dormir –dijo una voz juvenil a mi lado.

Abrí mis ojos y vi a mi primo Eduardo sentado a un lado mío observándome.

-Me observabas mientras dormía o que? –le dije un poco molesto y dándome la vuelta para darle la espalda.

-En realidad si. Es que esperaba a que te despertaras, quiero hacer contigo lo mismo que hiciste anoche con mi tío Carlos.

Mis ojos se abrieron como plato al instante. Eduardo era dos años menor que yo, hijo de una prima que era hermana de Carlos. No sabía que responderle.

-Que hicimos Carlos y yo anoche, según tu? –le dije sentándome en el suelo cubierto por mantas y mi saco de dormir-

-Hicieron sexo… En el baño –me dijo levantando la ceja-  Y yo quiero hacerlo contigo.

Inmediatamente un cosquilleo de excitación invadió mis genitales. Aún seguía con ganas, a pesar de la cogida monumental que me dio Carlos, aún mi pija quería algo de atención, y se me hacía que con Eduardo iba a disfrutar un poco.

-Dónde y cuando? –le dije en forma de reto-

  • Ya mismo, detrás de la casita vieja donde Abuelo guarda las cosas, ahí en los matorrales.

  • Ya mismo? –reí- Estas loco, primero tengo que desayunar.

-Haz lo que quieras, estaré esperando.

Acto seguido se levantó caminó en dirección a la salida de la habitación. En ese momento pude ver que Eduardo tenía un culito muy apetecible que me puso morboso al instante: pequeño pero redondo y paradito. Salí de inmediato detrás de él y antes de que abriera la puerta lo estreché contra la pared. Restregaba mi paquete con su culo de la manera más descara y lasciva posible. El gimió de la sorpresa. Metí mis dos manos bajo su short deportivo tipo futbolista en busca de su sexo, lo restregaba con ambas palmas de las manos. Eduardo comenzó a gemir quedamente. Ubiqué mi ya erecto pene entre raja y comencé a hacer movimientos como si lo penetrara, por encima de la tela.

-Dime Edu, quieres seguir? –le dije al oído con voz de vicioso-

-Si, si quiero –apenas pudo articular-

Me agaché hasta tener mi cara a la altura de su trasero, y de un jalón bajé short con todo y bóxer. Tomé sus nalgas con mis dos manos y abrí dejando expuesto su agujero fruncido y rosado. Verlo tan cerrado me excitó sobremanera, y ese color rosadito se me hacía muy apetitoso. Acerqué mi boca a su parte privada y comencé a lamer y a chupar como desposeído. Tuve que hacer un poco de fuerza para que Eduardo no callera, puesto que sus piernas flaquearon al sentir mi lengua invadir su esfínter. Seguí chupando y podía sentir como su culo se dilataba cada vez más. En ese momento me percaté del peligro que representaba estar con él en esa situación, puesto que de un momento a otro alguien podía entrar. Eso en vez de frenarme hizo que me enloqueciera mas de placer, le daba un morbo y un suspenso adicional.

-Este culito es virgen –le pregunté a Eduardo-

-Si, si, soy virgen –decía entre jadeos-

¡Genial! –dije para mis adentros- Me estrenaré este agujerito delicioso.

Me reincorporé y bajé mi pantalón del pijama, dejando expuesto mi pene. Comencé a restregarlo por la hendidura de su trasero. Al parecer a Eduardo le encantó eso, puesto que comenzó a moverse para sentir todo mi tronco rozar su agujero.

-Mételo ya por favor –dijo casi en súplicas-

No me hice de rogar. Comencé a hacer presión sobre su esfínter que se resistía un poco. Tuve que ser paciente, a pesar de la calentura que llevaba, no quería lastimarlo ni mucho menos que su primera vez fuese desagradable, aún me quedaba un poco de sentido común.

Poco a poco, al fin entró todo. Luego de dejar que se acostumbrara a mi pene, fui sacando y metiendo casi imperceptiblemente. Aumenté el ritmo de manera gradual. La sensación era brutalmente placentera, su ano me apretaba el pene y se sentía demasiado delicioso. Eduardo comenzó a jadear y allí supe que había que darle leña a todo lo que daba. Aumenté el ritmo frenéticamente. Solo mi cadera se movía, mi pecho permaneció pegado a su espalda todo el tiempo, y mis manos acariciando su cuerpo. Continuaba penetrándolo con el mismo ritmo, y él no paraba de gemir, sentí que mi orgasmo era próximo, así que mis embestidas fueron más profundas. Comencé a besar su boca, con lengua incluida, y noté que era un poco inexperto, sin embargo se sentía bien. Chorros de semen comenzaron a Salir del pene de Eduardo y fueron a dar contra la pared pintada se azul, dejando una gran mancha, mientras su interior se llenaba de mi semen.

Me quedé dentro de el mientras salía semen de mi pene. Luego subí mis pantalones del pijama que estaban en mis tobillos, mientras Eduardo recostaba su espalda contra la pared, respiraba rápidamente, estaba hiperventilado. Miró la gran mancha que dejó su semen y luego me miró a mi como preguntando que hacer.

-No sé, de eso te encargas tu –le dije encogiéndome de hombros-

Salí directo al baño a asearme y a lavarme los dientes.

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Era pleno mediodía, recién habíamos almorzado y tenía muchísimo calor. Así que tomé un short corto de traje de baño, unas sandalias, una toalla y me fui al río, sólo sin compañía.

Al llegar, todo estaba tranquilo, no había ni un alma, estaba completamente solo, así que decidí darme un chapuzón desnudo. Saqué por mis pies el short que llevaba y me zambullí. El agua estaba realmente agradable, muy refrescante. Comencé a nadar en el pequeño río, de allá para acá, como Dios me trajo al mundo, en Pelotas.

Noté como mi hermano Julián se acercaba y se quitaba la bermuda que traía para quedarse desnudo como yo. Se lanzó al agua y nadó hasta mí.

-Sabes que me provoca –dijo provocativamente nadando alrededor mío-

-Que? –le dije juguetón-

-Tú-me dijo mientras me besaba-

-Sabes que soy tuyo cuando quieras.

Julián me atrajo sexualmente desde siempre, y no es para menos, es alto, algo musculoso, delgado y con unos ojos tan azules y tan hermosos que dan algo de miedo e intimidan. Hace cuatro años que teníamos sexo casualmente, y hoy sería una de esas veces.

Mi pene ya estaba a tope, no necesitaba mayor estimulación. Nos besamos apasionadamente mientras el agua nos mecía con su suave bamboleo. Sin embargo la cosa se fue acelerando, Julián quería penetrarme rápido, así que coloqué mis piernas alrededor de su cintura, mientras el dirigía su pene a mi entrada.

Una vez ensartado a la profundidad que nos permitía la posición, comencé a moverme de arriba a bajo. Que divino es la sensación de tener sexo en el agua. Julián me besaba como loco, tanto así que no me permitía gemir. Sus dedos se clavaron en mis glúteos mientras yo aruñaba suavemente su espalda. Así seguimos un rato hasta que la posición nos cansó.

Nos dirigimos a una piedra que estaba casi en la orilla del río, allí el agua daba justo como para taparnos de la cintura para abajo, era perfecto. Apoyé mi pecho en la piedra, ofreciéndole mi culo de nuevo, volvió a penetrarme. Allí tenía más movilidad, por o que su ritmo alcanzó lo bestial, y a mi me encantaba. Comencé a masturbarme y el placer se duplicó. Yo gemía, gemía  a mas no poder, podía sentir su palo taladrando mi agujero, toda su extensión haciendo fricción en mi interior.

Julián tomó mi pene, apartando mi mano para colocar la de él, mientras me cogía, me besaba y me masturbaba, todo a la vez, con una maestría inigualable. No pude contener más mi orgasmo y estallé en su mano. Minutos más tarde el se vino en mi interior.

Nos besamos unos instantes.

-Que rico coges –le dije mordiéndome el labio-

-Tu igual –dijo guiñándome el ojo-

Salimos a vestirnos, justo a tiempo, pues el resto de la familia comenzó a llegar al río y la paz y la tranquilidad, se esfumaron.

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El sonido de un camión se escuchó en la parte delantera de la finca, me asomé por la ventana y lo vi. Al hombre más varonil y sexi de la familia, y el objeto de mis fantasías no realizadas desde hace algunos años, mi tío Roberto.

Un hombre que casi pisaba los cuarenta, un macho de pelo en pecho, fornido, con algunas cuantas canas en su cabello negro, y una barba tipo candado. Siempre llevaba jeans apretados, siempre se le marcaba un paquete jugoso y un culo de infarto.

Salí de la casa a saludarlo.

-Hola tío –le dije-

-Hola Rodrigo, sobrino, que grande estás, ya eres un hombre –acto seguido, me abrazó.

Sentí que había muerto y llegado al cielo, el abrazo de un hombre grande y fuerte es de los mejores abrazos que se pueden recibir en la vida, el toque especial lo daba su colonia de hombre, macho limpio y aseado.

Desde ese momento tuve entre ceja y ceja, que necesitaba hacer algo para tener a ese macho tan sensual, para que me poseyera. Pero como? Algo muy difícil, tenía que pensarlo muy bien como haría, si fallaba, podía meterme en un problema, y un escándalo de proporciones astronómicas con mi familia tan conservadora. Pero valía la pena intentarlo.

Pasé todo el día maquinando que haría, pero ninguna idea concluyente atravesaba mi cabeza. Además, ese bulto paseándose por todos lados me tenía hipnotizado. Todo transcurría normal, comenzaron a hacer los preparativos para cocinar carne asada, y mientras, destaparon una botella de whisky para animar la situación. Mi tío se sentó a conversar con mi papá y sus hermanos, y yo me senté en una posición que pudiese contemplar su paquete con calidad de asientos V.I.P. En serio, tremendo bulto se gasta el tío, y era como que si un campo electromagnético lo rodeara, puesto que atraía mi vista y me era imposible despegarla luego.

Pasaba el tiempo y nunca se me ocurrió nada, se hizo de noche y todos los hombres de la casa y alguna que otra mujer estaba borrachos, fueron varias botellas que se tomaron, y a mi parecer mi tío estaba muy lejos de mi alcance. Me levanté de mi silla resignado y me encaminé hacia adentro de la casa, iría a dormir, con las ganas de comerme a mi tío intactas, o bueno, las ganas de que el me comiera.

Entré a la habitación donde había dejado mi maleta y saqué un short cómodo para dormir, la habitación estaba vacía, allí era donde dormía el Abuelo. Bajé mis jeans y mi bóxer, dispuesto a ponerme el pantalón del pijama. En ese momento se abrió la puerta del cuarto, me volteé y no lo podía creer, era él, era mi tío con cara de borracho perdido, una mano en su vaso de whisky y otra mano en su monumental paquete.

El me miraba, yo lo miraba, ninguno quería dar el paso. Colocó su vaso en una mesita que estaba cerca, y se dispuso a desabrochar sus pantalones. Yo creía desmayarme en cualquier momento, realmente estaba pasando. En un dos por tres, tío Alberto se quedó desnudo de la cintura para abajo. Tenía un pene espectacular, mas grande y grueso que el de Carlos. Sin pensarlo dos veces me acerqué a el, me arrodillé y comencé a mamarle ese vergajo. No quise arriesgarme a besarlo, puesto que suponía que no lo quería hacer, pero en fin, me sobraba con darle una mamada y que el me diera una buena cogida.

Con una mano dirigía mis movimientos, mientras mis ojos se clavaban en su pubis peluda, su camisa seguía allí, y me estorbaba un poco, pero el mandaba, y si quería dejársela puesta, pues bien. Continuó marcando el ritmo, profundo y constante. Estuvimos un rato en eso, hasta que decidí levantarme y ofrecerle mi culo de una vez por todas. Sin dudarlo, escupió sobre su glande y comenzó a penetrarme, me dolía un poco, pero el placer superaba el dolor. Sentí sus bolas peludas chocar contra mis nalgas y allí comenzó la acción.

El tío cogió mi cadera con las dos manos, y me atraía hacia el y me alejaba con fuerza, haciendo que su pene entrara y saliera de mi. Luego comenzó a mover su cadera más rápidamente y a embestirme. Primea vez que mi cuerpo se estremecía tanto al recibir las embestidas de alguien, pero esta vez era distinto, esta vez era un macho de verdad. Comencé a masturbarme, pero el retiró mi mano de mi pene.

-Hoy acabarás sin tocarte.

Sus palabras retumbaron en mi cabeza. Inmediatamente se detuvo, sacó lentamente su pene hasta casi tenerlo todo afuera, y lo volvió a meter lentamente, mi pene daba saltos constantes. Comenzó a moverse en extremo lento y profundo de forma circular, mientras mis ojos se desorbitaban, el placer se intensificó. En el lugar exacto, en mi próstata ubicó su glande, y comenzó a masajear, y hacer presión mientras metía y sacaba, todo con una parsimonia enloquecedora. Comenzó a brotar de mi pene, trallazos de semen, efectivamente, sin tocarme. Mientras en mi ano sentía un cosquilleo, y lo sentía más abierto que nunca.

El tío al ver que ya yo había terminado, salió de mi ano y me ubicó en mi cara, se masturbó rápidamente y lanzó su leche en mi rostro. Sin que el me dijera nada comencé a pasarle la lengua por todo su glande, limpiando los restos de semen. Al verlo reluciente, se alejó de mí, se colocó el pantalón, la ropa interior, cogió su vaso y salió. Dejándome en el medio de la habitación, desorientado y preguntándome si eso acababa de ocurrir en realidad.

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Transcurrieron las festividades navideñas y mi deseo de sexo se calmó, ya no sentía esos escalofríos y esas ganas como antes. Mi cuerpo necesitaba eso, un buen macho que dominara mis hormonas. Ojalá todas las reuniones familiares fuesen tan divertidas y placenteras como lo fue ésta.