Reunión de amigas

Un grupo de amigas, enfermeras de un hospial, celebran el cumpleaños de una de ellas. La intimidad y confianza que emtre ellas hay, animadas por el vino, provocan que hablen sis rapujos de sus relaciones con los hombres.

REUNIÓN DE AMIGAS

Pues yo – afirmó Ana, mientras posaba el vaso que acababa de apurar sobre la mesa – no pierdo la ocasión de pasar un buen rato. * Y si, además, te regalan un bolso o una falda* completó intencionadamente Lucía. ¡Eh!¡eh!, eso ha sido un par de veces… desgraciadamente – añadió Ana riéndose . * Alguna más, que nos lo has dicho.

  • Vale; exactamente seis veces, pero siempre cuando la relación ha durado.

  • Organización, te falta organización –* intervino Chelo, metiéndose con el tenedor un trozo de tarta en la boca.

Rieron las otras cinco. Para celebrar su cumpleaños, Ana había invitado a sus cinco compañeras de departamento a merendar en su casa. Todas superaban ya los treinta años, a excepción de Paquita, última llegada al grupo, que tenía veinticuatro. Ya habían tomado lo clásico: tortilla de patata, jamón, croquetas, empanadillas, salmón ahumado, lomo embuchado, ensaladilla rusa, etc… y habían bebido vino abundantemente que ya había hecho efecto. Ahora andaban con una monumental tarta Selva Negra y pasteles.

Lo que falta es vino –* terció Maribel, agitando la botella vacía. Y ya van

  • Una de Rioja, dos de Ribera y una de Oporto.

  • Marchando botella de Oporto – se levantó Ana, trayendo inmediatamente de la cocina otra botella; mientras la abría, preguntó: – a ver, qué entiendes por organización. * Pues que debes organizarte como ella* – aclaró Petri, bebiendo del vaso que le acababa de llenar Ana.

  • ¿Es decir?
  • Ya lo sabes – acabó Chelo de masticar un trozo de Selva Negra y con aire chulo – martes, José María; jueves, Carlos y, cuando puede, Guillermo, con lo que pago la hipoteca del piso.
  • Eso es organización, sí señora – rió Maribel.
  • Pues eso de follar a días y horas fijos y con señores de cierta edad no me acaba de convencer – objetó Ana – prefiero hacerlo cuando surja, cuando te encuentras con un tío que te apetezca y que no pase de los cuarenta.
  • Mira, Ana, yo no desaprovecho tampoco un tío que me guste, pero tanto José María como Carlos y Guillermo, que andan por los cincuenta y tantos, se las saben todas y me lo paso en grande. Y las tienen bien hermosas. Además, a mí me gusta hacerlo tranquilamente, sin prisa y sin pausa, les hago lo que les gusta, que también me gusta a mí, y ellos disfrutan con los orgasmos que me provocan. Vamos, que follamos con mucho morbo.

Rió a carcajada limpia el grupo, animada la alegría por el alcohol ingerido, propicio al intercambio de confidencias que, por otro lado, siempre habían tenido por la confianza e intimidad de las seis.

Y ¿tú, Petri?¿ Nada de nada?. ¿Hasta cuando? – preguntó Maribel – Ya hace casi dos años que murió Miguel. * Simplemente, no me apetece.

  • Pero ¿no tienes ganas nunca?

  • Me las arreglo yo sola, es que… no sé, por ahora no

  • Yo no podría estar sin un buen polvo de vez en cuando* – interrumpió Ana.

Apartaron las demás la vista de Petri y siguieron atiborrándose de dulces y de Oporto, comentando anécdotas golfas de algunas colegas de otros departamentos del Hospital, saliendo a colación una enfermera por las buenas tetas que tenía.

Yo creo que las tengo mejores –* presumió Maribel. Y yo – se unió Ana. ¡Hala!, pues yo, también – avanzó el busto, agitándolo, Petri. Yo se las he visto y las tiene que para mí las quisiera –* dijo Lucía. ¿Mejores que estas?* – se alzó Ana el niqui, mostrando sus pechos con grandes aureolas oscuras en derredor de los pezones.

La carcajada fue general.

Y estas ¿qué? –* Maribel deslizó las dos tiras del vestido de los hombros a los antebrazos dejando al aire sus mamas y con las dos manos debajo las hizo saltar arriba y abajo. No las tengo tan macizas, pero sí bien colocadas –* Petri se desabotonó la blusa y enseñó las suyas, altas y firmes con forma de melones.

Chelo desató los lazos que, sobre los hombros, sujetaban su vestido y éste quedó en su cintura.

** ¡Hala!, todas con las tetas al aire.

  • ¿Y si nos quedamos en bragas? -* incitó Ana.

Entre carcajadas y exclamaciones se quedaron todas en bragas, que eran desde braguitas más o menos reducidas hasta un tanga diminuto que portaba Paquita.

Anda con la pequeña, qué moderna* – comentó Lucía. Normalita y no me digáis que no usáis tangas* .

Se miraron divertidas unas a otras.

Y más atrevidas –* aseguró Chelo. ¿Más atrevidas?

  • Sí, hija, sí – ayudó Maribel – abierta con raja delante y debajo.
  • Resulta utilísssssima – enfatizó Chelo – y a los tíos les pone como fieras.*

El alcohol había echo su efecto y las risas, las voces y exclamaciones convertían la reunión en una alegre algarabía.

* ¿Habéis tenido alguna vez alguna polla fuera de lo corriente, pero de verdad excepcional?

Miraron todas a Paquita y todas dijeron que sí habían tenido buenas pollas, pero Paquita insistió:

** Me refiero a una polla muy espectacular.

  • Yo, sí –* dijo Maribel.

Sus cinco compañeras le pidieron que detallara.

** ¿Os acordáis de Feliciano, el chico negro con el que salí hace un par de años?

  • ¿Tan grande la tenía? – preguntó Lucía. No, él no… bueno, la tenía muy hermosa, pero me refiero a un primo suyo, que la tenía... – con las manos marcó una distancia entre las palmas.

Como se interrumpió, Chelo exigió:

** Oye, cabrita, cuéntanos con pelos y señales toda la historia.

  • Vale. En un puente que hubo fuimos a Valencia, a ver a un primo de Feliciano que estaba allí por algo de importación maderas. Salimos después de comer en el Hospital directamente a Valencia, con un buen atascón, por cierto, en la salida de Madrid; llegamos casi a las nueve al apartamento del primo de Feliciano que, la verdad, estaba cachas; salimos a cenar y, a la vuelta, le pregunté a Feliciano que dónde íbamos a dormir y me dijo que en casa de su primo; ellos hablaban entre sí en su idioma, cosa que me cabreó; nos sentamos en el sofá y nos tomamos unos tragos de coñac; total, que Feliciano empezó a meterme mano con el otro delante; a mí me daba reparo y va y me dice que le gustaba a su primo y que le había dicho que si podía follar conmigo; yo ya me había figurado el tomate, pero ¡qué queréis!, solo había follado con dos tíos a la vez en una ocasión y tenía ganas de repetir; me dieron un buen sobo, me calentaron, me quitaron la ropa…; se desnudaron y entonces le vi la polla al primo: ¡eso era…!, bien gorda, larga…, pero gorda como no he visto otra, ¡hasta pensé si eso me cabría!.

  • Pero entró o no entró – preguntó Chelo. * ¡Pues sí! ¡Claro que entró! Con un poco de dolorcillo, pero… que lo pasé pipa. Apenas pude ver Valencia, porque los dos primitos es que no pararon, además se reponían enseguida. No me preguntéis cuantas veces desde jueves noche hasta el domingo por la mañana, porque no lo sé. Cuando volvimos a Madrid tenía el cuerpo dolorido, las tetas, el coño, el culo y, hasta la mandíbula, por el pollón del primito.

  • ¡Joder, Maribel! ¿no volviste a estar con el mozo? – se interesó Ana. * No; sé que volvió a su tierra. Ya me hubiera gustado, ya.

  • ¿De verdad era tan gorda?

  • ¡Coño, Paquita! ¿no lo he dicho ya?*

Ana se levantó y salió del salón, mientras las compañeras hacían comentarios jocosos y golfos sobre lo contado por Maribel. Volvió Ana y, al sentarse, dijo:

¿Algo así?* – mostrando un espectacular consolador negro, provocando una carcajada general. Pues mira, más pequeña no era – aseguró Maribel asiendo el artilugio. Oye, Ana, con eso vas bien servida ¡vaya artilugio! - observó Chelo – te dejará el chocho como un túnel. * Pero contento. * ¿Cuánto mide esto? * Veinticinco por cinco y medio. * El chocho al completo.

Más risas de todas.

** Como soy la más joven y tengo menos experiencia que vosotras ¿me dejáis que os pregunte otra cosa?

  • Oye, rica, yo, al menos, creo que tú tienes mas carrera que todas nosotras juntas – reprochó Petri. * Bueno, ¿puedo preguntar o no?

  • Venga, ¿qué quieres saber?

  • Aparte de Maribel, me gustaría saber si alguna más ha disfrutado de dos o más pollas a la vez y qué es mejor, si en plan doble o meterse una después de otra.

  • Yo creo – sugirió Ana – que es más sencillo preguntar cual de nosotras no lo ha hecho.

  • Yo – manifestó Lucía. ¿Veis? Por cierto – siguió Ana – *tú, monina, mucho preguntar, pero tú ¿has follado con dos?
  • Bueno, confieso que sí lo he hecho con dos seguidos.

  • No, si esta mosquita muerta seguro que nos da cien vueltas.*

Petri anunció con mucho aplomo:

** Yo, con tres. A la vez.

  • ¿Qué?¿de verdad? – inquirieron Yo lo atestiguo – dijo Maribel. ¿Cómo lo sabes tú? –* quiso averiguar Lucía. Porque salía con Roque, que era amigo de Miguel y que fue uno de los tres.*

Las otras miraron a Petri con cara asombrada.

** Fue un regalo de Miguel el día de mi cumpleaños.

  • Te lo pasarías de miedo – rió Ana.

  • Cuéntanos, anda – pidió morbosa Paquita. Miguel me había dicho que le gustaría cumplir esa fantasía que, no voy a negar, me atraía mucho. *El día de mi cumpleaños vinieron a casa Roque y Asterio, amigos nuestros, con los que había tenido algún que otro magreo

  • ¡Ah!Recuerdo a los dos – interrumpió Chelo. y montamos el numerito. Y ya está.
  • De eso nada – se alteró Paquita – cuenta con detalle, cómo lo hicisteis.
  • Bailé con ellos, me metieron mano; me calenté mucho y Miguel dijo "vamos al dormitorio", me quitó el vestido, que era lo único que llevaba, se desnudaron ellos; Miguel me dijo que se las mamara, los tres la tenían bien tiesas; después me tumbé en la cama y… me hicieron de todo y me la metieron los tres a la vez… en fin, nunca he disfrutado tanto.

  • ¡Cómo las tres!

  • Paquita, pareces tonta, dos en plan bocata y otra en la boca.

  • ¡Coño! Qué suerte.

  • Pues dile a tu chico que lo quieres en tu cumpleaños y que cumpla.

  • Ya me gustaría, ya –* suspiró Paquita.

Todas comentaron lo bien que se lo habría pasado Petri, pero que como Miguel había pocos novios. De repente, Lucía miró el reloj:

** ¡Leches!, las diez, mi marido me mata. Y tengo una media cogorza

  • Hazle una mamada y se le pasa el enfado – sugirió Ana. * Y algo más.

  • ¿Vamos por ahí? – propuso Chelo a Maribel – entre el vino y lo que se ha contado, me apetece encontrar un plan esta noche.

  • A mí también me apetece, vamos.*

Todas se dedicaron a retirar lo que había sobre la mesa. Se vistieron, volvieron a felicitar a Ana y se marcharon.

Ana, que seguía con las pequeñas bragas, volvió al salón y se dejó caer en el sofá; se sentía un tanto mareada por el vino, se tocó las tetas y pensó que también a ella le hubiera gustado echar un polvo esa noche; se le había pasado por la cabeza haberse ido con Chelo y Maribel, pero tenía que madrugar por tener guardia en el Hospital ese sábado.

Se quitó las bragas y asiendo de la mesa el consolador, abrió la boca todo lo que pudo y se lo introdujo acariciándolo por deba jo con la lengua, lamiéndolo como si de una polla real se tratara, mientras con la mano libre se acariciaba los pezones y, después, el clítoris. Cuando el placer apareció y sintió que se le mojaban los dedos, bajó el consolador y se pasó la punta por el coño; poco a poco se lo metió sintiendo el coño completamente lleno y que el placer la invadía; sus gemidos se fueron intensificando según movía el grueso aparato; fue procurándose un orgasmo tras otro, cada vez más intenso, hasta que llegó el décimo y su cuerpo se agitó incontroladamente, se arqueó dando un alarido. Se sacó el consolador y decidió que, la próxima vez que organizara una merendola, tendría que invitar también a unos cuantos amigos.