Retrato de una mujer casada

---No seas tonta, ¡si tu también lo quieres! ---dijo Fernando volviendo a abrazarla--- Ana se deshacía nerviosa, se daba cuenta que esto se le iba de las manos. Había sido una ingenua permitiendo la entrada a su casa a un extraño y ahora no sabía que hacer. ---NO, YO NO QUIERO NADA…¡¡¡VETE!!! Gritó con fuerza---

¿Puede una mujer enamorada ser infiel?

Se casó muy joven, apenas contaba diecinueve años, no es que fuese una edad totalmente inadecuada, pero ahora, desde sus treinta y siete años, reconocía que corrió demasiado, no vivió suficientemente su juventud, y ahora, el tiempo le estaba pasando cuentas.

Si dijera que no fue feliz, mentiría, fue feliz, muy feliz, sus quince primeros años, fueron lo más parecido a vivir en el paraíso, vivía por y para su marido, y no concebía una vida sin él, sin tenerlo a su lado.

Tuvieron dos hijos, un chico y una chica, Luisito y Mireya, dos preciosos niños que hicieron sus delicias y la de toda su familia, porque al ser ambos hijos únicos, sus padres no tuvieron otros nietos a quienes amar y consentir, ambos muy buenos estudiantes, y unos niños dulces y cariñosos, nunca les dieron un disgusto, y jamás pensó que el dolor mas grande de su vida lo recibiría a través de su hija, pero precisamente fue Mireya la que le abrió los ojos.

Ya hacía varios días que la niña estaba muy rara, la sentía diferente, como ausente, bajaba la vista cuando le hablaba, y ella que era tan abierta y comunicativa, evitaba su conversación siempre que le era posible. Sinceramente, la tenía muy preocupada, además, no comía con el apetito del que siempre había gozado, y le parecía que en las últimas semanas había adelgazado. Ana estaba muy sensibilizada con el tema de la anorexia, últimamente las noticias de la televisión, periódicos y otras publicaciones, les estaban acribillando con casos de niñas jóvenes, que por seguir una ridícula moda, se estaban dejando la salud, y en algunos casos la vida. De ninguna de las maneras quería que su hija fuera uno entre esos muchos casos, hablaría con su marido y la llevarían a un buen médico, y con esos pensamientos estaba cuando su marido entró en la cocina.

---¡¡Buenos días!!---

---Buenos días cariño, ¿tomas un café?---

Mireya sin contestar el saludo de su padre, recogió su bolsa del colegio y se dispuso a salir de la cocina.

---¡¡¡Espera!!! Dijo Luis, tengo que ir al centro y te puedo llevar---

---No, iré en el bus, Clarita me ha de pasar unos apuntes----

Clarita era su amiga, desde hacía unos meses vivía en la otra punta de la ciudad, pero utilizaban el mismo autobús, y en el se encontraban cada día al ir al colegio. Mireya salió rápidamente de la cocina, sin mirarles, y sin darles el beso que antes tenía por costumbre, al salir y entrar de casa.

--- ¿esta niña esta rara no? Dijo a su marido----

---Tonterías, son los catorce años, ¿o ya no recuerdas cuando los tuviste?

---Sí, pero no se cambia de un día a otro, eso lleva su tiempo----

---Debe tener algún noviete, a estas edades se hace un drama por cualquier cosa---

---Pues yo no estoy tranquila, la voy a llevar al médico----

---Haz lo que quieras, pero ya verás como es una tontería----

Su marido se fue dejándola sola, pensativa, acabó de tomar el café y se enredó con las tareas de la casa.

Durante el primer año de su matrimonio, había conservado el empleo, trabajaba en una oficina de seguros, no era gran cosa, pero le gustaba y se sentía feliz con sus compañeros, pero al quedar embarazada de la niña, tuvo algunos problemas y el médico le recomendó guardar cama, estuvo los tres últimos meses de embarazo de baja, y luego al nacer Mireya, Luis decidió que lo mejor para todos era que se quedase en casa, la niña la necesitaba, y a él le gustaba al llegar, encontrar todo en orden y a punto.

Ahora se había convertido en una excelente ama de casa, su mundo eran estas cuatro paredes, y se dedicaba única y exclusivamente a su familia, no tenía mas afición que navegar un poco por Internet, no tenía amigos…..En fin, era lo que se dice una autentica "marujona", su ganchillo, su tele, sus revistas, su ordenador……fue por eso que al enterarse de todo, su vida se desmoronó, su mundo explotó en mil pedazos y nunca pensó que pudiese recomponerlo.

Mireya era la mayor, una niña cariñosa y amable que creía que sus padres y hermano eran lo más maravilloso de este mundo. Bueno, al menos eso creía hasta quince días atrás, fue entonces, cuando casualmente hizo un descubrimiento que la angustiaba, porque ella pensaba que si se llegaba a saber, toda su vida podría cambiar, y si no lo contaba, sentía que estaba traicionando a su madre. No podía dormir, no podía comer, no lograba mirar a su madre a los ojos, y odiaba a su padre, lo odiaba, por hacerla sentir así.

Pero voy a contarles como empezó todo esto. La amiga de Mireya, Clarita, la que desde pequeña había vivido en la casa contigua a la suya, se cambió de domicilio, para ella fue horrible, desde muy niña fue su única autentica amiga, la cómplice de todas sus travesuras, y la guardiana de todos sus secretos, eran como hermanas, y cuando se fue, un trozo de su mundo se fue con ella.

Su madre la consoló diciéndole que solo se mudaba de barrio, que no se iba al fin del mundo, (de hecho se seguirían viendo cada día, viajaban en el mismo autobús, y asistían al mismo colegio), solo en las noches dejarían de verse, pero ni con todos sus razonamientos conseguía calmarla. Clarita debía sentirse igual que ella, por eso sus padres hablaron con los padres de Mireya y decidieron que los fines de semana los pasasen juntas. Como los padres de Clarita tenían piscina, las niñas decidieron que esos fantásticos fines de semana los pasarían en casa de ellos, y allí empezó todo.

El padre de Clarita, era el encargado de recoger a Mireya cada sábado por la mañana y la volvía a traer el domingo por la noche. Ana y Luis, confiaban totalmente en él, hacía muchos años que se conocían, además para ellos era muy cómodo, Luis siempre estaba demasiado ocupado, y Ana, por culpa de un pequeño accidente, que tuvo hacía cuatro años, le cogió miedo al coche y no quería conducir.

La primera vez que Mireya visitó el nuevo piso, quedó encantada, era un ático precioso, muy grande, tenía cinco habitaciones, tres cuartos de baño, un amplísimo salón, un comedor elegantísimo y una cocina, que jamás pensó que pudieran haber cocinas tan grandes, pero lo que más le gustó fue la terraza, era preciosa llena de flores, sillones, una mesa, y a la derecha una pequeña piscina, donde las niñas soñaban con pasar el mejor verano de sus vidas, porque eso si, ahora eran los fines de semana, pero en las vacaciones no habría quien las separara.

El apartamento, estaba a la altura de un décimo piso, abajo había una gran zona ajardinada que las separaba de un hotel lujoso, este hotel por estar algo apartado del centro, era frecuentado por una gran cantidad de gente famosa que pretendían pasar inadvertidos, artistas, políticos, y también otra clase de gente que en un momento dado no les interesaba ser vistos.

Y así fueron pasando las semanas, desde la terracita de su habitación se veían las ventanas del hotel, y uno de sus pasatiempos favoritos, era, armadas con unos prismáticos, mirar lo que hacían las parejas que por descuido, o porque ignoraban que alguien les pudiese estar mirando, se dejaban las ventanas abiertas.

Los padres de Clara ignoraban su afición, y cada sábado por la noche, cuando ellos dormían, las niñas salían a la terracita, y con sendos prismáticos tomaban asiento cómodamente en unas tumbonas y se dedicaban a escudriñar, una por una todas las ventanas del hotel, a la espera de que algún despistado, les ofreciera una sección de lo que sea, de cualquier cosa, sus jóvenes y ávidas mentes, estaban ansiosas de nuevas emociones, y una simple discusión entre cualquiera de las parejas que estaban observando, las hacía montar una película, se sentían como el protagonista de "La ventana indiscreta" y soñaban con protagonizar una historia como la de la película, descubrir un crimen, era el súmmum de sus aspiraciones, pero mientras lo esperaban, no le hacían ascos a cualquier espectáculo del tipo que fuese ,cualquier cosa con que las deleitaban involuntariamente, los huéspedes del hotel.

Todo muy divertido, hasta que un día se acabó la diversión, ese día Mireya acabó llorando, insistió en que se fuesen a la cama, y no compartió con Clarita su descubrimiento.

Luis, a sus cuarenta y un años, presumía de tener una familia fantástica y una carrera prometedora. Hasta hacía tres meses era una persona totalmente feliz, su casa era una balsa de aceite, y en el trabajo, todos los problemas se los resolvía su secretaria. Pero desde quince días atrás, su problema no había quien lo resolviese, porque su problema, era precisamente su secretaria.

Bueno, pero empecemos desde el principio, cuando comenzó a trabajar en el bufete, heredó, junto con su cartera de clientes, la secretaria de su antecesor. Por aquel entonces Luis apenas contaba veinte y seis años, hacía tres años que Ana y él se habían casado, y ya tenían a Mireya y a Luisito.

Un amigo de su padre se jubilaba, y su puesto quedaba vacante, al principio le costó muchísimo decidirse, estaban pagando una hipoteca, y lo tuvo que pensar detenidamente. En el empleo que ahora tenía no ganaba un gran capital, pero si, lo suficiente para vivir holgadamente, y era un trabajo fijo. El que le ofrecían era un buen trabajo, bien pagado, muy bien pagado, pero no era seguro, tenía que demostrar su valía para consolidar el puesto, y aunque en el círculo donde se movía se le consideraba un buen abogado, a veces dudaba de su propio valer.

Luego estaba Ana, no deseaba que ella volviese a trabajar, él no era machista, pero consideraba que una madre, ha de estar con sus hijos mientras son pequeños,( tiempo habrá de hacer otras cosas,) durante ese tiempo, uno de los dos se ha de quedar con ellos, su sueldo era muchísimo mas importante que el de ella, y estaba demasiado ocupado para pensar en tomar unas vacaciones, por lo tanto estaba totalmente convencido que ella era la que tenía que sacrificar su empleo.

Todas y cada una de esas consideraciones se las repetía una y otra vez, angustiado pensando que se podría equivocar. Pero al fin le pudo la ambición, y tomó una determinación que hasta hoy nunca había tenido que lamentar, entró a trabajar en la prestigiosa firma de abogados, y antes de un año, después de conseguir un gran éxito en uno de los juicios, le ofrecieron asociarse con ellos, y hoy, después de todos esos años era uno de los socios más antiguos del buffet.

Bueno, pero volvamos al problema, como contaba, heredó a la Sra. Enriqueta, junto con los elegantes muebles de la oficina , y un canapé de piel negra, donde más de una vez se quedó dormido después de un agotador día de juicios y papeleos.

La Sra. Enriqueta, por aquel entonces debía tener unos cuarenta años, era una secretaria eficiente, fea como un pecado, pero con un corazón mas grande que una plaza de toros, desde que llegó le tomó bajo su ala, y no se avergonzaba al reconocer que más de uno de sus múltiples éxitos, se los debía a ella, porque la Sra. Enriqueta sabía más de leyes, que cualquier abogado, con una carrera y veinte años de experiencia a sus espaldas, pueda saber nunca.

Pero su mundo se fue a pique diez meses atrás. La Sra. Enriqueta se jubiló, y dejó un tremendo vacío en la oficina. Luis llevó la correspondiente oferta de trabajo a la oficina de empleo, dos meses antes de que ella se jubilase, quería que fuese ella quien le ayudase a elegir a su sucesora, así la pondría al día de todos los complicados papeles del buffet antes de que le abandonase del todo.

Después de entrevistar a más de veinte candidatas, la Sra. Enriqueta, le habló de una jovencita de no más de veinte años, era despierta, muy inteligente, ambiciosa y con unas ganas muy grandes de superación, cualidades todas ellas, indispensables para triunfar en cualquier carrera. Luis confiaba totalmente en su criterio, y sin dudarlo ni un momento la contrató.

Todo fue bien, Blanca aprendía rápido, y poco a poco fue cambiando la oficina, su presencia alegraba el entorno, y los clientes se deshacían en alabanzas de su belleza, amabilidad y buen hacer.

Blanca era ambiciosa, si, quizás demasiada ambiciosa, venía de una familia humilde, y de nada le sirvió su gran inteligencia. Tuvo que conformarse con estudiar por las noches, arañando horas de su descanso, para conseguir un simple secretariado, cuando su sueño hubiese sido llegar a ser una gran abogada. Era guapa, muy guapa, y ella lo sabía… ella, y los tres anteriores jefes a los que tuvo que plantar cara, perdiendo automáticamente el empleo, y ahora ya había aprendido la lección, si no podía escalar puestos por sus estudios, lo podría hacer utilizando otras artes, y esa fue la idea que tuvo al conocer a Luis. A diferencia de sus otros "babosos" jefes, este era joven, muy guapo, y desde luego se notaba que le sobraba el dinero.

Comenzó su campaña de "acoso y derribo" sus escotes cada día eran mas amplios, y sus hermosos pechos, hacían las delicias de todos los clientes, pero Luis, que era a quien iban dirigidas todas sus artes, ni se enteraba, su trato era cordial, y se daba perfecta cuenta de que estaba satisfecho de su trabajo, pero como persona, para él era invisible.

Fueron pasando los días, Blanca se desvivía por complacer cualquier orden de su jefe, coqueteaba descarada con los clientes, y eso en vez de perjudicar beneficiaba, porque ellos aprovechaban cualquier pequeña consulta, para personarse en el despacho, con las consiguientes ganancias.

Un día, Juan, un antiguo compañero de la Universidad, cómplice de sus correrías de soltero y compañero de sus periódicas partidas de tenis, vino a hacerle una consulta. Juan era un mujeriego empedernido, casado tres veces, y divorciado otras tantas, ahora iba a la busca de su cuarta esposa (era el clásico hombre que no puede vivir sin pareja, pero que luego es incapaz de conservarla) al ver a Blanca, se quedó anonadado, y no perdió ni un minuto antes de comenzar a interrogar a su amigo.

--- ¿tiene novio?---

---Y yo que sé, a ver si piensas que me meto en la vida de mis empleados---

--- ¿Y tú con ella nada, de verdad que nada?---

---Pero bueno Juan, ¿tu te crees que todos somos como tú?---

---No, tú eres de hielo, ¡como has cambiado! Y pensar que antes cuando salía contigo, no me comía una rosca, ---

---No digas eso, siempre fuiste un ligón, no te faltaba compañía----

---Si, claro, las que tú dejabas, sólo cuando habían perdido la esperanza de tenerte a ti, me hacían caso…. Pero Luis, ¿de verdad no has visto como te mira?---

A través de la puerta entreabierta, se veía la mesa de Blanca, sus piernas desnudas, entreabiertas, y sus turgentes senos provocadores

--- ¿Pero te has fijado bien? ¿Te imaginas ese cuerpo enroscado en el tuyo? ¿Esas largas piernas alrededor de tu espalda?....De verdad que no te entiendo, a mi me sale un plan así, y te juro que no se me escapa---

Luis carraspeó nervioso, sentía la garganta seca, hasta ese momento, había intentado no fijarse en Blanca, pero Juan tenía razón, tenía unas piernas de vértigo, y unos pechos, para hacer soñar al más santo, y él, no lo era. Había tenido algún que otro escarceo, pero muy discretos y siempre lejos de su ciudad, aprovechando los viajes que realizaba por su trabajo, pero con alguien de la empresa…. ¡Ni pensarlo! De ninguna manera quería poner su reputación en entredicho.

Pero la chica estaba buenísima, eso lo vería hasta un ciego, y a él, empezaban a írsele los ojos tras ella.

---Blanca, ¿me puede traer el expediente del Sr. Smit?

La vio entrar con sus movimientos de sirena, se acercó a él y le dio los papeles dejando que sus dedos se deslizasen entre los suyos, y Luis sintió que su cuerpo se electrificaba, carraspeando nervioso dijo

---Muy bien, claro, ya puede retirarse---

---¡¡Lánzate!!--- Dijo Juan apenas ella había salido --¿No ves que ella lo está deseando?---

--- ¡Anda, vete ya, que me está cogiendo dolor de cabeza!---

---jajaja ¿de cabeza? Jajaja ¿A ver si es otra cosa lo que te duele?---

Dijo Juan riendo mientras salía del despacho en dirección a Blanca.

--- ¡Adiós, preciosa! Yo de ti le llevaba una aspirina, creo que le duele no se que--- y riendo abandonó el Bufete

Blanca, pensó que ese era su momento, no podía dejar escapar esa ocasión de oro, abrió su bolso, sacó un analgésico,. Y llenando un vaso de agua, entró en el despacho de su jefe contoneando las caderas.

---Me dijo el Sr. García que se encontraba mal---

---No, No es nada, solo un poco de jaqueca---

---Tómese esto, Y déjeme hacer a mí, dijo colocándose a su espalda---

Luis obediente se tomó el analgésico, mientras empezaba a sentir las manos de su secretaria masajeándole las sienes. Pensó decirle que parase, pero…¡¡¡Que diablos!!! Le gustaba la sensación, y le estaba relajando, cerró los ojos y la dejó hacer, mientras que en todos sus miembros, sentía una laxitud muy agradable. Notó como deshacía el nudo de la corbata, y la seda deslizarse alrededor de su cuello, desabotonó la camisa, y mientras las expertas manos masajeaban sus hombros, le vinieron a la cabeza las palabras de su amigo… ¿Has visto como te mira? ¿Imaginas ese cuerpo enroscado en el tuyo?...

Luis solo era un hombre… débil… como la mayoría de los hombres, cogió sus manos, y levantándose del sillón empezó a besarla….Así, de esta forma tan tonta, comenzaron todos sus problemas. Blanca cada día era más exigente, y a él le gustaba la chica, era muy fogosa, y le hacía sentir como cuando tenía veinte años, pero estaban jugando con fuego, dos o tres veces, estuvieron a punto de pillarles en situaciones comprometidas y si una cosa tenía clara Luis, era que su reputación estaba por encima de todo, por lo tanto, después de meditarlo decidió que sus encuentros, serían en un hotel, discreto, y lo suficiente alejado de la oficina, que les mantuviese a salvo de miradas indiscretas. Blanca tomaría una habitación permanente, y así su nombre de él no constaría en ningún libro de registro.

Le gustaba esa mujer, le volvía loco, y aunque en sus momentos de cordura, pensaba que lo primero era su familia y su carrera, cuando estaba con ella era incapaz de razonar, sus instintos más bajos salían a la superficie, y solo pensaba en disfrutar, de ese cuerpo joven que se le ofrecía sin limitaciones de ninguna clase. Solían encontrarse todos los martes y jueves por la tarde. Eran las vísperas de los juicios más importantes, y así él en casa, podía justificar fácilmente su ausencia, alegando la preparación de los mismos.

Pero él sabía que eso tenía que finalizar, la semana anterior, se había cruzado en el hotel con el Fiscal, y tuvo que mentir para justificar su presencia. Blanca era una excelente secretaria, inmejorable, además de ser una ardiente amante, pero los dos juntos, eran una bomba de relojería que amenazaba con explotarle en la cara.

Lo había pensado muy detenidamente, y había llegado a la conclusión de que esto no podía continuar. Esa misma mañana al cruzarse con el Fiscal en los pasillos de la Audiencia, notó una sonrisa socarrona y durante el juicio no le quitaba los ojos a Blanca, como si lo supiese todo, y de un momento a otro fuese a soltarlo delante de todo el mundo si, lo tenía decidido esa noche sería la última. Hablaría con ella y le pondría muy claro que no la quería perder de secretaria, que no temiera por su empleo, pero todo lo demás se había acabado.

El problema sería justificar una reunión un sábado por la noche….En ese momento le llegó un fax. Se trataba de los asuntos más importantes tratados en la conferencia sobre la ley de extranjería, que se estaba impartiendo en El Palacio de Congresos de Madrid.

Luis había sido invitado pero tuvo que justificar su no, asistencia, debida a la gran cantidad de casos que tenía para esa semana, aunque era una buena excusa. Diría a Ana que no podía perderse la ceremonia de clausura porque se celebraría en domingo, así con la excusa del viaje tendría libre la noche del sábado y todo el domingo. Y con el plan totalmente preparado, y aunque no era su costumbre se fue a comer a casa.

Los sábados al medio día, solía ir a comer al club. Después de toda una semana de tensión nerviosa, necesitaba quemar toxinas de alguna manera, allí se reunía con su amigo Juan, y después de una frugal comida, y tomar un café con los amigos, disputaban unas reñidísimas partidas de tenis. Que les dejaban agotados, pero libres de la tensión que su trabajo les ocasionaba.

Al llegar a casa, Mireya bajaba las escaleras con una bolsa.

---Hola cielo, ¿Dónde vas?---- dijo Luis

---El papá de Clarita hoy vendrá con prisas y no quiero hacerle esperar---

--- ¿No te puedes quedar hoy en casa? Mamá estará sola---

---Nooo…por favor….estamos preparando un trabajo, y lo hemos de acabar entre hoy y mañana, además, está Luisito---

---Deja a la niña---dijo Ana --- me conectaré un rato a Internet y se me pasará el tiempo volando---

Desde hacía unos meses, desde que Luis tenía tanto trabajo por las noches, Ana se había aficionado al ordenador, primero solamente chateaba. Había conseguido un importante grupo de amigos y amigas. Pero ahora ya tenía su propia página Web y le dedicaba gran parte del tiempo que tenía libre.

---Bueno… Si tu crees que estarás bien, me iré tranquilo. No me hace mucha gracia viajar de noche, pero así estaré a primeras horas, y esta ceremonia puede ser muy importante para nosotros, los ojos de toda España estarán pendientes de las caras que se vean en ella.

Luis se sentía mal, sabía que estaba mintiendo pero esta sería la ultima vez, esa noche acabaría su historia, y el volvería a su tranquila vida de siempre. En eso, sonó el claxon de un coche y Mireya salió corriendo dándoles un beso a ambos y asegurándoles que se portaría muy bien.

Mireya estaba feliz, su amiga le había dicho que había visto llegar al Hotel a David Bisbal y esa noche se la pasarían intentando averiguar cual era su habitación. El era su ídolo ¡¡¡Y pensar que quizás podrían verlo en la intimidad!!! Solo el hecho de pensarlo ya las excitaba y las tenía muy nerviosas. Al llegar Clarita ya la esperaba impaciente, pasaron la tarde en la piscina y ni siquiera tocaron el trabajo que habían de preparar, los nervios no las dejaban concentrarse. Llegó la noche y comieron rápidamente, los padres de Clarita, sabían que tenían muchos deberes por hacer, y con esa excusa se fueron corriendo a la habitación. Aun era temprano y las luces de las habitaciones estaban apagadas. Seguramente los huéspedes estarían cenando.

---Por lo menos faltan dos horas---dijo Clarita---

---No creo, tendrán que arreglarse si van a salir, y yo no me lo pierdo ¡¡¡vamos a turnarnos!!! Primero yo y luego tú, así haremos los deberes.---

Mireya, se quedó en la terraza con los anteojos en la mano, de pronto se encendió una luz en la ventana de la izquierda, en el tercer piso y ella dirigió rápidamente los prismáticos en esa dirección. La ventana estaba completamente abierta, era verano y en esa urbanización apartada, se respiraba un suave y fresco aire con olor a pinos de la cercana pineda que rodeaba la zona. A través de la fina cortina, se veía una cama grande, dorada. La luz provenía de unas lámparas situadas en las mesitas de noche. También se veía una mesita pequeña, redonda y sobre ella un cubo metálico dentro del cual había una botella. Desde esa distancia, y pese a que los prismáticos eran buenísimos, no podía distinguir si era de vino o de cava.

Mireya escudriñaba la habitación cuidadosamente, pero por más que miraba no conseguía ver a ninguna persona,¡ bien podría ser la habitación de Bisbal! En ese momento una mujer cruzó ante la ventana, no la pudo ver muy bien, fue todo muy rápido, pero le pareció alta y delgada…. Si…. al momento volvió a verse, era alta, delgada, con una rubia cabellera larga y rizada que caía sobre sus hombros, no vestía otra cosa que un pequeño sujetador, y un diminuto tanga negro. Estaba a punto de apartar los prismáticos cuando ella se acercó a la ventana y Mireya la reconoció al instante, era Blanca, la secretaria de su padre. No había ninguna duda, la había visto muchas veces en su casa para equivocarse. Mireya estaba intrigadísima, el Hotel President era un hotel de lujo, muy caro y aunque seguro que su padre le pagaba un buen sueldo, Blanca siempre se quejaba de que su familia era muy pobre y con el sueldo apenas le alcanzaba para ayudarles. No entendía como podía pagarse ese hotel.

Dio un rápido vistazo a las otras ventanas, y al no ver ninguna luz volvió a la de Blanca. Se estaba poniendo crema en el cuerpo, se masajeaba los muslos, los brazos, el vientre. Tenía un cuerpo precioso y Mireya seguía todos sus movimientos como hipnotizada. Observó como colocaba un pie sobre una silla deslizando a continuación unas medias negras por sus piernas, primero una, luego la otra. Acercó un frasquito a su nariz, y luego mojando sus dedos, puso un poco de lo que parecía perfume tras sus orejas, en el cuello, en los antebrazos y en la terminación de las medias.

A Mireya le daba la risa. Se movía como una modelo, como si estuviese ensayando unos pases y estaba a punto de llamar a Clarita para que la viese cuando notó un cambio. Alguien había llegado, ella hablaba con una persona que no estaba en su área de visión… ¿Quién sería? Parecía que discutían por la forma de gesticular de ella. Quería llamar a su amiga pero si la llamaba bajito no la oiría. Si gritaba se enteraría su madre estropeándoles el espectáculo y desde luego ella no abandonaba su puesto de observación…¡¡Anda, que si era un crimen pasional y se lo perdía!!...De ninguna manera, ya se lo explicaría luego a Clarita con pelos y señales.

En ese momento se vio el hombre. Estaba de espaldas y su cuerpo fuerte y grande la tapaba totalmente a ella, él movía la cabeza como negando algo y ella se le tiró a los brazos. Mireya no los veía muy bien, pero se daba cuenta que al principio el hombre intentaba soltarse de esos brazos, pero luego comenzaron a besarse…¡¡¡Lo que se estaba perdiendo Clarita!!! Blanca le quitó la chaqueta y entonces él la cogió en brazos y la dejó sobre la cama.

Mireya estaba emocionada, parecía una película, nunca habían visto nada tan apasionante, bueno cuando estuviesen en la cama iría a buscar a Clarita. El hombre acabó de desnudarse y colocó la ropa sobre una silla cerca de la ventana. Su rostro quedaba perfectamente encuadrado en el marco de la ventana, y fue entonces cuando el mundo de Mireya se vino abajo. Su padre…. La persona que más quería, estaba con otra mujer. Muchos de los padres de sus amigos se habían separado. No es nada les decían, los papás os quieren, pero ya no pueden vivir juntos, pero vosotros no notareis ningún cambio….y al principio era verdad, se encontraban todas las semanas, les traían regalos. Incluso alguno decía que estaban mejor que cuando estaban juntos. Pero después encontraban otra novia, se casaban, tenían otros hijos y ellos quedaban en el olvido… Eso le pasaría a ella, perdería a su papá. Entró llorando en la habitación y Clarita corrió a su encuentro.

--- ¿Qué te pasa?---

---Me encuentro mal, quiero acostarme---

---Llamaré a mi mamá, te dará algo---

---No, déjalo… seguro que durmiendo se me quita---

Enterró la cara en la almohada para ahogar sus sollozos, y así entre lagrimas de rabia y negros pensamientos se quedó dormida.

Había trascurrido quince días y volvía a ser sábado. A Luis no le gustaba nada perder la tarde del sábado, era la única tarde de la semana que podía dedicar enteramente a los amigos, pero Ana tenía razón. Mireya había cambiado, ya no era solamente la perdida de apetito, ni siquiera lo ausente y fría que se veía en sus relaciones. El no quería decir nada por no preocupar más a su mujer, pero lo último fueron las notas del colegio…Sus hijos siempre fueron buenos estudiantes, sus notas medias eran de sobresaliente, pero esa mañana había recibido una carta del colegio. Le adjuntaban las notas de Mireya, junto con unas líneas de su tutor. Aunque parecía imposible, tenía tres suspensos y el resto de las notas no pasaba del simple aprobado.

Estimado Sr. Ruiperez:

Estos son los resultados de los exámenes de Mireya. Arañando la media del resto del curso, seguramente hubiese conseguido un aprobado simple, para todas las asignaturas. Pero Mireya lleva dos semanas totalmente apáticas. No se si tiene problemas familiares, problemas de salud, o simplemente anda con malas compañías. Urdes son los padres y desde luego los que tienen la obligación de averiguar cual es el problema.

Yo me limito a hacérselo saber.

Atentamente

C. Gutiérrez

Luis empezaba a creer que la niña realmente padecía anorexia, tenía unas grandes ojeras, había adelgazado considerablemente. Hasta su cabello parecía haber perdido el brillo y esa mirada "gacha" como de culpa… Si, realmente creía que había motivos para estar preocupado. ¡¡¡ Ya solo le faltaba esto!!!.

Desde que le dijo a Blanca que lo suyo había terminado, estaba insoportable, no parecía la misma persona, llegaba tarde, perdía los documentos, olvidaba anotar las citas. En fin, le estaba dejando pasar muchas porque se consideraba culpable de su estado de ánimo, pero si esto continuaba no le quedaría otro remedio que despedirla. Eso lo dejaba como último recurso, nunca se arrepentiría lo suficiente de haber mezclado el trabajo con el placer.

En esos pensamientos estaba, cuando Mireya se levantó de la mesa dejando su plato casi intacto.

--- ¿Dónde va la señorita? Dijo con cierto sarcasmo---

---Pronto vendrá el papá de Clarita a buscarme, voy a preparar las cosas---

--- ¡Un momento, siéntate aquí! Vamos a llamarlo para decirle que hoy no venga, creo que tenemos cosas por hablar---

--- ¿QUE COSAS? ---dijo Mireya levantando la voz---

---Eso has de decirlo tú---

---YO NO TENGO NADA QUE DECIRTE, contestó gritando y saliendo rápidamente y subiendo a su habitación---

Ana se había quedado sin color, nunca había visto a su hija contestar de esa manera, miró a su marido y ambos se levantaron al mismo tiempo corriendo a la habitación de su hija. Mireya estaba tumbada en la cama y lloraba con desconsuelo.

---¡¡¡NO PUEDES FALTARLE ALRESPETO ASÍ A TU PADRE!!! Le gritó Ana---

--- ¿Y ÉL, ÉL PUEDE FALTARTE AL RESPETO A TI, ÉL PUEDE IR A UN HOTEL CON OTRA MUJER? LO VI, ¿SABES? YO LO VI, LO VI ABRAZANDO Y BESANDO A UNA MUJER, LOS VI EN UNA VENTANA DEL HOTEL PRESIDENT---

--- ¿QUE DICES, TE HAS VUELTO LOCA, QUE PUEDES HABER VISTO?---

Las palabras murieron en su boca al mirar a Luis. Se había quedado tan blanco como la pared, y sus manos temblaban visiblemente.

---Tenemos que hablar--- dijo Luis casi en un susurro---

--- ¿HABLAR, QUE TENEMOS QUE HABLAR, ES ESO VERDAD?---

---Por favor, bajemos y hablemos como adultos---

--- ¿A QUE LLAMAS TU ADULTOS? ¿CONSIDERAS QUE NO ES DE ADULTA MI POSICIÓN?...SOLO DIME UNA COSA… ¿QUIEN ES ELLA?---

---Por favor Ana tranquilízate----

Mireya cada vez lloraba más, se la veía desesperada, no estaba acostumbrada a ver discutir a sus padres, y se consideraba responsable de todo.

Ana salió de la habitación y bajó corriendo las escaleras para refugiarse en la cocina, sus manos temblaban, y al recoger los platos de la mesa terminaron estrellados en el suelo.

- --Deja, --- dijo Luis llegando a su lado- --yo lo recogeré---

---VETE, NO QUIERO VERTE---dijo Ana llorando---

---Escúchame cariño, fue una locura….pero ya acabó---

--- ¿QUIEN ES ELLA?---

---No importa quien sea, solo es el pasado. Yo te quiero a ti, y no quiero perderte por un momento de locura---

--- ¿QUIEN ES ELLA? QUIERO SABERLO---

---BLANCA, es Blanca, pero todo acabó---

--- ¿BLANCA, TU SECRETARIA?---

- --Si, ella--- dijo Luis casi sin voz ---perdóname, se que fue una locura---

--- ¿Cómo fuiste capaz? La trajiste a casa, la sentaste a mi mesa. Yo servía su plato, mientras ella se tiraba a mi marido. Nunca, nunca podré perdonártelo---

Ana había bajado la voz, la sorpresa la había dejado casi sin habla, mientras, Luis se acercaba a ella e intentaba abrazarla.

---¡¡¡NO ME TOQUES!!! ¿DONDE ESTA ELLA, LA DESPEDISTE?---

---Compréndelo Ana, no la puedo despedir, es una buena empleada---

---CLARO QUE ES BUENA… ¡¡¡Y TAN BUENA!!! … SECRETARIA Y PUTA AL MISMO TIEMPO, LA DEBES PAGAR MUY BIEN---

---Ana, se razonable, es agua pasada, olvídalo---

Dijo Luis intentando nuevamente abrazarla. Ella se soltó de sus brazos y corrió escaleras arriba, no paró hasta llegar a su habitación, era presa de un ataque de nervios y abriendo el armario comenzó a sacar toda la ropa de su marido, golpeaba con furia las puertas llorando histéricamente, cogía puñados de ropa y saliendo de la habitación la tiraba escaleras abajo. Al final de la escalera Luis se había quedado petrificado, veía su ropa caer por las escaleras, y arriba Ana, desencajada entrando y saliendo de la habitación tirándolo todo.

---¡¡¡ VETE!!! ---dijo Ana--- cuando esa mujer sea despedida volveremos a hablar, mientras tanto ya lo hemos dicho todo.---

Luis dio media vuelta, y dando un portazo salió de su casa. Sabía que en esos momentos era imposible razonar con Ana, nunca la había visto como hoy. Tenía un problema… ¡Vaya si tenía un problema!... Si despedía a Blanca, le podía buscar un lío, pero si no la despedía, perdería a su mujer.

Ana mientras tanto había ido a consolar a su hija que lloraba desconsoladamente

---Lo siento mamá, de verdad que lo siento, yo no quería decir nada, pero se me escapó, perdóname mamá, perdóname---dijo hipando---

Ana abrazó a su hija intentando que la rabia no hiciera desbordarse sus ojos.

---No importa cariño, tenía que saberlo, es mejor así---

--- ¿Papá nos dejará?---

---No te preocupes cielo, papá nos quiere mucho, pero ahora necesita un tiempo para aclararse----

--- ¿No se enfadará conmigo?---

---No, cielo no, tú no eres culpable de nada. Los hombres a veces hacen muchas tonterías y ellos lo saben, no buscan culpables, saben muy bien donde encontrarlos Mireya poco a poco, se iba tranquilizando---

--- ¿Sabes lo que vas a hacer?...Ponte bien guapa que te vas a casa de Clarita.

--- ¿Y tú, estas bien?---

---Si cariño, Luisito llegará el lunes, por lo tanto tendré todo el fin de semana libre. Quedaré con alguna amiga---

Ana no tenía amigas, solo conocidos de Internet y cuando al fin Mireya se fue y se quedó sola, dio rienda suelta a toda su frustración, y se refugió en su cama llorando desconsoladamente… ¿En que había fallado?...Ella pensaba que su vida era perfecta, y resulta que todo era una gran mentira, pero se iba a enterar… ¡Donde las dan, las toman! Le iba a pagar con la misma moneda. Secando las lágrimas con el puño, se levantó decidida de la cama y fue hasta su ordenador, apretó el botón de puesta en marcha y esperó impaciente. Su ordenador era lento, ya lo sabía, pero hoy, se le hacía interminable la espera. Al fin se abrió el Messenger… Solamente había tres personas conectadas de sus conocidos. Fernando, un sevillano muy marchoso y simpático que en estos momentos tenía puesto el mensaje de "ausente" Alfonso, un mexicano encantador con el que nunca se aburría, pero que debía estar muy atareado porque no le decía nada, y Carmen, una amiga asturiana con la que solía compartir confidencias. Ella si la saludó, estuvieron hablando un rato y le explicó todo su drama.

---Lo que tienes que hacer es buscarte un ligue… ¡que vea tu marido lo que se pierde!

---Eso he pensado… pero… ¿Quién?---

--- ¿No me dirás que no tienes ningún enamorado en la red?---

--- ¿Pero así, sin conocerle?---

---Por eso se empieza, por conocerse, y mas adelante lo que salga?---

---Pero yo no soy tan lanzada---

---Pero si no es cuestión de ser o no ser lanzados, os conocéis, coméis juntos y si surge algo adelante, y si no, tan amigos---

Si no estaba muy convencida de lo que pensaba hacer, Carmen la convenció del todo, y en esos pensamientos estaba cuando Fernando la saludó.

---Buenas tardes princesa… ¿aburrida?---

---Un poco, estaba pensando salir un rato, porque hoy estoy sola.---

--- ¿quieres salir conmigo?---

---Si estuvieras más cerca no te diría que no. Hoy necesito compañía---

---Hoy en día no existen las distancias. Mira, ahora son las seis y media, dime que si y viajando con el "AVE" a las diez podemos estar cenando juntos---

---Jajá jajá, te tomo la palabra, mira…. Me estaba haciendo falta reír un rato---

Ana necesitaba desahogarse, sacar de su corazón toda esa hiel que la estaba recomiendo y Fernando era tan amable, tan amistoso. Era muy fácil hacerle confidencias, acabó por explicarle todo lo que había sucedido y el estado de ánimo en que se encontraba ahora.

---Ana, necesitas distraerte, dejar de pensar, ya veras como todo tiene solución. Solo has de dejar pasar algo de tiempo.---

---Es muy fácil decirlo, pero me siento tan mal, es como si el mundo hubiese acabado para mí, como si ya, nunca más le importase a nadie---

---No digas tonterías, cualquier hombre estaría orgulloso de llevarte a su lado. Tu marido es idiota.---

---Hablemos de otra cosa---

---No, ni pensarlo, no vamos a hablar de otra cosa. Te vas a poner bien guapa y a las diez pasaré a recogerte---

---Jajaja gracias por querer animarme, por hacerme reír---

--- ¡Oye! Que no es broma, el lunes a los ocho he de estar en Barcelona, me da lo mismo viajar mañana, que esta tarde y que mejor aliciente que una cena con una chica guapa. Va, dame tu dirección y a las diez estoy en tu puerta.---

En otras circunstancias, Ana nunca hubiese dado su dirección y jamás hubiese aceptado una cita con un extraño. Pero era el momento adecuado, necesitaba aunque solo fuese por unos momentos sentir que seguía estando viva, que alguien la encontraba hermosa e importante y accedió.

Estuvo el resto de la tarde con el nerviosismo propio, de quien sabe que no esta haciendo exactamente lo correcto. No estaba tranquila, pero se bañó, arregló, eligió un bonito vestido, negro, sin tirantes (lo compró para la fiesta de cumpleaños de Luis, y aún no lo había estrenado). Se perfumó y al mirarse al espejo, por primera vez en todo el día se sintió segura. Le hubiese encantado que Luis la viese, estaba guapísima.

A las diez en punto, sonó el timbre de la puerta. Su corazón empezó a galopar ¡Estaba tan nerviosa!...abrió la puerta y Fernando estaba sonriente con una rosa en la mano. Se quedó con la boca abierta, hasta este momento solamente había visto una fotografía de él. Fue el día que se conocieron, y le encantaron sus ojos claros. Pero así, en persona…..Tenía los ojos verdes más maravillosos que había visto en su vida, y un cabello negro ensortijado, peinado como al descuido, que le daba la apariencia de niño travieso maravilloso, y una boca carnosa que sonreía constantemente completaba el conjunto de esa cara encantadora

Vestía elegantemente, y sus anchos hombros a duras penas cabían dentro del traje oscuro. En verdad era el hombre mas elegante que había conocido nunca, y esa noche sería su pareja, cenarían, pasearían y con un poco de suerte algún amigo de Luis los vería y se lo contaría….¡¡¡Que se fuese enterando!!! Ella también era capaz de salir con otra persona.

Después de decirle lo maravillosa que la encontraba, Fernando la ayudó a ponerse el chal sobre los hombros, y subieron en un Mercedes blanco y brillante que esperaba en la puerta.

Fernando era un gran conversador, ocurrente, ingenioso, hablaba de cualquier cosa, ella solo tenía que introducir un tema y él tenía conversación para horas, era muy divertido y Ana acabó la cena riendo feliz. Cenaron en un céntrico restaurante donde Ana y Luis solían cenar algunos fines de semana. Le hubiese encantado encontrarse con su marido. Quería ver su cara al encontrarla con otro hombre, pero no estaba. Ocuparon la misma mesa algo apartada donde acostumbraban sentarse. Al entregarle la carta el camarero, sin mirarla pidió una bullabesa y un entrecot muy hecho. (Siempre pedía lo mismo, su marido decía que en ese restaurante preparaban la bullabesa mejor del mundo) quizás bebieron un poquito mas de la cuenta, (él mucho más que ella) el vino era suave y pasaba casi sin darse cuenta..

Cuando acabaron de cenar, Fernando dijo de ir a bailar a una sala de Fiestas. Ana no era muy amante del baile, sus jornadas festivas, las solía acabar en un cine disfrutando el último estreno, pero esa noche, ya estaba haciendo muchas de las cosas que no había hecho nunca. ¡Esta sería otra de ellas!. Bailaron, bebieron, rió como hacía tiempo que no lo hacía y llegó un momento, que ya no pensaba ni en su marido, ni en sus problemas….en definitivo, llegó un momento que no pensaba.

Fernando era atento, amable, en ningún momento intentó propasarse con ella, y eso que se le veía algo nervioso. Ella no era tonta y saltaba a la vista, no podía disimular lo que estaba sintiendo. Ya eran las tres de la madrugada, ella no acostumbraba a trasnochar tanto y aunque se lo pasaba bien, estaba agotada, y así se lo hizo saber a Fernando.

---No hay problema---dijo Fernando --- te acompaño ahora mismo, no me había dado cuenta que era tan tarde….La noche se ha hecho corta---

---A mi también, la verdad es que lo he pasado muy bien ¡lo necesitaba!---

---Ya lo sabes, para eso están los amigos---

Y llegaron a la casa. Ana estaba francamente agotada y se despidió de él

---Bueno…gracias por esta maravillosa noche, espero que vuelvas pronto por Barcelona---

---Suelo venir un par de veces al mes, si te apetece podemos quedar otros días---

---Me encantaría…bueno…creo que es hora de dormir---

--- ¿Me invitarías a un café? Estoy algo mareado---

---Sin problema, mis cafés son famosos hasta en Brasil, resucitan a los muertos.---

Entraron directamente a la cocina y Ana estaba llenando la cafetera, cuando sintió el aliento de Fernando en su cuello.

--- ¿Qué haces? Dijo girándose---

- --Nada, me gusta tu olor, toda la noche he estado esperando para olerte---

---Jajaja rió Ana nerviosa , no digas tonterías. Anda, siéntate que preparo el café---

---No quiero café---

--- ¿Noooo? ¡Si dijiste que estabas mareado!---


Tú me mareas, me tienes mareado toda la noche---

---Será mejor que te vayas--- Ana no lo comprendía, y estaba muy alterada---

---No puedo irme, no he venido desde Sevilla solo para pasar la noche hablando---dijo Fernando abrazándola---

---Pues eso es lo que hay, ¡¡¡VETE!!! Dijo Ana soltándose---

---No seas tonta, ¡si tu también lo quieres! ---dijo Fernando volviendo a abrazarla---

Ana se deshacía nerviosa, se daba cuenta que esto se le iba de las manos. Había sido una ingenua permitiendo la entrada a su casa a un extraño y ahora no sabía que hacer.

---NO, YO NO QUIERO NADA…¡¡¡VETE!!! Gritó con fuerza---

---No seas tonta, lo vas a tener a las buenas o a las malas, relájate y disfruta----

---¡¡¡NOOOO!!! Gritó Ana dándole una patada en la espinilla----

Automáticamente Fernando le dio dos fuertes bofetadas que la tiraron contra la mesa….

Luis salió de su casa dando un portazo, sabía que era culpable pero necesitaba que Ana le escuchase. Solo ahora que la estaba perdiendo se daba cuenta de lo importante que era para él.

Pasó toda la tarde en el despacho, solo, pensando como sería su vida si Ana le dejaba y la perspectiva no le gustaba nada. A las nueve y media decidió que fuese como fuese tenían que hablar y se dirigió a su domicilio. Llegó justo cuando un Mercedes blanco paraba en su puerta, intrigado se quedó en la esquina, fuera de su área de visión. Del asiento trasero bajó un hombre alto y moreno. Vestía de oscuro y en la mano llevaba una rosa roja, se dirigió decidido a su puerta y Luis cada vez estaba más intrigado….¿Quien sería? No sabía que Ana conociese a nadie. Mucha prisa se había dado en buscar compañía. Continuó en su escondrijo y vio salir a su mujer. Estaba preciosa, recordaba ese vestido lo habían comprado juntos no hacía muchos días, y cuando se lo probó, él pensó que parecía imposible que tuviese dos hijos adolescentes, parecía una jovencita sensual y atrevida. Le dolía que se lo pusiese para otro hombre, pero en el fondo sabía que él se lo había buscado.

Entró en su coche y los siguió a cierta distancia, no quería que ella lo advirtiese. Los vio entrar en "su restaurante" allí fueron a cenar por primera vez, el día que le pidió que se casara con él y después de muchos años, continuaban yendo los fines de semana, porque les parecía algo muy "suyo" le dolía que saliese con otro hombre y le angustiaba que lo llevase a su " sitio especial" ¡Como si ya no le importase nada!. Los estuvo siguiendo durante toda la noche mientras los celos le corroían las entrañas. Ya en la madrugada los vio tomar un taxi y dirigirse a casa. Reían y hablaban animadamente, pero su actitud era más la de dos amigos que la de unos amantes, fue por eso que le extrañó que él entrase en la casa. Se contuvo para no correr tras ellos, quiso pensar que solo eran unos amigos que tomaban una copa antes de despedirse, pero los celos le mataban. Se imaginaba a ese hombre haciendo el amor con "su" Ana y era como si le oprimieran el corazón.

Armándose de valor se dirigió a su casa. Nada más entrar se dio cuenta de que algo raro estaba pasando, los sonidos del interior no eran los habituales en una conversación amigable. Corrió a la cocina y la primera impresión lo dejó parado. Ana estaba tirada en el suelo, su bonito vestido estaba roto por varias partes y el hombre, pese al esfuerzo que ella hacía por impedirlo estaba intentando forzarla.

La sangre se le agolpó en la cabeza, no pensó que él hombre era mas grande que él, que incluso parecía mas fuerte, se tiró sobre él y estirando de sus cabellos le golpeó repetidamente en el rostro para apartarlo de su mujer.

Fernando estaba tan absorto con Ana que no había oído entrar a Luis, y al pillarlo de sorpresa encajó los primeros golpes pero luego reaccionó y se enzarzaron en una terrible pelea donde los golpes cada vez eran más demoledores. Ana llorando y tapándose lo mejor que podía cogió el teléfono y llamó a la policía. Los hombres continuaban golpeándose y en la cocina ya no quedaba ni una silla entera. Solo la sirena de la policía consiguió separarlos. Fernando salió corriendo de la casa, pero la patrulla lo detuvo en la entrada.

Ana se acercó a su marido que estaba tirado al lado de la nevera. La nariz rota, una ceja abierta el labio partido, los nudillos desollados. Había sangre por todos los lados. Ana llorando, no sabía que decir se sentía culpable, ahora se daba cuenta de lo que había pasado, incluso de lo que podría haber pasado, era una inconsciente pero…. ¿ quien podría temer nada de una persona que parecía tan maravillosa? Abrazó a su marido llorosa.

---Perdón, ¿No se como pedir perdón, no se si podrás perdonarme?---

Luis hizo una mueca de dolor al moverse, pero abrazó a su mujer

---Perdóname tú a mí, yo fui el culpable de lo sucedido. Si te hubiese pasado algo, nunca me lo hubiese perdonado.---

Un policía entró para avisar que había llegado la ambulancia, fueron al hospital para curar las heridas del cuerpo. Las del alma quizás tardaran un poco más en sanar, pero se querían, de eso no había duda, y ese era el mejor remedio para todos sus males.