Retorno al porno, esta vez extremo (II)

Le dije que aquello era prostitución y yo nunca había caído tan bajo. Él me contestó que si prostituirse era ganar dinero mediante el uso sexual del cuerpo, lo que yo hacía, pese a llamarme actriz, era lo mismo.

Las sesiones de rodaje comenzarían en un mes, la primera película se rodaría parte en una vieja mansión cerca de Huesca y el resto en un plató de Barcelona. En ese mes me puse al día haciendo gimnasia y vigilando mi alimentación, pues las sesiones de rodaje porno son muy duras, sobre todo si se quiere una mínima calidad profesional y algo de pundonor para hacer bien el trabajo.

El día anterior al previsto para el inicio estaba ya presente en la casona. Esa noche me acosté con el que sería mi principal compañero de follaje para entrar en contacto y acostumbrarnos al "trabajo en equipo", era un chico de no mas de 20 años pero gran fornicador. Me dejó sumamente satisfecha y yo a él creo, porque se lamentó de que solamente tuviéramos cuatro escenas juntos.

Comenzamos a rodar. El guión, suponiendo que se puedan llamar así a los argumentos de películas porno, era simple: Yo era una madre de familia que estaba en la casa de campo de vacaciones con mi marido y mi hijo, mi hijo se enamoraba de mi y follabamos. Entre otras escenas había un encuentro con mi marido y una orgía final con mi hijo, dos amigos suyos y sus novias. Las "novias" tenían otras escenas en que yo no intervenía. Total nada extraño ni, como era habitual, penetrante.

Lo que si noté cambiado en estos últimos años en que no había trabajado fue el estilo de dirección y ciertos aspectos: Trabajaba más con el ano que con el coño, lo cual exigía el uso de los correspondientes enemas para no manchar ante las cámaras la polla del partenaire y no introducir caca en la boca de las siguientes mamonas. También noté que las culeadas de los actores eran más violentas y agresivas e incluso te sacudían frecuentemente las nalgas con la palma de la mano o te estrujaban los pechos muy dolorosamente, otra costumbre era estirar tremendamente los pezones, los labios vaginales o el clítoris. A dios gracias, como simulaba ser una circunspecta y casta mamá no llevaba mis anillos, si no me imagino lo que me hubieran hecho tirando de ellos y sus cadenitas. La fogosidad follando obligaba a interrumpir frecuentemente las escenas para limpiar la transpiración y recomponer el maquillaje lo cual me descentraba y molestaba, ya que, al contrario de la mayoría de actrices porno, yo disfrutaba en los platós y mis orgasmos eran verdaderos, lo cual me enorgullecía, aunque mis colegas me trataran de puta calentorra.

En la orgía final de las escenas de la mansión fui follada con el puño por una de las chicas. Eso no lo había filmado nunca, aunque en privado si me lo habían hecho alguna vez. También fui follada por dos pollas en el culo, lo cual decía de la calidad de mis colegas varones, ya que era algo difícil de conseguir ante una cámara de cine.

Ya en Barcelona, donde se rodaba las escenas de la segunda mitad de la película, mi supuesto hijo, que residía allí habitualmente y trabajaba extra en un club porno. "El Pene Loco", me pidió si me importaba sustituir a su compañera habitual en el escenario, ya que si no se encontraría sin los ingresos adicionales que le proporcionaba esa actividad, porque nuestro contrato para la película incluía una cláusula bajo palabra de honor de no tener sexo, durante la duración del rodaje, con nadie más que los demás actores o actrices, en prevención de enfermedades de transmisión sexual y para no tener que sufrir constantemente revisiones médicas. Como no tendría otra cosa que hacer por las noches, me apunté a aquel trabajito y sus dinerillos extras.

Aunque empecé en ese espectáculo por pasar el tiempo y pensando que daba igual follar ante una cámara que ante el público en vivo, pronto me encandiló la actuación en el escenario. No conocía yo lo que me podía excitar el calor del público y sus comentarios. Los aplausos empezaban inmediatamente cuando el presentador hablaba de mi como una famosa actriz porno recuperada para el arte y llegaba al paroxismo cuando, antes de empezar, mi compañero me hacía inclinar de espaldas al público y separando mis nalgas con las manos le mostraba mis agujeros abriéndolos para su deleite, metiendo sus dedos en los agujeros y tironeando de mis anillos y cadena que si me los ponía para estimular al personal. El número básico consistía en unas sobadas bien mostradas con estrujamiento de pechos e introducción de dedos en mis agujeros sobre un escenario rotatorio, una mamada a mi compañero y una follada a cuatro patas con corrida sobre mis riñones. Pero en el escenario había una caja donde el público podía depositar dinero adicional para pedir más caña. Según el volumen del contenido de la caja podíamos prolongar el número o pasar a las sodomizaciones y corridas faciales o a una buena exhibición a fondo de mis sguheros con estiramiento extremo de mis anillos. Si la caja desbordaba le hacía una mamada a un espectador al azar poniéndole un condón con la boca, cosa que no sabía hacer y me tuvo que enseñar una compañera, a la que agradecí la deferencia con un número lésbico en privado

En la segunda parte de la película, las escenas aumentaron de crudeza. Mi supuesto hijo me compartía con sus amigos y amigas, los cuales me sometían a diversas sevicias habiendo incluso varias escenas de sado y meadas en mi boca, cosa que tampoco había experimentado nunca,

Me quejé a Raul de que de tal extremo de dureza no se había hablado cuando me propusieron el contrato. Me contestó sin más que el porno actual era así y que si no no se ganaba dinero. Pasó a otro tema: Me propuso descaradamente follar con un individuo que había ofrecido por pasar ocho horas conmigo 1.500 euros.

Por supuesto me negué. Le dije que aquello era prostitución y yo nunca había caído tan bajo. Él me contestó que si prostituirse era ganar dinero mediante el uso sexual del cuerpo, lo que yo hacía, pese a llamarme actriz, era lo mismo. Me quedé sin respuesta y me fui indignada. Más que nada por la frialdad de mi amigo.

Acudí a Roberto para consolarme pero lo encontré más distante aún que a Raúl y además le dio la razón y me aseguró que pronto cambiaría yo de idea.

Durante unos día pensé sobre qué les inducía a pensar que yo accediese a ser ramera. Pero pronto lo supe.

Recibí una comunicación de un juzgado citándome para una demanda de divorcio por abandono adúltero del hogar con el agravante de haberlo hecho público y lesionar el buen nombre de mi marido y de mi hija. En los papeles figuraba todo lo que había hecho desde que recomencé mi carrera de actriz y estaba ratificado con las firmas de los que creí mis amigos Raúl y Roberto.

En suma, el cabronazo de mi marido pretendía quedarse con todo nuestro patrimonio en concepto de daños morales y perjuicios sociales por deterioro de su honor e imagen pública teniendo una esposa reincidente en el ejercicio de actos contrarios a la moral, las buenas costumbres y la familia, mientras que él, a pesar de sus antecedentes había probado su arrepentimiento.

Quise dejar el rodaje para defenderme pero mis amigos me amenazaron con interponer una demanda también por daños y perjuicios al interrumpir el rodaje de una película en la que habían invertido mucho capital. ¡Desgraciados!.

Aunque secularmente la justicia española es lenta, en mi caso se comportó de una manera un tanto acelerada y en tres meses me encontraba divorciada y en la miseria. Desde luego, mi asistencia a las vistas mientras seguía rodando porno no fue ninguna recomendación ante el juez, que tampoco hizo caso a mis demandas de investigar la relación de mi marido con la dulce Ofelia, la que, por supuesto pasó a su poder también.

A partir de ahí, aprovechándome de mi necesidad de dinero para entablar un recurso, mis amigos me hicieron rodar las más repugnantes escenas que jamás verían la luz mediante una comercialización ordinaria, ya que hubieran sido censuradas de inmediato. Estaban destinadas a la comercialización clandestina y, con el factor común de la pederastia, se integraba sadomaso, coprofagía, bestialismo y cualquier perversión que pudiera pasar por las mentes de mis dos "amigos". Mi agujero trasero alcanzó tanta holgura como el delantero por la cantidad de puños que hubo de acoger. Menos mal que muchos eran de chiquillos de 9 o 10 años.

Por supuesto no tuve más remedio que prostituirme como querían, ya que cada video incorporaba un complicado sistema en clave para que cualquiera que quisiera disponer de alguno de los actores o actrices pudiese comunicarse con la productora solicitando los servicios.

No creí ya sorprenderme por nada hasta que me ordenaron quedar preñada. De nada valió ninguno de mis argumentos. Respuestas:

Respecto de la edad: Que no me quedaría con la criatura, que sería vendida en adopción y reportaría beneficios, así que como no iba a criarla poco importaba mi edad.

Respecto del padre: Que cualquiera valía. No tenía más que dejar mis anticonceptivos y follar como siempre, que la suerte designase al padre.

No tuve más remedio. Terminada mi caja de píldoras no volví a comprar. Las próximas películas serían de preñadas y lactantes. Supongo que mi trabajo en el Club "El Pene Loco", donde había sustituido definitivamente a la compañera de mi compañero, se iría al garete.

Antes de tener la primera falta rodé videos donde me follaron varios actores negros, di por sentado que, con mi suerte, la criatura sería mestiza. Claro que, si no me lo iban a dejar me daba igual.

Meses después rodaba las mismas perversiones pero con una voluminosa barriga que acentuaba el morbo de las sevicias a que era sometida. Llegué a tomarle gusto al sabor del semen de tanto como bebía, incluso de distinguir a ciegas el de cualquiera de mis folladores. La orina y las heces fecales ya no me daban asco y las bebía y comía componiendo muy bien la cara de placer para la cámara. Tenía orgasmos con los perros tanto si me follaban como si me sodomizaban, incluso prefería ser apareada con ellos a tener que hacer el coito con aquellos muchachitos de 10 años. No me gustó nada ser follada por un gorila y trabajar con los caballos me aterrorizaba por mi bombo. Pero todo lo hice con gran profesionalidad.

Cuando terminó mi producción de leche, que se prolongó mucho por el constante uso que se hacía de mis ubres, me despidieron sin más con el argumento de que era ya demasiado vieja, 52 años.

No encontré acomodo en ningún burdel y actualmente me dedico a la prostitución callejera.

FIN

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