Retomo mi vida como esclavo.
Pablo ya casi ha hecho borrón y cuenta nueva de su etapa de esclavo para Marcos. Se siente confuso porque Marcos le ignora. Pero, no todo es lo que parece. Pablo volverá a un oscuro pasado del cual le es muy difícil escapar.
Hace ya un año que pasaron esos días de esclavitud al servicio de Marcos. Cuando llegaron sus padres otra vez de viaje, Marcos estuvo ausente un par de días, y durante semanas ignoró mi existencia por completo. Me moría de rabia. Por aquellos días, yo retomé mi vida otra vez, sin estar sometido a la tiranía del apuesto chico moreno popular. Cada vez que lo veía en clase, recordaba esos dos días tan intensos que viví con él. No entendía nada de lo que sucedía. ¿Cómo podía ignorarme de esa manera, como si nada hubiera pasado entre nosotros? Esas preguntas me ponían enfermo. Parecía que Marcos sufriera amnesia y que no recordara que me llegó a hacer el amor. Alguna vez que nos habíamos quedado solos en el vestuario, él ni me miraba ni se dignó a dirigirme la palabra. Marchaba con un paso firme y rápido, como si en la estancia no hubiera otro ser. Pasaron así dos meses. Yo me estaba olvidando de lo sucedido, intentando dejar atrás esos días perversos y esclavos. Hasta que un día, sucedió lo inesperado.
Yo me dirigía hacia mi casa, después del colegio. Eran principios de marzo, y aunque el frío seguía existente, se podía oler un efímero rastro de la primavera. Pasé por un parque cercano a mi hogar, el cual quedaba un poco escondido y nunca había nadie. A veces había visto a gente adulta paseando a su perro o con prisas por llegar al trabajo. Pero se podía decir que era un parque solitario y muy poco transitado. Mientras caminaba, tuve la sensación que alguien me seguía. Me giré un par de veces, pero no vi nada. Pensé que eran fantasías mías. Al caminar unos metros más, oí un ruido seco, como si alguien estuviera pisando hojas. Entonces le vi. Era Marcos. Iba, extrañamente, con pantalones tejanos, eso sí, caídos, con sus deportivas y una sudadera lila. Precisé la vista. Era indudable que era él. Llamé su nombre, pero no respondió. Se adentró dentro de la zona verde del parque y siguió caminando hacia el bosque que había al lado. Nervioso, y sin saber qué hacer, me pregunté a mi mismo que debía hacer. Decidí seguirlo. Le seguí unos tres minutos sin descanso, hasta que me percaté que él había desaparecido. Me encontraba en el bosque, sin saber donde estaba, y el cielo estaba oscurecido. Sentí algo de pánico. Dije su nombre, pero no contesto. De repente, sentí un golpe en la nuca y noté como caía. Perdí el conocimiento.
Al despertar, me encontré en un lugar familiar. Era la habitación de Marcos. Me hallaba estirado en su cama, inmóvil. Me levanté lentamente. Noté la dureza del golpe en la nuca. Sentía un ligero dolor, pero era soportable. Bajé hasta el salón de estar, presa del pánico y del desconocimiento. No vi a nadie. Entonces, fui a inspeccionar en la sala de juegos. Abrí la puerta lentamente, y ahí se encontraba Marcos. Vestía igual como lo había visto, pero sin bambas y sin camiseta. Estaba fumando un cigarro y viendo la televisión. Giró la cabeza hacia mí, y me dedicó una sonrisa.
-Siéntate, Pablo, haz el favor.
Me señalo que me sentase a su lado.
-Qué coño haces?! ¿Qué hago aquí? Me has raptado, secuestrado, lo que sea! Que te has creído!
Se levantó del sofá, apagó el cigarro y vino bruscamente hacia mí. Me empotró contra la pared.
-Sht. Tranquilízate. No te preocupes por nada, lo tengo todo bajo control. Mis padres vuelven a ser fuera, y he llamado a los tuyos para informarles que te quedas en mi casa esta noche, que no te acordaste de decirles que pasarías la noche aquí, conmigo.
Pronunciaba las palabras de una forma muy sensual. Me las susurraba al oído, me tocaba la cara suavemente y me acariciaba el pelo.
-Por-porqué te olvidaste de mí? Porqué me ignorabas?
-Era lo mejor para los dos, Pablo. Yo también estaba confuso. Pero me di cuenta que en el fondo siento amor por ti, esclavo. Necesito poseerte, ya la vez amarte, y esclavizarte. Dime, Pablo, quieres volver a ser mío?
Estaba en shock. No sabía que responder. Marcos me empezó a besar la nuca y a los labios. Cogió mi mano y la llevó hacia su trasero. La paso por debajo del pantalón y la acarició con sus nalgas suaves. Me giró y me puso de cara a la pared.
-Sé que me deseas, esclavo. Y te quiero solo para mí. Me deseas, verdad, esclavo, me deseas!
Marcos se bajó un poco más el pantalón y bajó el mío. Notaba su bulto sobre mi trasero. Lo pasaba por arriba y abajo, notaba el calor de su miembro en mis nalgas. Sentía placer, y sollocé que parara. Él lo hacía cada vez más sensual. Me lamió la oreja, el cuello, la mejilla. Me tocaba el pezón suavemente, y pasaba sus dedos por mi espalda.
-Dime, Pablo, verdad que quieres someterte de nuevo a mi, tu amo, quien tu deseas y ansías, desesperas y alabas? Mi cuerpo volverá a ser tuyo, podrás hacer lo que te ordene. Recuerdas mis pies sudados? Y el olor que desprendía mi sobaco o mis huevos? Recuerdas mi polla, Pablo? La recuerdas?
Estaba a punto de correrme, grité de desesperación. Cada vez me daba más fuerte con su paquete, mas bruscamente.
-Dímelo y pararé, dime que serás mi esclavo y obedecerás todas mis órdenes otra vez!
Me estaba a punto de correr. Me empotraba con mucha fuerza.
-¡Dilo!
-Sí, lo seré!
Me corrí. Él paró y se separó de mí. Me arrastré por la pared y caí al suelo.
-Bien esclavo. Buena elección. Sabía que volverías a mí. Ahora desnúdate. Esta noche he preparado una pequeña fiesta para introducirte. Vendrán unos amiguitos a conocerte. Se mueren de ganas por saber de ti, esclavo.
Me ordenó que me quedara en calzoncillos.
-Vaya vaya, veo que estás un poco más fuerte. Has hecho algo de ejercicio por mí, verdad? Buen chico.
Él se fue a cambiarse. Miré el reloj de la pared. Eran las ocho. En breves los invitados de la fiesta vendrían. Tenía miedo. Todos sus amigos, los cuales también aparecían en mis sueños eróticos, vendrían. Era viernes, ya no me acordaba. Del golpe que me había dado ya no me situaba en el espacio y en el tiempo. Fui hacia la cocina y empecé a preparar la comida. Me pregunté por qué era aquí. No supe que responderme.