Retiro

Sorpresas que da la vida

Retiro


Título original: Retreat

Autora: Deirdre,

Traducido por GGG, julio 1999

"Si quieres, te haré algo que te gustaría."

Mi marido, Carl, sabía de qué estaba hablando. Los dos sabíamos aunque nunca habláramos de ello que no podía soportar la idea de ponerme su polla en la boca. Era bueno con eso, pero nunca hablamos de ello y su silencio voluntario me hacía sentirme culpable de todas formas.

Pero ahora le estaba ofreciendo hacérselo. Y aunque no dejó ver ningún indicio de reconocimiento, sabía exactamente lo que le estaba ofreciendo. Pero así obtendría yo la parte mejor del trato. ¿Qué obtenía yo a cambio?

Esta historia comienza cuando Carl y yo salimos un fin de semana, a hacer caminatas. Somos caminantes serios e intentábamos seguir una senda bastante alejada de los caminos trazados --de hecho estaba a 40 millas (65 kilómetros) de la carretera. Estábamos solos, pero nos gustaba así --trabajando juntos, dependiendo cada uno del otro. Pero nos esperaba una sorpresa --cuando alcanzamos el borde del valle y miramos hacia abajo, había un montón de gente caminando hacia el fondo del valle. Eran todo mujeres. Y no daban la impresión de ser verdaderas caminantes --no parecían aguantar 2 millas (3,2 kilómetros), mucho menos 40 (65 km).

Iban vestidas con pantalones cortos y zapatillas. Carl se preguntó enseguida en voz alta si habría cerca una carretera que no conociéramos. Era posible, en efecto, que se hubiera trazado una carretera privada desde la fecha de publicación de nuestro mapa. No nos veían y nosotros no tratábamos de atraer su atención --apenas vimos como tomaban la curva. Seguimos nuestro camino que cruzaba el valle y recorría la sierra del otro lado en dirección opuesta de la que seguían ellas. Comentamos un poco de donde podrían venir, pero pronto lo supimos. Al minuto pudimos notar que había un edificio delante, y pronto nos asomamos por un borde y vimos una gran cabaña en un claro del valle, con un gran patio de césped rodeado con una valla de cadenas, y un aparcamiento y una carretera que bajaba desde donde estábamos hasta el fondo del valle. Y eso no era todo --¡la mayor sorpresa fue lo que vimos en el patio!

Podía haber unos cincuenta hombres en el patio, alineados y ¡desnudos! Estaban de rodillas en fila. Todos tenían los ojos vendados y llevaban collares al cuello. Cada collar tenía una correa o cadena o algo semejante --no podíamos decirlo desde aquella distancia. Detrás de cada hombre había una mujer que sujetaba la cadena además de un látigo. Las mujeres llevaban pantalones cortos como los de las caminantes. ¡Y algunas de las mujeres estaban haciendo uso de los látigos sobre los hombres que sujetaban! Aparentemente les estaban obligando a hacer algo al unísono y les gritaban y usaban los látigos para mantenerlos juntos. Les hicieron levantarse. Entonces cada mujer dio la vuelta alrededor de su hombre y levantó su polla con el látigo. Algunos de los hombres estaban empalmados. Después se pusieron a sus espaldas y les ordenaron agarrarse los tobillos. Los hombres obedecieron. Entonces les azotaron. A continuación les hicieron ponerse a cuatro patas. Luego las mujeres cogieron consoladores y empezaron a introducirlos en los culos de los hombres.

Observamos con atención el espectáculo. No podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Carl obviamente también estaba pasmado. Instintivamente deshicimos el camino y nos dirigimos hacia el sitio donde habíamos acampado la noche anterior. Con todo me preguntaba qué sería lo siguiente a lo que obligarían a los hombres.

Al regreso, nos encontramos otra caminante --obviamente una mujer con pantalón corto como las que habíamos visto. Bajaba por nuestro mismo sendero y nos vimos mutuamente antes de que tuviéramos tiempo para pensar en escabullirnos. Dijo hola y nos preguntó sobre nuestra caminata. Era amable y le contamos que habíamos planeado un fin de semana en soledad y nos había sorprendido encontrar gente aquí. Contestó contándonos cosas sobre el lugar.

Nos dijo que era un sitio a donde las parejas venían los fines de semana para satisfacer un "hobby" particular que compartían --hombres que permitían que se les esclavizara durante un fin de semana. Nos preguntó si lo habíamos visto y le contamos lo que habíamos visto. Estábamos llenos de curiosidad y le preguntamos quienes eran y todo lo demás. Nos dijo que eran parejas normales a las que les gustaba este tipo de cosas y habían dado con el club de una forma u otra. Dijo que cualquier pareja interesada podía venir un fin de semana, que el precio era razonable, y todo el mundo lo pasaba muy bien.

Bien, finalmente nos separamos y Carl y yo hicimos un par de comentarios sobre lo raros que eran. Pero más tarde me encontré imaginando lo que sería ir allí con Carl un fin de semana. No le dije nada entonces ni durante nuestro camino de vuelta, pero todo el paseo me dio mucho tiempo para pensar sobre ello e imaginármelo. A mitad de semana, me encontré sondeando a Carl sobre lo que pensaba sobre estas parejas aventureras, entonces fui al grano y le pregunté si estaría interesado en ir.

Pareció cauto. Me resultó obvio que una parte de él no quería ir y que otra parte no quería decepcionarme. Pude ver que era mucho para que se lo tragara. Me preguntaba si habría otra parte, oculta, de él a la que le encantaría ir. Esperaba que fuera así.

De modo que hice mi oferta. Él sabía a qué me refería y pude ver interés en sus ojos cuando me buscó para comprobar si realmente quería decir eso. Para ayudarle, le recordé que era sólo un fin de semana, y que podría fácilmente soportarlo para complacerme. Finalmente accedió. Yo tenía un nudo en la garganta. Me puse muy nerviosa de repente --tanto por la aventura de fin de semana como por lo que había prometido. Pienso que los dos sabíamos que conseguiría su recompensa tras el fin de semana. Nos conocíamos el uno al otro.

Bien, estuve inquieta el resto de la semana. La caminante del bosque nos había dicho el nombre de la empresa cuyo propietario llevaba el club de la ladera. Me dirigí a ella y pregunté por el propietario. Creo que supo inmediatamente lo que quería. Demostré mi interés por un club que yo creía que dirigía. Pronto me estaba contando todos los detalles de la firma y de la estancia allí. Quería saber cuándo iríamos, ¡y ofreció el próximo fin de semana! ¡Era jueves y estaba hablando de ir allí el viernes por la tarde! Yo era, de nuevo, todo nervios, pero acepté. Se lo dije a Carl esa noche y casi se ahoga cuando se enteró. Pero inmediatamente adaptó la tarde como ya había hecho yo, y estuvimos listos.

Seguimos las instrucciones. Buena parte de la carretera era privada y bastante tosca. Finalmente llegamos allí, sobre las 2 de la tarde. Una mujer, que dirigía obviamente el lugar, nos dijo que la hora de la inscripción regular era más tarde, pero que nos quedáramos allí para recibir una orientación. Nos miramos mutuamente con nerviosismo.

Otra mujer me condujo junto con las otras mujeres a una sala grande. No sé dónde llevaban a los hombres. Esta mujer se presentó y nos dijo que iba a instruirnos en la habilidad de mandar. Dijo que el control de la propia voz era muy importante. Nos había dicho a todas algo y luego intentó conseguir que nos quitáramos nuestras inhibiciones. Luego nos hizo una demostración de voz de mando. Fue espantoso --no podía creer el efecto automático que ejercía sobre el cerebro. Miré a mi alrededor y vi que las otras mujeres también estaban impresionadas. Entonces nos dijo que no nos preocupáramos, que en una hora estaríamos haciendo lo mismo. A continuación alternó entre hacernos demostraciones y obligarnos a probar a coro, y finalmente dio una vuelta alrededor de la clase escuchándonos y haciéndonos sugerencias. Algunas de las mujeres lo hacían bien enseguida. Yo era de las que tenían un pequeño problema. Emparejó a las mejores para que se dirigiesen mutuamente mientras ella trabajaba a fondo con las de "aprendizaje lento". Realmente empezamos a conseguirlo. Parecía que yo era la más torpe, pero también me iba saliendo. Me sentí feliz además de más cómoda con lo que estaba delante.

Pero la profesora aún parecía empeñada conmigo. No entendía por qué --sin duda lo estaba consiguiendo, aunque lentamente. Me tomó aparte del resto, dejando a todas las demás trabajando, y me encaminó a otra sala. Me dijo que iba a intentar otra cosa conmigo para ver si me ayudaba a entenderlo. Estaba ansiosa y suprimí mi confusión sobre la razón por la que esto podía ser necesario. Dijo que iba a adoptar el papel de esclava por unos instantes. Esto me daría una mejor comprensión de lo que era necesario para adoptar el papel de ama.

Me había puesto de pie frente a ella, cara a cara y me dijo que adoptaríamos nuestros papeles. Me ordenó arrodillarme. Juro que casi me hace saltar fuera de mi piel. Seguí de pie, confundida. Rompió su "papel" y me dijo que no me preocupara, que me daría nuevamente la orden y que, sabiendo por adelantado de que se trataba, podría cumplirla automáticamente. Que debería relajar mi mente, y sintonizar con sus órdenes, y practicar una respuesta instantánea. Luego se encaró nuevamente conmigo y la pude ver prepararse para su papel de mando. Yo estaba allí, lista para arrodillarme. Dio la orden, y me arrodillé inmediatamente.

Sin rastro de una sonrisa, asintió con un mínimo movimiento de su cabeza. Era algo que significaba mucho para mí --era el primer reconocimiento de que había hecho algo bien desde que estaba allí. Me dio una segunda orden: poner las manos sobre la cabeza. Lo hice bastante rápidamente. Capté una breve sonrisa cuando la miré, pero algo en mi se preguntó que qué tipo de sonrisa era. Me dio algunas órdenes más, que me levantara y paseara a lo largo de la pared y otras cosas mundanas. Aporté lo que pude para hacerlo de forma automática. Mi cuerpo arrancaba para obedecer aunque estuviese pensando en otras cosas.

Al instante siguiente, cuando me hizo girarme para encararme de nuevo con ella, vi un látigo en su mano. Continuó con las órdenes, haciéndome arrodillar y levantar. Se paseó lentamente a mi alrededor, mirándome por encima del hombro. Yo quería hacer esto bien. Cuando terminó la vuelta y estuvo de nuevo frente a mí, volvió a mirarme a la cara. Miré fijamente al frente --me había enseñado ya a permanecer atenta. Entonces me mandó que me desabrochara la blusa.

Me quedé helada. No lo hice. Vino derecha a mí y me siseó en la cara: "Vas a aprender cómo funcionan estas relaciones. Es la única forma" Se echó atrás y repitió la orden. Lo hice. En un minuto estaba desnuda.

De nuevo paseó a mi alrededor. Se paró cuando estaba detrás de mí. "Estate atenta" ladró. Escuché un silbido y sentí el agudo dolor del látigo en mi espalda. Dejé escapar un gemido y avancé un par de pasos. Pero luego me recuperé y me mantuve atenta.

"Esta vez quédate quieta." Fui azotada de nuevo. Conseguí evitar dar pasos. Otra vez. Entonces sentí que pasaba el látigo por el interior de mis muslos y lo subía a mis partes. Se abrió la puerta y entró otra mujer y se puso frente a mí. Era la directora. Mantuve mi pose. Mi profesora le dijo que yo estaba "en ello". Le dio el látigo y volvió a su clase.

La directora empezó a darme órdenes. Tenía una voz más apacible que la profesora, pero había algo en ella --me daba escalofríos. Azotó mi espalda mientras yo estaba a cuatro patas y me hizo besar el látigo. Me puso un collar alrededor del cuello. Mientras todavía estaba de rodillas acarició mi coño con el látigo. Sentí que me humedecía. Entonces me hizo besar sus zapatos. Me mandó levantarme, vino cerca de mí y se puso de frente. Pasó el látigo arriba y abajo por mis muslos y espalda. Estaba tan cerca --nuestras caras estaban separadas una pulgada (2,5 cm). Me levantó y me besó en los labios. Enseguida su lengua estuvo en mi boca. Me temblaban las piernas. Entonces paró todo de golpe. Me tambaleé para recuperar el equilibrio. Me mandó arrodillarme de nuevo y me incliné frente a ella. Entonces me hizo levantarme y me arrastró fuera de la sala, abajo al hall y a la oficina. Allí había otra mujer, pienso que una secretaria. Me miró. La directora me mandó quedarme de pie en el rincón, de cara a la pared. No sé porque lo hice. En ese momento me parecía lo único que podía hacer.

Me hizo cenar en la oficina. Más tarde, aquella noche, me llevó fuera. Todos los hombres estaban alineados. Me puso en la fila con ellos. Fui vendada y azotada. Me arrodillé cuando suponía que debía hacerlo y me levanté cuando lo suponía. Alguno de los hombres me vio. Vi a Carl. Estaba siendo sometido por una mujer alta y rubia. Obedecí las órdenes.

Esa noche la directora me hizo lamerla. Nunca hubiera pensado que podría hacerlo, pero su voz --me obligó. Dormí en su habitación en el suelo sobre una estera. Hice todo lo que hacían los hombres todos los fines de semana. El lunes estaba aún allí a disposición de la directora. El lugar se quedó vacío excepto la directora, la secretaria, y unas pocas mujeres. La directora me hizo comérselo a todas.

He estado viviendo allí desde entonces. Veo a Carl a veces los fines de semana cuando llega, pero no he hablado nunca con él. Los viernes le he visto al volante con la rubia alta. Es su ama cada vez que viene.

Siempre hago lo que hacen los hombres. Siempre estoy desnuda. Durante la semana trabajo en el campamento y satisfago a las mujeres. Los lunes por la mañana a menudo chupo pollas de hombres. Muchas mujeres hacen un trato con sus maridos. Para algunas yo cumplo el trato. A veces las esposas se arrodillan cerca de mí y observan como la chupo y me animan. La semana pasada estaba chupando una polla cuando me di cuenta que la rubia alta estaba de rodillas cerca de mí.