Retazos de una secretaria (I): de rodillas
Relato breve de una fantasía mía: un momento en el día de una vida como secretaria sumisa de un empresario poderoso y mandón.
A pesar de que parece mullida, la moqueta acolchada me esta torturando las rodillas. Quizás es por eso que me quería arrodillada allí y no para que estuviera mas cómoda, como yo pensé. No me permite descansar el peso de mi cuerpo en mis talones, de manera que todo el peso y tensión se descarga directamente en mis rodillas. Tengo permiso de reclinar mi cadera hacia atrás, pero no puedo de ninguna manera dejar que mis nalgas toquen siquiera la parte de atrás de mis zapatos so pena de algo que no me atrevo a preguntar.
Llevo mis zapatos a los que llamo “ De despacho de director ”. Normalmente llevo unas flat negras, por estar todo el día dando vueltas en la redacción del periódico donde trabajo, pero cuando tengo que ir a su despacho, abro el cajón inferior de mi escritorio, donde otras cosas que no vienen al caso, están los zapatos de tacón ' reglamentarios ' que debo calzar para poder entrar en su espacio. Son unos zapatos de charol negro, relucientes, tacón de 15 cm, y una pequeña plataforma de 5 en la parte delantera, que estilizan mis delgadas piernas pálidas, me añaden altura y endurecen mi trasero.
Acabo de terminar mi carrera en periodismo a mis 21 y me encontré este trabajo de asistente del propietario-editor en un importante periódico de Barcelona. En la entrevista, me lo puso muy claro: había centenares de chicas que querían el puesto. Con mis respuestas sumisas y obedientes, pas
é
el corte 2 veces hasta que todo se redujo a una rubia oxigenada y yo. Ambas sabíamos a que íbamos, y según ella, yo tenia las de perder. Ella gritaba sexo con cada parte de su cuerpo, mientras yo soy delgada, pálida y de rasgos finos. Otra vez el Director nos pregunto qu
é
le dábamos de diferente de las muchas chicas que querían el puesto. Mientras la rubia se puso a enumerar con voz sensual y mirada coqueta las cosas que ella le haría a él, yo contesté, sin mirarlo a los ojos, que obedecería en todo. El puesto fué mio.
La falda de tubo negra se arrapa a mis caderas y muslos, tensa por mi postura flexionada y mis movimientos rítmicos. La espalda me esta matando, pero no debo parar hasta que haya terminado. El falo del director no se mama solo. Yo lo hago. Cada dia, una vez o dos, dependiendo de su humor y ganas de boca tierna y sumisa.
Llevo un buen rato arrodillada entre sus pies, encima de la moqueta que hace de isla en su escritorio, engullendo metódicamente su dura polla. Reclinado en su sillón, con la corbata por encima de su hombro y los pantalones desabrochados, su polla se pierde mi boca a intervalos, dura y palpitante, ayudada por mi saliva caliente que impregna todo el palo y chorrea por sus testículos, que limpio a cada rato con mi pulgar sin dejar de mover ritmicamente mi cabeza encima de su paquete.
Tengo ordenes de no usar manos, así que mientras una mano la tengo pegada a mi espalda, la otra tiene sus testículos brillantes y peludos entre el pulgar y el resto de dedos, agarrando la bolsa escrotal por completo en la palma de mi mano mientras engullo polla, tirando de la piel del glande hacia abajo, dejando todo al alcance de mi boca caliente y húmeda. Es una postura incomoda en su conjunto, pero es asi como lo quiere ahora. Otras veces disfruta de venir a mi escritorio mientras habla con su mujer, a las tantas de la noche, y apoyarse en mi escritorio sin dejar de hablar con ella. Sin decir palabra, y sin levantarme de mi silla de oficina, le desabrocho la bragueta y se la saco, sin bajarle los pantalones ni nada, para engullirmela y darle una mamada mientras habla con ella. En este caso me permite usar mis manos, pero solo para aferrarme a su cintura y poder embestir mejor su polla con mi cabeza.
En todo caso, cuando entro en su despacho, debo quedarme de pie delante de la puerta, cerrada a mi espalda, y esperar ordenes, sin mirarlo a no ser que indique lo contrario. Normalmente en su descanso de media tarde prefiere una mamada rápida en silencio, como es el caso de hoy. Todo se ejecuta metodicamente. Al director le gusta la precision. Como la apariencia. Mi pelo, liso, recogido en una coleta y algo engominado, apenas se mueve a excepción de la coleta, que se mece al ritmo del vaivén de mi cabeza. Me quite mi pintalabios discreto antes de entrar, para no ensuciar, pero debo ponérmelo otra vez al regresar a mi lugar de trabajo. Siempre llevo el mismo uniforme. Evidentemente tengo mas de cada pieza, pero invariablemente es camisa blanca, falda por encima de la rodilla ajustada, negra, sin medias, zapatos negros.
Pero ya hablare de los gustos de mi Director otro dia. Mientras divago mentalmente sobre mis rutinas sexuales, mi lengua se esfuerza por resbalar precisamente des de la punta del capullo hasta la base, pasando por el frenillo, a cada embestida de cabeza, sin dejar de succionar para quitar el exceso de saliva que pudiera arruinar la mamada. Su polla entra en la cavidad mojada y caliente de mi boca, pasando por mis labios en O, apretados alrededor de las venas del tronco, que siento serpentear en mis labios a cada engullida. Mis labios dejan una pelicula brillante y caliente de saliva cuando retiro velozmente la cabeza, mismos que empujan la saliva enfriada hacia abajo al bajar, sustituyendola por otra capa caliente hasta que vuelva a sacar la cabeza. En el despacho solo se escuchan los sonidos guturales de mi garganta siendo follada en profundidad y de forma ocasional, los ruidos de succión de mis labios y los clics del ratón de su PC mientras ojea la edición digital del suplemento deportivo.
Mi camisa blanca inmaculada esta desabrochada hasta el ombligo, abierta, mostrando mi piel a la mirada del Director mientras le sigo mamando la polla, pero sigue dentro de la falda. Mi sostén sigue en su lugar. Solo debo estar preparada por si quiere correrse en mis pechos o mi boca, pero por la hora del ida (el almuerzo), no querrá marcarme con su semen tan pronto cuando otras personas van y vienen. Eso es mas de ultima hora del día.
Un par de golpecitos en mi cabeza me indican que se va a correr, de manera que sin dejar de mamar, apretando los labios fuertemente alrededor de su polla a medida que entra y sale, me preparo para tragar. Cierro los ojos sumisamente, y atrapo su capullo entre mis mullidos y calientes labios, mientras lengueteo frenéticamente el frenillo y amaso su escroto con la mano, y efectivamente, no pasa ni un minuto que siento los espasmos de su polla subir des de sus testículos peludos hasta la punta de su polla, vomitando semen en cada contracción, llenándome la boca de su liquido caliente y grumoso, mientras el esta aferrandose a los reposabrazos de su sillon.
Su dura polla parece palpitar dentro de mi boca a cada eyaculación. Cuando siento que sus bombeos de semen a mi boca terminan, engullo su polla otra vez, sin despegar los labios, hasta la base. Por el recorrido, compruebo que sigue dura, venosa, aun palpitante de sexo. Cuando mi nariz topa contra su piel, me la saco lentamente, sacando el semen que pudiera haber quedado. Llego a la punta, donde relamo los recovecos del capullo des de dentro de la boca y trago, ostentosamente, su corrida caliente, garganta abajo.
Su mano firme me agarra de la coleta, tirándome hacia afuera, lejos de su polla. Hilos de saliva densa puentean entre mi boca entumecida y su falo brillante por mis líquidos. Sin dejar de agarrarme, me atrae hacia un lado suyo, haciéndome que le recueste, arrodillada como sigo, en sus muslos, con mi cabeza a un lado de su cadera. Siento su polla, ya flacida, en mi estomago, caliente. Inclinado sobre mi, siento que me acaricia la espalda, deslizando sus manos como serpientes hasta llegar a mi culo enfundado en las faldas, donde abre los dedos para abarcar mi trasero por completo, que aprieta durante un rato mientras con ambas manos, me amasa el culo, para terminar con varias palmadas, que agradezco con sendos gemidos. Joder, que caliente me deja.
Me levanto en un movimiento rapido, de dos tiempos: primero desdoblando las rodillas, levantando el trasero, luego incorporando el torso, me aliso la falda y abrocho la camisa. Paladeo para sacarme las restos de corrida de mi boca, pero irremediablemente me va a saber a polla y semen lo que queda de rato hasta que me tome una pastilla de menta. Apuntalo la carpeta contra mi costado, lista para escribir con un boli en la otra mano, muy profesional. Con la voz practicada, musito:
*- Algo m
ás
en que pueda ayudarle, señor?* - digo mirando al suelo.
- Por ahora no, retírate .
Me siento en mi lugar, a punto de tomarme la pastilla de menta. Dudo unos segundos y finalmente la dejo en la mesa para ponerme a contestar correos pendientes con una sonrisa en mis labios.
- CONTINUARA -