Resultó ser interesante
Ir a una gala de premios puede ser interesante y mas si conoces a una mujer como aquella.
RESULTÓ SER INTERESANTE
Contaré que hasta el año pasado yo era un escritor en cierto modo mediocre y poco conocido. Decidí escribir una novela basada en la vida de un famoso jugador de fútbol de mi país y una vez acabada la presenté a un concurso de carácter nacional, donde además de otorgar premios literarios también los otorgaban a otros ámbitos de la cultura (pintura, escultura, cine, etc) o de otras facetas de la vida profesional de las personas como la política o el deporte. Increíblemente me otorgaron el galardón que conllevaba una suma económica muy apreciable y que me solucionaba muchos problemas financieros de mi vida. Tendría que asistir a una gala donde se darían cita todos los premiados. Casualmente, el jugador de fútbol protagonista de mi novela obtuvo el premio al mejor deportista del año y también acudió a la gala en compañía de su esposa, una célebre actriz nacional de gran belleza y de gran inteligencia.
Como no quiero dar sus nombres, les pondré unos ficticios, porque es lo de menos. Él era Paul y ella Gladis. Acudí a la gala sólo, y fue un error, porque los organizadores me dijeron que era costumbre venir con pareja, aunque para ello hubiese tenido que pagar la compañía de una señorita. De todos modos la ceremonia de entrega de premios salió bien y después se celebraría una cena en el comedor de un prestigioso hotel. Cenando caí junto a Paul y Gladis. El futbolista se mostraba distante y me lanzaba miradas de desprecio e incluso desafiantes, porque me parece que no le gustó el trato que le di en la novela. Sin embargo Gladis fue amable y mantuvimos una interesante conversación sobre cine y literatura. Además a ella si le había gustado la novela. Paul bebió demasiado alcohol durante la cena y se emborrachó, supongo que al ser un deportista de élite tendría mucho control en dietas alimenticias y demás y la falta de costumbre al beber le jugó una mala pasada. En un momento dado se puso borde y me insultó:
- Eres un mierda de escritor me dijo Paul-, además pareces maricón, ¿porqué no has traído pareja?
Gladis se encaró con él y le reprendió. Yo le resté importancia dado su estado de embriaguez y le dije a Gladis que se tranquilizara. En cierto modo me sentí molesto porque aquel energúmeno puso en duda mi hombría. Fugazmente me dije a mi mismo : " Cabrón de futbolista, si pillara a tu mujer en la cama se iba a enterar esta de lo que es un hombre de verdad". Mientras tanto Paul seguía dando un espectáculo bochornoso en mitad del salón del hotel, pero de repente se sintió peor y se mostró abatido, con ganas de acostarse. La dirección del hotel había previsto habitaciones para los asistentes a la gala e indicaron a Gladis que podía subir a la 315 para acostar a Paul. Casualmente a mi me dieron la 316 y como nunca había estado en un hotel tan lujoso decidí quedarme a pasar la noche y disfrutar de tanta suntuosidad. La pobre Gladis se sentía avergonzada con la actitud de su marido y en deuda conmigo. Me lancé y la invité a bajar al bar a tomar una última copa después de que ella ayudase a Paul a meterse en la cama. Creí que no iba a aceptar tal invitación pero si lo hizo, imagino que también llevada por la rabia que sintió por culpa de su marido.
Entramos al bar, pedimos: un martini para ella y un whisky sólo para mi. Pronto se sintió incomoda y me dijo que su imagen personal y profesional se vería perjudicada si la gente nos veía juntos o incluso si alguien se atrevía a fotografiarnos y ponernos en una revista del corazón. Contrariado por ello le dije que entonces sería mejor que nos fuésemos cada uno a nuestra habitación, y así lo hicimos.
Entré a la 316 sintiendo una enorme rabia por no poder seguir un rato más junto a Gladis. Me senté en el borde de la cama y me quedé pensativo unos minutos. Entonces aporrearon suavemente la puerta. Pensé que era el servicio de habitaciones por cualquier cuestión, pero al abrir me quedé enormemente sorprendido a encontrarme a Gladis en la puerta. Llegaba descalza para no hacer ruido, en mitad de la penumbra del pasillo del hotel. Estaba bellísima, más incluso que durante la cena, aunque traía el mismo peinado y el mismo vestido. Yo iba a pronunciar unas palabras pero no me dejó porque plantó un sensual beso en mis labios. Curiosamente de la sensualidad pasamos a la desesperación y casi violencia al besarnos. Los dos parecíamos sentir rabia, pero ¿rabia con quien?, ¿con su marido?, ¿con el destino que no nos había hecho coincidir antes? No sé lo que era; podía tratarse de el inicio de una noche interminable de sexo brutal.
Jamás me hubiera imaginado que yo iba a actuar así, pero agarrando su cabello la obligué a arrodillarse y abrir su boca para meter mi polla en ella. Pensé que yo podía estar dándole el mismo trato violento que le daba habitualmente su marido, sin embargo ella reaccionó bien y movida de gran excitación. Pronto lo comprendí: su marido no le daba ni trato sensual ni violento, simplemente su marido no le daba nada, en lo que al sexo se refería. Gladis me mamó la polla con ansia mientras yo gemía de puro placer. Paró un momento para mirarme y decirme, por favor ¡córrete en mi boca! Desde luego Gladis necesitaba sensaciones fuertes. Así lo hice: no pasó un minuto desde que me lo pidiese cuando eyaculé un torrente grandioso de esperma dentro de su sensual y cotizada boca de actriz.
A continuación le lamí su raja un buen rato hasta hacerle pasar momentos tan agradables como ella me los hizo pasar a mi. Después me dijo al oído: "Ahora vamos a culminar nuestro encuentro". Gladis se abrió de piernas ofreciéndome su vagina para perforarla con mi erecta verga. Fue lo mejor de la noche, pero no fue lo último de aquella sensacional velada ni de la relación que mantuvimos después, porque mientras su marido marcaba goles jugando al futbol, yo estuve una larga temporada marcándole otro tipo de goles a la sensacional Gladis.