Respóndeme

Carta a un amor no correspondido.

Te quiero y me duele decirlo, te quiero. Con esas cosas buenas y malas que tiene querer. Preguntarán: ¿Qué tiene de malo querer?.

Cuando él pasa por al lado tuyo sin siquiera saludarte, o cuando le hablas, esperando una respuesta y nunca te la da, cuando tienes ganas de susurrarle al oído –te quiero- pero te callas por miedo a que él se ría. No poder mirarlo a los ojos sin que te corra una electricidad por todo el cuerpo, que te hace carcajear.

Saber que nunca besaras sus labios, ¡Ay! De los cuales jamás escucharas pronunciar un –te amo- chiquito y que cruel es que lo escuches gritarlo a otras mujeres.

Eso tiene de malo querer, amar a una persona tanto que el corazón se te sale de órbita, pero que él ni siquiera sepa que existís.

Que puedes hacer, si el hombre que te gusta, te ignora como si fueras invisible.

Si cuando pasa por al lado tuyo, ni siquiera te saluda o cuando reparte besos a sus admiradoras, no recibes ni un besito chiquito que pueda calentarte el alma. ¿Acaso él sabe lo que estás sufriendo?, ¿Él sabe lo que lloras por las noches? O simplemente lo hace por que sabe lo que sufres cuando apenas lo percibes o lo tocas por accidente, o lo besas en la mejilla por error.

Que puedes hacer si por ser su amiga, te presenta a sus novias, y sabes que tu nunca podrás tener ese título.

Si debiera decirte, oh magnífico amante, lo abrasado que está por ti, este corazón que heriste, no habría en toda la tierra plumas lo suficientemente resistentes para escribir una afirmación tan osada. Pero debes saber, oh mi adorado, que si se agotara la tinta, no se agotaría mi sangre y con su color podría explicarte mi llama interna, esa llama que me consume desde esa noche mágica en que te me apareciste en sueños, haciéndome en cada segundo tuya, en cada momento mujer tan solo de tus manos, con tu hombría, cautivándome para siempre.

¡Respóndeme!, Soy aquella que sufre como una enferma, la que azota las desventuras, la abrasada como volcán, soy aquella a quien quemaste por dentro ardiendo de pasión, y la que como un ciclón, grita: -¡Ven, amor, te necesito!-