Resplandeciente y mortal primavera

Relato número 18 de mi próximo libro, de título: “Relatos calientes para dormir mejor”, una obra con la única finalidad de entretener. Un compendio de todo tipo de historias. Hoy les ofrezco un relato en donde disfrutaremos de un símil entre la naturaleza y una joven con un grave problema sexual.

Hay profesionales terapeutas para todos los gustos y con diferentes habilidades.

Quizás nosotros somos especiales...

Nosotros trabajamos en equipo. Nos llamamos, José Miguel y Verónica. Hoy nos disponemos a tratar, un caso típico de miedo escénico antinatural al acto sexual.

Se llama eretofobia.

Es una fobia que tienen las personas con miedo irracional al sexo, sienten un temor desproporcionado a todo lo que tenga que ver con las relaciones sexuales, e incluso a cualquier asunto de índole sexual, como la pornografía, los juguetes e incluso las conversaciones de índole sexual a cualquier nivel.

Hay personas que no consiguen, ni tan siquiera hablar de sexo, otras a veces, han hecho sexo, pero les ha resultado tan desagradable, que no lo han repetido jamás, o como en el caso de mujeres del pasado, que se casaban y al cumplir con su “deuda” íntima, les suponía tal sacrificio, que no en pocas ocasiones, terminaban suicidándose.

Como verán, esto es algo muy serio.

Suele ser una fobia por traumas infantiles de diferente tipología, o por graves problemas de inseguridad o autoestima, asociados generalmente, a descubrimientos sexuales tempranos en situaciones inapropiadas.

Tere, era eretofóbica.

Era una nueva paciente que venía muy recomendada. Era una mujer madura de 34 años, aún virgen y sin ningún tipo de experiencia sexual. Una mujer tímida, excepcionalmente tímida, que empezaba a tener problemas psicológicos, a causa de su disfunción sexual.

La recibimos, nos presentamos, la invitamos a tumbarse en el diván.

Conocíamos su expediente clínico, gracias al colega que nos la había derivado, previa autorización de la paciente, pero como es habitual, le pedimos que nos contase sus inquietudes, sus problemas, o lo que ella desease relatarnos, a fin de romper el hielo, que se abriese, y de paso, conocer su historia de primera mano.

Al ser muy tímida, tuvimos que ayudarla con preguntas de todo tipo, para generar su confianza.

Después de una media hora de charla intrascendente, hablamos de su problema.

Nos contaba que jamás había podido estar con nadie, que lo deseaba, pero que sufría de miedo escénico, se alteraba, su pulso se aceleraba, su corazón lo sentía como a punto de reventar, su boca seca, sudor frío...

Los clásicos síntomas de una frustración sexual.

-           Mira, Tere, te vamos a contar una pequeña historia.

Érase en un país imaginario, como España, pero mejor.

La acción se sitúa en la naturaleza.

-           Es uno de los cuentos de mi mujer, Verónica. Una eficiente contadora de cuentos, y que nos servirá a modo de reflexión, para afrontar entre los tres tu gran tu problema, que no te quepa duda, que vamos a resolver más tarde o más temprano.

Tere, sonreía tímidamente.

Te leo textualmente:

“Después de varios días de lluvia en la semana anterior, el sol de abril primaveral, llevaba dos días infligiendo todo su calor durante ambas jornadas, lo que suponía, no sólo para mi familia y para mí, sino para todos los habitantes del lugar, un inmenso regocijo.

Nuestro habitáculo familiar era un sitio confortable, se encontraba fuera de los clásicos caminos y senderos, al pie de una pequeña loma manchega,  lleno a ambos lados de olivares que se encontraban llenos de miles de minúsculas flores blancas, que precederían muy pronto, a lo largo del próximo mes de mayo, de otros tantos minúsculos frutos verdes, que después irían engordando poco a poco, las maravillosas aceitunas, ese néctar de oro líquido.

Inmediatamente, a nuestro alrededor, pequeños chaparros y dos encinas frondosas cubrían de tal manera nuestro pequeño entorno, que jamás habíamos sido molestados por nada, ni por nadie en primavera, que yo al menos recuerde.

Nuestra familia estaba compuesta en la actualidad por mí mismo, quien les habla a través de este relato, un joven adolescente, mi hermano algo más mayor que yo, hecho todo un espléndido mozalbete, y por supuesto, nuestra querida, exuberante y atractiva madre, que acababa de dar a luz a un hermano menor, que apenas levantaba un palmo del suelo.

Crecíamos al unísono los tres hermanos, poco a poco, día a día, aprovechando todos los alimentos que la sabia naturaleza nos sabía dar en esta resplandeciente estación, y siempre gracias al maravilloso sol.

Al despertarme aquella fresca mañana de esta primavera, de algún modo nueva para mí, después de haber pasado una noche algo húmeda por culpa del rocío de la madrugada, lo primero que observamos sobre el contorno de nuestra amigable loma, fueron unos minúsculos rayos de sol, que fueron secando segundo a segundo, las pequeñas minúsculas gotas de humedad que teníamos, tanto mis hermanos como mi madre, que ya tan temprano jugábamos alrededor de ésta, bajo su atenta mirada, cuidadosa y tierna.

Algunos insectos nos acompañaban en esta aventura matutina.

En uno de los chaparros, mi hermano había atisbado una pequeña oruga, que encogiendo y desencogiendo su cuerpo, iba poco a poco subiendo por una larga rama.

En el suelo, unas hormigas correteaban, jugando y saltando. Eran jóvenes, y estaban siendo adiestradas por sus mayores en la recolección de comida para pasar el próximo invierno.

Los cantos de los pájaros indicaban, igualmente, la llegada del nuevo día, el clásico ruido matinal del pequeño rebaño de ovejas se oía al otro lado del olivar, caminando lentamente por el serpenteante sendero de tierra que lo circundaba.

El silbido de cuando en cuando del pastor, junto con algunos ladridos del perro pastor, eran los únicos ruidos que nuestra familia oía esta temporada.

Después de tener todo al ganado controlado, el viejo pastor se apresuró alrededor de las diez de la mañana, a echar una pequeña siesta bajo la sombra generosa de uno de los mayores olivos que sobresalían hacia el final del olivar, después de comer su almuerzo.

En la mañana de hoy, y a diferencia de otras soleadas jornadas, el pastor no terminó de acomodarse para su siesta, pues parecía inquieto.

Atisbó a su alrededor con su mirada, y como si se hubiese percatado de nuestra presencia, se dispuso a caminar, garrota en mano, hacia nosotros.

Nuestra madre, como si reconociese el peligro, se prestó a recogernos bajo su cuerpo y extremidades.

Nosotros, jóvenes, pero inmaduros, presentimos un peligro indeterminado y nos quedamos totalmente inmóviles, sin apenas respirar.

Podía ser una falsa alarma y pasar de largo, ya que como dije antes, no existía camino que llegase a nuestro hogar.

El pastor poco a poco se acercaba, la tensión iba en aumento, yo veía entre los dedos y entre las manos de mi madre, cómo se acercaba a mirar el resto de hogares de nuestro entorno, y cogía entre sus manos algo, pero no podía apreciar bien qué era aquello que cogía.

Al sentir sus grandes pasos, inmediatamente, alrededor de mi madre, noté como se agachaba hacia nosotros, cómo con los pies doblegaba hacia un lado a nuestra madre, y cómo con una navaja se disponía a acercarse hacia mi hermano mayor.

Al encontrarlo, ya visible, noté como el inmenso dolor maternal estremecía todo su cuerpo.

Ya no veía a mi hermano.

Cerré los ojos y sólo oí susurrar…

-           Qué hermoso y tierno. Con éste y con el resto que he cogido esta mañana, ya tengo para una tortilla, una hermosa y sabrosa tortilla de espárragos. Estos dos los cogeré otro día, cuando crezcan”.

...

Aquí termina el cuento, Tere.

Miramos ambas a nuestra paciente allí tumbada en el sofá, y dado que tenía cara de no haberse enterado de nada o de casi nada, le preguntamos:

-           ¿Qué te ha parecido la historia? ¿Has sacado algo en conclusión?

-           Pues no, la verdad es que no me he enterado del final. Estoy muy nerviosa (nos dijo con una voz tímida, apenas perceptible).

-           No te preocupes Tere, “te ayudaremos”.

Mira, Tere, la vida de todas las personas tiene un propósito. Así como el propósito de los espárragos es ser disfrutados en un revuelto en casa, mucho más si los has cogido tú, ya que andar por el campo es extremadamente saludable, el propósito de las relaciones sexuales es servirnos de ayuda a nuestro cuerpo y mente. El sexo nos quita estrés liberando decenas de hormonas beneficiosas, entre ellas la oxitocina, al mismo tiempo que equilibra el cortisol, hormona del estrés que en desproporción, nos incrementa enfermedades físicas y psíquicas.

No dudes Tere, que el estrés es el gran desencadenante de las enfermedades modernas.

Una inadecuada vida sexual, más tarde o más temprano, nos causaría perjuicios, quizás en ocasiones, irreparables. A ti, Tere, te está empezando a causar daños muy importantes.

Aquella sesión, sería la primera de casi un centenar de reuniones terapéuticas en las que Tere, fue evolucionando poco a poco, hasta considerarse una persona más o menos normal.

No fue fácil su evolución, y todo fue gracias a nuestras dotes especiales en el tratamiento de problemas sexuales.

No queremos ser engreídos, ni envolvernos de falsa humildad, pero creemos que los problemas sexuales se arreglan hablando, con mucha paciencia, y con muchos ejercicios prácticos, tanto en la consulta como en casa.

Sin llegar a resolver absolutamente todos sus problemas, en la actualidad, Tere, tiene relaciones sexuales con hombres y mujeres de manera más o menos normalizada, y desde entonces, en indudable progresión cualitativa y cuantitativa.

Nos agradece nuestro esfuerzo continuado, y aún sonríe ante aquella primera y extraordinariamente extraña propuesta sexual que le hicimos...

¿Saben cuál fue?

En la decimosexta sesión le pedimos que tapase sus ojos con un pañuelo que le proporcionamos, y con sus ojos cerrados, le sugerimos que se masturbase.

Creíamos que estaba preparada para iniciarse en el sexo.

Ya la habíamos tratado con diversas técnicas de generación de autoestima, con coaching, con inteligencia emocional. La habíamos enseñado ejercicios de respiración consciente, y le habíamos enseñado diversas mudras de reorganización de sus canales energéticos. La habíamos ayudado a interiorizar múltiples habilidades personales, especialmente, sobre la interiorización de verdaderos hábitos saludables. La habíamos tratado con diversos tipos de sesiones de Psicoterapias de última generación, como la de la aceptación y del compromiso, así como con la de interacción del terapeuta con el paciente, la denominada Analítica-Funcional, ambas alternadas con las tradicionales, como las conductistas o incluso las cognitivas, como la de Beck. Habíamos incorporado, incluso algunas sesiones de Mindfulness.

Incluso, éramos innovadores en la utilización de multitud de técnicas complementarias para nuestros pacientes con traumas más complejos,  tales como, sesiones de risoterapía, danzaterapia, musicoterapia, dramaterapia, abrazoterapia, dibujoterapia, equinoterapia, masajes thai y relajantes,  ejercicios muy concretos de yoga, tai-chi, Qigong, y auto Reiki, además de unos automasajes bastante desconocidos, como el Jin Shin Jyutsu, entre otros. Fundamental para nosotros es que nuestros pacientes hagan ejercicio y lleven una alimentación equilibrada, no en vano estábamos cualificados al haber hecho sendos másteres de nutrición. Todo eso, estaba poco a poco dando sus resultados en Tere.

Aquella primera sesión de automasturbación, que no fue aquel día, sino semanas después, cuando se convenció de que la favorecería, fue la primera en que verdaderamente, inició el camino de su lenta, pero progresiva curación.

Fue una sesión realmente atípica, y al final todos terminamos riéndonos de lo acontecido, pues aquel orgasmo, el primer orgasmo de su vida, fue tan especial que terminó llorando de emoción, llegando incluso a contagiarnos.

Allí, en aquel diván verde de esperanza, la habíamos sugerido que se tocase sin prisa.

Aquella mano temblorosa llegó a su sexo, y poco a poco, bajo nuestras sabias instrucciones, comenzó un suave masaje, que junto a la música relajante que habíamos puesto, llegó a conseguir de ella una excitación creciente, que culminó, casi al final de la sesión, en un orgasmo corto, pero intenso.

Hubimos de sugerirle a Tere, tanto Verónica como yo, las diferentes formas de utilizar sus dedos, para la consecución del ansiado placer.  Fue una sesión atípica, no exenta de situaciones cómicas. Tere, ya confiaba en nosotros y eso fue sustancialmente importante.

Las siguientes sesiones de inicio sexual, con ayuda de colaboradores específicamente cualificados, fueron haciendo que Tere cogiese seguridad en las relaciones sexuales interpersonales, descubriendo incluso su bisexualidad innata.

Tuvo sesiones con varios hombres y mujeres, e incluso con una pareja. Su sexualidad fue despertándose de manera natural, eso sí, con la planificación y supervisión profesional permanente de nosotros, sus terapeutas.

Recordamos, posteriormente, muchas veces con ella, aquella primera sesión con un hombre, como desnudos, ambos con los ojos tapados, hizo que Tere descubriese, bajo nuestra tutorización, el sexo en primera persona.

Descubría aquel sexo con sus manos. Temblando como una adolescente, iba progresando en su iniciación. Poco a poco se abría a una normal relación sexual.

Después de las primeras sesiones, al irse acostumbrando a aquellos compañeros nuevos de juego, sus orgasmos se sucedían inexorablemente,  cuando descubrió el sexo oral.

Increíble fue, según nos contaba mucho después con sus propias palabras, la primera vez que fue penetrada, y consiguió un excepcional orgasmo a pesar de las molestias propias de aquella rotura de su himen, a la que hubimos de colaborar profesionalmente con varias ayudas externas, pues era, obviamente, una puerta casi infranqueable a su edad.

En la actualidad, Tere, después de casi dos años de relación profesional con nosotros, nos agradece nuestro esfuerzo e incluso tiene ilusión en integrarse en el mundo liberal cuando encuentre al hombre, o a la pareja ideal.

Ha descubierto el sexo, algo tarde, pero de manera eficaz e integradora en su vida. Ha descubierto que el sexo es bueno, que lo único malo del sexo, son las personas que hacen sucio a esa maravilla natural.

Suerte, Tere, deseamos que encuentres tu equilibrio personal y sexual, más bien pronto que tarde. Eres una persona muy especial y te lo mereces.

FIN.

Espero que lo hayan disfrutado.

Escríbanme. Contestaré a todos los que deseen contarme cualquier cosa, a través de mi correo electrónico. Me encanta compartir de todo, con todo tipo de personas, incluso detalles sobre vida en general, gustos y aficiones, sin que sea que ser necesariamente sobre sexo.

Les cuento que uno de mis próximos proyectos, hay varios más,  sin más pretensiones que el de hacer disfrutar a los lectores, es un libro que tengo en marcha de título provisional: “Historias reales de cornudos complacientes”. Quiero contarles diez historias reales noveladas con escenas de sexo morboso. Llevo actualmente redactadas en borrador,  ocho historias y aún puedo integrar dos historias más si alguno de ustedes, quiere que su experiencia como cornudo o cornuda quedé para la posteridad..., cambiando obviamente nombres y ciudades.

Hasta muy pronto.

PEPOTECR.