Residencia de cornudos

Introducción a la nueva vida de un matrimonio que se ve obligado a mudarse de casa

Todo comenzó con un simple anuncio en internet, donde me ofrecía a alquilar una habitación en mi casa a parejas liberales y dispuestas, no creía que el anuncio tuviese ningún éxito pero uno de estos días en los que me encontraba trabajando desde el ordenador de mi casa uno de los correos llamo mi atención. Decía tal que así: Hola, vimos tu anuncio hace unos días y mi mujer y yo llevamos desde entonces dándole vueltas a la oferta. Nos gustaría conocerte y concretar más. Muchas gracias.

No dude en citarlos lo más pronto que pude, no vaya a ser que al final se echasen atrás. Concretamos un viernes por la tarde, ya que no vivo precisamente cerca.

Era una casa de campo en medio de la sierra, a una hora y media de la gran urbe, tras kilómetros de curvas por carretera nacional y puertos de montaña, rodeada de altos pinos y montañas que harían las delicias de cualquier alpinista, un remanso de paz y aire puro, nada que ver con el estrés, la contaminación y el ruido que tanto odiaba. Lo más parecido a la civilización era una pequeña aldea, a media hora de casa campo a través u diez minutos en coche, depende las ganas que tengas. Una de esas aldeas que en verano multiplica por 10 su población pero que fuera de la temporada turística apenas había cien o ciento cincuenta habitantes, con lo justo para vivir, un supermercado, un medico que venía cada tres días, un cuartel con un sargento y cuatro guardias. Ni siquiera había ayuntamiento, eso sí, bares había para aburrir.

Les había citado en uno de esos bares, uno que me gustaba bastante muy rustico de a cuerdo con el ambiente, todo en piedra y madera con una gran chimenea que a mediados de invierno como estábamos se encontraba funcionando a pleno pulmón. Le pedí a Pedro, el dueño que me pusiera un tercio mientras esperaba. No llevaba ni la mitad cuando vi abrir la puerta, tenían que ser ellos porque tenía controlado a todo el pueblo y aquella pareja eran unos extranjeros que no había visto nunca.

-          Hola ¿Sois Juan y Ana?

-          Si, encantados.

Se quitaron sus abrigos dejándolos descansar en los respaldos de las sillas. Eran una pareja de mediana edad, el de unos 40 años y ella de unos 35 más o menos aunque parecía algo más joven vestida con un vestido de ajustado de rajas blancas y negras hasta el cuello y unas medias negras muy tupidas, aunque dejaban insinuar unas buenas piernas, tenía la cintura estrecha y unas caderas bonitas, me gustaba lo que veía. Era rubia, de un metro sesenta y cinco más o menos, con el pelo largo cogido en una coleta, de ojos verdes y con unas gafas que le daban un aire de ejecutiva muy sexy. El por el contrario era un hombre bastante normal, con algo de barriga pero conseguía disimular la diferencia de edad con una ropa bastante juvenil. –¿os pongo algo? Les pregunto uno de los camareros. –Si por favor, una cerveza para mí y una Coca-Cola 0 para ella.

El camarero tomo nota y se alejo a la barra, regresando en menos de un minuto con las bebidas

-          Bueno ¿Por qué os queréis mudar a mi casa? Les pregunte sin rodeos

-          Veras, Yo hace tiempo que no trabajo y ella ha perdido su empleo recientemente, hemos estado buscando pero la cosa esta fatal y a primeros de mes nuestro casero nos echa de casa. No podemos pagar un piso de la forma “tradicional” y al ver tu anuncio pensamos que podría estar bien, por lo menos de momento

-          Somos una pareja bastante liberal –Interrumpió ella- y no nos importaría pagarte, ya sabes, en carne.

Unas risas despreocupadas invadieron el bar, estábamos solos a si que podíamos hablar de nuestras cosas sin problemas.

-          Está bien eso de que seáis liberales y todas esas cosas, pero no me refiero a un par de polvos o un trió de vez en cuando. Lo que pido es bastante más comprometido, para que no me dejéis tirado. Lo comprendéis ¿No?

-          Bueno, no lo sé, depende de lo que nos ofrezcas a cambio.

Al oir eso llame a Pedro para que nos trajese la cuenta y rápidamente mi acompañante fue a buscar la cartera a su bolsillo –No por favor, habéis traspuesto hasta el fin del mundo, deja que por lo menos os invite a las bebidas. Pague las tres consumiciones y salimos del bar. Hacia un frio horrible, una densa niebla y mucha humedad. Si no fuese por mi cita no habría salido de casa.

-          ¿esta muy lejos?

-          No, a unos minutos. Tengo mi coche ahí en frente. Les dije señalando mi inmenso todoterreno

-          Vale te seguimos

Ellos se metieron en un pequeño Peugeot 305 y esperaron a que entrase en la carretera para ir detrás de mi. Poco después nos acercamos a la verja de mi finca. Un pórtico de piedra con una gran puerta al final de camino, del que salía por cada lado un muro que rodeaba los cinco mil metros de terreno de mi casa. La puerta se abrió y entramos los dos, conduje por el interior de la finca guiándolos hasta la parte de atrás de la casa donde dejamos los coches

-          Bueno, pues ya hemos llegado

-          Un poco lejos ¿No?

-          Si un poco, pero lo que yo te ofrezco aquí no lo vas a encontrar en ningún otro sitio

-          El sitio es maravilloso desde luego –Enfatizo ella- Tiene unas vistas preciosas

-          Pues espera a verlo en primavera, venid os enseño el exterior.

Comenzamos un tour por la finca, les enseñe la cochera donde podían meter su cochecillo, los jardines, la zona de piscina que ahora estaba tapada, con sus césped y su jacuzzi, una pista de tenis y la zona que mas me gustaba, un apartado con un cenador y una barbacoa junto a una gran cama chill-out. También les enseñe,  en la zona mas apartada de la finca una pequeña casita de piedra, al entrar vieron que la tenia adaptada como salón de juegos y reuniones, todo forrado en piedra y madera, con una barra de bar con jarras colgando de arriba, mi propio grifo de cerveza, un billar, maquina de dardos y al fondo, bajando unas escaleras una pequeña bodega.

-          ¿Qué os va pareciendo todo esto?

-          Pues gratamente sorprendido la verdad

-          ¿Y tú?

-          Yo empiezo a verme viviendo aquí jajajaja

-          Bueno vamos a ver la casa

Los guie por los jardines hasta mi casa, era grande, de dos plantas donde el arquitecto había conseguido fundir de forma magistral lo rustico y lo moderno: Piedra, madera, cristal y acero convivían en armonía.

Se accedía directamente al salón. Era grande y decorado de forma masculina pero elegante y presidida por una chimenea que permanecía encendida. Luego vimos la gran cocina, mejor equipada que la de muchos restaurantes (me gusta comer bien) un comedor independiente con una gran mesa justa en el centro. De vuelta al salón subimos por las escaleras a la parte de arriba. Dos dormitorios suite cada una con una inmensa cama, baño completo con hidromasaje y vestidor amplio. Otra habitación más que tenia adaptada como gimnasio y una cuarta como sala de cine con un proyector de cine de verdad.   - Dios estaríamos locos si dijésemos que no a esto. Exclamo Juan a lo que si mujer le dio la razón abrazándose de su brazo.

-          Entonces ¿esta sería nuestra habitación?

-          En principio si, seria esta

-          ¿En principio? No te entiendo

-          Venid conmigo. Les dije

Volvimos a bajar, esta vez al sótano que ocupaba toda la planta de la casa. Una puerta metálica lo dividía del resto de la estancia. Una vez abierta, un largo pasillo con más pertas a los lados apareció ante nuestros ojos. A un lado una sala donde tenía las maquinas de la casa, la lavadora y el resto de cosas para la limpieza de la casa. Tras eso un baño con barios lavabos y una ducha colectiva donde podían meterse 5 o 6 personas. Al otro lado del pasillo, tres dormitorios con una cama de matrimonio cada uno y nada mas.

Una vez arriba ofrecí asiento a mis invitados en el salón y les lleve algo para beber.

-          ¿Qué os parece mi casa?

-          Fantástica, estamos deseando venirnos a vivir aquí. Dijo ella cogiendo de la mano a su marido.

-          Pero hay condiciones para eso

-          ¿Y cuales son?

-          Veras, no me conformo con un par de polvos o un trió de vez en cuando. Si decidís veniros a vivir aquí, tú – dirigiéndome a Juan – pondrás a tu mujer a mi completa disposición, la convertiré en mi esclava y tendrás que soportar que haga con ella lo que me plazca cuando me plaza. Además tendrás que controlar que cumpla todas mis órdenes y tenerla siempre lista para cuando quiera usarla. Y tú – Ahora dirigiéndome a Ana- tu único trabajo será complacerme y obedecerme en todo.

-          Joder eso es demasiado

-          Lo sé, pero son mis condiciones

Ana se levanto del sofá y se fue pensativa a una de las vidrieras del salón y se quedo mirando al vacío desde allí

-          Creo que vamos a tener que declinar tu oferta, pensábamos que esto sería otra cosa

-          ¡Mira cariño! Está nevando……

Tanto él como yo acompañamos a Ana junto a la ventana. Estaba nevando bastante y ya oscurecía cuando mi teléfono sonó: “Puerto de montaña cerrado por nieve hasta nueva orden”

Les enseñe el mensaje, era un servicio de avisos que el puesto de la benemérita tenia con los vecinos del pueblo. Ellos preguntaron si yo sabía algo a lo que les conteste que no. Solía nevar bastante en esas fechas pero no había previsión para ese día. Me disculpe como pude y les ofrecí quedarse esa noche como mis invitados. Mientras los últimos rayos del sol caían sobre el bosque Juan saco una maleta del coche y le dije que la llevara a la habitación de invitados donde su mujer ya había puesto unas sabanas que le preste. Después bajamos al comedor, donde yo había servido la cena. Mientras cenábamos, una intrascendente conversación volvió a romper el hielo que desde el anuncio de mis condiciones había conseguido poner bastante tenso el ambiente. Me contaron que tenían una hija en un internado que por lo elevado de la factura no se podían permitir también un piso y que por eso estaban en la situación que estaban. Ana miraba a Juan con ojos de cordero degollado, algo me estaban ocultando.

-          ¿Qué os pasa? Os noto raros

-          Veras – dijo ella – Hemos dado muchas vueltas antes de llegar hasta aquí y tras ver esto creíamos que por fin habíamos encontrado nuestro sitio, pero al oír tus condiciones……

-          El caso es que no tenemos donde ir – interrumpió él – o aceptamos tu oferta, o estamos en la calle, así de simple.

Me quede unos segundos mirándolos, sus caras lo decían todo, estaban realmente desesperados.

-          No soy un cabrón y no voy a aprovecharme de vuestra situación – les dije - ¿Por qué no os quedáis aquí conmigo hasta final de mes? Os lo regalo sin que tenga que pasar nada entre nosotros, así vosotros podéis buscar mientras trabajo u otro sitio o pensaros mejor mi oferta

Volvieron a mirarse, esta vez con un brillo en los ojos, les había llegado al corazón. No tardaron en aceptar mi oferta y darme las gracias y tras eso la cena trascurrió mucho más distendida. Al terminar, Ana me impidió que hiciese nada, ella recogió la mesa y me dijo que lavaría los platos. Era su forma de agradecérmelo. Mientras tanto Juan y yo volvimos al salón donde esperamos a que Ana terminase y se uniese a nosotros para seguir conociéndonos.

Ahora mi salón estaba únicamente iluminado por la luz que desprendía el crepitar de las llamas en la chimenea. Ya entrada la noche les ofrecí a mis invitados una copa de vino, tenía que impresionarlos a sí que no iba a ponerles nada de lo que tenía en casa a sí que salí fuera, a la bodega a buscar algo con más cuerpo. Hacia un frio horroroso y cada vez nevaba con más intensidad, atravesé como pude toda la finca hasta llegar a la bodega, no tarde en coger el vino que tenía reservado para la ocasión y volví a casa con la botella y previo paso por la cocina tres copas. De vuelta a casa, vi que se habían cambiado de sitio, Juan estaba en mi sillón y Ana en el centro de uno de los sofás, ente ellos quedaba un hueco para mí, el cual tome dejando las copas sobre la mesa, descorche la botella y comenzamos a beber hasta que la botella estuvo casi vacía

-          ¿puedo ir a ponerme algo mas cómodo? Preguntó ella

-          Claro, siéntete en casa

Ella subió por las escaleras del salón dejándonos a solas a su marido y a mí

-          ¿Qué te parece mi mujer? ¿te gusta?

-          Me parece preciosa. Es una pena que no compartáis mi visión de la vida.

-          Si una pena, pero comprenderás que son condiciones realmente duras

-          Lo sé. No te preocupes

Pasados unos minutos Ana volvió a bajar por las escaleras del oscuro salón. Lo primero que me llamo la atención es que llevaba puestos unos altos tacones y un par de medias negras, con forme fue bajando las escaleras vi que llevaba una bata de raso elegantísima que fluía por su cuerpo. Ana se puso frente a nosotros y dejo resbalar la bata tras sus hombros hasta caer al suelo. Estaba prácticamente desnuda salvo por un precioso tanga de encaje negro y un liguero a juego. Tenía unas tetas redondas, grandes y turgentes, con unos pezones apuntadme directamente a mi. Una cinturita estrecha y unas caderas prominentes, se había soltado el pelo y su rubia melena caía por sus hombros. Sin mediar palabra Ana se arrodillo sobre mi regazo, aplastando sus tetas contra mi pecho, me agarro con sus delicadas manos mi cabeza por las mejillas y me beso en la boca. Un beso largo, húmedo y apasionado. Tras eso agarro su copa de vino que había rellenado en su ausencia mientras que con el otro brazo juntaba sus tetas apretándolas bien. Dio un trago largo a la copa, derramando a propósito el vino que escurría por su cuerpo hasta llenar la piscina en que se había convertido du canalillo. Tras soltar la copa llevo su mano tras mi cabeza llevándola entre sus pechos de donde bebí el mejor vino de mi vida, termine por limpiar su pecho y su cuello con mi lengua.

-          Cariño ¿Por qué no le enseñas a nuestro amigo lo que sabes hacer?

-          Claro cielo

Ana se bajo de mi regazo, arrodillándose entre mis piernas. Con habilidad y sin dejar de mirarme a los ojos desabrocho mi cinturón y mi pantalón. Incorpore un poco mi cadera para ayudarla a bajarme los pantalones, algo que ella hizo al momento dejándomelos por los tobillos. – ¡Joder vaya polla tienes! Exclamo al verla tiesa como una roca frente a ella y acto seguido empezó a besarla y a lamerla entera agarrándola por la base hasta metérsela en la boca. Mientras succionaba mi capullo me comenzó a hacer una suave paja que fue aumentando de intensidad a la vez que sus mamadas eran cada vez más profundas hasta que por fin se la metió entera en la boca, comiéndomela como una verdadera zorra mientras me acariciaba los huevos. Tras eso, incorporándose un poco metió mi polla entre sus tetas, aparentándola entre ellas para. Resbalaba sin dificultad entre aquellas dos grandes tetas gracias a que estaba impregnada de su saliva mezclada con mi esperma mientras ella con su lengua lamia la punta.

Su marido por el contrario, había bajado sus pantalones hasta el suelo y tenía la polla en la mano, masturbándose mientras veía a su mujer practicarme aquella espectacular cubana

Cuando Ana noto que estaba llegando a lo mejor, paró en seco y se puso de pie frente a mí, retrocedió unos pasos y muy sensualmente se bajo el tanga dejando ver por fin su coño que llevaba arreglado con una larga y fina línea de vello. Se sentó sobre la mesita de café, frente a mí, abriendo sus piernas y pasando uno de sus dedos por lo raja, lamiéndolo después – Puedes follarla tranquilo, hace años que toma la antibaby. Solo oír eso hizo que me pusiese de pie y agarrara mi polla llevándola hasta su coño que estaba empapado y clavándosela sin compasión hasta el fondo. Sus perfectas tetas rebotaban con cada una de mis embestidas mientras cada vez gemía más y más alto. Juan metió su polla en la boca de Ana para hacerla callar pero no duro ni dos minutos antes de correrse mientras yo seguía penetrando el coño caliente de Ana, con sus piernas apoyadas en mis hombros hasta que yo también la llene de mi caliente leche corriéndome varias veces dentro de ella.

Estuvieron en casa tres días que pasamos conociéndonos mejor y entre trabajo, excursiones por el campo y sexo, sobre todo buen sexo hasta que al amanecer del tercer día baje a la cocina a por mí café matutino encontrándome a Ana allí, vestida únicamente con una que le cubría poco mas debajo de su redondo culo y que fluía por sus tetas no dejando nada a la imaginación. Teníamos ya bástate confianza a si que me acerque por detrás, apretando su espalda contra mi pecho, deslizando mis manos bajo la camiseta hasta sus tetas y haciéndola notar contra su culo que la tenia muy dura

-          Buenos días Ana. Le dije

-          Buenos días, veo que te has levantado guerrero esta mañana

-          Mucho, no sabes cómo me pones guapa. Le decía al oído al tiempo que una de mis manos encontraba el camino desde sus tetas hasta el clítoris

Ella no opuso ningún tipo de resistencia y abrió un poco las piernas para darme acceso a su ya inflado y húmedo coño, donde metí dos de mis dedos. Ella gimió y mientras la masturbaba puso su mano sobre la mía en su pecho para decirme que quería que se la estrujara más fuerte. Mientras la masturbaba y entre gemidos ella atino a decirme unas palabras –Ayer mi marido encontró un piso donde podemos ir, te lo dirá ahora durante el desayuno. Mientras ella hablaba, yo había sacado mi polla del pantano del pijama clavándosela hasta el fondo. –Es una pena que os tengáis que ir, estaba disfrutando mucho de vuestra compañía, sobre todo de la tuya Ana. Le decía al oído a la misma vez que mi polla entraba y salía despacio de su coño. –Cuando Juan me conto que nos íbamos le confesé que la idea que ser tu esclava me ponía mucho pero él no lo acepta, no quiere entregarme. Al oír aquella confesión clave con violencia mi polla hasta el fondo haciéndola invocar a dios. La eche sobre la encimera de la cocina y le subí la camiseta hasta la cadera dejando su culo a la vista. Se lo agarre con fuerza con mis dos manos mientras ella gemía, soltando tras eso un fuerte azote que la hizo estremecer

-          ¡Vaya veo que os habéis levantado fuertes!

Dijo Juan desde la puerta lo que hizo que sacarla mi polla de las entrañas de su mujer e incorporándose ella, como si nada hubiese pasado

-          ¿Cuánto llevas ahí juan? Dijo ella

-          Nada, acabo de llegar

-          Perfecto, entonces vamos a desayunar

Juan y yo  no sentamos en los taburetes de la barra de la cocina, justo donde antes me estaba follando a su mujer y Ana sirvió los desayunos: café, zumo, tostadas y bollería

-          Oye….. tengo algo que decirte. Dijo con miedo Juan

-          Dime

-          El otro día encontré un chico que alquila una habitación a cambio de ya sabes…. Sexo. Lo hemos hablado y vamos a aceptarlo

Ana me miro desconsolada, ese “hemos” no era para nada lo que ella quería, ella quería vivir en mi paraíso natural

-          ¿Y cuando os vais? Le dije yo haciéndome el tonto

-          Esta misma tarde hemos quedado para ver el piso

-          Pues es una pena, tenía esperanzas en que al final aceptaseis mi oferta. Le dije mientras ahora era yo quien la miraba a ella

-          Si, eso también lo hemos hablado y es demasiado para nosotros. Con sexo como el que estabais teniendo esta mañana no habría problema, pero lo que tu pides, el tener que renunciar a ella… es demasiado para nosotros

Otra vez ese “hemos” que nada tenía que ver con ella

-          Bueno, entonces no me queda otra que desearos mucha suerte y decirte que aquí me tenéis para cualquier cosa que necesitéis

-          Muchísimas gracias, tu si eres un amigo. Si quieres podéis terminar lo que estabais haciendo, no me importa que le des tu de desayunar jajajaj

-          No hace falta, será mejor que os ayude a hacer las maletas y no hagamos esto más complicado

El resto de la mañana fue tenso mientras recogían sus cosas. Apenas comimos nada ninguno hasta que a las cuatro de la tarde llego la hora de la despedida. Las carreteras ya estaban limpias y se podía ir a la ciudad sin problema. Mientras Juan sacaba el coche de la cochera yo me despedí de Ana con dos besos en su mejilla y cogiéndola de la mano le dije –Aquí siempre tendrás tu casa, esclava. A lo que ella me respondió mordiéndose el labio. Juan bajo del coche y se despidió de mi con un buen apretón de manos –Adiós, muchas gracias por todo. Juan entro en el coche antes que ella que se quedo mirándome unos segundos y justo antes de meterse en él dijo muy bajito –Adiós, amo. Para poco después desaparecer ambos camino a bajo a un futuro incierto y aunque ella tenía ganas de estar conmigo y la forma que tuvo de despedirse de mí, algo en mi interior me decía que no volvería a ver a aquella pareja nunca más