Residencia de ancianos mirones

La auxiliar de clínica tiene un par de melones que todos quieren ver.

Joana es auxiliar de clínica. Es una mujer estupenda, afable y simpática, servicial y entregada a su trabajo tanto en el comedor como en el área de habitaciones de la residencia de ancianos donde trabajamos.

Yo me encargo del mantenimiento del edificio, tanto arreglo un grifo que pierde como cuido del jardín o hago el mantenimiento de la caldera.

De mi compañera Joana destaca sobre todo su exuberante busto. Para algunos podría resultar exageradamente grande, para otros una bendición divina y para otros un manjar muy, muy deseable. Sus tetas son como las dos mitades de un melón grande pegadas a su pecho, desafiantes y generosamente dotadas.

Sé que se hacen corrillos entre los ancianos residentes para observarla cuando trabaja en el comedor o va por las habitaciones. Se les cae la baba cuando durante su trabajo se inclina hacia delante dejando ver parte de sus pechos o cuando por alguna razón sale apresurada y sus tetas se balancean de un lado a otro exageradamente tratando de compensarse una con la otra.

En las tertulias de los residentes masculinos a menudo sale el tema de lo ricas y hermosas que son las tetas de Joana y lo que cada uno de ellos se atrevería a hacer con ellas.

En ocasiones me piden opinión y disfrutan mucho cuando de forma exagerada les digo cualquier barbaridad como que fallándola por detrás sus tetas deben oscilar como dos campanas de catedral o que me la imagino cabalgando sobre mí al tiempo que se inclina hacia delante para que se las chupe.

En una ocasión, para darme importancia, les dije que la había visto mientras se cambiaba de ropa y que las tenía enormes, infladas como dos globos y levantadas todo lo que la fuerza de gravedad permite. Este comentario terminó por encender los ánimos y todos quisieron saber algo más.

Como vi que estaban muy animados se me ocurrió preguntar que darían por verla desnuda. Lo que llegaron a decir no puedo contarlo aquí.

Cuando les dije que el almacén de mantenimiento queda justo al lado del cuarto donde se cambia y que quizás podría hacer un agujerito bien disimulado para poder mirar, me prometieron todo lo que quisiera pedir.

Atrapado por mi exceso de palabrería me puse a pensar que el riesgo era enorme y que no podía hacer esta fea jugada a mi compañera Joana, corría el riesgo de que se enterase y me denunciara a la dirección del centro.

Después de mucho pensar en cual podría ser la solución se me ocurrió que lo mejor era comentar con ella la jugada, por si se avenía a complacer mínimamente a nuestros queridos viejecitos.

Al principio no quiso ni acabar de oír la historia. Escandalizada por la proposición salió alborotada y trataba de ocultar con pudor con sus brazos lo que es imposible… sus enormes tetas.

Al día siguiente su actitud ha cambiado radicalmente. Se muestra orgullosa se sus atributos y presume de ellos. Hasta a mí me resultan muy apetitosos y esa nueva actitud me parece de lo más estimulante.

Durante el tiempo de la comida nos cruzamos en el comedor fugazmente, pero con el tiempo suficiente para que me diga:

—que tenemos que hablar de ese asunto que me propusiste—

Me parece bien que los ancianos quieran tener un gustito a su edad… y me gusta que quieran verme las tetas… pero yo quiero que se me compense por ello— me dice mientras hace un claro gesto de dinero con los dedos.

Creo que nos vamos a entender con ellos… no te preocupes por ese tema… lo hablo con ellos y arreglado, pero debe parecer que tú no sabes nada del asunto. Vale? — le propongo y los dos sonreímos complacidos por la aventura que iniciamos.

Al día siguiente ya está todo preparado y ocupa su lugar el que más ha pujado por ser el primero. Durante toda la mañana cuenta su experiencia y se deshace en elogios sobre el espectáculo de ver desnudarse a Joana y luego verla como se pone su uniforme habitual

El éxito es tan clamoroso que ya tengo una larga lista de espera y el bolsillo repleto de pagarés, de dinero en efectivo y de prendas de toda clase.

Le pido a Joana que sea generosa en sus actuaciones y que finja que se toca las tetas por placer. Ella así lo hace y el éxito va en aumento.

Los vejetes se dan bofetadas por ser los primeros en disfrutar de la visión del cuerpo lozano y esplendido de Joana. Sin embargo, el nivel de agresividad y las rencillas propias de un sitio donde conviven muchas personas llenas de manías, ha descendido de forma muy notable.

Las que no saben muy bien que pasa, son el resto de inquilinos de la residencia… las mujeres.

La intensidad sube al máximo cuando me entero que uno de los vejetes ha podido ver como mi compañera Joana, se ha destapado del todo y se ha medio masturbado en el cuarto, o al menos eso dice él.

— después de la ducha sentó en un banquito, se empezó a tocar las tetas y luego por abajo hasta correrse como una cerda— dice muy convencido.

A escondidas le comento lo que se va diciendo por ahí y lo alborotado que esta el corral. Joana no puede evitar una carcajada, y luego me explica que lo único que hizo fue meterse el dedo entre los labios y luego rascarse un poco entre los pelos.

Acordamos explotar el filón descubierto sabiendo que el éxito está asegurado entre los vejetes y que ninguno se resistirá a pagar la cuota por disfrutar de tan salvaje experiencia voyeur.

Tengo la suerte de hablar con ellos cuando les concedo la cita y también cuando después del deleite hacen su aportación económica. Las maravillas que me cuentan sobre las tetas de Joana y la enorme diversidad de sensaciones que experimentan, me llenan de satisfacción.

Cuando alguno de ellos me dice que se ha hecho dos pajas en un día, cuando antes apenas se le levantaba, u otro que me dice que ha podido hacer el amor con su esposa después de varios años sin poder, veo que estamos haciendo una buena acción.

En el fragor de las conversaciones sobre la exuberancia de Joana, sobre todo cuando hay varios adeptos a la contemplación furtiva, algunas veces surge la sugerencia: - ¿por qué no le echas un polvete en nuestro nombre?.

Siempre rehúyo la pregunta pero poco a poco me voy haciendo a la idea, hasta que finalmente me convencen y yo se lo sugiero a ella.

Como la otra vez, Joana no se muestra entusiasmada con la idea y necesita varios días para hacerse a la idea hasta que al final decidimos que la puesta en escena será en la sala del gimnasio.

Tiene unos buenos ventanales que dan al jardín, protegidos por unos frondosos setos que proporcionaran la necesaria protección a nuestros cautivados espectadores.

Llega el día maravilloso. Es media mañana de un fresco día de Mayo. Fuera hay nueve vejetes deseosos de verme en acción, follando a nuestra idealizada Joana, viéndola estremecer ante mis embestidas, gozando del enérgico vaivén de sus tetas a cada empujón.

Nosotros también estamos excitados pensando en la audiencia y en que será nuestro primer polvo juntos.

La sala esta desierta, cerramos la puerta con llave y nos entregamos al juego amoroso. Ella se hace la desentendida y corre entre las máquinas y aparatos. La persigo y cada vez que la alcanzo hago que su bata se eleve para ver sus nalgas y le meto mano a las tetas.

Ella se logra librar de mis abrazos y sale corriendo de nuevo. Entonces sus tetas se bambolean exageradamente haciendo las delicias de nuestro público y mías.

En uno de mis abrazos le deshago los botones del pecho y al salir corriendo las dos tetas salen de entre la ropa para reclamar su protagonismo.

Un poco cansada de tanto correr, Joana se deja atrapar y aprovecho para deshacerle los sostenes y poner sus tetas a la vista. Se la cojo y las amaso como creo que los que nos miran desearían hacer.

Es entonces cuando ella empieza a gemir y ha contorsionarse como si mis caricias la hicieran perder el sentido. No cabe duda que sabe interesar al público.

Sin más preámbulos, le termino de quitar la bata, hago que se apoye sobre una mesa de ejercicios mostrándome su culo y mirando hacia el ventanal desde donde nos observan.

Joana, con la mirada perdida entre las maquinas, pone el culo en pompa ofreciéndome su conchita. Le echo las bragas a un lado y la empitono con fuerza.

Mis empujones son tan decididos y enérgicos que hago que todo su cuerpo se balancee hacia delante una y otra vez. Sus enormes tetas siguen el movimiento y parecen dos hermosas campanas repicando.

Después de probar varias posturas, para que todos puedan disfrutar de las mejores vistas, Joana se deja llevar y siento como un explosivo orgasmo se apodera de ella.

Se deja caer sobre una loneta y se regocija con su placer. Yo me termino de dar gusto con la mano hasta que me corro con abundancia sobre el cuerpo de mi sacrificada compañera.

El éxito de esta escena ha sido tan extraordinario que la tenemos que repetir cada semana hasta agotar nuestros repertorios de posturas, de juegos y de escenarios.

¡Todo sea por hacer felices a los vejetes!

Deverano.