Reposo caliente en el quinto sin ascensor

Al despedirse me entrega una carta…, y al leerla solo pude en ese orden…, llamar a la puerta, besarla y follarla el resto de la noche, hasta que nuestros cuerpos dijeron basta

Hola de nuevo, mis queridos amigos...

Hoy conoceran una historia tierna, sexual y con mucho de reposo..., caliente...

Conocí a Mari cuando quiso alquilar uno de mis apartamentos. Era el apartamento más barato que tenia, no tenia ascensor. Era un quinto de uno de los edificios más antiguos de la localidad.

Lo había comprado como inversión.

Fue muy barato y solo tenía que gestionar con los vecinos que se pusiese el ascensor para que se revalorizase como debía. Estaba en una calle principal.

Lo del ascensor tardaría años…, y mientras o bien lo tenía alquilado o bien si estaba libre lo utilizaba para amantes fijas o eventuales, o incluso para alquilarlo por horas o dejarlo a algún amigo para que gestionase en la intimidad sus necesidades sexuales…

Mari era una superviviente. Tenía dos hijos y se había separado de su marido porque era un adicto…, creo recordar…,  a las máquinas tragaperras.

Había dejado a sus hijos con su madre y el primer trabajo que le había salido sin dudarlo lo aceptó.

Si la memoria no me falla…, era de un pueblecito encantador de la provincia de Toledo y su madre era de ascendencia alemana o austriaca, a tenor de su apellido.

Me había contado en alguna ocasión la historia de como su madre o abuela alemana o austriacas…, habían terminado en la Mancha, aunque no recuerdo todos los detalles.

Seguro que había prestado más atención a su cuerpo que a sus palabras…

Aquel municipio toledano se encontraba y se encuentra situado en una llanura, en la comarca de la Sagra y linda con los términos municipales de Aranjuez al este en la provincia de Madrid y con los municipios toledanos de Magan y Villaseca de la Sagra al norte, Toledo capital al sur y Olías del Rey al oeste.

Al sur del municipio discurre el Tajo y de norte a sur es atravesado por el canal del Jarama.

Venia Mari de limpiadora a una empresa especializada en comunidades de vecinos y oficinas.

Trabajaba desde las cinco de la mañana hasta el mediodía. Tenía la tarde libre y buscaba extras para sacar algo más de dinero.

Era puntual en los pagos de su renta y los recibos de luz.

Hicimos una buena amistad desde el primer momento.

Me había parecido buena persona y me había puesto a su disposición por si necesitaba algo.

Si…, llevan razón…, también había pensado en follármela desde el primer momento, pero como su obsesión era resolver su situación económica…, lo otro era secundario para ambos.

Pensé que realmente no le importaba el sexo.

Pasaban las semanas, quizás a los dos meses aproximadamente…, un día me llamó por teléfono.

-       José Miguel, he tenido un accidente en el trabajo, puedes ayudarme por favor.

-       Claro Mari. No te preocupes.

Cogí el coche y me desplacé a la Mutua de Accidentes de Trabajo en donde la habían atendido. Tenía un esguince en el tobillo de grado leve…, y sin ser muy grave tenía que estar al menos dos semanas en absoluto reposo.

Como saben todos los que han tenido algún esguince leve…, el ligamento ha tenido una distensión, lo que implicaba además del reposo absoluto, evitar movimientos bruscos y no hacer esfuerzo de carga de ningún tipo sobre el tobillo dañado.

Nos habían facilitado una muleta para los movimientos básicos, como ir al baño y ese tipo de cosas en las que necesitaba un apoyo para no caerse.

La subí en brazos desde el coche hasta el quinto piso.

Mientras la subía, no dejaba de darme las gracias por todo.

Notaba su olor, el olor sensual de su sudor de su axila izquierda que notaba perfectamente cuando su brazo rodeo mi cuello mientras la subía a través de aquellos interminables tramos de escaleras.

Una vez instalada, la tendí en la cama y como no podía ser menos, organice el tema de comidas y compras durante las dos siguientes semanas.

Fue gracioso cuando dijo que tenía que ir al servicio… La acompañe y ya dentro de él, al no podernos apañar, le dije que cerraría los ojos mientras hacia su pis…

Aquel chorro entrecortado, seguro que por la vergüenza…,  que resonaba en el inodoro me puso cerril y cachondo.

Se me había puesto dura.

Noté que lo notó…

Estaba aquello muy reciente y no eran las circunstancia idóneas… pensaba.

¿Ustedes creen, lo mismo…, verdad?

Despues de organizarle la cena y dejársela preparada. Nos despedimos y me marche.

Me dio por enésima vez las gracias…

-       Jose Miguel…, si no fuese por ti, que hubiese hecho yo… Gracias, de corazón.

-       Tranquila Mari…, hoy por ti, mañana por mí.

-       Ojalá puedas necesitarme algún día.

-       Quien sabe…

Mientras le decía eso, solo pensaba en follarla hasta la extenuación.

Me encantaba su cuerpo alto y delgado. Su melena corta rizada. Sus ojos marrones de alegría. Siempre positiva. Siempre sonriendo…

Los días pasaban y nuestras miraban cada vez decían más…

Charlábamos, nos contábamos cosas…, reíamos a placer contándonos anécdotas de todo tipo, menos de sexo…

Aquel sexo era tabú en aquellos días de descanso obligado.

No nos olvidábamos de su alud…, y juntos hacíamos ejercicios de fortalecimiento agarrada a una silla.

Yo la animaba permanentemente.

Iba a visitarla todos los días.

Un día le llevé un ramito de seis rosas blancas preciosas

-       ¿Me quieres hacer llorar?

-       Mari…, que dices.

-       Jamás me han reglado flores.

Se entristeció, y se echó a llorar.

La abrace y me excito aquel aroma a hembra a punto de abrirse al placer…, sin duda aquellas feromonas estaban despertándose al sentirse cercanas a las mías…

Obviamente mi polla se puso enorme…, y no pasó desapercibido para mari…, pero ella hizo caso omiso a aquel detalle al menos aquella tarde, ya calurosa de principios del mes de agosto.

La ayudaba en todo lo que podía, el subirle compra y a veces ayudarla a quehaceres domésticos.

El último o penúltimo día, ya se manejaba muy bien con la muleta y después de haber cenado un poco con ella y recogerle la mesa, fregarle los cacharros y recoger la cocina, me disponía a irme…

Durante todo el rato me había estado mirando intensamente y algo seria.

Seguro que algo tenía en la cabeza.

Al despedirme en la puerta…,  sacó de detrás de su cuerpo, seguramente la llevaba dentro de sus pantaloncitos cortos…,  un sobre y me lo entrego instantes antes de cerrar la puerta.

Intuía lo que decía en aquella carta de un solo folio escrito con su preciosa letra redondilla en cuatro o cinco párrafos, en los que me daba su agradecimiento por todo lo que estaba haciendo…, para terminar diciéndome que estaba enamorada perdidamente de mi…

No pude hacer otra cosa y en ese orden…

Llamar…, me esperaba allí delante…

Abrazarla y besarnos apasionadamente…

La muleta cayó a nuestros pies…

La cogí en brazos y la llevé hacia el dormitorio…, y allí en aquellas dos camas individuales que yo había unido por comodidad con bridas en su patas…, hicimos el amor durante toda la noche de aquel primer viernes de agosto…

Era el mes de vacaciones y mi mujer e hijos estaban en el apartamento de Alicante…

Teas las cosas tienen sus puntos negativos…

Mi vecina Purifi…, que todos ustedes conocen suficientemente…, era la única que me podía echar de menos, debió suponer…,  como así me dijo el lunes siguientes que me había ido de fin de semana a la playa a dar una vuelta a la familia.

El tema de Purifi, lo arreglaría haciendo horas extras… Con la excusa del trabajo y de descansar…, abandonaba a mari cerca de las doce y media, para poder llegar antes de la una a casa a recibir a la viciosa de mi vecina…

Estoy seguro que todo aquel ejercicio que haríamos aquella primera noche de sexo pasional…, le serviría a Mari…, de ejercicio final de recuperación para su esguince.

Desde aquella primera noche de pasión volvimos a follar intensamente hasta que se fue de vuelta a su pueblo por una enfermedad de su madre, que finalmente falleció unos seis meses después…

Pero antes de irse definitivamente follamos mucho y bueno.

Lo pasábamos genial…, su espíritu positivista y alegre, la hacía una perfecta compañera de vida.

Tenía afición por escribir y a veces antes de irnos a cenar y hacer amor apasionadamente en casa…, pasábamos un par de horas en la oficina escribiendo cada uno su relato.

Desde el mes de septiembre en qué mi mujer volvería, se acostumbraría a que llegase tarde todas las noches con la excusa del trabajo.

Si acaso se mosqueaba y me decía alguna tontería…, me la follaba demostrándole que siempre estaba dispuesto a follarla…

Muchas de nuestras mujeres se creen que si tienes una amante no tiene ganas de estar con ellas…, en mi caso era todo lo contario, pues me excitaba la idea de que creyese inocentemente, que venía del trabajo…, con ganas de hacerle sexo…, y no de estar con mi amante de turno.

Volvamos a Mari, y a una de sus aficiones que me contagio…

Quizás amigos, ella es el motivo principal de que ustedes estén leyendo mis relatos…

Si amigos, Mari era aficionada a escribir relatos y durante aquellas semanas se dedicó a escribir un cuento que contaba a sus hijos de pequeños y que según decía les gustaba mucho…

Me dejó leerlo en alguna ocasión y parecía un historia de cuento, de los avatares de una princesa que tenía todas las noches una aventura diferente.

Tenía dos versiones…, el de la princesa que le contaba a su hija mayor y el del príncipe, que le contaba a su hijo el menor.

Ella fue la que me contagio aquella afición, como les digo…,  y gracias a ello escribí dos relatos en aquellos meses que estuvimos juntos.

De aquellos momentos de inspiración, escribiría en primer lugar el relato de título… “La abogada…”, y en su segundo lugar, el titulado “resplandeciente y mortal primavera…”, ambos títulos de cierto misterio y en el primero con algo de tierna sensualidad…, que tengo preparados para publicar una vez que los haya repasado y actualizado después de tantos años…, en  mi serie de 20 relatos para leer en pareja, que creo que va por el relato trece o catorce, sino recuerdo mal.

Volvamos a Mari…

Vivíamos como novios y amantes, aunque desde septiembre abandonaba su cama pasadas las once aproximadamente…

También ella tenía que madrugar…, ya había empezado a trabajar después de su lesión y se levantaba a las cuatro y media de la mañana...

Paseábamos, tomábamos cervecita y tapas por las terrazas de aquel final del verano por toda la ciudad, paseando de la mano…, y luego íbamos a casa a hacer un amor intenso y muy apasionado.

Otras veces nos hacíamos allí de comer o cenar.

Veíamos películas y hacíamos el amor en el salón delante del mueble en donde habíamos tirado uno de los colchones de la otra habitación.

Como ya les anticipaba su madre enfermó meses después y tuvo que irse.

Estuvimos llamándonos durante semanas y finalmente el tiempo apagó nuestra pasión o amor…

Me la imagino ya siendo abuela y con nietos o casi. Espero que realmente este bien. Quizás al estar yo casado con mi tercera esposa por aquel entonces, aquello no ayudase a que nuestro amor floreciese adecuadamente…

Si el destino se pone terco y lees este relato, no me importaría saludarte y saber de ti…, y en su caso si tu cuerpo quiere recordar instantes de amor y pasión…, coincide absolutamente con lo que siento en estos momentos…

Me encantaría que disfrutásemos juntos una o mil veces más…

PEPOTECR.