Repitiendo con Leo (I)
Iba a ser solo una experiencia para mi mujer y para mi, pero Leo se convirtió en nuestro follador habitual
Nuestra primera experiencia había sucedido apenas mes y medio antes con Leo, y que ya os relaté y fue estupenda, así que siempre tuvimos la idea de repetir trío con él, pero nunca concretamos el momento. Chateamos de vez en cuando con él por internet e incluso le hacíamos algún show privado que él observaba masturbándose, suspirando por estar en esos momentos con nosotros, pero él pensaba que su mujer se olía algo, así que decidió bajar el ritmo de sus escapadas para no empeorar las cosas, por lo que nuestros contactos se reducían a esos momentos. Se despedía mandándome a mi un abrazo y a Elena un beso, dos cunnilingus, una sodomización y varios orgasmos. Le respondíamos que se dejase de mandar esas cosas… y que viniera a dárnoslas en personas.
Una tarde, chateando yo a solas con Leo me confesó estar matando a polvos a su esposa pensando en nosotros, y me daba detalles de lo que le hacía pensando en la mía. Por supuesto, lejos de molestarme, me ponía a mil. Nos propusimos seriamente repetir, por lo que buscamos en nuestras “agendas” con el fin de encontrar una fecha que nos fuera bien a todos. Se me ocurrió darle un toque más excitante, así que le propuse hacer algo especial para darle una sorpresa a Elena. La idea era que él llegara a casa antes que Ella, una media hora antes de que lo hiciera mi mujer, para que nos encontrara esperándola para follarla. Cuando le conté el plan a Leo dudó un poco al principio, pues no sabía si la reacción de mi mujer sería la que ambos deseábamos, pero tampoco me costó mucho convencerle.
Llegué a casa con el tiempo justo, y Leo ya estaba en la puerta esperando. Subimos y ya estaba todo dispuesto, pues por la mañana antes de salir a trabajar me había encargado de dejarlo todo preparado: cama lista y velas perfumadas estratégicamente repartidas por la casa.
Unos post-it por toda la casa junto a las velas pretendían darle las instrucciones necesarias a lo largo del camino hasta el dormitorio a Elena para que llegara en el momento preciso y de la forma que nosotros esperábamos.
A Leo, algo nervioso aún, le pareció muy excitante. En sus otras experiencias siempre había sido todo muy directo, pero en esta ocasión debíamos esperarla en la cama, desnudos y con nuestras pollas preparadas.
Charlamos un poco y le pedí que se sintiera como en su casa mientras yo iba a ducharme. Durante mi ducha confieso que llegué a dudar de si aquello era una buena idea, pues podría haber calculado mal el momento y temía una reacción negativa de Elena.
Mientras terminaba de ducharme, oí como la puerta del baño se abría, y al asomarme tras la cortina vi que Leo entró totalmente desnudo excepto por sus boxers, que le marcaban ese paquete con el que fantaseábamos mi mujer y yo. “Dijiste que me sintiera como en mi casa” me dijo al ver mi cara de sorpresa. “Pues es cierto que te lo dije, si”. Se acercó y me quitó la toalla de las manos. “déjame que te ayude” sugirió y se dispuso a secarme él. Desde mis hombros comenzó a bajar por todo mi cuerpo centrándose especialmente en masajear mi culo. “No deberíamos esperar a Elena?” le pregunte mientras disfrutaba de su masaje, que realizaba ya sin toalla y observando como bajo su ropa interior se marcaba aún más su polla totalmente erecta. Como no soy de piedra, mi polla estaba también lista para el asalto, y el comenzó a acariciarla al responderme: “esperaremos a Elena. Tengo muchas ganas de que mires como la follo. Sé que te gusta. Pero antes tenemos que prepararnos para que nos encuentre en el punto adecuado”. Nada más terminar de decir esto me besó y yo sujeté su cabeza, empujándola suavemente para que la bajara hasta mi polla y la mamara, cosa que hizo sin oponer ninguna resistencia. Ya de rodillas, su lengua recorría mis huevos y mi polla. Lo hacía realmente bien, mientras sus manos sujetaban fuerte mi culo. Me dió la vuelta y trabajó mi culo como si me fuera a follar inmediatamente. Que manera de mover su lengua!
Le invité a irnos al dormitorio, y eso hicimos. Me senté en el borde de la cama y lo coloqué ante mi. Bajé su ropa interior y su polla saltó ante mi cara totalmete dura y me pareciá incluso más grande de como la recordaba. Por fin volvía a meterme en la boca aquel manjar. Que caliente estaba! Deseaba probar su corrida en mi boca, pero debíamos esperar a Elena. Él suspiraba con mi mamada y mis manos recorriendo sus piernas, su pecho y su culo.
Me detuve, pues estábamos muy cerca del punto de no retorno, y yo quería que Elena participara de todo, a pesar de que tuve que echar mano de toda mi fuerza de voluntad para no suplicarle que se corriera en mi boca, que era lo que realmente me apetecía. Nos tumbamos en la cama y nos dispusimos a esperarla mientras recuperábamos la compostura.
Elena fue puntual. Oímos la puerta abrirse y nos tapamos hasta la cintura solo con la sábana, así que nuestras pollas totalmente tiesas se notaban claramente. Para ir poniéndola a tono, durante el día yo había estado mandando mensajes al móvil de Elena diciéndole que me estaba masturbando, o como me la iba a follar esa noche. Ella los respondía con aprobación.
“Anda, que bueno!” dijo Elena en voz alta desde la entrada al ver las velas y leer la primera nota: “no enciendas las luces y quítate la blusa y el sujetador”. Una sonora risa nerviosa confirmaba su aprobación por la idea. Pasos acercándose y segunda nota en el pasillo: ”Quítate la ropa interior y déjate los tacones y falda puestos”. Imaginando que lo hizo, oímos su último acercamiento justo delante de la puerta, donde le esperaba la última nota: “Entra con los ojos cerrados y ábrelos cuando ya estés dentro”.
Unos segundos después se abrió lentamente la puerta del dormitorio y entró ella con los ojos cerrados y tanteando la puerta. “Ya?” preguntó sin moverse nada más entrar. “Abrelos” respondí. Se quedó un momento petrificada con los ojos como platos al contemplar la escena. Había cumplido mis indicaciones y solo llevaba puesta una falda a medio muslo y los tacones. Se tapó las tetas rápidamente con sus manos aún sin moverse de la entrada exclamando “¿Quién es?”. Con la habitación a media luz, por fin identificó a Leo y lanzó un suspiro de alivio junto con una carcajada. “Que susto!” dice ya totalmente relajada y bajando sus brazos mientras se acerca a nosotros. “Se te ocurren cosas muy raras” me dice riendo mientras de rodillas se sitúa entre ambos y saluda a Leo con un profundo beso. Al mismo tiempo sus manos suben por nuestros muslos para llegar a acariciar suavemente nuestras pollas. Nosotros acariciábamos sus tetas en amable correspondencia. “Estás como una cabra” me dice, “y me encanta” para a continuación inclinarse y besarme.
Entre risas y bromas, Leo y yo la recorríamos a base de caricias desde sus tetas hasta debajo su falda, donde nuestros dedos jugaban con su coño cada vez más húmedo. Ella nos besaba y tocaba aún sobre las sábanas nuestras pollas. Tras muchos besos y caricias pidió que la excusasemos un momento, y salió del dormitorio diciendo: “manténgase calentitos, que vuelvo enseguida”. Nada más hubo salido de la habitación, Leo confiesa “Creo que no voy a tardar nada en correrme en cuanto se la clave”, girándose sobre mi y masturbándome esta vez con más rapidez, para seguidamente besarme y meterse bajo la sábana para hacerme una mamada.
Los lametones a lo largo de mi polla y mis huevos dieron paso a una frenética felación mientras sus dedos jugaban con mi ano, que terminó por rendirse y permitir que me penetrara con sus dedos sin ninguna dificultad. El muy cabrón sabía como alterar el ritmo para que no me corriera aunque yo me moviera cada vez más caliente buscando follar su boca y sentir sus dedos lo más adentro posible. Mi mano solo podía llegar a acariciar y apretar su culo, aunque era su polla lo que buscaba desesperadamente.
Elena entró de nuevo en la habitación. Una rápida ducha y volvió envuelta en una toalla, para encontrarnos así. Ella se puso junto a Leo y sin interrumpir le acariciaba la espalda y metía la mano para, ella si, llegar a su polla y sus huevos, que sobaba ante mi envidiosa mirada.
“Para” le ordené a Leo justo antes de correrme. Salió de mi culo y se incorporó. No podría describir lo caliente que yo estaba en ese momento. Lo deseaba todo a la vez, pero había algo que quería hacer y que sabía que a Elena le excitaba muchísimo. “Aquí tienes a tu putita”, dije a Leo. “Quiero que te la folles para mi”. Cuando nos contábamos nuestras fantasías, una que ella repite mucho es que le pone a mil que la entregue a otro y me quede observando.
Él le quitó la toalla y ambos desnudos de rodillas en la cama, uno frente a otro, se abrazaron y se fundieron en un húmedo beso, con las manos de Leo apretando con ganas el culo de mi mujer. Yo estaba fascinado por el espectáculo, y me acariciaba la polla suavemente para no llegar a correrme.
Elena, con la polla de Leo en su mano, le dice “Quiero que me hagas de todo lo que te apetezca mientras él mira. Quiero que mi maridito mire como disfruto contigo y como te hago disfrutar”. Y así lo hicieron. Teniéndome como testigo, se besaban, se abrazaban, recorrían sus cuerpos con caricias o con la lengua. Él apretaba las tetas de Elena con fuerza y ella gemía y suspiraba. Los pezones de mi mujer eran como caramelos para la juguetona lengua de Leo. Ella clavaba sus uñas en las musculosas nalgas de él y yo no podía dejar de masturbarme, viendo lo que le hacía e imaginando qué sería lo siguiente. Y lo siguiente fuñe que él tomó el mando y la empujó hacia atrás. Levantó sus piernas y las abrió para lanzarse a comerle el coño, y Elena me miraba para asegurarse que yo no perdía detalle de lo que hacían, y sonreía al verme mirando muy excitado.
Ella se retorcía de gusto y acariciaba la cabeza de él para sentirlo bien pegado a ella. Como hice yo antes, ella le apartó de repente de su coño con un “para que me corro”. Ahora le tocaba a ella jugar un poco. Intercambiaron su posición y era mi mujer ahora la que lamía la polla de nuestro invitado, la acariciaba lentamente, metía sus huevos en la boca o le pajeaba muy rápido con Leo suspirando de gusto. Ella por fin sacó un condón de la mesita y mientras se lo ponía a él, Leo le confesó que no iba a poder aguantar mucho más. “Yo me encargo” le tranquilizó Elena mientras se colocaba sobre él y se dejaba caer lentamente sobre su polla, estremeciéndose al notar como aquela enorme tranca la iba abriendo a medida que bajaba y, de nuevo, asegurándose que yo la estaba mirando.
Era una imagen maravillosa ver a mi mujer excitada cabalgando sobre la polla de otro. Ella subía hasta la punta de su polla y luego se dejaba caer de golpe, clavándosela hasta el fondo. "Joder, hija de puta, no me hagas esto que me corro" suspiraba Leo. Ella lo volvía a hacer lentamente una y otra vez, con Leo pellizcándole los pezones, lo que hacía que Elena gimiera no se si de dolor o de placer. Seguramente de ambas cosas a la vez. Yo no podía aguantar más. Iba a correrme, así que me acerqué a ellos para vaciarme en la boca de ella, pero sin estorbar para que ella no dejara de cabalgarlo. Elena agarró mi polla y le dijo a Leo que tenía que tragárselo todo. Yo me incliné sobre su cara y él no dudó en metérsela dentro y comenzar a mamarla. Elena aumentó el ritmo y él gemía con mi polla en su boca al notar como ella aceleraba la follada. En cuando rodeó con sus labios mi glande y sentí su lengua acariciándolo, comencé a vaciarme en su boca. Pensé que él iría dejando salir mi leche de su boca a medida que me iba corriendo, pero no se si por la excitación o porque realmente le apetecía, lo que hizo fue tragar y tragar aquella enorme corrida que yo estaba teniendo en su boca. Y sin sacar aún mi polla, él comenzó a correrse dentro de mi mujer, gimiendo y agarrado con fuerza a las tetas de nuestra putita y moviéndose como si no hubiese un mañana.
Por fin terminé de correrme y saqué mi polla de su boca. Elena estaba fuera de si de placer. Se inclinó hacia Leo, que aún mantenía su erección, y él se la follaba todo lo rápido que podía para hacer que se corriera antes de perder la erección. Yo pasé detrás de ella y empecé a trabajar con mi lengua su culo, metiéndola todo lo posible. Elena se rindió. Su orgasmo llegó con sus bocas pegadas y sus lenguas abrazadas, entre suspiros, gemidos, sus uñas clavadas en la almohada y el sonido de mis palmadas en el culo de ella durante el orgasmo.
Cuando acabó de correrse nos juntamos los tres en abrazos, jadeos, suspiros, caricias y besos un buen rato. Habíamos disfrutado de nuevo de un polvo maravilloso y
era solo el principio de una tarde-noche inolvidable de experiencias que, para no aburrirles, iré relatando en los próximos capítulos.