Repitiendo con la pareja
Segunda experiencia realizando un trio con una pareja casada.
Tras aquel primer encuentro, empezamos a charlar cada vez más a través del ordenador, principalmente era con la mujer con la que hablaba ya que él no se llevaba muy bien con los ordenadores. A parte de comentar el encuentro, nos contábamos nuestras experiencias previas, nuestras fantasías y, lógicamente, nos acabábamos calentando... cosa que solucionábamos cada uno a nuestra manera. Yo me hacía una señora paja a cuenta de aquella mujer y a ella le daba una buena follada su marido.
Lo cierto, es que había habido un buen feeling entre los tres. Lo que condujo irremediablemente a que todos quisiéramos repetir... y cuanto antes, mejor. Había pasado una semana y a mí me pasaba lo típico de cuando vuelves a hacer algo que te gusta, tienes todavía más ganas de volverlo a hacer, estaba que me subía por las paredes. Lamentablemente, ese fin de semana ellos ya lo tenían ocupado con compromisos familiares, así que tocaba esperar una semana más subsistiendo a base de mi amado arte masturbatorio. Pero confirmamos la cita para la semana siguiente sin ninguna falta, ya que ellos también estaban deseosos de repetir.
La semana se hizo larga, es como cuando te vas a ir de vacaciones y no acaba de llegar ese día, sin embargo, el día llegó.
Sábado por la mañana, por fin estamos en el día D e inicio mi preparativo personal consistente en rasurarme bien la zona en cuestión, a razón, pubis y bolsa escrotal. Pero esta ocasión voy un poco más allá y pienso que dejarme los pelos del culo hace demasiado contraste con el límpido frontal, así que decido rasurar también la parte trasera. Un espejo, una cuchilla de afeitar a estrenar y paciencia, "et voilà", culito de un bebé a juego con mi parte delantera.
La casa no necesitaba mucha preparación pues soy de tener la casa siempre bastante limpia, quito lo superfluo de la cama, dejando solo la sábana, el clásico barrido de suelo de fin de semana y listos para la acción.
Con puntualidad británica llamaron al portero, "buena señal" pensé, pues eso implicaba que ellos tenían tantas ganas como yo. Los recibí con la puerta entornada, entraron y nos saludamos como la vez anterior, dos besos y un apretón de manos. Esta vez en vez de tomar café los invité a una copa, ideal para irnos soltando.
Durante la misma, comentamos una cosa que a mí me había dado reparo hacer la primera vez, el tema besos. Uno en estas ocasiones no termina de tener claro esto, es sexo, ¿pero los besos están permitidos? ¿Se puede? ¿Son correctos? Ella dijo que los había echado de menos por mi parte, el marido no puso ninguna pega a que hiciera lo que quisiera. Pero yo le expuse mis reparos a besarla después de que se la mamara al marido... una cosa es darle un beso a tu pareja después de que te la chupe a ti, y otra muy distinta es besar a alguien que le ha estado comiendo la polla a otro hace nada.
Me gustaba el trato que manejábamos, cordial, pero sin tapujos, directos al grano, pero con morbo. Supongo que un poco por la copa que me estaba bebiendo, otro poco por la conversación y otro poco por las ganas, el caso es que en esta ocasión fui yo el que se lanzó y ya que habíamos hablado el tema de los besos, me acerqué a ella y le di un buen beso en la boca. Ella lo recibió con agrado, pues abrió la boca para continuarlo. Yo no retrocedí, por lo que por mi cuenta iba a ser un beso solamente, acabó convirtiéndose en un buen rollo.
En pleno apogeo del beso, le empecé a sobar una de sus hermosas tetas por encima de la ropa. Pasados unos segundos, ella se separó de mi, giró la cabeza hacía su marido y empezaron a besarse. Aproveché ese momento para ir desabrochando su camisa y permitirme un contacto más directo con sus senos. El sujetador de encaje eran de los que se abrían por delante, facilitándome la tarea. Según liberé las tetas, me di cuenta de que ya tenía los pezones erectos pero nadie se puede resistir a que te los laman, así que me puse a ello... no debía de hacerlo mal pues ella no pudo sino dejar de besar al marido y soltar un gemido de placer cuando le mordisqueé suavemente uno de esos enardecidos pezones.
- Mmmm... ¡Qué gusto! Sigue un poco más por favor... pero después necesito más. Necesito que me comas el coño. Sentir tu lengua dentro... ¡por favor!
Ese "¡por favor!" sonó tan conmovedor que de ninguna de las maneras me podría haber negado a tal petición.
- Y tú - refiriéndose al marido - ya estás tardando en quitarte los pantalones y en meterme la polla en boca. A ti también necesito sentirte dentro de mí.
Los dos machos nos miramos y, sonriendo, prácticamente al unísono soltamos un:
- Si eso es lo que quiere la señora, eso es lo que haremos.
Yo seguí comiéndole las tetas mientras iba desabrochando el pantalón y el marido se quitó los pantalones y el calzoncillo, se subió al sofá en el que estamos sentados y le encasquetó la polla a la mujer en la boca, ella la abrió y se dejó penetrar. Realmente en este caso no era una mamada, ella se dejaba follar la boca por ese amasijo de carne dura y engrasada.
Mientras él seguía penetrándola, yo dejé de comerle las tetas y tiré de su pantalón dejando al aire su bonito coño, sí, la muy descarada había venido sin ropa interior... ¡toda una declaración de intenciones! Eso me calentó más, haciendo mi erección ya completa y que esta luchara por salir al exterior.
Acerqué mi boca a su sexo ya mojado y deslicé mi lengua desde la parte inferior hasta su clítoris. Al separar mi lengua, un hilo de lubricación nos mantenía unidos. Entonces hundí mi lengua en su interior y empecé a moverla arriba y abajo, sin prisa, disfrutando cada pasada, haciendo retorcerse de placer a la mujer y provocándole que hiciera un movimiento de pelvis para que no me volviera a separar, pero en estos momentos el que mandaba era yo y para demostrárselo, de vez en cuando apartaba mi cara para mirarla y observar su vista perdida en cualquier parte de la habitación. Una de las veces me sorprendió al sujetarme la cabeza impidiéndome el reclinarme y decirme:
- Ni se te ocurra volver a separarte, ¿ok? ¡Necesito correrme, no me puedes tener así!
No quería ser yo el que pusiera las cosas difíciles, así que después de un último repaso a su vagina, succioné su clítoris y ella empezó a contraer involuntariamente su vagina, sin lugar a dudas, sus gemidos demostraban que estaba próxima al orgasmo, por lo que continué con la succión de su hinchado clítoris y empecé a notar como empezaba a tener contracciones. En ese momento simplemente mantuve un leve contacto a la par que sus contracciones se debilitaban. Fue exquisito sentir como se corría gracias a mi lengua.
- ¿Por qué no seguimos la fiesta en el dormitorio? - dije yo.
El marido aparto la polla de la boca de su mujer y dijo:
Me parece bien, allí seguro que estaremos más cómodos.
Mmmmmmm... después de haberme dado ese orgasmo... ¡voy donde tú me digas encanto! - Alcanzó a decir la mujer.
Así pues, nos dirigimos los tres hacia el dormitorio, ellos delante y yo por detrás. Pude fijarme en que la mujer llevaba algo colgando del culo, pero no llegué a ver de qué se trataba exactamente, tampoco hice ningún comentario y cuando le había quitado el pantalón no me fijé en que llevase nada pero de todas formas, en breve sabría de que se trataba.
Ya en el dormitorio, ellos se terminaron de desnudar y él volvió a darle de comer a la mujer, ella aceptó su rabo de buena gana. Yo me desnudaba tranquilamente mirando la escena. Como ya comenté en el otro relato, realmente ver a dos personas practicando sexo tan de cerca es como ver una película porno y me estaba poniendo bastante malo.
Cuando ya estaba completamente desnudo, insté a la pareja en que me tocaba disfrutar a mí un rato, ella ya se había corrido una vez y él había tenido una buena sesión de sexo oral. Obviamente ninguno puso pegas a mi comentario y ella se dirigió hacia mí, con la mirada clavada en mi erecta polla.
Me masturbó suavemente mientras empezaba a brotar de mi ser lubricación, entonces consideró que era un buen momento para introducírsela en la boca. Yo imité lo que había visto antes y sujeté la cabeza de la mujer y, con cuidado de no atragantarla, empecé a follarle la boca, pacíficamente al principio para que se fuera aclimatando a la profundidad y más salvajemente luego.
Yo me encontraba de pie en el suelo, y ella de rodillas en la cama, ofreciéndole unas vistas de lo más apetecibles al marido que se encontraba detrás suyo. Se masturbó durante un momento para pasar a la acción al poco tiempo, pasó la cabeza de su polla un par de veces por el abultado coño de su esposa y la introdujo de un estacazo hasta la empuñadura de un solo golpe. Ella gimió de placer y él empezó a moverse frenéticamente dentro y fuera, dentro y fuera. Debía de sentir tanto placer que me puso una mano en la barriga para que me separara. Le faltaba aire del placer que estaba recibiendo.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Me corro! ¡Ni se te ocurra parar! - le gritó al marido.
Un segundo orgasmo la alcanzó al momento, haciéndole bajar la cabeza y resoplando de gusto. A él todavía le quedaba un poco y me miraba sonriendo.
- Creo que te toca a ti ahora. - me dijo él - Ven acércate, creo que te va a gustar esto.
Yo dudé un poco, pues que no sabía a qué se refería. Pero al acercarme, lo entendí todo. ¡Esa mujer llevaba puesto un plug para ensanchar el culo! ¡Quería que le diera por el culo! No podía creerme esa suerte. Siempre me ha gustado mucho el sexo anal, la fruta prohibida del sexo. Y ahora podría hacerlo con ese bonito trasero.
Mmmmmm... ¡Vaya que sorpresa! - exclamé cuando lo vi - ¿Y me lo dejas estrenar a mí? ¡Eres bueno tío!
¿Tienes lubricante? - preguntó la mujer un poco más repuesta - Si no, nosotros hemos traído.
No te preocupes, si que tengo, si. Ahí en la mesita está.
Cogí el bote y puse una buena cantidad en mi precintada polla. Retiré el plug y derramé otra dosis en su culo, metiéndole un par de dedos que entraban fácil gracias al juguete. Ella ni se había movido de posición desde que el marido se la había empezado a follar. Nos intercambiamos las posiciones el marido y yo, quedando él de pie y yo listo para penetrarla.
Lo que me gusta del sexo anal, aparte de que es más raro practicarlo y por ello se agradece el hacerlo, es lo apretado que se está cuando te alojas en el culo de alguien, siempre es así... y esta vez no fue una excepción.
Empecé a meter mi glande, con cuidado, pues aunque el plug había dilatado la entrada, todavía costaba meterla y no quería hacerle daño. Una vez ya metido, fui entrando más y más hasta tener toda la polla dentro. Entonces poco a poco volví a sacarla, pero dejando mi glande dentro. Repetía y repetía la operación una y otra vez. Mi placer era inmenso y a juzgar por sus gemidos, el suyo también.
- ¡Joder! Como me gusta follarte el culo. ¡Es delicioso!
- Y a mí que lo hagas, me encanta que me folles, sigue, ¡sigue!
Mientras yo me la follaba por el culo, la mujer le había empezado a hacer una buena mamada al marido, como ella sabía, deslizando bien toda la lengua desde los huevos hasta la punta. No llegaba a hacer una garganta profunda completa, pero se veía que ponía mucho énfasis en que entrara todo lo posible. El marido lo estaba disfrutando a tope, pues de vez en cuando lo miraba y mantenía los ojos cerrados por el placer.
- Oh, sí, cariño. Me corro, ¡me corro!
Y un instante después, oleadas de semen inundaron la garganta de la mujer. Ella no desaprovechó ni una sola gota de ese manjar. A él le costaba mantenerse de pie del goce. A mí la verdad es que tampoco me faltaba ya mucho. Ese culo prieto estaba causando estragos en mi erecta polla y se me hacía muy difícil aguantar más.
Yo también me corro, sí. ¡Ah, me encanta!
Vamos, dámelo dentro, ¡quiero que me lo des dentro!
Y así me corrí, los espasmos de placer fueron indescriptibles, haciéndome bajar el pecho hasta apoyarme en su espalda. No podía más. Después de un momento más acoplados, salí de ella. Me quite el condón y me tumbe en la cama. Ella se dio la vuelta y, para mi sorpresa, me chupó toda la polla, dejándomela perfectamente limpia.
Ellos también se tumbaron en la cama un poco pues estábamos rendidos los tres. Sin duda el sexo cansa, y si encima se hace con esa intensidad... más todavía. Después de un rato de silencio reponiendo fuerzas, comenzamos a vestirnos mientras íbamos comentando como lo habíamos pasado.
La verdad es que era una delicia poder follar de esa manera, con esa gente. Sin tapujos. Con buen rollo. Para ellos también debía de ser bueno el haberme conocido pues reconocieron que no solían volver a quedar con los otros hombres con los que habían quedado, bien por la forma de follar de él, bien por su forma de ser, etc. Así que también se mostraban muy agradecidos y con ganas de repetir y hacer algo nuevo y morboso.
Pero esa ya... es otra historia.