Repartidor de Colmado
Como un repartidor de un colmado se encuentra en una situacion nunca esperada.
"Se necesita chico repartidor para colmado".
Despues de realizar la entrevista (que no fue tal por lo sencilla que resultó) me incorporé al trabajo al cabo de pocos días. Era un pequeño establecimiento en pleno eixample de Barcelona regentado por un matrimonio de mediana edad. Necesitaban a un chico joven para que hiciera los repartos por la zona. No era el trabajo deseado pero me permitiría sacarme algún dinerillo que siempre va bien en esa edad y mas cuando los estudiantes suelen andar mas bien escasos económicamente.
Los primeros repartos transcurrieron sin ningún problema. Empujaba la carretilla hasta la dirección indicada esperando que la finca tuviera ascensor, colocaba el pedido donde el cliente me indicaba, me sacaba una propinilla (además del sueldo) y volvía a la tienda donde, generalmente, ya me tenían preparado otro reparto.
Mientras me indicaban la dirección del nuevo reparto, el matrimonio me indicó que este cliente era un tanto especial. Era una persona muy mayor, que era minusválida y que no oía demasiado bien. Me avisaron que no lo hiciera mucho caso y que me limitara a entregarle el pedido y marcharme. No le di demasiada importancia pensando que seguramente seria un abuelo que ya chocheaba y que lo único que querría seria hablar con alguien.
Efectivamente, cuando llame al timbre desde abajo, y respondió, tuve que repetir varias veces quien era elevando un poco el tono de voz demostrando la sordera de la que me habían avisado. Una vez abierta la puerta, me metí en el ascensor y apreté el botón del ático. Ya me estaba esperando en la puerta y después de saludarle me dijo que pasara. Calculo que tendría más de setenta años. Estaba en una silla de ruedas y una pequeña manta muy desgastada y con pequeños restos de comida le cubrían las piernas. Era muy delgado y estaba calvo. Le puse el pedido en la cocina como me indicó. La cual tenía un aspecto de dejadez y abandono.
Cuando le pasé la nota me dijo que fuéramos al comedor porque allí tenía el dinero. Me dijo que me sentara y puso el dinero sobre la mesa y empezó a contarlo hasta que me dió el importe exacto junto con una pequeña propina.
Me contó que el anterior chico era muy majo y que estuvo mucho tiempo. Me preguntó la edad y varios cumplidos más. Parecía que quería enrollarse a entablar conversación por lo que hice el gesto de levantarme para darle a entender que me tenía que marchar. Me dijo que si yo tenia novia y le contesté que si (era verdad). "¿Y lo haces mucho con ella?" La pregunta me pilló por sorpresa pero le seguí el juego contestando que si.
Sin venir a cuento, me dijo que hacía muchos años que estaba en la silla de ruedas y que le habían recomendado que para fortalecer las piernas iba muy bien el semen. Por supuesto que no me lo creí pero le seguí el juego asintiendo con la cabeza. Eso parece que le dio seguridad para proponerme que le ayudara y que me lo agradecería dándome otra propina. Me sorprendí a mi mismo cuando la única razón que dije fue porque me daría vergüenza. No es que lo deseara, sino que veía la oportunidad de ganarme algún dinero más. Trató de convencerme argumentando que no me asustara y que él no haría nada. Que nada más seria un momento. Cada vez iba bajando más mis defensas y ante su insistencia al final cedí pero sin abandonar el bochorno que realmente estaba pasando. Me dijo que me masturbara y que cuando estuviera punto le avisara para que me corriera en su boca. Le dije que no, que solo me limpiaría en un pañuelo. Accedió.
Sentado en un sillón y el anciano al lado con la silla de ruedas, me desabroché el cinturón y los botones del pantalón y, con una mano me retiré los pantalones y los calzoncillos hacia adelante y con la otra me cogí la polla. Empecé a pajearme lentamente mientras se iba agrandando. La camisa no dejaba ver bien nada, así que el abuelo me la retiró para poder ver lo que estaba haciendo. No puse ningún impedimento.
No tardé mucho en correrme y en limpiarme en un pañuelo de papel. Me lo pidió y empezó a chuparlo delante de mi.
Ya se estaba haciendo demasiado tarde y tenía que marcharme. Me dio mil pesetas y me dijo que si quería podía venir dos veces por semana. No quedamos en nada y me marché.
De camino de vuelta a la tienda, iba pensando en que ese trabajo no lo quería y que hoy mismo les diría que ya no iría mas. Me hice el asustado y les explique a grandes rasgos que ese señor me había propuestos cosas raras y que mañana ya no me vendría a trabajar. Me dijeron que lo mejor que podía hacer era entregar el pedido y marcharme sin hacerle caso pero que de todas formas hablarían con él. De nada sirvieron sus excusas ya que me estaba dispuesto a no continuar con ese trabajo.
La verdad es que aquel dinero ganado tan fácilmente me hizo pensar que no estaría mal ir un par de veces por semana y más teniendo en cuenta la manera en la que fue. Después de pensarlo varios días, me decidí y fui a verle. Llamé desde abajo y cuando le dije que era "el chico del colmado" me abrió. Una vez arriba le saludé sonriendo con cierta vergüenza y con el temor de que el dueño de la tienda hubiera hablado con él y que encima ahora yo me presentara como si nada. No sé si realmente le dijo algo pero lo único que me dijo era que los pedidos se los había traído el dueño del establecimiento. Me preguntó que si se me había olvidado algo a lo que le respondí que me dijo que me pasara si quería dos veces por semana.
Esta vez fue más sencillo. Fuimos al comedor y directamente me dijo que quería vérmela. No me senté en el sillón como la otra vez. Me quedé de pie delante de él e hizo el gesto de desabrocharme el cinturón pero en seguida tomé yo la iniciativa y me baje los pantalones y calzoncillos hasta la mitad de los muslos para que no se pasara más de lo que estaba dispuesto a hacer. Mientras me pajeaba con su cara casi rozándome me dijo que esta vez querría que lo hiciera directamente en su boca. No le hice mucho caso y cuando ya estaba a punto de correrme, le puse la polla en la boca tratando de no tocarle. El intentaba metérsela pero le apartaba la cabeza suavemente. Aun así, mi polla rozó su lengua varias veces.
Me volvió a dar las mil pesetas y me marché.
Cada vez estaba más contento con ese dinerillo que me ganaba a la vez que empezaba a darme morbo aquella situación llegando incluso a pajearme en casa pensando en aquello y a imaginarme una especie de carta por mis servicios con sus respectivos precios según lo que fuera. Esto nunca se lo llegué a plantear ya que realmente era una manera de recrearme en lo que estaba haciendo de manera particular.
La siguiente vez que nos vimos todo fue un paso más allá. Siempre con la debida distancia pero cada íbamos cogiendo más confianza. El ya no se molestaba en disimular nada y yo cada vez me iba encontrando más tranquilo (aunque nunca del todo). Ya no se conformaba con que me pajeara rápidamente, le ofreciera mi semen y hasta la siguiente vez. Quería recrearse que para eso me pagaba. Los pantalones y los calzoncillos ya tenía que quitármelos totalmente y aunque me dejara la camisa tenía que tenerla totalmente desabrochada. En esa ocasión fue en su habitación. Me senté en el borde de la cama y al estar desnudo de cintura para abajo trataba de esconder lo que pudiera juntando un poco las piernas porque aún me daba algo de vergüenza por mucho morbo que me diera. Me separó las piernas para poder ver bien como lo hacía. También me acariciaba los huevos pero yo trataba de impedírselo pero no aceptaba la negativa e insistía. Bien por placer o por sumisión, le dejé hacer. Me los tocaba con la punta de los dedos o me los masajeaba con la palma de la mano. Me gustaba ver como esas manos tocaban mis huevos. Esta vez si que estaba realmente excitado y cuando ya me corría acerqué mi polla a su boca y sin darme cuenta ya la tenía dentro. Y aunque en un principio hice el intento de apartarme en seguida cedí y mientras me la chupaba cerré los ojos de lo que estaba disfrutando.
Nos volvimos a ver otro día. Ya casi era costumbre que me sentara en el borde de la cama mientras me acariciaba los huevos y las piernas. Incluso el me pajeaba o hacia que me levantara para chupármela a la vez que me cogía por el culo. Yo cada vez me dejaba llevar más. Hizo que me diera la vuelta e inclinándome un poco tuvo a su disposición mi culo y mis huevos. Me los palpaba como sopesándolos y de pronto note su lengua en mi culo. Fue una sensación muy agradable al notar como algo suave y mojado me hacia cosquillas por lo que empecé a pajearme completamente excitado. Me sentía muy vicioso y a la vez deseado. No tarde en correrme dentro de su boca momentos después de que mientras terminaba de pajearme me chupaba mis cargados huevos.
Todo empezó a enfriarse cuando el abuelo cada vez iba a más. Yo ya veía normal que me acariciara lo que quisiera y que me chupara tanto la polla, los huevos como el culo y el quedarme totalmente desnudo. Todo eso me daba mucho morbo. Disfrutaba y encima me sacaba un dinero. La cuestión es que empezó a saberle a poco y la cosa ya no apuntaba bien cuando quiso besarme en la oreja, en el cuello o en los hombros (en la boca ya ni se atrevió). En esto si que no estaba dispuesto a ceder y no se lo tomó muy bien. En cierta, ocasión, mientras yo mismo me pajeaba me dijo que quería besarme la oreja. Le dije que no. Que eso no me gustaba. Y lo mismo cuando lo intento con el cuello o los hombros. Se enfado y me dijo "si te gusta, maricón". Me levanté y le dije que me marchaba, que esas cosas no me gustaban y que se buscara a otro. Trató de tranquilizarme diciendo que no lo había dicho con mala intención, que no me enfadara y que le gustaba mucho. Me convenció y empezó a pajearme suavemente. "Ves como te gusta" me dijo. Al ver que todavía no estaba del todo conforme trató de engatusarme ofreciéndome más dinero pero le dejé bien claro que lo de los besos no me gustaba nada y que no insistiera. Me dijo que no me lo tomara a mal pero que le gustaba decirme "maricón". No me hacía mucha gracia al principio pero acabó gustándome que me llamara así y porque también tenía miedo de que ya no quisiera verme más.
Después de esto aún nos vimos unas pocas veces más pero la actitud del abuelo cada vez era más arrogante y autoritaria por lo que ya dejé de ir a visitarlo.
Han pasado 20 años de esto y aunque nunca me ha llamado la atención estar con un hombre (ni siquiera en pensamiento) aún hay veces que me pajeo pensando en aquella experiencia.