Rencor o cariño

Un rechazo se convirtió en un intercambio

RENCOR O CARIÑO

En ese entonces, trabajábamos en oficinas contiguas y los dos pasábamos por momentos familiares difíciles, él se había divorciado y no se acostumbraba a su nuevo ritmo de vida. En mi casa mis padres también se habían divorciado, los hijos quedamos con la madre, con la que yo nunca compaginé y lo que yo más ansiaba era salir de esa casa. Mis planes nunca fueron de casarme y el pensamiento de la posible soledad me abrumaba si decidía mudarme a un departamento, sin alguien con quien platicar o intercambiar ideas, además eso no me resolvía mis problemas.

De vernos y saludarnos día con día fue desarrollándose una buena amistad. Al medio día salíamos y comíamos en un pequeño restaurante y ahí platicábamos y nos contábamos nuestros problemas. También a la hora de salida buscábamos algún lugar para platicar y pasar un buen rato.

Con el tiempo mis regresos a casa en las noches se atrasaron con las consecuencias y reclamos de mi madre.

Los dos tratábamos de expresarnos, uno al otro lo que considerábamos nos podría dar la felicidad con la que sentíamos que no contábamos. La mayoría de las veces él me iniciaba en algún tema y era yo la que hablaba, aunque no soy una mujer de mucha plática, pero con él me sentía y sigo sintiéndome, muy feliz al hablarle y decirle hasta los detalles más íntimos de mi imaginación, estoy segura de que él también siente lo mismo y así pasamos horas y horas platicando sin aburrirnos.

Muchos de los temas son imaginados o, de esos, de qué tal si ….. , entre ellos estaba la de vivir juntos y ser libres ambos, de hacer lo que nos viniera en gana, aunque fuera cada quien por su lado sin lastimar al otro y sin sentir o causar celos. Siempre tratando de participar los dos, o estar de acuerdo, por lo menos.

Él tiene 14 años más que yo y su preocupación era que yo debería de tener la vida que me correspondiera de joven. En ese entonces tenía yo 22 años, muy juvenil, alegre y bonitilla, aunque recuerdo que mis pechos los tenía pequeños, aún no habían terminado de desarrollarse, en realidad vivía con la creencia de que así se iban a quedar por el resto de mi vida, pero por lo demás, contaba con todo lo necesario.

Fueron pocos los eventos a los que en ese entonces asistí, él me acompañaba, o, por lo menos pasaba a recogerme cuando iba sola cuando se lo pedía. Nunca me expresó suspicacia o celos, por el contrario, yo le contaba los más detalles posibles.

Ya creí y confirmé al cien por ciento, lo que él me aseguraba, que yo estaba en una edad en que me buscarían los hombres y podría escoger, él me hacía disfrutar las ventajas de esa edad. Pero a Horacio nunca lo dejaría, siempre lo he adorado, en cualquier situación y sí que se me han dado muchas, pero con ninguna he dejado que llegue a algo serio, es mi confidente, mi amigo íntimo, hermanito mayor y me adora.

Un día compró un condominio en la playa. Días antes de su inauguración y de que se lo entregaran, los de la inmobiliaria convocaron a una reunión que se efectuó en la playa que quedaba enfrente, a la que tuvimos que asistir. Entre los nuevos condóminos, la mayoría extranjeros, asistía uno, experto tal vez en asuntos legales. La mayoría de los asistentes fue retirándose, Horacio estaba traduciendo así que tuvimos que quedarnos un rato más y el experto se quedó atrás e hizo plática muy amable conmigo mientras Horacio terminaba.

Al desocuparse Horacio caminamos hacia el pequeño edificio del condominio y le dije que la persona con la que había estado platicando nos había invitado a cenar. A Horacio, que digamos, no le había caído nada bien este señor, pero no puso objeción, le expliqué que a mí me había agradado, que tenía algo que me gustaba, como su forma de platicar y de decir las cosas, muy tierno en su trato.

Decidimos ir, pero nos quedaba muy poco tiempo para prepararnos y echarnos un regaderazo para quitarse el agua de mar del cuerpo. En el camino me dijo que sospechaba que este señor sí traía algunas intenciones y me preguntó si la invitación era para los dos. Que si yo quería podía ir sola. “No, le dije, seguro me insistió en que fuéramos los dos, nos invitaba como pareja”. Se quedó pensativo y le pregunté que debía hacer si este señor se sobrepasaba y sí intentaba algo. Ya en el momento de la cena yo no iba a poder levantarme y salir corriendo o cancelarle la invitación tampoco se vería bien.

Horacio insistió en que fuéramos, que me tenía que vestir muy bonita, para eso me escogió un jumper para salir en la noche, algo translucido, con el escote frontal con cremallera que se podía bajar hasta donde se deseara o resbalaba por sí solo, la cremallera terminaba hasta entre la entrepierna, muy apretadito que me acentuaba la cintura y las asentaderas, sin mangas solo los tirantes holgados que eran de adorno, que se abrochaban a la altura del cuello y solo para detener el frente de la blusa que me cubría los pechos. Pero debía tener en cuenta que para cualquier emergencia de ir al baño tendría que desnudarme completamente. Por la parte trasera totalmente descubierto, hasta la cintura. Antes de ponerme la ropa nos bañamos, le pedí a Horacio me ayudara a bañarme, pero no sé el por qué, le pedí no me tocara para nada la pepita, que él y yo ya sabíamos que estaba empapada, no sé porque, tal vez por pena o recato, o por preparación, no recuerdo, pero hasta la fecha el recordar esa negativa mía hace que me ponga caliente y que apriete las piernas buscando sentir algo y me empape.

Me secó muy bien, me perfumó discretamente con el perfume que él me había regalado, no me dejó ponerme brasier, que en realidad casi siempre podía darme el lujo de quedarme sin él, mis pechos siempre han estado duritos y paraditos, aunque algo pequeños en ese entonces, pero me quedé con algo de preocupación si eso iba a ser como una invitación a que se metiera con ellos y me los  manoseara, además que la cremallera resbalaba fácilmente aumentando la vista de mis pechos y podría llegar a suceder sin yo darme cuenta, algo peligroso que requeriría mantuviera puesta mucha atención.

En realidad, la única decisión que tuvo que tomarse entre nosotros, fue la de si me ponía unos pantis u otros, o ningunos. Horacio me escogió unas pequeñas, bordadas que en realidad desaparecían en mi zona del pubis y solo me cubrían los bellos de la venus. Los pantis debían de protegerme que no se me notara la humedad en la entrepierna del jumper.

Ya bonita y preparada, lista para la aventura, todavía le pregunté a Horacio si aún le nacía decirme que fueranos. Claro, dijo, tienes que conocer y aprender.

“Te ves tan bonita y deseable. Te adoro y me sentiría muy mal perderte, pero creo que con esta aventura, sea lo que sea, no te perderé. En cambio, si te digo que no vayas, además de que no tengo derecho de privarte de algo que sí puede darte mucha felicidad y experiencia y que además de que está en tu edad y sexo lo que te vaya a suceder, sentiría que te quité la oportunidad. ¡Y ésta, tu solita la has encontrado!”

Le pedí que me dijera que era lo que él pensaba podría suceder, que me iba a hacer. Respondió que este señor se ve muy experimentado y él te irá llevando, solo tu date el mayor placer que encuentres y usa también tu iniciativa.

El que me dijera que me diera el mayor placer que pudiera me puso peor, le dije

“Tengo miedo, ya no siento mi cuerpo mío, siento cosquilleo por todas partes, creo que se me nota que estoy empapada y ¿él que irá a decir?”

¿PERO, QUE ME ESTABA IMAGINANDO QUE ME IBA A PASAR, ¿A QUÉ IBA?

Horacio cayó y sonrió, no supe si fue por burla o cariño. Así continuó todo el camino de ida, a él le toco conducir, muy callado y no me daba consejos.

De nuestro departamento fuimos al de él, que quedaba al lado. Al llegar, él también estaba muy bien arreglado.  Nos había preparado unas Margaritas para de ahí ir al restorán de su selección. Nos saludamos amablemente, el me besó suavemente, pero ya en ese beso sentí sus intenciones, un beso entre la mejilla y mis labios, yo le respondí y creo que ahí, en ese beso yo también le envié un mensaje.

Todo el camino Horacio me trató de calmar. Me preguntó si aún me caía bien este señor y por qué nos había invitado a los dos si no se caían bien entre ellos.

“Ya verás”, le dije, “es muy buena gente y tiene muy buena plática, es simpático solo en la junta no se dejó que le impusieran algunos puntos”.

“Vamos a ver”, fue todo lo que contestó.

Él también venía muy excitado y su plática y sus comentarios no eran los de siempre. Me sorprendió muchísimo ese estado en el que él también se encontraba y hasta me di cuenta de que a ratos temblaba de nervios.

Entramos los tres, en el restorán nos recibieron con mucha cortesía y nos llevaron a una mesa que quedaba rodeada de plantas, hermosa, y en esquina, según parece ya la había pedido especialmente éste señor. Fue ahí en donde, por fin, me enteré del nombre de este señor, se llama Greg. Nos presentamos muy amigablemente y comenzamos a platicar de mí, nuestra acompañante de lujo, de lo bonita que era, mis atributos, mis dimensiones y todo lo más que se puede decir de una mujer hermosa, de la que está uno enamorado. Me abrazó sin pedir permiso y le contesté el abrazo con muchos besos ya húmedos, como él me los regresó enseguida. Me di cuenta de que, con mucha discreción, no me quitaba la vista de mis pechos que se asomaban cada vez más, a los lados del zíper. En un momento llevé mi mano instintivamente a mis pechos, tal vez para cubrírmelos o subir la cremallera que ya estaba casi a la altura de mi ombligo, o bajarla todavía más, pero él, sutilmente, me detuvo la mano y me la beso. Claramente escuché que me dijo

“¡por favor, no!”

Cada vez que Greg quería intentar ir más adelante en sus tentaleos noté que antes le apretaba un brazo a Horacio, parecía que era preguntando si tenía alguna objeción o si le daba permiso para proseguir, cosa que ya ni era necesario, sus manos ya habían iniciado su investigación por todo mi cuerpo, yo ya las veía y sentía, manoseándome por delante y por detrás, por todas partes, le faltaban muy  pocos lugares de investigar sin que se dieran más cuenta los meseros, ni Horacio pudiera objetar.

Llegó un momento en que Horacio, discretamente, se levantó y se retiró. Se tardó un poco y a su regreso me platicó, que uno de los meseros le dijo que se habían apropiado de su chica. Para no quedar mal, les respondió que no era suya y podía hacer lo que quisiera.

Cuando no estaba Horacio presente Greg me preguntó que si tenía algún acuerdo con mi marido, no entendí bien lo que quería saber, pero le contesté que sí y sentí que se sintió todavía con más libertad.

Mientras tanto Greg continuaba abrazándome libremente y pasando su mano por debajo de mi axila, me sobaba suavemente el lado del pecho y acariciaba mi pezón, causándome una ¡sensación deliciosa, explosiva, tremenda!, cosa que me puso más débil y desarmada, me derretía y ya no podía oponer resistencia a cualquier cosa que él deseara de mí, o quisiera hacer conmigo.

Después de esas escenas de exagerado erotismo, tremendas, ya porno, salimos del restorán sin terminar lo que habíamos pedido de cenar, pagamos y nos dirigimos al condominio. Confieso que yo ya iba un poquito pasada de copas. Al llegar, Greg me ayudó a salir del carro, casi me cargó hasta su unidad. No peso mucho ni la distancia es muy grande, pero ya íbamos los dos que explotábamos de excitados. Yo ya iba casi desnuda, mis pechos de fuera y el vestido solo me cubría algo de los hombros. ¡Qué cosa más hermosa! Después le platique a Horacio que en esos momentos yo ya no estaba consciente de lo que hacía o lo que me sucedía y no recuerdo muy bien ni adonde me llevó Greg ni en donde me tuvo.

Horacio cuenta que al entrar al departamento, de un lado queda un closet y del lado de enfrente una barra del bar, algo elevada y con bancos para sentarse y tomar la copa. Greg la sentó en la barra, cargándola, ya totalmente desnuda, solo le quedaban los pantis y, enredadas a la altura de los tobillos las piernas del jumper, enredadas en sus pies, pues para tener lo que él quería tuvo que desnudarla completamente y lo que sobraba del jumper ni lo tomó en cuenta. Ella quedaba con las piernas colgando, abiertas y su pepita directamente a su vista, accesible a todo lo que Greg deseo. Vi como comenzó a besarle las piernas, sus muslos y la abrió de piernas, le bajó los pantis y con sus dedos le abría sus labios y le metía la lengua con una avidez tremenda, ahí donde yo consideraba que solo a mí se me permitía ir y chuparle su perlita. La jalaba de sus nalgas y se la comía. La acariciaba sobándole la piel, ¡ahí en donde yo sabía que a ella le gustaba!, alrededor de su cintura y de su vientre.

De mi ni se acordaron ni me tomaron en cuenta, quedé en la puerta viendo lo que debería de haber sido mío, gozando de la vista del banquete que se estaba llevando Greg de ella, excitadísimo, pero con un sentimiento de enojo, o furia.

Todavía miré como él la bajaba de la barra, deslizándola sobre su pene haciéndola sentirlo en su pepita. Ella, se arrodilló y comenzó a jugar con su miembro, y ¡a lamérselo! ¡A tratárselo de meter a la boca hasta lo más profundo de su garganta!  Pobrecita, se forzaba, lo sacaba y volvía a introducírselo, me di cuenta de que en la boca solo le cabía la cabeza, de lo grande que lo tenía.

Él le acariciaba sus pechos, se arrodilló y comenzó a besárselos, a chupárselos y succionarlos, mientras ella continuaba jugando con su enorme pene, juntaba sus dos manos y éste era más largo que sus manos juntas, y más gordo, apenas le entraba en la boca su glande y lo más grave es que se veía que a ella le agradaba sentirla dentro. La sacaba y la volvía a meter.

Se abrazaron y ya desnudos subieron la escalera a la alcoba de él, besándose.

Yo ya no podía contenerme y el sentimiento de enojo era ya muy fuerte al observar que a esa mujer, que, aunque no era mi esposa aún era mía y la estuviera gozando un extraño y lo peor, ella aceptándolo y retorciéndose de placer. Me di la vuelta, salí del departamento y bajé a la playa en donde me quedé mucho tiempo sentado en unas rocas. Ya medité y me calmé y me convencí de aceptar que a ella la hiciera gozar alguien además de mí, eso era darle un regalo.

No era muy importante el hecho de tener a alguien que se la cogiera, que tal vez sería una única vez, una gran oportunidad para una chica en que su pareja la deje y ayude a gozar con otro y además la oportunidad de que ella pudiera probar y sentir un miembro tan grande, algo que yo consideraba fuera de lo normal, increíble. Tardé en reaccionar y arrancarme los prejuicios y atavismos. A ella, si lo que yo deseaba era hacerla feliz, con esa aventura le daba algo, que mejor que fuera así, hasta acepté observar que Greg la tenía grande, mucho muy grande y gruesa, que probablemente le iba a dar un placer mayor que el que le pudiera dar yo, si Sonia, por su estreches, lo podía aceptar que le entrara, esa era otra cosa. Pero no era el tamaño, sino cómo la iba a tratar y hacer feliz y que recuerdo le iba a dejar.

Ya iba a amanecer y Sonia no venía. De repente entró en el cuarto, muy apenada, pero feliz, se acercó a la cama, a mi lado y trató de contarme todo lo que le habían dado y a disculparse conmigo por lo que había hecho, pero se comportaba trastornada e incoherente, estaba excitada aún por la sorpresa y el gusto de lo que había experimentado. Me dijo que la tenía enorme,

“¡verdaderamente enorme¡”,

que al vérsela y sentirla en su boca le entró miedo de que la fuera a lastimar y que a lo mejor no podía aguantar todo eso dentro, sabiéndose ella misma que era estrecha, pero dijo que él la preparó y con sutileza y cariño le dijo que si sentía molestia o dolor, que él se detendría y así fue como se dejó y se la fue metiendo poco a poco para no lastimarla. Ya casi con todo el miembro dentro, dice que si comenzó a sentir que le golpeaba en el fondo, muy suave y muy agradable, se acomodó y le cupo algo más. A medida que bombeaba le cabía más y más, hasta llegó a sentarse en él con su pene totalmente dentro, sin dolor ni molestia y ya al terminar,

“¡La tenía toditita ADENTRO!”

casi al salir terminaron cogiendo como perritos y platica que hasta sintió los golpecitos de sus huevos en su ano, como dice ella, confirmándole que ya estaba todo adentro otra vez y ¡en esa posición!

Lo que mejor le gustó fue el tiempo que tardó en venirse desde la primera vez y eso que dijo que no podía contenerse mucho porque ella lo había excitado tanto que estuvo por explotar casi inmediatamente.

Platicó que tuvo una segunda sesión, descansaron y después él la volvió a invitar. Medio dormida él se le acercó por detrás y con caricias, se la metió entre las nalgas, pero por la pepita y ahí llegaron a un nuevo clímax después de mucho tiempo que ella tuvo para gozar el aguante de él y de tener varios orgasmos seguidos, o uno muy prolongado, se dejó venir y sintió como él empujaba para que ella sintiera más adentro su pene y que le dejara ahí su semen, que ella pedía que se lo dejara muy, muy, muy adentro, y él le trató de dar gusto.

Me pidió que le diera un besito en su pepita, que la sentía lastimada y que le chupara un poquito del semen que Greg le debería de haber dejado dentro y que ella estaba segura de haber sentido sus eyaculaciones calientitas cuando él se vino, sintió como lo hizo, con mucha fuerza y cantidad, pero no quiso en ese momento que yo tuviera sexo con ella. Quería, en realidad y como ella me lo dijo después, que yo participara de su semen, que le dijera como me sabia. Yo estaba tan caliente y excitado que lo hice, le chupé su cosita, se la lamí y si saboreé los jugos que ahí se encontraban y su olor inconfundible, pero el semen no lo sentí. Me di cuenta como ella se decepcionó cuando le aseguré que no sentía nada, insistió en que checara bien. Le introduje los dedos, pero solo encontré sus babitas habituales.

Nos quedamos dormidos hasta tarde, al despertar ella fue directo al baño y me confesó que había ido a ver si le había dejado algo de semen, pero no le salió nada en ese momento. Nos arreglamos y desayunamos juntos los tres. Solo se habló del amor que ambos sentían el uno por el otro, que él se había enamorado de ella, que no me la quería quitar pero que anhelaban de que yo los sintiera para que formáramos entre los tres una unidad de amor, un trio perdurable en que yo participara con ellos. Ella se sentía segura del amor que yo le tenía y el cariño que le mostré aceptando con amor lo sucedido la noche anterior, pero con él tendría que pasar más tiempo y conocerlo. Sin embargo, ella estaba ya muy enamorada de él y sentía un conflicto porque también de mí se sentía muy enamorada.

Estábamos platicando en el desayunador cuando repentinamente Sonia fue al tocador y después de un rato me pidió que fuera. Temí algo grave, pero era solo para que le confirmara que sí le había dejado semen dentro, lo palpe y si lo sentí como tal, además de su olor característico. Greg se acercó y Sonia lo llamó a que entrara y participara de su felicidad pues se encontró que sí tenía semen de él dentro y le confeso que ella había creído que no había sido capaz de haberle dado el placer de que se viniera dentro de ella.

“¡Cómo crees, mi chiquita!”, le dijo,

“¡estoy seguro de que en todo el tiempo fueron hasta tres eyaculaciones las que tuve dentro de ti, me vine rico! ¡No te imaginas que explosiones fueron, maravillosas, increíbles, con ninguna otra chica lo sentí en mi vida como contigo! ¡Eres maravillosa y sabes manejar tu vulva muy bien, no sabía que ustedes pueden hacer movimientos succionando, o lo que más me sorprendió fue el cómo me lo abrazaba tu interior!”.

Todos reímos de gusto y mi explicación fue que como decía ella que él la tenía tan larga, el semen se lo depositó muy dentro y solo le tardó en bajar. Ya Greg solo intentó disculparse por no haberse preparado y usado un condón. Sonia le contestó muy fuerte y seria y le dijo que nunca se hubiera dejado si él hubiera tratado de usar condón con ella, su cuerpo lo daba por amor.

Se aseó ligeramente y nos pidió que nos acostáramos los dos con ella y la usáramos con mucho cariño y le dejáramos, dentro, semen de los dos. Nos turnamos en realidad Greg me guio para que yo fuera el primero, él deseaba verla haciendo el amor conmigo. Le levanté una pierna buscando la posibilidad de un mayor acercamiento y más alcance profundo de mi pequeño miembro. Greg aprovechó, le detuvo la pierna y se la besaba y le acariciaba las nalgas y le llegó a lamer su ano. Después de un rato en que gozamos de las acciones del trio, la coloqué de lado, con una pierna levantada y por lo excitado, en poco tiempo me vacié como acordamos, dentro de ella, Me esforcé lo más que pude para depositárselo muy dentro, mientras él continuaba comiéndosela por todas partes. Después ya le tocó a Greg, que lentamente, desesperando a los acompañantes, despacito se la fue dejando ir no sin antes tallarle sus labios y su clítoris con la cabezota de su pene, que la puso tan excitada que hasta pedía en voz alta, que se la metiéramos los dos juntos.

Claro, yo también me volví a excitar y de nuevo quería volver con ella. Pero ella ya estaba sobre de él, con todo ese miembro dentro, como cabalgando y se empujaba para que le entrara más, se veía tan excitada, alocada, inconsciente, lo jalaba, le clavaba las uñas, pero él también la jalaba de sus nalgas, se las apretaba, verdaderamente me sorprendí de lo bien que su pepita lo aceptó, solo observaba como le iba entrando, como le iba dando cabida su vagina y sus labios color de rosa se ajustaban a lo ancho de su pene, se abrían suavemente y cómo lo abrazaban cada vez que se lo sacaba y se cerraban y volvía a meter en todo lo largo, bien despacio, a propósito repetía el sacárselo totalmente y lo volvía a meter todo. Yo la sobaba y chupaba, me comía su ano, me di cuenta de que cuando ella sentía mi lengua al rozárselo, le venían suaves contracciones que repercutían en él lo que dice le provocó que se viniera en muy poco tiempo y con mucha fuerza dejándole dentro más de su semen junto con el mío. Habíamos cumplido con placer.

Hasta ese momento no nos habíamos puesto a considerar que ella estaba en sus días más fértiles y podría haber quedado embarazada, platicamos largamente del tema y decidimos que si así sucediera, como no sabría de quien iba a ser el bebe que naciera, yo, con piel morena, él muy blanco y ella casi blanca. Pero hicimos un trato, fuera de quien fuera el bebé, éste viviría con ella y conmigo, él aparecería como el tío querido y se le visitaría con la mayor frecuencia posible. Este último hecho cerró el trato y desde ese día en adelante siguieron muchas visitas y creció el gran amor que hasta la fecha nos tenemos y cada vez que hay una oportunidad nos vemos. ¡Ah, pero eso sí, en esos días en que nos reunimos, ella deberá de estar en sus días de mayor fertilidad! Esto lo hemos llevado a la práctica ya varios años y ya tenemos una hijita morenita, pero con el carácter de su gran tío que adora. Sin embargo, seguimos buscando esperanzados al blanquito. A lo mejor solo es el pretexto para que ella pueda tener la oportunidad de gozar a los dos, de él con el pene que una vez mencionó, de 8, o más pulgadas, pero gordo, con muy largo aguante, y yo con uno normal, pero la pasamos requete bien, y ella mejor.

Ya en privado, Sonia me confesó que lo que afirmaba Greg, que dentro de ella le había succionado su pene, en alguna ocasión, en el gimnasio le mencionaron que con movimientos de la vagina y útero sí podían lograr un efecto de succionar el pene dentro, pero que ella nunca lo puso en práctica, ni aprendió hacerlo, lo que sintió Greg fueron los movimientos que ella hacía de su vulva y probablemente también con su útero, más al fondo, acomodándose para que el pene le cupiera más dentro y pudiera ella sentir más sin molestias. Recuerda que en ese momento ella cerró los ojos y se dejó llevar por un orgasmo como en olas que se movían, sus órganos internos se lo ofrecían. Sobre su vientre, al tocarse, encimita y a la altura de la venus, al sobarse con la mano, sentía los movimientos del pene dentro de sí, sentía como éste subía y bajaba, como se notaba en su barriga, desde fuera, la presencia del enorme pene que estaba dentro de su vientre.

Una gran experiencia y una gran mujer.

Tiempo después y ya en horas en la intimidad le pregunté si aquel día Greg le había hecho una invitación, o insinuación para estar con ella. Me contó que de lo poco que hablaron ningún tipo de acercamiento se mencionó, que solo le cayó bien y le gustó platicar con él. El acercamiento fue totalmente casual, al azar, ella nunca se imaginó como era físicamente ni la sorpresa que se iba a llevar al verlo tan largo y grande, ni siquiera si se le notaba en el pantalón o en el traje de baño. Fue mucha suerte haberlo encontrado.

Cuenta que cuando estuvieron acariciándose en el restaurante ella lo sentía que era grande, pero nunca pensó en el tamaño real, ni tuvo tiempo ni estuvo consiente para evaluarlo. Cuando estuvo de rodillas frente a él en su departamento, fue cuando comenzó a darse cuenta, cuando se lo trató de meter en la boca todo fue cuando pensó si eso le fuera a caber por su vagina, si sus labios de la vagina se irían a estirar sin lastimarla pero que solo pensó en el que sí le tenía que caber, que se lo tenía que meter ella, toditito, hasta adentro, era un desafío que ella ansiaba ver cumplido. La sorpresa y el modo de como acomodarse para hacerle espacio dentro la hizo olvidar un poco el pensar en las nuevas sensaciones que estaba recibiendo, pero eso hizo que el primer orgasmo que sintió lo sintió larguísimo y, recuerda que olvidó todo, sintió que flotaba sobre algodones durante todo el tiempo hasta que él llegó a su máximo y sintió claramente como se vaciaba dentro de ella, la jaloneaba de su trasero y empujaba muy fuerte bombeando dentro de su vulva, o probablemente hasta su matriz. Esa sensación es la que nunca olvidará, ni el sentir el momento de recibir en su interior, una eyaculación de una persona extraña. El sentir la eyaculación dentro de sí es como sentir he logrado complacer y complacerme y ver o sentir el semen es como confirmarlo. Cuando escurre entre las piernas, al salirse es realmente cuando siente uno un cosquilleo y ansias de embarrárselo por todas partes y hasta lamerlo y saborearlo. En ese momento, también se desea quedar embarazada. Esta vez no iba a ser posible, ella iba protegida, ya habíamos planeado un embarazo, pero cuando nos casáramos, próximamente.