Renacimiento
El renacimiento de la profesión a través de un encuentro casual con una antigua amistad.
“Me he quedado sin argumentos, no tengo inspiración, se han acabado las historias y las fantasías en mi cabeza”.
Todos los temas le parecían repetidos, manidos, sobreexplotados.
El escritor daba vueltas en el pequeño salón de su estudio, con una taza de té en la mano, preocupado porque la esencia de su vida, la herramienta que hasta entonces le había dado de comer, se le había fundido y esfumado como el humo de un petardo lanzado al aire.
“¿Qué haré ahora? ¿Copiar formatos de otros escritores mediocres? Lo acabarán notando. Será mi ruina total.”
Se veía acabando su vida por aquellos tugurios sobre los que tanto y con tanto tino había escrito con su afilada, erótica y sagaz pluma.
“No debí meterme a escritor porno. Al final todo se acaba, y en esto, mucho antes porque todo está ya escrito”
Horas pasó deambulando como un loco perdido por el salón de su casa. Había descartado la reconversión a escritor vulgar, la vuelta a novelas que hablasen de lo cotidiano, de amor, odio, finanzas, policías corruptos,… se deslizaba su mente en aquellos momentos por la oscura tentación de la inversión a la desesperada en negocios de fácil rendimiento, poco legales pero con gran demanda. Al fin y al cabo, en todos estos años, el 90 % de sus amigos tomaban cocaína. Sería una inversión segura, porque el mercado lo tenía en su propia agenda de teléfonos.
Sonó entonces el teléfono. Leo bajó de golpe al mundo real. Tomó conciencia del mundo que le rodeaba y dejando la taza de té, caminó lentamente hacia el móvil.
“Leo Nandez”, contestó casi con desgana.
“Espero que me recuerdes” respondió una voz femenina.
Se mantuvo un momento de silencio. La mente de Leo trabajaba a velocidad endiablada rebuscando en su archivo de recuerdos aquella voz que estaba seguro de conocer.
“Te daré una pista” ayudó la voz “nuestra aventura se frustró antes de empezarla Universidad”
Leo sintió que un torrente de recuerdos le venían de golpe a la cabeza. Era Virginia. Claro, aquella chica de su clase que estuvo a punto de,…. De nada, porque al final ella no le dio pie a lanzar el último ataque. Leo sintió de nuevo ese cosquilleo interior. No sabía si era morbo o si era la inspiración, que luchaba por regresar.
Charlaron un rato. Virginia le contó que tras una vida un tanto rara, había acabado en un lugar y profesión poco recomendable. Le había visto hacía unas semanas por el pub y quiso contactar con el para ver si aún le recordaba.
“Claro que te recuerdo Viki” respondió Leo “pero quedemos para hablar con más calma y vernos las caras ¿te parece?”
“Claro, Leo. Trabajo en el Colors , ya sabes donde está ¿no?”
“Sí” respondió él, un tanto asombrado de enterarse que la maravillosa Viki se ganaba la vida como puta en un club de mediano caché “¿Cuándo libras?”
“Ven esta noche, estaré por allí”
Aquella misma noche Leo se vistió para la ocasión. Se arregló como un dandy moderno. Procuró ocultar los estragos que los años habían causado en su cuerpo y destacar las virtudes que aún conservaba de los tiempos de instituto.
Llegó al Pub. Era un club de alterne sin ningún tipo de disimulo. Grande, a las afueras de la ciudad, con cierta fama (al menos entre el mundillo más relacionado con el sexo como negocio). Leo había pasado por allí varias veces, simplemente para tomarse una copa, charlar con alguna mujer del local, o tomar ideas para algún relato. Sólo una vez había pagado los servicios de una puta. Pero ni siquiera para disfrutarlos, sino para conocer las habitaciones, el ambiente y el tipo de trabajos que hacían aquellas mujeres y en qué ambiente y condiciones se movían. Fue casi más una entrevista íntima con la puta que un servicio al uso. La mujer fue muy amable y le ayudó a conformar uno de sus mejores relatos. También le dejó el buen recuerdo de una de las mejores mamadas que le habían hecho en su vida.
Pero aquello fue hace años, en sus inicios como escritor porno.
Se sentó en la barra y antes de tener el gintonic servido, sintió una voz tras de sí que le dijo:
“No has cambiado nada, Leo”
Se giró y vio a Virginia. Casi la misma Virginia del instituto. Vestía un top y una minifalda similares a las que lucía en aquellos años. Le sentaba igual de bien. El paso de los años le había quitado cierta frescura juvenil, pero le había conferido una clase y un estilo bastante más elaborados y apreciados.
“Tú tampoco has cambiado, Viki. Estás incluso mejor”
“No creo que estar aquí sea mejor, pero acepto el cumplido”
“Sabes que lo digo por tu cuerpo, no por tu situación”
“Lo sé” le sonrió y le besó en la mejilla. “Sentémonos en un apartado, coge tu copa”
Se retiraron a un apartado y estuvieron charlando sobre estos años. Fueron repasando la historia hacia atrás, hasta llegar al punto en que sus vidas se separaron.
“Seré sincero, Viki. Me jodió mucho que pasases de mí y te fueses con Miguel aquella tarde, en la fiesta fin de curso. Yo me lo había currado más y había sido más respetuoso contigo que él. Él era como uno de mis personajes, sucio rastrero y con el único objetivo de tirarse a cualquier hembra que se pusiese a tiro”
“Llevas razón” respondió Virginia “pero no fue como tú crees, Leo”
“¿No?¿Acaso crees que no vio todo el mundo como te fuiste con él y cómo presumías de ello?”
“Sí, Leo, claro que lo sé. Pero quiero explicártelo. Ahora será solo una historia de juventud, pero ha sido la que me ha traído hasta esta situación”
Leo quedó serio, callado, esperando que Virginia le aclarase aquella bomba que acababa de anunciarle.
“Seré breve, pero créeme. Prométeme que me creerás”
“Habla, te escucho”
“El día de la fiesta me gustabas tú. Habías hecho todo lo que una chica quería para sentirse bien. Pero Miguel llegó. Yo estaba algo bebida. Pensé que tú esperarías y decidí darme una noche de rollo con él y luego ir en serio contigo. Sí, una locura. Estaba borracha. Él al saberlo me comenzó a tratar como a su esclava. Yo me ví dentro del juego y fui sometiéndome. Al principio el morbo de la dominación me causaba gracia. Luego no pude pararlo. El me besó, me metió mano. Incluso me obligó a mamársela en los baños, mientras todos os divertíais fuera. A mí había dejado de hacerme gracia, pero no podía rebelarme: había ido demasiado lejos con la broma y Miguel siguió adelante”
Los ojos de Virginia se empañaban, pero la chica reponiéndose, continuó hablando:
“Se la mamé en los baños, delante de sus amigos que se reían y me manoseaban. Fui su juguete. Después se la mamé a todos, me pusieron perdida con sus chorros de semen. Estaba borracha. Quería escapar de allí, pero en otro lado de mi cuerpo y aunque te suene descabellado, algo gozaba.
Me limpié y Miguel me obligó a salir de la fiesta con él, me dieron más alcohol, fumé marihuana,…. Estaba fuera de control. Por eso salí así de la fiesta.”
“¿Y después? Al día siguiente te recuperarías de la resaca y hubieras podido rehacer aquello” sugirió Leo.
“No hubo día después, Leo. Miguel me llevó a un bar, no recuerdo si era un club de alterne o algo similar. Allí me siguió sometiendo. Delante de desconocidos me penetró, me humilló, me hicieron lo que quisieron. Estaba borracha y colocada. Cuando desperté al día siguiente, no sabía dónde estaba. Amanecí en un cuarto, atada a una vieja cama. Llegó Miguel y me recordó lo que había pasado la noche anterior. Me dijo que había entrado a ser su puta y que estaba contento por ello. Traté de resistirme, intenté huir, pero fue imposible. Miguel era muy listo: Me drogaba y entonces, bajo su control, me soltaba y me obligaba a hacer lo que le viniera en gana. Me fui de casa, fuimos a Valencia, a Barcelona,…. Era su puta de lujo: yo era utilizada y él ganaba el dinero. Le he dado mucho dinero, Leo. He sido su gran puta, sumisa y adiestrada. Siempre colocada de coca, siempre a punto.”
Leo bebía de su gintonic con nerviosismo, intentando buscar palabras de ánimo para Virginia, pero no podía articular palabra.
“¿Cómo le dejaste?”
Virginia dio un trago al gintonic de Leo y continuó.
“Fui haciéndole creer que había asumido mi sumisión. En cierto modo lo había hecho. Estaba enganchada; a la coca, al alcohol, pastillas,… me metió de todo, Leo. Miguel era un animal. Poco a poco se confió, dejó de drogarme para tenerme tan controlada. Yo me dejaba hacer y me mostraba cada vez más sumisa. En el momento que creí que estaba más confiado, huí con un joven. Un cliente de unos 20 años, de los primerizos. No me costó hablarle de amor y contarle la milonga de la puta que se enamora del cliente. Así que me ayudó a escapar. Vinimos a Madrid y después me deshice fácilmente de él. Pero no tenía nada, no sabía hacer otra cosa. Y Miguel me buscaba. La solución fue meterme en el bando enemigo. Conocí a Carlos, el dueño del Colors . Es enemigo abierto del cabrón de Miguel. Vive de esto, pero no explota a sus empleadas. Él me ofreció esto. Me dijo que no podía cambiarme la vida, pero que podía ayudarme a que fuese mía. Me ayudó a desengancharme y me ha tratado bien. Soy puta porque no sé hacer otra cosa, pero al menos no tengo un amo. Tengo un empleo que me permite vivir mi vida.”
Virginia calló un momento. Al borde del llanto continuó:
“Yo te quería, Leo. Cometí un error muy caro, que me ha cambiado la vida. Pero quería que supieses que no te rechacé. Hoy no me querrás, pero debes saberlo.”
“Amor ya no hay en mi corazón, Viki, y tú lo sabes. No sólo para ti; no queda para nadie. Mi vida también me ha llevado a eso. Suena duro, pero sólo soy un vicioso, que también vive del sexo. Tú puedes hacerlo con tu cuerpo, yo sólo lo puedo hacer con mi pluma.”
“Hay mucho tiempo perdido que recuperar” Susurró Virginia; le tomó de la mano y lo condujo por un pasillo y unas escaleras a la planta superior. Se metieron en una de las habitaciones. Virginia abrazó a Leo, lo besó apasionadamente y pegó su cuerpo al del escritor. Notó cómo su entrepierna ya estaba abultada. Le ayudó a sentarse en la cama y fue desabrochándole el pantalón.
“¿Escribirás esta historia?” preguntó ella mirando a los ojos al escritor.
“No lo sé, desearía que no tuviese final”
Antes de terminar de decir aquello, Leo sintió cómo una cálida sensación envolvía su verga tiesa. Virginia jugaba con su boca y su lengua sobre aquél mástil.
Leo se dejó hacer un rato, gozando de aquellas sensaciones. Virginia era una auténtica experta, una profesional. Y además era su frustrado sueño de juventud.
Cuando Leo estaba ya bien caliente, Virginia se incorporó y delante de él, fue despojándose sensualmente del top y de la minifalda. Quedó tan sólo con unas medias negras, un diminuto tanga y un sujetador casi transparente que recogía sus pequeñas tetas. El paso del tiempo había respetado sus bellas formas exteriores. Su delgadez resultaba erótica.
Virginia se puso sobre Leo y acercando su entrepierna a la boca del escritor, apartó el tanga y mostrando su rajita rasurada, se la ofreció:
“Toma, está limpio. Llevo años muriendo por que tú me hagas esto”
Leo tomó con sus manos las nalgas de Virginia y comenzó a saborear sutilmente aquél pequeño tesoro. Virginia cerró sus ojos y activó sus sensaciones. Lo que hace años había adormecido para usarlo como herramienta de trabajo, despertó lentamente recordándole placenteras sensaciones casi olvidadas. Ella misma se sorprendió de descubrir que aún tenía la capacidad de excitarse, lubricarse y gozar del sexo. Así que se dejó llevar. En menos de tres minutos, la chica estaba apretando su sexo contra la cara de Leo, sintiendo la sensación del orgasmo casi como si fuese el primero de su vida. Leo se limitó a seguir lamiendo sus agujeros y a saborear aquél torrente de flujos que el coñito de la nena destilaba.
Virginia quedó desmayada, tumbada boca arriba junto a Leo. Él le dio unos minutos para que se recuperase mientras se manoseaba la verga contemplando aquel cuerpo extasiado, tan deseado durante años. Virginia volvió en sí y alargó su brazo para ayudar a Leo en su masturbación. Tomó su polla y se la empezó a pajear.
“¿Te gusta así?”
“Es maravilloso, Viki” contestó él entre jadeos “eres adorable”.
Virginia se incorporó en la cama, y sin dejar de pajear a su amante, le dijo:
“Quiero que me folles; te lo debo y me lo debes. Dime cómo te gusta más y fóllame. Vamos a aprovechar todo lo que he aprendido en estos años.”
Leo tumbó a la chica en la cama y colocándose sobre ella, comenzó a penetrarla en la posición del misionero. Virginia gozaba con cada embestida, con cada contacto de su piel con la de Leo.
Fueron cambiando de postura, la nena se colocó encima, cabalgó un rato, …
El pene de Leo estaba durísimo y aguantaba todo aquel torrente de placer sin el temor de un orgasmo tempranero.
Penetraba a aquella diosa del sexo a cuatro patas. Virginia gozaba como una primeriza. Sus gemidos eran por primera vez reales y sentidos. Pedía más y se agarraba a las sábanas, apretándolas entre sus dedos. El sudor pegaba el pelo a su cara, haciéndola parecer más sucia y viciosa. Ella sintió otro orgasmo mientras su semental la sostenía en vilo por las piernas y la penetraba casi con violencia.
“Oh, sí, Leo,…… siento todo el placer, ……..me gusta huuuuummmmm, sigue, creo que me voy a correr de nuevo Leo,…… síííííí”
Una vez saciado su segundo orgasmo, Virginia empeñó sus esfuerzos en proporcionarle el mejor orgasmo a su amante. Para ello, tumbó al hombre boca arriba, lo cabalgó y comenzó sus sensuales movimientos de vaivén sobre él. Haciendo uso de sus conocimientos adquiridos con los años de oficio, fue comprimiendo rítmicamente sus paredes vaginales, acogiendo y masajeando sensualmente la verga de Leo. Leo estaba sintiendo los mayores placeres. Virginia se percató de ello y animó a su hombre a acabarse en ella:
“Vamos, Leo, córrete si quieres, córrete dentro de mí, termina de llenarme. Hazme sentir mujer. Vamos Leo”.
El escritor se iba acercando al orgasmo, mientras la puta iba incrementando su ritmo y sus arengas.
“Sí, vamos, quiero que te corras en mí, cabrón. Quiero que goces como me has hecho gozar a mí. Rómpeme el coño, escritor. Haz realidad esos relatos que escribes….”
Leo se tensó, retuvo la excitación y de un envite rápido se volteó, tumbando a la hembra y quedando encima de ella. Comenzó a bombear profunda y violentamente sobre el coño hambriento de Virginia, comenzando a descargar la leche de sus huevos. Emitió un largo gemido, mientras apretaba en la primera contracción. Virginia sintió un estremecimiento total. Se sentía llena, llena por su hombre, por el que siempre había suspirado. Había sentido el goce del sexo con él y ahora se reconfortaba de ser llenada por el orgasmo de su hombre. “Un trabajo muy bien hecho” se decía a sí misma. Leo culminó su corrida con un puñado de empujones fuertes hasta descargar por completo su leche. Veía la cara de Virginia, con una sonrisa plácida y triunfante.
Al terminar, sacó su polla y quedó tumbado junto a la puta. Ella, entre el deseo y la costumbre, acercó su cabeza al miembro de su amante y con suavidad se la limpió durante un par de minutos. Luego se recostó junto a él y permanecieron un rato abrazados en silencio.
Mientras Leo aún vagaba en miles de pensamientos, asimilando la historia que le había contado su amiga hacía unas horas, Virginia se levantó y se dirigió al cuarto de baño, donde se limpió y aseó la entrepierna.
Al volver a la cama, Leo la contempló con cariño. Su amiga, hacía ya más de diez años. Allí estaba, casi igual, cumpliendo un olvidado sueño. Aquel cuerpo, que no era perfecto pero para él era maravilloso, el canon de belleza que tomó como primer ejemplo en su vida, se mostraba limpio y entero ante él. Y le había llevado hacía unos minutos a las más altas cumbres del placer.
Estos pensamientos hicieron que su verga volviera a inflarse. Virginia se percató de ello y tumbándose junto a él, le susurró:
“¿Quieres que sigamos recuperando el tiempo perdido?”
Leo miró al techo y comentó:
“Me encantaría, pero imagino que lo siguiente será ir a tomar un helado por el parque y probar el romanticismo”
“¿Con esa verga tiesa otra vez? Creo que no darías ni dos pasos”
“Supongo que pensarás que soy un salido. Y sí, lo soy”
“Eres un hombre, Leo. Y me encanta ver que tienes aún “vida” y que yo te excito. Yo soy mujer y también me excito contigo. ¿crees que no me apetece volver a hacerlo?”
El escritor miró a su amiga con cierto gesto de sorpresa.
“Leo, me has hecho gozar por vez primera desde hace mucho tiempo, me muero por ser tuya de nuevo. Quiero que me tomes, que me hagas todo lo que quieras. Lo disfrutaré sabiendo que eres tú quien me lo hace. Hazme tu hembra, sométeme. Esta vez yo lo quiero. Estoy lúcida y serena; y sé que tú no te pasarás”
Virginia se puso sobre su amante y le miró a los ojos:
“Hazme olvidar aquel mal paso con Miguel”
Leo se incorporó y besándola en los labios, se limitó a contestarle: “Te quiero; eres mi sueño hecho realidad”.
La tumbó boca abajo y descendió hasta su entrepierna, separó sus delgados muslos y contempló su culito prieto, que se abría para mostrar sus dos agujeros mágicos, limpios y depilados. Tras acariciarla un rato con sus dedos, acercó su cara y comenzó a juguetear con su lengua. El simple calor de la respiración de Leo cerca de su coñito, provocó en Virginia un reinicio de su excitación inmediato. Se le escapó un corto gemido.
Leo fue saboreando todos los huecos vaginales de su compañera. Cuando tuvo recorridos y lubricados todos los pliegues, Fue dirigiéndose hacia su objetivo principal: el culo de Virginia. Deseaba encularla con todas sus fuerzas. Así que comenzó a pasear su lengua por los rosados aledaños del fatídico agujerito de su amiga.
Virginia se estremeció de nuevo al notarlo. A los dos minutos de sentir su presencia, comenzó a relajar su esfínter mediante respiraciones cada vez más profundas. Esto le permitió a Leo penetrar primero con su lengua y posteriormente con sus dedos, uno a uno aquel ano chiquitín y coqueto.
El pequeño agujero se dilató sin problemas y entre suspiros de placer de ella y lametones de él, la temperatura fue subiendo. Virginia buscó la posición idónea para dejar trabajar cómodamente Leo en su ano mientras ella saboreaba de nuevo aquella deseada verga.
Así estuvieron largo rato. Hasta que Virginia rompió el hielo y le dijo a su hombre:
“¿A qué esperas para follarme el culo? Necesito esta verga dentro, Leo”
“No sabes cómo me muero por follarte el culo, Viki”
“Pues no te cortes, amor, soy puta; y estas cosas ya no me ruborizan. Fóllame ya”
Leo se colocó y comenzó a lubricar con su saliva los alrededores del agujero dilatado de Virginia.
“No me duele, así que ataca con fuerza; quiero sentirte dentro. Para que me entiendas: rómpeme el culo”
El escritor sujetó las nalgas de su chica y colocando la punta de su cipote en la puerta de aquel oscuro túnel, empujó con fuerza. Entró con mucha facilidad. Virginia no gritó; simplemente suspiró, de forma relajada y placentera.
“Sí,….así, me gusta sentirte, ….. ahora no pares”
Leo continuó su ritmo obediente, entrando y saliendo de aquel agujero mágico, que con estudiadas contracciones, le sumía en una de las sensaciones más placenteras que él había sentido.
Estuvo enculándola largo rato, sintiendo como Virginia cada vez se calentaba más y más. Sobaba sus tetas, masajeando sus pezones; bajaba su mano para acariciar su clítoris y hacía que Virginia subiese un escaloncito más en su nivel de excitación y de jadeos.
De pronto comenzó a sentir como Virginia comenzaba a mover sus caderas, haciendo imperceptible sus empujones. Así que optó por tomar una actitud pasiva y dejar que ella hiciese todo el movimiento mientras él la iba complaciendo con masajes en sus pechos y su rajita. Le dio alguna palmada en las nalgas, que a la nena le gustaron.
Sin decirle nada, ella comenzó a temblar y comprimiendo con su esfínter la polla de Leo, comenzó una corrida espectacular, llena de gemidos, jadeos y palabras entrecortadas suplicando que no parase.
Cuando Virginia aflojó su presión, terminado su orgasmo, Leo sacó su verga y pajeándose con una mano, se colocó sobre ella y le susurró:
“Me harás el hombre más feliz si te tragas mi corrida. Abre la boca”
Inmediatamente ella acercó su boca a aquél mástil y esperó deseosa y paciente que comenzase a manar el preciado líquido. Con sus manos acompañaba la paja de su amante con un masaje en los huevos y en el culo, lo que aceleró la venida de Leo. Sujetó con su mano izquierda el cuello de la chica y comenzó a retorcerse, mientras descargaba su segunda remesa dentro de aquél cálido recipiente.
Virginia tragó toda su leche y cuando hubo terminado, lamió los restos que quedaban en la polla de Leo.
Estuvieron un rato tumbados en la cama.
“Me he vuelto a sentir mujer, Leo. Tú has hecho que complete mi vida”
“Tú también me has devuelto la inspiración, Viki. Te estaré agradecido siempre”
Ella le sonrió y se acurrucó en su regazo.
“Siempre que necesites inspirarte, ven y te daré con mucho gusto lo que quieras, porque tú me das lo que necesito”
El escritor la miró satisfecho, besó su frente y cerró sus ojos.
“Viniendo de ti, esas palabras me dan la vida”
Se levantó, se vistió y se marchó presuroso a su estudio, para escribir las historias de sexo que nuevamente comenzaban a hervir en su mente.