Renacer. Parte 1

Un día, cuando iba de camino a casa, de vuelta del trabajo, me llegó un mensaje suyo que hizo que todas mis frustraciones se fueran de momento: "estoy en Madrid, dónde vives? quiero verte". Le di inmediatamente mi dirección, iba a acostarme con él aquella noche.

Era una tarde de abril cuando llegó su mensaje. Hacía años que había cambiado de teléfono, por lo que había perdido su contacto, y no sabía quién era. En la pantalla de mi iPhone se leía "hola lucía, cómo estás? hace mucho que no hablamos". Cortamos hacía ya seis años por una infidelidad de su parte, y no había vuelto a saber nada de él, por lo que, cuando me reveló su identidad, me pareció muy extraño. Aún así, no pude evitar seguir contestando a sus mensajes; no porque convervara ningún sentimiento romántico hacia él, que no lo hacía, sino por mera curiosidad.

Por mi parte, yo hacía cinco años que había dejado Sevilla para venir a Madrid a estudiar. Ahora, a pesar de tener una nueva vida y un trabajo estable, no puedo negar que echo de menos mi pueblo natal, aunque no es simplemente por mi familia y por mis amigos. En mis años de adolescente follé muchísimo, y con varios hombres distintos. Siempre aparente más edad de la que realmente tenía: alrededor de 1'60 metros de altura, bastante de delgada pero con curvas; pelo largo, oscuro y liso, ojos marrones, grandes y expresivos y, como guinda del pastel, dos pechos grandes y respingones de la copa D que, debido a mi complexión pequeña, destacaban mucho más, aunque sin llegar a ser desproporcionados con el resto de mi cuerpo, ya que no estaban caídos, y los sujetadores push-up ayudaban - lo siguen haciendo - a hacerlos ver aún más imponentes de lo que ya eran. Pero con o sin sujetador, eran ellos los encargados de mi éxito con los hombres, entre ellos mi exnovio.

Si a los hombres de entre 20 y 30 años les vuelven locos los pechos grandes, imaginad a uno de 18; era una locura, de la que yo disfrutaba. Le encantaba follarme en cualquier sitio que pudiera: los baños del instituto, la piscina, probadores...lo hacíamos en cualquier lado. Sin embargo, si cada sesión de sexo duraba aproximadamente media hora, siempre le dedicaba al menos quince a mis tetas. Le encantaba cuando llevaba camisetas con mucho escote para poder sacarlas en cualquier lugar para manosearlas, tocar mis pezones y retorcerlos. Solo de eso, podía correrme unas tres veces en esos 15 minutos. Mis tetas son extremadamente sensibles.

Tengo que confesar que, aunque decidimos dejar la relación por una infidelidad suya, yo también le había sido infiel con anterioridad. Sin embargo, por aquel entonces intentaba convencerme de que aquello no tendría ninguna validez si no había penetración, aunque la hubo alguna que otra vez. Recuerdo el verano que cumplí 18 años. Fuimos a Barcelona a ver a unos primos míos, mucho mayores que yo y, la noche de mi cumpleaños, decidieron sacarme de fiesta para celebrar mi mayoría de edad. Fuimos a una discoteca en la zona del puerto, donde me presentaron a sus amigos, todos de unos 30 años. Hubo especialmente uno, a quien llamaremos Raúl, que me llamó especialmente la atención. Aparentemente no fui la única, y acabé la noche en los baños, con toda la vagina llena de su semen. Sin embargo, nunca le conté esto a mi pareja de aquel entonces, aunque puede que a vosotros sí que lo haga, en algún momento.

Hubo bastantes más hombres con los que estuve, pero a ninguno de ellos les dejé penetrarme. Me sacaban las tetas, me las chupaban, hacían que me corriera, me masturbaban, me corría otra vez, yo les hacía una mamada, se corrían, y si te he visto, no me acuerdo. Calculo que, hasta lo 20 años que me marché, repetí esta rutina con unos 25 hombres, aparte de mi novio, lo cual dice bastante de sus habilidades en la cama. Sin embargo, cuando entré en la universidad me centré tanto en mis estudios que no mantuve relaciones sexuales ni una sola vez, algo que se extendió hasta aquella tarde de abril en la que recibí el mensaje de mi exnovio. Por lo que sabía, llevaba varios años con la misma chica, lo cual hizo que me extrañara aún más cuando recibí su mensaje. Al fin y al cabo, normalmente nos mensajeábamos para follar.

Estuvimos hablando durante aproximadamente un mes, y las conversaciones cada día iban subiendo más de tono: cuál es tu postura favorita, qué levas ahora mismo, que te gusta hacer cuando te masturbas...Irónicamente, y aunque nunca me decía nada directamente, esas conversaciones me hicieron correrme más en un mes que él durante toda nuestra relación, sin contar cuando me comía las tetas, en eso sí que era bueno. Cada día que pasaba estaba más cachonda; cada vez llevaba más escotes y más minifaldas al trabajo, como hacía en la adolescencia, con la esperanza de que alguien me follara (algo que sabía, no iba a pasar). Sin embargo, me acabé cansando; era muy frustrante andar siempre cachonda por su culpa y no tener a nadie con quien desfogarme, mientras que él seguramente, podría hacerlo con su novia en cualquier momento.

Un día, cuando iba de camino a casa, de vuelta del trabajo, me llegó un mensaje suyo que hizo que todas mis frustraciones se fueran de momento: "estoy en Madrid, dónde vives? quiero verte". Le di inmediatamente mi dirección, a lo que me respondío que pasaría a buscarme en una hora, por lo que corrí a prepararme a casa. Estaba decidida a acostarme con él aquella noche, por lo que me puse la ropa más provocativa que tenía: un vestido negro con un enorme escote de caja, muy corto, con un sujetador semitransparente negro, y un tanga de encaje del mismo color; todo esto combinado con unos zapatos de tacón dorados. Para terminar, me alisé el pelo y me maquillé.

El timbre sonó a las 10 de la noche, y yo corrí a abrir, notando como mi vagina de humedecía al escucharle cerrar el portal y subir las escaleras. Sin embargo, no estaba preparada para lo que tenía delante. Su cuerpo adolescente escuálido se había quedado atrás para dar paso a un hombre de ancha espalda, un poco musculado y con la piel bronceada. Llevaba unos vaqueros negros y una camisa blanca, y me miraba sonriendo. -Madre mía, ¡cuánto tiempo!- dijo mirándome mientras subía el último tramo de escaleras. Su voz también había cambiado, lo cual me ponía aún más.

Yo también le sonreí, y nos abrazamos en la puerta. Podía notar su respiración cálida en mi cuello. -Lo mismo puedo decir- dije apartándome de él

  • ¿Cómo estás?-

-Puedo ver que no tan bien como tú.-No pude evitar reirme ante su comentario de puro nerviosismo. Sus ojos me escaneaban de arriba a abajo, con una mirada que para nada era inocente. -¿Dónde quieres ir?-

-¿Por qué no nos quedamos en mi casa? Los viernes por la noche Madrid suele estar lleno de gente, y supongo que quieres que tengamos algo de intimidad.- Un movimiento arriesgado por mi parte.

-Sí, no nos vendrá mal ponernos para ponernos al día.- Respondió mirándome fijamente al escote. Sonreí internamente; hay constumbres que nunca mueren.

-Pues vamos dentro entonces, encargaré algo para cenar.-Dije cogiéndole la mano y entrando de nuevo a mi apartamente, cerrando la puerta. - Yo voy a llamar a algún sitio para que nos traigan la cena, tú ve sacando los cubiertos, están en los del mueeble de la derecha del salón. -

Lo escuché revolver en los cajones del salón mientras estaba en la cocina intentando calmarme. Me quería follar, eso estaba claro, y yo estaba preparada. Cerré los ojso y respiré hondo, para ver si se me pasaba un poco la cachondera. Sin embargo, Carlos (vamos a llamarlo así a partir de ahora) me interrumpió cuando entró riéndose en la cocina; cuando lo miré me quedé paralizada. Tenía en la mano un vibrador rosa de unos 16cm de largo, no muy gordo. Lo compré hacía unos meses para darme algo de placer, pero no quisé que fuera muy grande después de haber pasado tanto tiempo sin follar por miedo a hacerme daño. Sin embargo, tengo que reconocer que últimamente se me quedaba un poco pequeño. Lo metí en el cajón de los cubiertos para las visitas por varios motivos: uno era porque era el más alto de la estantería, y así mi sobrino de tres años, muy aficionado a abrir los cajones y a sacar todo lo que haya en ellos, no podría alcanzarlos. Otra es mi madre: suele venir aproximadamente una vez al mes, y parece que mi sobrino a heredado la manía de revolver cajones de ella. Siempre que viene, me revuelve los cajones de la habitación, imagino que para ver si encuentra algo "extraño", siempre ha sido muy desconfiada. Por eso, cuando compré el dildo, pensé que era una buena idea meterlo en ese cajón precisamente, ya que sabía que mi madre ya sabía lo que había ahí, y no le interesaría registrarlo. Sin embargo, llevaba ya alrededor de un mes sin usarlo porque, como he dicho antes se me había quedado un tanto pequeño, por lo que me había olvidado de él por completo. Carlos sonreía mientras miraba el alargado objeto.

  • No sabía que te fueran las pollas pequeñas.-

  • No es eso. -

  • Entonces, ¿qué, no te caben más grandes?. Sé perfectamente que puedes con mucho más.- Y lo hacía. A sus 18 años, Carlos tenía una polla descomunal. Gruesa y con unos 20 cm de largo, era la polla más grande que había visto nunca, y hasta entonces, nadie había conseguido superarlo. Su problema era, claro está, que era demasiada polla para un chaval tan joven, y no sabía cómo utilizarla. Esperaba que estuviera a la altura y que, si me la iba a meter, no hubiera crecido mucho más (spoiler: lo había hecho).

  • Sí que puedo con más. - Dije respirando hondo. - Lo que pasa es que hacía bastante tiempo que no follaba, y compré eso para no hacerme daño al principio, aunque se me ha quedado pequeña, pero no he tenido tiempo para comprarme otra. - Dicho esto, volví la vista a mi teléfono y seguí buscando sitios donde, pedir como si no tuviera la bragas goteando.

  • Te entiendo, yo también necesito algo más grande que las tetas de mi novia.- Me tensé en ese momento, sabía perfectamente que se refería a las mías. No podía aguantarlo más, pero decidí alargar más el sufrimiento.

  • Siempre te han gustado las tetas grandes. -

  • Las tuyas siguen como siempre.-

  • Ya era hora de que lo dijeras, llevas mirándome el escote desde que has entrado en casa. - Y dicho esto, salí al pasillo para pedir nuestra cena. Me sentía poderosa. Sabía que lo que quería era que yo cediera, pero no tenía la más mínima intención de hacerlo, no aún. Si quería guerra, la iba a tener.

Después de la llamada entré en el salón, para encontrarme a Carlos sentado en el sofá con el dildo en la mano.

  • Tienes que llevar mucho tiempo sin follar si con esto te es suficiente.-

  • Ya te he dicho que no lo es.-

  • Porque ya lo has usado demasiado, pero antes, lo era.-

  • Y tú, ¿qué? ¿has follado mucho?- dije sentándome en el sofá a su lado.

  • Con mi novia, sí. Pero la verdad es que no lo disfruto demasiado.-

  • ¿Por qué? -

  • No sabe ni hacer una mamada bien. -

  • Tú tampoco eres bueno comiendo el coño, ni siquiera sabías hacer un dedo. -

  • Pues te corrías. -

  • Sólo cuando fumábamos. - Las únicas veces que ha conseguido que me corriera aparte de cuando me comía las tetas era cuando fumábamos un porro antes de follar, el placer se multiplicaba por mil.

  • Llevo años practicando. Estoy seguro de que si te dedeara ahora, te correrías. -

  • Inténtalo. - Solté de repente. Mi boca actuaba más rápido que mi cerebro.

  • ¿Me estás pidiendo que haga un dedo? -

  • No, estoy intentando comprobar si has mejorado. Además, eres tú el que ha sacado el tema. -

  • Eso te pasa por dejar el dildo en el cajón de los cubiertos. -

  • Podrías haberlo dejado donde estaba y no haber dicho nada. -

  • Me dio curiosidad. Si lo más grande que te has metido últimamente en el coño es eso, lo tienes que tener más apretado que tus tetas dentro de ese vestido. -

  • ¿y a ti eso, qué más te da?.-

  • Nada, sólo me imaginaba cómo sería sentir mi polla en un coño tan cerrado. Si siempre lo has tenido apretado, no me quiero imaginar ahora.-

  • Para ti se sentiría genial. Me taladrarías el coño y te correrías a los tres minutos, y a mí me dejarías sin terminar, como hacías siempre. -

  • ¿A que hago que te corras?-

  • Ya te lo he dicho, inténtalo. -

  • Sólo si tú me la chupas a mí. Corrida por corrida, ¿qué te parece?. -

  • Primero me tendré que correr yo, no me fio de ti. -

  • Yo tampoco me fio de ti, llevas demasiado tiempo sin chuparla. -

  • Mira. Eras tú el que siempre se corría, así que ahora quiero correrme yo. O eso, o nada.-

  • Vale, está bien. Pero antes, quiero que me enseñes cómo la chupas. -

  • Ya te he dicho que no te la voy a chupar sin haberme corrido antes. -

  • ¿Y por qué no chupas el dildo? - Era una buena idea, en realidad.

  • Está bien, pero con una condición. Mientras lo hago, solo puedes mirar, no tocarme. - Me miró frunciendo el ceño.

  • Te quiero comer las tetas. - Respondió.

  • No vas a hacerlo. Si quieres que te la coma, yo pongo las condiciones, es lo justo. -

  • Bueno, vale, lo que tú digas. -

  • Dame el dildo. - Cuando me pasó el objeto lo puse encima del sofá y, de rodillas en el suelo, empecé a hacer como si lo masturbara. Al poco tiempo, me lo metí en la boca, a cuatro patas. A lo pocos minutos empecé a escucharlo respirar más fuerte y, cuando le miré, se había sacado la polla y se estaba masturbando mientras me miraba, con la boca entreabierta. Tenía la polla aún más grande que antes. Yo podía notar como el flujo me resbalaba por las piernas.

  • Se te están saliendo las tetas del vestido. - Era verdad. Cuando miré hacia abajo, tenía la mitad de los pecho fuera, e incluso se veía la parte superior de mis aureolas.

Carlos se sentó a mi lado en el suelo, y yo continué con mi tarea.

  • Déjame comerte las tetas. - volvió a insistir.

  • No. - respondí.

De repente se levantó de donde estaba y me dio un nalgazo.

  • ¡Que te saques las tetas! - Esto sí que no me lo esperaba. Una de las cosas que siempre le faltó a Carlos fue agresividad a la hora de follarme, excepto los segundos antes de correrse. Aún así, seguí chupando como si nada.

Carlos me agarró del pelo con la mano que estaba usando para pajearse y me puso recta, y con la otra me bajó el escote del vestido, descubriendo por fin mis tetas. Después volvió a meneársela mientras me las miraba.

  • A mí no me trates así, puta tetona. Tengo la polla tan dura que me duele, y todo por tu culpa. Vas a saber tú lo que es correrse. - Se colocó detrás de mi mientras me seguía agarrando del pelo, y me subió la falda del vestido. Después empezó a tocarme por encima del tanga.

  • ¿Y este tanga? Estás deseando que te folle, ¿verdad? -

  • No.- respondí firmemente. Me estaba gustando cabrearle.

  • Pues ahora vas a desearlo.- Cogió el dildo y me lo puso en la boca. - Chupa, puta. - Me soltó el pelo para agarrarme empezar a sobarme una teta. Con la otra, echó el tanga a un lado y empezó a tocarme el clítoris. - Tienes el clítoris hinchado y estás chorreando, guarra. Estás cachondísima. - Mientras tanto, yo seguía chupando el dildo para que no se me escapara ningún gemido. Estaba en la gloria.

Después de un rato así me sacó el dildo de la boca, me dio la vuelta y me sentó con la espalda recostada en el sofá. De repente se me quedó mirando - te vas a enterar. - para después meterse uno de mis pezones en la boca y succionarlo (lo había echado mucho de menos) y me metió tres dedos de golpe, moviéndolos rápidamente. Mientras hacía esto, me tocaba el clítoris con el pulgar. Enseguida encontró mi punto G, y comenzó a golpearlo con sus dedos. Yo no podía parar de gemir, había mejorado mucho.

Mi coño parecía una fuente, mientras me corría una y otra vez. No había sentido tanto placer en mi vida. Sólo en ese momento, pude correrme unas diez veces, solo del dedo que me estaba haciendo. Eso me hizo perder el control, y le empecé a pajear con fuerza. Sacó sus dedos de mi coño y me dio en una teta.

  • Puta, no me hagas correrme ahora, que me la tienes que chupar.- Yo obedecí inmediatamente, y me puse a chupársela como una loca. Mientras tanto, él me metió el dildo en el coño y se recostó en el respaldo del sofá para disfrutar de la mamada que le estaba haciendo. - Había que tapártelo para que no inundaras la casa, que estás muy mojada. Para no haber follado en un tiempo, la chupas de puta madre. -

Llevaba ya unos 10 minutos comiéndosela, y me dolía la mandíbula. A estas alturas, se hubiera corrido ya cinco veces cuando era adolescente, pero seguía aguantándo, mirándome desde el sofá mientras jugaba con mis tetas. Yo me corrí dos veces mientras lo hacía.

  • Lucía, quiero metértela en el coñito. - Entonces dejé de chupársela. Se estaba tranquilizando demasiado, y yo necesitaba mi dosis de agresividad.

  • Hemos dicho que tú me dedeabas y yo te la chupaba, pero no hemos dicho nada de que me la metas. Suficiente que te he dejado que me comas las tetas. - Me volvió a coger del pelo, cabreado. - ¿No te das cuenta de que aquí quien manda soy yo? Ponte a cuatro patas sobre el brazo del sofá, vamos. - Decidí obedecerle. Noté su lengua, blanda, húmeda y caliente, jugar con mi coñito mientras que con las manos me seguía tocando las tetas, que ya empezaban a dolerme.

  • Déjame las tetas que ya me duelen, cabrón. - Dije mientras le agarraba la cabeza para que me siguiera comiendo el coño. Me dio otro nalgazo.

  • No haberme puesto tan cachondo, guarra, ahora paga. - Y continuó con su tarea. Yo no tardé ni medio minuto en volver a correrme. - ¿No era yo el que se corría enseguida? - Comentó riéndose. - Te tengo que tener cachondita. - Y efectivamente, lo estaba. Tenía el coño hinchadísimo de todas la veces que me había corrido, y eso que todavía no me la había metido.

Carlos se puso de rodillas detrás de mí y empezó a restregar su polla contra mi coño, deslizándola de arriba a abajo, desde el clítoris hasta la entrada de mi coño. Yo, por mi parte, no podía parar de mover las caderas inconscientemente para que me la metiera de una vez.

  • ¿Qué pasa? ¿Ahora sí quieres que te la meta? - No contesté. Otro nalgazo. - Responde cuanto te hablo, joder. -

  • Sí...- Murmuré. Ya no podía más.

  • ¿Qué has dicho? No te he oído bien. - Dijo entre risas.

  • Sí.-

  • Más alto.-

  • Que sí, coño. -

  • Que sí, ¿qué?. Vamos, dímelo. -

  • Ya sabes lo que quiero decir. -

  • Antes me has dicho que no me ibas a dejar follarte. Entonces, ¿qué quieres? no te entiendo. - Seguí sin contestar. - Vale, pues si no me vas a decir nada, me voy. - Se levantó del sofá. No podía dejarme así.

  • ¡No! No te vayas, por favor. No me dejes así - Dije desesperada.

  • Así, ¿cómo? -

  • Pues así, esperando a que me la metas. -

  • Ah, ¿ahora sí quieres?. Eres igual de calientapollas que antes, Lucía. - Volvió a ponerme detrás de mí en el sofá y me empezó a acariciar el culo. - Mírate, Lucía, cómo has acabado. En el sofá, con las tetas colgando por el escote, la falda levantada, el tanga a un lado y el culo en pompa. Supongo que la zorra cambia de pelo, pero no de costumbres, eres la misma puta de siempre.- Entonces me empezó a nalgear - Puta, puta, puta, y más que puta. - Decía entre nalgadas. Yo no podía evitar gemir. - ¿A los demás tíos también les abrías las piernas así, Lucía? - Entonces yo me quedé paralizada. No podía ser que lo supiera. - ¿Te crees que no sé la de veces que me has engañado? A saber la cantidad de dedos que has tenido en el coño. - Yo me quedé callada mientras el seguía manoseándome el culo. - Me has hecho mucho daño, Lucía. No sé si te mereces que te la meta.

  • No, ¡por favor! Métemela, no me dejes así. -

  • Entonces, ¿quieres que te la meta? -

  • ¡SI! - Grité desesperada.

  • Pues te lo vas a tener que ganas. Córrete para mí. -

  • Por favor, Carlos, métemela. - Supliqué.

  • Te he dicho que te toques el coño hasta que te corras si quieres polla. - Yo obedecí. Me metí tres dedos en el coño y con la mano que me quedaba libre, me empecé a tocar al clítoris.

  • Ahhhhh, ahhhhh - Gemía.

  • Tienes que llevar mucho tiempo sin polla para estar tan desesperada. Voy a ser bueno, y te voy a ayudar. - Me puso recta, aún de rodillas sobre el sofá, y me empezó a comer las tetas mientras se pajeaba. Yo seguía con los dedos metidos en el coño.

  • Ahhhhh, hijo de puta, me duelen las tetas. -

  • Eso te pasa por ser tan guarra y engañarme. -

Me corrí a los 30 segundos, empapando todo el sofá. No podía parar de correrme, estaba como poseida. De repente Carlos me empujó para que me volviera a inclinar sobre el brazo del sofá, me sacó los dedos del coño y me la metió de una embestida, sin esperar a que dejara de correrme, y empezó a bombearme sin piedad.

  • Ahhhhh, cabrón, me estás partiendo el coño. - Gritaba yo. Hacía mucho que nadie me follaba, y su polla era demasiado grande.

  • Putaaaaaa, qué estrecho tienes el coñito, qué rico, cómo aprietas. - Decía mientras me bombeaba.

Al poco tiempo el dolor desapareció, y empecé a disfrutar mucho. Me volví a correr.

  • ¿Ya te has corrido otra vez?. Sí que estás cachonda. - Yo no pude evitar empezar a tocarme el clítoris. Parecía que nada era suficiente, aún tenía mucha energía.

  • Estás disfrutando como una perra, ¿y aún no tienes suficiente? Te voy a enseñar yo lo que es bueno. - Noté como su dedo húmedo tocaba la entrada de mi culo.

  • Por el...ah cabrón, qué rico...culo no...que...ay, mi coño...mucho...Ahhhh dame más!!- Gritaba yo. Tenía miedo de que me hiciera daño en el culo, pero estaba muy cachonda, quería más.

  • Eso hago, Lucía, darte más. Si por el coño te está gustando, verás cuando tengas mi polla en el culo hasta el fondo.- El cabrón de Carlos había mejorado, definitivamente, y me dedeaba el culo con la misma precisión con la que me dedeaba el culo.

  • AHHHHHHHHH ME CORRO, CARLOS, ME CORROOOOOOOOO - Grité otra vez, llenándole las piernas de mi corrida. Inmediatamente, me la volvió a meter mientras tenía tres dedos en mi culo.

  • Joder, cómo encoges el coño cuando te corres. Eres buenísima. - Seguía bombeándome. A mí ya me dolía el coño, así que intenté que me la sacara bajándome del sofá, pero inmediatamente me volvió a coger, como un perro que no puede despegarse de su perra.

  • ¿Dónde te crees que ibas? Iba a ser bueno contigo, pero no me dejas otra opción. - Dicho esto, noté como intentaba meterme el dildo en el culo. Yo empecé a gritar de dolor.

  • AH CABRON, ME ESTAS PARTIENDO EL CULO. -

  • Eso dijiste al principio de tu coño, y ahora no puedes parar de correrte. Menudo charco estás haciendo. - Era verdad. No llevaba ni un minuto sobre la alfombra y ya había hecho un charco de lo que me chorreaba el chocho. Aunque me estuviera doliendo, tener un dildo en el culo mientras Carlos me follaba por delante me ponía aún más cachonda. Unos minutos después soltó el dildo y volvió a ponerme recta sobre mis rodillas, sin sacarme la polla ni el dildo. Sabía lo que quería. Me levantó uno de los brazos y empezó a comerme las tetas otra vez. Mientras me follaba, empujaba el dildo con su pelvis dentro de mi culo, de donde ya sólo recibía placer, y llevó una mano a mi clítoris. Yo estaba en otro mundo.

  • AHHHH, ASI, DAME MAS. SOY UNA PUTA QUE SOLO QUIERE QUE LA FOLLEN. LLENAME DE LECHE, POR FAVOR. ME VA A REVENTAR EL CHOCHO. DAME MAS FUERTE CABRON, MAS FUERTE AAAAAAAAHHHHHHHHHH ME CORROOOOOOOOO. - Y me corrí como una fuente. Su polla salió despedida de mi coño y lo mismo pasó con el dildo de mi culo. Sin embargo, la cosa no terminó ahí.

Carlos se tumbó en el suelo, con la polla apuntando al techo.

  • Siéntate con el culo en mi polla. Te voy a llenar el culo de leche. - Yo obedecí, y poco a poco empecé a meterme su polla en el culo. Dolía muchísimo e intenté levantarme varias veces, pero Carlos me cogió de los hombros para que no lo hiciera.

  • UFFF, VAYA CULO TIENES, LUCIA, ME VAS A EXPRIMIR LA POLLA. - Y con eso empezó a bombearme el culo. El color desapareció enseguida, dando paso al placer. Yo no paraba de botar desesperada, mientras él me retorcía los pezones, haciendo que me retorciera de gusto.

  • AH, ME VOY A CORRER CON TU POLLA EN EL CULO, QUE RICO. - Me llevé la mano al coño y me metí tres dedos. Subía y bajaba cabalgando la polla de Carlos a un ritmo frenético mientras que me dedeaba el coño a la misma velocidad.

  • Vaya puta, cómo te tocas el coño. CORRETE CERDA, CORRETE. -

  • AHHHHHHH, ME CORRO, ME CORRO, ME CORRO, ME ESTOY CORRIENDO POR EL CULO Y POR EL CONO A LA VEZ AHHHHHHHHH. -

  • ME ESTOY CORRIENDO GUARRA, TOMA MI LECHE AHHHHHH - Dijo Carlos mientras se corría.

Perdí la conciencia de las veces que me corrí. Me desperté varias horas después, ya estaba saliendo el sol. Estaba desnuda, tirada en la alfombra, y con el culo chorrando semen y las tetas y el coño rojos. Solo de verme me puse cachonda otra vez, y me volví a tocar, esta vez utilizando un calabacín en el coño y el dildo en el culo. Después de haber probado la polla de Carlos, no me servía cualquier cosa.

Habiéndome corrido dos veces más, me duché y me vestí. Cuando entré en la cocina, me di cuenta de que había comida encima de la encimera y una nota. Habrían traído la cena que encargué cuando estaba dormida. Cogí la nota y reconocí la letra de Carlos.

  • Ven esta noche al apartamento donde me estoy quedando, tengo una sorpresa para ti. - Escribió su dirección debajo. Me puse tan cachonda sólo de pensarlo que tuve que volver a tocarme. No podía esperar hasta esa noche.