Renacer

Cuando la vida te abre una ventana, y a tus brazos cae un amor distinto.

"Vocé nao sabe até onde eu llegaría para te fazer feliz"

INVIERNO La primera vez que nos vimos fue en mi viejo departamento. Era un sábado a primera hora de la tarde. No piensen mal. Aquella vez no pasó nada y su visita fue por un tema de trabajo Me acuerdo que esa tarde: hacía mucho frío, demasiado frío. Era el fin de un invierno muy crudo en Buenos Aires, un poco antes de la esperada tormenta de Santa Rosa, que siempre se da alrededor del fin del mes de agosto. La leyenda dice que después de esa tormenta, ya deja de hacer frío y la ciudad comienza a prepararse para la primavera.

Yo no lo conocía. Nos saludamos. No sé como comenzamos a hablar. Ni quién habló primero. No recuerdo qué fue lo primero que nos dijimos pero si me acuerdo cuando me estrechó la mano y me dijo su nombre: Alejandro. Le dije Marcos casi sin pensar, casi sin advertir que nunca me agradó mi nombre. El pibe me gustaba tanto que no podía razonar. Dijo, mucho gusto y me miró con esos ojos brillantes y expresivos, color avellana, color café liviano, color cáscara del bosque de arrayanes cuando sale el sol. Esos ojos húmedos, mojados por la vida, esos ojos inolvidables. Después reparé en su pelo, brillante, lacio, suave, que caía a los costados de su cara. ¡¡¡ Qué ganas de besarlo tuve…!!!

Luego pasó un tren. Y el estruendo de los vagones corriendo a toda velocidad sobre las rieles, silenció nuestras palabras pero nos permitió seguir mirándonos,, sonriendo pero sin hablar. Y ahí lo vi: delgado, como de mi estatura, cabello castaño claro, peinado para ambos lados y raya al medio, bigotes, tez casi pálida, barba de un par de días, nervioso. Su sonrisa tímida le marcaba los hoyuelos de las mejillas. Qué lindo es, pensé, pero claro, no se lo dije. Bueno tan obvio no soy….

Venía a hacer la guardia para la venta de mi departamento: lo mandaba la inmobiliaria que se ocuparía de vender mi casa, el lugar en el mundo en el que yo había sido feliz con Kevin, hasta que él conoció a otro y se enamoró de él.. Hasta que Kevin se fue, dejando una carta en la que me echaba la culpa de todo. Así era Kevin. Egoísta, a veces cruel, casi siempre insensible Y yo lo amaba así como era. Tal vez, porque yo no sabía que era amar Y ahora lo había perdido para siempre.

Tendría que empezar de nuevo, solo, sin Kevin, en otro sitio, .buscar mi destino, mi lugar en el mundo Pero ¿cómo? ¿Cómo se empieza de nuevo, cuando todavía amas a alguien que ya no te quiere? ¿Qué se hace para que el corazón deje de sangrar, para que la piel del alma deje de caerse en jirones, para olvidar, para mirar cada mañana la luz del día y todavía esperar que pase algo bueno? ¿Cómo se retoma la rutina del trabajo, las obligaciones, las reuniones familiares, los amigos, los compromisos, sin poder desahogar el dolor que sentís por otro hombre? Yo tenía que hacer el duelo solo. En silencio. Mordiendo la pena, porque no podría contárselo a nadie. Sintiendo el vacío de ese lugar que había sido nuestro, recordando los momentos compartidos. Humillado por el abandono. Con ganas de pegarme un tiro Incapaz de poner mis cosas en orden. Tendría que vivir así como en coma, hasta despertar un día y renacer. Sentía vértigo como si estuviera asomado a un balcón en el piso 50 de un rascacielos. Y temía caerme. Me convertí en un pajero compulsivo: mucho más que a los 17 años, con mucha más necesidad. Y mucho más vacío después.

Pero pasaron unos meses y fui ahorrando el coraje para mirar al futuro.

Alejandro pasó esa larga tarde en mi casa, esperando eventuales compradores que nunca llegaron. Tomamos café (instantáneo no tenía del otro), hablamos mucho y de todo un poco Tal vez de nada en especial Nos miramos,. O quizás yo lo miré. Mucho. Se fue a las siete de la tarde cuando el sol había caído. Nos dimos la mano, nos miramos otra vez y se marchó Que lindo que es, volví a pensar y a continuación me pregunté: ¿Será? No sabía si "era" pero me hubiera gustado que lo fuera. En pocas palabras, me quedé re caliente con Alejandro e inseguro que fuera gay. Soy despistado. Iluso. Enamoradizo. Una calamidad..

Yo creí que le había caído bien. Que le gustaba. Pero muchas veces me ha pasado que me hago mi propia película en la cabeza y en realidad no pasa nada. No tenemos que gustar a todos, me digo después, para darme consuelo y por ahí el muchacho es heterosexual… Yo no tengo buenos radares, y suelo calentarme con heterosexuales que por supuesto no reparan en mí... Calenturas sin ninguna esperanza. Decepciones. Falsas esperanzas. Dolores que yo mismo me causo. Proyecciones, diría un psicólogo. Cosas de puto diría un amigo mío que, aunque lo desmienta, es bien putazo, re-puto. En el fondo sé que tiene razón.

Alejandro volvió el sábado siguiente a las dos de la tarde. Ahora sé, que el pidió tomar esa guardia de nuevo. Me saludó como siempre con un apretón de manos, traía un diario bajo el brazo. Su sonrisa seguía siendo tímida, formal, insospechable. Vinieron un par de interesados pero no pasó nada concreto. Los atendió con amabilidad. En los ratos que no hubo interesados,hablamos mucho, de política, del tiempo, de la selección nacional de fútbol, de nuestras familias, de nosotros mismos. . Es agradable, educado, serio, gentil, pensé. Quizás un poco joven pero ideal para presentarlo como novio a los padres y amigos. Si uno estuviera fuera del closet, y si él fuese gay claro. Y si pasara algo entre nosotros. Condiciones que aún no se cumplían. Como me lo cogería si fuera mío…. Toda la noche. Todas las noches. Todos los días de mi vida….Me casaría con él. Lo haría feliz. Que no haría por hacerlo feliz. Soy inmensamente cursi, tremendamente meloso, un tonto…. Pero asi lo siento y no me da vergüenza. Y si pensás mal de mi, más puto era tu tío, el divorciado.

Alejandro llevaba unos pantalones de jean azul claro que le ajustaban en las partes estratégicas y en varias ocasiones, le vi arreglarse disimuladamente la bragueta, como si la verga se le pusiera dura durante nuestra charla y el bulto se le saliera del slip. Alejandro tiene flor de chorizo escondido en esa bragueta pensé. Flor de garcha. Una polla de puta madre como dicen los españoles, con perdón de su santa progenitora a quien no conocía. No sin desear desnudarlo y chuparle la pija asi de una y como si no fuese nada. Tiene lindo culo también, volví a pensar. Redondito, firme, paradito (practicará deportes pensé) Culo para chupar con ganas. Parecía no darse cuenta que está bien bueno, de lo mucho que me gustaba Estaba muy cogible, como dice una loca conocida. Como ven el chico me dejaba muy caliente y muy pensativo…. .Se fue y nos despedimos como siempre con un apretón de manos. Apenas se fue le dediqué una paja de esas de nunca acabar…o de mucho acabar…En mi boca seca, su nombre, en mi leche derramada su imagen. En mi pija dura todavía después del orgasmo, el deseo de tenerlo. Y en mi corazón con agujeritos recientes, las ganas inocultables de enamorarme de nuevo, de que alguien como él me amara. El deseo de renacer.

Para el sábado siguiente, compré unas flores frescas (sí una mariconada pero que le voy a hacer). unas galletitas dulces, y buen café colombiano. Para Alejandro. Pero él ya no vino. La inmobiliaria envió a una señora mayor, entrada en kilos, muy maquillada y con anteojos gruesos, que enganchados en una cadena, caían como un collar sobre sus pechos enormes. Dijo llamarse Doris Le pregunté por Alejandro y no supo contestarme. No lo conocía. Esa tarde llegó una mujer joven, sobrina de mi vecina del piso de abajo, que estaba interesada en comprar mi departamento: le gustó y dijo que iría a la inmobiliaria a dar la seña por él En otras palabras, la gordita Doris, la de las tetas en mayúsculas, vendió el departamento sin problemas. Se fue dejando el olor a naftalina de su abrigo gris de piel sintética. Prendí un sahumerio hindú. No sabía si festejar o no. Ahora si se cerraba una etapa: la de mi vida con Kevin. También pensé en Alejandro y cerré los ojos.

Tenía un plazo de 30 días para conseguir otro departamento y desocuparlo, mudarme y comenzar mi nueva vida. Conseguí un dos ambientes más nuevo pero más chico en un barrio cercano, y mis amigos, Laurencio (más conocido por Angelina) y John Jairo, alias el Cachucha, me ayudaron con la mudanza. Y me olvidé del chico de las guardias, el de los hoyuelos y los jeans ajustados, me olvidé de Alejandro. Al menos lo intenté. Me pajeaba pero trataba de no recordar su cuerpo, su cara, sus ojos, la forma de moverse, su piel.

Por supuesto que yo creía que no estaba en condiciones de asumir ningún tipo de compromiso con nadie: lo de Kevin todavía era una herida que seguía abierta. Salía poco y nada, salvo cuando estaba muy caliente y buscaba un desahogo en algún lugar de ambiente. Eran polvos, nada más. Uno se sacaba el afrecho y podía seguir con su vida normal. Disimular la pena, la soledad, el vacío.

Al día siguiente encontraba algún resto de que otro ser humano había compartido mi cama: preservativos usados y sin usar, un envase pequeño de lubricante, una caja vacía de cigarrillos, fósforos gastados, un suspensor, manchas de semen, pañuelitos de papel, un peine, un número de teléfono al que nunca llamaría junto a un nombre extraño Huellas que no harían historia.

A los pocos días de mudarme lo volví a ver. A Alejandro, claro. Al principio no lo reconocí, me vendió el diario del domingo en un puesto en la avenida pero sólo cuando me fui, me di cuenta que era él. Llevaba una gorrita y anteojos. Había cruzado la avenida cuando lo advertí y me dije, que además de idiota por no haberlo reconocido, era yo un puto iluso e ingenuo pues lo acompañaba una muchacha muy linda, que seguramente era su novia. El pareció reconocerme, por lo que pude recordar después, (había demorado mucho en darme el vuelto cuando pagué) pero no me dijo nada. Sin embargo algo no me quedaba claro: ¿Trabajaba en la inmobiliaria o en el puesto de diarios? ¿La chica era su novia?

Pasaba por esa esquina casi todos los domingos, cuando salía a caminar sólo para verlo a él Yo me decía que era para vencer el aburrimiento y la soledad, con la excusa de pasear al perro y siempre lo veía vendiendo diarios en compañía de esa chica. Ella era bonita de cabello largo y siempre muy prolijamente vestida. Será la novia, volví a pensar. Pero nunca más me atreví a comprarle el diario. El me dijo después que nunca supo porqué yo no lo saludé más… Que eso lo había confundido.

PRIMAVERA El invierno se fue. Yo dejé de sentir frío. Un día, aprovechando una jornada más tibia y soleada, me decidí a hacer el cambio de domicilio y fui a una oficina municipal, un centro de gestión y participación, a dos cuadras de mi casa, y me lo crucé. Llevaba el pelo más corto, pero tenía los mismos bigotes, la misma mirada húmeda y los mismos ojos dulces. Nos saludamos como dos viejos conocidos con un gesto, y el pasó a otra oficina. Mi trámite duró unos diez minutos y como si por si acaso, me paré en la esquina para verlo salir. Deseaba que su trámite hubiera llevado más tiempo que el mío y que no se hubiera ido antes. Cada minuto que pasaba era como un infierno confuso. Interiormente me aseguraba que no podía haber salido antes que yo. Cuando me calmaba con eso, me decía que el chico no era gay y que lo que yo estaba haciendo era inútil.

Me paré en la esquina de una vinería. Del interior salía un olor penetrante a vino. Yo me sentía embriagado por ese aroma y borracho sin haber bebido nada. El sol por suerte calentaba un poco. Estaba muy ventoso. Tenía los pies fríos. A cada rato miraba la puerta por donde Alejandro iba a salir. Recordaba su imagen. Eso servía también para calentarme.

Pasaron unos minutos y finalmente salió y vino caminando en mi dirección sin advertir mi presencia. Llevaba aquel jean clarito ajustado que le marcaba el bulto y unos zapatos de goma de suela gruesa. El corazón me latía como si tuviera 17 años y viniera hacia mí el muchachito que me gustaba Me sentí muy infantil, muy obvio, muy putazo. ¿Qué pensaría el de mí? Tenía miedo de mirarlo a los ojos y solo veía sus piernas musculosas, y sus zapatos de suela de goma.

Cuando me vio, se detuvo. No me salían las palabras. Dudó pero al final me dijo "hola" con naturalidad, y me miró a los ojos. Parecía contento de verme y que yo lo estuviera allí pero era tan tímido como yo. "Hola Alejandro" respondí y él me dedicó una de esas sonrisas con hoyuelos , acariciada por sus bigotes, que me desarmó.

Me dio la mano y me dijo "hola Marcos" e intrigado por mi presencia en el lugar me preguntó qué estaba haciendo y yo le dije tomando sol no sea cosa que se diera cuenta que lo estaba esperando, y el se sonrió, feliz quizás de que yo disimulara demasiado que lo había estado aguardando. Le pregunté para donde iba y me dijo que iba hasta el puesto de diarios de su cuñada. Si, la chica aquella tan bonita del puesto, era pareja de su hermano mayor. "Pensé que era tu novia le dije, contento de saber que aquella chica era su cuñada. Me miró a la cara y me dijo un "no" bastante rotundo.

Al llegar a unos veinte metros de la puerta de mi nuevo departamento, le pregunté si quería conocerlo. Por un instante lo dudó alegando, que su cuñada lo estaba esperando pero ante mi insistencia, aceptó. Lo hice pasar y le mostré mi nuevo pequeño mundo, dos ambientes cocina baño y un pequeño balcón con plantas.

Mientras lo recorríamos, le miraba el culito lindo, la forma de caminar, las espaldas anchas, las piernas fuertes, los brazos largos. Los pies grandes y flacos enfundados en zapatos con suela de goma. Lo invité a un café. Hizo ademán de pararse del sofá donde estábamos sentados para irse, pero yo lo detuve y corrí a hacer el café. El agua tardaba en hervir y el encendió a mi pedido, la TV y se escuchaban las propagandas, y yo me hacía encima de las ganas de verlo, de estar con él, de tocarlo, de besar su boca. Serví el café en los pocillos sobre una bandeja, y me dirigí a la sala. Estaba sentado en el sillón con las piernas abiertas y exhibiendo su bulto sin querer. Hasta podía adivinarse que la pija la tenía acomodada hacia la derecha. Casi vuelco el café. Que pedazo tenía el chico…. Traté de recuperar la compostura preguntando si quería azúcar o edulcorante y dijo que sin nada. Lo tomaba amargo, claro, la dulzura estaba en su boca. Lo pensé pero no lo dije. Este chico siempre me calentaba y me hacía pensar. Lindo departamento me dijo por fÍn mientras bebía el primer sorbo de café. Agradecí y ya no tuve reparo en mirarlo a la ojos siempre húmedos y enormes; observar sus labios soplando el líquido caliente, ver esa boca carnosa que me tentaba tanto, sus manos flacas y huesudas, el principio de pelitos casi rubios que asomaba de los puños de su camisa Me quedé asÍ como congelado admirando sus rasgos, su belleza, deleitándome por un instante con su presencia, feliz por el hecho de estar juntos.

Se incorporó y me dijo que tenía que irse, y yo no sabía cuándo lo volvería a ver, ni como decirle que quería verlo de nuevo Escribí mi nombre en el papel y mi número de teléfono celular. Él lo leyó, lo guardó en el bolsillo y se quedó parado esperando que yo lo acompañara hasta la puerta y cuando lo hice se dio vuelta y me dio un beso en la mejilla, Costumbre entre italiana y tanguera que existe en mi país, donde los amigos varones se dan un beso en la mejilla para saludarse, hecho que asombra, calienta y sorprende a los extranjeros. Los argentinos son todos unos putos me dijo un amigo mexicano una vez, y me parece que en su machismo no supo entender que el beso cariñoso en la mejilla de un amigo es un arma revolucionaria, más que una mariconada, en un mundo que ridiculiza al gay, pero que ante la ternura entre dos machos se sorprende y se pone nervioso

El beso en este caso me pareció que fue casi cerca de mi boca y yo moví la cara y lo besé en los labios. Fue un beso chiquito sin lengua, un beso inesperado y sin pensar. Un beso de necesidad. Bueno, fue una cagada, un error, una metida de pata, un abuso. Pero fue sólo un beso. Un piquito.

Se apartó como enojado y se fue. Me quedé así como deprimido. No le había gustado. Se había sentido violado por mi boca de puto caliente. Quizás el no estaba preparado para estar con otro muchacho Se sintió culpable y por eso se fue. No lo sé. Pero me quedó un sabor amargo. Lo había arruinado todo. Ahora cuando me viera me daría vuelta la cara. .

Me quedé a oscuras. Flojo. Con ganas de llorar. Como cuándo Kevin me dejó, como cuando me di cuenta que ya no me quería, volvi a sentirme un muerto que camina pero ya sin ganas de caminar.

Me quedé dormido con toda la ropa y los zapatos puestos, la cara mojada por el llanto. A la madrugada sonó mi teléfono celular, era Alejandro, parecía descompuesto, ebrio, pasado de revoluciones….

Pregunté que le pasaba y no me decía nada coherente. Le dije que me dijera dónde estaba y lo fui a buscar. Estaba sentado en el umbral de una tienda frente al puesto de diarios. Cuando me vio intentó pararse y casi se cae. Lo abracé y nos fuimos caminando hasta mi casa. Despacito, recorriendo las calles tranquilas, casi dormidas, iluminadas por la luna y por los faroles de las calles. Caminamos abrazados unas tres cuadras. Lo hice pasar al departamento y lo acosté, le saqué los zapatos, las medias, la camisa y el jean aquel . Lo tapé y cuando me di cuenta que dormía, me fui a la cocina a esperar el día.

Amaneció un día hermoso, y hasta cantaban los pájaros en mi ventana. Me asomé al balcón a regar las plantas, leí el diario, escuché la radio, puse a hacer el café. El corazón no me cabía en el pecho. Sólo por tenerlo cerca. Miré los árboles de la calle y vi sus brotes nuevos. Dije, al menos algo renace.

El se levantó, oí sus ruidos en la habitación y luego en el baño. Salió y vino hacia mí, tan bello como siempre, con la misma mirada dulce, los bigotitos y el pelo partido al medio. Dijo buen día y yo como respuesta le serví un café. Me dijo que lo sentía mucho, que anoche se había asustado, que nunca había estado con otro hombre no por no desearlo sino por miedo. Le pedí perdón y el me dijo que no había nada que perdonar, lo abracé . Se dejó abrazar. Cuando se fue sin poder contenerme lo besé en la boca, un beso corto, breve, real Lo devolvió tímidamente.

Lo miré marcharse desde la ventana de mi cuarto: Todo el peso del mundo sobre sus hombros. Arrastrando los pies, con los zapatos de goma y mirando al suelo.

No nos vimos por un tiempo. Cada día era un año, cada noche un siglo para mí En cada momento sentía que lo amaba y deseaba más, pero preferí apartarme, darle su tiempo, su espacio, su lugar. Yo quería poder darle todo ese amor que sentía, pero también tenía en cuenta que lo importante era su felicidad.

Me encerré en mi mismo. Ni Angelina ni John Jairo ni nadie me podía sacar de esa tristeza, de esa nostalgia de lo que nunca había sido. De lo que no podría ser.

Lo llamaba en sueños. Era una obsesión por aquello que no podía tener, Iba a trabajar, comía y trataba de dormir Pero nada volvió a ser igual Dejé de contestar el teléfono, casi no salía a la calle más que para lo indispensable.

VERANO: La vida va y viene. El tiempo pasa. Kevin me escribió un mail, pidiéndome perdón. Había cometido un grave error y tirado por la borda lo único bueno que había tenido en la vida, quería verme, quería hablar conmigo, parecía arrepentido. .Esa noche me costó dormirme. El pasado volvía y no estaba enterrado. Por momentos pensaba en los buenos momentos vividos, en la vida compartida y por otros recordaba la traición. Y si parte de mi quería volver a verlo, había un dolor que no cejaba, un dolor que me impedía volver al pasado. No le contesté. No había manera que él pudiera ponerse en contacto conmigo de nuevo. Yo no atendía el el teléfono ni contestaba mails.

Decidí ir a la costa atlántica para pasar unos días de vacaciones. Solo y sin rumbo fijo. Siempre había adorado el mar, la playa, los atardeceres pero ahora todo eso me hacía mal. Estaba pasando por un período de tristeza., de depresión. Un período sin sexo ni deseos. La sequía. Contraté un servicio de cuidado de mi perro durante mi ausencia. Puse a punto el auto, , cargué el combustible, preparé las valijas y le di una copia de mis llaves al encargado del edificio por cualquier emergencia.

Era domingo y llovía. Torrencialmente. Esas lluvias de verano que parecen tropicales pero que luego paran dejando el ambiente más húmedo y aún más caluroso.

Había puesto el despertador a las seis de la mañana , para salir temprano a la ruta rumbo a mis vacaciones, preparé mi café negro, y estaba exprimiendo naranjas para jugo cuando sonó el timbre de abajo..

Un timbrazo que me sorprendió. Desde el portero eléctrico pregunté quién era y me dijeron que traían el diario. Le dije que lo había suspendido ayer. Le trajimos el diario igual y apúrese que llueve mucho. Bajé con bronca , con rabia, molestarme a esta hora, cuando expresamente había cancelado el diario…Cuando llegué a la puerta del edificio lo vi. Era la imagen del desconsuelo, el pelo mojado echado sobre la frente, el cuerpo tapado por un nylon transparente, las botas de goma embarradas. Abrí la puerta y me dio el diario cubierto en una bolsita que lo protegía de la lluvia. Lo miré a los ojos, mientras llovía, llovía y no supe si era lluvia lo que mojaba su mejilla, lo hice pasar. No quería. Pero lo obligué a pasar, y subimos al ascensor y sin decir palabra, llegamos hasta mi piso.

Se quitó el nylon que lo protegía, lo depositó en la cocina, y aceptó la toalla grande que le ofrecí para que se secara. Estaba más flaco, como yo, y temblaba Me tiré al piso y le saqué las botas y le sequé los pies como si fuera un niño. No paraba de temblar. Le di una bata mía, y se desnudó, tenía mojados hasta los bóxers. Le alcance un slip mío. Mientras se secaba lo miraba, y el se dejaba mirar., pero no sin cierto pudor. No se porqué, me pareció verme a mí a su edad, diez años atrás, antes de Kevin, antes que mi vida se hiciera complicada y tortuosa, antes de perder la última gota de inocencia que me quedaba. Era mi espejo pero diez años más joven. Se puso el slip dándose vuelta y mostrando su culito redondo y sin vello El slip lo llenaba maravillosamente. Se puso mi bata, le di unas medias, y unas chinelas. Lo llevé a la cocina y le serví café ,y jugo, y comimos juntos por primera vez. Le puso mermelada a su tostada y en su boca, quedó un resto de dulce de ciruelas, que saqué con mi dedo índice suavemente quizás para acariciar sus labios. Todo sin hablar, bebíamos y comíamos mirándonos, como dos viejos conocidos, pero sin decir palabra alguna. Cuando terminó de tomar café, llevó su taza y la mía a la bacha de la pileta y se puso a lavarlas, lo mismo hizo con la cafetera, los cubiertos, los vasos, la juguera- Guardo el dulce y el queso en el refrigerador, Limpio el mantel, recogió los desechos, barrió el piso. Yo lo miraba con asombro y el se dejaba observar. Es prolijo pensé. Es diligente. Quiere impresionarme y vaya que lo había logrado.

Cuando terminó de limpiar y de secar todo, me miró con esos ojos que me derretían las tripas, con esos ojos dulces y húmedos, con esa mirada pura que me hacía importante, único, especial Y yo me dije, amo a este hombre, no sé porqué o no sé decir porqué. Lo amo y haría cualquier cosa por hacerlo feliz, por conseguir una sonrisa suya. Haría lo imposible porque me amara. Me paré. El no decía ni una palabra pero yo necesitaba comunicarle algo Decirle tantas cosas que había guardado en el cofre de mis miedos.

Y lo abracé. Lo abracé tan fuerte que hasta sus huesos sonaron, y el apoyó su cabeza todavía húmeda en mi hombro y yo besé su pelo, y nunca imaginé que su cabeza oliera a lavanda, a trigo,, a miel y respiré su pelo y lo besé en la cara, en la frente, en los pómulos, en los ojos, en la nariz, en los bigotitos, en las orejas, en el cuello y él se dejó besar, acercando su cuerpo al mío, ,dejando que mis brazos y mis manos y mis dedos recorrieran su cuerpo , sus hombros, su espalda, sus nalgas, su cuello, su pecho, sus brazos y sus manos. Abrí su bata y besé sus omóplatos y los pocos pelitos de su pecho, si,, pocos , para contar con los dedos de las manos, sus tetillas, y lamí sus axilas, una a una, como queriendo absorber su sudor, sus aromas, la fragancia de su piel ..

Quiso decirme algo pero yo tapé sus labios con mi boca sedienta, y su boca era un oasis, un bálsamo. Los besos soñados podían ser realidad. El comenzó a buscar mi pija, a tantear hasta sacarla del bóxer y apretarla y sobarla y recorrerla con la mano abierta. Y yo tiré el bóxer hacia abajo para liberar mi poronga ya dura, para sacar mis huevos del encierro para que el pudiera acariciarme así con calentura por primera vez.

Como los calzoncillos bajados hasta mis tobillos me molestaban, me los saqué del todo y los tiré con tal mala suerte que cayeron por la ventana a la calle. Pero no me importó. Nos reímos y desde ese momento el tomó la iniciativa y yo quedé asombrado, atónico, completamente sorprendido por su decisión y su coraje. Buscó mi lengua con la suya, y me besó y yo le devolví los besos con pasión como queriendo que nunca más se olvidara de ese momento ni de mi. Me abrazó, con la misma fuerza con que lo había abrazado antes yo, y apretando mi pija con una presión tremenda comenzó a pajearme, a acariciarme casi hasta hacerme doler. Lo detuve y le dije por lo bajo, "duele che" y el disminuyó la presión, me miró con esos ojos húmedos y brillantes, y me besó de nuevo y yo lo besé. Lo tiré en la cama, y le saqué las medias, la bata y el slip que le había prestado y a propósito tiré el slip por la ventana, era un dia de lluvia pero también llovían calzoncillos.. Y ahí lo miré desnudo por primera vez, flaco, fuerte, viril , con una piel sin vellos y luminosa, suave, con partes bronceadas por el sol y partes inmaculadamente blancas, allí donde el sol no podía besarlo como yo lo hacía ahora.

Su pija me llamaba, enorme, dura, necesitada de atención, pero yo quería recorrer toda su piel con mis dedos, con mi piel, con mi boca y con mis besos, necesitaba comprobar que ese muchacho entregado a mi locura, era real, que en ese instante era mío. Mientras lo acariciaba el comenzó a impacientarse y me dio vuelta con fuerza besando mi cuello y mi espalda y recorriendo mi columna con su lengua Calor y escalofrío. Deseo.

Me puso de frente y con su mano recorrió mi cara, mi pelo, mis ojos, mi nariz imperfecta, como si estuviera reconociéndome, leyendo mis rasgos como queriendo adivinar mis pensamientos.. Lo besé y me besó. Los primeros besos son inolvidables. Sellan un momento, lo hacen eternamente real El beso de dos hombres que se aman es una fuerza de potencia inaudita e incomparable..

Descendió por mi cuello, hasta apoyar su cabeza en mi pecho y fue cuando acaricié au pelo.. Me sorprendía a mi mismo con esa ternura única que él y sólo él despertaba en mí-

Nos abrazamos, cruzamos una y otra vez nuestras piernas. Luego descendi por su vientre hasta llegar a su pija, enorme, dura, erecta, humedecida por la expectativa y la besé y la lamí y la puse dentro de mi boca para adorarla, para acariciarla con mis labios, para regarla con mi saliva y darle calor Un rato después nos pusimos en posiciones opuestas para comernos recírprocamente, para saborearnos dulcemente, pero con intensidad hasta decir basta. Masajié su culito suave, su culito redondo, su culo entregado a mis caricias, aceptando mis ganas, gozando por el solo hecho de sentirse amado..

Su culo era seda, y terciopelo y su orto una fruta deseada, y cuando lo penetré me pareció que ingresaba a su mundo, al mundo que todo lo esperaba y que todo lo daba. Cuando al fin nuestra carne pudo unirse, gritamos, gritamos mucho como llamando a los dioses de la vida, como celebrando el fin de la noche, amándonos sin medida, por ese instante y para siempre. Luego exhaustos y completos nos dormimos abrazados, yo dentro de su cuerpo y él dentro de mi alma.

galansoy. Es una historia de amor entre hombres. Igual y diferente a todas, pero llena de esperanzas. Que la disfruten…g.