Relatos por mandato de mi jefe (5)

Este relato lo escribo por orden de mi jefe, es la condición que me ha puesto para no perder mi puesto de trabajo.

RELATOS POR MANDATO DE MI JEFE (5)

¿Me acostumbraré algún día a esto? no le encuentro sentido a la excitación que me produce estar en esta situación, además no siempre es excitación, la mayoría de las veces es un batiburrillo de rabia, morbo, ira, humillación, calentura (no, no me da fiebre, es más bien otro tipo de calentón)… y no sé cuántos sentimientos más, me estoy planteando darme un tiempo para acostumbrarme a esto.

Leo relatos eróticos que me ayuden a comprender por qué me excita que me traten así, no le encuentro sentido a experimentar placer cuando tendría que estar revelándome al trato que me está imponiendo mi jefe, aunque en los relatos que he leído he visto cosas que me asustan mucho a veces acabo excitándome, pero no creo que yo pueda llegar a consentir cosas así jamás, aunque las lea y las lea mil veces pienso dejar que se queden ahí… en los relatos.

Llevo tres días utilizando el plug anal en el trabajo, los dos primeros días me lo colocó mi jefe para que lo llevase durante la hora de nuestro acuerdo, pero ayer me hizo ponérmelo para que lo llevase durante las horas en las que limpio.

Estaba esperándome para verme llegar y me llamó para que fuese a su despacho y decirme que cuando entrase a cambiarme me lo pusiese yo sola y lo llevase durante mi jornada, no le pude decir nada porque enseguida me hizo salir diciéndome que si alguien me preguntaba por qué estaba allí dijese que faltaba algún dato personal en mi ficha. Aquello me dejó un poco desilusionada, me parece mentira decirlo, pero la verdad es que fue así como me sentí, me gusta que él me lo ponga, me gusta el ritual de colocar todo y esperar a que él llegue, ponerme sobre el taburete del cuarto de limpieza con el culo en pompa mientras él me dilata y me dice lo bien que está yendo todo, incluso me gusta cuando me suelta algún azote porque me muevo o contraigo las nalgas.

Que raro se me hace decir todo esto, pensar que hace apenas unos días me parecía ridículo y humillante ir a su despacho sin ropa debajo de la bata y ahora me excita pensar en ello, pensar que estuve a punto de perder mi puesto de trabajo por negarme a recoger el plug de la tienda y ponerme el enema y ahora me paso el día esperando que llegue el momento.

Ponérmelo yo sola no fue nada erótico, no estaba excitada y aunque me lubriqué bastante me costó más que a él, aun así no tardé mucho en colocármelo, hice algunas posturas para que se adaptase bien a mi interior incluso me agaché varias veces en cuclillas para asegurarme de que estaba bien y no me hiciese daño mientras limpiaba la oficina, me puse las bragas, el pantalón y después me coloqué la bata. La tarde pasó deprisa, me daba un morbo enorme pasar por delante de la gente imaginándome que ellos sabían lo que llevaba puesto y que les parecía lo más normal.

Al llegar al departamento de Personal oí que mi jefe estaba con alguien en su despacho, limpié antes el departamento y cuando acabé pedí permiso para entrar a limpiar su mesa, me quedé dudando en la puerta después de golpearla suave con los nudillos esperando que me dijese si podía entrar o no, se giró hacia mí y me miró las piernas, como si estuviese evaluando mis pantalones, después me miró a los ojos.

  • Pasa Raquel, ya casi hemos acabado

Él estaba sentado en su sillón y en frente al otro lado de la mesa estaba su interlocutor, un hombre más o menos de su edad, entre 45 y 50 años, hablaban de alguna reunión, o comida, o cena, o algo similar, comencé a limpiar el polvo del resto de muebles dejando su mesa para el final, iba despacio e intentaba hacer tiempo para no tener que acercarme a limpiar la mesa antes de que acabasen, pero no tenía pinta de que la conversación llegase a su fin, yo no les miraba, pero sentía su mirada clavada en mí, sobre todo la del hombre que hablaba con mi jefe, después de unos cinco minutos ya no me quedaba nada más que hacer allí que limpiar su mesa, así que me acerqué y por un lateral me agaché a coger su papelera para vaciarla, al levantar la cabeza me topé con su mirada, ese hombre me miraba con tal altanería, que me sentí inferior e insignificante como pocas veces, ¿cómo puede ser posible que me afecten tanto estas cosas? Ya debería estar acostumbrada a esos desaires por parte de gente así, debería ignorar esos gestos en lugar de hacer que consigan su objetivo de hacerme sentir vulgar y mediocre, cualquier día de estos me apunto a un cursillo exprés del tipo "devuelva a cada hijo de puta su merecido sin morir en el intento" me acerqué hasta la puerta donde dejo la bolsa con la basura de las papeleras que voy vaciando, volqué el contenido, volví a dejarla en su sitio y limpié la superficie de la mesa, ninguno de los dos dejó de clavarme la mirada, cuando terminé salí de allí con la cara ardiendo y tan roja de vergüenza y rabia que me extrañó que ninguno de los dos hiciese referencia a ello.

Al llegar al cuarto de limpieza tuve que respirar profundo unas cuantas veces para apagar el sofoco, me fui quitando la ropa despacio, no quería volver allí, no podía volver estando allí ese hombre y además ahora tenía que ir solo con la bata, se daría cuenta de que me había quitado la ropa y tampoco sabía que justificación dar por volver al despacho fuera de mi horario, hice tiempo cambiándome lo más despacio que pude, me fui al cuarto de baño a lavarme la cara y peinarme, me di la vuelta delante del espejo levantándome la bata hasta la cintura, con una mano me la sujeté y con la otra bajé un poco las bragas para verme la base del plug, me gustaba, me gustaba ver aquello asomando entre mis nalgas, ya no me hacía daño, sentía una cierta molestia algunas veces pero otras me daba placer, todo dependía de la posición que adoptase en un momento u otro, me coloqué las bragas y la bata y salí de allí.

Volví con miedo e indecisa al despacho de mi jefe, al llegar respiré tranquila al ver que ya se había quedado solo, me dio permiso para entrar, bajé la vista al suelo y pasé directamente a ocupar la silla en la que me sentaba habitualmente.

-¿Has llevado el dilatador mientras limpiabas? -me dijo desde su sillón.

-Si -le dije sin mirarle mientras encendía el portátil.

-¿si qué?

  • Si… Señor

-No quiero que vuelvas a traer pantalones a la oficina.

-No puedo estar haciendo mi trabajo sin nada debajo de la bata.

-Pues te pones una falda, no te quiero volver a ver con pantalones aquí.

Se me abrían las fosas nasales mientras respiraba agitadamente y miraba la pantalla del ordenador aún sin haberse iniciado, me estaba poniendo de mala leche, cada vez que me acostumbraba a algo de lo que él me pedía... cada vez que creía haberme adaptado a cada nueva petición suya... me soltaba otra diferente, así... como si fuese lo más natural del mundo, como si tuviese todo el derecho sobre mí. Estaba tan irritada que no me di cuenta de que se había levantado y ya lo tenía a mi espalda, me puso sus manos sobre los hombros hasta que poco a poco mi respiración volvió a ser todo lo rítmica que mi enojo la dejaba ser.

-Vamos Raquel, no vas a empezar otra vez con tus humos, sabes que al final te gusta cada cosa que te pido hacer.

No quería dar mi brazo a torcer, no era que no tuviese razón, pero no me gustaba que me dijese hasta cómo tenía que ir vestida, bajó sus manos por mis brazos y volvió a subirlas despacio poniéndolas bajo mis axilas para alzarme lentamente hasta ponerme de pie.

-Ven aquí, vamos a ver cómo te lo has puesto tu sola hoy

Me guió agarrándome del brazo hasta colocarme delante de su mesa y me hizo doblarme dejando caer el cuerpo de cintura para arriba encima de ésta, quedé en ángulo recto con los brazos extendidos hacia delante y las manos agarradas en el borde. Tenía la cabeza ladeada apoyando la mejilla sobre la madera, me levantó la bata hasta dejarla enrollada en la parte baja de la espalda y me bajó las bragas hasta los tobillos, sacudí primero un pie y después el otro para que cayeran al suelo, noté como ponía la palma de su mano en mi espalda y la otra la pasaba de delante a atrás y viceversa por mi entrepierna, me notaba la vulva hinchada y palpitando pero no estaba mojada por fuera, acababa de empezar a humedecerme por la situación pero mis fluidos todavía no habían salido al exterior. Entonces sin retirarme la mano que tenía sobre mí, se inclino hacia delante y me puso los dedos de la otra mano delante de la boca pidiéndome que los llenase de saliva, sus dedos eran grandes, los chupé, los llené de babas tal y como me dijo y mientras los tenía introducidos en la boca él los movía como si me estuviese explorando, los volvió a llevar hasta mi coño y me humedeció desde la raja hasta la entrada del ano rodeando la base del dilatador que llevaba en mi interior.

Aquel roce hizo que me empapase tanto que noté alguna gota resbalar por el muslo, bajó la mano que tenía en mi espalda hasta una de las nalgas y la separó mientras con la otra agarró la base del plug anal y haciendo giros hacia un lado y otro comenzó a sacarlo. Aunque bastante mejor que el primer y el segundo día, todavía sentía una sensación molesta al sacarlo, un vacío doloroso, intenté relajar las piernas, las nalgas y el esfínter lo máximo posible, le escuché hacer ruidos mientras trasteaba con algo pero no podía verle porque mi cara estaba girada hacia el otro lado, levanté un poco la cabeza para cambiar de posición pues ya tenía el cuello dolorido cuando vi lo que había dejado encima de la mesa, era otro dilatador igual que el que me acababa de sacar pero algo más grande y algo más ancho, me puse nerviosa solo con verlo, intenté levantarme de allí, pero él me agarró las manos y me las puso juntas en la espalda, volcó todo el peso de su cuerpo sobre el mío en un abrir y cerrar de ojos y comenzó a hablarme despacio pero con voz forzada por la posición que ambos teníamos.

-¿Qué coño estás haciendo Raquel?

-Suélteme... suélteme por favor.

-¿Estás tonta? esto no es más que la continuación de lo que has llevado puesto, no te va a doler.

-No quiero... suélteme -le dije con media voz, pues su cuerpo apenas me dejaba respirar.

Entonces el muy cabrón sacó su mejor arma, esa que sabe que siempre hace el efecto deseado, se volcó completamente hasta que apoyó su boca en mi oreja y mientras me sujetaba los brazos en mi espalda con una mano, con la otra me empezó a acariciar la cabeza y a hablarme bajito y suave.

-Shhhh, vamos Raquel, no vas a estropear ahora todo lo que has conseguido, shhhhh, ya está, solo son los nervios, esto no es más que lo que tú querías, ¿recuerdas?

-No, no recuerdo -le dije gimoteando.

-¿No recuerdas? mmmmm, querías una polla de verdad en tu culo -continuó diciéndome con una voz que me derretía- yo solo te lo estoy preparando para que disfrutes cuando eso ocurra.

Y así fue como consiguió calmarme, como consiguió convencerme de que eso era lo que yo quería, como si yo fuese una perrita boba que olvida todo después de una caricia y una golosina volvió a tenerme a su merced, por cierto… me hubiese encantado lo de la golosina, volvió a colocarme las manos muy despacio en la misma posición que las tenía antes de mi ataque de pánico, a cada momento me acariciaba el pelo y la espalda como si fuese un animal al que están tranquilizando para curarle una herida, me hablaba bajito y suave diciéndome lo buena chica que era y lo bien que me estaba portando.

Cuando él lo creyó oportuno prosiguió con la dilatación de mi ano, tenía un tubo de lubricante junto al nuevo dilatador y me fue preparando el anillo del esfínter, todo lo que yo podía emitir eran gemidos de placer y de vez en cuando él contestaba a mis gemidos con alguna frase del tipo "eso es, eso es, ¿ves cómo esto es lo que quieres y necesitas?, entonces noté como me acercó el dilatador, me lo fue pasando alrededor de mi agujero, haciendo círculos en el centro, círculos en forma de espiral, cada vez en una espiral más abierta hasta que me introdujo buena parte de él, pero yo no estaba preparada como él creía, todavía estaba bastante cerrada para ese tamaño y aquello me produjo un fuerte dolor, como si mi piel ya no diese más de sí y estuviese a punto de rasgarse, me agarré tan fuerte como pude al borde de la mesa, apreté los dientes, gruñí intentando contener un quejido, pero él volvió a introducir un poco más y aquello me hizo chillar.

-¡¡Basta!! -me grito al tiempo que propinaba con un fuerte azote en la nalga... y otro más- ¡Basta ya, Raquel!

Aquello hizo que me quedase paralizada y él aprovechase para terminar de introducir el puto dilatador anal, grité todo lo fuerte que pude enterrando la boca en mi antebrazo, aquello me dolió tanto... como el primer día, me ardía la carne tirante, intentaba contraer el ano pero cada movimiento que hacía intensificaba el dolor, entonces ocurrió algo que me hizo olvidarme de todo, una vez que el dilatador estuvo bien colocado, me cogió por las caderas y se apoyó detrás de mí, pegando su bragueta a mi culo, noté su polla a través del pantalón como si fuese una barra de acero, me la restregó de un lado a otro, me la pasaba de una nalga a otra con fuerza y después comenzó a darme empujones con ella simulando que me enculaba. ¡Ay Dios! aquello era lo que yo necesitaba, sentirle atravesarme, me lo imaginé dentro de mí, imaginé que el dilatador era su polla que me abría, imaginé que me follaba el culo sin piedad alguna, entonces no pude contenerme y mi mano derecha se fue directamente a mi sexo, a tocármelo, a frotármelo, a introducirme los dedos, uffffff, no pude hacerlo, no pude llegar a introducirlos, parecía que aquello me ocupase por delante y por detrás a un mismo tiempo, imposible meterme los dedos, así que los llevé hacia el clítoris y me froté con las yemas hasta casi llegar al orgasmo... casi... porque el muy hijo de su madre me quito la mano de un tirón y la volvió a colocar en el borde de la mesa.

-No se te ocurra correrte -me dijo jadeando- no se te ocurra volver a tocarte para correrte a no ser que yo te lo haya dicho.

-Porfavorporfavorporfavor -le supliqué de carrerilla sin poder evitarlo

Aquello era superior a mí, ¿pretendería dejarme así? me moría de ganas por llegar al orgasmo, me moría de ansia por frotarme el clítoris hasta llegar al clímax, me moría de frustración al sentirme a punto de explotar y no poder y cuando de un tirón me levanto de la mesa y me puso frente a él... me moría de vergüenza... vergüenza por haberle suplicado inútilmente. Me cogió de la barbilla para alzarme la cara y me dijo bruscamente.

-Después del trabajo que me estás dando... solo espero ser el primero en probarlo.

Me agarró por el brazo y con la bata todavía enrollada a la cintura, me condujo de nuevo a la silla de la que me había levantado momentos antes.

-Ponte bien la bata y siéntate a escribir -me dijo mientras volvía a su sillón.

Entre la ira, la vergüenza y la frustración, las lágrimas se me empezaron a acumular en los ojos, le veía entre brumas, no quería pestañear para que no empezasen a resbalar por mis mejillas pero no puede evitar que una rodara hasta mi mandíbula, me coloqué la bata e intenté sentarme flexionando las piernas con cuidado, ya estaba otra vez como el primer día, ¡pues no pensaba ponerme de rodillas a escribir otra vez! no le iba a dar el gusto de verme humillada de esa manera, hice acopio de fuerzas y me senté lentamente, dejando casi todo el peso en la parte baja de los muslos para no tener que apoyar las nalgas más de lo necesario.

Allí estuve escribiendo el tiempo que me quedaba mientras él me miraba de vez en cuando, hizo alguna llamada por el móvil y se fue antes que yo, no sin antes darme las instrucciones pertinentes; que me lo dejase puesto hasta llegar a casa y que aguantase con él hasta que me fuese a acostar, que lo lavase muy bien y que mañana lo volviese a traer, ¡ah! y que también trajese el pequeño porque al igual que hoy, lo llevaría puesto durante mi horario.

No termino de acostumbrarme a esto, hay veces que me inunda la ira cuando me habla así, que le mandaría a tomar por culo a él y al trabajo, pero después cuando todo ha pasado recapitulo y hay algo en todo esto que me excita, a veces es al contrario, me excito cuando todo está sucediendo y al recordarlo después me lleno de rabia por estar dejando que esto suceda.

Me fui a casa con todo este lío en la cabeza, el recorrido en autobús lo hice de pie agarrada a la barra, al subirme cogí asiento pero en el primer bache me di cuenta de que aquello iba a ser una tortura. Al llegar a casa estuve dudando de si quitarme el plug o dejarlo hasta que me fuese a acostar, total... él no estaba allí vigilando, pero esta puta sumisión mía me impidió desobedecer, lo dejé puesto hasta que fui a acostarme, la mayor trampa que pude hacer fue irme a la cama antes de lo habitual, sacarlo fue un suplicio... tanto como el primer día, a punto estuve de dejarlo puesto durante toda la noche como cuando me dejaba el desatrancador, pero el plug estaba diseñado para que no se saliese, así que decidí que sería mejor liberarme de él en aquel momento.

Me acosté con el culo totalmente dolorido e irritado, tanto me dolía que tuve una pesadilla por culpa de ello, me desperté de madrugada empapada en sudor y en... ¡empapada vamos!, tenía imágenes revueltas y sin sentido por mi cabeza, me levanté para lavarme la cara y beber agua y al volver a la cama comencé a recordar y a colocar cada imagen como si fuese un rompecabezas.

Estaban los dos, en mi sueño estaba mi jefe y el hombre que había estado con él en su despacho, estábamos en un comercio pequeño, mi jefe me había llevado hasta allí para comprarme un uniforme nuevo, si ya sé... surrealista, pero es que los sueños suelen serlo, el otro hombre era el dependiente del comercio y se dedicaba a enseñarle a mi jefe modelos y modelos de uniformes, mi jefe le iba diciendo cuáles le gustaban y el dependiente se dedicaba a desnudarme y probármelos como si yo fuese un maniquí, cada vez que me ponía un modelito nuevo me cogía de la mano y me hacía caminar hasta una plataforma en la que me subía para que yo me arrodillase e hiciese que limpiaba el suelo a gatas con una bayeta mientras que el culo me quedaba al aire.

Cuando acabó el pase de modelitos y mi jefe eligió los dos que más le convencieron, me llevaron a una habitación en la que había un montón de artilugios de diferentes tamaños y colores, el dependiente me tumbó boca arriba encima de una camilla similar a la que utilizan los ginecólogos, me puso unas correas en las manos y otra sujetándome por la cintura, después levantó unos reposapiés que había a los lados y me colocó las piernas allí a la altura de la pantorrilla, de manera que mis muslos quedaban en ángulo recto con mi cuerpo y totalmente abiertos y a partir de las rodillas mis piernas colgaban y mi culo quedaba a ras del borde, yo estaba muerta de miedo, el sudor me caía por las sienes, no sabía para que era todo aquello, mi jefe intentaba tranquilizarme pasándome una mano por el abdomen haciéndome círculos y la otra por el pelo.

Entonces ladeé la cabeza y pude ver cómo el dependiente traía una bandeja estrecha y alargada en la que había unas siete u ocho figuras con forma de balas negras de todos los tamaños, estaban colocadas de pie de un lado al otro de la bandeja según su tamaño y grosor, dejó la bandeja en una mesita junto a la camilla y se colocó al final de ésta, entre mis piernas y frente a mi vulva completamente abierta.

Me puse histérica, chillé al verle allí después de haberse colocado unos guantes de látex y ver cómo alcanzaba la primera de las balas, me miró sin inmutarse y siguió a lo suyo, yo no podía mover más que la cabeza, mi jefe se incorporó hasta mi cara y me dijo que dejase de comportarme como una niña, el dependiente miró a mi jefe y le dijo que si quería podía ponerme una mordaza de las que había allí, aquello me asustó, miré a mi jefe con los ojos como platos y éste volvió a acercarse a mi cara para decirme -¿no me vas a hacer que te la ponga verdad?- yo negué enérgicamente con la cabeza y di un respingo al notar cómo el dependiente me abría la vagina con los dedos de una mano mientras con la otra me untaba algún tipo de crema o gel que estaba muy frío, sin soltar los labios separados de mi vulva cogió la primera bala y me la introdujo, hizo solamente un par de introducciones con ella y la dejó de nuevo en la bandeja, acto seguido cogió la siguiente en tamaño y repitió la operación, mi jefe no dejaba de mirar hacia mis piernas abiertas mientras seguía masajeándome el vientre, el dependiente continuó con su labor introduciéndome cada vez una bala mayor hasta llegar a la quinta.

  • Bien… pues éste es el tamaño que necesita para el coño… ahora vamos a verle el culo -le dijo a mi jefe.

Entonces me desabrochó las correas, me bajó las piernas de aquellos aparatos y como si no pesase nada, de un solo movimiento me tumbó boca abajo, tiró de mi cintura hacia el borde de la camilla hasta que me quedé con el culo y las piernas fuera de ella, volvió a ponerme las correas en las muñecas y me abrió las piernas para ponerme una correa en cada tobillo atada a cada pata de la camilla.

Estaba en la misma posición en la que mi jefe me había puesto en su mesa para colocarme el plug. El dependiente trajo otra bandeja con otras siete u ocho balas, esta vez algo más cortas, empecé a respirar agitadamente, no quería que me metiesen nada por atrás, ahora mi jefe me pasaba la mano por la cabeza hasta llegar al final de mi espalda, a lo largo de toda mi melena, noté como los dedos enguantados y lubricados del dependiente me recorrían toda la línea entre mis nalgas haciendo hincapié en el esfínter, me sujetó una nalga separándomela y me introdujo lo que debía ser la bala más pequeña pero que a mí me producía la suficiente molestia como para soltar un gruñido con los dientes apretados, al sacarla el alivio no duró ni dos segundo porque enseguida noté que algo se volvía a introducir en mi ano, grité hundiendo la cara en la camilla al tiempo que noté como me daban una serie de fuertes palmadas en una sola nalga, creo que fue mi jefe porque la labor del dependiente no cesó en ningún momento, entonces no pude controlarme y rompí a llorar, lloré como una niña pequeña a la que acaban de dar una zurra y mi jefe se enfadó tanto que ordenó al dependiente saltarse dos tamaños e introducirme uno enorme.

Grite como una loca mientras mi jefe me sujetaba las nalgas abriéndolas hacia los lados y el dependiente se ponía delante de mi cara a enseñarme la bala que me iba a introducir, solo la tirantez que me producía la apertura de nalgas que me estaba haciendo mi jefe ya me dolía y me ardía así que cuando el dependiente se puso detrás de mí grité, grité, grité… hasta que me desperté empapada en sudor y en… ¡empapada vamos!

No sé si dar gracias o no… por haberme despertado.

Buenas noches a los que estéis al otro lado de la pantalla.