Relatos Morbosos III
Me llamo Claudia, soy docente y estoy casada. Le voy a contar una historia de unos años atrás que cambió radicalmente mi vida. En ese momento tenía 32 años, y estaba recién casada.
Me llamo Claudia, soy docente y estoy casada. Le voy a contar una historia de unos años atrás que cambió radicalmente mi vida. En ese momento tenía 32 años, y estaba recién casada. Con mi esposo - llamado Carlos- compramos una casa que tenía un departamento adosado atrás, el cual fue alquilado a una joven pareja: Patricia de 25 años y su novio Eduardo de 28. Ella maestra jardinera y el empleado de un Púb. La pareja no andaba bien, pues Patricia me lo dijo. Además muchas veces sentimos discusiones entre ellos y en alguna ocasión ella andaba con moretones en los brazos. Con el pasar del tiempo Patricia se hizo amiga mía, y me contó detalles de su incipiente pareja. Ellos recién intentaban por primera vez la convivencia y les estaba resultando difícil, sobre todo porque él era muy dominante - yo diría violento - y poco sociable. Patricia me insinuó que no le gustaba la forma de hacer el amor que tenía su novio ¡Obvio que no pregunte más detalle¡
Con respecto a mi les cuento que soy una mujer absolutamente normal. No estoy gorda, pero tampoco tengo un cuerpo estilizado. De cara soy normal. He tenido dos relaciones antes de casarme, todas muy normales, no creo que me destacara mucho en la cama, ni tampoco me considero una chica sexy. Es más, soy una mujer que muestra solo lo necesario.
En ese periodo de tiempo, nosotros estábamos busca nuestro primer niño. Yo había dejado de tomar las pastillas anticonceptivas. A pesar de hacer el amor cada noche, y los días fértiles hasta tres veces, no había manera de que me quedara embarazada. Había pasado un año ya, por lo que decidimos hacernos análisis para ver si había algún problema físico en alguno de los dos y en tal caso, determinar cómo solucionarlo.
A pesar que la relación con mi marido era excelente, no fue fácil convencerlo, ya que - supongo que por su machismo - le daba vergüenza llevar el semen a que lo analizaran. Ni hablar de que fuera a la clínica para sacarlo allí. Finalmente quedamos en que yo sería quien llevase la muestra luego de, obviamente, ser yo misma la que se la sacase.
Luego de siete días de ayuno sexual, llegó la mañana en que lo íbamos a hacer. De acuerdo a las instrucciones del médico, no debía penetrarme para que la muestra de semen fuese bien limpia, por lo que teníamos que apelar a la masturbación, aunque si podía estimularlo con la boca. Por supuesto que así lo hice y cuando nos despertamos, tomé el frasco de la mesa de luz y nos empezamos a besar. Poco a poco fui bajando por su cuerpo hasta llegar a su pene, que ya estaba totalmente parada. Comencé a chuparlo con todas las ganas, a la vez que lo masturbaba con una mano. A los pocos minutos me avisó que estaba por acabar, por lo que dejé de chuparlo y seguí con la masturbación, apuntando su pija al frasco. Tenía la verga dura y caliente y yo misma me estaba empezando a excitar. De pronto se arqueó y comenzó a largar su leche en el frasco. ¡Uf...! Se notaba que hacía una semana que no tenía ningún desahogo, porque salió abundante semen y muy espeso. Lo junté todo y tapé el frasco. Posteriormente lo dejé sobre la mesa de luz, y me levanté de la cama.
- No te vayas - dijo él, tratando de retenerme, pero me zafé de sus manos
- Tengo que llevar esto antes de una hora al laboratorio, le dije
- Bueno, te espero acá.
Como los dos ya habíamos decidido ir al trabajo luego del mediodía, le sonreí. En menos de una hora estoy de vuelta. Luego de vestirme tomé el frasco y me fui. El taxi me llevó al laboratorio en 15 minutos. Lo dejé esperando, entregué la muestra y volví. En total estuve fuera de casa 35 minutos. Carlos me estaba esperando con el desayuno preparado. Mordisqueé unas tostadas, tomé un poco de café y me levanté, caminando hacia el dormitorio. ¡Tú ya te desahogaste, pero yo estoy excitada¡
Con una sonrisa se levantó y me siguió al dormitorio. Una vez allí nos comenzamos a besar mientras nos desnudábamos mutuamente, finalmente caímos a la cama. Su verga ya estaba dura y yo estaba excitadísima por la masturbación que le había hecho al despertarnos.
Sentí su dureza sobre mi vientre y, separándose un poco, acomodó la punta de su pija en mi entrada y de un solo envión la metió hasta el fondo, arrancándome un gemido de excitación y placer.
Comenzó lentamente a meter y sacar su verga de dentro de mí.
- Si, si, más adentro - le pedía yo en susurros -, y cada vez él empujaba bien al fondo, haciéndome gemir de calentura
- Más... más... Dame un hijo - murmuraba yo, pérdida en el placer
- ¿Y si no puedo? - escuché decir a mi marido
- Si... , seguí murmurando
- ¿Y si no puedo dártelo?
- Abrí los ojos y lo vi mirándome fijamente
- ¿Qué cosa? - pregunté
- Si no te puedo embarazar. Si no soy fértil - dijo, sin parar de cojerme
- No importa - dije - igual te amo
- ¿Pero queres un hijo?
- No importa - insistí – ahora cojeme, haceme gozar
Sentía su verga totalmente dura que me llenaba la concha y su movimiento de meter saca se aceleró, y viendo su orgasmo llegar, el mío se soltó y comencé a acabar, para sentir casi de inmediato su semen derramarse en mi interior.
Quedamos unos segundos agitados, mientras sentía que su verga iba perdiendo dureza y tamaño dentro de mí. Estuvimos callados un par de minutos y él volvió a preguntarme.
- ¿Y si no puedo embarazarte?
- No sé. No importa - dije yo
- Yo quiero que tengamos un hijo - insistió - y si no puedo dejarte embarazada, tenemos que buscar otra solución
- Vamos a esperar el resultado del examen - dije
- Si - aceptó - pero si no soy fértil, haremos lo que sea para que te embaraces
Pasaron unos segundos de silencio luego de su afirmación. Luego nos levantamos y nos duchamos.
Finalmente de múltiples pruebas, llegó a la conclusión de que el semen de mi marido tenía baja calidad de espermatozoide para dejarme embarazada. Obviamente al enterarnos de esta noticia mi esposo se sintió herido en su orgullo de hombre. Yo por mi parte pensé que uno de los sueños que siempre había tenido en mi vida se podía desvanecer, yo siempre había querido ser madre, y poder sentir el milagro de dar vida de mi cuerpo.
Esta situación nos dejó a los dos apenados, pero con igual ganas de tener un hijo. El doctor nos comentó las posibilidades distintas que teníamos, y después de analizarlas, llegamos a la conclusión de que solo había una, la inseminación artificial. Esa situación llevo un stress a la pareja. Pero nos propusimos intertanto.
Pero lo que empezó a cambiar mi matrimonio - aparte de no poder tener un hijo - fue durante un fin de semana largo que mi marido decidió viajar a visitar a familiares en el interior del país. Casualmente Patricia es de una localidad vecina a la de donde es originario él, de manera que tomaron el mismo colectivo; cosa que a mí no me preocupó porque estaba bien segura de mi marido y también se dé la moral ultra católica de Patricia, pero a Eduardo eso lo tenía como loco. Cuando volvíamos en mi auto de la terminal de micros veía como estaba de molesto, y me dijo que tenía que hablar conmigo, así que entramos a mi casa.
Allí me manifestó de sus celos y que quería tener algo conmigo. Yo me quede sin palabras, no sabiendo que contentarle. ¡Estás loco¡ le dije. Me quede pensando que era raro que se sintiera atraído hacia mí, ya que Patricia era mucha más linda que yo. Obvio que le dije que no y le dije que se vaya. Entonces él se me acerco, me abrazó por mi cintura y me dijo: “te deseo, te amo” Yo le decía que me suelte, que no sabía de qué me hablaba, que lo iba a denunciar. Pero nada de eso servía, me abrazaba con más fuerzas contra él y con la otra mano ya empezaba a manosearme la cola por encima del vestido de verano que llevaba - era color floreado, suelto que me llegaban hasta mis rodillas - Quería zafar de esa situación, pero sus fuertes brazos me lo impedían y me reitera que me amaba. ¡Una locura total¡
Luego comenzó a empujarme al sillón del living, yo no podía manejarlo. Él es muy alto, fuerte y delgado, con un cuerpo musculoso, manos y pies grandes, labios gruesos y nariz ancha, un verdadero animal. Me quise defender y me pego una bofetada que me tiro al sofá. Quede paralizada de terror, y atontada por el golpe. Después me arranco la ropa, quedándome en ropa interior y con los tacos puestos. Él se quitó su ropa con mucha desesperación, vi su miembro parado, era larguísimo y muy grueso. Luego se subió encima, me tomo de los brazos inmovilizándome. El temor y el cansancio del esfuerzo por poder liberarme fueron mellando mi resistencia. Luego me saco el corpiño y empezó a manosearme las tetas casi desesperadamente, me apretaba los pezones y me las chupaba, mientras que con sus manos me quitaba la bombacha.
Luego abrió mis piernas, corrió mi bombacha y enterró su cabeza entre ellas. Su lengua se enterraba en mi concha y la frotaba en mi clítoris, me levantaba de los muslos y chupaba, metía su lengua en mi agujerito trasero. Después se puso de pie y me dijo: ¡ahora te toca a vos, chupámela¡ Su pija parada rebotó contra su abdomen. Era excesivamente gorda, al punto que mis pequeñas manos nos llegaban a agarrarla en toda su circunferencia. La tenía muy dura, muy hinchada, yo lo masturbaba esperando no tener que chupársela. Pero luego me agarró de los pelos, me tiró la cabeza hacia atrás y me la metió en la boca; se movía como si me estuviera cogiendo por la boca y me la metía hasta el fondo causándome arcadas, al que parecía disfrutar.
Sacaba su pija empapada en mi baba espesa, me pegaba en la cara con su pija y me la volvía a meter en la boca. Me volvió a recostar, se acostó encima de mí y me clavó su gorda pija en la concha. Sentí asco, dolor, ya que mis paredes vaginales se estiraban. Luego levantó mis piernas y pasó sus brazos por debajo de ellas y con sus manos me agarraba fuertemente de la cola y pasaba la yema de sus dedos por mi ano y su lengua por mi cara y mis tetas.
Cada vez me daba con más fuerza, sus grandes testículos golpeaban mi cuerpo, yo solo le imploraba que no acabara dentro de mí ya que no me cuidaba. ¡Ya sé que no te cuidas, estas buscado un hijo¡ me contesto. Al parecer Patricia le había contado. Y me empezó cojer más y más fuerte. ¿Decime que estás buscando un hijo? me decía varias veces. Yo estaba muda. Hasta que me grito en forma categórica: ¡Decime¡ Entonces le conteste que sí, lo estoy buscando. Y empecé a repetía una y otra vez: ¡si, lo estoy buscando, si, lo estoy buscando¡
De pronto siento que descarga toda su leche en mis entrañas. No me pregunte el porqué, pero en ese instante agarre fuertemente con ambas manos sus caderas, como aprisionándolo, para sentir más aún se semen entrando en mí. Tenía la zona tan sensible que podía sentir cada chorro que descargaba dentro mío y que lo hacía en grandes cantidades.
Luego se quedó un rato dentro mío hasta que la flacidez se fue apropiando de su miembro. La sacó y trato de besarme, cosa que me negué. Después me empezó a pedir perdón como loco, que me ama y otras cosas sin sentido. Yo le gritaba que se marchara, cosa que hizo luego con la amenaza que lo iba a denunciar.
Por fin se fue, yo quedé en la misma posición que estaba, dolorida, llorando, con mi vagina dilatada y chorreando semen, pensando una y otra como explicarme a mí mismo lo que había sucedido.
Después de ese ese episodio, Eduardo me manda mensaje a celular pidiéndome disculpa. ¡Silencio de radio de parte mía¡ Pero eso fue peor, ya que empezó un auténtico infierno para mí, me acosaba constantemente, me llamaba, me mandaba mensajes. Yo trataba de ignóralo, pero era casi imposible, ya que vivía atrás de nosotros. Es por eso que convencí a mi esposo que nos mudáramos lejos de ellos y vendiéramos la casa. Mi marido accedió, no sabiendo el porqué de mi insistencia.
Pasado tres meses de ese acontecimiento - ya había cambia mi número de celular - las cosas mejoraron. Nunca más tuve novedad de Eduardo. Obvio que jamás le comento a Patricia y a mi esposo lo sucedido esa tarde en mi casa, tal vez porque inocentemente fui cómplice en tal acto de fuerza de parte de él. A todo esto empezamos el tratamiento de fertilidad. ¡Ahora había que esperar¡
Una noche asistimos a un pequeño agasajo de la hija de una amiga mía que se había graduado de la facultad y ofreció una pequeña fiesta en su casa para los más allegados. Esa noche lucía un vestido largo ceñido al cuerpo y abierto a los lados. Yo asistí a la reunión con mi marido y para mi sorpresa encontré que Eduardo y Patricia también estaban allí; en ese momento me di cuenta que la anfitriona pertenecía al grupo de amistades de Patricia. Al verlos, lo primero que percibe que Patricia estaba embaraza. Los felicite a ambos. Mi marido acoto que nosotros estábamos haciendo un tratamiento de embarazo, sin dar mayores detalles. Yo lo mire como diciéndole porque no te callas. Después de esa anécdota, trátate toda la noche de evitar encuentro con ellos.
Pero él no se resignaba, estaba al asecho y se sentía muy seguro, trataba por todos los medios de acercárseme, a pesar de que yo lo evadía. La dueña de casa y un par de sus amigos se pusieron a entretener a Patricia y a mi marido en el living, con que hizo que Eduardo se me acercara cada vez más. En un momento me dijo que teníamos que hablar, que si no accedía el mismo diría que había abusado de mí esa tarde.
Yo me puse muy nerviosa, y como había mucha gente fuimos a hablar al parque de la casa, que es muy grande, con una piscina en el medio, quincho y del otro lado una pequeña sección de servicio con un altillo. Allí quería Eduardo que nos metiéramos a conversar; yo le decía que no, que estaba loco si pretendía entrar allí. Como estaba tan insistente decidí entrar porque podían vernos y para evitar eso, lo mejor fue acceder a sus pedidos; subimos al altillo y lo único que había allí era una vieja cama y unos muebles antiguos llenos de polvillo.
Desde la ventana del altillo se veía el living que estaba con el ventanal abierto y a mi marido y Patricia charlando con otros invitados. Empezamos a charlar. Él me pidió perdón por lo que había sucedido en mi casa; luego se largó a llorar y me pidió perdón arrodillado. Yo le dije que no quería recordar tal acontecimiento, ya que me producida repugnancia.
Entonces él se paró, y se me acerco y dijo: ¡Te amo, no puedo estar sin vos¡ Yo me quede paralizada, no comprendido que el sintiera eso por mí. Le conteste que estaba confundido, que yo amaba a mi marido. ¡Lo se - me contesto -, pero también sé que él no te puede dar un hijo¡ Ese no es tu problema, le conteste. ¡Si lo es¡ agregó.
Acto seguido me arrincono y dio un beso. Yo trate de zafarme, pero me fue imposible, ya que el no dejaba de manosearme, me apretaba y besaba, mientras me decía: ¡mira a los cornudos abajo, miralos....¡ Su bulto estaba grandísimo y muy duro, parecía que iba a reventar el pantalón que tenía. Me saco vestido y retiro rápidamente el corpiño. Mis lolas se habían puesto duras por tanta franela, de inmediato me las chupo como un desesperado; él se fue sacando la ropa muy caliente como nunca, ni siquiera la primera vez tenía la verga tan grande y tan dura. Yo fui accediendo a quitarme el culotte que llevaba, por miedo a que me la arranque de lo excitado que estaba. El me besaba con mucha pasión y yo respondí a sus besos, en seguida estábamos los dos desnudos sobre la vieja cama. Eduardo puso la almohada debajo de mi cola para que la concha quedara bien levantada al momento de la penetración, y me dijo: ¡esta técnica nunca falla para quedar embarazada¡ Yo lo mire fijamente a sus ojos y le dije que era un guacho.
Luego sin dejar de besarnos el empujo su verga dentro mío, mi vagina se dilato terriblemente, al recibir toda la longitud y grosor de semejante pene que lancé un gemido de placer, que de todas maneras no se escuchó ya que estábamos encerados en el altillo y afuera había música. Quedamos unidos por su enorme pija y arranco una cogida infernal. Con cada empujón se sentían los chillidos del elástico de la cama, de los gritos y gemidos de calentura. Nuestras bocas estaban unidas en un profundo beso de lenguas, mis tetas estaban tan duras que parecían a punto de estallar. Nuestras caras estaban pegadas, los dos abrazados con mucha fuerza, sentía su respiración como fuego saliendo de su nariz que estaba aplastada contra la mía, no dejábamos de besarnos. Su verga cada vez más fuertemente me penetraba hasta que llegamos a un punto culmine de calentura. Veíamos por la ventana del altillo a mi marido y a Patricia charlando en el living con las otras personas, eso lo ponía hipercaliente. Y cuando estábamos por acabar me dijo: ¡miralos, miralos a los cornudos, los estamos recagando, son recornudos......¡ Yo por mi parte profería todo tipo de insultos hacia ellos: ¡si mi amor, siiiii dame dame, dame, sos el mejor el rey de los corneadores, sos el mejor dameeeee dameeeeeeeeee dameeeeeeeeeeeeeee¡ Y así fue que sentí como un golpe en mis entrañas los chorros hirviendo de su semen dentro de mi concha hasta hacerla rebalsar; su verga estaba metida hasta lo huevos dentro mío, nos besábamos con furia los dos apretados y así llegamos al éxtasis.
Nos quedamos un par de minutos abrazados, besándonos, sentía como las últimas gotas de semen me invadían; en ningún momento dejo de penetrarme, constantemente se burlaba de mi marido y su novia que estaban abajo y nosotros los veíamos desde el altillo, eso aumentaba terriblemente el morbo del momento. Los besos se hacían cada vez más apasionados y su verga iba creciendo dentro de mi vagina hasta que termino totalmente dura como la primera vez. Comenzamos a movernos muy suavemente hasta que estábamos cogiendo a pleno por segunda vez. En un momento la saco, me puso boca abajo con la almohada abajo de mi abdomen, me apoyo el miembro en el culo y de un solo empujón me la metió. Yo pegue un grito desgarrador por el dolor de ser penetrada por semejante verga totalmente lubricada por nuestras acabadas; sus manos como dos prensas prendidas de mis tetas, me culeaba como nunca. Yo no dejaba de gritar, me estaba reventando el culo, mirábamos por la ventana y veíamos a los pobres cornudos allá abajo y nos calentamos a punto tal que parecía que nos íbamos a incendiar. Sentía su respiración caliente en mi nuca y mis orejas, eso me ponía a mil. Nunca había sido cogida de esa manera, creí que nuestros cuerpos se iban a derretir y fundir el uno con el otro, el dolor era muy intenso pero el placer se incrementaba cada vez más y lo eclipsaba totalmente, llegamos al extasié total. Era la primera vez que sentí algo así al recibir su leche dentro del culo, me lo lleno sin parar, creí que explotaría, esa fue la acabada más intensa de mi vida.
Yo quede agotada después de semejante polvo, pero cuando gire mi vista, veo a Eduardo todavía con la pija dura. ¡Era Imposible pensé yo¡ Te ayudo le dije y me arrodille. Por dios Claudia, estas trolisima, me dice. Rápidamente paso mi lengua por su cabecita y me la meto lo que más puedo en la boca y empiezo a chupársela con gran pasión. Chupaba sus huevos, pasaba mi lengua por toda su pija y me la volvía a meter en la boca, mientras le pregunte: ¿contame que haces nuestras parejas? Siguen hablando como si nada, me contesto con las vos entrecortada. ¿Y nosotros que estamos haciendo?, pregunte. ¡Me estás dando una chupada de campeonato¡
Se la chupe con fuerza unos 5 minutos sin sacar su pija de la boca y de repente me dice que iba a llegar. Al escuchar esa palabra, saque la pija de mi boca y dije: ¡hoy me terminaste en la concha, en el culo y ahora es la boca¡ ¿promete que ahora en más solo va ser en mi concha? ¡Siiiii, te lo prometo¡ me contestó. Inmediatamente me volví a meter su verga en mi boca y me empezó a eyacular con todo; me lleno la boca de leche bien caliente y espesa, la cual me trague toda. Después me agaché en el piso y me saque la leche de la concha y del culo y me la tragué también. No creí que fueras tan puta, me dijo. En el cual yo le respondí que si él quería podía ser su puta o con los que él quisiera Por ultimo nos dimos un gran beso. ¡Todo fue una locura¡
Posteriormente nos empezamos a vestir y regresamos con nuestras respectivas parejas sin mediar palabras. Habían pasado como 30 minutos, pero nadie sospecho de nuestra ausencia.
Desde esa noche mi vida fue es descontrol. Me cojia como quería y cuando quería; me llevaba a su casa, incluso que cojio una vez estando cerca Patricia Me cojia en los baños de mi gimnasio que asistía, en el Púb, donde trabaja, en mi casa, en el auto, y en donde se diera. Todas las veces que cojiamos, siempre me acababa en la concha. Era algo tácito, ni él ni yo queríamos otra cosa, como deseando eso. El me pedía que no usara bombacha, ya que según él no teníamos mucho tiempo para cojer, y debíamos ser rápido. Por eso siempre andaba con vestidos o faldas, nunca pantalones o calzas. Incluso me sugirió que no me depilara más mi vagina, que eso lo calentaba, cosa que no le hice caso.
En ese momento no sentía nada por él, incluso me desagradaba lo primitivo que era, del tipo macho dominante, pero cuando nuestros cuerpos estaban unidos por su enorme verga me transformaba en la peor de las putas y no podía controlarlo, pensé que era calentura y que con el tiempo se me pasaría, pero él me buscaba, me acosaba y al final siempre me cojia. Cuando lo hacíamos siempre me preguntaba donde quería llegar, yo inocentemente - o cociente - le contestaba en mi concha. Evidentemente ya había elegido que mejor técnica de embarazo era la leche de Eduardo. El sabia eso, por eso me decía que después de coger nunca me lave la concha, así el espermatozoide tendría más posibilidad de fecundar.
No sé si fue acostumbramiento o se empezó a generar algún sentimiento de parte mía hacia él. Yo me hacía cada vez más participativa de esos encuentros, hasta incluso llegue a buscarlo muchas veces. Pero sabía que tarde o temprano este tema explotaría por algún lado.
Tuve que replantearme un montón de cosas; yo llevaba una relación clandestina con Eduardo desde hacía poco más de tres meses y ese estado de cosas me estaba molestando. La confusión era muy grande. Había llegado el momento de blanquear las cosas. No podía seguir jugando a dos puntas, esto comenzó por la fuerza, continuo por extorsión, llegando a una atracción sexual muy fuerte y generándose también un sentimiento de miedo y culpa. Eduardo por su parte tenía una obsesión creciente por tenerme. ¡Según él me amaba¡
Por ello llame a Eduardo para decirle que lo nuestro debía acabar. El compartió mi pensamiento, más aun cuando me dijo que debía cuidar a su esposa que estaba pronto a dar a luz. Le corte inmediatamente y me largue a llorar desconsoladamente. Tenía una sensación de celos, odios, frustración. Ya ahora dudaba si yo era fértil, ya que todo en ese tiempo nunca me cuide.
Pasaron 6 meses y nunca más vi a Eduardo. Yo caía en una depresión muy grande, ya que no podía quedar embarazada. Evidentemente el tratamiento con mi esposo no daba resultado. El medico nos aconsejó dejar el tratamiento por en tiempo.
Un jueves, al levántame para ir a trabajar, note que estaba en el periodo ovulación. Como ustedes saben, mientras se produce ese periodo sentimos un incremento considerable de la libido, por decirlo de otra manera, sentimos la necesidad de verga; tal vez en mayor o menor grado (en mi caso particular en mucho mayor grado) pero todas, lo experimentamos. Y sumado a esto, era el día ideal para procrear¡ Ya no podía engañarme a mí misma, necesita quedar embaraza, y necesitaba a Eduardo para tal acto. ¡Era el día ideal¡
Llame a Eduardo esa tarde, y le dije que necesita de él, que lo desea. Y agregue: ¡estoy ovulando, te necesito¡ ¡Me costó mucho sacarte de mi vida, ahora estoy bien con mi esposa, tengo una hermosa hija, lo siento?, me contestó. Me largue a llorar inmediatamente. Me sentí rechazada. Insiste, pero no me atendió. Luego le mande mansaje a su móvil, pero la misma respuesta. ¡Nada¡
Estaba desesperada. Necesitaba cojer con Eduardo. Por eso decidí ir al Pub donde trabaja el. Le dije a mi marido que iba a salir a cenar con una amiga. Es se alegró por mí - me dijo que me iba hacer bien - y se marchó a jugar al futbol con sus amigos como todos los jueves.
Esa noche estaba sacada, nunca me había sentido así. Por eso busque en mi armario algo hot que ponerme, pero no encontraba nada para la ocasión. Como les conté no soy una mujer que se vista provocativa. Entonces tuve que improvisar: encontré una minifalda de jean que hacía años que no usaba. Era larga. Por eso agarre una tijera y la corte. Se me fue la mano con el corte. Cuando me la probé casi se me veía la cola. En mis pies coloqué unos zapatos de taco alto sin talón, y finalmente me puse encima un top de lycra que hacia juego con lo demás. ¡Nunca me había vestido así¡ Pero le tengo que hacer una aclaración, decidí salir sin ropa interior, y más aún que hacía un mes que no me depilaba, imaginen ustedes, tenía un matorral en mi concha.
Llegue al Pub y muchos hombres no dejaban de mirarme. Sus miradas iban a mis piernas y a mi culo. Cuando Eduardo me vio llegar se sorprendió, no solo por verme esa noche allí, sino como estaba vestida. Me quiso saludar con un beso en la mejilla, pero le chante un beso en su boca, y le dije: ¡me vine preparada para que me cojas¡ y le lleve su mano a mi concha.
Él se puso loco al palpar que no llevaba nada abajo, y más aún cuando se percató que tenía un monto de pelo allí. Entonces inmediatamente me tomo de la mano. Le pregunté hacia dónde íbamos y él puso un dedo en mi boca, como diciendo calla y sígueme. Eduardo me hizo entrar en uno de los cubículos que hay en los baños, y con la puerta abierta empezó a besarme en la boca. Luego la cerró. Su lengua se confundía con la mía, mientras me agarraba las tetas por encima del top. Luego bajo mi top con todo, quedando mis tetas al aire. Luego sentí que con su mano me empezó a tocar la concha y metió su dedo índice en mi concha. ¡Me encanta esta concha peluda¡, me dijo.
En ese punto yo me encontraba bien lubricada por la excitación del momento, y la situación tan peculiar. Siguió metiendo sus dedos y en un momento me volteó hacia la pared, haciendo que apoye mis manos en ella. Se arrodilló y procediendo a chuparme la concha.
Yo no podía más, pero él se puso de pie y se sacó su pene, así que me preparé para la penetración que estaba por recibir. Sentí que la cabeza de su verga entraba lentamente en mi concha y luego comenzaba a bombear, mientras yo estaba con toda mi ropa en la cintura.
Después de 2 minutos de meter y sacar, sentí un torrente dentro de mi concha, que me hizo sentir un orgasmo. Eduardo llego rápidamente, ya que estaba muy caliente. Dejo su pija en mi concha hasta que se desvaneció. Luego se hizo hacia atrás, con su verga aun chorreando leche; pero yo quería sentir otra vez lo mismo y me arrodillé y empecé a mamarle la verga, para que se le pare nuevamente.
Me parecía imposible estar en esa posición chupándole la verga a Eduardo en un lugar público, pero mi excitación pudo más y se la mamé hasta que se puso dura como un tronco nuevamente. ¿Así que quieres más?, me dijo. Le conteste que sí y me ayudo a incorporarme, diciéndome que me iba a ensartar por el culo. Puso la cabeza de su verga en mi ano y empezó a empujar sin retroceder un milímetro. Casi me desmayo por la fuerza que utilizó, pero llegó a entrar todita. Enculada como estaba, el bombeaba como poseído y yo sentía que me partían en dos. Mis tetas se bamboleaban de un lado a otro por la fuerza de sus embestidas, sentí como me la enterró en el ano. Sentí que Eduardo estaba a punto de llegar; por eso saqué su verga de mi ano y la lleve a mi concha, hasta que eyaculó adentro de mí nuevamente. ¡Estaba claro, no podía desperdiciar espermatozoide¡
Cuando terminamos de coger, saque de mi cartera una bombacha grande y me la puse, para que lo fluidos de semen no se derramaran en mis piernas. Luego me vestí y me marche a mi domicilio, sin ante decirle a Eduardo que gracias por todo.
Pero a los 20 días de esa noche de pasión, ya con un atraso menstrual de algunos días, me enteré con un test casero de que al fin estaba embarazada. Cuando le dije a mi esposo dio un salto hasta el techo de alegría y tal y como lo pensé no se le ha ocurrido ni por un segundo pensar que el hijo no pueda ser de él. Por supuesto que Carlos cree que nuestro hijo es fruto de un milagro de Dios, pero en realidad yo sé que no es así. Cuando fuimos a hacer la consulta a nuestro médico de cabecera, nos dijo que esas cosas existen, y que tal vez el espermatozoide de Carlos no era tan bajo calidad como creamos.
Pareciera que todo está solucionado, estaba embarazada de 6 meses. La relación con mi esposo estaba es su mejor momento. El embarazo estaba de 10. Era un varón, lo íbamos a llamar Felipe. ¡Ambos estábamos feliz¡ Con respecto a Eduardo, él había desaparecido completamente de mi vida y es muy probable que nadie se entere jamás de mi gran secreto, pero existe un problema, tengo un sentimiento de culpa que me está matando de la angustia. ¡Pero lo superare¡
Por último, un sábado a la tarde, tipo 5 PM, sonó el timbre de nuestra casa. Ese día hacía un calor insoportable. Yo vestida con un shorcito de lycra y arriba una musculosa sin corpiño. ¡Ah, estaba re-gorda por el embarazo¡ cómo se imaginaran. Cuando mi marido fue a ver quién era, se encontró con Eduardo, que en teoría nos venía a felicitar por el embarazo y traía un regalo de parte de Patricia. Yo me puse re incomoda, pero trate de disimular. Mi marido charlo un rato con él, para luego disculparse ya que tenía que cortar el césped. Por ende me quede solo con Eduardo. Hablamos de las cosas que habían sucedió en nuestras vidas. ¡Notaba que ambos estábamos en paz¡ Después de unos minutos, Eduardo me pidió permiso para ir al baño, obvio que lo acompañe para guiarlo donde quedaba.
Ya dentro del baño, Eduardo me pidió tocar vientre. Yo me negué, pero él me suplico. Necesitaba tocar su hijo que llevaba adentro mío. Yo le dije: ¡Eduardo, no me lo hagas difícil, por favor, esto me hace mal¡ Por favor, solo necesito tocarlos, me contesto. Finalmente levanté mi musculosa y con su mano tocó mi vientre por arriba de mi ombligo. Luego, acercó la cabeza y me pidió permiso para besar mi vientre, le dije que sí. Eduardo le dio varios besitos a mi vientre, pero luego comenzó a lamerlo también, mientras decía: ¡hijo mío¡ Lo quise retirar tomándolo por la cabeza, pero la fuerza que di no fue la necesaria, su hábil lengua se desplazó por todo mi vientre, pasó por mi ombligo y se detuvo cuando olio mi concha, casi a la orilla de mi tanguita. Yo cerré los ojos y gemí deprimidamente de placer, creo que el escucharme gemir, fue la señal que él esperaba, luego su lengua subió arriba de mi vientre y fue levantando la musculosa hasta dejar descubiertas mis tetas. Que producto del embaraza se me había doblado de tamaño.
Sin perder tiempo, él se abalanzó sobre ellas y las mamó lentamente, haciendo círculos con su lengua alrededor de mis pezones y luego metiéndolos entre sus labios para chuparlos. Hice mi último intento por quitarlo de encima de mí. Le dije que no estaba bien lo que estábamos haciendo, que mi esposo estaba en el patio. Lo sé, quiero verlo me contesto. Entonces abrí la persiana américa. Ese baño da al patio de mi casa, por ende se veía a Carlos cortando el pasto. Él no nos podía ver, ya que el vidrio es laminado por dentro.
Como respuesta, Eduardo me apretó los pezones con sus labios, lo cual me hizo gemir de nuevo, y su mano derecha se introdujo dentro de mi tanguita, acariciando todo lo que tocaba, así llegó a mi rajita rasuradita. Jugó con mis labios vaginales y metió un dedo para recorrer la línea que los separaba, yo seguía gimiendo como una gatita en celo. Eduardo era muy hábil para acariciarme y me había excitado tanto que no quería que se detuviera de acariciarme las tetas con sus labios y la concha con sus dedos.
Ya viéndome bien excitada, Eduardo me quitó la musculosa y siguió mamándome los senos; sus chupones eran cada vez más fuertes provocándome un intenso placer, un tipo de dolor que mezclado con el placer me daba una alta satisfacción. Un dedo penetró mi vagina y luego un segundo, me los pajeo adentro de mi vagina mientras que con su dedo pulgar me estimulaba el clítoris, tuve mi primer orgasmo a los pocos minutos, empapé sus dedos con mis jugos íntimos, pero él no cesaba de pajearme la vagina con ellos, retiró mi tanguita para tener mayor espacio.
Poco a poco sus labios y lengua fueron bajando de mis senos a mi concha, yo abrí las piernas para darle la bienvenida, para este momento quería sentir su caliente lengua jugando con el botoncito de mi coñito. Sentí estremecer mi cuerpo cuando su lengua jugó con mi clítoris, volví a eyacular otra cantidad de jugos íntimos en mi vagina. Su lengua recorrió todos los espacios y luego metió dos dedos entre mi vagina y me masturbó con fuerza pero con mucha habilidad. Me hizo tener otro orgasmo, esta vez fue tan brutal que casi pierdo el conocimiento cuando termino.
Apenas termine, Eduardo se quiso ir. Por las dudas que marido sospechara de la tardanza. Yo le conteste: no querido, ahora te toco disfrutar a vos, por todo que has hecho por mi y agregue: no te vas sin primero romperme el orto. Eduardo se sorprendió por tales palabras.
Le dije que se sentara en inodoro. Se bajó el pantalón - ya tenía la pija re dura - y se sentó. Saque del tocador un poco de crema de las manos. Luego le chupe bien la pija y le puse crema, después llene bien mi ano con esa crema. Me puse de espalda, me agache un poco y le dije: ¡haceme el orto¡ Le agarré la pija y me la lleve a mi culo. Luego deje caer por completo mi cuerpo. Con dolor, entró hasta los huevos. Me dolía al principio, ya que hacía mucho que no lo hacíamos por allí. Le dije: ¡dame fuerte, con todo, cojeme bien, rómpeme el culo¡ Me la dio como loco. Con mi panza y todo me re-movía y me enterraba por atrás. Me bombeó como 5 minutos - acabé una veces más -, hasta que me dijo que iba a llegar. Entonces sin darle tiempo a nada, me arrodillé y se la empecé a chupar. Le chupé la pija, los huevos y hasta un poco el culo. Me sentía bien puta y estaba re-caliente. No habrán pasado ni 2 minutos que me dijo: ¿Ahora donde queres que te termine? ¡Basta de leche en la concha, dámela en la boca que me la trago toda¡ ¡No - me contesto - mejor en tus tetas, haceme una paja rusa¡ Me situé de espalda contra la pared, me arrodille, puse su verga en mis tetas y le empecé hacerle una paja rusa, mientras el miraba a mi marido y me decía: ¡pobre cornudo, no sabes que su hijo que viene en camino no es suyo¡ ¡No, y nunca lo sabrá, va a ser nuestro secreto¡ le conteste. En ese momento largó cualquier cantidad de leche en mis tetas, que con mis manos las junte para luego llevármela en la boca.
Desde de esa tarde, nunca más lo vi a Eduardo. Y final tuve un varón hermoso, gracias a Dios que salió parecido a mí.