Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre la Historia. "La copa de Dionisios" de MR WOLF. La conquista de Grecia fue trascendental para la evolución de la civilización romana.

La Copa de Dionisos

¿Qué harías tú por la receta de la Ambrosía?

Penteo - ¿Vienes aquí, en primer lugar, a traer a ese dios?

Dionisio-Todos los bárbaros celebran con danzas sus orgías

Penteo-Porque son menos sabios que los helenos

Dionisio- En esto más, sus costumbres son diferentes

Penteo- ¿Esos ritos, los celebras de noche o de día?

Dionisio- De noche la mayoría; la oscuridad tiene algo de sagrado

Penteo- Es corruptora para las mujeres y engañosa

Dionisio- Quien busque la maldad también la encontrará de día

Penteo- Vas a sufrir castigo por tus torcidas razones

Dionisio- Y tú por tu ignorancia y tu impiedad con el dios

Euripides Las Bacantes 480 - 490

Nos indicaron que guardásemos las estatuas, lo demás se consideraba botín. Los vasos se los jugaron a los dados los hombres de la tercera cohorte que ocuparon el templo.

El soldado respondía al oficial con el lógico amedrentamiento en presencia de sus superiores. Diógenes los escuchaba aparte, tenía que estar allí en calidad de experto, pero no era un hombre libre.

Podía imaginarse la escena, unos soldadotes con la cara tiznada de humo se jugaban a los dados los vasos votivos del Templo. Sentados de cuclillas bajo una obra maestra como el Dionisos de Arístides se repartieron los despojos del mayor centro de los misterios dionisiacos de toda la Helade.

No era la única escena dantesca que había observado el día anterior mientras coordinaba el traslado de las estatuas sagradas. Recordaba a legionarios golpeando con sus espadas los restos del mítico Argos, la nave que llevo a Jasón a por el Vellocino de Oro, para llevarse un recuerdo. Tan sólo la proa decorada con oro fue respetada. Era parte del botín señalada para el Triunfo.

Otros arrancaban con la espada piezas de los frisos del templo de Afrodita. Por supuesto  solo las más abiertamente pornográficas eran del interés de la brutal soldadesca que componía el cuerpo expedicionario enviado a someter la rebelión de la Liga Aquea.

Diógenes se giro y dejo a los oficiales interrogando a la soldadesca. Al otro lado en la colina se mostraba el panorama rojizo del atardecer oscurecido por el humo de los rescoldos de Corinto. Tras dos días de saqueo tan solo permanecían en pie algunos de los edificios del Acrocorinto y los pétreos muelles que eran la gloria de la ciudad.

En una burla de la Fortuna los muelles que descargaron las riquezas que engalanaron Corinto ahora servían para cargar los preciosos despojos de su destrucción.

A Diógenes no le gustaba pensar en si mismo, en como había terminado como doméstico de la familia de Mummio. Instructor de esas cabezas de pájaro que eran los hijos, incapaces de articular un hexámetro coherente en correcto griego homérico. .

Hijo de una familia adinerada de Siracusa recibió una sólida formación clásica e incluso fue iniciado en diversos Misterios, abriendo el camino a la salvación de su espíritu. Pero los vaivenes de la siempre caprichosa Fortuna habían agotado el capital de la familia y los piratas le habían reducido a la condición de esclavo. Así comprobó la máxima un hombre es solo lo que posee desnudo. Sus conocimientos clásicos le libraron de trabajos sufridos, aunque no poco ingrata era la tarea de educar a esos cabezas huecas.

El tío de Mummio, su señor, lo cedió al Imperator Lucio Mummio para que le fuese de utilidad como traductor  y sobre todo como experto en Arte. El Imperator tenía listas muy concretas de objetos que habían encargado Senadores y otras personas de relevancia de la Urbe. Corinto estaba condenado antes de empezar la campaña. Por ese motivo fue enviado Mummio a sustituir a Metelo. Este último era un amante de la cultura griega y no dejaba de tratar a los revoltosos griegos como a ancianos caprichosos. Lucio Mummio no tenía ese problema, despreciaba todo lo griego como oriental y decadente, condenado a someterse al poder de Roma. Solo a regañadientes había cedido a la estúpida moda de educar a sus hijos en griego, y porque el instructor era un latino.

El Centurión interrogó con la mirada al decurión. El otro carraspeo,

El soldado Marcio no se ha presentado señor, varios de sus compañeros le vieron entrar en el templo de las Hieródulas, supusieron que se entretuvo violando alguna mujer . —explico con la mirada fija en las sandalias.

El centurión reunió rápidamente al grupo y le ordeno al decurión que en caso de aparecer el soldado lo enviase inmediatamente a la tienda del Imperator.

Recordaba Diógenes la noche anterior mientras su señor recibía a los representantes de Esparta, en cuya ayuda acudía el ejercito romano, y el contabilizaba los objetos que decorarían el Triunfo.

“En el término medio esta la seguridad” dicen los romanos, esta raza insulsa , poco aventurera, amante del hogar, que detesta el mar, prefiere andar antes que cabalgar y le parece preferible la muerte al destierro. Los romanos se habían convertido en los amos del mundo contra sus verdaderas inclinaciones, ni por una misión civilizadora auto impuesta ni por un destino histórico manifiesto como seguro que pretenderán hacernos creer en el futuro. Todos los imperios son iguales, se basan en la codicia. En el caso romano la rivalidad familiar se mostraba mediante la institución republicana del Triunfo.

Los romanos se deshicieron de los reyes sagrados, pero en la república que la reemplazo, el Senado podía honrar a un comandante en jefe que hubiera conquistado un estado enemigo otorgándole un gran privilegio real: atravesar Roma a caballo llevando en triunfo los dioses conquistados. —sus estatuas sagradas--. Cargados en carros tras de sí, mientras él mismo personificaba a Marte, el dios roble de rostro escarlata, y era poseído por él. Por ese motivo un esclavo debía recordarles constantemente su humanidad, la gloria resulta terriblemente adictiva.

Los comandantes en jefe republicanos, que también eran jueces del tribunal supremo, sólo podían ser elegidos entre la nobleza, y fue la rivalidad entre esas familias nobles por ver quien podía conseguir más triunfos la que dio inicio al imperialismo romano. Para los plebeyos que luchaban las recompensas eran el botín, la gloria, las condecoraciones al valor y tierras de labor en los territorios conquistados cuando se licenciaban

La técnica de expansión era sencilla. Divide et impera, firmar un solemne tratado con una nación vecina, fomentar el desorden interior, intervenir en ayuda del lado más débil so pretexto de que el honor de Roma andaba por medio, reemplazar la autoridad legítima por un gobernador títere, otorgarle el rango de aliado sometido, mas adelante incitarlo a la rebelión,  tomar y saquear el país, quemar los templos y llevarse a los dioses como ornamento de una procesión triunfal.

Por eso a Diógenes se le antojaba patética la escena de unos generales romanos dando palmaditas a sus aliados griegos, futuros sometidos, mientras les afirmaban su admiración por sus ciudades. La pluma es más poderosa que la espada y cosas así, pero con la espada bien a la vista. Los aliados no se hacían ilusiones, sabían que el destino de Grecia se había decidido ya en Roma. Corinto era el broche que cerraba la tercera guerra macedónica. Una victoria fácil. En Leucopetra las tropas aliadas de Roma habían aplastado al ejército confederado de la Liga Aquea. Al día siguiente habían aparecido los mensajeros de Corinto.

Después de la derrota de Diaio y las tropas de la Liga Aquea,  los corintios enviaron una delegación para negociar los pagos por la rendición y preparar la entrada triunfal de Mummio en la ciudad. No comprendían cual era el destino que les tenían reservado. Lucio Mummio necesitaba un triunfo glorioso que mostrar para competir con el Joven Escipión, que ese mismo año había sido enviado a destruir lo que antaño fue la orgullosa Cartago. Apenas tenía una sombra de su poder y la caída sería segura, pero el Triunfo llevando los Dioses vencidos del ancestral enemigo de Roma también estaba asegurado.

Mummio pretendía competir llevando los dioses más sagrados de Grecia, además había que contentar a la soldadesca. Era necesario ofrecerles botín y saqueo, no bastaba con entregarles monedas del pago de los vencidos.

Mando que todos los habitantes de Corinto fueran esclavizados, confisco su territorio para la res pública de Roma y ordeno destruir los muros hasta los cimientos y todos los otros edificios.

También los barcos fueron saqueados, pero aquello no era lo más importante para Mummio. El buscaba la gloria y para ello confiaba en las listas que su esclavo manejaba. Cuando le indico que faltaba un objeto monto en cólera. Quién podía haber osado ocultar alguna de las piezas que había reservado para sí. Juro que haría crucificar al osado. Ahora íbamos en busca del osado, un centurión, cinco soldados de la quinta cohorte y un esclavo de la Magna Grecia experto en arte. Para cumplir su misión le entregó una tablilla indicando sus plenos poderes y su sello personal al centurión Quinto, un hombre de la absoluta confianza del Imperator.

Fue muy claro en las explicaciones, antes del alba debía aparecer la Copa de Dionisos.

Subieron marchando por el camino de Kejrees desde el puerto donde estaba concentrado el grueso del ejército romano, a unos 6 kilómetros de la ciudad saqueada. Entraron por el pórtico Sur junto a las ruinas saqueadas del barrio de los taberneros y los restos del templo de Dionisos y sus columnas cubiertas de hojas de parra labradas.

Después se dirigieron al templo de las Hieródulas,  donde se había marchado el legionario de la tercera cohorte con la caja del vaso votivo,  era una caja con centauros y gorgonas según la descripción que figuraba en el metódico listado elaborado en Roma. En su interior contenía la copa que Dionisos trajo de Asia y que mostraba el secreto de la Ambrosia, el manjar de los dioses, la comida de los centauros.

Las calles de la acrópolis de Corinto hedían a carne quemada, Diógenes prefería fijar su vista en el barro negruzco de ceniza que manchaba sus sandalias. El día anterior había visto horrores suficientes. Aun así distinguió la cabeza reventada contra un muro de un bebe o los rescoldos de un cadáver atado a la viga maestra de su casa incendiada, varios legionarios tiraban de una cuerda para derribar parte del frontis del templo de Poseidón, donde mostraba los orgullosos triunfos navales de la antigua flota de Corinto.

Llegaron hasta el templo de las Hieródulas, el espléndido templo dedicado a la Afrodita Prostituta, el más grande y famoso del todo el mundo conocido. Donde más de mil meretrices ejercían el oficio con la maestría de las técnicas sagradas, ya olvidadas en los infames lupanares que se habían convertido los templos de toda la Helade.

Dos soldados salían arrastrando unas grandes piezas de tela, al ver al centurión se cuadraron y saludaron militarmente. Las sacas se desparramaron mostrando multitud de pequeños exvotos de Afrodita. Sin duda decorarían alguna de las pozas hediondas que los romanos se atreven a llamar piscinas.

El centurión les interrogó rápidamente

De que unidad sois

Cuarta cohorte, Fuego y honor, señor . —respondieron cuadrándose

El centurión les mando descansar con la mano

Hay algún hombre de la Tercera por aquí?

Los soldados palidecieron un poco

Precisamente señor bajábamos a informar que ha aparecido un soldado muerto, de la tercera creo.

Que esperas pedazo de asno para llevarnos a el . —rugió el centurión.

Nos internamos por los pasillos del templo, en los muros apenas se entreveían los frescos, ocultos por la negra marca de humo. Allí distinguía a una preciosa Afrodita naciendo de las aguas ante el istmo de Corinto, probablemente de Lisias. Una magnífica imagen que no duraría.

Un soldado le empujó y continuaron la marcha hasta el otro extremo del templo en ruinas.

Allí estaba tirado el soldado, sobre un mosaico que mostraba a un sátiro persiguiendo a una ninfa. Su cadáver estaba rígido pero no parecía llevar mucho tiempo muerto. Uno de los soldados volteo el cuerpo y lo examino. Mostraba un pene en glorioso estado de excitación.

No parece tener ninguna herida señor, agarraba esto en la mano . —extendió la mano con un cacho de tela púrpura de Tiro con hilos de plata. Aquello era de una indumentaria indiscutiblemente femenina.

Quinto bufo. — a este lo mato Venus.

Diógenes se acerco al cadáver y lo examino, tenía la coraza mal puesta, como colocada aprisa. Entonces se fijo en dos orificios en el cuello.

Serpientes claro, no era extraño en un templo que mostrase la cara de la diosa del Amor. La serpiente siempre fue el símbolo de la fertilidad divina, el rayo justiciero de la madre tierra.

Estudio la posición de caída del cadáver y trazo una línea recta desde su visión. Su mirada se paro al pie de una de las columnas pintazas en azul y oro.

Como un loco Diógenes corrió y aferró la caja, la giro y observo los dibujos. Grabados en la madera estaban unos centauros peleando y raptando mujeres.

Dos de las caras del cubo mostraban caras gorgóneas. Como Iniciado en los Misterios Diógenes reconoció los símbolos esotéricos de prohibición y peligro.

El centurión le arrebato la caja de las manos sacándolo de su ensimismamiento

Así que esta es la famosa Copa de Dionisos.

No señor la copa esta dentro de la caja , explico Diógenes

Quinto trato de forzar la apertura de la caja, pero su esfuerzo era inútil

Déjeme probar a mí señor . —Diógenes sujeto la caja e introdujo las manos por las ranuras de las bocas de las gorgonas. Uno de los paneles se descorrió. La caja  estaba vacía, solo un cachito de madera en su interior.

Quinto se puso a vocear maldiciones. Pero Diógenes le tranquilizo

Nadie sabe lo que contiene la caja .

Entonces... —Quinto se giro bruscamente

Puede servir para el triunfo del señor . —completo Diógenes

Bravo, vamos a llevárselo inmediatamente . —Quinto se frotaba las manos con energía.

Con vuestro permiso señor trataría de seguir la pista al ladrón, visitare del mercado del Legeo.

Muy Bien . —Quinto señalo a dos soldados. — acompañadle y protegedle, respondéis con vuestras vidas. Es propiedad personal del Imperator Lucio Mummio.

Le entrego la tablilla y el sello. — Si lo pierdes haré que te desoyen . —amenazo con un bufido.

Descendieron por la colina entre los restos humeantes de las ruinas y se dirigieron al improvisado mercado que se había formado junto al campamento militar. Allí estaban liquidando los restos del saqueo. La abundancia hundía los precios y los buitres acudían al olor de la carroña. Comerciantes judíos, fenicios, armenios y por supuesto griegos muchos de ellos de ciudades que fueron miembros de la Liga Áquea, todos acudían al olor del cadáver putrefacto.  El mercado no era más que toldos sujetados con palos y cajones donde se exhibía la mercancía. Y menuda mercancía, los despojos saqueados de una de las más bellas ciudades de la Hélade.

Allí se apilaban tales y tejidos, aquí cerámicas y estatuas, muebles de madera u objetos decorativos

Pero lo que les interesaba estaba más adelante, el mercado de esclavos.

Subidos en improvisadas tarimas de madera largas filas de hombres esperaban

su subasta. Diógenes no podía evitar comparar la escena con su propia situación

Leyó algunos carteles colgado del cuello de los que fueron ciudadanos insignes de Corinto:  Medico general competente, con buena salud, también sabe sacar muelas ganga 30 monedas de oro o Gramático experto en Homero, apropiado como tutor para joven noble, 50 monedas de oro u oferta más cercana. No era ni la mitad de lo que pagaron por el propio Diógenes.

Se aproximaron a donde vendían a las mujeres, justo al fondo del mercado.

Puesto que Corinto era famosa desde antaño por dos cosas – la calidad de sus prostitutas y el esplendor de su arte.-- los romanos se lanzaron al saqueo con voracidad. Las mujeres esclavizadas esperaban para ser marcadas y vendidas en lotes. El cuadro de la brutalidad era inmenso.

Una mujer hundía su cabeza en el suelo bajo la bota de mercader, que exhibía su coño y alababa la excelencia de la mercancía. Un pelirrojo violaba salvajemente por el ano a una tierna joven que gritaba desgarradoramente.

Los soldados que me escoltaban sonreían lascivamente ante el espectáculo. Una preciosa mujer a cuatro patas sobre la tarima mostraba impúdicamente sus orificios a un comprador, presumiblemente egipcio, husmeaba a escasamente un palmo.

Un grupo de soldadotes se agitaba brindando con vino mientras observaban como una mole brutal de músculos penetraba salvajemente a una niña que aún no era núbil. Jaleaban con gritos al soldado. Uno de ellos se acerco a los soldados que me acompañaban.

Venid, admiraos con Porcio, follador máximo de la Segunda, con esta ya van doce mujeres penetradas. Las apuestas todavía están abiertas .

Sus acompañantes se acercaron a mirar. Diógenes apartó la mirada asqueado.

Se fijo en otro vendedor que anunciaba la mercancía, era un soldado de uniforme que señalaba a unas chicas arrodilladas y atadas por el cuello con cuerda a un poste.

Por un bronce, disfrutad de las excelentes felatrices griegas, solo un bronce ofrendado a Neptupno para garantizar el retorno de la Quinta a casa. Solo un bronce, felatrices del templo de las hieródulas, quien quiere penetrarlas, solo un bronce.

Uno de los soldados acompañantes le golpeo amablemente en el brazo a Diógenes.

Vamos esta la pagamos nosotros, que Poseidón nos permita retornar a casa

Lanzo tres bronces al cuenco

El soldado vendedor sonrió

Gracias compañeros elegid las mas bonitas, la pelirroja es  magnífica .-- comento señalando a una de las chicas arrodilladas.

Uno de los soldados la agarro del pelo.-- ven pelandusca y adora a Príapo .

Mostraba una generosa erección que enterró brutalmente en la boca de la pelirroja, agarrando la melena la forzaba con un ritmo salvaje.

Dionisos no podía dejar de sentirse excitado por la escena, aun cuando sabía que era un lamentable uso de los increíbles conocimientos amatorios de aquellas mujeres.

El otro soldado agarro a una mucha morena y se la arrojo a Diógenes, el agarró del pelo a una muchacha morena de pelo rizado y rasgos orientales.

La muchacha que se encontraba arrodillada ante Diógenes era claramente griega, temblaba como una hoja y se apresuro a engullir el pene, chupando a toda velocidad.

Diógenes bajó la mano hasta el pelo de la muchacha y reconoció el temblor que la recorrió. Viendo la violencia con la que eran tratadas sus compañeras de infortunio tampoco le sorprendía.

Diógenes le tranquilizó con unas palabras en Pelasgo, dialecto que aprendió en su juventud, y la muchacha alzó los ojos esperanzada. Su esperanza se rompió al ver la placa que le colgaba del pecho y le marcaba como esclavo de los romanos.

Diógenes no perdió la oportunidad de interrogarla mientras sus ágiles manos agitaban el instrumento.

Todas las sacerdotisas del templo habéis sido traídas aquí?

No todas . —Contesto mientras le recorría el miembro con pequeños mordisquitos por los laterales--. Las que eran ciudadanas de Aliados fueron llevadas al Jardín de Lais.

El Jardín de Lais, aquel nombre resonó en la cabeza de Diógenes. Los antiguos decían que Atenas tiene el Partenón y Corinto el Jardín de Lais. La casa de meretrices de mayor reputación de toda la Hélade, seguro que algún senador que añoraba las visitas de los Juegos Istmicos habría apoyado su salvación.

Y no era extraño que sintiesen añoranza de los placeres de la Prostituta de los Mares, porque mientras Diógenes acariciaba suavemente el pelo de la muchacha ella le demostraba los conocimientos que recibían las hetairas, era buena conocedora de los secretos de la felación que desarrollaron las antiguas fenicias y sin duda también sería una experta en las doce posturas amorosas que dejaron por escrito los egipcios.

Dos horas después volvían a estar en la fachada del templo de las Hieródulas, acompañado de los dos soldados que no dejaban de rezongar. Diógenes sabía lo que buscaba. Rodeo el templo hasta la fuente que viera  desde el pórtico donde apareció muerto el legionario.

Allí estaba la Fuente Blanca, con sus dos cabezas de león de las que brotaba el agua, esta se acumulaba en la pileta de piedra y era conducida por cuatro canales hacia la terraza inferior del Acrocrinto. Siguiendo una de ella con la mirada Diógenes localizó lo que buscaba: Una casa intacta protegida por soldados romanos. Las espléndidas estatuas de Afrodita Amante y Afrodita Armada indicaban que aquel era el mítico Jardín de Lais.

No comprendía como alguien había podido deslizarse por ese diminuto canal, pero era la única explicación posible para evitar las patrullas romanas. Guió a los soldados hasta la puerta. Allí los pararon los vigilantes.

Adonde vas griego? Estos manjares ya no son para tí, son para tus amos romanos . —Había bastante mofa en los guardias. Pero tragaron saliva al ver el sello del Imperator colgado del cuello.

Realizo una investigación especial para el Imperator ¿Alguna mujer ha abandonado esta casa?

Nadie ha salido.

Lo comprobare, respondéis con vuestras vidas --. Diógenes disfruto al ver como se les alteraba el gesto, realmente no podría amenazarles deado que era solo un esclavo, pero ellos no sabían que investigación desarrollaba.

Entro en la casa dejando atrás a sus propios guardias. Pasado el pórtico de columnas se encontraba el jardín rodeando una piscina con suelos de mármol y muy espaciosa. Diversas estatuas de Afrodita decoraban sus laterales. Pero la decoración que realmente le importaba a Diógenes eran las mujeres que le miraban con curiosidad. Rápidamente fue recorriendo sus vestidos, tratando de mantener alejada su mente de las turgencias que se insinuaban bajo las finisimas telas. Su mirada se detuvo, era el tejido púrpura con hilo de plata, alzo la vista y cruzo la mirada con la mujer. Era una mirada firme, que revelaba una voluntad pétrea. De hecho afeaba la armonía natural de su rostro, por otra parte muy hermoso.

La Mujer se oculto detrás de las columnas y Diógenes se lanzó en su persecución. Si ya había burlado una vez la vigilancia del Jardín, no dudaba que podía volver a escapar.

Distinguió su sombra corriendo escaleras arriba, hacia el tejado. Allí la encontró intentando separar unas maderas.

¿No crees que ya has tenido suficientes excursiones nocturnas?—

En nombre de quien hablas, esclavo . —la mujer escupió lentamente las palabras

Diógenes se sintió molesto, hasta ahora había enfocado la búsqueda como un reto para su mente, no un trabajo de su amo.

Soy Diógenes de Siracusa, al servicio del Imperator Lucio Mummio, y quiero que me entregues la Copa de Dionisos . —

Ya ve,  un nombre de tirano para un esclavo. Tú también eres un perro, pero sin dignidad, solo levantas la caza para tu señor . — La mujer ejecuto una mueca gorgónea.

Soy Niké de Esparta, sacerdotisa de Demeter y Persephone en el templo de Delos, arrodíllate o maldeciré tu alma para que no encuentre el reposo después de la muerte .

Diógenes se retiro con espanto, pero enseguida recompuso el gesto

No simpatizo con los romanos, pero tampoco veo cual es tu derecho a apoderarte de la

Copa, Dionisos no depende de Demeter. No temo tus amenazas. He portado la rama de mirto y recibido los baños lústrales, también he sacrificado el cerdo del tercer día. No puedes dañarme

Niké alzo las cejas sorprendida

Soy sacerdotisa de la Gran Diosa, la de los tres rostros, la Madre nutricia, la amante y la guerrera portadora de la muerte. Todas son una en sus múltiples nombres sean Astarte, Cibeles, Afrodita, Diana o Persephone, solo facetas de la Diosa. Y Dionisos es su hijo bienamado, el dos veces nacido, nacido del sol y de la luna, el que se interno en los secretos de la muerte y la resurrección. Sus Misterios son los de la Diosa y no permitiremos que caigan en manos de los sacerdotes de Roma. Están condenados a no alzar la vista de la tierra, a ser unos eternos niños impetuosos y vanos. Por eso reclamo la  Copa para mi Diosa. Ahora responde

Cómo ha sido iniciado un esclavo en los Misterios Menores?

No siempre he sido esclavo . —respondió Diógenes. — fui libre e Iniciado. Entrégame la copa o llamaré a los soldados

Fuiste libre pero ahora eres el perro de los romanos, ya veo . —Una sonrisa maligna afloro a la cara de Niké.-- ¿No recibiste los misterios eleusinos?

Aquello dolió como una puñalada en el pecho de Diógenes. Nunca pudo recibir los Misterios Mayores y todos sabían que estaban vetados para los esclavos

No, los piratas llegaron antes, y ya sabes que esos ritos están vetados a un esclavo.— Diógenes sonrió con amargura.-- Ahora entrégame la Copa o tendré que llamar a los soldados.

Los Misterios de Eulisis son solo para hombres libres, cierto .—respondió Niké.— pero existen reyes prisioneros de sus cadenas y esclavos que vuelan como pájaros. Yo puedo franquearte las puertas de Eulisis si cumples esta función para mí.

Debo levar la Copa a mi señor, si lo que pretendes es salvar tu vida no tengo problema, nadie sabrá como la  conseguí.

Lo juras por la Diosa, por la tierra y el mar y los espíritus de tus antepasados .—exigió Niké

Juro, que mi alma vague perdida en los caminos si fallo a mi palabra . --Respondió Diógenes cruzando la mano izquierda sobre su corazón.

Entonces contempla, oh mortal, la Copa que porto el Dios de la vida y la Danza .—Niké extrajo de sus vestiduras una copa dorada, labrada con finos relieves y que entrego a Diógenes

Diógenes examino la copa, estaba labrada en oro finísimo y mostraba los ingredientes de la receta de la ambrosia mediante dibujos alegóricos a los Dioses. Miel, agua, frutas, aceite de oliva, queso y cebada perlada, representada por Demeter.  Diógenes le devolvió con tranquilidad la Copa a Niké.

Ahora muéstrame la copa auténtica, la de madera . — Diógenes sonreía mostrando todos los dientes.

Como lo has....-

Adivinado?— completo Diógenes. — Dentro de la caja había un resto de madera diferente, es obvio que proviene de la copa. Enséñamela .

Con mucha más aprensión Niké extrajo entre las maderas una sencilla copa de madera, toscamente labrada con los mismos dibujos alegóricos. Diógenes la cogio y examino con cuidado. No parecía mostrar ninguna diferencia, salvo unas florecillas que separaban un dibujo de otro.

Las examino con más cuidado. No eran flores, la imagen le vino a la mente. La falsa oronja, esa seta que casi le intoxica de joven y le hizo ver visiones. Empezó a reconocer otras setas. Y la verdad se mostró ante él.

Meli, Udor, Karpos, Elaios, Turos y Alphita.

Miro a los ojos a Niké y lo soltó

Muketa, hongos, las plantas que nacen con los rayos de la luna, esa es la comida de los Dioses.

Niké relajo el rostro mostrando toda la belleza de sus facciones.

Eres un hombre libre porque piensas. No creo que este encuentro haya sido casual, me parece que la Madre tiene planes para ti. -- Agarrándole de la capa apretó sus labios fuertemente con los suyos en un largo y cálido beso.

Diógenes aferro con fuerza su cuerpo, mientras las hábiles manos de Niké se deslizaban hasta su miembro.

Con suavidad introdujo el falo en su fragante cavidad, apoyada en una repisa adopto la antigua posición egipcia del loto flotante, con sus piernas rodeando firmemente los riñones y forzándole a empujar para introducir el miembro al máximo los labios vaginales presionando para lograr un contacto total. El ligero balanceo, gracias a la presión, mantenía a los amantes en un abrazo infinito de goces y sensaciones.

Diógenes se libero, a la vez que limpiaba su alma de ira y furia por las horribles imágenes de los días anteriores. Esa era la magia de la sexualidad sagrada, la liberación del espíritu mediante la acción del cuerpo y del amor.

Continuaron abrazados un rato, acariciándose, sin despegarse de esa postura.

Hasta que empezaron a oír los gritos de los soldados.

Todos fuera, vamos a pegarle fuego .

La mirada de los amantes se congeló, se separaron y sin decirse nada cada uno cogió la copa que debía llevar.

En el patio las mujeres esperaban apiñadas mientras los soldados las miraban con una mezcla de sorna y lascivia. Un decurión se dirigió a Diógenes

Tú eres el esclavo de Mummio que viene a beneficiarse hetairas, pues fuera tú también.

Se giro hacia las muchachas. — Desnudaros, sois ciudadanas aliadas y un barco os llevará a Delos, pero todo lo que lleváis encima es parte del botín de Corinto .

Hubo alguna tímida protesta, pero el decurión la corto de cuajo.

Supondremos que la que no lo haga realmente quiere ser ciudadana de Corinto . —sus soldados acompañaron la chanza con risotadas.

Niké miró alarmada a Diógenes, dejó caer la Copa a sus pies antes de dirigirse junto a las muchachas. Diógenes fingió tropezar y se la escondió en la capa.

Todas las mujeres se desnudaron y se apiñaban juntas, humilladas y rojas de vergüenza., ante las miradas lujuriosas de los soldados.

Entre todas las caras destacaba la de Niké que no mostraba ni vergüenza ni pánico, impropio de una espartana, sino que tenía la mirada fija en el rostro de Diógenes. Empezó a desnudarse, mostrando sus formas de afrodita reencarnada.

Entrego un anillo que llevaba y Diógenes vio que era una cabeza de serpiente, con los colmillos manchados de sangre. Aquella fue el arma que mato al soldado y que también podría haberle matado a él con un simple giro de muñeca mientras fornicaba.

Diógenes se ofreció a acompañar al grupo con los dos soldados, ya que también iba hacia el puerto, para entregar su informe a Mummio, añadió con maldad.

Al decurión a aquella información le intranquilizó y no puso ningún impedimento.

Bajaron por el camino de Kejrees, rodeados de soldados haciendo bromas groseras y dirigiendo miradas lascivas mientras las mujeres se apiñaban para darse calor en una noche bajo la luna llena. Niké seguía manteniendo el porte orgulloso y la mirada fija en Diógenes.

Al llegar al puerto vieron la nave que les debía llevar a Delos. El grupo se deshizo un poco y los soldados se mantenían aparte. Se acerco hasta Niké y ante su mirada expectante la beso, después empezó a recorrer su pechos, bajo una mano hasta sus nalgas y las agarro con fuerza. Soltó la capa y se la echo a Niké por encima de los hombros. Después continúo masajeándole los pechos y finalmente dirigió una de sus manos a hurgar en su orificio. Estaba completamente húmeda.

Acerco su boca al oído de ella.

Nos veremos en Eulisis . —la beso de nuevo y se separo de ella.

Niké, ahora sí, lucía una cara roja como la púrpura. Todos, mujeres, marineros y soldados les miraban. Nadie había perdido detalle de los lujuriosos tocamientos. Pero como un ilusionista Diógenes había distraído su atención mientras le devolvía la Copa a Niké.

Subiendo por la colina hacia la tienda de Mummio, Diógenes se giro y miro el barco que se alejaba lentamente en dirección a Delos.

Uno de los soldados gruño. — pues se ha pasado una gran noche el esclavo, espero que encontrases lo que buscaba el Imperator .

Diógenes sonrió enigmático. — Estoy en condiciones de ofrecer al Señor lo que me ha pedido.

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Lucio examinaba la copa a la luz de las lámparas. Contemplaba extasiado los finos relieves en el oro macizo. Era sin duda la copa de un Dios, la que el propio Dionisos trajo de Asia cuando vino a mostrar sus Ritos. Ahora luciría en el Panteon con los otros dioses de los pueblo vencidos. Quien pretendiese conocer los misterios antiguos ahora deberá guiar sus pasos hasta Roma. Esta idea llenaba a Mummio de satisfacción, imaginaba la gloria absoluta de su Triunfo. Todos los dioses de las leyendas homéricas sometidos al poder del Senado y el Pueblo romano.

Volvió a contemplar la copa, no terminaba de entender la esotérica simbología, pero eso no era importante. Los augures de Roma encontrarían la explicación. Aquello le hizo recordar que había autorizado a su esclavo a visitar Eulisis y Delos, como premio a su investigación. Le pareció extraño que no intentase conseguir ser liberto o algún otro beneficio. Lo aparto de su mente, no tenía donde escapar. Todo el mundo conocido estaba sometido al poder de Roma.

Volvió a centrar su atención en el vaso, gracias a su intervención los mayores tesoros sagrados de Grecia llenarían el Panteón. Los ritos mistéricos de Grecia deberían trasladarse a la Urbe. Pronto harían lo mismo con los egipcios o con esos extraños judíos y su Dios único. En la próxima campaña, Mummio no dudaba que la hubiera, deberían saquear los escritos clásicos y obligar a quien quiera conocerlos a viajar a Roma.

Seguro que los griegos con ese estúpido amor por la libertad, desorden en opinión de Mummio, acabarían por rebelarse. Decidió que comentaría esta idea a su vuelta a Roma.

“ Graecia capta ferum victorem cepit ”

“La Grecia conquistada conquistó al bárbaro conquistador”

Horacio