Relatos del convento

Un delator cuenta lo que vio...

RELATOS DEL CONVENTO

__Entonces a ver, vamos joven, usted, en este ámbito sagrado, ¿jura decir verdad y nada más que la verdad?__ inquirió el obispo mayor.

El muchacho inquieto, de color roja la cara, cara de tomate, se podría decir, espetó__ ¡Si juro!

__¡Comience ya entonces!__ volvió a decir el obispo viejo.

__ Bueno yo hacía siempre todo lo que a aquellos curas ordenaban iba para acá, iba para allá. Todo el día andando y viniendo. Que la comida, que la ropa, que los almacenes, que los libros.

Bueno conocí así todos los recovecos de aquel convento.

Todas las torres, los resquicios. Donde estaban abiertos los muros, y las grietas en las paredes, los hoyos. ¿Para qué?, pues por supuesto que para espiar__ una tos sonó a lo lejos y reboto por todo el lugar.

__Bueno resulta que aquella noche yo estaba al borde del desmayo. Agotado subí las escaleras y ahí los vi, al cura con la mano en el hombro del seminarista joven.

Entraron al baño y no sé porque me dirigí rápidamente al hueco desde donde podría ver mejor y a disposición todo lo que harían. Sé que está mal espiar, pero bueno, es más fuerte que yo, y si yo no hubiera espiado no podría contar lo que vi.

Digo que entraron  ambos a los baños. El muchacho joven iba por delante, el cura hombre mayor, por detrás. Se oían las respiraciones, casi jadeos de aquel cura.

El joven seminarista tenía un pantalón corto y una remera, recuerdo que estaba entrando el verano. El cura quito el short y el joven rápidamente quedó en calzoncillos. El hombre vicioso…

__¡Usted no haga juicio de valor!!__ gritó el obispo exaltado.

__¡Perdón!...sí…este…bueno…sigo…el cura lamió el cuello del muchacho. Quito la remera apoyándose ya en el trasero del joven…restregándose en el…fue bajando el calzoncillo. Salto la verga del chico medio parada ya. El cura la acaricio con los dedos, como también acariciaba las tetillas y ahí el chico gimió por primera vez.

Las apretó, las pellizco y el joven tiro la cabeza hacia atrás y empezó a orinar. Mientras el cura mordía los hombros hasta que el chico terminó. Luego el cura tomó en sus manos el miembro y lo sacudió. Se movieron después, hasta las duchas. El cura abrió el grifo. Hablaban muy bajo, el silencio del convento era enorme. El chorro de agua salió y el cura se sacó la sotana. Estaba desnudo y saltó un enorme cipote, grueso y duro. Al menos apuntaba hacia adelante.

Pasó jabón por la espalda con detenimiento y pasión, luego fue a la cintura. Fue con las manos por delante y paso el jabón por los pectorales. Mordía la nuca del joven que gimió con soberano gusto.

Entonces las manos fueron a las nalgas blancas, redondas, grandes. Perdió  los  dedos por dentro Supongo que fueron a su agujero porque los dedos se hundían por allí y no salían. El chico resoplo y se mojo bien la cara. El cura estuvo un rato yendo y viniendo__ y el relator hizo el gesto con los dedos haciendo el movimiento, el obispo abrió grande los ojos, se notaba el sudor en su rostro y en el de los cinco miembros que se encontraban escuchando el relato.

__Luego giró al muchacho y el cura ansioso se arrodilló delante de el y se  metió el garrote en la boca. Ahora el joven se apoyo en la pared sacudiendo su cuerpo. El hombre tragaba el sable con gusto, lo masajeaba, agarraba las bolas. El chico se sacudía ardiente, estaba muy rígido, parecía que el garrote crecía a cada momento. Un poco más duro y mas grande.  El cura lamió las bolas y pude ver como el cura se metía los dedos en su culo para prepararlo supongo. Lo abría, lo dilataba, jadeando y gimiendo. La saliva y el chorro de agua mojaba los cuerpos calientes. El pedazo del joven se bamboleaba hasta que el hombre religioso lo dejo un momento y ahí si escuche lo que dijo el sacerdote  "Ven ahora, tómame, hazlo por favor!!" el joven se coloco de rodillas apuntando al culo del cura. Metió su garrote y el cura fue penetrado. El chico empezó a bombear, iba y venía, agarrado de las caderas, el cura contoneaba las nalgas, se retorcía bufando de placer, eso se notaba en su rostro y sus palabrotas. Los movimientos eran veloces y fueron cada vez mas tomando ritmo, el chico lanzó un grito ahogado y largo su simiente dentro del cura. Se quedaron quietos un momento. Luego el cura sacó el bicho de sus entrañas, salió chorreando flujos, ahí nomas se giro y metió en la boca el animal del chico, hasta dejarlo bien limpito. Una vez está acción el hombre se puso de pie, le entregó el jabón al seminarista y este haciendo lo mismo que el cura momentos antes, empezó a jabonar el cuerpo del hombre, dentro de donde había estado hacía unos momentos, metiendo la mano y los dedos, la poronga del cura no se había dormido cuando giro el cuerpo el chico se arrodillo y trago como un verdadero mamón___

__¡Que dije de los adjetivos!!!__ grito otra vez el obispo mojado de calentura

__¡Perdón!... bueno el chico trago y trago todo lo que el cura le dio en la boca, estuvo unos momentos más con la vara en la boca y luego terminaron de ducharse, se secaron los cuerpos. El cura mientras se secaban beso al chico, se vistieron, y salieron del baño.

__¿Y esto sucedió por única vez?

__¡No claro que no!! ¡Un par de días después lo vi al sacerdote, a la hora de la siesta. Iba con otro seminarista mas joven que el del día anterior. Había un silencio como a esa hora hay siempre. Iban hablando risueñamente y en susurros, el cura llevaba la mano en el hombre de este joven, como con el otro, bah, bueno al punto entran en el altillo que hay en los altos del convento. Allí no va nadie nunca. Hay un colchoncito tirado en el piso, que se notaba el cura conocía muy bien.

De pie, aún, quito la remera del joven, el estaba de espaldas, rozando su verga en el trasero del muchacho. Acarició las tetillas, el pecho hasta el vientre y así fue que saco el pantalón del chico que suspiraba, mucho más que el otro. Parecía que disfrutaba lo que allí sucedía.

El sacerdote entonces se puso de rodillas y abriendo las nalgas del efebo mordisqueó las nalgas apetitosas, de perfecta redondez, morenas, duras, fibrosas…

__¡Bueno ya!!__ se escuchó la ronca voz del obispo que seguía sudando a mares.

__¡Bien, bien, entonces, metió la lengua en el agujero, el chico se retorcía ahora de placer, gemía y arengaba al hombre a seguir en esa tarea, "dame lengua papi, sigue" y cosas así.

¿Puedo tomar un poco de agua?__ preguntó el delator.

__¡Sí claro!!__ le respondieron algunas voces. El otro bebió un largo sorbo.

__El cura se quitó la sotana y quedo desnudo, se ve que no le gustaba llevar nada por debajo. Una tremenda poronga asomó lista y rocosa. Se puso de pie y agarrando las caderas del chico empezó a entrar en aquel dispuesto chico. Acariciaba y tomaba como garras los hombros del joven que sacaba su cola para aprovechar mas y mas el encule. El otro, el sacerdote lo penetraba, gemía, sonriendo feliz, gozando de aquella bombeada, que a veces aceleraba y a veces se hacía más lenta, recorriendo el túnel. Llegaba a la nuca del joven y la chupaba y la besaba, también la mordía desesperado, apretaba los pectorales del joven que gemía y resoplaba gimiendo.

"Dámela toda papi, sabes que soy tuyo, ahhh" hablaba el joven muy ardiente.

El cura entonces aceleraba la penetración. Besaba el cuello y masajeaba la verga muy parada de aquel chico. La acariciaba, tocaba la cabeza gorda, mordía la oreja.

El chico empezó a largar su líquido eso hizo que el cura apurara sus embestidas, gritando, roncamente, todo tipo de improperios, aferrado a las caderas, un vaivén perfecto, sosteniendo a buen ritmo las embestidas que daba al joven que aullaba ya de gozo, el cura tensándose un poco más, bufando como equino, fue expulsando su leche dentro de las entrañas abiertas y receptivas del aquel joven seminarista, que cayó de rodillas, sacando la lanza y metiéndola en su boca hasta sacarle brillo, entre gritos y jadeos del cura que se retorcía en el colchón. El efebo estuvo buen rato besando y lamiendo el garrote que no quería caer del todo.

__¡Esta bien, creo que hemos escuchado bastante por hoy!!__ dijo el obispo y propuso que se terminara la sesión. El delator de cara roja como un tomate también sudaba y le costaba caminar como al resto de los participantes de aquella reunión.-