Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Aprovechando la proximidad de Halloween, algunos autores de TR hemos decidido escribir una serie de relatos de terror. "El bebé de Rosa María" por OCTOPUSI.

Mujer pobre, carente, sufrida. Indigente existencial.

Como hacer, sin dinero, sin marido, sin gota de agua que salga por el grifo, le han cortado el servicio por falta de pago, el aguador la ignora y pasa de largo. No podía ser de otra manera, también tiene otras necesidades desatendidas.

Su hijito de pocas semanas de nacido llora desconsoladamente, la insuficiente alimentación de la pobre madre, es la causante de aquel padecimiento, ella carece de toda la leche requerida para amamantar a la criatura, en cambio el bebé tiene más caca de la que su madre puede atender.

Pañales desechables, ¡esa es la solución! Que absurdo, si tuviese el dinero lo emplearía para comprar alimentos, siendo necesidad mas apremiante.

No tiene otra alternativa, debe acudir a la orilla del mar a lavar pañales improvisados, hechos de retazos de tela y recortes de ropa vieja, muy pobres. Eso sí, cuantiosos en mierda infantil, van muy nutridos de excremento y además la madre que no tiene con quién dejar a su retoño, debe llevarlo con ella, arropado con una sábana y cobijado en una canastilla de mimbre a modo de cuna portátil.

Salió de su humilde choza, levantada en medio de un arenal, lugar en el que habitan muchas otras personas despreciadas por la diosa fortuna, pero en cambio cobijadas por la odiosa miseria, al igual que ella y su hijito. Su guarida se encuentra ubicada a un par de minutos de la playa.

Debe ir de prisa, no le queda mucho tiempo, el atardecer la puede dejar sin la iluminación suficiente para completar su tarea. Arribó a su destino y sonríe, que buena suerte, se dice a sí misma, hay estrellas, sol y luna y que inmensa luna llena me alumbrará, si no termino antes que se oculte el sol.

Acomoda la canastilla con el bebé sobre unos peñascos, tratando de conseguir horizontalidad, comprueba la estabilidad de la base y conforme con los resultados, se dispone a sus quehaceres. Muy concentrada, lava, jabona, enjuaga y exprime, una y otra vez, una y otra vez, tomando su tarea muy a pecho, mientras tanto, tiene la mente ocupada tratando de clasificar sus innumerables necesidades en orden prioritario, por lo menos para saber cual será la siguiente que deberá enfrentar.

Terminó con el último pañal y se dispone a retirarse, ya es hora de regresar, ya se ocultó el astro rey, solo está iluminada por la luna llena, ahora brillan mas las estrellas, pero como era de esperar, también la marea ha subido y la canastilla con la criatura ya no está en su sitio, ha desaparecido, talvez el mar se la ha llevado.

La desesperación se apodera de la humilde mujer, a quién, lo que le falta en riqueza le sobra en sentimiento. Su ser trino se estremece y palpita con desesperación, alma, mente y cuerpo, se sacuden como queriendo huir espantados de tan terrible y desoladora realidad.

Inicia su desesperada búsqueda, entre lágrimas y lastimeros quejidos, recorre la solitaria orilla, una y otra vez, una y otra vez, estirando el gañote para poder ver más allá de lo que humanamente es posible ver.

Su desesperación le impide apreciar la belleza de su imagen reflejada en la húmeda arena de la playa, que luce el brillo de un espejo cada vez que el agua se retira, ni siquiera se ha percatado que el mar le ha robado los zapatos y tampoco que algunas piedrecillas han hecho de las suyas en sus plantas, las que ahora tiñen de rojo su recorrido.

En cambio si logra impactarla un lejano aullido, repetitivo, solitario y melancólico, que hace las veces de banda sonora para resaltar su angustia. Escucha otros ruidos extraños, como si quisieran contribuir a sumirla en el más profundo dolor.

De pronto le vuelve el alma al cuerpo al escuchar el llanto de una criatura, un llanto un tanto lejano y con vocecita algo enronquecida, tal vez de tanto llorar. Escucha luego los aullidos incansables y el silbido del fuerte viento, por momentos ocultan el llanto de la criatura y en su desesperación la mujer cree estar perdiendo el rastro. Pero no, no es así, ahora el llanto se escucha con mayor nitidez y más potencia que la acostumbrada, seguro que su condición de madre abatida, ha logrado aguzar sus sentidos.

Pero ahora no solo escucha el plañido, a lo lejos logra divisar la figura de su hijo. Que extraño no se advierte ninguna canastilla, ni manto que lo cobije, el nene está completamente desnudito. Ella corre, jadeante y despreocupada, sin importarle cuanto daño le están haciendo los objetos cortantes a su paso.

Le falta muy poco para llegar, cree sentir que su angustia está afectando sus sentidos, escucha el llanto de la criatura como si tuviese matices electrónicos. Al fin logra contacto con el cuerpecito acostado boca abajo, lo toma entre sus brazos y henchida de felicidad se apresta a darle un cálido beso maternal.

En ese instante el horror se apoderó de la mujer, al ver el rostro de la criatura. Él la miró en forma fija y penetrante, con sus sanguinolentos ojos color púrpura y terminó de aterrarla con una risa chillona y escalofriante que se abría paso a través de su hediondo hocico plagado de enormes dientes, completaba el cuadro de horror una puntiaguda lengua que con ágiles movimientos expresaba su soez intención. El cuerpo de la criatura quemaba en los brazos de la aterrada mujer y la genitalidad del demoníaco ser, parecía corresponder a la de un adulto peludo y aventajado.

Muchas leyendas se habían escuchado acerca de ese terrible duende y hasta ese día se creyó que solo se trataba de míticos relatos, pero los pobladores que acudieron al lugar, atraídos por tan extraño y estridente llanto, pudieron atestiguar como la desconcertada mujer, con el incubo entre sus brazos, se hizo a la mar, hasta desaparecer entre las olas…………..…… para siempre.