Relatos de Terror: Aquella noche

Aprovechando la proximidad de Halloween, algunos autores de TR hemos decidido escribir una serie de relatos de terror. "Aquella noche" por GENIO.

Ahora que está próximo Halloween revivo con angustia aquella noche. Hace mucho tiempo de aquello, muchos años, era yo un crío, pero aún recuerdo aquella sensación, el estómago encogido, el temor a algo desconocido

Era una noche cualquiera, nada especial. No había luna llena, ni tormenta. Pero lo que sí se percibía era silencio, un silencio fuera de lo normal, ¡y solo eran las once de esa noche invernal! Yo tenía 8 años, dormía solo en mi habitación (no tenía hermanos todavía) y mis padres en la de al lado. La ventana de mi habitación daba a la parte de atrás del edificio, a una especie de callejón que nunca me gustó mucho, por eso hice que mis padres cambiaran la distribución y pasasen mi cama a la pared opuesta.

El silencio, ese silencio me hizo concentrarme intentando encontrar algún sonido que me tranquilizase. Y entonces lo escuché… Pero ¿qué era ese sonido? Parecía un rugido, un pequeño y casi imperceptible rugido… ¡Me asusté!

Encendí la luz de la mesilla, tenía que ver que era eso… ¡Se calló! Y eso me asustó más, no había nada extraño, nadie… ¿Sería en la calle? No pensaba asomarme al callejón, no pensaba hacerlo. Con mucho sigilo y muerto de miedo me acerqué a la ventana y terminé de bajar la persiana, totalmente, sin dejar una raya de luz. Me acosté nuevamente…Silencio, de nuevo el profundo silencio

Brrrrrrrr… ¡Ahí estaba de nuevo el gruñido! Escuché atentamente. No era en la calle ¡Era dentro de mi habitación! Cerca de la ventana, pero dentro de mi dormitorio. Acerqué mi mano despacio, por dentro de la sábana, hasta tenerla cerca de la lámpara, y lo más rápido que pude la encendí… ¡Calló nuevamente!

¡Nada! ¡Nadie! Ahora sí que estaba asustado.

Salí todo lo deprisa que pude de mi cama y fui sin pensármelo más a la habitación de mis padres.

¿Qué té pasa? ¿Por qué enciendes la luz?

Hay algo, o alguien, en mi habitación. Cuando apago la luz lo escucho gruñir y al encender no hay nada, nadie. Tengo miedo.

Tranquilo, será cualquier ruido de la calle.

¡NO! Se escucha claramente dentro de la habitación.

Venga, te acompaño a tu cama. Ya verás como todo está en tu mente.

Me acompañó mi padre hasta la cama, pero yo no estaba conforme.

Mira debajo de mi cama, por favor.

Valeeee. No hay nada más que tus juguetes. ¡Con todo lo que tienes ahí no cabe nadie!

¿Y detrás de la cortina? ¿En el hueco de la esquina? (el típico hueco entre la pared y el armario)

Veamos. Lo ves…No hay nada. Venga duérmete. ¿Sabes lo que puede ser? A veces los muebles crujen por el cambio de temperatura y por la noche, con todo en silencio, se escucha más. No te preocupes.

¿Qué no me preocupase? Lo intenté, juro que lo intenté. Mi padre me acostó, apagó la luz.

Espera un poco, verás como ahora se oye el gruñido. – Le dije.

Esperó, pero no se oyó nada. Vi su silueta salir por la puerta, vi como se dirigía a su habitación. Callé, me concentré, intenté aguantar la respiración para poder escuchar cualquier cosa… Parece que todo terminó, no se oía nada…Me ladee y me dispuse a dormir, serán los muebles, pensé.

Brrrrrrrrr

Brrrrrrrr

Brrrrrrr

Traté de no moverme, me concentré en el sonido. Cada vez era más fuerte, GRRRRRR. Metí mi cabeza bajo la manta y la sábana, sujetando esta última con mis manos y con la propia cabeza. El sonido aumentaba, creí localizarlo por la pared frente a mi cama. Ahí sólo existe una pequeña estantería, no podía ser el crujido de los muebles, no… no podía ser.

Brrrrrrrr

Brrrrrrr

Sentía dolor en mi estómago, aún hoy recordándolo lo siento. Sentía la cara tensa, sin querer respirar, sin querer realizar el mínimo movimiento que pudiera delatarme. No me atrevía ni a llamar a mis padres. Cualquier sonido que yo hiciese podía provocar lo que más quería evitar.

¡Silencio! El silencio de nuevo. El gruñido se calló nuevamente. ¿Habría salido de mi habitación? Temí por mis padres. Estuve dudando, pero encendía la luz. Tal vez así desaparecería, como había estado pasando antes, si todavía seguía en la casa.

Me quedé quieto escuchando. Todo estaba en tranquilidad, en Silencio. Me levanté despacio y me fui acercando a la habitación de mis padres. Me quedé en la puerta, mirando… Parecía que todo estaba bien.

¿Eres tú Pedro? – Pregunto mi madre.

Sí.

¿Y que haces ahí? ¿Qué té pasa?

He vuelto a escuchar el ruido. ¡Y no es de los muebles! ¡SEGURO!

Mi padre se levantó nuevamente

Vamos hijo. Revisemos de nuevo tu habitación.

Según estabamos entrando en la habitación lo escuche:

Brrrrr, Brrrrr

Ves papa, ves. Ese es el gruñido. Está en mi habitación. Le dije mientras me ponía detrás de él.

Mi padre se quedó escuchando, intentando localizar el origen del sonido. Fue avanzando hasta llegar a la estantería y….

Ja, ja, ja, ja. – Su risa me sobresaltó, era lo que menos me esperaba.

Ven Pedro, ven. Mira lo que es.

Resultó ser un coche-oruga teledirigido que tenía en la estantería y que estaba conectado. Intentaba avanzar pero los libros se lo impedían.

Yo también terminé riéndome y esa noche conseguí dormir.

A la mañana siguiente, recordando la noche, la angustia que pasé, nada más despertar me quedé mirando el coche. ¿Puede ser que pasase tanto tiempo por esa tontería? Pero:

¿Por qué se paraba el coche cuando yo encendía la luz?

¿Desde cuando llevaría conectado el coche? Llevaba días sin usarlo ¿y las pilas?

Si es un coche con control remoto. ¿No es necesario el mando para hacerlo moverse? Busqué el mando de control del coche. Estaba en el suelo….

¡Debajo de la ventana!