Relatos de juventud. La madre de mi amiga-3

Lucía se entera de que me follo a su madre y lo acepta de buen grado. Como regalo, le parto el culo a mi madurita.

Tras comprobar que Lucía seguía durmiendo plácidamente, volvió con una sonrisa de oreja a oreja, un par de refrescos y la fregona para recoger el charco que había dejado en el suelo. Cambió las sábanas, salió de nuevo para dejar la fregona en la cocina y nos sentamos en la cama a tomarnos lo que había traído y reponer fuerzas. Me abrazó, me miró a los ojos y empezó una conversación inevitable después de lo que había pasado entre nosotros.

  • Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Me has hecho volver a sentir mujer con mayúsculas. Deseada, querida, desatada…..no sé si me entiendes…..

  • Pero……., la interrumpí imaginando lo que me iba a decir.

  • Pero no quiero hacer daño a Lucía. No sé cómo se tomará esto….que su madre…..

  • Que su madre se folle a su mejor amigo, dilo sin tapujos, le solté de golpe. Mira, si tú no quieres, por mi parte no se va a enterar, aunque creo que no se lo tomaría mal. Incluso alguna vez me lo ha propuesto medio en serio medio en broma para darte una alegría. Pero esto depende de los dos, de ti y de mí. Por mi parte, puedo decirte que follar contigo es mucho mejor que hacerlo con las niñatas de mi edad. ¿Y tú qué opinas?, le dije mirándola fijamente a los ojos.

  • Yo, yo……

  • Bueno, será mejor que me vaya. Recojo mi ropa y me voy. Mañana me paso a ver cómo se encuentra Lucía, le dije dejándola en pelotas en la cama y con cara de no saber qué hacer.

Saqué la ropa de la secadora y llegué a mi casa en menos de cinco minutos. Aprovechando que mis padres estaban fuera, tras ducharme y poner la ropa de nuevo en la lavadora, me serví un gin-tonic, puse música relajante y me tumbé en el sofá del salón pensando en todo lo que había sucedido con Cristina. Por un lado, me veía sin cumplir los veinte y follando con una madura que estaba buenísima, lo cual me producía un subidón increíble. Además, tenía la sensación de que podía hacer con ella todo lo que me diera la gana y eso me ponía el rabo tieso solo de pensarlo. Por otro lado, aun conociendo la mentalidad abierta de Lucía, me quedaba el miedo de romper nuestra amistad por los polvos que pudiera echarle a su madre. Me quedé dormido recordando cómo se había meado tras la última corrida, con la polla tiesa y una sonrisa de oreja a oreja.

Varios timbrazos en el teléfono fijo me despertaron pasadas las doce del mediodía.

  • Tío, ¿se puede saber qué coño hice anoche?, me dijo Lucía con voz pastosa y ronca.

  • Buenos días preciosa, ¿qué tal has dormido?, le solté a modo de broma que no aceptó.

  • ¡Vete a la mierda, joder! Estoy fatal, me duele un huevo la cabeza y he potado ya tres veces desde que me he despertado.

  • Pues ya llevas seis, jajaja. Anoche potaste otras tres veces antes de que te pudiéramos meter en la camita tu madre y yo. Si me preparas un café me paso por tu casa en quince minutos y te cuento, ¿ok?

En menos de media hora estábamos sentados alrededor de una pequeña mesa que tenía en la cocina, con un par de tazas de café recién hecho.

-No sé cómo estará el café, pero te aguantas. Mi madre, que es quien sabe manejar la puta cafetera esta, ha tenido que salir no sé muy bien a qué…..pero mejor, así me cuentas  con más tranquilidad qué coño pasó anoche.

  • Tienes un humor estupendo por las mañanas, ¿lo sabías?, le dije irónicamente mientras daba un sorbo al mejunje que me había preparado. Joder, esto está para dárselo a tu peor enemigo, jajaja.

  • Bueno, déjate de coñas y cuenta, me dijo con cara de pocos amigos apartando la taza que se había servido.

  • Pues resumiendo, llegamos a la fiesta, Patricia estaba liándose con un guaperas gilipollas, tú te bebiste no sé cuántos cubatas en media hora y cogiste una cogorza del copón. Potaste dos veces en el camino de vuelta, una tercera cuando tu madre me abrió la puerta, te dimos una ducha y te metimos en la cama. Fin de la historia.

  • Un momento…..¿cómo es eso de que me disteis una ducha? No  me habrás…….

  • ¿Visto en pelotas?, pues sí, lo hice. Por cierto, vaya cuerpazo, nena…..y ese chochete sin pelos, pufffffffff, jajajaja.

  • ¡Vete al carajo, gilipollas! No me puedo creer que mi madre te dejara verme en pelotas, yo……

  • Tampoco es para tanto, joder. Tú me has visto a mí varias veces y no ha pasado nada, así que no te hagas la estrecha ahora conmigo. Además, es que estabas tan pedo que tu madre sola no podía. La verdad es que te pasaste bastante…..y todo por la tía esa. Coño, que te lo advertí, joder. Que ya se ha tirado a varios de mis colegas, pero tú…….

  • Bueno, ya vale, no estoy como para que me eches ahora una bronca. Gracias por sacarme de la fiesta y traerme a casa……y, por cierto, no me importa, me dijo seria y mirándome a los ojos.

  • ¿Qué no te importa?, le dije sorprendido y a la defensiva sintiéndome descubierto.

  • Anoche os oí. Creía que lo había soñado con la borrachera, pero esta mañana, nada más verle la cara a mi madre, supe que no había sido un sueño. Solo he tenido que presionarla un poco para que me lo confiese y…….

  • Verás, yo……..

  • Mira, con la suerte que tiene mi madre y su tino a la hora de elegir, prefiero que seas tú. Te lo digo completamente en serio. Antes de que se encoñe con cualquier cabrón que le haga daño, prefiero que tú le alegres el cuerpo de vez en cuando. Además, a ti te tengo controlado, jajaja. Lo único que te pido, como le he dicho a ella, es que seáis discretos y que esto no afecte a nuestra amistad.

Iba a contestarle cuando oímos llegar a su madre. Al vernos se ruborizó, intentó esquivarnos y hubo un momento de máxima tensión que Lucía rompió con su habitual naturalidad.

  • Bueno tortolitos, os dejo que tendréis que hablar de vuestras cosas. Yo salgo a tomarme un café y a ver si me despejo un poco. Aprovechad el tiempo y tened cuidado que no quiero una sorpresa dentro de nueve meses, jajaja.

Tras el asombro inicial, cuando Lucía salió, nos miramos fijamente cara a cara y soltamos al unísono una carcajada que resonó en toda la cocina. Me acerqué a ella y empecé a besarla dulcemente. Al notar que me devolvía el beso con lujuria la atraje hacia mí y empecé a amasar su duro culo mientras ella se restregaba sobre el bulto que ya aparecía en mi entrepierna. Bajé un poco la cabeza y empecé a besarle el cuello, lamiéndoselo y llegando hasta el lóbulo de su oreja izquierda. Cuando empezó a gemir le susurré al oído “te voy a follar aquí mismo, en la cocina” “te voy a empotrar sobre la mesa y te voy a partir el culo”. Me miró sorprendida y asustada, pero antes de que dijera nada le saqué la camiseta que llevaba, le desabroché el sujetador y empecé a lamerle las tetas alternativamente, chupando sus ya tiesos pezones y mordiéndolos, arrancándole gemidos de placer cada vez más fuertes.

  • ¡Uffff, qué rico, qué ricoooooo! ¡Sigue, sigue, cómeme las tetas!

Seguí comiéndole las tetas un par de minutos mientras ella me sobaba el paquete por encima del pantalón. La acerqué hasta la mesa y le di la vuelta quedando de espaldas a mí. Intentó volverse para besarme de nuevo pero no la dejé, sino que me arrimé más a ella para que notase bien el tamaño de mi rabo en la raja de su culo y haciendo que tuviera que apoyarse con sus manos sobre la mesa. Me incorporé un poco para lamerle el cuello y la espalda a la vez que amasaba sus tetorras jugando con sus pezones, retorciéndolos y dándoles pequeños tirones, lo que provocó que se entregara por completo, abriendo las piernas y sacando más el culo para sentir mejor la dureza de mi rabo sobre él. Notando su entrega bajé las mallas que llevaba hasta sus pies para apreciar su culo, que apareció envuelto en unas minúsculas braguitas de encaje granate que me hicieron perder la cabeza por completo. Se las bajé con un rápido movimiento que ella complementó deshaciéndose de ambas prendas con los pies. Se apoyó con los antebrazos en la mesa y, separando más las piernas, dejó el culo en pompa ofreciéndome sus dos agujeros.

  • Joder, me tienes como una perra, ¡fóllame ya!!!!!!!!

Con la vista puesta en el espectáculo que me ofrecían sus dos entradas me arrodillé detrás de ella y le separé las nalgas para meter la lengua entre sus piernas. Le lamí toda la raja, desde el clítoris hasta el ojete, dándole varias pasadas por su ya empapado y caliente coño, deleitándome con sus jugos y ensalivándolo bien. Cuando llegaba al ojete daba un pequeño respingo, pero en seguida se acostumbró a la caricia y poco a poco iba pidiendo más, cambiando los gemidos por gritos de placer.

  • ¡SÍ, SÍ, SÍ, QUÉ RICOOOOOOO!!!! ¡CÓMEME EL COÑO, CÓMEME EL CULO, SIGUE, SIGUE, SIGUEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!

Viéndola completamente entregada y desatada me bajé al unísono  los vaqueros y el bóxer, apunté en la entrada de su chocho y se la clavé de un solo golpe hasta que mis pelotas toparon con su entrada trasera. Soltó un alarido de placer tremendo y empezó a mover el culo al mismo ritmo que yo la empotraba con todas mis fuerzas sobre la mesa.

  • ¡AAAHHHH, SÍ, SÍ, SÍ! ¡FÓLLAME MI NIÑO, FÓLLATE A TU MADURITA!!!! ¡MÁS, MÁS, MÁS, DAME FUERTE!!!!!!!!!!!!!!

  • ¡AHHH, QUÉ RICOOOOO! ¡TOMA POLLA, TOMAAAAAAAAA! ¡TE VOY A ENSANCHAR EL COÑOOOOOOOOOOO!!!!!!!!

Como la noche anterior, se corrió a las pocas embestidas. Tras un par de minutos embistiéndola a toda pastilla se dejó caer sobre la mesa apoyando las tetas en ella, empezaron a temblarle las piernas y se corrió como una loca, gritando y dando manotazos sobre la mesa.

  • ¡ME CORRO MI NIÑO, ME CORRO, ME CORROOOOOOOOOO!!!! ¡YA, YA, YYYYAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Dejé que se recuperase un poco, besando y lamiendo su espalda mientras recuperaba el resuello. Cuando la noté a punto se la saqué del coño, completamente empapada de su corrida, me arqueé sobre su espalda y le susurré al oído “te voy a rellenar el culo de leche”. Lo subió un poco al notar una palmada en la nalga derecha, giró la cabeza para mirarme con cara de cordero degollado y, asumiendo que no tenía escapatoria, me susurró “despacio, por favor. Por detrás nunca me la han metido”. Se volvió a dejar caer sobre la mesa y se agarró fuertemente a ella esperando que le partiera el ojal. Me volví a arrodillar detrás de ella, le volví a separar las nalgas y le escupí en el ojete. Metí la lengua en su raja del culo y empecé a lubricárselo con mi saliva, provocándole pequeñas descargas de placer al sentir cómo hurgaba con ella en su agujerito marrón. Viendo que se relajaba por momentos y que empezaba a gozar del tratamiento lingual que le estaba dando, volví a escupirle en el ojete y apunté con la polla, completamente lubricada de su corrida anterior, empujando lentamente. Costó un poco, pero gracias la lubricación tanto de su culo como de mi tranca, el capullo entró a los pocos intentos. Se quejó un poco pero aguantó estoicamente hasta tener toda la cabeza dentro.

  • ¡Ahhhhh, despacio, por favor mi niño!, me soltó aguantando el dolor. Es bastante gorda y por ahí nunca ha entrado nada. Ten cuidado, por favor.

  • Sssssshhhhhhhh, tranquila perrita, ya ha pasado lo peor, le dije tranquilizándola. Ahora viene lo bueno.

La dejé reposar un poco, con la cabeza dentro pero sin moverme, para que se fuera adaptando al tamaño, mientras yo disfrutaba de la estrechez y de lo calentura de su entrada trasera, notando cómo su recto me estrujaba el nabo, adaptándose a él como un guante. Cuando la noté de nuevo relajada me volví a agachar sobre ella y le susurré al oído “ahí voy mi madurita. Tu niño te va a partir el culo y te lo va a rellenar de leche”. Empecé a clavársela muy lento, deleitándome en cada milímetro de su recto que iba taladrando y observando con lujuria cómo su culo se iba tragando mi tranca hasta que los huevos toparon con sus nalgas. Al notar que se la había metido por completo me miró con cara de resignación y volvió a pedirme que tuviera cuidado “joder, estoy rellena de polla. Creo que no voy a poder sentarme en varios días. Ten cuidado, por favor”. Tras oír su súplica me agarré a sus caderas y empecé un metisaca muy despacio, saboreando su estrechez anal y notando en la polla lo caliente que tenía el recto. Era una pasada notar cómo le iba ensanchando el culo a medida que la iba taladrando. Se la saqué un par de veces por completo para ver cómo le estaba dejando el culo, abierto y rojo como un tomate. Tras varios minutos de enculada cambió las quejas por gemidos de placer, cada vez más fuertes, lo que aproveché para aumentar el ritmo de las emboladas, sacándosela casi por completo y clavándosela hasta que mis pelotas rebotaban contra sus nalgas. Al poco rato, la estaba empotrando con tal violencia que en la cocina solo se oía el ruido de mis huevos topando contra sus nalgas cada vez que le soltaba un pollazo y sus gemidos que poco a poco se iban transformando en gritos de placer.

  • ¡PLOF, PLOF, PLOF…….!

  • ¡Joder, qué rico, joder qué gusto, sí, sí, sí……! ¡Dame más, dame más, párteme el culoooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!

Cuando noté que me faltaba poco para correrme aumenté lo que pude el ritmo de la enculada y metí la mano derecha entre sus piernas buscando su clítoris. Al encontrarlo, hinchado completamente, empecé a frotarlo a toda velocidad, pajeándola como un descosido al mismo ritmo que la empotraba. No aguanté mucho, la verdad. A los pocos segundos noté un escalofrío de placer por todo el cuerpo, me tensé quedándome completamente agarrotado y empecé a descargar en su recto todo lo que tenía acumulado en las pelotas gritando como un loco y dándole palmadas en las nalgas hasta dejárselas completamente enrojecidas.

  • ¡ME CORRO, ME CORRO, ME CORRO EN TU CULOOOOOOOOOOO!!!!!¡TOMA LECHE DE TU NIÑO, TE VOY A RELLENAR DE LECHEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!

Al notar las descargas en su recto se metió de golpe dos dedos en el coño y empezó a follárselo a toda pastilla mientras yo le frotaba como podía el clítoris. Casi instantáneamente se tensó por completo, le fallaron las piernas y se quedó sujeta a la mesa con una mano mientras se corría con tal intensidad que volvió a mearse formando un charco de grandes dimensiones en el suelo.

  • ¡ME CORRO, ME CORROOOOO!!!!¡POR EL CULO, POR EL CULO, MI NIÑO, ME CORRO POR EL CULOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Caímos los dos de rodillas, apoyados en las patas de la mesa, exhaustos, jadeando y empapados en sudor. Esquivando el charco de pis y fluidos, nos dejamos caer sobre el suelo de la cocina, abrazados y sintiendo réplicas de nuestras respectivas corridas, temblando y resoplando aun con la polla ensartada en su culo. Al cabo de un buen rato, tras sacársela, aun morcillona, un río de semen y algo de sangre se incorporó al charco que ya había en el suelo.

  • Anda, vamos a recoger todo este estropicio antes de que llegue Lucía, le dije ayudándola a levantarse. Pero antes vamos al baño. Te voy a poner algo de crema hidratante que no veas cómo te he dejado el culo.

CONTINUARÁ.

Espero comentarios y sugerencias.