Relatos de juventud 1

Ellas solo querían a un chico malo. Yo sería el chico malo que les haría desear a los buenos.

Siento tener que volver a subir la serie otra vez desde el principio, pero como dije lograron dar con mi clave o por un error de mi parte pudieron tener acceso a mi cuenta y eliminar todo el contenido que tenía subido. Subiré la serie hasta el capítulo 10 y después de eso no subiré más en una temporada. Pronto tendréis noticias de la publicación definitiva de toda la serie , que colgaré en el perfil de todorelatos.

Gracias por el apoyo a la serie.

Espero que el resultado final que tendréis muy pronto sea de vuestro agrado.

Os dejo con la serie.

Tenía diecisiete años y aún me quedaban dos años para poder comenzar mis estudios en la universidad. Solo entonces podría librarme de clases aburridas que no me importaban y centrarme de lleno en aquello que realmente me interesaba. Que odiara asistir a clase no implicaba que no me esforzara. De hecho, era el que obtenía siempre las mejores notas y mis trabajos eran lo más cercano a la perfección. Muchos me odiaban, otros fingían respetarme mientras también me odiaban y el resto trataba de acercarse a mí, ganarse mi amistad y sacar provecho. Al principio de mi etapa en el instituto lograron su objetivo. Pero aprendí de mis falsos amigos y ahora soy yo el que finge y se aprovecha de ellos. Siempre intenté ser bueno, guiarme por el camino de lo correcto y lo moral, pero en un instituto rige lo inmoral y durante estos dos años que quedaran me iba a convertir en el rey.

Mi primera reina sería Gabriela.

Gabriela era una de esas bellezas que con solo verla despierta en ti el deseo y la lujuria, incluso de la persona más cuerda y reflexiva. Era un poco más alta que el resto de chicas de la clase; sus pechos también destacaban sobremanera y su trasero era hipnótico. Cada vez que la veía en clase o desde la distancia, solo podía pensar en desnudarla y hacer con ella lo que ninguno de los dos habíamos hecho aún. Su pelo era largo y negro y los ojos eran de un marrón claro. Todo el mundo hablaba de ella. En las fiestas siempre se liaba con el primer tipo bueno que se le acercase cuando llevaba tomadas un par de copas de más. Pero siempre les dejaba con el motor encendido. Nunca pasaba de una buena comida de labios y algún que otro sobeo por encima de la ropa.

Yo haría que eso cambiara.

El primer trimestre del año estaba por concluir. Pronto llegaría la navidad y las vacaciones, pero antes tendríamos los exámenes finales y la entrega de trabajos. Por suerte Gabriela y yo éramos compañeros en todas las asignaturas, incluidas las optativas. Aunque durante las clases no nos sentábamos uno al lado del otro, ni hablábamos a menos que la situación lo necesitase. Siempre me mostraba atento hacia ella. Cuando me miraba le sonreía para que se diera cuenta de que me gustaba. La mayoría tratarían de disimularlo, pero yo necesitaba que lo notara o mi plan se vendría abajo.

El primer paso llegó el viernes. Debíamos entregar un trabajo de informática en un pendrive. Los profesores prefieren datos que papel. Cuando Don Alfonso la llamó con su nombre y le pidió que se acercara con el suyo. Gabriela se desesperó porque no encontraba su USB.

-Le juro que lo tenía aquí. Debe habérseme caído.

En realidad no. Además de ser el mejor de la clase también era el delegado. No era un cargo que me atrajese, pero tenía la ventaja de ser el que siempre lleva la llave de la clase. Colarme durante algún descanso cuando nadie está no era problema. ¿Quién desconfiaría de mí? Solo alguien listo.

-Lo siento. Dejé bien claro que si no lo traían hoy no lo recogería otro día -exclamó.

-Un momento. Tengo una copia en mi portátil. Se lo enviaré al correo.

Me temo que su plan tampoco sería posible. No solo me había quedado con su USB, el cual había enterrado en el jardín de uno de los patios –nunca te quedes con una prueba encima que te pueda destruir- sino que había aprovechado para borrar todo el disco duro de su querido ordenador.

Debo decir que la expresión de desolación y horror que mostraba Gabriela cuando descubrió que había perdido, no solo su trabajo de informática, sino también todo los trabajos y apuntes de las diferentes materias me hizo sentir fatal… durante unos instantes. La idea de lo que podría conseguir de ella por mi pequeño mal me hizo sentir mejor.

Gabriela comenzó a llorar desconsoladamente y salió de la clase. Maite, su prima, salió detrás de ella sin pedir permiso. Maite era algo pequeña a diferencia del resto de chicas y tenía cierto carácter, pero su cuerpo y la hermosura de su cara alegraban los ojos y otras partes del cuerpo. Tenía unos pechos pequeños, pero solo imaginarme como serían hacía que perdiera el control de mis propias ideas.

La clase continuó y cuando sonó la sirena que marcaba el final salimos y vi a Maite y a una Gabriela destrozada.

-Con esto no solo suspenderé la mayor parte de las asignaturas, sino que ya no podré ir al viaje.

Con el viaje se refería al que haríamos en navidad todos juntos a Italia. Por lo que sabía sus padres solo la dejaban ir si sus notas eran todas de nueve o diez. Sin ellas podría olvidarse.

-Ya verás como todo se soluciona –le dijo Maite.

En aquel momento dejé caer mi carpeta a propósito, pero de forma que pareciera una simple torpeza. Ambas me miraron mientras me agachaba a recogerla y luego les devolví la mirada.

  • ¿Te encuentras bien? Le pregunté preocupado… todo lo preocupado que podía fingir.

  • ¿Te parece que estoy bien? –Respondió lanzándome una mirada de rabia-. Todos mis trabajos, mis apuntes ya no están.

  • ¿Segura? –exclamé–. A lo mejor es solo que te ha entrado algún virus al ordenador que te ha ocultado los directorios y carpetas. Si quieres puedo echarle un vistazo para estar seguros.

  • ¿Sabes de ordenadores?

-La verdad es que no –mentí claramente-. Pero una vez me pasó lo mismo y el informático al que se lo lleve me dijo como solucionarlo.

Los tres regresamos al aula, mientras los demás se marchaban para no llegar tarde a historia.

Mientras yo miraba su portátil, Gabriela y Maite se acercaron a hablar con el profesor.

-Entiendo la situación, pero no puedo hacer favoritismo contigo.

-Venga profesor –exclamó Maite, mientras se inclinaba ligeramente hacia delante, mientras me imaginaba que le sonreía dijo: –sé que usted puede ser indulgente cuando se lo propone. Mi prima nunca ha entregado tarde un trabajo. Hágame este pequeño favor y no lo olvidaré.

El profesor me miró preocupado para ver si había oído algo de lo que había dicho, pero yo era un experto y fingía que estaba absorto trabajando en el portátil de Gabriela para recuperar lo que no se podía recuperar.

Siempre había sabido que, a diferencia de Gabriela, a Maite le gustaba utilizar sus armas de mujer. Una vez en los vestuarios después de una dura clase de gimnasia, escuché decir a uno de mis compañeros que la chupaba como si no hubiera mañana.

Aquella era una teoría que tarde o temprano comprobaría en mis propias carnes.

El profesor Alfonso miró a Gabriela con el deseo de un viejo verde y asintió.

-Tienes hasta el domingo a medianoche. Si envías el correo a las doce y una estás suspensa.

Gracias Alfo… Don Alfonso.

Gabriela se acercó a mí, pero antes de que viera que no había hecho nada cerré el portátil y me levanté con la derrota dibujada en la cara.

-Lo siento. He intentado todo lo que se me ha ocurrido.

Gabriela asintió desconsolada. Había ganado tiempo con el profesor de informática, pero aquel día debíamos entregar otros tres trabajos finales y que le dieran el mismo trato no sería fácil.

-No te preocupes, Dani. Gracias por intentarlo.

-Debo ir a Historia. Ya llego cinco minutos tarde. –Antes de irme tenía que plantar mi semilla en sus cabezas-. Oye si necesitas ayuda con el trabajo de informática no dudes en pedirla. Te puedo echar un cable.

La mirada de Gabriela brilló como supe que lo haría. No solo era hermosa sino también amable. Pero en aquella ocasión la amabilidad brillaba por su ausencia. Vi en ellos lo mismo que había encontrado en la gente que fingía ser amigos para aprovecharse. Ella haría lo mismo. Usaría lo que sentía por ella para facilitarle la tarea y tener sus trabajos.

-Lo… lo pensaré.

-Vale. Nos vemos arriba.

Durante la clase de historia escuché a Gabriela y Maite murmurar mientras me miraban de reojo. Buscaban la forma de aprovecharse de mí, cuando sería yo quien iba a serlo.

De pronto llamaron a la puerta. Era el profesor Alonso.

-Disculpe profesora Luisa. Necesito hablar un momento con la alumna Maite Díaz.

-Como no. Maite. Vaya con el profesor.

Maite se levantó resignada.

Me pregunté que querría el profesor de ella y entonces vinieron a mi cabeza las palabras que le había dicho un rato antes. Estaba claro que Don Alonso deseaba ya cobrarse su favor.

Dejé pasar un minuto y pedí permiso para ir al aseo, solo que en vez de ir allí me dirigí al aula de informática. Donde supuse que los encontraría.

Si giraba el pomo de la puerta me pillarían, pero por suerte fuera del aula había un montón de sillas amontonadas que habían sacado de la biblioteca para limpiarla a fondo y sobre el aula una ventana corredera de cristal.  Me subí sin hacer ruido y miré discretamente hacia dentro. Lo que vi me sorprendió, pero no tanto como la excitación que despertó en mi pantalón. El profesor estaba apoyado sobre su mesa mientras que con la otra mano agarraba fuertemente el pelo de Maite, mientras esta de rodillas le hacia una mamada de manual. Don Alonso mantenía la cabeza gacha fija en ella. Decidí aventurarme un poco más y saqué el móvil de mi remera. Comencé a grabar lo mejor que pude sin que se notara. Abrí la ventana para escuchar sus gemidos y lo que se decían.

-No sabes cómo te echaba de menos, zorra. Ni diez putas juntas la chupan como tú.

-Lo tomaré como un cumplido –dijo ella separándose durante un instante hasta que Don Alonso le obligó a volver a la tarea que tenía entre manos.

-No te pares, cariño. Pronto te daré algo para que te lo tomes. Ohh! ¡Dios! No sabes las ganas que tengo de follarte. ¿Por qué no mejor te quitas la ropa y lo hacemos?

Maite se separó de él.

-Solo la chupo. No me desnudo y no follaremos. Ese era el trato.

Don Alonso no parecía contento por aquello, pero no le quedaba otra.

-Está bien. Vamos sigue. Tener tus labios y tu lengua sobre mi polla es mejor que nada. Espera primero los huevos. Lámelos como sabes.

Maite le sonrió, mientras llevaba las manos hasta sus testículos y los acariciaba. Luego se acercó a uno y se lo metió en la boca, despertando en el profesor una sensación de frenesí. Repitió lo mismo con el otro y luego se metió ambos a la vez.

-Eso es, zorra. Así es como me gusta. Vamos. Vuelve a comerme la polla. Ya estoy a punto.

Maite pasó la mano por su pene y antes de agarrarlo le dio un largo lametón de abajo arriba antes de clavarse el mástil de carne en su boca. Nunca antes me había excitado tanto. Aquel video me haría pasar muy buenos ratos en privado.  Maite era una mamadora de ensueño. Al menos eso es lo que parecía y ya me moría de ganas de sentir lo mismo que el afortunado profesor Alonso.

De pronto noté como Maite aceleraba el ritmo de la mamada. Aquello enloqueció al profesor que se vio forzado a taparse la boca con la mano que tenía libre para no gritar de placer. Unos segundos más tarde llevo ambas manos sobre la cabeza de Maite y la empujó para mantenerla pegada a su polla.

-Ohh! Vamos, puta. Trágatelo. Trágatelo todo.

Maite intentó separarse, pero estaba claro que él no iba a dejarla ir así sin más. Logró zafarse de sus manos finalmente.

Ella levantó la mirada y vio su aire de superioridad.

-Abre esa boquita sucia. Quiero ver si te has tomado tu medicina, cielo.

Maite abrió la boca y él se sintió complacido.

-Así me gusta. Ahora ponte en pie.

En ese momento decidí dejar de grabar, no fuera que en un descuido les diera por volverse y verme. Además, pronto tendría que largarme de allí o me pillarían.

-No olvides pasarte el lunes en el descanso.

  • ¿Cómo que el lunes? Usted me ha hecho un favor y se lo he devuelto.

-No cariño –dijo mientras la cogía de la barbilla y le plantaba un beso con lengua incluida- Te he hecho un favor a ti y a tu primita. Eso son dos favores. Así que me sigues debiendo otra. El lunes en el descanso –repitió mientras llevaba la mano hasta la entrepierna de Maite y la acarició durante unos segundos. Ella se apartó de él-. No dijiste que no pudiera tocarte.

-Pues lo digo ahora.

-Es una pena. Debes tener un coño de vicio. Estoy seguro de que estarás empapada ¿no?

Ella no respondió.

-Mejor que te vayas ya. Más tiempo sería sospechoso. Pasa al baño y límpiate esos bonitos labios. No sea que alguien vea que has estado bebiendo leche –dijo riendo su propia broma.

Aproveché aquel momento para desaparecer. Dejé la silla donde estaba y salí pitando.

Entré en el baño de los chicos y pensé en poner el video, pero no era un estúpido estudiante más. Debía actuar con cabeza, el problema es que tendría que esperar unos minutos a que la sangre volviera a ella después de pasarse a visitar las venas de mi pene que aún seguía bien duro. Era difícil no estarlo después de lo que acababa de ver. Me costaba dejar de pensar en Maite. Me imaginé sintiendo esos carnosos labios sobre mí, notar como su lengua me acariciaba, mientras sus manos jugaban con mis testículos. La deseaba, pero deseaba aún más a Gabriela. Maite podía esperar. Y ya tenía con qué convencerla.

Continuará…