Relatos calientes para dormir mejor (i)...

Aquí les dejo mis amigos lectores, mi segunda obra completa. Espero que duerman mejor después de leerla...

INTRODUCCIÓN:

Como hice con mi anterior obra, aquí les presento a todos ustedes mis amigos y lectores esta segunda obra que empieza hoy a caminar por los senderos de las editoriales, buscando su pareja ideal.

Los que me suelen leer, saben que en las semanas precedentes he publicado los 21 relatos que la componen uno a uno.

Unos han gustado más y han tenido comentarios mejores y otros menos. La vida es así. Creo que un escritor humilde ha de ser congruente con los comentarios de sus lectores.

Para los que prefieran leer todos los relatos juntos aquí, les confesaré que hay unas pequeñísimas variaciones, apenas una docena y media de párrafos nuevos, de contenido sexual obviamente la mayoría, fruto de los consejos de algunos de mis lectores, que me aconsejan pequeños detalles que siempre tengo en cuenta.

Antes de proceder a compartir esta segunda obra erótica con ustedes en esta página tan especial de “todorelatos”, no puedo dejar de agradecer a todos su apoyo.

Un abrazo fraternal, emocionado y agradecido.

Si alguien la quiere en PDF, para conservarla y/o leerla más cómodamente, pueden solicitármela por correo electrónico como siempre.

Sin más preámbulos, aquí les dejo la obra, empezando por su correspondiente prologo y agradecimientos, que espero no les canse mucho.

PROLOGO:

No se confundan, amigos lectores, ni todos los relatos son muy calientes, algunos lo son menos, eso creo, ni terminarán ustedes durmiendo mejor al leerlos, salvo que sus manos, dedos o sus parejas, dispongan otra cosa para resolver su eventual desvelo.

Después de esta pequeña broma que me he permitido hacerles, he de decirles que, a lo único que aspira el autor es, humildemente, a que ustedes, mis queridos lectores, disfruten de una lectura agradable, de tal manera que sus mentes, al leer los relatos siguientes, dejen los habituales problemas personales, sociales, laborales y de todo tipo, que todos y cada uno de nosotros, llevamos en nuestras mentes a modo de mochila, con un sobrepeso excesivo que, sin duda, podría acabar empeorando nuestra salud más tarde o más temprano.

Quitarse el estrés es la clave de la salud, y este libro de relatos eróticos con un cierto nivel de morbo, según cree el autor, quiere contribuir a ello en la medida de lo posible.

El conjunto de todos los relatos no tiene el mismo nivel de erotismo, como ya les anticipaba, más bien, algunos son más light que otros, algunos más subiditos de tono o incluso alguno algo pornográfico, aunque siempre intentando tener buen gusto, sin caer en la mediocridad.

Quienes ya han leído algo de lo poco que he escrito, saben que apenas estoy empezando, que estoy aprendiendo, aspirando, exclusivamente, a ayudar a liberar tensiones, solos o en compañía, o en el mejor de los casos, a unir a parejas o incluso tríos de personas en su relación sentimental o amorosa. Incluso relaciones de poliamor, como en uno de los relatos. Cada cual es libre de optar por lo que más le guste, siempre que no haga daño a nadie de manera intencionada.

Esta serie de relatos la comencé hace ahora veinte años, con dos relatos que he tenido que adaptar a mi pensamiento actual. El exceso de trabajo por entonces se interponía entre los relatos y mi creatividad, y al no darme cuenta de ello lo pagué, obviamente, con una enfermedad crónica. Hace ocho años, en plena crisis económica, el trabajo cedió, el amor llamó a mi puerta, empecé a cuidarme y escribí el tercer relato inspirado en un hecho real. Aquíqueda presentado el primero. Desde entonces, los relatos se fueron sucediendo poco a poco gracias a la tranquilidad, la reflexión, la creciente creatividad y a la colaboración de amigos y simpatizantes que me alentaban, y en no pocos casos, me proponían ideas.

Desde 2013 no he parado de escribir relatos, en la actualidad tengo centenares esperando la crítica de todos ustedes, los lectores. Los iré publicando empezando conuna serie de veintiún relatos, que empieza en este ilusionante 2021. Ya saben, la manía de los números para los que me conocen por mi primer, único y último libro hasta la fecha, de título,  “Memorias de un depravado (I)”,  ISBN: 978-84-18553-53-0, que la editorial LIBROS INDIE, tuvo la amabilidad de publicarme a finales del pasado año, y que llegaba a mis manos, precisamente, el día de San Silvestre.

Hablemos de morbo, dado que es a priori el eje principal del pensamiento creativo del autor.

El morbo es difícil de explicar. En el título, que he tardado incluso más tiempo en redactar que muchos de mis relatos, no está incluida la palabra morbo, pero piensen que es así.

Quiero pedirles un favor...

Piensen en esa palabra, en este instante, y defínanla mentalmente con palabras o imágenes concretas... Es difícil, aunque no imposible. ¿Verdad?

El morbo es algo que llena e inflama nuestra mente, esa CPU tan particular de cada uno y tan importante. Al fin y al cabo, es el órgano sexual por excelencia, según los expertos.

Para enfatizar…, las, seguramente, pocas habilidades de este humilde autor, además de visualizar a priori las escenas, se ha ayudado de los recursos lingüísticos o literarios más habituales, para intentar ayudar a recrear algunas escenas de sexo en cada una de las mentes de los lectores, y así intentar generar más morbo mental. Quiero reseñárselo  para que ustedes jueguen a encontrarlos como un entretenimiento adicional más en la obra.

Hablemos ahora de hipersexualidad..., ya que este relato tiene contenido para adultos exclusivamente, en ocasiones de alta intensidad. Un término sexual moderno, que puede definirse como el aumento repentino o la frecuencia extrema en la libido, o en cualquier actividad sexual. Este aumento, en ocasiones, puede serlo a consecuencia de medicamentos, drogas, o incluso a problemas de salud tales como el trastorno bipolar, entre otros. Asociamos la hipersexualidad a la adicción, aunque sexólogos de reconocido prestigio, la asocian a comportamientos obsesivos y/o compulsivos. Nutricionistas destacados, están intentando ahondar en deficiencias nutricionales, durante la generación de nuestros sistemas hormonales en nuestra etapa fetal, para justificar incremento de situaciones hipersexuales en la adolescencia y la juventud. En todo caso, se están sustituyendo por este concepto nuevo, aquellos antiguos conceptos de ninfomanía o furor uterino en las mujeres, o satiriasis en los hombres, a los que se les tachaba de sátiros, si su conducta sexual era desproporcionada o fuera de lo normal de los cánones sociales de antaño. Este autor quiere asociar la hipersexualidad, simplemente, a la consecución puntual, gracias a la lectura de estos relatos eróticos, de un estado físico gratificante, y a la consecución de uno o más orgasmos a solas o en compañía. Ya me dirán todos ustedes, en qué queda la cosa...

Hablemos, por último, de José Miguel.

Además de la ingente imaginación del autor, y de propuestas de amigos y conocidos, a estos relatos también ha contribuido en gran medida, mi nuevo amigo y gran confidente, José Miguel, el protagonista de  “Memorias de un depravado (I)”, con el que sigo trabajando, actual y permanentemente, para seguir redactando sus memorias, y estos relatos, que año tras año, iremos publicando con la ayuda de aquellas editoriales que confíen o sigan confiando en nuestros proyectos.

José Miguel, ha sido fundamental en mi reciente deseo de ser escritor de relatos y novelas eróticas. En su honor, y a modo de regalo de bodas, ante su reciente y novísimo matrimonio con su sexta esposa, Verónica...,  ambos nombres formarán parte de la obra. Una pareja de nombres recurrente, que saldrán siempre en todos los relatos, aunque no siempre como protagonistas, siendo siempre, eso sí, una auténtica e insustituible seña de identidad de la obra.

Desea el autor que esa sea la “identificación” de esta creación y sus posibles secuelas, si los lectores así lo desean.

Por favor, José Miguel, no vuelvas a casarte o en su defecto habrás de casarte con una nueva Verónica, porque no puedo cambiar de nombres para el futuro... No creo que llegues al récord mundial de matrimonios de Linda Wolfe, que ha entrado en el Libro Guinness de los récords al haberse casado en 23 ocasiones..., disfruta de tu nueva esposa por siempre, por favor..., me parece la mujer más bella del mundo, a excepción de mi propia esposa.

No todos los relatos son producto de fantasías, algunos tienen, creo que una gran parte de ellos, su poso de realidad, a veces más, y a veces menos.

Este libro de relatos cortos, aunque hay alguno no tan corto, lo ha escrito este autor, que desea ser su amigo para siempre..., para que puedan ustedes leerlos en pareja, si lo desean, pero siempre deseando que los disfruten, como ya les anticipaba al principio de este prólogo, que no quiero eternizar.

Si por casualidad, querido lector, aún no tiene pareja, también podrá disfrutarlos, y será una maravillosa oportunidad en el futuro, releerlos con él o con ella.

Si acaso aún no ha entrado ese ser maravilloso en su vida, no se preocupe, que llegará cuando menos lo espere. Abra su mente y su corazón de par en par, y descubrirá el efecto solidario de darlo todo sin exigir nada. Eso es..., el amor, en términos absolutos.

El autor en los relatos, ha intentado, a veces sin conseguirlo, que no hubiese resquicio, para nada pornográfico, aunque sin poder conseguirlo en su totalidad. En todo caso, solo aspiraba a poder crear un clima, en ocasiones, de un erotismo sensual con cierta clase, que a veces subía de tono. Perdón.

Como comprobarán hay de todo en los relatos, desde misterio, hasta parodia, pasando por thrillers o como diríamos en España, suspense, aunque también hay romanticismo…, e incluso un posible caso de abducción extraterrestre a priori.

Unas historias son más sentimentales, mientras que alguna tiene un toque tierno. Los relatos me salen como me salen, soy simplemente, el resultado final de ese instrumento, una mente creativa, a veces, algo irreflexiva.

Uno de los hilos conductores de los relatos, como ya les adelantaba unos párrafos arriba, es siempre la presencia de dos recurrentes nombres, como son: José Miguel y Verónica. Ya les he explicado su justificación y quiero explicarles algo más al respecto. A veces, tienen una relación sentimental, otras veces, se conocen en el transcurso de la ficción, mientras que en otros casos, son simples profesionales que coinciden en la trama o en su resolución. En algunos de los relatos asumen excepcionalmente el papel de protagonistas o coprotagonistas. Es una licencia literaria del autor, que tiene como justificación algo tan simple y banal como tener una seña de identidad única y personal, algo que pueda hacerle especial, pero sin ningún tipo de motivación adicional. No se confundan, cada José Miguel, o cada Verónica, son diferentes en cada una de las historias que de inmediato empiezo a compartirles.

En cuanto a la calidad creativa de los diferentes relatos, a juicio del autor, cree humildemente que hay de todo como en botica. Este autor cree que algunos pueden pasar por excelentes, mientras otros no conseguirían un aprobado raspado ante el más comprensivo, bondadoso y empático de los lectores, pero para un autor sus creaciones son como unos hijos. ¿Lo entienden? Si uno de nuestros hijos nace imperfecto de nacimiento, trata de ayudarlo a curarse indefinidamente. A veces, lo cura del todo, y otras muchas veces, solo consigue que viva con mediocridad sin la vistosidad de sus hermanos, pero el amor es el mismo hacia todos ellos, y jamás sacrificaría a uno de sus vástagos.

No puede dejar el autor de referirse a un relato que trata sobre una persona con discapacidad psíquica, el último. No ha querido elevarlo a comedia, sino a tierno hiperrealismo, y siempre dentro de la naturaleza imperfecta del ser humano, con el deseo de vivir plenamente, a pesar de su falta de sentido común en millones de ocasiones, cuando se cruza con esos seres maravillosos. El autor es respetuoso, absolutamente respetuoso y comprensivo con esas excepcionales personas tan especiales en su vida diaria. No prejuzguen nada, por favor.

Todos los relatos tienen en mayor o menor medida un poso de veracidad, como les adelantaba al principio, que a veces es tan insignificante, que no tiene que ver nada el hecho que lo impulsó a nacer con el resultado final, que solo lo ha sido a consecuencia de la creatividad calenturienta del autor.

De momento, espero que disfruten de estos primeros veintiún relatos, que tengo el honor y el placer de presentarles en este libro… Gracias, por la paciencia de aguantar este extenso prólogo.

PEPOTECR.

AGRADECIMIENTOS:

En esto de los agradecimientos no soy tan creativo, generalmente.

Deseo dar las gracias a quienes, habiendo leído los relatos, me han animado a seguir escribiendo muchos más.

A todos mis seres queridos que aún están vivos va dedicado este libro. De momento en ese orden de proximidad… Ella, ellos..., también a ella en ultramar...

Os quiero con cierta sensación agridulce a alguno de vosotros, al menos a mis hijos..., pero sin ningún género de dudas, haría de todo por  vosotros tres, que inevitablemente, sois sangre de mi sangre.

A Evelin y Josué, (nombres ficticios), “la solidaria” y “el madrugador”, básicos componentes del grupo gastronómico dominical, os doy las gracias por vuestro apoyo al ser los primeros arriesgados lectores y por ello quedáis indefinidamente seleccionados para ello.

A todos mis lectores pasados, presentes y futuros de todorelatos.

Obviamente, a mis padres, que ya no están aquí, los llevo dentro de mi corazón permanentemente.

Gracias a todos ellos.

ÍNDICE DE LOS RELATOS:

-       01/21. POR FIN DE VACACIONES…

-       02/21. NOS VAMOS DE BODA ESTE FIN DE SEMANA…

-       03/21. ¿LEAN QUITAO LLA ESO A LA TANIA?...

-       04/21. EL MANUAL…

-       05/21. CARA DE CIRCUNSTANCIAS…

-       06/21. VIK, NUESTRO GRAN AMIGO…

-       07/21. EL ABUELO PACO…

-       08/21. RAQUEL, MI “SOBRINA”…

-       09/21. LA INVIDENTE...

-       10/21. GREG, MI FIEL AMANTE…

-       11/21. UN CUARTO MUY OSCURO…

-       12/21. EL SALÓN DE BELLEZA…

-       13/21. NUESTRA PRIMERA VEZ...

-       14/21. OFREZCO A MI MADURITA...

-       15/21. JUNTOS PARA SIEMPRE…

-       16/21. OTRO AGUJERITO…

-       17/21. EL SUEÑO MÁS ERÓTICO…

-       18/21. RESPLANDECIENTE Y MORTAL PRIMAVERA...

-       19/21. LA ABOGADA...

-       20/21. UN ESCORT MUY ESPECIALIZADO...

-       21/21. COSITA Y COSOTA...

01/ 21. POR FIN DE VACACIONES…

José Antonio y María Isabel, eran una pareja típica de funcionarios que iban ese verano a tomarse sus primeras vacaciones sin hijos.

Estaban excepcionalmente nerviosos y excitados por ese viaje.

Estaban ilusionados desde hace semanas por redescubrir el amor, y la pasión de antaño en un periodo de dos semanas en la playa para ellos solos.

Habían hecho cientos de planes, algunos de ellos, dignos de unos  adolescentes recientemente enamorados.

Para no coincidir con muchos otros desplazamientos, habían programado sus vacaciones, no de quincenas naturales, sino en la segunda y tercera semana de septiembre de aquel año.

Así evitarían las aglomeraciones de gente y coches, tanto en carreteras como en los accesos las playas, que en julio, agosto e incluso en la primera semana de septiembre, están atestadas de cientos de coches, además de miles de sombrillas con niños y más niños por todos sitios.

Habían elegido ese mes por el mismo motivo, para poder pasar unas vacaciones mucho más tranquilas, y a poder ser, las más románticas de toda su vida.

-       ¿Isa, lo tienes todo preparado?

Le había preguntado él, un par de días antes.

-       Sí, mi amor lo tengo todo preparado y alguna sorpresita más para mi rey.

Él sonrió tierna y enamoradamente.

-       ¿Qué sorpresa? ¿Cuéntame?

-       La descubrirás la primera noche de vacaciones.

Lo tenía desde hace días babeando de ilusión,  deseo,  y de tantas cosas más…

Todo llega y todo pasa…, aunque la canción de Serrat decía exactamente…, “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, caminos sobre el mar”.

Ellos, en apenas unos días, estarían disfrutando solos en una zona maravillosa, casi al mismo lado del mar Mediterráneo.

Por fin, el ansiado día había llegado.

José Antonio conducía por la carretera y recordaba esa conversación unos días antes de salir de viaje.

Estaba emocionado y tremendamente ilusionado.

Siguió pensando en algo más mientras conducía hacia su destino. Como saben todos ustedes, la mente se acelera y se escapa sin freno en ocasiones.

Sin dudarlo, su esposa a la que él llamaba cariñosamente Isa, como han podido ustedes ya leer, había cambiado en los últimos meses, la veía más guapa, más romántica, más simpática, más seductora…, joder..., incluso más alta y más joven, había pensado hace unas semanas.

Llevaba días totalmente excitado, no solo en el sentido sexual, que también, sino en un sentido general,  con la idea de esa primera noche de vacaciones, en la cual, Isa, le daría su sorpresa.

Tampoco era por el hecho de recibir la sorpresa en sí, lo era por un numeroso conjunto de razones diversas.

La sorpresa sería esa misma noche, apenas dentro de unas pocas horas.

Se habían levantado pronto aquella mañana del ocho de septiembre.

Habían estado un poco inquietos ambos durante toda la noche, habían hecho el amor, suave y románticamente al amanecer.

Se habían besado con ternura, disfrutando ambos de unos besos cálidos y apasionados, pero sin prisa.

Habían hecho el amor con delicadeza, con pasión, pero sin desenfreno, con un maravilloso sexo, pero sin burda sexualidad animal.

Habían practicado un sexo superior. Ambos habían acordado por unanimidad que había sido el mejor de sus vidas.

Sus cuerpos habían estado unidos íntimamente, pero disfrutando del momento glorioso de sentirse amados recíprocamente el uno por el otro, sin buscar el orgasmo del otro.

Habían llegado ambos orgasmos sin buscarlos, sus cuerpos habían conjuntado emocional y físicamente.

Sus feromonas estaban estos días compatibles al ciento diez por ciento. Ambos se sentían abrasadores, cual fuego que quema sin dañar, un fuego adictivo a todas horas, un fuego deseoso y siempre ardiente.

Las caricias orales en sus sexos habían salido armoniosamente morbosas sin buscarlo. La excitación había sido de primer orden, y los orgasmos únicos y decididamente increíbles.

Isa jamás había disfrutado tanto del sabor del semen de su marido. Por su parte él, jamás había sentido esas sensaciones al lamer todo su cuerpo, su sexo en su conjunto e incluso su ano, con aquel sabor tan especial.

Durante dos horas se amaron y alcanzaron sendos orgasmos al unísono. Extasiados, se quedaron unos segundos dormidos, unidos en aquella posición tan complaciente.

Eso sí que es amor simbiótico. (Ambos, lo pensaban, sin decirlo).

Se habían amado física y emocionalmente como nunca lo habían hecho en el pasado reciente, incluso como jamás en su vida.

Ambos se reconocían ilusionados a pesar de los malos momentos pasados en la primavera pasada.

Empezaban sus vacaciones, por fin solos.

Estaban realmente pletóricos.

(¿Se lo pueden imaginar, todos ustedes? Esa sensación que ellos acababan de sentir juntos, después de hacer el amor, es la que todos hemos buscado alguna vez en nuestras vidas, ese verdadero y único amor. ¿No lo creen así?).

Sigamos…

José Antonio recordaba con semblante triste mientras conducía aquellas semanas del pasado mes de abril, cuando una llamada le alertó de que algo no iba bien.

Isa, al lado del conductor y escuchando música,  se dio cuenta al instante del cambio en su semblante, le preguntó:

-       José… ¿Qué te pasa?

Como había prometido en las sesiones de terapia de pareja, en más de una ocasión, no le mentiría nunca más, ni en las cosas más insignificantes,  y le contestó:

-       Pensaba en aquellos días, en aquella llamada de José Miguel aquella noche. Por cierto, ¿cómo estará?

-       Mi amor, tu sabes lo que pasó, fue una chiquillada. Yo siempre he estado enamorada de ti, incluso desde antes de conocerte.

-       Lo sé.

Mientras esbozaba una leve sonrisa, aunque algo agridulce, María Isabel recordó aquellos bellísimos momentos en que José Miguel le había declarado su amor eterno.

Era un hombre muy especial, la hizo sentir como una chiquilla, incluso le dio un beso maravilloso, pero su corazón era enteramente de su marido.

María Isabel puso su mano en el muslo de José Antonio, y éste al instante se sobrecogió, y la carne de todo su cuerpo se le enervó, al mismo tiempo que todo su vello corporal se le erizaba.

Llevaba unos meses sintiendo cosas que no había sentido jamás.

-       ¿Te acuerdas de Verónica?

-       Por supuesto…, qué bien hizo su trabajo, sobre todo contigo, José.

(Ella simplemente le llamaba José. Solo cuando estaba seria o enfadada le llamaba José Antonio).

-       Verónica me hizo redescubrir de nuevo el amor que siempre había sentido  por ti, que estaba dentro de mí, y que por la monotonía que todos los matrimonios pasan, al dejar de comunicarse eficazmente puede olvidarse, y en ocasiones, hasta perderse.

-       Como decía Verónica: “Cuantas parejas se separan, sin saber que siguen en el fondo enamoradas...”

-       Es verdad mi amor, cuánto bien hizo por nosotros…, Vero.

-       Le gustaba que la llamasen Vero…. ¿te acuerdas José?

-       Sí, claro que me acuerdo. Jamás la olvidaré.

-       Jamás la olvidaremos… ¿verdad?

-       ¿Te acuerdas de los ejercicios prácticos que nos hacía hacer, juntos y por separado?

-       Claro que sí, fueron muy interesantes y altamente efectivos. Algunos muy graciosos y tremendamente divertidos.

-       Gracias a ella seguimos juntos y felices.

-       Lo sé mi amor, y gracias a Vero vamos a pasar nuestras primeras vacaciones a solas y enamorados perdidamente.

-       Así es.

Sus miradas lo decían todo. Todo era amor en aquellos dos cuerpos, sus mentes y sus corazones.

Faltaban apenas unos kilómetros para llegar a su destino.

El viaje había sido muy tranquilo.

Muchos kilómetros, pero con muchas paradas, oyendo y escuchando música que Isa había grabado de los grupos que le gustaban, sobre todo de los 70 y de los 80, de esa música que siempre había escuchado en su niñez y a sus hermanos mayores, especialmente de aquel que ya le faltaba, lamentablemente.

Habían parado muchas veces, habían hecho cientos de fotos, incluso habían improvisado unos pasos de baile en aquella pinada, y se habían dado un abrazo y un beso, como si fuesen unos jóvenes enamorados perdida y definitivamente.

Por fin, llegaban a la enorme urbanización.

Calles idénticas, con casas todas pintadas iguales, prácticamente iguales todas ellas, salvo el pequeño número que las diferenciaba.

Esas ingentes urbanizaciones que se llenan de extranjeros, a veces puede resultar frustrante, verlas todas iguales, como sin alma.

Según iban entrando José Antonio y María Isabel, habían comentado que debería de haber miles, decenas de miles de casas, incluso habían bromeado con la  posibilidad de que algún “guiri” se hubiese confundido en más de una ocasión de casa con una pinta de cerveza de más, sorprendiendo a otra familia con su presencia en la casa o incluso en el dormitorio, si tuviesen la puerta de la casa abierta.

El propietario ya les había advertido que era un “poco difícil” llegar, pero con las explicaciones que les había facilitado, llegarían sin problemas.

Eso, pensaban ambos, inocentemente, en aquel momento.

Alguien le había recomendado este apartamento por su tranquilidad y su buen precio. No lo recordaban en ese momento.

El propietario era un poco raro, pero fue muy simpático y amable, anotando y anotando los detalles, primera rotonda, segunda rotonda, tercera rotonda… Infinitas rotondas, izquierda, derecha, izquierda…

Siguiendo los tres folios de instrucciones, pues en el GPS no habían encontrado la dirección de la calle, José Antonio y María Isabel consiguieron llegar, eso sí, después de más de una hora y media atravesando plazas, calles y rotondas de una enorme y poco luminosa urbanización, cuyo nombre y leyenda, les había causado mucha gracia cuando la vieron al llegar:

Urbanización Monte Perdido, donde puede perderse en sus vacaciones, o sus sueños pueden hacerse realidad ”.

Aun no anochecía, cuando las últimas bolsas de viaje entraron en el apartamento. Estaba muy bien decorado y tenía algo mágico. Se sintieron felices y contentos desde el primer instante en el que habían abierto la puerta.

Detalles y detalles en el apartamento…, cuadros, espejos, plantas, verdaderamente era un apartamento idóneo para unas vacaciones románticas.

El teléfono móvil de José Antonio sonó.

-       Juan…, hola… ¿dónde estáis?

Juan era un amigo de la infancia de José Antonio, con el que hace unos días, por casualidad, se había reencontrado.

Lo había saludado efusivamente, y por esas  circunstancias del destino, después de una breve charla, se dieron cuenta, con gran sorpresa,  de que iban a veranear en una localidad muy próxima, coincidiendo prácticamente en las mismas fechas, quedando por este motivo en tomar alguna cervecita juntos cuando José Antonio e Isabel, estuviesen instalados.

-       Acabamos de llegar, vamos a ducharnos y salir a cenar por aquí cerca.

-       Estupendo, pues claro que sí…

-       ¿Dónde?

-       Está bien, dentro de 3 horas.

José Antonio fue a buscar a la ducha a María Isabel, se metió con ella, sonrío y la besó…

-       Mi amor, era Juan, hemos quedado en cenar juntos los cuatro.

-       ¿Dónde?

-       ¿Te acuerdas? cerca de la última localidad donde estaba ese centro comercial tan grande, cerca del casino...

-       Sí.

-       Pues allí, Juan dice que hay un restaurante estupendo.

-       Lo que tú quieras, pero ya te dije que no me gustaba demasiado, era un poco extraño, según me dijiste.

-       Mujer, extraño..., extraño... No tanto.

-       Sí José…, te acuerdas de la cara que puso cuando le dijiste que éramos la única pareja perfecta de este mundo…. (Así me lo dijiste).

-       Ah. Sí. La verdad mi amor es que todo el mundo se extraña de lo unidos que estamos, especialmente en estos últimos meses.

Realmente, estaban y parecían extraordinariamente unidos estos últimos meses. Siempre de la mano y dándose besos con cualquier excusa y en cualquier lugar.

-       Pero, José, ¿Tú vas a saber salir bien de la urbanización? ¿De noche y con tantas calles y rotondas tan iguales?

-       Pues claro que sí mi amor, siguiendo las instrucciones lo conseguiremos entre los dos. Eres una perfecta “copilota”. Una “copilota” bella, sensual y adorable...

Isa rió, de una forma tan natural y maravillosa por la broma, que hizo tragar saliva de emoción a su marido.

Tenían tiempo de sobra.

Se ducharon, jugaron…

Se secaron el uno al otro con cariño, con ternura y con un enamoramiento sin igual.

Fueron al dormitorio e hicieron el amor de una manera sobrecogedoramente única, como si fuese la primera vez, una vez más.

No fueron conscientes en ese mágico momento, de que sus instintos, pensaban que no se volverían a amar nunca más de aquella manera única e irrepetible.

Sus cuerpos fundidos en sintonía sexual se amaban irreflexivamente.

Fue un acto de sexo amoroso y romántico único.

Sin dejar de besarse, tocarse y gemir reciproca e instintivamente,  aquellos orgasmos al unísono salían sin buscarlos, de aquellos cuerpos excitados pero relajados inusualmente.

Ambos eyaculaban a su manera, pero al mismo tiempo. María Isabel de manera intensa y corta. José Antonio con sus habituales andanadas largas e inmensas. Él la sintió en su pubis y en la base de su grueso pene. Ella lo sintió en su agradecida profundidad.

Después de unos minutos de relax unidos, ambos sentían los sendos fluidos discurrir por su ingles y piernas. No eran habituales de saborearse, pero en esta ocasión, ambos, de manera instintiva, mojaban sus dedos y se daban a probar por última vez sus esencias, mutua, tierna y amorosamente.

Terminaron ese momento mágico fundidos en un beso y un abrazo íntimo, que incluso les llevó a llorar emocionados.

José Antonio se había arrepentido de haber quedado con Juan.

-       Teníamos que anular la cita, Isa.

-       Ya que has quedado, vamos. Intentaremos pasarlo lo mejor posible y volvemos rápido aquí. ¿Vale?

-       Sí. Tengo infinitas ganas de dormir abrazado a ti, mi vida.

-       A mí me pasa lo mismo, mi amor.

Cuando faltaban unos cincuenta minutos para la cita, ambos salieron del apartamento, estaban aseados, perfumados y con ropa nueva, comprada para pasar estos maravillosos días que iban a ser mágicos y únicos.

La primera calle y la primera rotonda fueron fáciles, aunque las instrucciones ahora parecían más difíciles que cuando llegaron.

Luego se fue complicando.

-       Gira por la derecha, José.

-       No, mi amor, era por la izquierda.

Realmente, no se preocuparon hasta que una hora después, sintieron que no sabían dónde estaban.

Intentaron decenas de veces volver hacia atrás, a coger una referencia concreta, pero misteriosamente cada rotonda, cada plaza y cada calle, parecía cambiar y al mismo tiempo ser iguales a la anteriores.

-       Isa…, estoy absolutamente desorientado.

-       No te preocupes, José.

-       Tenemos que preguntar a alguien.

-       Sí mi amor, preguntemos.

Dieron decenas de vueltas por las calles, y no encontraron a nadie a quien preguntar, antes, al llegar, había gente paseando a los perros, parejas paseando, pero ahora que necesitaban preguntar a alguien, no había nadie, parecía un misterio, ambos lo pensaban y sin embargo, no lo decían.

La luz de la luna, antes más luminosa, parecía apagarse poco a poco.

La sed y el desmayo empezaron a hacer mella en ellos, tres horas después…

Necesitaban hidratarse, pues habían sudado mucho en aquella noche veraniega.

Quizás también la tensión...

La botellita de agua que Isa solía llevar siempre en el bolso estaba agotada.

Pararon decenas de veces el automóvil y bajando daban vueltas sobre sí mismos, procurando encontrar una sola luz en alguna casa para poder preguntar.

-       Parece una pesadilla José… ¿Es que no vamos a encontrar una sola vivienda habitada en toda la urbanización?

-       Joder…, Isa, no seas negativa…

-       Encima, el móvil sin cobertura…

-       Llama a emergencias.

-       Ya lo he intentado, tampoco puedo…

Habían parado en aquellas pocas casas que tenían algún punto de luz, o parecían tenerla, como faroles en la entrada o algún punto en el interior, y en ninguna parecía haber nadie. Al menos nadie les había abierto.

Qué extraño.

(Ambos pensaban lo mismo, aunque no lo querían decir).

Sobre las tres de la madrugada creyeron ver una luz luminosa en la lejanía e intentaron acercarse a ella girando, a la derecha primero, y a la izquierda después, según se aproximaban las rotondas y las plazas de la urbanización, pero no lo consiguieron, inexplicablemente.

José Antonio estaba cada vez más nervioso por la situación tan sórdida que estaban viviendo, y aunque intentaba mostrarse tranquilo ante su esposa, cada vez lo conseguía de peor manera.

Cuando la luz parecía estar más cerca, en la siguiente rotonda o giro, parecía alejarse.

De pronto…, el coche se paró.

El combustible se había agotado, habían sido más de siete horas conduciendo por la urbanización, cansados y exhaustos absolutamente, se rindieron a la evidencia de estar perdidos.

-       No te preocupes amor, cuando amanezca alguien nos encontrará, o con la luz del día podremos encontrar a alguien.

-       Durmamos algo.

-       Vale, mi amor.

-       Sí, mi vida.

Se habían recostado en los asientos del coche inclinándolos, haciéndolos más confortables, y habían entrelazados sus manos.

Semidormidos, al cabo de unas horas, una tremenda luz les sorprendió.

Sobrecogidos, sorprendidos y esperanzados, ambos salieron del coche levantando sus manos y gritando...

-       Hola…

-       Aquí…

-       Ayúdennos…

-       Socorro…

...

José Miguel, el compañero de María Isabel en el trabajo, varios meses después consiguió entrevistarse con Verónica, la terapeuta que había ayudado a José Antonio y a María Isabel.

-       Gracias por recibirme.

-       Me llamo José Miguel, era amigo y compañero de María Isabel.

-       Lo sé todo sobre usted, dijo Verónica.

-       ¿Se sabe algo de ellos?

-       No, la policía estuvo preguntándome durante semanas muchos datos, y a pesar del secreto profesional colaboré con ellos en todo lo que pude.

-       No se supo jamás qué había pasado con ellos, su pista se perdió en el viaje. Ni ellos..., ni el coche. Nada de nada.

-       ¿Y los teléfonos móviles?

-       Ninguna llamada…,  desde que salieron de su casa de Madrid.

-       ¿En el hotel?

-      No tenían ninguna reserva, ni habían pagado ninguna cantidad a nadie, según los extractos de su cuenta bancaria.

-       Estoy desesperado, estaba enamorado de ella, perdidamente enamorado de ella.

-       Lo intuyo, José Miguel, pero ella amaba a su marido desde incluso antes de conocerlo…, y él, de ella, eran una pareja perfecta. Estaban predestinados a ser un todo. (Dijo Verónica).

José Miguel salió del gabinete cabizbajo, con una cara de absoluta tristeza, como hacía mucho que no había visto a nadie, pensó Verónica.

Aquella psicoterapeuta, vio en él un reflejo de muerte en vida, y un impulso incontrolado la obligó a intentar ayudarlo como fuese.

-       Por favor, José Miguel, llámeme cuantas veces necesite.

Él no contestó.

Un instante y breve pensamiento ilusionante pasó por la mente de Verónica.

Fue a la ventana a verlo de  nuevo.

José Miguel,  como un autómata se alejaba calle abajo.

Quizás pueda volver a enamorarme alguna vez. Pensó fugazmente mientras veía alejarse a José Miguel.

A Verónica, aquel hombre le había impactado especialmente. José Miguel había amado sin exigencias, había amado sin egoísmo, y quizás podría volver a amar cuando sus heridas cicatrizasen.

Si, queridos lectores, ya lo intuyen o lo saben a ciencia cierta, muchos meses después, aquella pareja estaría unida, pues estaba predestinada al amor mutuo.

02/21. NOS VAMOS DE BODA ESTE FIN DE SEMANA...

En este día tan triste para mí, recuerdo todo lo acontecido en el último mes, de manera permanente y frustrante.

-       Rocío… ¿Quieres ir a Sevilla el mes que viene?

Rememoró con gran ilusión, cuando Ricardo me dijo que tenía que ir a una boda por compromiso a Sevilla, era de una sobrina segunda por parte de su padre, mi entonces futuro suegro, Ricardo sénior.

A todas las mujeres nos gusta ir de boda, prepararnos ese vestido especial, ver a la novia tan guapa y disfrutar de amigos y de familiares.

Y especialmente, al final de la noche, por empatía con los novios, tener una noche loca de sexo y pasión.

Era un plan ideal. Claro está que le dije que sí.

Ricardo lo tenía todo organizado, aprovechando la boda pasaríamos unos días de mini vacaciones, pasaríamos por Jaén el viernes a cenar y pasaríamos la velada con unos amigos, el sábado de boda, el domingo de paseo en el parque de María Luisa, y un poco de turismo, y el lunes de vuelta, pasar por Córdoba a saludar a otra pareja de amigos, que nos enseñarían su caravana nueva para nuestras próximas vacaciones en común.

No habíamos salido mucho desde que nos habíamos prometido.

Había insistido mucho, pero al final le había dicho que sí.

Realmente quería casarme con él, estaba loca por él.

Ricardo estaba completamente feliz desde aquel instante, y no dejaba de decirme lo que me quería en cualquier momento del día o de la noche, me ponía notas por toda la casa, incluso me mandaba mensajes al correo electrónico de vez en cuando, y eso que utilizábamos el mismo portátil en casa.

¿Se imaginan?

Una adoración de hombre, como iba a decirle que no, a un ser tan especial y único.

Los dos habíamos tenido varias relaciones sentimentales antes de conocernos, pero creo que ambos sabíamos que esta vez era la definitiva.

Era una intuición muy fuerte y nunca me había fallado.

Era perfecto para mí.

Mi familia estaba encantada con él.

Lo sabíamos todo el uno del otro.

La sinceridad y la comunicación eran nuestro fuerte.

Como amante era perfecto.

Jamás tuve a un hombre así, tierno, romántico y a la vez, sensual, divertido y con ese punto de hombre Martini que me ponía tanto.

Habíamos hablado mucho de nuestra sexualidad durante estos tres años y cuatro meses de relación.

Éramos muy activos.

Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que hasta el día de la boda de Sevilla, no habíamos dejado de hacer ni un solo día el amor, incluyendo esos días.

Me hace mucho bien en esos días. A él le encantaba satisfacerme.

A veces solo una vez, a veces dos, en ocasiones tres y excepcionalmente, en días morbosos y locos cuatro, o cinco. Incluso dos días lo habíamos hecho hasta en seis ocasiones.

Le encantaba amarme en cualquier sitio y lugar.

Me sonrojo de pensar que nuestros familiares supiesen donde hemos hecho a veces el amor, tan cerca de ellos, aprovechando cualquier rincón o momento de excitación.

Habíamos hablado sobre la bisexualidad, el intercambio de parejas e incluso sobre algunas prácticas sexuales más atrevidas con toques de sadomasoquismo light divertido, en fin, de todo lo relativo al sexo.

Creo que nuestra sexualidad estaba a salvo de cualquier prueba de fuego. Me era absolutamente fiel y yo a él, incluso con el pensamiento.

Estoy totalmente segura, incluso ahora que ya no está conmigo.

Respecto a mí y él lo sabía, se lo había contado todo, solo en una ocasión, en una fiesta loca, una compañera de piso en la universidad, se atrevió a besarme en la boca, intuitivamente le respondí, y durante unos minutos nos besamos apasionadamente los pechos la una a la otra, terminando en una masturbación recíproca.

Ricardo, por su parte, solo me había contado que de adolescente, se había masturbado recíprocamente con un amigo, pero viendo revistas porno, y en una única ocasión.

Me lo creo absolutamente.

Ricardo jamás había mostrado ni tan siquiera una leve inclinación hacia un hombre, incluso ni fantaseando mientras hacíamos el amor.

Él siempre pensaba en mujeres, le gustaban los desnudos femeninos, y creo que lo que ahora mismo está ocurriendo en ese hotel no es sexo, sino una conversación de amigos, y la aclaración de un malentendido.

Recuerdo insistentemente en mi cerebro sus palabras:

-       Rocío…, esta noche no iré a casa.

-       Estoy en el  hotel de la colina con Manuel.

-       Pero…, Ricardo… ¿qué pasa?… ¿quieres que vaya?

-       Por favor, no vengas, estoy resolviendo algo muy importante.

-       Por favor, te lo ruego, mañana hablamos.

Su voz grave resuena en mi mente: “Estoy resolviendo algo muy importante”.

Le conocía a la perfección y si había dicho que no fuese, no debería de ir.

Estuve mil veces tentada de ir a ese hotel, sabía cuál era, aquella larguísima noche del 20 de julio que pasé en vela, aquella tristísima noche del 20 al 21 de julio.

Jamás Ricardo había dejado de estar ni una sola noche conmigo desde que vivíamos juntos.

Esa sería la primera y la única.

-       Pero..., ¿por qué?

-       ¿Qué ha pasado?

-       ¿Qué he hecho mal?

-       ¿Qué hicimos mal aquella noche?

-       Seguro que algo hice mal, tuve que estar más alerta.

Rocío, se preguntaba en voz alta decenas de preguntas, y se hacía otros tantos reproches.

Rocío volvió a recordar todo lo vivido aquel fin de semana largo de viernes a lunes, sobre todo, la noche del sábado al domingo en aquella maldita boda.

-        Maldita boda. (Dijo en voz alta).

Todo iba según lo previsto, estábamos contentos, muy contentos, riendo, bromeando sobre la “noche de bodas” que nosotros íbamos a pasar en nuestra habitación del hotel.

Estábamos ilusionados y felices de estar allí.

No dejábamos de besarnos y acariciarnos, incluso en algún momento nos tocábamos furtivamente, de esa manera tan erótica y sensual en alguna zona erógena.

Estábamos tan excitados que parecíamos adolescentes por los rincones. A veces, al tocarle furtivamente el paquete lo notaba caliente, como..., una ardiente brasa de un fuego. Él era mi brasa, yo era su fuego.

Saludábamos a amigos y familiares.

Nos habían comentado que los novios habían seleccionado las posiciones de los comensales una a una, queriendo que todo el mundo confraternizase con otras personas por su forma de ser, posición, lejanía, trabajo, edad o alguna otra razón, de tal modo que, cada invitado por parte de la novia, pudiera estar a gusto con otro invitado por parte del novio.

-       Maldita manera de hacer las cosas… (Volvió a decir en voz alta).

Cuando vimos a la pareja que compartiría nuestra mesa, realmente nos alegramos, eran de nuestra edad, parecían muy simpáticos y realmente nos cayeron bien desde el primer segundo.

Se llamaban Manuel y Esmeralda.

Él era jefe del departamento comercial de una gran empresa y ella profesora de inglés.

Vivíamos en la misma ciudad y no nos habíamos visto nunca, ni tan siquiera los conocíamos de vista.

Aunque nuestra ciudad es bastante grande, la quinta del país, podíamos habernos conocido por casualidad…

-       Maldita coincidencia…, vivir en la misma ciudad. (Dijo nuevamente en voz alta).

La velada transcurrió de verdad, maravillosamente, la comida era excelente, la bebida exquisita, y la conversación amena y cordial.

En los postres éramos como amigos de toda la vida.

Quizás por la bebida, quizás por el calor de la noche, quizás por la sensualidad que siempre inspira Sevilla en una noche de Julio, no sé por qué razón empezamos a hablar de sexo, de fantasías, de morbo, de una noche loca de sexo compartido…

-       Maldito sexo compartido… (Gritó agriamente).

Fue Esmeralda la culpable.

Sí, fue ella quien dio el pie a lo que empezó a fraguarse después de los postres, mientras nos miraba a ambos a los ojos, con una mirada tan sensual y lujuriosa, que por un momento creí que nos intentaba desnudar a ambos, cuando comentó:

-       Qué os parecería hacer el amor esta noche, juntos en la misma habitación los cuatro, cada uno con su pareja…. ¿Sería excitante…, no?

Creo que los tres nos quedamos sorprendidos al principio, pero que a ninguno de los tres nos sorprendió realmente, en el fondo los cuatro queríamos haber hecho realidad esa fantasía alguna vez.

Bueno, a Esmeralda parecía que le iba más la marcha que a ninguno de nosotros tres.

El plan lo dispuso ella desde el primer momento, mientras nosotros tres asentíamos como puros juguetes autómatas.

-       Vamos a comenzar bailando toda la noche con la pareja del otro.

-       Como nosotros estamos alojados en una de las suites de este hotel, no tendremos que coger el coche, y podremos beber sin ninguna preocupación.

-       Cuando se acabe la fiesta, subiremos los cuatro a nuestra habitación, cada pareja desnudará a la contraria.

-       Haremos sexo cada uno con nuestra pareja, salvo que decidamos otra cosa... (Lo decía con cara de viciosa, humedeciéndose los labios y mirando de reojo a mi novio, aunque sin dejar de parpadear mirándome a mí).

Protesté de inmediato.

-       De eso nada.

-       Yo quiero bailar solo con “mi” novio, con “mi” Ricardo… (Enfatizando..., lo de “mi”...)

-       Y el sexo…, solo lo voy a hacer con mi pareja. No tengo ninguna duda... Ningún género de duda. (Quería que quedase absolutamente claro).

Ella contestó:

-       Bueno, no te pongas así Rocío, solo es divertirse.

Ricardo y Manuel mediando:

-       Bueno, bailaremos alternativamente… ¿Os parece bien?

-       Y el sexo cada uno con su pareja…  ¿Todos contentos?

Ambas asentimos, aunque Esmeralda no parecía contenta del todo.

Seguía recordando los acontecimientos vividos aquella maldita noche del 13 al 14 de julio….

Recordaba cómo habíamos bailado alternativamente.

Manuel bailaba muy bien.

Me lo pasaba bien, aunque tenía cierta inquietud con lo que pasaría por la noche.

Ricardo estaba contento, bailaba con Esmeralda, y no dejaba de mirarme como queriendo saber que pasaba por mi cabeza.

Tomamos varias copas de champán y bailamos hasta la madrugada.

Cuando la fiesta estaba acabando, los cuatro nos miramos y sin mediar palabra alguna, nos dirigimos hacia la habitación.

Como si se tratase de un guion preestablecido, todos hicimos lo que teníamos que hacer…, lo que Esmeralda había planeado.

Desnudamos a la pareja contraria, nos duchamos individualmente, nos fuimos a la enorme cama,  y comenzamos a hacer el amor los cuatro, pero cada uno con su pareja.

Besos, caricias, mirar de reojo…, creo que todos estábamos haciendo lo mismo.

Era morboso, pero algo incómodo.

Pasado un rato y con el devenir de los movimientos, alguna mano rozaba el cuerpo de la otra pareja.

Sentí que Esmeralda me acariciaba el pecho, que en un momento incluso me tocó levemente mi sexo, y en otra ocasión incluso me besó sensualmente en la boca durante un solo segundo.

Su boca estaba caliente. Realmente estaba algo excitada con la situación.

Aunque yo sabía lo que Esmeralda quería…, era follarse a mi novio, nada de amor, ni pamplinas, solo follarse a mi único amor, a nadie más.

Se lo iba a impedir a toda costa, que lo tuviese claro. Pensaba…,  mientras besaba, acariciaba a mi novio y finalmente hacía el amor con él, aunque bastante incómoda por la situación.

Este juego de estar los cuatro juntos en la misma cama, lo soportaría, pero no era algo que quisiese repetir nunca. Tenía las cosas claras.

Durante las apenas dos horas que duró el juego, ellos dos, los hombres, estuvieron a la altura de la situación, sin  hacer ninguna cosa excepcional, alguna caricia de cortesía a las mujeres, alguna sonrisa, alguna mirada y poco más.

Al terminar la sesión, que realmente no fue nada excepcional, según mi forma de verlo y recordarlo, nos despedimos, quedamos en llamarnos y tanto Esmeralda como Manuel, me dieron un beso de despedida en la boca.

Esmeralda le dio igualmente un beso en la boca a Ricardo, y cuando Manuel iba a despedirse de él, sorprendentemente le dio también un beso en la boca a mi futuro marido, creo que un gesto desproporcionado y fuera de lugar, al mismo tiempo que le decía:

-       Ha sido una velada maravillosamente perfecta…

Ricardo y yo nos miramos sorprendidos, y al marcharnos hacia nuestro hotel comentamos el beso, al que quitamos importancia.

Cuando llegamos a nuestro hotel, olvidamos todo lo sucedido e hicimos el amor con ternura, con pasión e incluso sin tomar medidas, corriendo riesgo de embarazo. No me había importado. Éramos un todo. Nuestros cuerpos eran uno y nos sentíamos más enamorados que nunca.

Fue maravilloso…

Aquellos cuerpos desnudos se habían amado como nunca. Aquellos sexos habían disfrutado del otro en todo su apogeo. Los besos, las caricias por todo su cuerpo a turnos. Se habían besado todos los rincones de sus respectivos cuerpos.

El sexo había salido perfecto. Habían tenido varios orgasmos. Habían practicado posturas nuevas e incluso habían hecho un sesenta y nueve de infarto, terminando en un orgasmo infinito, devorando los fluidos uno del otro. Jamás Rocío había tenido un orgasmo tan intenso al disfrutar del semen de Ricardo de aquella manera, mientras a él le había ocurrido lo mismo, al sentir como ella se había vaciado en su boca.

Horas después, ambos totalmente exhaustos..., después de su tercera y última sesión de placentero sexo..., casi amaneciendo, estando cogidos de la mano, hablaron de lo acontecido con Manuel y Esmeralda. Habría sido fruto de una noche apasionada en Sevilla. Punto y final.

Quedaron en olvidarlo para siempre.

Pero como pueden suponerse todos ustedes, no se acabaría aquí este tormentoso y dramático relato.

Una noche, días después…, al llegar a casa, le vi muy serio, y le pregunté:

-       ¿Qué te pasa cariño?

Sabía en mi interior que había estado con Manuel, la clásica intuición femenina.

-       He tomado una cerveza con Manuel… Me ha llamado. Quería verme.

-       ¿Qué se cuenta Manuel? ¿Qué tal Esmeralda? (Pregunté cómo distraídamente, de forma aparentemente natural, aunque internamente preocupada).

-       ¿No te lo vas a creer?

-       Se van a separar… Él dice que está enamorado de mí….

-       ¿Cómo? ¿Es una broma?

-       No cariño. Ya le he dicho que no es recíproco.

Sabía que no era una broma, y que aquello iba a provocar cierta desestabilización en nuestra relación…, lo sabía tan  solo por la expresión de sus ojos y la rigidez de sus facciones.

-       Pero tú me quieres a mí… ¿No?

-       Por supuesto.

-       ¿Tú no sientes nada por él? ¿Verdad?

-       Claro que no…, pero…

-       ¿Pero…, qué?

En su mirada vi algo que no me gustó.

Le pregunté por los detalles de su reunión con Manuel, que me contase todos los pormenores y me los fue relatando poco a poco, aunque sé que no me contaba todo por no preocuparme.

Me dijo que Manuel estaba muy deprimido por su nueva situación matrimonial, que le preocupaba, y mucho más el hecho de que Esmeralda se había puesto extremadamente violenta.

En fin, que consiguió al final, hacerle comprometerse para que le ayudase.

Que iba a verle de nuevo la noche siguiente. Pero que sería la última.

Aquella noche, la pasé totalmente en vela, pensando mil cosas, incluyendo que Ricardo tuviese un sentimiento contradictorio por Manuel, que le estuviese haciendo algún tipo de chantaje comercial o personal, no sé…, mil locuras.

Quizás le dijo que si no quedaba con él, se suicidaría.

No dejé de pensar en mil tonterías.

Recuerdo todo lo acontecido y todavía no puedo explicarme nada de nada.

El siguiente día sería terrible y la siguiente noche, mucho peor...

Al final de aquella noche en la que había quedado con Manuel, me llamó para decirme que iba a tomar algo a la cafetería del pequeño hotel en la colina, al que habíamos ido muchas veces por sus increíbles vistas de la sierra, pero que volvería pronto. Antes de cenar.

A las diez me mandó un mensaje diciéndome que aún tardaría algo más, que ya estaba terminando de hablar con Manuel.

Sobre las doce, me volvió a decir que ya había tomado algo con Manuel, y que estaba terminado. Que me acostase y no me preocupase.

Yo tumbada en la cama, sin desnudarme aún, muy preocupada y deseando verlo. Tenía una terrible mala intuición.

Las dos de la mañana.

Lo llamé y no me lo cogió. Estaba de los nervios, y me empecé incluso a enfadar con Ricardo.

Las cuatro.

Las cinco. Estaba que me subía por las paredes…

Me quedé un poco vencida. Llevaba dos noches sin pegar ojo.

Unos minutos después me desperté como en una pesadilla. Estaba sudorosa y alterada.

Miré el reloj, eran ya las seis de la mañana. Pensé que tenía que haber ido al hotel de la colina a hablar con Ricardo y quizás con Manuel, para que les entrase la cordura… El punto de vista de una mujer siempre es bueno en situaciones así.

El teléfono móvil sonó y mi corazón se sobrecogió de una manera muy rara, sin saberlo, sabía que no quería cogerlo, que serían malas noticias, pero al ver en la pantalla que era Ricardo, me relajé…

-       Dime amor…

Al oír contestar otra voz, supe al instante lo ocurrido, como si fuese algo ya vivido, oí aunque apenas escuchaba…

-       Buenos días, me nombre es José Miguel, soy inspector de policía, y lamento comunicarle que ha habido un accidente de circulación en el que se ha visto implicado don Ricardo Rodríguez.

No recuerdo nada más, pues me desmayé.

Cuando recobré el conocimiento en un box de urgencias, sin saber cuánto tiempo había pasado, una mujer con unos ojos grandes y verdes, con una piel suave y aterciopelada, me tenía cogida la mano y me decía:

-       Rocío, tienes que hacer un gran esfuerzo, eres fuerte y te necesitamos fuerte.

-       Mi nombre es Verónica, soy psicóloga.

Me contó que tuvieron incluso que echar la puerta abajo del apartamento, preocupados por mi situación al no contestar.

Me llevaron al hospital para hacerme un chequeo.

Las siguientes horas pasaron muy rápidamente, los preparativos del funeral, la familia, todo salió como de la nada.

Al día siguiente en el tanatorio, seguía como en una nube, sin darme cuenta, Esmeralda me abrazaba, me intentaba consolar.

Como pude la presenté a unos familiares que se acercaban.

Preguntaron:

-       ¿Pero qué pasó…?

Esmeralda contestaba…

-       Una desgracia… Eran muy amigos y se fueron de copas a un pub, debieron de tomar alguna de más, y se despeñaron con el coche.

Estaba como en una nube aún…

El móvil de Esmeralda sonó, estábamos sentadas en uno de los sofás, se levantó y se fue a un rincón a hablar.

- Buenos días…, todo salió como teníamos previsto…, mañana prepáreme el resto…, de lo acordado… ¿ok?

- De acuerdo…, en el mismo sitio…

Esmeralda volvió hacia donde yo me encontraba y me abrazó nuevamente.

Rocío, que lástima…, ahora nos encontramos tan solas las dos…

-       ¿Quién era? (Le pregunté inconscientemente).

-       Nadie…, una llamada comercial…  Queriéndome cambiar de compañía de teléfono. Fíjate... (Me contestó…).

Meses después recibiría la visita de aquel inspector que me había hablado por teléfono, José Miguel.

Venía con Verónica, la psicóloga que me atendió, al final se conocieron en aquella trágica situación y se enamoraron.

Me comentó que habían detenido a Esmeralda.

Me dijo también que había una persona de los bajos fondos de la ciudad  implicada, que había manipulado el coche de Manuel. Un sicario colombiano.

Me comentó que en la investigación, quedó confirmado por parte de compañeros de Manuel, que éste temía por su vida desde que quería separarse de su esposa.

Qué en resumen, habían sido los celos la causa de la muerte de ambos. La de Ricardo, simplemente por estar en el lugar equivocado,  en el momento equivocado, y con la persona equivocada…

-       Gracias, José Miguel. Gracias, Verónica. Os deseo mucha felicidad.

-       Tienes que reponerte Rocío. La vida continúa. Sé fuerte, muy fuerte. (Dijo Verónica).

-       Lo sé. Seguiré viviendo, pero me falta parte de mi ser. Yo estaba completa con Ricardo. Moriré incompleta, aunque algo me ha quedado de él…

Me despedí de ellos, tocándome suavemente el abdomen en donde mi hijo crecía desde hace meses. Ojalá seas igual que tu padre. Pensé.

Jamás amaré a nadie como he amado a tu padre… (Dijo, hablándole a su hijo).

03/21.  ¿LEAN QUITAO LLA ESO A LA TANIA?...

Abel…, sí, Abel…, creo que quisiera haberme llamado Abel. Es un nombre que me gusta, aunque aún no sé por qué.

Incluso, sé con toda seguridad que hubiese sido un nombre que a nuestra familia no le hubiese gustado, padre y abuelos, tíos e incluso a la bisabuela.

A mi madre por el contrario, estoy seguro de que sí. Lo sé.

Mi madre es maravillosa.

¿Pero dónde estoy?

Oigo pequeños ruidos, parecen conversaciones.

Ummm..., no lo tengo claro... intentaré comprender.

Parecen personas, gente que habla, unos hablan más bajito, otros susurran, hay padres, madres, hermanas, algunos chicos jóvenes, incluso una persona mayor, vamos madura, unos sentados, otros de pie, otros paseando arriba y abajo, pero creo que todos están serios.

Prestaré algo más de atención, a ver si logro oír y escuchar algo.

  • ¿Cómo estás? ¿Estás tranquila?

  • Sí mamá, estoy tranquila, quiero acabar lo antes posible, quizás un poco mareada ¿Habrá agua fresca en este lugar?

  • Voy a ver…

Son una madre y una hija.

A ver esos tres, que parecen padre, madre e hija…

  • Joder, ese hombre, el del polo verde, creo que me conoce. ¿Qué pensará de nosotros? En vaya lío me habéis metido tú, tu madre y el cabrón drogadicto ese con el que te acuestas.

  • Calla papa, por favor calla…

  • Calla Leandro, no des más por saco, que bastante tenemos.

¿Dónde estaré?

Sigo oyendo, ahora es un sollozo de una niña, la oigo muy clarito. Seguro que está muy cerca.

Gime, está triste y desesperada, sin ilusión, totalmente abatida, como aquellos que ya han tirado la toalla y no quieren luchar más.

¿Por qué lloras? (Le pregunto).

Dime. ¿Por qué lloras?

Insisto...

¿Cómo te llamas? (Le vuelvo a preguntar).

¿Llamarme? (Contesta otra voz a Abel).

Me hubiese gustado llamarme Liliana, como mi abuela, pero no podrá ser…

Abel..., ni tú ni yo viviremos, acaso no sabes dónde estamos…

No te entiendo, Liliana.

No entiendo que quieres decir.

¿Cómo sabes que mi nombre es Abel o lo hubiese sido?

No te has dado cuenta que en este inframundo lo sabemos todo…

No te preocupes Abel, en unos minutos todo terminará, aunque si lo deseas con fuerza, puedes vivir, aunque de otra manera…

  • Tania pasa por aquí.

  • Hola Tania, mi nombre es Verónica, soy Psicóloga.

  • Mi obligación es confirmar o no, que lo que vas a hacer lo haces de forma voluntaria y consciente.

  • Tania, ¿estás segura de lo que quieres hacer? Sabes que vas a abortar…

  • …, Sí

  • ¿Seguro?

  • …, Sí

  • Hay otras posibilidades…, tener el bebé y luego darlo en adopción…

  • No puedo tenerlo.

  • No hay ayudas públicas actualmente, pero puedes buscar alguna ayuda privada, alguna asociación, algún matrimonio que te ayude.

  • Entonces… ¿Estás segura? De querer abortar…

  • …, Sí.

  • Me tienes que firmar este documento…, eres mayor de edad según consta en el expediente, y por mí es suficiente de manera legal.

(Aunque todo podría ser de otra manera. Lástima de bebés trágicamente destinados a morir. Pensaba algo resignada, Verónica).

¿Te callas Abel…?

¿Verdad? que no lo sabías. Siempre nosotras las mujeres tenemos más intuición.

  • Tania, Mary Luz, sois las siguientes, relajaos, en unos minutos entraréis por orden al quirófano, y todo terminará.

Siento cómo dos grandes lágrimas surcan mis ojos, y siento además cómo al mismo tiempo, Tania mi madre también llora…, desconsolada, lo sé todo sobre ella, acaba de cumplir 18 años el pasado mes de abril, fue un cumpleaños triste, pues ya sabía que estaba embarazada y aún no se lo había dicho a nadie.

Sabía que haría sufrir a sus padres y que Yonatan se enfadaría mucho con ella.

  • No llores… ¿Cómo te llamas?

  • Me llamo Tania… y ¿tú?

  • Yo me llamo Mary Luz.

  • Mary Luz…, no quiero hacer esto…, pero Yonatan se enfadaría y me pegaría.

Mari Luz, algo perpleja por el comentario de Tania, no sabe qué decir. En su cabeza solo hay duda y convulsión, pero con ganas de acabar pronto. También tristeza, aunque no sabe su causa real.

Sé que no voy a vivir, Liliana me lo acaba de decir, me lo ha confirmado, aunque en verdad yo ya lo intuía por muchas razones, por los comentarios que oía estos últimos días, por las conversaciones con mi padre y mis abuelos, sobre todo con mi madre, su tristeza y sus llantos nocturnos.

Creo que quería que yo naciese, especialmente anoche, lo sentía con toda claridad cuando fantaseó con que yo naciese, verme crecer, verme adolescente, estudiando, siendo una persona importante, quizás otro abogado importante de raza gitana, como ese que a veces sale en la tele.

Al final, prácticamente al amanecer, se quedó dormida y rendida por el intenso dolor que sentía dentro de su alma.

Aunque quiero vivir con todas mis fuerzas como sea…

Liliana cuéntame, dime algo, cuéntame tu historia, háblame.

Está bien Abel, te contaré:

Mi madre se llama Mary Luz, tiene 21 años, es colombiana, tiene ya otras dos niñas, una de 5 y otra de 3 añitos, que viven con su padre en Barcelona, es muy buena, pero joven y alocada, llora mucho por ellas, pero no hace nada por sus hijas, ha tenido un novio también colombiano que conoció en Madrid y por un descuido, un preservativo roto, estoy yo aquí. Intentó deshacerse de mí con una pastilla que siendo para otra cosa, produce abortos, pero yo quería vivir, luego tomó más pastillas y bebió mucho alcohol, pero yo quería vivir a toda costa.

Vive aquí cerca, en un apartamento con mi abuela Liliana, que en estos momentos no está con ella, está en la cárcel por ser una presunta traficante de drogas, aunque en el fondo es muy buena persona, pero la situación económica le hizo cometer un error.

A mi madre se le ha juntado todo, lo de mi abuela, su padre había muerto hace meses. Fue asesinado en su país por ser fiador de un préstamo que no fue pagado, y ahora esto, yo que iba a venir, pero no sobreviviré, a pesar de que José Miguel lo ha intentado hasta el último momento.

-       ¿Quién es José Miguel?

Es el amigo “especial” de mi abuela, fue el que nos buscó el apartamento, el que está cuidando de mi madre, y el que va a pagar los honorarios de esta intervención, bueno..., asesinato para algunos.

-       ¿Qué es eso de “especial”?

Pues que se gustan y están muy bien juntos. Se besan, se aman, aunque solo de una manera física. José Miguel sigue buscando a alguien muy especial. No lo sabe, pero hoy la va a encontrar.

-       ¿Cómo sabes eso?

-       Aquí lo sabemos todo.

-       En este “mundo” lo sabemos todo. Ya te lo dije.

Me cae muy bien José Miguel, porque ha intentado convencer a mi madre de que me tuviese, que era una vida y que si ella no la quería, habría miles de mujeres que no pueden traer una vida a este mundo, y que desearían cuidarme.

Las jóvenes entran.

José Miguel, una vez que han pasado a Mary Luz hacia el quirófano, sale de la clínica y se pasea por sus jardines y paseos.

Observa las caras y gestos de todos.

Es un observador nato.

Observa a esas personas, algunos padres, algunas madres, algunas hermanas, algunos jóvenes.

Especialmente a uno en concreto que le llama la atención.

Contempla a ese joven, que acaba de encender un cigarrillo Marlboro con ese encendedor tipo Zipo dorado, con esa pulsera dorada, con esa medalla en su cuello también dorada, con esas deportivas Nike totalmente resplandecientes, con ese vaquero ajustado de moda, con esa camisa negra abierta, y con esa melena y ese pose, que parece una mala copia joven de Camarón, aunque sin los pelos rizados.

José Miguel observa a todas aquellas personas que esperan durante un poco tiempo, intuye sus historias, historias de drama, dolor, quizás también como no, de amor y de sexo apasionado entre adolescentes.

Quizás de vidas de estudios inacabados, de familias rotas y de desencantos entre padres e hijos.

Aunque sin dejar de mirar todo lo que le rodea, vuelve a centrarse en el joven gitano allí sentado a horcajadas en uno de los muros del jardín de la clínica.

Se siente atraído por su historia.

¿Cuál será?

José Miguel, como había previsto, y dado que la enfermera le había dicho que Mary Luz no saldría hasta unas dos horas después, se fue al apartamento a terminar de preparar un caldo sustancioso para que Mary Luz pueda coger fuerzas cuando todo esto termine y llegue finalmente a casa.

Un buen caldo de gallina, con morcillo de ternera, jamón curado, pollo, costillas de cerdo y huesos de ternera, con alguna zanahoria, puerro y apio, que empezaba a oler muy bien cuando estaba comenzando a cocer.

Al cabo de una hora y media, aproximadamente, José Miguel apartó la olla y se fue a la clínica para recoger a Mary Luz.

Durante la preparación de aquel energizante consomé, José Miguel añoró los momentos de íntimo placer pasados en aquella habitación del fondo, junto a Liliana.

Las imágenes eróticas de aquel maravilloso y sensual cuerpo de piel oscura se amontonaban en su mente. Era solo sexo, pues el amor aún no había entrado en su vida a pesar de varios matrimonios, pero era un sexo de alta intensidad.

Liliana era una mujer caliente e incansable. Habían hecho sexo cientos de veces, a cual mejor con este amante único que era José Miguel. Se conocían desde hace años. Volvieron a encontrarse y estaban juntos como amantes.

Él recordaba la última vez en que analmente Liliana dijo haberse corrido de la manera más intensa de toda su vida. Había conseguido penetrarla absolutamente, y aquel miembro enorme había experimentado una sensación única al expulsar su semen encapsulado en el recto de aquella mujer de ébano tan sensual. Había sido una sensación extremadamente morbosa. Liliana le había pedido que no se la sacase para disfrutar del post-orgasmo. Llegó incluso a correrse una segunda vez sin sacarla, dado que la excitación era única. Quizás los cuerpos, sus feromonas, sabían que sería la última vez. El beso final de agradecimiento había sido especialmente significativo horas después. Había sido un beso inolvidable, un beso caliente y húmedo que duró eternamente aquel memorable último día sin saberlo.

Algo anonadado por aquellos pensamientos, que incluso le habían ocasionado una extrema excitación e incluso humedad, llegó de nuevo a la clínica. Aparcó su coche y enseguida vio al joven gitano que bebía de un nuevo bote de cerveza, estaba de pie fumando sin parar al lado de un par de latas vacías más que había tirado al suelo.

La colilla al suelo.

¡Qué falta de civismo! (Pensaba José Miguel cuando se disponía a entrar a preguntar por Mary Luz).

En ese mismo momento en que entraba José Miguel al centro, salía Verónica la psicóloga, a tomar su pequeño refrigerio de la tarde.

Se saludaron cortésmente, aunque mirándose durante una décima de segundo de una manera especialmente única.

Ambos sentirían en ese mismo momento mágico, una sensación tan especial y sorprendente, que la recordarían el resto de su vida, cuando hablaban de la primera vez que se conocieron.

Ese momento tan especial, no era, sino sus recíprocas feromonas en explosión química al reconocerse absolutamente compatibles para el resto de sus vidas en común.

Pero volvamos al protagonista principal de este relato, después de este breve y casual encuentro, de otro lado maravilloso y romántico.

El joven gitano no estaba cansado, porque no tenía pinta de trabajar mucho, pero parecía que cada vez más, estaba impacientándose.

Tiró el tercer bote de cerveza, como no podía ser de otro modo, al suelo del pequeño jardín dispuesto a la entrada de la clínica.

Entró y se dirigió al mostrador de información, y allí, a la enfermera de recepción, le preguntó de manera seca, con un cierto tono brusco y malhumorado sin razón:

  • Oye…, tú sabes si lean quitao lla eso a la Tania?

  • ¿Eso…? respondió la enfermera, visiblemente molesta. Eso…, es algo…, en lo que supongo que tú has tenido bastante que ver… ¿no?, y Eso…, sí,… ya no lo tiene…., y seguro que va a salir enseguida… ¿Vale?

El tono de aquella molesta mujer, frío y seco, con esas paradas enfáticas, lo había sido como si de un mazazo mental, duro y helado, le hubiese querido dar en la cabeza de aquel superficial e ineducado chulandrón.

Como si fuese una casualidad, en ese mismo momento Tania aparece por la puerta, con cara de tristeza y de mucho dolor…

  • Joder, Tania, cuanto as tardao.

  • Toma Yonatan, esta es una receta para comprar unas medicinas en la farmacia.

  • No tengo aquí dinero, joder.

  • Llévame a casa, acerca el coche por favor, me siento mal…

  • El coche no está, mi ermano se lo a llevao, para ponerle los vafles nuevos…, hiremos handando, estamos mu cerca de la casa.

  • Bueno, vale, pero tendremos que ir despacio, estoy muy dolorida.

Tania y Yonatan salen de la clínica, al cabo de unas dos horas y media de haber llegado.

Él, altanero, delante, andando con pasos largos.

Ella, cabizbaja, resignada, con pasos cortos y doloridos, triste, muy triste, mirando de vez en cuando hacia atrás, como si pretendiese ver a su hijo, para despedirse.

Yonatan, vuelve la cabeza y malhumorado dice:

  • Tania, anda más rápido, que pareces un caracol, joder.

Tania, triste y compungida, por la absoluta incomprensión de su novio, contesta:

  • Yonatan, por favor, estoy dolorida, me duele mucho, me cuesta mucho andar. Siento mucho dolor aquí abajo…

Se acercan al semáforo para cruzar la calle.

Él, unos pasos por delante.

Ella, unos pasos por detrás.

Aún está en verde.

El contador luminoso de segundos del semáforo va retrocediendo…, quedan aún algunos segundos…

Tres…

Yonatan, empieza a cruzar…

Dos…

Se vuelve a Tania y le dice:

-       Corre Tania, que aún te da tiempo…

Uno…

Ella aún no ha llegado a cruzar. Decide quedarse a esperar.

Yonatan, le dice volviendo la cabeza e insistiendo…

  • Vamos coño, corre que aún te da tiempo…

  • Tania, vamos…, joder…, corre…, que eres más lenta que el caballo los malos…

  • Vamos, joder, coñ…

Tania atónita, ha visto como un camión grande, grandísimo, de color rojo, ha salido de la nada y le ha golpeado, levantando metros y metros a Yonatan como si fuese un muñeco de trapo, como si fuese un espantapájaros de paja, y décimas de segundo después, varias decenas de metros más allá, caía al suelo golpeando todo su cuerpo, con su cabeza ladeada sin vida, contra el caliente y negro asfalto de alquitrán pegajoso, mientras el camión frenaba bruscamente haciendo un ruido chirríoso, echando humo, dejando además, un olor tremendo a neumático quemado…

Tania ha visto, y así se le quedará durante el resto de su vida, como un fotograma, como una instantánea, como una fotografía, esa fracción, de menos de un segundo, en que Yonatan, de malhumor le decía que corriese, y al mismo tiempo, como sus ojos se cerraban de golpe, junto a su cara contraída por la sorpresa y el impacto mortal en su cuerpo al ser súbitamente golpeado por aquel camión.

Ella, inconscientemente, pero ya sin dolor, corre esas decenas de metros que la separan hasta llegar al cuerpo sin vida de Yonatan.

Se arrodilla, lo mira sin tocarlo, sorprendida, como si fuese un desconocido.

Apenas lo reconoce, aunque sin duda, sabe que es él.

Mira a Yonatan, del que creía estar enamorada, allí tendido, inmóvil en el suelo.

Lo ve como un absoluto extraño, con sus brazos y piernas descompasados alrededor del tronco, miembros torcidos y raros, como pegados artificialmente.

Ve como todo ha acabado.

En el fondo, quería que hubiese terminado mucho antes, pero no había tenido el valor suficiente para hacerlo.

El destino ha obrado su pequeño milagro. ¿O no? Pensaba inconscientemente.

Se siente inexplicablemente bien, pero como en un sueño o pesadilla.

Tania, vuelve por una fracción de un segundo a la realidad, aunque aún sigue en trance, y no logra explicarse lo sucedido.

¿Cómo no pudo ver Yonatan aquel enorme camión de venir?...

Ella tampoco lo había visto.

Es como si hubiese salido de la nada.

Tania a pesar de todo, se siente increíblemente cómoda, relajada, y libre.

No siente ningún remordimiento ni vergüenza por sentirse, por fin, libre de unas ataduras invisibles.

Se le encoge el alma, y al mismo tiempo, se siente liberada de unas cadenas que finalmente se han roto gracias a ese camión.

Piensa de inmediato en su hijo, en ese pequeño trozo de carne ya sin vida, que ahora estará seguramente en una pequeña bolsa dispuesta para la incineradora.

¿Estará en el cielo?

Tania es creyente.

Mientras, una lágrima de esperanza en el más allá surca muy despacio su mejilla derecha, allí arrodillada, a la que se une, una lágrima más en su mejilla izquierda, siente un escalofrío en su pecho y esa pequeña presencia en su hombro derecho, que le habla, mientras pierde el sentido…

-       Mami, lo siento mucho, tuve que hacerlo, no te quería, no era buena persona.

-       Mami, adiós, me voy…

-       Te querré siempre…, adiós mami…

-       Me voy al cielo…

...

  • Que alguien llame a emergencias, esta chica está desmayada.

Ese anónimo samaritano, que nunca había estado en una situación así de dramática, allí agachado junto a esa joven, se sorprendería al mirarla con detalle, y así lo recordaría durante el resto de su vida.

Como si de un misterio se tratase, siempre la recordaría allí desmayada, de aquella forma sin igual.

Una delicada joven virginal, de aspecto angelical, sin conocimiento, pero esbozando a pesar de todo lo que acaba de suceder, una tierna sonrisa, que aparentaba una felicidad absoluta y plena.

Era una contemplación casi sobrenatural e incluso misteriosamente mística. Pensó.

04/21. EL MANUAL…

Confieso a todos ustedes, que lo que van a leer a continuación, parece realmente, una burda copia de alguna de las leyendas de mi admirado autor, principalmente de poesía romántica, Gustavo Adolfo Bécquer.

(Quedan avisados).

...

Aquella mañana de enero era fría y gris, aunque a pesar de ello, me sentía muy bien, estupendamente bien.

Solía llegar muy temprano a la agencia para preparar tranquilamente la agenda del día, las visitas concertadas y sobre todo, coordinar con Luis y Pedro,  los detectives, todos los resultados del día anterior, y adelantarles planificaciones futuras.

Era cerca de las diez, la visita programada para esa hora estaría al llegar, siempre requerimos puntualidad, había visto y analizado los resultados del día anterior con mis colaboradores habituales, y me disponía a tomar un café, cuando la llamada interior se produjo.

Era mi mano derecha, mi secretaria, la que lo sabía todo de todo... Esa persona insustituible y única en la agencia.

-       Matías, la visita de las diez está aquí.

Maribel llevaba conmigo en la agencia desde que la abrí, hace más de dos décadas.

Era una colaboradora perfecta, y en ocasiones había realizado trabajos muy especializados en la calle, dada su enorme capacidad y versatilidad.

Teníamos confianza suficiente para llamarnos por nuestro nombre.

Éramos compañeros y amigos, a pesar de que nunca habíamos hablado de ningún detalle de nuestra vida personal, lo que no implicaba tener cierta confianza sin nada de malicia.

-       Hazla pasar. Gracias, Maribel.

Ya había echado un vistazo a los datos iníciales del expediente, que eran los básicos. Posiblemente, una investigación personal relacionada con infidelidad o algo similar, a la vista de esas pocas líneas que figuraban en el dosier.

A pesar de todo, y como era habitual en mí, volvería a preguntarle qué necesitaba de nuestra agencia, para que me lo contase en primera persona, mirándola a los ojos para observar su comunicación no verbal,  es decir, sus gestos, movimientos, tics, y ese tipo de cosas que dicen mucho de una persona.

La primera impresión fue magnífica.

Una mujer de unos cincuenta años, con el pelo a melena de peluquería, rubia teñida por las canas, elegante, con un traje ajustado con pantalones y una cazadora que le daba una apariencia mucho más juvenil, además de llevar muy conjuntados todos los accesorios, como el bolso, el pañuelo al cuello y todas sus joyas, que sin ser excesivamente caras, eran de gran calidad y además, bastante bien diseñadas en cuanto a detalles, piedras y orfebrería accesoria.

-       Siéntese, Mar, o prefiere que la llame María del Mar… Me llamo Matías. Soy el propietario y gerente de la agencia.

-       Mar, simplemente.

-       ¿Mar, en qué podemos ayudarla?

Durante unos minutos, la elegante visitante me contaba que alguien le había recomendado nuestra agencia para intentar realizar, según ella, una “empresa casi imposible”, hecho que por sí mismo me supuso, obviamente, un reto que tendríamos que intentar por todos los medios convertir en realidad.

De sopetón, me soltó la bomba.

-       Necesito saber si mi hermana es capaz..., de enamorarse.

Dijo sin dilaciones.

Inicialmente, me quedé absolutamente estupefacto, como fuera de lugar. Era como si se hubiese hecho de noche de pronto, como una sensación de frío cálido, algo agridulce, pero especialmente apetecible.   En suma..., algo muy contradictorio en aquella mañana fría de enero.

Pero como me considero una persona que no prejuzga, decidí dejarla hablar.

Brevemente, me puso en antecedentes de que su hermana Inmaculada, con más que algunos años inconfesables, más de treinta y más de treinta y cinco, tenía afición permanente de dejar a sus novios, por cierto, que había tenido varias docenas.

Había dejado en el altar a más de dos, y que parecía que no encontraba a su alma gemela.

Que se enamoraba y desenamoraba continuamente, que tenía a toda su familia en vilo, y que su madre viuda, quería casarla a toda costa, deseando que sentase su cabeza definitivamente antes de morirse.

Seguía contándome...

Creía que sería un milagro el que se enamorase Inmaculada alguna vez de verdad, pero que tenía que intentarlo, dado que quería, tanto que su madre, ella misma y su otra hermana, disfrutasen todas ellas, las tres, de ver a Inmaculada verdaderamente enamorada, que madurase sentimentalmente de una vez, y dejar de llamarla cariñosamente “la rebelde”, “la inconformista sentimental”, o la “ya tengo un nuevo novio”. Varios apelativos que la definían a la perfección.

Nuestra empresa de investigación, como es habitual en una agencia de detectives, se dedica a comprobar e investigar situaciones de todo tipo, entre las que destacan, generalmente, las infidelidades, como todos ustedes saben de sobra.

Como complemento a los clásicos servicios de investigación habituales en las agencias del sector, y desde hace años en que nos surgió por primera vez, siempre hay una primera vez en todo, damos un servicio muy especial, que solo hemos dado en contadas ocasiones a clientes muy especiales, y que creo sin miedo a equivocarme, que es la única agencia que lo da en el mundo.

Es un servicio inusual y extraordinariamente excepcional. Creo que no son ustedes capaces ni de suponerlo.

Durante unos breves segundos rememoro mentalmente aquella primera vez: Se trataba de un buen cliente y amigo, aunque algo mayor que yo.

Le habíamos hecho para su empresa diversos trabajos de investigación sobre alguno de sus trabajadores de falsas incapacidades, y bajas irregulares provocadas por diversos motivos.

Un buen día me llamó por teléfono, serio y preocupado. Habíamos llegado a tener cierta confianza e incluso unos lazos iniciales de amistad que duran hasta hoy.

Me contó su gran problema...

Su hija de veinticuatro años decía que se había enamorado para toda la vida de un “principiante de motorista, sin oficio ni beneficio”.

Sonrío al recordarlo.

-       Querido Francisco José, no te preocupes, se le pasará. (Le dije).

Pero estaba realmente preocupado. Conocía de la terquedad de su hija y no quería que estropease su vida. Lo había intentado todo y no había conseguido nada.

Me puse manos a la obra, investigamos y llevaba razón.

La solución que se me ocurrió fue drástica.

Que se enamorase de otro.

Francisco José, mi amigo, se quedó de piedra. No entendía nada.

Uno de nuestros detectives por entonces, era un joven realmente atractivo, aunque algo tímido. Con él y con mi “pócima” secreta conseguimos que la joven Rebeca, la hija de nuestro cliente y amigo Francisco José, se enamorara perdidamente de nuestro joven detective Arturo.

Lo siguiente parecía más fácil, desenamorarla meses después, aunque eso jamás lo conseguiríamos.

En todo caso, para entonces el principiante de motorista estaba en la cárcel por tráfico de drogas.

A día de hoy, Rebeca y Arturo, son un feliz y sólido matrimonio que tiene tres hijos preciosos.

Vuelvo a sonreírme al recordar que lo difícil no fue enamorar a Rebeca, sino que Arturo llevase la lección aprendida todos los días, que yo por la noche le facilitaba, bueno, yo..., y el repaso que le daba previamente al manual de mi bisabuelo Enrique, llamado según decían mi padre y mi abuelo, el “Seductor de los soportales”.

De mi bisabuelo Enrique, se contaba en la familia, que alardeó durante toda su vida de que había sido amigo y conversador durante varios meses, en cientos de paseos a las afueras de un Monasterio, cerca del famoso Moncayo, en el Sistema Ibérico, de un acreditado escritor del que ahora no vamos a entrar en detalles, aunque fue una figura muy importante del romanticismo español. Una de las más importantes.

Realmente, siempre hemos creído en la familia que todos esos detalles se los había inventado para darse importancia, al menos, en lo relativo a aquel misterioso conversador, del que al final nos diría su famoso nombre.

En fin, que fue un perpetuo romántico, un perfecto seductor de solteras y de casadas, y al que se le achacaban más de una veintena de bastardos. Un enamoradizo empedernido. Todas a las que echaba el ojo, se terminaban enamorando de él, y él…, las amaba a todas ellas.

Pues bien, que de aquellas famosas conversaciones con el famoso escritor romántico, mi bisabuelo Enrique, entonces un joven alocado y fantasioso, escribió un manual de la seducción, que heredó a su muerte mi abuelo, y a la suya mi padre, quien me lo regaló en mi veinticinco cumpleaños, al verme aún sin conocer el verdadero amor.

Por entonces le eché un vistazo, me reí varias veces y mira por donde, le saqué rendimiento profesional para el trabajito de Rebeca, años después.

Mar, me miraba algo descolocada.

-       Querida Mar, nuestro trabajo dista mucho de esa empresa que nos quiere encargar.

-       Matías, ya me dijo un buen conocido, que se haría usted de rogar.

-       ¿Cómo?

-       Don Francisco José me ha dado recuerdos para usted, y mi buena amiga Rebeca, su hija, todavía se ríe de todo lo acontecido hace unos años. Por cierto, su marido Arturo, le manda un abrazo cordial, y le vuelve a dar las gracias nuevamente, por ayudarle a encontrar su verdadero amor, gracias a sus “consejos”.

-       En fin, que estoy enterada de que usted a veces hace “milagros”.

Dada la cara que se me quedó, Mar supo de inmediato que aceptaba el encargo.

-       Bien, Matías, hablemos de los honorarios.

Después de unos segundos en que me quedé estupefacto, acerté a decirle:

-       No se preocupe Mar de los honorarios, primero tenemos que afinar muchos detalles.

Le pedí a continuación toda una serie de datos personales de su hermana, para que mi equipo pudiera empezar a trabajar adecuadamente, lo antes posible.

Por último, me facilitó una fotografía reciente de Inmaculada.

Me despedí de Mar, y quedamos en llamarnos cada semana y vernos tres semanas después a darle novedades.

Recuerdo que al quedarme solo en el despacho, contemplando la fotografía de Inmaculada, me quedé sin palabras durante varios minutos.

Inmaculada me pareció la mujer más bella del mundo, con una cara tan amable y sonriente, que no pegaba con el de una solterona “bala perdida”, alocada e inmadura, que había anulado ya varios enlaces matrimoniales, dos en la iglesia y dos en el juzgado civil.

La cara de aquella foto era absolutamente preciosa, sensual y miles de adjetivos amorosos más.

Una melena castaña clara rizada, unos ojos verdosos y azulados al mismo tiempo, una boca grande con unos labios enormes muy sensuales, y unos dientes preciosos, con una nariz grande, pero que redondeaba a la perfección su rostro como si se tratase de una diosa griega o romana.

-       Inmaculada… Inmaculada…

Susurré…

-       Maribel, ven, por favor.

Al entrar Maribel, sabía que teníamos una situación crítica.

-       ¿Qué pasa, Matías?

-       ¿En qué lío me vas a meter?

-       Maribel, tenemos un problema, y una guapísima mujer…

Mientras le mostraba la fotografía, le comenté a Maribel, que en esta ocasión ninguno de nuestros detectives estaba preparado para un trabajito de enamoramiento, ya que eran muy buenos profesionales, pero no le pegaba a ninguno el papel de seductor.

De repente Maribel, sonriendo maliciosa, pero asertivamente, me decía con esos ojos de mujer increíblemente lista..., mientras me miraba fijamente:

-       El papel es idóneo para ti, Matías.

Recuerdo con cara de sorprendido que, aunque lo había pensado por un instante, sería una locura que un hombre de mi edad pudiese hacer el papel de seductor.

-       ¿Qué pasa Matías?

-       ¿No vas a ser capaz de conquistar a una solterona, con esa cara de hombre italiano de anuncios..., y con la ayudita del manual…?

-       Necesitas, solo, vestir un poco más deportivamente y esta mujer caerá rendida a tus encantos, y no eres tan mayor, solo tienes cuarenta y muchos. Además, no los aparentas. (Sonrió).

-       Maribel. ¿Me echarás una mano, verdad?

-       Claro que sí…, “conquistador”.

Durante el resto de la mañana y parte de la tarde, encerrado en el despacho, releí de nuevo el dichoso manual del bisabuelo.

A la mañana siguiente, al despachar con el grueso de mi equipo de investigación, Luis y Pedro, les puse en antecedentes y nos pusimos en marcha.

Lo habitual: controlar el ordenador y el teléfono móvil de nuestro “paquete”, además de un seguimiento de veinticuatro horas por turnos, al que ayudarían otro par de profesionales eventuales, y dos expertos y eficaces colaboradores..., José Miguel y Verónica.

José Miguel me daría las herramientas de comunicador como experto coach, y Verónica, su visión psicológica, además de sus precisos trucos de facilitación de las habilidades sociales como experta psicóloga social.

Al cabo de solo tres días, teníamos lo preciso.

Inmaculada, al parecer, ya aburrida de su último novio Julio Andrés, al que veía solo los fines de semana, investigaba ya en páginas de contactos de la localidad, buscando quizás, un nuevo candidato a sufrir de sus encantos.

Pensar en pasar por un candidato, con un anuncio sugerente y adecuado para que la no tan joven Inmaculada picase el anzuelo, fue visto y no visto.

Al cabo de una semana, estaba manteniendo ya conversaciones por correo electrónico con Inmaculada.

El manual lo decía claro, no solo en el prólogo, sino en la primera frase y clave fundamental..., el primer encuentro, del capítulo primero, “Si en los primeros cinco minutos del primer encuentro, no ves brillo en los ojos de la dama, despídete y busca otra dama”.

El cachondo de mi bisabuelo lo dejaba claro, muy claro. Absolutamente claro, transparente y meridiano.

Bueno, eso sí, luego a continuación daba treinta y cinco trucos para no fallar en ese primer y fundamental encuentro.

El encuentro en la cafetería aquel último lunes de enero, que había sido todo un flechazo para ambos, y el inevitable encuentro en un apartamento, el cinco de febrero siguiente con Inmaculada, no dejaron duda alguna para este maduro investigador, de que estaba perdidamente enamorado de esa mujer tan especial, tan fascinante, tan perfecta, tan sensual, tan…, todo.

-       Matías, tienes un problema, bueno, o dos, o tres…

Me decía yo mismo en voz alta aquella mañana en que recibiría a Mar, para darle novedades de su hermana, mi amada Inmaculada, y además de los problemas profesionales, el tema personal con mi esposa, bueno ex esposa, con la que convivía.

Pensé para mis adentros, esto al final tendrá que salir bien.

-       Buenos días, Mar.

-       Matías, ¿tenemos buenas noticias?

-       Malísimas, Mar, malísimas.

-       ¿Cómo?

-       Su hermana, creo que no tiene arreglo.

-       ¿Pero cómo?

-       Su hermana fascina a todos los hombres que se encuentran a su paso, se ilusiona con ellos, y al cabo de poco tiempo, se aburre y los deja, y claro, busca más, algunas veces, no los busca, y se los encuentra. Al ser tan atractiva, es un imán para los hombres, para todo tipo de hombres, aunque ella los prefiere especialmente maduros.

-       ¿Y Julio Andrés? Su novio actual.

-       Ese, no se entera de nada, además, lo va a dejar seguro más bien pronto que tarde, pues estaba iniciando dos relaciones más la semana pasada.

-       ¿Pero Matías, qué me cuenta usted?

-       Creo que podré arreglarlo todo en un par de meses, será una tarea dura y ardua, pero creo que su hermana, estará casada en menos de un año con alguien al que querrá para el resto de toda su vida, y dejará por fin, tanto novio y tanto “amigo”. Vaya hermana que tiene usted, Mar…

-       Matías, no se preocupe por el dinero.

-       Mar, se lo digo de verdad, el dinero no es un problema..., el problema, es que Inmaculada jamás ha conocido el amor de verdad, pero lo va a conocer pronto..., muy pronto..., aunque, no sabemos su reacción final.

-       Confío en usted, Matías.

-       No se preocupe Mar, confíe usted en mí.

Respiré profundamente cuando se fue.

Le había prometido algo que no sabía si podría conseguir, aunque lo deseaba, y aquel beso en el semáforo me había dado mucha confianza.

Recordé ese maravilloso beso, dos noches atrás…

Nos habíamos despedido, después de esa primera velada maravillosa de casi seis horas de pasión, la había acompañado, ella en su coche, y yo en el mío, hasta el semáforo de una rotonda, que ya la llevaría directamente hacia su casa sin problemas.

No conocía ella demasiado bien aún, aquella urbanización de las afueras donde se encontraba el apartamento.

Pues bien, al bajar del coche y acercarme a su ventanilla, mientras el semáforo estaba en rojo para decirle que siguiendo esa avenida, saldría sin problemas hacia su destino, nos miramos y sin hablar nos dimos un apasionado beso, que solo fue interrumpido por la luz verde.

Me quedé anonadado.

Mientras la veía alejarse, recordé los recientes momentos de amor y pasión. Como había adorado aquel cuerpo menudo lleno de lunares, como había besado cientos de ellos, y como había lamido amorosamente su sexo sin prisas, mientras su cuerpo templaba gracias a los orgasmos que se sucedían uno tras otro. Aquel maravilloso sexo junto a sus caderas, temblaba y temblaba como si se tratase de un eco permanente interior, dentro de aquel indescriptible cuerpo bello, sensual y único.

El sexo había sido glorioso para ambos. Nuestros cuerpos se sentían unidos en aquellas variopintas posturas sin deseo alguno de separar aquel vínculo íntimo que tanto nos seducía. Incluso habíamos conseguido un orgasmo unidos sin movernos, con tan solo besarnos. Mi sexo latía dentro de ella, el suyo me comprimía. Con tan solo esas sensaciones y nuestros besos, llegamos a un orgasmo indescriptible que nos hizo temblar de emoción.

El sabor de nuestros vaciados recíprocos de fluidos en nuestras bocas era proveedor mayoritariamente de orgasmos automáticos, tanto físicos como emocionales, a veces dobles y triples. Algo, amigos, realmente único. Sin duda, el amor y el sexo estaban unidos de por vida para aquellas dos almas..., la mía y la de Inmaculada.

Inma... Inma... Inma... (No dejaba de nombrarla a cada instante en mi mente y en la soledad de mi despacho). Maribel se dio cuenta enseguida.

-       Matías..., Matías, estás desconocido. Jamás te había visto así de enamorado... Bueno, jamás había visto a nadie así. (Me decía aquella mañana al llevarme el café).

Las semanas siguientes fueron maravillosas, las llamadas de teléfono y los correos electrónicos, sobre todo..., cada vez entrábamos en más detalles amorosos. Solo tenía en mi mente a Inma. La agencia iba bien, bajo la eficaz supervisión de Maribel.

El manual funcionaba a la perfección y creo que al cabo del primer mes, Inmaculada estaba enamorada, aunque se resistía a creerlo y menos a confesarlo. Lo releía todos los días. Me lo sabía de memoria.

Capítulo siete…, capítulo ocho…, capítulo nueve…, “el abrazo”…

Cuando me abrazó de esa manera por primera vez, supe que era la mujer de mi vida.

Capítulo diez…, capítulo once…, “la confesión”…

Era ya, mediados de marzo, y nos confesamos la realidad de nuestros sentimientos, abrazados una noche después de haber hecho el amor apasionadamente durante horas. Nos habíamos emocionado, ambos lo sentíamos así. Allí, unidos nuestros sexos una vez más, recibiendo impulsos orgásmicos permanentes, físicos y mentales. En aquella cama, eje central de nuestra pasión, en donde nos devorábamos tres noches por semana hasta la saciedad, donde dábamos rienda suelta a un amor sobrenatural y a un sexo sin limitaciones. Éramos amantes de nuestros cuerpos, fluidos y sabores.

Había dejado ya a Julio Andrés, y a dos o tres amigos más, a los que tenía ya olvidados y no volvería a contestar a sus insistentes mensajes para verla.

Solo quería estar conmigo para el resto de su vida.

Me lo había confesado.

-       Te amo Matías, te amo como jamás había amado antes. Es la primera vez que siento en toda mi vida algo así.

A finales de marzo, ya hacíamos planes en común.

A primeros de abril,  planeábamos vivir juntos.

Aquella última velada de abril en la que, exhaustos de amor y pasión, dormimos ajenos al mundo, había sido épica. Nos habíamos quedado sin sentido en aquella sublime postura del sesenta y nueve, después de alcanzar el nivel máximo del placer. Previa y recíprocamente, durante horas, nos habíamos amado oralmente nuestros respectivos sexos como nunca hasta ese instante, para finalmente saborear y deglutir nuestras esencias, y finalmente quedar abstraídos de una soñolencia sensual sin parangón.

Creo no equivocarme al decir que jamás ninguna pareja de enamorados había disfrutado tanto de su amor, no solo física y emocionalmente, sino en el  conjunto de sus energías,  tanto terrenales como sobrenaturales.

En mayo vivíamos juntos y enamorados.

Era absolutamente feliz. Ambos lo éramos.

Era el hombre más feliz del mundo. Sentía que sería así para el resto de mi vida. No tenía ninguna duda.

No tenía dudas de que sería así, de que nada ni nadie podría jamás separarme de aquella maravillosa mujer.

La boda fue maravillosa…

...

-       Matías…, Matías…, levántate, que llegas tarde a la oficina.

Abrí los ojos…,  me sentía confuso…, pensé en Inmaculada…, en todo lo acontecido….

Mi esposa, bueno, ex esposa, con la que convivía, delante de mí…, me decía:

-       ¿Qué te pasa?

-       Que cara tan extraña tienes.

Aún medio dormido, seguía intentando pensar con claridad.

Había sido un sueño, un maravilloso sueño, pero solo un sueño.

¡No podía ser!

No podía ser cierto, recordaba con toda claridad todos los detalles, todas sus facciones, todos sus besos, incluso todos sus olores y sabores.

Me quedé triste y sin palabras.

Estaba realmente frustrado y no me hubiese importado morir en aquel preciso momento.

Me levanté, me duché, y sin desayunar me fui a la oficina.

Aquella mañana de enero era fría y gris.

Triste y meditabundo, el teléfono sonó y me sobresaltó sobremanera, pues estaba absorto aún en el recuerdo de aquel sueño extraño y tan real a la vez.

Al otro lado, Maribel me decía:

-       Matías…, algo muy raro…

-       Una mujer por teléfono que está buscando al jefe que se llama Matías.

-       ¿Quién es?

-       No me lo ha dicho, habla de un sueño que ha tenido contigo.

Mi corazón dio un vuelco y la carne se me puso enervada y mi vello absolutamente erizado.

-       Pásame, deprisa….

Mi corazón palpitaba sin ton ni son, y mi alma estaba a punto de estremecerse.

Como pude,  contesté al teléfono, sin apenas poder claramente articular palabra, y con una necesidad imperiosa y vital de que fuese realmente un auténtico e inexplicable milagro.

Tenía que ser ella, no podía ser de otro modo…

-       Hola Inm… Sí..., digo…, diga-me… ¿Dime? ¿Quién es?

-       Buenos días. ¿Matías?

Reconocí su voz al instante…

05/21. CARA DE CIRCUNSTANCIAS…

Somos una pareja liberal con bastante experiencia en intercambio con otras parejas, pero también con hombres y mujeres solos, haciendo tríos.

Hemos estado en bastantes clubs liberales, especialmente cuando hemos estado de vacaciones, aunque también solemos acudir a clubs de nuestro entorno, en Córdoba, Toledo y Mérida.

Obviamente, muchos en Madrid, aunque nos agobia un poco la gran ciudad y preferimos escaparnos lejos de ella.

A veces hemos acudido a fiestas liberales multitudinarias. Recordamos cómo hace unos años acudimos a un chalet a las afueras de Madrid, donde nos juntamos medio centenar de parejas.

Tenemos contacto con varios grupos de parejas de Madrid y Jaén, y a veces nos reunimos en una casa rural, a media distancia de ambas ciudades en la N-IV, en plena región manchega, y muy cerca de una de las capitales vitivinícolas más importantes de la zona.

Con el buen tiempo acudimos bastante al chalet de una pareja amiga pacense, donde habitualmente, nos reunimos media docena de parejas a disfrutar durante todo un fin de semana de sexo, y encantadoras vistas  frente a un agradable pantano, donde incluso podemos pasear en barca.

En invierno promovemos fiestas liberales más pequeñas en nuestra casa de provincias casi todos los fines de semana, tan solo dos, tres y como mucho, hasta cuatro parejas, donde compartimos, además de sexo lúdico y saludable, salidas por nuestra pequeña ciudad natal, para degustar tapas y vinos.

Gracias a estar en una de las mejores páginas de contactos liberales del país, hemos tenido la suerte de conocer a muchas parejas de, prácticamente, media España.

Al estar en un punto equidistante en la mitad del país, muchas parejas que viajaban del norte hacia el sur, o del este al oeste o viceversa, han parado en nuestra casa a descansar en fines de semana, puentes o vacaciones..., descansando del viaje, y de paso conocernos.

Si ha habido química sexual, además de compartir buenos ratos de ocio, hemos disfrutado de sexo gratificante con, mayoritariamente, excelentes personas. Personas “diez”.

De entre nuestras centenares de anécdotas con parejas liberales, hoy les hemos seleccionado la primera experiencia liberal de una excepcional pareja, que eran y seguirán siendo con toda seguridad, unas buenísimas personas, aunque algo inocentes...

Esperamos que la disfruten…

Se llamaban…, Fernando y Laura.

Nos conocieron a través de uno de los anuncios que solemos poner en páginas de contactos para parejas liberales.

Después de comunicarnos por correo electrónico nos intercambiamos nuestros números de teléfono.

Siempre recomendamos que las nuevas parejas consigan un número de teléfono específico para este tipo de contactos, y así poder evitar que gentuza, haciéndose pasar por pareja liberal, accedan a nuestra posible privacidad.

La discreción más absoluta debe primar en las relaciones sociales liberales, y solo cuando ya existe una confianza básica entre dos parejas, es razonable facilitar más datos personales o números privados.

Volvamos a la razón de este relato…, Fernando y Laura.

Habíamos hablado por teléfono y por WhatsApp varias veces, eran de un pueblecito de la Andalucía interior.

Parecían buena gente, esa es la sensación que tuvimos Verónica y yo, desde que iniciamos las conversaciones con aquel matrimonio.

Nuestra costumbre, como ya sabéis, y si no es así, lo estáis sabiendo en este momento, es sugerir a la otra pareja, primeramente, que hablemos los cuatro por teléfono antes de intercambiarnos fotos de cara.

El  motivo es, lógicamente, evitar que alguien se haga pasar por pareja, no siéndolo. Vamos, los clásicos obsesos pajistas calenturientos, coleccionistas de fotos, de los que hay infiltrados bastantes en este excitante mundo liberal.

Si es posible y no hay inconveniente en ello, nos gusta hablar cada persona con su hipotética pareja sexual, del posible futuro intercambio. En caso contrario, hablamos los cuatro al unísono poniendo el altavoz del teléfono.

Es decir, el hombre de la otra pareja habla con Verónica, y su esposa o pareja habla conmigo.

El motivo es verificar por teléfono, a lo largo de esa primera conversación, si ambos lo tienen absolutamente claro, y así evitar encuentros que se pueden tornar en desagradables, y abruptas despedidas en un encuentro precipitado sin garantías.

A veces, alguno de ellos no lo tiene suficientemente claro, generalmente ellas, y es preferible ser prácticos antes de perder mucho el tiempo hablando interminablemente de gustos sexuales y zarandajas que no llevan a ningún sitio.

A veces, aunque pocas, son ellos los celosos. Desean estar con otra mujer, pero detestan en silencio que sus esposas disfruten con otros.

Sigamos…

Nos pusimos previamente de acuerdo y aquella noche hablaríamos, cada cual con su "otra" pareja…

Así fue y así pasó…

Verónica había hablado con Fernando, y le había parecido amable, simpático, divertido y con muchas ganas de practicar sexo liberal.

Fernando, le había confesado que llevaban años deseando hacer un intercambio sexual, que hablar de ello en sus sesiones íntimas, prácticamente a diario, les producía una excitación sin igual.

Del mismo modo, Laura había hablado conmigo. Yo soy José Miguel. Perdón, no me había presentado aún.

Durante un buen rato habíamos conversado sobre sexo, en general, y sexo liberal, en particular, la frecuencia de sus relaciones, e incluso le había preguntado expresamente, si el deseo de hacer intercambio era cierto, y en qué medida Laura, lo deseaba.

Frecuentemente, las mujeres acceden a estas peticiones de sus maridos o parejas, basadas no en su deseo real, sino en un amor ciego a sus cónyuges, un error habitual que, en ocasiones, no es sino la primera fase de una posterior crisis matrimonial, que a veces puede terminar en una ruptura.

Hay que tener mucho cuidado con eso. Es muy delicada la línea que puede dividir una posible aventura con ocultos restos de egoísmo, o una falsa predisposición a cualquier cosa que nos sugiere nuestro ser íntimo más querido. El sexo liberal tiene sus riesgos.

Laura, lo tenía claro absolutamente, con un cierto miedo a ese primer encuentro, solo por el hecho de no conocer el ambiente, pero también lo deseaba con intensidad, al igual que su marido, Fernando.

Pensaban, ciertamente, que el intercambio les iba a resultar beneficioso en su vida íntima, que cada vez caía más en la clásica e inevitable monotonía, como en la gran mayoría de parejas.

Después de pasar esta primera parte de nuestro protocolo habitual, en ese mismo instante, de manera inmediata nos intercambiamos unas fotos de cara.

Ellos contestaron enseguida diciendo que a ambos les parecíamos bien los dos.

Las edades eran similares, todos cuarentones altos, a excepción de Verónica, que era algo más joven.

Realmente, tenían cara de buena gente, que es lo primero que buscamos en estos encuentros, pues es preferible unas buenas personas, personas “diez”, como decimos nosotros, a unos atléticos y cuidados cuerpos, o cuerpos “diez”, siempre hablando en términos generales.

No es lo mismo tener unos pocos kilitos de más, cuatro o cinco, que decenas de kilos o incluso rayar en la obesidad, del mismo modo que no es lo mismo, que una persona sea bajita o más alta de lo normal, a que ambos, tengan escasos 1,50 centímetros o que estén rozando los 1,90. En fin, algo dentro de un rango de normalidad.

Nos hemos encontrado de “todo” en este mundo, al margen de los convencionalismos sexuales habituales.

Sigamos…

Sus fotos también estaban bastante bien.

Nos gustaron inicialmente, y pusimos fecha al encuentro.

Al no tener hijos, el intercambio se produciría en nuestro apartamento de fin de semana provincial, pues nuestro loft en Madrid, no reunía las condiciones adecuadas para encuentros liberales, y nuestro horario laboral tampoco nos lo permitía.

Ellos tenían dos hijos, una hija, ya emancipada que estaba ya viviendo en pareja y el otro, un hijo mayor de edad, que se quedaría en su casa bajo la supervisión de los cuñados.

No tenían inconveniente en desplazarse, e incluso alojarse en nuestra casa si todo salía según lo planeado, pasando la noche del viernes y la mañana del sábado juntos los cuatro.

El sábado por la tarde, después de comer, tenían que volver a un evento familiar en su localidad de origen, a escasas dos horas de nuestro domicilio de fin de semana.

Tanto Verónica como yo, habíamos decidido darles una oportunidad.

No solemos hacer muchos intercambios con parejas sin experiencia, pero en ocasiones, nos sentimos bien intentando ayudar a iniciarse a parejas noveles en este excepcional, increíble y maravilloso mundo liberal.

Nunca hemos tenido un éxito absoluto con todas las parejas noveles, pero es reconfortante ver las caras de satisfacción de las parejas cuando están a gusto practicando sexo con otras parejas afines, sobre todo cuando surge la química personal, además de la sexual, entre cuatro personas adultas.

Llevábamos hechos en aquel momento, aproximadamente, un par de centenares de intercambios de pareja, y de vez en cuando nos gusta alternarlos con una pareja novel.

Debemos de transmitir conocimientos a futuras generaciones. ¡No es broma! Es una necesidad natural de las personas, la transmisión de conocimientos, además, nuestra disposición pedagógica natural, generalmente nos producía buenos resultados y mayoritariamente, muchos agradecimientos sinceros posteriores.

Muchas parejas a las que hemos tenido el honor de iniciar, son en la actualidad muy buenos amigos nuestros.

Fernando y Laura, sabían que no había obligación de hacer nada…, absolutamente nada, sin estar seguros los cuatro, especialmente ellos que eran los noveles.

Sabían que nos conoceríamos personalmente, que hablaríamos de sexo con absoluta libertad y que los cuatro, por unanimidad…, por absoluta unanimidad, decidiríamos dar el paso siguiente.

Verónica y yo siempre decimos lo mismo a todas las parejas que quieren tener un encuentro con nosotros, no haremos nada si alguno de los cuatro pone alguna objeción.

Es necesaria sinceridad, transparencia y auténtica comunicación en estos encuentros, a fin de evitar que una de las cuatro personas practique sexo sin que le apetezca realmente, lo que es realmente una frustración.

A Fernando y a Laura les advertimos que, si no había en persona la química natural  y sexual necesaria, no haríamos nada.

Obviamente, aceptaron nuestra condición.

A veces, unos kilos de más, ya les he hablado antes de eso, una aparente o evidente falta de  higiene, un excesivo olor corporal, mal aliento, carencia de piezas dentarias, tener caspa o cualquier otro detalle accesorio, enfría el deseo sexual cuando ves a las parejas en persona.

Otras veces, el simple hecho de no ser una pareja comunicativa y social, o alguno de los dos es excesivamente tímido, no alienta a dar ese maravilloso paso que es el disfrute compartido de un intercambio de parejas a cualquier nivel.

Generalmente, no se tiene un conocimiento exacto de qué es y cómo se vive desde dentro el mundo liberal y un intercambio sexual, entre dos parejas.

Muchas personas creen, erróneamente, que el intercambio es llegar a un hotel, desnudarse y ponerse a follar como locos.

No, queridos amigos, ni mucho menos…

Cuando hay afinidad personal y sexual, un intercambio de parejas puede realizarse de infinitas formas, desde las más simples, suaves o light, como sería..., el hablar libremente de sexo con la persona opuesta, hasta la máxima expresión de esta sana y excepcional forma de ver el sexo, que sería..., realizar sexo completo con penetración.

Entre ambos extremos hay toda una infinidad de posibles contactos…, solo tocarse, besos, caricias, masajes, practicar solo sexo oral, o incluso una que encanta a exhibicionistas y voyeristas, que es hacer sexo juntos los cuatro en una misma cama o en una misma habitación, pero cada pareja con su “pareja sentimental”, sin absolutamente tocarse para nada.

En cuanto a la práctica de sexo completo, es decir, que termine en penetración, hay también infinitas variaciones, desde hacerlo los cuatro juntos en una misma habitación, intercambiándose, obviamente, las parejas, a hacerlo por separado en diferentes habitaciones o incluso quedar en diferentes hoteles, cada cual con su pareja sexual de aquel momento puntual y quizás único, que no habrá de repetirse nunca más.

Es cierto que hay bastantes parejas que no repiten jamás con la pareja con la que acaban de estar. En nuestro caso, preferimos tener una relación de amistad, además de sexual, y vernos muchas más veces. Tener una cierta confianza con la otra pareja tiene sus pros y sus contras.

Hay de todo en la viña del Señor…

Hay parejas que quieren hacer intercambio, pero no ver a sus parejas haciéndolo. Eso para nosotros es un mal síntoma, pero respetamos todo… No puede ser de otra forma, pues cada pareja puede “ver” este mundo de diferente manera.

Nadie tenemos la exclusiva de la certeza absoluta.

Luego existen diferentes roles o juegos dentro de las parejas liberales, de los que todos habrán oído hablar, como son los roles de cornudos y cornudas, el cuckolding, una variante cada vez más en auge, en donde el marido disfruta, sabiendo o incluso viendo que su mujer hace sexo con un tercero. También en el lado opuesto, aunque menos, existen mujeres que disfrutan de ver a sus maridos con otras mujeres.

En fin, un mundo realmente infinito…

Sigamos con esta pareja tan buena gente, como eran, Fernando y Laura…

Habíamos quedado, como les refería a todos ustedes, un viernes por la tarde para pasar la velada, tomar algo, y si terminábamos de tener la química suficiente, tanto personal como sexual, pasar a la acción.

Los cuatro estábamos de acuerdo y lo habíamos hablado suficientemente por teléfono.

Habíamos quedado en una cafetería, cerca de nuestro apartamento, al objeto de ese primer contacto, tomar algo y decidir el siguiente movimiento, paso, o fase a dar…

Tomamos unas cervezas, hablamos del viaje, rompimos el hielo y accedimos los cuatro, de común acuerdo, a subir a nuestro apartamento, con la firme convicción de hacer un intercambio sexual.

Fernando y Laura, entraron en nuestro apartamento, les invitamos a sentarse en el sofá, se pusieron cómodos, les enseñamos el apartamento en señal de buena educación, y de la habitual cortesía.

Nos pusimos a tomar un refresco mientras ultimábamos los detalles prácticos del inminente encuentro.

Nos gusta ser prácticos, aunque tampoco dar la sensación de impaciencia.

Consideramos que es bueno no empezar a marear la perdiz, y empezar a tomar copas innecesarias.

Les preguntamos, por última vez, si estaban decididos. Se miraron a los ojos, y asintieron.

Hablamos de los detalles.

Les hablamos de lo que sucedería a continuación…, de que pasaríamos al dormitorio los cuatro, que cada pareja sentimental desnudaría a su cónyuge, que nos tumbaríamos en la cama, y que comenzaríamos a hacer una habitual sesión de sexo…, salvo el detalle morboso de tener otra pareja al lado…

Un rato después, cuando los nervios se hubiesen templado un poco, se procedería a ir tocando suavemente a la “otra” pareja, la que sería la pareja sexual puntual en aquel primer encuentro… Siempre, antes de acceder a realizar una sesión con otra pareja, nos aseguramos de que los gustos sexuales sean similares, a fin de evitar que la sesión sea un fracaso.

Nuestro tema de conversación fundamental previo..., son el sexo oral y los juegos preliminares.

Nos encantan las sesiones largas de dos a tres horas como mínimo, y disfrutar mucho de los juegos previos, mucho sexo oral, música, caricias, masajes, velas, incienso, juguetes…, dejando  para el final la penetración, y no necesariamente.

Si el cuerpo lo pide, bien.

Respecto a la penetración, aunque sin ser obsesivos por ella, tiene para nosotros la importancia que le damos… Muy poca.

Generalmente, las parejas maduras no utilizan preservativo en sus relaciones y al utilizarlos sin mucha frecuencia, los varones maduros suelen decaer en su actitud sexual, es decir, que tienen problemas de erección, lo que puede arruinar una velada sexual para los cuatro innecesariamente.

Por eso nosotros, al menos recomendamos, que al final de la sesión, salvo que se disponga otra cosa, cada hombre penetre para correrse a su pareja sentimental, y así evitar la tensión de un posible “gatillazo”.

Fernando y Laura, eran novatos e iba a ser su primera vez, como todos ustedes saben.

Venían dispuestos a todo..., con sus miedos y sus reservas, era natural.

Verónica preguntó a Fernando si le gustaba que le hiciesen sexo oral, a ella le encanta hacer sexo oral, también recibirlo, pero sobre todo hacerlo.

Siempre había dicho que de desear morir haciendo sexo, desearía morir comiendo una buena polla, una enorme, caliente y dura polla.

Él contestó que sí.

Esto va genial,  debió de pensar Verónica, tal como se apreciaba en la expresión de su cara.

Éste que relata, José Miguel, preguntó a su vez a Laura, que si le gustaba el sexo oral y que cuantos orgasmos podría tener con un buen sexo oral, y en su caso, con posterior sexo vaginal.

La pregunta tiene su aquél, ya que si la mujer sólo tiene un único orgasmo, aunque sea muy espléndido y súper-especial, hay que saber administrar sabiamente, las rutinas de caricias y lamidas erógenas, y así evitar un orgasmo demasiado madrugador que pueda enfriar la sesión de los cuatro.

Ya me había pasado, al principio de nuestras experiencias liberales, empezar a comer el coño de una mujer, correrse enseguida y dejar de tener más ganas de sexo. Lo que “enfría”, indudablemente, una sesión sexual a cuatro.

Es mejor prevenir que lamentar…

Laura dijo que sí, que le encantaba el sexo oral, pero que raramente tenía orgasmos de esa forma, que a lo largo de sus más de veinticinco años de relaciones sexuales con su marido, su única pareja sexual, apenas en solo dos ocasiones contadas, había tenido orgasmos de esa manera, que lo habitual en ella era tener orgasmos vaginales, sobre todo, estando ella encima.

Dijo que podía tener varios orgasmos vaginales en una sesión sexual.

También dijo que disfrutaba mucho cuando su marido le hacía sexo oral, aunque, generalmente, no se corría así.

Accedimos a tener la sesión con Fernando y Laura.

Al menos Verónica, disfrutaría de Fernando, y yo podría disfrutar de lo que más me gusta…, hacer sexo oral a una mujer complaciente, que no le disgusta que se lo hagan, aunque no se fuese a correr o no tuviese muchas probabilidades de ello.

Que no fuese a tener probablemente un orgasmo era secundario, algo frustrante para mí…, pero secundario en todo caso.

Pasamos los cuatro al dormitorio de invitados, en donde habría de desarrollarse el primer intercambio sexual de Fernando y Laura.

Tal como habíamos quedado previamente, nosotros nos empezamos a desnudar, ellos nos imitaron.

Cuando desnudé suavemente a Verónica, Fernando, sin dejar de mirarla, desnudó a Laura.

El cuerpo de Laura era espléndido para su edad, unos pechos voluptuosos, aún tersos, un buen culo y una espléndida figura a pesar de haber tenido dos hijos.

Era preciosa y tenía un buen cuerpo.

Ambos tenían 47 años, y se conservaban bastante bien.

Todo iba perfecto.

Verónica estaba expectante por ver el tamaño de esa ansiada polla que, probablemente, habría de empezar a comerse en breves segundos.

Era de tamaño normal, pero parecía muy dura y apetecible.

Cuando Verónica dejó al descubierto mi polla al quitarme la última prenda, la cara de Laura hizo un gesto de sorpresa..., agradable, pero de sorpresa. Fernando, solo exclamó:

-      Joder, José Miguel, qué herramienta.

Laura confesó que, como jamás había visto otra polla tan de cerca, aparte de la de su marido y alguna película porno, le sorprendió verla tan grande.

Ocupamos, aproximadamente, media parte de la cama y ellos hicieron lo mismo en la otra media.

Después de unos minutos desnudos los cuatro, besando y acariciando cada uno a su pareja natural..., las manos fueron desviándose a los cuerpos de nuestros invitados y viceversa...

Las manos de José Miguel, iniciaron un recorrido pausado desde los pies de Laura, y fueron subiendo poco a poco, sus pantorrillas, sus muslos, sus caderas, poco a poco….

Fernando, imitaba todo y empezó a acariciar a Verónica.

Estábamos en pleno inicio del intercambio.

Se estaba consumando la primera experiencia de Fernando y de Laura.

Empecé a besar delicadamente todo el cuerpo de Laura, mi pareja sexual de ese momento…, sus pechos, sus hombros, su cuello, y su boca perfecta.

Acaricié toda su cabeza, me encantaba ese pelo rubio y corto.

Fernando, hacía lo mismo con Verónica.

Durante unos minutos besé nuevamente sus pechos, los acaricié con ternura y me detuve en su ombligo para, a continuación, acariciar sus caderas, y besar ambas ingles diligentemente.

Laura, parecía estar muy a gusto.

Verónica, tomó la iniciativa con Fernando, y empezó a comerle su polla normalita, pero dura.

Después de un buen rato de preparación delicada alrededor de su rapado sexo, yo empecé a rozar la preciada zona erógena de Laura con mis labios, y tímidamente con mi lengua.

Noté a simple vista su clítoris muy hinchado, y poco a poco, después de varios lascivos movimientos lentos de mis labios y boca, comencé a lamerlo con gusto y con muchas ganas…

Parecía un perfecto coño para mí. Lástima que no fuese una mujer clitoriana. Pensé.

Me apetecía comerlo intensamente, tan grande, tan sobresaliente.

Fernando, allí al lado, mientras Verónica le seguía comiendo su polla dura, no dejaba de mirar a su esposa Laura.

Yo disfrutaba plenamente de comer aquel coño tan maravilloso y caliente de Laura.

Pensaba que, como probablemente, no iba a correrse, no corría el riesgo de que aquello terminase pronto.

Me encanta estar comiendo un coño durante mucho tiempo…, he llegado a estar comiéndome el sexo de una mujer durante horas.

Ese botón lujurioso de Laura, pedía a gritos ser bendecido con mi boca caliente y húmeda.

Le estaba haciendo la técnica del reloj.

¿La conocen?

Es pensar que aquel coño tiene doce horas y pasar por todas ellas, como, “cantando o tocar la campana”, cada una de las doce horas…

Las doce, la una, las dos…, parando en cada una de ellas, y rozando su clítoris con la lengua de manera intensa, durante unos breves segundos.

Entre “hora y hora”, mi lengua pasaba totalmente estirada hacia arriba y hacia abajo, lamiendo todo su sexo desde el final del pubis hasta las cercanías de su culo.

Alternativamente, también llegaba a lamerle su perineo con habilidad, esa delgada unión del final de su aparato vaginal con su ano..., que es una zona, generalmente, muy erógena.

Después de dar dos o tres “vueltas de reloj” a aquel caliente y húmedo sexo de Laura, finalmente, atrapé con mis labios, como si se tratase de un prisionero a su clítoris, y mi juguetona lengua dio cuenta de él, haciéndole lamidas rítmicas y muy rápidas, tanto de manera horizontal como vertical.

Eso, en condiciones normales les gusta mucho a las mujeres clitorianas, y generalmente, les suele llevar al orgasmo, aunque en eso yo no pensaba en ese preciso momento, pues simplemente, estaba disfrutando de lo que más me gusta…, comer un coño apasionadamente.

Mientras tanto, Verónica, seguía lamiendo viciosamente la polla de Fernando, que no dejaba de mirar la cara de Laura, una cara que no era precisamente de sufrimiento…

A los siete u ocho segundos de aquel instante mágico en que le hacía diabluras “rápidas” a su clítoris con mi lengua insistente, Laura empezó a gemir con intensidad, con mucha intensidad, con impredecible intensidad.

Sus caderas empezaban a temblar…, sus piernas también….

Laura, sin lugar a dudas, estaba empezando a tener un orgasmo, increíblemente.

Las piernas temblaban encima de mis hombros…

Sus caderas se alzaban bruscamente… Tenía que sujetarlas con fuerza para que su clítoris no se saliese de mi boca.

Laura, estaba teniendo el tercer orgasmo oral clitoriano de su vida...

La cara de Fernando era un poema.

Laura, con los ojos entreabiertos y con cara de circunstancias solo pudo decir:

-      Ummm, qué bien lo comes, José Miguel…

-      Ummm, qué placer….

-      Ummm…

-      Me acabo de correr como nunca… (Le salió de forma natural el comentario).

Yo me había quedado de una pieza, al oír aquello…

Sabía que estaba disfrutando mucho, pero nunca pensé que Laura se fuese a correr, ya que, previamente, me había dicho que tan solo se había corrido dos veces con su marido de esa forma en todos sus veinticinco años de relaciones…

Estaba agradecido por aquel honroso detalle, de haberme ofrecido su tercer orgasmo clitoriano, precisamente a mí.

En compensación, le dije para halagarla, que era uno de los coños más sabrosos que había comido en toda mi vida.

Casi siempre se lo digo a todas las mujeres después de haberles sacado el primer orgasmo, creo que las relaja para el siguiente, aunque este no era el caso.

¿O sí?

No era verdad que ese hubiese sido el mejor coño más sabroso..., era nuevo, excitante y lujurioso, pero nada más.

No estaba de más, tener una cierta cortesía con alguien que te ha dado un súper orgasmo en tu boca, de esa manera tan superlativa de caderas y piernas temblando de placer.

Yo estaba cachondo, aquel orgasmo me había puesto  mucho más cachondo, y quería seguir comiendo el coño de Laura.

Por ello, le pregunté que si le importaba que se lo siguiese comiendo un poco más…, aunque fuera o fuese más despacio…

Dijo que siguiese.

Insistí en preguntarle si tenía su clítoris demasiado sensibilizado después del orgasmo que había tenido hacia unos segundos, y no quería reconocerlo por timidez o por cualquier causa.

No quería molestarla, si lo tenía muy sensibilizado.

Ella, simplemente dijo:

-      Sigue, no pares… Me sigue gustando…, y sigo disfrutando mucho….

Seguí comiéndolo con ganas…

Pasaron unos minutos.

Ella seguía gimiendo y se retorcía nueva, y aparentemente de placer.

-      Ummm…

-      Ummm…

-      Ummm…

Fernando, cada vez tenía la cara más rara, al escuchar gemir a Laura de aquella manera…

Laura, empezó nuevamente a temblar…

¿Sería posible?

-      Ummm… Ummm…

-      Ummm... Ummm…

En segundos, llegaba el cuarto orgasmo, la cara de Fernando estaba desencajada...

Yo también estaba asombrado, aunque no tanto. Sé que como muy bien el coño, me lo han dicho centenares de mujeres.

Fernando, pidió comerle el coño a Verónica, quizás para contagiar la habitación con gemidos de mi mujer, y así intentar sacar gemidos a dos voces…

¿Quizás?

Miré a Verónica mientras dejaba descansar a Laura unos segundos.

Verónica, recibía ese primer sexo oral de Fernando, y con su mirada me mandaba un mensaje mental decepcionante.

( Yo creo que ya sé por qué Laura, solo había tenido dos orgasmos en su vida…).

Dejé descansar, como les digo, unos segundos a Laura, para de inmediato, empezar a volverle a comer su delicioso coño, que realmente, estaba disfrutando de comer.

Eso sí…, se lo comería muy despacio…, no quería correr el riesgo de que se sensibilizase de más y aborreciese mis lamidas…, estaba disfrutando mucho de aquel coño.

Verónica, estaba teniendo algunos orgasmos, aunque no con tanta intensidad como es en ella lo normal. Ella es muy sensible y prácticamente, se corre con cualquiera que le coma el coño, aunque sea muy mal.

Eso alegró un poco la cara de Fernando.

Yo seguía lamiendo aquel delicioso coño de Laura, aunque ya sin tanta intensidad, deseando que no volviese a correrse, pues veía la cara de Fernando, de rojo.

No tuve suerte.

Laura, seguía gimiendo como loca…

-      Ummm…

-      Ummm…

-      Ummm…

Y finalmente, se corrió por quinta vez en su vida de manera oral.

Las últimas tres veces, en apenas quince  minutos.

Para intentar arreglar un poco la situación, que se desmoronaba por momentos, creo que soy bastante experto en habilidades personales, sobre todo en empatía…, le pregunté a Fernando, si quería penetrar a Laura, ya que parecía muy cachonda, aprovechando que Verónica había ido al servicio.

Laura, aún no se había repuesto de su tercer orgasmo, prácticamente consecutivo.

-      ¿Laura, mi amor qué quieres que te haga? Dijo él.

-      ¿Quieres que te folle?

-      No (Contestó Laura).

-      ¿Qué quieres entonces?

Laura, tumbada con los ojos semicerrados y la boca entreabierta… balbuceaba…

-      ¡Quiero su polla!

-      ¿Qué mi amor…, qué quieres? Preguntó Fernando, algo extrañado.

-      ¡Quiero que José Miguel, me meta ese pollón en mi coño!

...

No sabía dónde meterme.

Me disculpé con ellos y con la excusa de ver como estaba Verónica, fui al baño.

Fernando, tenía una excepcional y escéptica cara de circunstancias…, una incrédula e inusual cara de circunstancias, como jamás en su vida había visto este relatante a nadie…

06/21. VIK, NUESTRO GRAN AMIGO…

Me llamo José Miguel, y soy más que un buen amigo de Vik.

Por cierto, que mi nombre coincida con el protagonista del relato anterior, es pura coincidencia.

Víctor, Vik, con “k”, como le gusta que le llamen, entró en la Universidad cuando contaba apenas 18 años, y ya en el segundo año de carrera destacó por su brillantez.

Aquel segundo año le conocí, fui su profesor en una asignatura tan interesante como compleja: contabilidad y auditoría contable, normas NIC y NIIF.

Yo ejercía de profesor auxiliar.

Muy pronto Vik y yo, conectamos de manera extraordinaria.

Soy bastante mayor que Vik, pero la madurez en todos los aspectos de Vik, nos hizo estar encantados con él, desde casi el principio.

Sí, han entendido bien, les he hablado en plural…

Somos tres amigos inseparables.

Aquí he de introducir a mi esposa Verónica, una inigualable compañera de vida en todos sus aspectos, incluyendo el de un feliz, maravilloso e inusual matrimonio.

Por cierto, que el nombre de mi adorada esposa, coincida con la protagonista del relato anterior, también es mera coincidencia.

Desde que empezamos a salir los tres, supimos que nuestra relación sería más que duradera, incluso ligada más que, probablemente, a un moderno término denominado poliamor, que como su nombre indica, se refiere a amar a varias personas al mismo tiempo y momento, sin que haya ningún tipo de celos entre ellas.

Amor en armonía y conjunción, donde varias personas se sienten imbuidas recíprocamente, los unos y los otros, sin ningún tipo de objeciones, en un amor puro y jamás egoísta, eso es para nosotros tres el amor que nos profesamos.

Cada uno de los tres nos sentimos amados por las otras dos personas del trío.

Podría ser un cuarteto próximamente. Lo será, como leerán ustedes.

El término poliamor fue acuñado por Morning Glory Zell-Ravenherat en 1990, y desde entonces se ha ido haciendo bastante popular como filosofía de vida.

Tanto la vida de Morning Glory, como de su marido Oberon, está plagada de infinitas aventuras de todo tipo, aunque eso es para reír o sonreír en otra ocasión.

Hoy hablamos de un trío inicial muy especial.

Sí, amigos, la relación que nosotros tres tenemos, es una relación basada, además de en una amistad indestructible, en unos lazos sentimentales excepcionales, y quizás algo complejos de comprender para una gran mayoría de personas, en general.

Los tres somos bisexuales, aunque pronto…, seremos cuatro.

Así daremos a Verónica…, algo más de entretenimiento, aunque no se ha quejado aún.

Los convencionalismos nos castigan socialmente de vez en cuando, aun cuando en grandes ciudades, como Barcelona, nuestra ciudad, con una mentalidad liberal de primera, la cosa es algo más relativa.

No se crean ustedes, que la relatividad liberal de los catalanes es demasiada. A veces, las personas hacemos mucho daño con miradas extrañas que no alcanzan a comprender situaciones poco usuales.

Poco a poco, las sociedades modernas están empezando a comprender situaciones que en el pasado eran inadmisibles.

Un ejemplo de ello es la bisexualidad, que parece admitirse cada día más.

Que una persona se declare abiertamente bisexual en nuestros días, realmente es casi normal.

Sabían ustedes, en todo caso, que se dice que, biológicamente, todos tenemos algo de bisexualidad en distinto grado.

Lo habrán escuchado alguna vez, seguramente.

Leyendo al respecto, como todos ustedes pueden comprobar si investigan lo suficiente, existen algunas hipótesis que justifican que la homosexualidad, y por ende la bisexualidad, se inician en el embarazo, durante la etapa intrauterina, antes del nacimiento de la persona, y está ligada a cambios hormonales de la madre, en concreto, de la hormona testosterona, que influye en el desarrollo de algunas partes del cerebro, implicadas, parcialmente, en la atracción sexual.

Pocas personas saben que la testosterona es una hormona que producen, exclusivamente, todos los mamíferos, incluidos machos y hembras.

En los hombres, se genera en los testículos, y en las mujeres, en los ovarios, además de en las glándulas suprarrenales de ambos.

Quería hablarles ahora de otro concepto sexual, incluso más delicado.

Si bien, es a veces llamativo, dependiendo del lugar, el contexto, grupo social o de edad, el declararse bisexual, es mucho…, muchísimo más…, diría yo, e incluso alarmante socialmente, hablar en primera persona de relaciones sentimentales sanguíneas, es decir, entre familiares directos, como hermanos, padres e hijos, primos, sobrinos…

Sí, amigos, hablamos del incesto, algo prohibido en la gran mayoría de culturas.

Incluso la propia palabra viene del latín “incestus”, que se traduce por “no casto”.

Todos hemos leído e incluso conocido, casos de personas consanguíneas que han tenido algún tipo de relación íntima, aunque sea solo de oídas o por alguna película.

Son famosas algunas cintas que recrean el incesto, entre otras…

Soñadores, película de Bertolucci de 2003, basada en la novela de Gilbert Adair, ambientada en París de mayo del 68, en donde una pareja de hermanos siameses que tienen relaciones incestuosas, se unen a un amigo de su misma edad. Una de las mejores cintas eróticas, según muchos especialistas del género.

Daniel y Ana, película de Michel Franco de 2009, basada en hechos reales, en donde dos hermanos mexicanos son secuestrados y obligados a hacer una película pornográfica, originando, finalmente, una relación sentimental entre ambos.

Carne de tu carne, película de Carlos Mayolo de 1983, recreando una incestuosa relación de dos medio hermanos, ambientada en la época dictatorial de Rojas Pinilla en la Colombia de 1956.

Pero no solo hay películas sobre hermanos…

El Soplo al Corazón, película de Louis Malle de 1971, recrea una familia francesa, que terminará en una relación incestuosa de la madre con uno de sus hijos. Una película que trata el incesto de manera aséptica, sin entrar a moralizarlo, nominada a varios premios importantes, y que sería censurada y prohibida en Italia, durante años.

Hablemos de una madre y un hijo, que Verónica y yo, terminaríamos conociendo.

Vik, comenzó una relación sexual con su madre, o más propiamente, la madre de Vik, Marta, inició una relación sexual y llena de sentimentalismo emocional con su hijo, y nosotros, tanto Verónica, mi mujer, como éste que lo relata, hemos sido testigos directos de ello.

Les hablaré, en primer lugar, de nuestra relación a tres, de nuestro “poliamor trifásico”, como nos gusta llamarlo a nosotros.

Todo comenzó hace unos seis meses, con ocasión del cumpleaños de Verónica en casa.

Hasta entonces, habíamos salido muchas veces a tomar algo, al cine, o simplemente, a pasear por los maravillosos parques y jardines de la ciudad condal.

Habíamos hablado de miles de cosas, de aficiones comunes, de naturismo, algo que nos encanta a los tres, de alimentación saludable, de ecología.

Jamás nos cansamos de estar juntos, nos alimenta compartir cosas, especialmente sexo.

Aquel día de finales de mayo, hacía una temperatura excelente en Barcelona.

Cuando Vik se presentó en casa, venía resplandeciente, ilusionado, pletórico, venía especial.

He de decirles, mis queridos lectores, que Verónica y yo, somos un tanto especiales, pues nos gusta compartir momentos íntimos con personas muy particulares, y no solo en lo físico.

Aunque, hasta ahora, nuestros intercambios liberales con otras parejas solo habían estado ligados a buen sexo, a veces, a una buena amistad, pero a nada más.

Eso cambiaría desde que conocimos a Vik.

Además, deben de saber todos ustedes, por si acaso no se lo imaginaban ya, que nos cansan los convencionalismos. Tenemos muy pocos amigos de verdad, apenas tantos como los dedos de una sola mano.

Aquel cumpleaños, dio la casualidad que una pareja muy especial con la que compartimos también muy buenos momentos a veces, no podía venir por un problema de salud puntual de uno de sus familiares directos, y nos encontramos solos los tres aquel viernes mágico del pasado y entrañable año.

Vik, al enterarse de que solo seríamos solo nosotros tres en la fiesta de cumpleaños, se soltó a placer, y nunca mejor dicho, como al final se desarrollaron los acontecimientos.

Extrañado preguntó:

-          Vero, tu familia no viene.

-          No, Vik, mi familia no es de festejar cumpleaños habitualmente, y menos, en día de diario. Nos llamamos, pero poco más. Tanto José Miguel, como yo, nos gusta celebrar los cumpleaños o nuestro aniversario, exactamente, el mismo día que se cumple, no dejarlo al sábado siguiente, como es habitual. Ya sabes, somos “perros verdes”…

-          ¿Cómo?

-          No sabes lo de la expresión, “eres más raro que un perro verde…”

-          Es la primera vez que lo oigo decir. (Pero sonreía).

Nos pusimos a celebrar el cumpleaños de Vero.

Unos aperitivos, unas cervezas, un postre, un café, un chupito, una copita, otra copita.

Hacía buen tiempo, como les decía.

Sin complejos, de manera natural, Vik nos preguntó:

-          ¿Os importaría que me desnudase?

-          Me encuentro tan a gusto aquí, que me gustaría estar desnudo.

Ya sabíamos que a Vik, le gustaba estar desnudo, la vida naturista y las playas nudistas.

En cuanto se lo podía permitir, se desnudaba.

En su habitación siempre.

Cuando su madre no estaba en casa.

Con algunos de sus amigos y amigas en fiestas privadas.

Pudiendo, se acercaba siempre que podía a alguna  de las playas nudistas cercanas…, desde la Mar Bella, hasta Les Roques en Calella, pasando por la Murta en la Costa del Maresme en Sant Pol de Mar,  Roques Blanques, también en Sant Pol, La Picordia y la Musclera de Arenys, la platya de Ponent en Vilassar, y en Premía, la Ocata y la del Coco, la Morisca, las tres calitas de Balmins de Sitges, la Mora de Badalona y la Naturista del Prat…

Había estado en todas.

Nos quedamos boquiabiertos con la naturalidad que nos relataba sus experiencias nudistas.

Al final, y como no le dijimos que no, se desnudó.

Nosotros tenemos cierta experiencia en el trato íntimo con parejas, y no pusimos objeción alguna, incluso nos agradó la situación, pues estaba cargada simplemente de morbo.

(Bendita y maravillosa palabra).

Sin mediar palabra, Verónica se desnudó también.

Entre ambos, y enarbolando amplias sonrisas, me desnudaron a mí, que sin ser tímido, había tardado en reaccionar.

Nos miramos y nos reímos de manera absolutamente natural.

Observar el cuerpo desnudo de Verónica, es algo excepcional, y ello no pasó desapercibido para Vik, que inmediatamente, se quedó perplejo mirando unos pechos pequeños, pero erectos, que jamás habían necesitado un sujetador.

Vero, se había dado cuenta de que no parpadeaba mirándole aquellos pechitos tan especiales, y él lo apreció.

  • Perdón. (Vik).

  • No te disculpes, es natural. (Vero).

  • Tranquilo Vik. (Le dije).

  • Eres preciosa. (Vik).

  • Tú también estás muy bien desnudo. (Vero).

Vero, se fijó en su atributo, un gran atributo, sin duda, y Vik, sin darse cuenta inyectó vida al mismo, despacio…, muy despacio…, pero inexorablemente, hasta alcanzar una posición bastante erecta.

Todos sonreímos.

Sin saber cómo, al poco tiempo, los tres estábamos jugando en la alfombra a hacerle cosquillas a Vero entre los dos.

Todo pasó rápido o nos pareció muy rápido.

Disfrutamos de forma natural los tres juntos, y muy revueltos.

Toda aquella noche, los tres juntos en la alfombra, sería testigo muda de escenas de sexo sin malicia, de un sexo febril y pasional en donde los tres, solo pensábamos en dar placer a las otras dos personas.

Un placer sin egoísmo, un placer humano y natural, exento de convencionalismos, y sin embargo, impregnado de una esencia vital que a los tres nos produjo un sentimiento de pertenencia recíproca a las otras dos personas.

Hablar de orgasmos, sería pecar de materialismo. Fueron decenas de orgasmos, unos físicos y otros emocionales de nosotros tres al unísono durante aquella mágica noche.

Pueden creerse todos ustedes, que cada uno de nosotros disfruta mucho más, cuando promueve un orgasmo a una de las otras dos personas, que cuando las otras dos, solas o de manera conjunta, nos lo promueven a nosotros mismos.

¿Pueden creerlo?

Los cuerpos hacían y se dejaban hacer, sin pensar absolutamente en nada.

No recuerdo los detalles, pero la sensación de placidez y de sexo imbuido de un amor completo, llenaba, sin duda, nuestro ser interior.

Si quieren visualizar el mejor sexo del mundo, visualicen nuestros tres cuerpos desnudos durante aquella excepcional noche, siempre juntos, buscando, dando y sintiendo placer físico y emocional permanente, de cada uno de nosotros hacia las otras dos personas.

Mi boca, por ejemplo, no sentía diferencia alguna si besaba la boca de Verónica o la de Vik, y su respuesta era idéntica.

Si mi sexo era lamido por los dos juntos o por separado, la sensación placentera de mi cuerpo y de mi alma era idéntica, fuese quien fuese quien me lo hiciese.

Si mi boca, ávida de sexo, encontraba uno, le daba lo mismo que fuese el sexo de Verónica que el de Vik.

No sé si ustedes pueden llegar a comprenderlo.

Espero que sí.

A la mañana siguiente hablamos de forma natural de lo sucedido, y los tres quisimos repetirlo más veces, sin ninguna duda.

Algo que ha ocurrido muy frecuentemente desde entonces.

Al cabo de unas semanas, en uno de nuestros encuentros, Vik, nos relató cómo había iniciado una relación sexual, y posteriormente, sentimental con Marta, su madre.

Él siempre la llamaba Marta como si se tratase de una amiga. Todo de forma natural, como le gustaba decir.

Sobre su padre jamás nos había hablado.

Al parecer jamás lo conoció, ni se interesaron recíprocamente, el uno por el otro.

Marta, fue el padre y la madre desde el minuto uno para Vik.

Desde que él recordaba, siempre se había sentido muy cómodo con ella, incluso en la desnudez.

Se bañaban juntos. Jugaban juntos. Estaban casi siempre juntos.

En la adolescencia, y fruto de la presunción de que Vik, necesitaría más intimidad, Marta dejó de bañarse con él.

Vik, deseó seguir haciéndolo. No comprendía, ni quería aquel cambio.

Hablaban de todo con naturalidad.

Hablaban de la lubricación, de la excitación, de trucos y maneras para masturbarse en público y en privado, de la limpieza, de los tabúes de la sociedad.

Ellos vivían en un mundo privado natural y sin complejos.

Nosotros le preguntábamos algunos detalles, pues somos muy morbosos y curiosos de todo lo que sea sexo. Especialmente, sobre cosas que no conocíamos o nunca habíamos oído, o que nos resultaban poco habituales.

Como, por ejemplo, de la costumbre que tenían ambos de automasturbarse en público, sin que nadie se diese cuenta, cuando excitados alguno de ellos dos, contemplaban a alguien con quien les hubiese apetecido hacer sexo en aquel preciso momento.

Nos relataba con toda naturalidad una cantidad ingente de diferentes trucos y técnicas para obtener placer, orgasmos incluidos en plena calle, sin que nadie se diese cuenta.

Obviamente, siempre lo hacían sentados, con presiones de sus muslos, apretándose las piernas, una encima de otra y mucha concentración.

Realmente, habían hablado de todo, de absolutamente todo, sin ningún reparo y de forma natural, sin nada de malicia.

Se habían confesado mutuamente todos sus deseos, fantasías y sus experiencias.

Vik, sintió deseo por ambos sexos desde el principio.

A Marta, en cambio, la bisexualidad se la había despertado una película... Había sido una de Radlye Metzger de 1974, de título “Score” traducida como “Puntuación”.

Sin ser una buena película, cinematográficamente hablando, las imágenes de sexo bisexual van mucho más allá del erotismo.

Tan impresionada quedó Marta al ver la película, que ella quiso probar, y probó con mucha discreción con una buena amiga, no sin antes tantearla adecuadamente con mucho tacto.

Desde entonces Marta, también era bisexual.

Les iba genial, a Vik y a Marta, en todos los aspectos, aunque solo en la intimidad natural de su hogar, ellos hacían ciertas cosas.

Llegaron a masturbarse juntos muchas veces viendo películas porno, cada uno por separado.

A Marta, jamás se le había pasado por la cabeza hacer sexo a ningún nivel con Vik.

Los convencionalismos son muy fuertes y las barreras mentales, muchas veces infranqueables.

-          ¿Cómo ocurrió?

Le preguntamos, sobre su primera vez.

De la forma más natural, nos lo contó.

Él le había preguntado por la prohibición tradicional de sexo entre familiares.

Habían hablado muchas veces del incesto.

No lo entendía cuando era un adolescente. Tampoco después.

Al preguntar la primera vez Vik, por la causa o el por qué, Marta le había contestado lo habitual, que porque estaba mal, que por mera supervivencia de la especie o por la riqueza genética de un extraño al clan.

Le había hablado de reyes y casamientos entre familiares por razones de trono o herencia, de hijos enfermos.

-          No lo entiendo, Marta.

-          Una cosa es un trono o una herencia, y otra disfrutar con alguien a quien deseas.

Vik, nos contaba aquellos recuerdos.

Nos decía que Marta le daba siempre evasivas.

Que él deseaba que se masturbasen recíprocamente, que le apetecía mucho. Lo veía natural.

Una noche empezó todo.

En una de sus sesiones de videos porno en que se veía una mujer madura con un jovencito, Vik acarició la mano de Marta y se la llevó despacio, muy despacio hacia su sexo.

Marta, acarició poco a poco aquel miembro erecto y hermoso de Vik, hasta que la explosión de placer les llegó juntos, pues Marta, se acariciaba a sí misma con la otra mano.

Marta, se había avergonzado. Lo hablaron.

Siguieron probando poco a poco. Todo fue mejor cada vez.

Hablaron de sentimientos. Se sintieron enamorados. Prometieron no decirlo jamás a nadie.

La gente no lo entendería.

Vik, nos confesó que tener ese secreto le pesaba mucho, y que al conocernos, quiso liberarse.

Marta, obviamente, tenía más experiencia y tomó la iniciativa en toda la actividad sexual que empezó a desarrollar con Vik, cuando éste era aún muy joven.

Ellos, por separado, tenían vida sexual independiente.

Eran muy sexuales.

Marta, a sus 43 años, era una mujer todavía joven, sensual y muy morbosa, aunque también muy prudente.

Tenía pocos amigos íntimos y una sola amiga íntima.

Vik, fue descubriendo el sexo con amigos y amigas de su edad.

Todo se lo comentaban. No tenían secretos de ningún tipo entre ellos. Había mucho más que sexo, había un sentimiento de amistad, ellos decían que amor. Quizás era así.

Lo que seguro que había, era mucha química. El ser confidentes les había unido infinita e indefinidamente.

Vik, contó a Marta, que nos había conocido, y que tenía que conocernos.

Le dijo que quizás podríamos estar los cuatro juntos alguna vez. Al final, le dio largas, pero ante su insistencia, Marta accedió.

Marta era una mujer excepcional. Nos dimos cuenta de inmediato al conocerla.

Nuestra primera velada fue genial. Solo cenamos y hablamos durante horas de todo, especialmente del sexo natural.

Se les veía profundamente unidos, aunque lo estarían mucho más en la intimidad, como comprobaríamos.

Al principio, al estar con nosotros se cortaron un poco. Se quieren de verdad. Se adoran. Se quieren infinitamente. Pensábamos.

Como les decía más arriba, Vero y yo, hemos sido testigos presenciales de ese amor nada egoísta que se tienen Marta y Vik, tanto emocional, como físicamente.

Tan testigos que nos ofrecieron hace tres fines de semana una sesión en directo.

Solo les relataré algunas escenas…

Estábamos sentados, los cuatro juntos, en uno de los dos grandes sofás que tenemos en el salón, con todas nuestras manos unidas, conversando sobre la gratificación saludable de los orgasmos, tanto de buscarlos en solitario, como promoviendo los de otras personas.

Al notar que las bebidas se agotaban, Verónica y yo, fuimos a la cocina a reponerlas. Cuando volvíamos minutos después, Marta y Vik, estaban fundidos en un cálido beso con sus bocas.

La imagen era poética.

No pudimos dejar de ser simples espectadores de algo, tremendamente divino.

Aquel largo beso había acabado con ellos, rodando una y otra vez encima de la alfombra.

Se fueron desnudando sin prisa, con los ojos cerrados, y sin dejar de besarse ni un solo segundo por todo su cuerpo, incluyendo muchas partes de sus cuerpos, que generalmente, no son tan habituales.

El pelo, los párpados, las puntas de su nariz. Cada uno, besaba al otro por turnos naturales no pactados cualquier rincón al alcance de sus bocas, en diferentes posiciones no habituales, pero no forzadas.

Sin apenas darnos cuenta, hacían un sesenta y nueve natural sediento de sexo recíproco. Sus cuerpos unidos no dejaban de sentir sensaciones y de temblar mientras disfrutaban el uno del otro.

Pasado un rato convulsionaban juntos a la vez, mientras se apreciaba cómo devoraban hambrientos sus recíprocos flujos.

Seguían excitados, al parecer y sin darnos cuenta, estaban unidos sexualmente en una postura similar a la “flor de loto”, ella encima de él abrazándose, y él con su espalda ligeramente apoyada en uno de los laterales del sofá.

Durante eternos minutos, se tocaban y abrazaban sin dejar de besarse, y siempre, con sus ojos cerrados, disfrutando del placer único y evidente que se daban sin hablar y sin abrir sus ojos.

Se volverían a correr ambos al mismo tiempo, y durante minutos larguísimos se quedaron quietos, como contemplándose interiormente.

Obviamente, nosotros interactuamos al final con ellos, aunque esperábamos su invitación.

Habían acabado de hacer el amor ante nosotros, un amor apasionado y tierno. Nos habíamos quedado embobados y sin poder articular ni una sola palabra al contemplarlos, ni siquiera entre nosotros.

Abrieron sus ojos a la vez.

Nos miraron, y con un gesto armonioso y angelical, nos dijeron con sus miradas que nos acercáramos.

Otra vez, aquella gran alfombra de nuestro gran salón, sería testigo de otra gran ensoñación poética amorosa, en esta ocasión de cuatro cuerpos.

Nos desnudaron entre los dos, suavemente, pero sin darnos cuenta. Nos besaron, pero de manera gloriosamente sensual. Nos besábamos los cuatro a la misma vez muchas veces, como queriendo firmar un pacto no escrito de infinito amor comunal.

El sexo fluyó como de la nada. Aquellos cuatro cuerpos se entremezclaron sin saber ni buscar un cuerpo especial, ni nada puntual. Éramos cuatro y éramos uno solo al mismo tiempo.

La necesidad de las sensuales bocas que anhelaban diferentes sexos, se complacerían, instintiva y al parecer indefinidamente, durante horas que aparentaron ser minutos.

Extasiados los cuatro de un poliamor sexual y sensual, placentero e integrador de emociones sobrenaturales, finalmente, después de horas de placentero amor, dormiríamos como nunca.

Juntos y abrazados, descansaríamos el resto de la noche, después de culminar cada uno de nosotros, la búsqueda y el encuentro de orgasmos únicos, en cada una de las decenas de ocasiones, en que sin realmente, irlos a buscar, los hallaríamos en los cuerpos deseosos de las otras tres personas.

Agotados nuestros instintos sexuales, en pro de la consecución de un amor múltiple, que no era terrenal, finalmente, dormimos como niños.

Aun, al recordarlo, no puedo dejar de sentir como mi piel se eriza, mi respiración se acelera y mi alma crece en amor por esas tres personas, además de sentir recíprocamente, cómo sus almas suspiran por la mía.

Los cuatro lo pasamos, no solo bien, era algo mucho más grandioso y excepcional. Se notaba en nuestras sinceras miradas llenas de amor…

Tendremos que repetir, seguramente, muchísimas veces más, el resto de nuestras vidas…

07/21. EL ABUELO PACO…

Este relato he de contarlo, necesariamente, en primera persona.

Hola a todos, soy Fita…, antes Afrodita.

Que mi madre me pusiese al nacer, hace veinticuatro primaveras, Afrodita, solo fue una pesada broma del destino, por culpa de un novio perroflauta o hippie, como antes les llamaban, que había conocido al final de la década de los 60, y que había estado en primera línea en mayo del 68 en París.

Eso me contaba mi madre, cuando estaba medio borracha y nostálgica.

Al final, todos me llamaban Fita, incluso hace unos pocos meses me cambié el nombre en el registro civil, porque estaba harta de ver las caras de tantas personas perplejas, cuando leían en mi carnet de identidad o en algún documento administrativo, mi nombre completo.

Soy alta, morena y con ojos negros. Me gusta llevar el pelo muy corto, incluso a veces bastante rapado.

Al llevar gafas dicen que resulto muy sensual. Creo que llevan razón, Morgana me lo dijo desde el primer día.

Vaya nombre también el de Morgana. Enseguida les hablaré de ella y de cómo nos conocimos.

Antes quiero rematar lo del nombre de Afrodita.

Como todos ustedes saben, Afrodita, es la diosa griega de la belleza, la sexualidad y del amor, y no en el sentido que todos hoy entendemos como amor, sino más bien en un sentido más erótico que otra cosa.

Iré al grano, o casi al grano.

Por cierto…, Paco no es mi abuelo.

Lo digo, por si acaso ustedes querían leer un relato de sexo filial o incestuoso.

Que mi madre me enseñase a lamer el coño a una tierna edad, solo hizo en mí, despertar una sexualidad genéticamente dormida desde el principio.

La muy guarra me comía el coño y me hacía comérselo a ella.

El caso es que me gustaba y me sigue gustando.

Tendría que acudir muy pronto a ver a especialistas.

Tuve varios hasta que di con los mejores.

Mis terapeutas sexuales actuales y definitivos, José Miguel y Verónica, ambos buenísimos profesionales, me dicen en broma que soy la “más” de todo, seguro que llevan razón, como leerán todos ustedes, más adelante.

Fui a verles hace un par de años, creyendo que tendría un problema sexual dimanante de traumas sexuales de mi infancia cuando, apresuradamente y por sorpresa, mi madre me hizo adelantarme a mis tendencias sexuales.

Que sepan que estoy agradecida a mi madre por enseñarme cosas, aunque a destiempo, pues creo que eso me ha hecho madurar mucho más deprisa.

José Miguel y Verónica, me aseguraron que mi cabeza estaba totalmente bien, que lo único que me ocurría es que tengo una sexualidad hiperactiva y que lo único que tenía que hacer a su juicio es evitar malos entendidos, que fuese siempre con la verdad por delante y que disfrute del sexo, pero sin hacer daño a nadie.

Un buen consejo.

Estoy enamorada de una princesa de cuento, así describo yo a Morgana, una increíble modelo de color, que pasa largas temporadas de viajes profesionales, aunque siempre saca algunos días libres para venir a Madrid, a disfrutar de un maravilloso sexo conmigo, que a veces nos hace ocultarnos del mundo durante varios días.

No viene nunca a casa, le gusta invitarme a suites de grandes hoteles. Puede permitírselo.

Conocerla fue algo especial. La noche que nos conocimos, ella estaba muy borracha, y yo poco más o menos. Comiéndome el coño vomitó y me puso perdida. No me molestó aquello, aunque ella se sintió avergonzada a la mañana siguiente, cuando lo recordó.

Estamos unidas por un vínculo sexual y emocional muy grande, aunque también por un sentimiento amoroso muy especial.

Desde aquella primera noche somos inseparables, eso sí, cuando ella se escapa o se puede escapar.

Somos ambas muy guarrillas.

No se asusten por lo que les voy a contar.

Nos encanta hacer el sesenta y nueve estando “en esos días”.

Son varios años de relación y nuestros meses lunares se han acoplado al unísono. Nos hemos hecho gemelas en nuestros ciclos ovulares.

En cierta ocasión, antes, durante y después de nuestro ciclo, incluso estuvimos encerradas siete días en un hotel de Mallorca. Somos incansables en la cama.

Ambas somos multiorgásmicas.

Por cierto, le pongo los cuernos constantemente. Necesito sexo prácticamente a diario, no un sexo convencional o a la usanza, sino sexo muy especial.

Les cuento…

Quizás sean mis traumas sin resolver, o quizás mi hipersexualidad, como dicen mis terapeutas.

Creo que ella lo intuye, aunque no estoy del todo segura.

¿Preparados para la sorpresa?

Empezaré a soltar la bomba, aunque los más avezados de todos ustedes, seguro que ya lo estaban viendo venir.

Me encantan los hombres mayores, pero muy mayores, pero no hombres mayores atractivos, no, que va.

Los que busco, son todo lo contrario.

Busco abuelillos constantemente para comerles la polla y a veces follármelos, si se les pone dura.

Puff, se habrán quedado de piedra. ¿Verdad?

Les contaré la historia que comencé con el abuelo Paco, al que yo llamo cariñosamente también “mi abuelo Paco”,  hace ahora mismo más de un año, concretamente, ya catorce meses.

No es el único abuelo que me he mamado y follado.

Empecé hace varios años, y continuaré muchos después de que él se me vaya. Se tendrá que ir, por imperativo natural.

Ha habido varios cientos de ellos, pero él, es especial, al menos para mí.

Aún estoy estudiando en la universidad, obviamente, en la de Alcalá, aunque no les diré el qué exactamente, pues no quiero que nadie vaya allí a molestarme.

Mi vida universitaria es impoluta.

Mi madre me costea sin problema, tanto los estudios como los gastos de estancia en un apartamento de alquiler, aquí en Alcalá de Henares, gracias al enorme retiro económico que le proporciona su último marido y al que apenas tuve el “siniestro” placer de conocer.

Soy una brillante estudiante. He sacado incluso algunas matrículas de honor, y suelo tener bastante tiempo libre porque mi mente es privilegiada y no necesito estudiar mucho. Sé lo suficiente para poder sacar dinero a cualquier persona que lo tenga, solo con hacerle un numerito. Aunque quiero centrarme en mis estudios. Tengo un gran proyecto en mi cabeza, quizás se lo comenté a todos ustedes.

Me gusta pasear por los parques de mi ciudad. Muchas veces a disfrutar de la naturaleza, pero muchas más veces para “cazar” abuelillos.

En especial, me gusta mucho ir a pasear por el Parque de Camarmilla, que llega incluso al arroyo, como sabrán los del lugar.

Tiene de todo este maravilloso parque, como saben todos los alcalaínos o complutenses, como allí les dicen. Yo también me siento ya,  alcalaína.

En Carcamilla, hay zonas infantiles y zonas para ejercicios. Me hacen gracia los mayores esforzándose en sus ejercicios. No tanto los niños jugando. Mi espíritu maternal, de tenerlo, aún está muy dormido.

He ido a cazar abuelos por muchos sitios. Allí “cacé” a Paco.

Es fácil, solo sentarse a su lado y darles conversación verde. Se ponen como motos. La mayoría se creen que estoy loca cuando les propongo ir a su casa.

El abuelo Paco me siguió la corriente, y terminamos en su casa. Nos reímos mucho. Eso es fundamental para mí.

Nos contamos todo. Es encantador.

Es más bajito que yo. Medirá 1,65, como mucho. Le faltan algunos dientes, aunque no muchos. Es aseado. Huele bien. Más bien feíllo, pero muy gracioso. Unos kilillos de más, por su afición a las cervecitas. Se ríe cuando me cuenta que no se la ve al orinar.

Me piropeó al verme pasear y le pedí permiso para sentarme a su lado.

-          Claro guapa, siéntate a mi lado, pero no muy cerca que te puedo dar un calambre.

-          ¿Cómo?

-          Sí, morenaza de ojos negros, que tengo mucha corriente estética.

-          ¿Será estática?

-          ¿Cómo te llamas?

-          Fita.

-          ¿Te llamas mucho a ti misma?

-          Es usted un cachondo. ¿Verdad?

-          Al cuadrado.

-          ¿Cómo?

-          Fita, me río de mí mismo, y además, estoy siempre cachondo.

-          ¿Hoy también?

-          Siempre, Fita.

-          ¿Tiene usted sitio en casa?

-          Claro.

-          ¿Me llevas?

-          Claro.

-          Pero si vienes, no te conformarás con un solo polvo. ¿Verdad?

-          Por supuesto.

-          ¡Trato hecho!

Tan natural me resultó, que me sentí tremendamente excitada desde el primer momento.

Mis bragas estaban totalmente húmedas. Menos mal que siempre llevo unas de repuesto en mi mochila.

De camino a su casa, me contó que se había divorciado tres veces. Tenía 78 años. Había sido contable.

Sus mujeres le habían abandonado por caliente, me dijo.

Que le apetecía a todas horas, y que si bien al principio lo soportaban, al final se cansaban. Disfrutaba de una buena pensión. Iba muy bien arreglado.

Íbamos hablando y le preguntaba cosas. Soy muy curiosa, pero no chismosa. Me gusta hablar mucho. Soy muy extrovertida. Espero que se hayan dado cuenta.

-          ¿Cuántas pensiones paga usted a sus ex?

-          Ninguna. Las tres eran funcionarias. Tenían sus propios ingresos y no quisieron nada. Solo ajustamos el dinero del banco y nada más. Se llevaron sus cosas y punto.

-          ¿Muchas novias?

-          Todas las que puedo. Contigo, si todo sale bien, 314.

-          Ja, ja, ja…. ¿Y será verdad?

-          No lo dudes, Fita.

Entre risas y bromas llegamos a su casa. Era un apartamento muy limpio y luminoso. Todo ordenado. Oliendo muy bien.

Nada más cerrar la puerta, me cogió el glúteo izquierdo y no lo soltó.

Le toqué. Tenía una erección importante para su edad. Como era normal en mí, lo primero que hice fue hacerle sexo oral hasta el final, de rodillas en la entrada.

Él lo disfrutó mucho, lo notaba por la forma de sujetarme la cabeza.

Después de descargar su caliente y sabroso fluido en mi boca, saboreé y tragué  su néctar agradecida.

Me invitó a comer. Había preparado el día anterior, un arroz con pollo al curry con setas, que estaba sabrosísimo.

Hablamos mucho de todo mientras comíamos, y en la sobremesa tomando un café que me había preparado. Pasamos un rato genial, hablándonos de nuestras cosas mutuamente. El café estaba buenísimo. Era de una marca y modelo que nunca había visto. Era una Senseo, y las cápsulas en vez de aluminio, eran como de una especie de papel y en forma redondeada.

Me encantó el detalle. Intento ser lo más ecologista que puedo. No podemos tratar al mundo así.

Me miraba y se reía, enseñándome sus mellas.

Con sorna, me dijo que tendría que cocinar mañana otra vez, que solía cocinar cada dos días, y así tener más tiempo para salir a ligar. Paco es un auténtico cachondo.

Quizás me estaba invitando.

Sin sorna, le dije:

-          Mañana cocinaré yo.

-          Me parece bien. (Me dijo de forma natural).

Soy una buena cocinera, y pretendía ver a mi nuevo amante al día siguiente. Realmente, pretendía verlo muchas veces más.

Quería volver a verlo, sin duda, muy a menudo, algo en él me encantaba, sin saber lo que era.

Los otros abuelillos, me los follo, y no necesito volver a verlos, salvo que esté muy cachonda, pero con Paco, era especial. Será por su potencia sexual o por su gracia.

Seguro por ambas cosas, aunque quizás la primera pesa mucho.

El resto de la tarde la pasamos oyendo música y practicando más sexo. Llegué a succionarle jugos hasta en tres ocasiones más. En la última, ya no le salió apenas leche. Realmente, disfrutaba de aquella gorda polla dentro de mi boca. Su sabor cálido y la sensación de ella dentro de mi viciosa boca, me producía constantemente una sensación de preorgasmo en mi vientre.

Él me sorprendió practicándome un sexo oral digno del mejor amante. Sin duda, tenía mucha experiencia. Cuando me lo comió por primera vez aquella tarde, sentí como mi cuerpo vibraba de placer. Soy viciosa y mucho, pero “mi Paco”, me hacía desarrollar en mi interior una predisposición, una adicción, diría yo, a desear verlo miles de veces más...

Reposábamos de tanto y morboso sexo, cuando me acordé de lo que me había dicho por la mañana...

Con sorna, le dije:

-          ¿Entonces, 314?

-          Sí, Fita.

-          Te lo enseñaré…

Se levantó a por una agenda negra de hojas intercambiables, y me la enseñó.

Era bastante voluminosa, con las primeras hojas y las pastas envejecidas. Tenía mucho encanto el exterior y también, el interior.

Esperen...

La última anotación era 313. Natalia. Debajo del título, varias anotaciones de fechas. La última de la semana pasada. Al lado de cada anotación una valoración. Le había puesto un 7 en su último encuentro.

-          ¿Qué me pondrás a mí?

-          Lo que te mereces, un 10.

-          ¿Puedo cotillear?

-          Sí, claro.

Ojeé varias atrás. La 299. Mónica. Solo una anotación del año anterior. Valoración, un 5.

-          ¿Sólo un 5 para Mónica?

-          Pues sí, me lo pasé bien en los preliminares, pero ni sabía hacer buen sexo, ni quiso aprender. No hubo química. Ambos necesitábamos estar con alguien, pero no hubo lo que se necesita que haya. Fue muy agradable. Estaba muy bien conservada para su edad.

Miré la primera, Maribel. Una anotación con fecha de, hacía más de sesenta años. Sin valoración.

-          ¿Sin valorar?

-          No hubo sexo, fue mi primera novia, teníamos apenas 9 años  recién cumplidos. Éramos medio primos, y solo hubo un poco de manoseo y dos inocentes besos. Solo valoro el sexo, aunque lo anoto todo respecto a mujeres.

-          Qué curioso.

-          Seguro que encuentras alguna que no me he follado después de magrearla. (Sonrió).

Paco, llevaba con mucho detalle todas las mujeres que habían pasado por su vida. Obviamente, me contó que el sexo llegó un poco después de los nueve años. Que había sido con una prostituta, como era la costumbre antiguamente. Que algunas, fueron solo novias por un día, y otras lo fueron, incluso durante muchos años.

-          Mira la número 289.

-          Esa fue mi última esposa.

Comprobé por curiosidad. El nombre, María del Carmen. Hojas y hojas de anotaciones, centenares de anotaciones, fechas y valoraciones. Las primeras muy altas, las últimas bastantes más bajas.

-          ¿Esta última anotación, es la última vez que lo hicisteis?

-          Así es, Fita. Lo anoto todo sobre el sexo con mis novias. Una manía.

-          Es curioso. Nunca había visto algo semejante.

Fue una tarde gloriosa, y tremendamente divertida. Lo pasamos genial. Al final se quejó de que estaba algo dolorido. Pero se quedó muy contento, su cara al despedirse lo decía todo.

Me encanta mi Paco. Tiene cada ocurrencia. Un día se le ocurrió llamar a un travesti negro que era todo un armario, y además, tenía un súper aparato, solo para ver cómo me comía aquella trompa de elefante.

He de contarles por su notoriedad aquella escena...

Aquella enorme pollota negra dentro de mi boca, apenas me dejaba respirar, y cuando después de mis lamidas viciosas, ese falo XXXL, que incluso crecía más en mi cavidad bucal, y que, obviamente, por imperiosa necesidad biológica, aquel contrastado néctar blanco, terminó llenando mi boca hasta más de su máxima cabida, llegué a sentir necesidad de toser tan intensamente, que parte de aquel semen sabroso y gratificante, se me escapó por la nariz, llegando a dejar dos caminos de nieve, en aquel negro sendero, que era el pubis, eficazmente depilado, de aquel travesti brasileño de nombre, Lucinda.

Mientras ocurría esta increíble escena, yo tumbada en la cama con aquella trompa en mi boca, mi Paco, me follaba excitadísimo como si de una máquina de taladrar se tratase, llenándome de leche mi vicioso coño, que también me hacía sentir un enorme orgasmazo, al sentir rebotar toda su caliente leche en el fondo de mi cueva hambrienta, aquel día tan especial.

Aunque morboso y excitante aquel trío, le dije a mi agasajante abuelito, que me consultase antes, la próxima vez. No busco cualquier sexo oral, aquel fue excepcional, aunque si busco sexo, es aquel sexo que quiero tener yo, con quien quiero y cuando me apetece.

Quiso hacer un trío con una de sus novias, pero al final,  Floren, (Florencia), se cortó mucho y apenas disfrutó al principio. No estaba acostumbrada. Cuando empezamos a jugar y le tapamos los ojos, se relajó. Ella no quiso comérmelo, pero yo si disfruté de su sexo, estaba sabrosísimo.

Desde que lo conozco, hace ya más de un año, Paco y yo,  hemos hecho cientos de veces sexo, especialmente, sexo oral, aunque también le he dejado penetrarme en varias ocasiones. Hemos hecho decenas de posturas que él a su edad, pudiera practicar.

Me río mucho con él.

Haciendo, o intentando hacer algunas posturas de las más raras, se partía de risa y me hacía reír con su risa contagiosa. Me llenaba de gozo intentando agradarme y satisfacerme,  y él siempre terminaba con agujetas.

Es algo celosillo, pero se le va pasando.

Se cortó mucho cuando le dije que me tenía que presentar a todos sus amigos, vecinos y conocidos de su edad, para hacérmelo con ellos.

Los que no tenían sitio, eran casados o con pareja,  los citaba en casa de Paco.

Para que no se enfadase mucho, ideamos un plan que le encantó,  para que nos pudiese ver, excitarse y luego terminar con él, cuando el invitado se había ido.

Pusimos una cámara oculta en el dormitorio principal, y él lo veía todo en otro de los dormitorios a través de la pantalla de una televisión.

Una de las primeras veces, después de comerme otra polla, me dijo:

-          ¿Te lavarás la boca antes de besarme?

Me reí. Lo decía medio en serio y medio en broma.

Realmente, le besaba con ganas. No solo era sexo, era un sentimiento “especial”. Obviamente, no es amor, eso es solo para mi Morgana.

Él sabe, se lo he dicho muchas veces, que la saliva es antiséptica.

Nos entretuvimos mucho los dos haciendo de “detectives”, al ir a comprar lo que necesitábamos para colocar la cámara ocullta.

No he llevado la cuenta durante este tiempo, pero calculo que entre unos y otros, he estado casi con unos 75 abuelitos conocidos, vecinos o amigos de Paco, o amigos de sus amigos. Además de atender a Morgana cuando venía y unos “extras” que han salido entremedias.

Llamo “extras” a hombres o mujeres que no son mis “abuelillos” o Morgana.

Si alguna persona me resulta chocante o es especial por algo, también me la follo, sea hombre o mujer. Hago colección, siempre que ellos accedan, que a veces me he llevado un chasco.

Una vez me follé a un enano, y otra vez a un jugador de baloncesto altísimo, de uno de los equipos de segunda división de cerca de Madrid. No puedo decir más.

Las mujeres policías me ponen mucho, pero no todas entran en el juego. Tengo que cuidar mi lenguaje cuando les pregunto algo con doble intención.

Un día me follé a un gordo muy gracioso. Tenía un intenso brillo en sus ojos.

Me hubiese gustado comerle el coño a una docena de abuelas cachondas, que olían muy bien y que tenían sus permanentes recién hechas, pero como pueden suponer no tuve mucha suerte. Solo pude estar con una, y claro, solo porque había sido cupletista de joven,  había vivido algo la noche y tenía una mentalidad liberal.

Sigo hablándoles de mi abuelo Paco.

Paco, está súper feliz conmigo y yo con él.

Junto a él y sus conocidos, satisfago, mayoritariamente, mis necesidades sexuales extraordinarias, al margen de mi novia, que ya ven..., bueno..., leen todos ustedes, que son muchas.

Él ahora ha cambiado algo su dieta, está comiendo más saludable y además, está tomando mucho potenciador sexual natural como: Maca, Jalea Real, Tribulus Terrestris,  Muira, Gingsen, Gingko, Shilajit o Epimedium… Lo prueba todo.

Hemos investigado en Internet, y en una herboristería cercana compramos lo que quiere empezar a probar.

En aquella tienda de productos naturales, había un dependiente con una cresta rosa y no pude resistirme. Quedamos allí mismo aquella misma noche, pues tenía llaves. Me gusta también, pero no tanto como mi abuelo Paco. Tiene una polla larguísima, la más larga que me he comido y follado. Me llega al final de la garganta y me hace cosquillas cuando se corre. Ya me lo he follado una docena de veces.

Mi abuelo Paco,  lee muchas horas sobre todas esas plantas que potencian el sexo. Yo le digo que al menos esté un mes con cada una, para comprobar si realmente hacen efecto.

Sea lo que sea, todo le va bien. Cada vez está más cachondo.

Ha cambiado mucho sus rutinas últimamente. Follamos mucho y nos calientan nuestros juegos voyeristas, vamos, los de él.

Ha perdido algo de peso y se encuentra en plena forma. Le vacío dos o tres veces por semana y todos tan contentos.

Soy feliz con mi doble o triple vida.

Amo a Morgana, disfruto de mis mejores orgasmos con ella, ella también conmigo, lo noto. Nos gusta follarnos también la una a la otra. Tenemos un par de arneses con strap on de enormes dimensiones, para cuando queremos sentirnos llenas.

Mi adicción sexual la completo con Paco, sus amigos y mis conquistas especiales.

Algo revolucionado está el barrio. A alguno se le habrá ido la lengua un poco. Los abueletes a veces son unos putos cotillas y no pueden tener la puta boca cerrada.

Él dice que soy su nieta. Me refiero a mi abuelo Paco.

De todas formas, por precaución y discreción, les advierto a mis abuelillos antes de hacerlos míos, que tienen que ser discretos, que lo nuestro es un secreto, y que sean cuidadosos con lo que hablan.

Algunos tienen la lengua muy larga y la polla inhábil. Pero disfruto de comer sus vejestorias pollas, aunque no se pongan del todo duras.

Seguro que alguna de las vecinas de mi abuelo Paco, las mujeres tenemos mucha intuición, se imagina algo.

Me encantan los viejecitos, especialmente poco atractivos. Aunque a mi abuelo Paco, cada vez lo encuentro mucho más guapo. Ya le he dicho que se arregle la boca.

Aunque a mí no me importa. No tiene mucho tiempo para el sexo estando conmigo, pero quiero que se la arregle para que pueda ir conociendo a alguien, por si lo dejamos algún día.

Me hubiese gustado hacer tríos con él, y con alguna abuela. Es muy difícil. Lo hemos comentado varias veces. Lo de Floren, no pudo repetirse.

Como anda bien de dinero y no le importa, a veces ha contratado a la puta más vieja que ha podido encontrar. Ese era mi capricho.

Me encanta comerle el coño a una abuela, siempre que su olor sea a colonia de puta, como denomino a sus perfumes fuertes.

La última nos había gustado mucho, se llamaba Reme, y repetimos con ella de vez en cuando, más o menos, cada quince días. El último día, no se lo creerán, creí que a Reme, le daba un infarto cuando comiéndole el coño, empezó a correrse como una loca e incluso ella llegó a asustarse al sentir como el corazón se le aceleraba. Me dijo que mi comida le había producido el orgasmo más brutal de toda su vida, y mira que tenía historias la Reme, después de casi cincuenta años de prostituta. Me ha contado episodios dignos de hacer dos o tres libros... José Miguel y Verónica, me han propuesto que les cuente esas historias, para que queden para la posteridad en un libro.

Voy terminando, que no sé qué decirles más.

Espero que les haya gustado mi relato, a mí me encanta el sabor de mi abuelito Paco, salvo cuando come verdura, especialmente, espárragos o brócoli. Yo creo que se mantiene bien, por la verdura que come. Le encanta.

Soy feliz como soy.

Cuando me falte mi abuelo Paco, me buscaré otro parecido, quizás ya haya salido un sustituto aventajado, alguno tengo en mente, pero mi abuelillo Paco, es muy especial.

Abuelitos de los parques, decidles cosas a las chicas de todas las edades, siempre que sean mayores de edad, y si me queréis ver y que os seduzca, venid por Alcalá de Henares, principalmente por el parque de Camarmilla, de vez en cuando voy por allí cuando me quedo sin abuelillos que echarme a la boca.

Besos y lamidas en vuestros nabetes añejos..., pero deseados por mí, por siempre.

08/21. RAQUEL, MI “SOBRINA”…

Desde que empecé a trabajar en la fábrica de colchones, Antonio y yo, congeniamos de maravilla.

De eso hace ya, más de 25 años.

Pasados unos pocos meses, fuimos compañeros y amigos inseparables.

Prácticamente, media vida trabajando juntos, y con una amistad realmente, fuera de lo común. Nos llevamos mejor que hermanos.

En mi caso, al ser único hijo, a Antonio lo considero desde hace años como un auténtico hermano de sangre, aunque no la compartamos.

Me invitó a su boda con Isabel, al bautizo, a la comunión, a la confirmación  e incluso a la temprana boda de Raquel, mi ahijada.

En fin…,  a decenas de aniversarios de todo tipo.

Él y su familia también asistían a todas mis celebraciones, al menos hasta que Paloma y yo lo dejamos.

Esto que voy a relatarles, solo lo saben cuatro personas. Bueno, después serían cinco…

Obviamente, los dos implicados…, éste que les relata y su “sobrina”, y dos personas más…

Esas dos personas a las que me refiero son, concretamente, mis dos mejores compañeros de la facultad de Psicología, de nombres José Miguel y Verónica, que además de grandes amigos desde entonces, son unos increíbles vecinos, que han soportado “estoica y morbosamente” durante años, mis confesiones sentimentales.

El hecho de que siempre les relate en tono de sorna, y con un cariz divertido todas mis peripecias a modo de “historias relatadas”, tanto las buenas, como las menos buenas, hace que ellos se lo pasen de miedo.

Se ríen mucho conmigo… Se lo pasan genial. Llegando, incluso a veces, a llorar de la risa.

Aunque yo creo que lo que siempre más les ha gustado e incluso “excitado” algo, han sido mis confesiones sexuales, y en concreto la última, que de inmediato todos ustedes van a conocer.

Disfrutarían conmigo muchísimo al relatarles lo acontecido…, pues además de abrir sus ojos como platos, se les veía realmente cachondos, por cómo se miraban.

Seguro que después de escuchar mi relato, en primera persona, con todos sus detalles…, pasaron a su dormitorio, a liberarse, recíprocamente, tensiones…

Durante cerca de una hora, les relataría mi última experiencia, para pasar después a recordar, como casi siempre, durante varias horas más, nuestras experiencias sexuales en la universidad, pues cada uno de nosotros aporta al recordarlas su toque especial y diferente, incluso al contar lo mismo una y otra vez…

Ellos actualmente están casados, pero han recorrido lo suyo desde entonces.

Han tenido y tienen, una vida sexual muy liberal, así como dilatada…

Creo que en cualquier momento voy a formar parte de ella… Bueno, al final del relato les contaré un pequeño adelanto.

Volvamos a la universidad…

Aunque no lo parezca a priori, a los estudiantes de psicología, o yo al menos lo recuerdo así, nos encantaba mucho el sexo. Mucho más de lo normal… Al menos, aquella promoción fue, tremendamente, muy sexual.

Es cierto que había algún “rarito” y alguna “rarita”, pero las fiestas que hacíamos, prácticamente todas las semanas, mayoritariamente acababan con un gasto masivo de preservativos y con muchos juegos.

Les cuento algún detalle…

Uno de los juegos que hacíamos en las fiestas de nuestra facultad, casi todos los últimos sábados de cada mes, para romper el hielo, era el de los besos-polla, así lo llamábamos nosotros, aunque modernamente ahora creo que se llama “el juego del arco iris”.

Consistía en que cada chica se pintaba los labios en un tono diferente, e iba intentando ser “seducida” por todos los chicos de la fiesta, para que dejasen grabados sus labios en sus pollas. Los chicos iban con los ojos vendados y con sus pollas al aire, buscando candidatas.

El chico que ganaba al tener más colores en su polla, recibía el premio final, que era siempre ser lamido y follado, obviamente, sin dejar de tener  la venda en sus ojos, y por quienes quisiesen, sin excepción alguna.

Contar las diferentes marcas era toda una odisea morbosa, especialmente para las chicas con sus dedos contando: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce…, así sucesivamente hasta la última marca.

Se partían el culo, riendo y señalando con los dedos, así como cogiendo todas las pollas con la mano, para poder contar bien las marcas, por encima y por debajo.

Pollas, que en esos momentos estaban súper durísimas… Cada polla la contaba una voluntaria diferente.

Era, esta actividad lúdica, un juego “especial” para todos, además, mucho “más especial” para unos pocos, dado que en él,  aprovechaban algunos pocos chicos bisexuales, que también los había…, para poder lamer a placer la polla ganadora, si era de su gusto, sin que el protagonista lo supiese.

También, por último, era una gran oportunidad para que aquellas de las compañeras de carrera que eran más feíllas, o alguna un poco más gordita, pudiesen follar sin problemas. Algunas pasaban hambre de verdad.

Teníamos un lema: “Lo que pasa en la fiesta se queda en la fiesta”.

Como saben ustedes, los psicólogos tenemos también una gran diligencia profesional o código deontológico de no poder jamás hablar, absolutamente nada, sobre nuestros pacientes,  ya en aquellas fiestas la discreción presidía nuestras “orgireuniones”, como nosotros las denominábamos, en petit comité.

Ahora hay otros juegos, como todos ustedes saben. Por ejemplo, a los jóvenes de hoy, les gusta mucho el sexting, que es mandar anónimamente fotos de sus desnudos, sin mostrar sus caras.

En la actualidad hay más libertad sexual y también más variedad. La bisexualidad se ha puesto de moda, y el sexo entre iguales no está tan mal visto.

También ahora hay quedadas para follar en zonas muy concretas. Hay sitios de cruising. Incluso muchas chicas llevan estadísticas para conseguir récords sexuales. A veces, beben y se emborrachan para dejarse ser follados y folladas sin conocimiento. Al día siguiente, las chicas se toman la pastilla del día después y listo. Me contó una amiga, que incluso hacen retos de a ver quién se folla más tíos en una sola noche.

Cada época tiene sus modas. ¿Verdad, amigos?

Al final, este casi psicólogo relatante, no llegó a ejercer su profesión y terminó como jefe de ventas de una renombrada empresa de colchones de España.

En fin, eso es otra historia, que aunque algo inusual, no lo es para este tipo de relatos.

Les cuento algo sobre mi situación, para ir adelantando algo: Estoy divorciado desde hace años por varios motivos, entre otros, porque mi ex mujer, Paloma y yo, no fuimos compatibles en la cama, jamás.

Cosas de la  vida. Errores que se cometen. Al menos, no tuvimos hijos, y eso lo hace más relativizable, al no haber terceras personas que pudieran sufrir a cualquier nivel.

Soy hijo único, y mis padres mayores ya habían fallecido, por lo que realmente, nadie de mi familia padeció mi “desastrosa” y atípica ruptura.

Romper unilateralmente una relación, por una incompatibilidad absoluta en la cama es, pensándolo bien, algo para escribir otro relato. No es una amenaza.

Podrían pensar ustedes, llevando razón, que ambos nos podríamos haber dado cuenta al comienzo de nuestra relación, y llevan toda la razón, pero deben de comprender, mis queridos amigos, que en los 90 en provincias y con la sobrina de un cura, era mucho más difícil.

Brevemente, les diré que, aunque yo había hecho mucho sexo en la universidad e incluso antes, al conocer a Paloma, quise acceder, pues estaba muy enamorado, a su pretensión de llegar virgen al matrimonio. Sus convicciones religiosas eran fuertes, por sus lazos religiosos familiares.

Me sentía bien con ella, por la paz y tranquilidad que me aportaba, y renuncié absolutamente al sexo, hasta casarnos. Me conformaba con tener una prima segunda caliente, con la que tenía mucho trato, y que me hacía unas mamadas de muerte. Aunque solo eso… Bueno, y alguna puta, excepcionalmente.

Vayamos a lo de mi ahijada…

En primer lugar, y para que todos ustedes puedan tener cierta perspectiva, les diré que yo tengo en la actualidad 54 años, mientras que mi “sobrina”, tan solo tiene 20 añitos…

Aunque he de decir en su descargo que, Raquel, es muy madura para su edad.

Todo comenzó hace apenas un año.

Una tarde, al salir de la fábrica, mi amigo Antonio me dijo:

-          Alberto, he de pedirte un gran favor.

-          Lo que quieras, Antonio, cuenta conmigo para todo lo que tú quieras. Ya lo sabes.

-          Raquel se ha separado y ha vuelto a casa.

-          ¿No me digas?

Raquel, la hija de Antonio, mi ahijada, ya que fui su padrino de bautismo, y a la que trataba como una auténtica sobrina desde su nacimiento, se había casado apenas unos meses atrás con un chico, algo mayor que ella.

Todo pareció un flechazo desde el primer momento. Enamoramiento, noviazgo y boda en menos de un año.

En vano sus padres, Antonio y Beatriz, intentaron sin éxito que esa boda no se celebrase, o se pospusiese algo en el tiempo. También yo intenté, sin éxito, razonar con Raquel, a petición de sus padres.

Hasta incluso los padres del novio intentaron del mismo modo en  vano, convencerlos. Veían a Raquel demasiado joven. Entonces apenas tenía 19 años recién cumplidos.

Él trabajaba en una editorial de enorme prestigio con un buen cargo, pero Raquel todavía seguía estudiando.

A nadie convencía esa boda tan temprana, aunque a simple vista parecía una relación sentimental sin fisuras, a tenor de lo que ellos decían y hacían… Eran, aparentemente, una pareja muy enamorada.

Antonio me seguía contando:

-          Se pasa todo el día llorando en su habitación, no nos quiere decir nada. Él tampoco nos coge el teléfono.

Me argumentaba al mismo tiempo…

-          Sabes que Bea y yo, teníamos planeadas unas vacaciones románticas durante cuatro semanas en la ciudad de Mérida, capital del estado del Yucatán mejicano, o mexicano…, como a ellos les gusta decir.

Antonio había preparado a conciencia este viaje, ya que a Bea, siempre le había seducido el pueblo y la cultura maya.

Finalmente, me pidió el favor:

-          ¿Podrías venirte a casa durante nuestras vacaciones, y así no dejar sola a Raquel?

Me pareció una petición sin sentido común, pero no podía negarme.

Vivía solo, no me causaba ningún perjuicio.

En ese preciso momento ni siquiera salía con nadie y mi única relación de amistad, aparte de Antonio, era con mis vecinos y compañeros de la universidad, José Miguel y Verónica, que precisamente vivían en el mismo bloque que yo, como ya les había referido.

Después de reflexionar durante unos segundos, que a Antonio, le parecieron eternos, le dije que sí.

Después de unos días, me encontraba en casa de mi mejor amigo, Antonio, conviviendo con mi ahijada y “sobrina” Raquel.

Raquel, pareció alegrarse de que sus padres se fuesen de viaje.

No quería amargarles sus vacaciones, y presuntamente algo más relajada con mi presencia, y dado que siempre habíamos tenido una relación muy cordial, al tercer día, en que parecía que se le pasaba algo la pena, me dijo:

-          Tito, gracias por estar aquí. (Raquel, me llamaba desde siempre “tito”). Mis padres necesitaban esas vacaciones, además, a mi madre le hacía mucha ilusión. (Añadió).

Además me preguntó:

-         ¿Te incomoda estar aquí? Fuera de tu casa y tratando de consolarme.

-          No, cariño. Tranquila. (Lo decía en tono familiar. Jamás sin malicia. Por favor, no piensen mal…).

Realmente, los primeros dos días fueron demenciales, siempre encerrada en su habitación, llamándola para comer algo, para que no muriese por inanición. Siempre pensativa, triste y muy llorosa.

Allí sentada en el sofá a mi lado, aquella tercera noche, se abrió algo más y estaba más dicharachera.

Tito, te voy a decir la verdad…, algo que no saben ni mis padres.

La miré a la cara con atención.

-          ¿Sabes por qué me he separado?

-          ¿Te ha sido infiel?

-          No…,  que va, todo lo contrario. Miguel (así se llamaba su exmarido), me tenía engañada, es realmente homosexual. Jamás me ha hecho el amor.

-          ¿Cómo?

Me quedé atónito.

Yo intuía por aquel entonces que Raquel, era una chica bastante ardiente. Esas cosas se notan o parecen notarse en la evolución de una adolescente a una mujer.

Aún soy virgen. Me dijo de sopetón, como si se tratase de una bomba.

-          ¿Cómo? (Estaba sorprendido).

-          No me lo puedo creer… (Añadí).

Hubiese jurado que habría tenido centenares de relaciones sexuales. Los jóvenes de hoy tienen muchísimo más sexo que nosotros a su edad, aunque siempre había y hay excepciones.

Raquel, era una joven muy atractiva. Había salido con varios chicos.

Seguía dándome información…

-          Estaba esperando un hombre especial para entregarme a él en cuerpo y alma. Qué fraude de hombre…, tito.

-          Me estuvo engañando toda la relación. Habíamos quedado en llegar ambos vírgenes al matrimonio.

-          Decía que me quería mucho, que era su alma gemela, pero en el viaje de novios paso lo que pasó…, lo que tenía que pasar.

-          ¿El qué?

-          Tito…, a ver cómo te lo explico… Que no se le ponía…, “ya sabes”. ¿Me entiendes? Al cabo de varios días de excusas y excusas, me dijo que era incapaz, que solo de pensarlo, sentía repulsa. Que si bien, en su imaginación se lo había planteado…, hacerme sexo a mí…, siempre había terminado masturbándose con imágenes de chicos.

-          Yo en cambio, siempre me había masturbado pensando en hombres…, artistas, actores, cantantes…, y obviamente, desde que le conocí…, en él…, pensando en cómo sería su “cosa”, y lo bien que me lo pasaría cuando nos casásemos.

-          Qué decepción.

-          Tranquila Raquel…, todo se resolverá.

La mirada que me estaba echando Raquel, no me gustaba ni un pelo.

Entraba en materia…

-          Tito…, quiero dejar de ser virgen lo antes posible.

-          Muy bien Raquel, eres una chica preciosa y muy pronto conocerás al chico perfecto… (Le dije).

-          No lo entiendes, tito.

-          No quiero ir a buscar a un extraño. Mis amigos saben que estaba esperando a casarme. Me daría vergüenza. Además…, de hoy no pasa.

-          Después de meditarlo estos días, he decidido dejar de ser virgen…, hoy.

-          Y además, quiero que seas tú…, mi desvirgador…, con esa “cosita”, que no parece muy pequeña. (Mientras lo decía, me tocaba por encima del pantalón con su mano en mi polla, aunque de manera inocente).

La cara que puse debió dejarla planchada…, pues su cabeza cayó en mi hombro y se puso a llorar desconsoladamente.

¿Qué hacer en una situación así?

-          No te preocupes Raquel, eso lo arreglamos… Cuenta conmigo. (Lo dije sin pensar y sin malicia. Puedo jurárselo a todos ustedes).

Desafortunado comentario el que se me ocurrió decir, torpe de mí.

Un lamentable error, que fui incapaz de corregir.

Seguía teniendo su mano reposada en mi polla, sin nada de malicia, conozco a mi ahijada.

Mi cuerpo es terrenal y no místico o religioso, como el tío de mi ex, el cura, y pasó lo que pasó…

Llevaba semanas sin sexo.

Involuntariamente, tuve una enorme erección que, Raquel, notó de manera que no admitía duda alguna, y que la hizo suponer que yo estaba totalmente de acuerdo en ayudarla con su “problemilla”…

-          Gracias, tito…, mil gracias, tito. No te vas a arrepentir. Te lo juro.

¿Qué decir?

¿Cómo arreglar el entuerto?

Era viernes por la tarde, fin de semana y no sabía dónde meterme en esos momentos.

Pensaba en sus padres. Me avergonzaba la situación.

Había hecho planes de pasar todo el fin de semana, viendo películas de acción para poder entretenernos.

Tenía preparada las sagas de “Indiana Jones” y de la “Jungla de cristal”. Me gusta todo tipo de cine, pero no iba a llevarle a mi ahijada nada de amor, romanticismo ni cosas así, dada su reciente separación y su triste estado.

Menuda “sesión de cine” me esperaba. Como salir de aquello. Mi cara seguro que atestiguaba inconcreción.

Raquel, de manera natural me soltó de una:

-          Tito, no te preocupes, que lo tengo todo pensado. Llevo planeándolo días…

-          ¿Qué?

Realmente, todo lo tenía debidamente organizado, la muy jodía... Todos los detalles. Las mujeres siempre nos llevarán siglos de ventaja en todo.

Todo lo tenía pensado. Ya verán… El cómo, el cuándo, el dónde, las formas y las veces.

Tuve que vencer, aquel fin de semana, muchas negatividades y muchos muros mentales.

Ella me ayudó. Lo planteó de una forma natural. A veces, la gente joven lo ve mucho más claro todo. No ven tantos problemas como nosotros.

Ella tenía claro que lo que quería era perder su virgo conmigo…, y lo perdió.

Al relajarme, con el paso de las horas y de los días, noté que ella empezó a disfrutar de una manera excepcional, al mismo tiempo que su inexperiencia, se tornaba en aprendizaje especializado…

Yo había tenido mucha experiencia y sabía hacer feliz a una mujer en la cama a todos los niveles.

El momento del “desvirgue” hubo de hacerse con sosiego, tranquilidad, y mucha naturalidad por mi parte, una vez pasados los difíciles primeros minutos. Ella agradecería días después, como la había tratado.

No hubo lascivia ni morbo, por parte de ninguno de los dos, muy al contrario, creo que hubo ternura y sentimiento, como si se tratase realmente, de una relación filial.

Siempre he sido reticente a pensamientos incestuosos y desde que estuve con Raquel, he dejado de prejuzgar injustamente. Puedo entender, creo, en estos momentos, una relación de sexo fraternal.

Como pueden suponer, el desvirgue no estuvo exento de pequeños detalles particulares, a veces, algo “complicados”..., que hubimos de resolver sobre la marcha.

Raquel, puso el día y puso también la hora:

-       Tito, a las 10 en el dormitorio de mis padres, voy a arreglarme.

Faltaban casi dos horas y se me hicieron interminables.

Mi sobrina dispuso la habitación de sus padres, más grande para su estreno con velas, incienso y música. Tenía sin estrenar lencería de su viaje de novios y cuando quise darme cuenta me invitaba a pasar a aquel trono del desflore.

-       Tito..., pasa, estoy dispuesta.

Como una princesa de cuento, allí se encontraba Raquel, sensual, bella y resplandeciente, con ojos brillantes, esperando su ansiado gran momento, que esperaba durante años, en medio de aquella enorme cama.

-       Desnúdate y ven... (Me dijo).

La luz era la apropiada a una noche sexo de esa naturaleza. Había puesto en las sendas lamparitas de las mesitas, dos pañuelos rojos oscuros de seda, que generaban un ambiente, realmente sensual.

Realmente, todo lo tenía pensado, meditado y bien preparado.

A duras penas, bastante nervioso, me desnudé y subí a la cama. Mi polla había decaído en el periodo de preparación mental, y estaba hasta encogida de más, pero todo se fue arreglando cuando mi sobrina me dijo que me relajara y empezó a tocarme mi lánguida polla.

Raquel, tenía mucha teoría, pero poca práctica, y una vez pasados los primeros minutos, me rehíce, y cual experto amante, empecé a idolatrar físicamente a esa mujer que me invitaba a desflorarla.

Besé, acaricié, lamí todos sus miembros, su torso, su cuello, su vientre..., todo a excepción de su boca en aquel primer momento, ya que aún mi mente pensaba en aquella ahijada como lo que no era en aquel momento..., una mujer deseosa de sentirse deseada.

Cuando la despojé de su escasa lencería y empecé a comer aquel bello sexo totalmente depilado, todo empezó a aclararse y mi miembro erecto lo hacía notar.

Dejé de pensar en bobadas, y exclusivamente pensé en hacer disfrutar a aquella mujer madura de mente, para que su joven cuerpo se dispusiese a disfrutar de aquel desvirgue deseado, y ansiosamente buscado.

Los  minutos se sucedían y los orgasmos de Raquel, también...

-       Hazlo, tito.

-       Tranquila, Raquel, ya llegará el momento.

-       Vale, tito, confío en ti.

Aquel coño abierto, caliente, húmedo y deseoso, parecía estar dispuesto. Obviamente, no era la primera vez para mí, y sabía de los pequeños detalles. Había que dilatar…, tenía que tener paciencia.

Mi lengua y mis dedos entraron en primer lugar, haciendo que aquel momento, fuese lo menos desagradable posible.

Le preguntaba sobre sus molestias y me decía que siguiese, que no le hacía daño.

El dedo corazón de mi mano derecha, avanzaba despacio y firme mientras lamía su clítoris, y sus caderas temblaban permanentemente.

-       Tito, métemela ya, creo que estoy preparada...

Dispuse una de las almohadas en sus riñones. Me acoplé adecuadamente, y mojando mi glande entre las humedades de sus labios a los que, previamente, había dejado caer una buena cantidad de saliva, accedí a la puerta de esa maravillosa y virginal cueva.

Poco a poco y realizando maniobras hacia adelante y hacia atrás, tratando de no dejar de humedecer el tronco de mi endurecido falo, fui poco a poco introduciendo de otro lado, mi enorme polla, sin dejar de mirar la expresión de la cara de mi joven “sobrina”.

El pequeño gesto de tensión en su rostro me hacía comprobar su nivel de dolor, aunque según me decía, el placer era muy superior.

Cuando, finalmente, Raquel, se relajó del todo, se abrió a placer, y mi durísimo pene entraba en su absoluta profundidad liberada del natural obstáculo, eso sí, sin prisa, y recibido por un soberbio orgasmo, la cara de agradecimiento de mi sobrina lo decía todo.

-       Gracias, tito, eres todo un artista. He tenido un orgasmo, que me ha parecido el mejor de mi vida, a pesar de la molestia. Gracias, tito.

-       Ahora, córrete tú. (Me dijo).

Creyendo, inocentemente, que no querría hacerlo más y dado que,  estaba tremendamente excitado, me subí a horcajadas en sus caderas, y mirando sus preciosos pechos, me hice una enorme y soberbia paja, que hice derramar con cuidado de no mancharla en su cuerpo, poniendo mi mano izquierda a modo de tapón y cuchara.

Me levanté, fui al baño a limpiarme.

-       No me dejes sola, tito, vuelve.

-       No te preocupes, vuelvo enseguida. (Pensaba, inocentemente, que solo querría hablar de lo acontecido, y darme de nuevo las gracias. Me equivocaba).

A la vuelta..., ella, simplemente, me miraba con cara pensativa, con sus ojazos muy abiertos. Me temía lo peor. Los gestos de su cara traviesa no me gustaban…

-       Tito, quiero pedirte otro favor.

-       ¿Cómo?

Creyendo que el “trabajo” se había acabado después de la sesión previa, y producida la ansiada perdida de su himen, mi ahijada no contenta con eso, quería más cosas...

Mi “sobri”, como ya han leído, se había corrido, media docena de veces con mis trabajitos previos orales, y con la dilatación previa con mis dedos…, terminando, como ya les anticipaba, con un glamuroso orgasmo final, según me había confirmado.

Ahora quería hacerlo otra vez, y que me corriese dentro de ella, para sentir la sensación del semen dentro de su cuerpo, pues había fantaseado mucho con aquel momento. Me dijo que no había problema, dado que la regla estaba a punto de llegarle y no podía quedar embarazada.

Lo que tú digas, Raquel… Pensé.

Como seguía muy excitado, no fue un problema volverla a dar placer con mi boca, para después, finalmente, metérsela e inevitablemente, volver a escanciar mi semen, en esta ocasión dentro de aquella vagina caliente, aunque recién estrenada.

Eran los dos de la mañana, y estábamos exhaustos.

En esos momentos de paz, sosiego y relajación, en donde este relatante ya había asumido que su tarea había finalizado, va la niña y me dice:

-          Tito, ahora tienes que hacer la tercera parte…

-          ¿Cómo?

-          Tito, ya que hemos empezado algo, hay que terminarlo bien. ¿Vale?

-          Raquel, por favor…

-          Es evidente que sabes tratar a una mujer en la cama, y quiero que me enseñes todo, absolutamente todo. Quiero sentirme una auténtica maestra.

-          Pero…, Raquel, qué me dices.

-          No entiendes, tito, que si parezco una novata, se van a reír todos mis compañeros en mis narices. Tienes que enseñarme de todo en estos días que estamos aquí, solos los dos. Además, es que tengo ganas de experimentar, especialmente, con algunos de mis amigos, que me tienen un poquito entusiasmada.

Los argumentos eran de peso, según ella.

Estábamos exhaustos y dormimos plácidamente aquella primera noche.

A la mañana siguiente noté como me tocaba, me besaba y me suplicaba que siguiésemos con la siguiente fase del encarguito…

-       Tito, sigamos, por favor, durante todo el fin de semana, con esta maravillosa obra de caridad que me estás haciendo.  (Lo decía en tono de sorna y con cara de una auténtica viciosa).

Apenas comimos para coger fuerzas, y no vimos nada de cine.

Desde el resto de aquel fin de semana, y durante casi tres semanas enteras, todas las noches trabajábamos en “nuestra tarea”, y salvo unos pocos días de obligado descanso, mientras tenía su período, en el que ella se dedicó a tareas teóricas y prácticas orales con su tito, todo el tiempo lo ocupamos en perfeccionar las diferentes técnicas que mi “sobrina” había concebido aprender, para no solo perder su virgo, sino para conseguir ser toda una experta amazona en tareas amatorias.

Incluso nos besamos en la boca como una pareja de amantes. Aquellas tres semanas serían un paréntesis en nuestra relación familiar y fraternal.

Cuando llegó la noche de la despedida me habló:

-          Tito, cuando mañana vengan mis papis…, ni media.

-          Esto quedará como un secreto entre los dos. ¿Vale?

-          Sí, Raquel. Te lo prometo.

-          Yo he conseguido lo que quería y con quien quería.

-          Te lo agradezco mucho, me has hecho un gran favor. Jamás lo olvidaré.

-          Te sigo queriendo como mi “tito”, y esto quedará para nosotros dos como un secreto… ¿Vale, tito?

-          Sí, Raquel.

Jamás volveríamos a hablar del tema.

Aquella última noche de sexo, fue particularmente excitante y morbosa. La última posición que quería aprender era la del perrito. Raquel, allí de rodillas en la cama ante mi enorme y duro trozo de carne padrinal, que entraba en aquella apadrinada abertura, extremadamente húmeda, caliente y excitante.

Una abertura, apenas virginal hace unos días, ya cada vez más diligente y adiestrada. En mi mente quedará para siempre, aquella imagen de aquel cuerpo tan joven, con movimientos bruscos, libidinosos y exarcebados, al llegar sus orgasmos dobles y triples, y que a pesar de todos ellos, mi mente solo recordará con precisión una sola imagen:

Aquella tersa espalda, perfectamente contorneada, brillante por el sudor, y muy especialmente, aquellas diminutas vellosidades rubias apenas visibles, en la espalda baja, en el centro superior intermedio de aquellos dos bellos y sensuales glúteos que yo sujetaba con mis diestras manos, aquellos casi imperceptibles vellos, que aparecían contorneados por efecto de aquellas minúsculas gotitas de sudor, que caían inexorablemente hacia aquel valle caliente, aquella perfecta división en dos partes, en las que se apreciaban su enervada piel de gallina fruto de la excitación, aquellas dos pequeñas gotitas que llegaban poco a poco a circundar su precioso ano de pliegues perfectos y brillantes, llegando incluso a mojar después, la base de mi pene venoso, que en ese mismo instante, inundaba de oro blanco aquella caliente oquedad, en media docena de convulsiones que me dejaban sin respiración.

Ella, muerta de ganas por aprender una postura, disfrutando como una loca, y yo de fotógrafo mental de pequeñísimos detalles.

¡Vaya imagen de mi “sobrina” que me llevaré a la tumba, amigos!

Sus padres regresaron, y de inmediato vieron que Raquel, estaba muy contenta.

Se alegraron de ello, y lo achacaron a que su “tito”, la había ayudado y consolado en su pena.

Jamás sabrán…, como la ayudé verdaderamente.

¿O ella a mí?...

Sí, amigos, algo cambió dentro de mí después de aquella experiencia con mi “sobrina”, en casa de mi amigo Antonio.

Descubrí que todo, ni es malo, ni es bueno, necesariamente, sino que depende del cristal con que se mira.

Desde aquel momento supe relativizar todo, y no prejuzgar jamás a nadie más, el resto de mi vida.

Aprendí, además, algo fundamental a mi edad… El sexo es, y debe ser, natural.

Con el paso de los meses, Raquel, conoció a varios chicos…, en estos momentos, sale de manera permanente con un arquitecto, y parece que les va muy bien.

Yo estoy saliendo con una chica que me presentaron en una cita a ciegas… Me va genial.

Resulta que Angelines, así se llama, es de mente muy abierta en todo.

En cuanto la conocí algo más e intimamos, se la presenté a José Miguel y Verónica.

La primera noche que cenamos los cuatro, estuvimos todos encantados con Angelines, pues parecía que había estado con nosotros toda su vida. Charlamos y nos reímos durante toda la velada. Fue inolvidable.

En la sobremesa, como no podía ser de otro modo, hablamos de sexo y de nuestras experiencias de juventud. Angelines, también había sido muy activa, y contó de manera natural decenas de experiencias.

Angelines y yo, desde el primer segundo, quisimos contarnos todo… Incluso llegué a confesarle lo de mi sobrina. Realmente, le hizo gracia la situación.

En la segunda cena que tuvimos los cuatro al siguiente sábado, además de degustar una cena increíble y maravillosa, tanto José Miguel, como yo, degustamos después de los postres y durante horas, de las delicias de dos mujeres… Nuestras anfitrionas sexuales, Verónica y Angelines, nos hicieron de todo, pues jugaron ambas, al juego de las “reinas del sexo” con nosotros dos…

Habré de relatarles cómo es el juego algún día…, y contarles además, aquella primera experiencia de intercambio entre dos parejas.

¡Prometido!

Dos parejas que desde entonces están muchísimo más “unidas”, pues además de una sólida amistad, ahora nos une a los cuatro, un vínculo sexual extraordinariamente morboso.

09/21. LA INVIDENTE…

Mónica, había nacido invidente, o casi.

El diagnóstico definitivo, llegó bastante tiempo después de su nacimiento.

La Amaurosis congénita de Leber, es una retinopatía de origen genético, que produjo una pérdida generalizada de los bastones y conos en toda la retina, impidiéndole la visión a Mónica, desde casi el primer día de su vida.

En diferentes ocasiones, los padres de Mónica: Arturo y Sofía, se habían echado en cara, el uno al otro, ese defecto congénito, y eso con el tiempo pasó una amarga factura.

Sofía, abandonó a su familia cuando Mónica, apenas tenía 6 añitos.

Desde aquel momento, Arturo fue el padre, la madre, el profesor, el guía, y bastante después, desde su adolescencia, un amigo de verdad para su hija Mónica.

Mónica, fue hija única, pero además, desarrolló otras habilidades y sentidos excepcionales, que compensaron la falta del sentido de la vista.

En aquellos años de expansión turística en la costa mediterránea, y con un padre que no tenía problemas económicos, dado que era un empresario de hostelería y restauración, más o menos importante, la vida para Mónica,  fue cómoda económicamente hablando, y no le faltó de nada.

Gracias a la dedicación de decenas de profesores particulares y de la escuela de la ONCE, Mónica fue afrontando su vida, entre otras cosas, a la interiorización de hábitos y rutinas.

Gracias a las nuevas tecnologías, existen muchas formas de ayuda a las personas ciegas, como todos los lectores saben…, desde relojes despertadores con voz, hasta ordenadores adaptados que hablan, que incluso tienen programas como el OmniPage y el Jaws, con los que se puede leer cualquier texto sin que tenga que estar en Braille, pasando incluso por su máquina de apuntes de la universidad, que se llama Braille Speak, constituida por seis botones que representan los respectivos signos o puntos del alfabeto Braille, más la barra espaciadora, que incluso reproduce mediante voz  lo que está escrito, por si quiere repasarse.

Mónica en estos momentos tiene 23 años, y está cursando un grado de fisioterapia, con bastantes buenas notas.

Su afición era aprender y memorizar cosas.

Las clases de anatomía, las realizaban juntos.

Incluso desde muy joven se habían bañado juntos. No era una relación de padre e hija habitual.

Como ustedes pueden ir intuyendo esto va acabar como una película S o X…, pero, por favor, no prejuzguen aún.

Mónica, sabía de sobra las diferencias anatómicas entre un hombre y una mujer.

Arturo, se había visto obligado en más de una ocasión a dejarse tocar su órgano sexual, para que Mónica lo analizase y estudiase con detalle a través del sentido del tacto.

No hubo ningún pensamiento sexual en aquellas ocasiones en la infancia de Mónica y, obviamente, ninguna erección en el miembro de su padre.

Fue algo natural y sin ningún grado de malicia.

Su padre, con mucha paciencia y entrega, dedicó todo su tiempo libre y mucho más…, a intentar ayudar a comprender miles de conceptos que una persona invidente debe de aprender de una manera especial, pues tiene que crear, como un universo paralelo.

Las dificultades para Arturo, en la educación de Mónica, comenzaron con la etapa adolescente de su hija.

Los compañeros de Mónica en la escuela, con diferentes grados de discapacidad visual, no tardaron en introducir nuevos conceptos y términos de ámbito sexual en la mente de Mónica, y del mismo modo y dada la confianza que se había generado entre padre e hija, le tocó en múltiples ocasiones a Arturo, intentar de mil maneras posibles, hacer comprender conceptos nuevos a su hija, aunque de índole muy delicada.

-          ¿Papi, como se hace una paja a un chico?

-          Pero…, Mónica…, qué me dices. ¿Alguien te ha propuesto algo así?

-          No, papi…, los compis bromean…, solo quiero saber…

Arturo, ya había hablado de sexualidad con su hija desde los instantes previos a su adolescencia.

Como un padre protector, había advertido a su hija de los riesgos del sexo y de las enfermedades sexuales, quizás anticipándose a una futura vida sexual plena de su hija.

Aunque pueda parecer lo contrario, Mónica, tenía claro lo que quería, y quería aprenderlo todo sobre sexo, a costa de los sinsabores de su padre Arturo, cuando le tocaba explicarle cosas de difícil explicación, como pueden ustedes suponer.

Mónica, había decidido no tener relaciones sexuales con ningún hombre hasta encontrar la persona ideal, aunque eso sí, la sexualidad de la niña despertó amplia e intensamente, aprendiendo a masturbarse desde muy joven.

Prácticamente, todas las noches Mónica se masturbaba, pues decía que la relajaba y dormía mucho mejor.

Desde el primer día, se lo había contado a su padre con toda naturalidad. Arturo, a veces, no sabía dónde meterse…

-          Mónica, no hace falta que me des detalles, por favor.

-          ¿Jo, papi, entonces con quién lo hablo?

-          ¿No tienes ninguna compañera de tu edad en clase?

-          Sí, hay alguna, pero no tengo feeling con ninguna de ellas.

Al final, siempre tenía que responder Arturo a algunas preguntas que se la traían de verdad…

-          Pregunta, Mónica, lo que quieras...

-          Mira papi, alguna vez, me he metido un pepino con un preservativo en el coño, y al mismo tiempo, me ha apetecido meterme un dedo en el culo. ¿Es eso muy raro?

-          Joder, Mónica. Perdón…, raro…, raro… El sexo, Mónica, es un mundo infinito. Lo importante es no hacer daño a nadie, y tú con tu cuerpo has de hacer lo que te apetezca. Pero cuida la higiene por eso de las bacterias. ¿Vale?

-          Vale, papi, muchas gracias.

Mónica, siempre tuvo una especial motivación por tener todo tipo de consoladores y artilugios que le daban placer.

Del mismo modo, Mónica, indagó en foros de sexo, blogs bisexuales e incluso en grupos de parejas liberales.

Una vez, contactó con un grupo liberal que organizaba encuentros sexuales liberales en la zona de Zaragoza, con el objeto de ayudar a resolver problemas sentimentales de matrimonios y parejas, tanto heterosexuales, como bisexuales.

Cuando José Miguel y Verónica, una de las parejas anfitrionas, terapeutas sexuales, le hablaron de los cursos de sexo oral…, comprendió y decidió…,  que no podía dejar de probar aquello del sexo oral, tanto activo como pasivo.

Mónica, desde aquel momento…, empezó a tener una enorme fascinación por el sexo oral. Recibirlo de un hombre y de una mujer, y también, como no…, realizarlo a un hombre y a una mujer. Era su prioridad absoluta.

Padre e hija, hablaban con absoluta naturalidad de sexo, como todos ustedes están leyendo, a veces, incluso ella más que su propio padre.

Aunque, últimamente, las conversaciones se centraban, inevitablemente, en el sexo oral.

-          ¿Papi…, a que sabe una polla cuando se chupa? ¿Papi…, a que sabe el semen?

-          Dios mío…, Mónica, qué preguntas le haces a tu padre.

-          Ah! claro…, tú no lo has probado. ¿O sí?

-          Yo he chupado algunos de mis consoladores, y todos me saben a plástico.

-          ¿Cómo podría hacer sexo oral a un hombre, sin tener que pasar la vergüenza de pedírselo.

-          Mis compañeros son guays, pero no me atrevo a pedírselo.

-          ¿Qué opinas, papi?

-          Pero, Mónica, qué cosas tienes…

Arturo, conocía a su hija demasiado bien, y enseguida vio a donde quería ir a parar.

-          Mónica…, ¡Por Dios!…, ¿en qué estás pensando?

Mónica, tenía ya su plan preestablecido en su cabeza.

Unas semanas después, en un largo y caluroso fin de semana del mes de mayo, después de cenar y en la terraza de su ático, Mónica, con toda naturalidad dijo:

-          Papi…, el mes que viene viajaremos a Zaragoza. He conocido por WhatsApp, a una pareja que organiza, para pacientes y amigos, sesiones pedagógicas de sexo oral…, pero antes he de practicar…, en casa.

-          Papi…, no te vas a negar, ¿Verdad?, y empezaremos esta misma noche.

Arturo, se quedó perplejo y sin apenas palabras para contestar a su asertiva hija.

-          Ni se te ocurra pensar en eso jamás…

-          Pero…, papi…

Como si se tratase de una clase magistral, Mónica explicó a su padre, que en ocasiones, algunas madres han masturbado a sus hijos adolescentes y de más edad, discapacitados físicos, o de otro tipo, que les impedía a ellos satisfacerse por sí mismos…, con la única finalidad de  rebajar tensión y estrés.

Mónica, había leído mucho en las últimas semanas al respecto.

Le proporcionaba decenas de datos, facilitando a su padre permanentemente información y lecturas relacionadas.

-          Papi, incluso hay en Japón, una empresa dedicada a eyaculación asistida para personas con discapacidades físicas o psíquicas, que les impiden masturbarse por ellos mismos. ¿Lo sabías, papi…?

-          Entra en el buscador y pon: “masturbación a discapacitados”. Hay hasta un video en el que se entrevista a una asistente. Es una organización sin ánimo de lucro, y se llama White Hands…, tiene unos veinte empleados, que dan servicio a casi cien clientes. Es todo legal y está formado por especialistas. Tiene un reconocimiento social y médico.

-          Eso es allí. España es diferente.

-          Sí, papi, España es diferente, pero hay un gran artículo periodístico en “El mundo digital”, del 19 de abril de 2009. Es increíble, tienes que leerlo. Es sobre una profesional especializada en discapacitados. También se hace referencia a otros países,  e incluso sobre una sentencia en Dinamarca contra un Ayuntamiento… Hay mucho sobre el tema. Se considera, y se debe considerar, un servicio social.

-          Me dejas anonadado.

-          Pásame los vínculos, leeré todo.

Claro está, que Arturo tenía que leerlos obligatoriamente, pues sabía a ciencia cierta, que le daría un margen razonable de dos o tres días para que los leyese. Luego le preguntaría.

Así fue y así paso. Al cabo de dos días…

-          ¿Papi, has leído lo que te dije?

-          Sí, claro, pero no te creas que lo tengo muy claro.

-          Pues empieza a tenerlo claro, que faltan menos de tres semanas para el taller de sexo oral de José Miguel y Verónica, en Zaragoza.

-          En menudo lío me vas a meter, Mónica.

-          Ni lío, ni lía. Verónica me ha dicho que tengo que practicar, que no podemos presentarnos en el taller sin, al menos, una sesión en casa.

-          ¿Quién es Verónica?

-          Papi, ya te lo había dicho, la terapeuta sexual, la mujer de José Miguel, los organizadores del taller.

-          Así es que, este sábado prepárate. Hay sesión de práctica oral después de cenar.

-          No me dices nada… Silencio es igual a aceptación. Gracias, papi.

  • ¡Mónica!

Arturo no sabía dónde meterse. Se había pasado noches enteras pensando en una solución.

Tenía bastantes problemas en la empresa, y su mente lo fue dejando a un lado, día tras día.

Pero el sábado llegó, irremisiblemente.

Lo primero que Mónica hizo al despertarse aquel sábado, fue decirle a su padre:

-          Esta noche, prepárate…

-          Pero Mónica…

-          Ni pero, ni manzano.

-          Espero que estés preparado. Nada de pajas, ni nada... Quiero que estés “operativo”.

Como ya les había contado, queridos lectores, ellos habían hablado mucho de sexo y de masturbaciones.

Armando, tuvo que confesarle a su hija, ante su insistencia, que desde que se había separado de su madre, no había tenido sexo con nadie y que solo se masturbaba de vez en cuando, exclusivamente, cuando notaba que estaba algo tenso.

Ella le había contestado que eso era muy raro, que ella se masturbaba prácticamente todas las noches y dormía muy bien. Que incluso, cuando tenía la regla se masturbaba con algo más de cuidado para no mancharse demasiado, y que le venía muy bien.

Le había llegado a decir, que se masturbase más a menudo, a ver si así se le pasaba esa…,”cara de malas pulgas”…, que traía a veces de la empresa.

Mónica, notaba el estado de ánimo de su padre, incluso sin hablar. Sus sentidos se habían incrementado en muchas pequeñas y diversas habilidades que, básicamente, eran habilidades emocionales. Las mujeres, sin duda, tienen muchísima facilidad en el área intuitiva.

A lo largo de aquel sábado, que a él, le parecía que pasaba muy rápido, y en cambio a ella, le parecía que pasaba muy lento, de vez en cuando le recordaba…

-          ¿Papi…, qué tal? Verás cómo al final lo pasamos muy bien.

-          Mónica, por Dios.

-          Si vas a estar así de agrio, lo dejamos. Me arreglo, me voy, cojo un bus, y me voy a pasar la noche a Madrid, a practicar con cualquiera que me deje…

-          Por Dios, Mónica.

Él sabía que Mónica tenía la cabeza sobre los pies, y jamás hubiese pensado en estar con extraños, y menos para estos temas tan delicados como el sexo.

De sobra conocía a su hija.

Lo habían comentado en muchas ocasiones, con ocasión de noticias de sucesos. Sabía de casos de gente rara, que secuestra y mata. Realmente, había por esos mundos escondidos, verdaderos obsesos y enfermos sexuales, capaces de todo.

Arturo, le contestaba…

-          Vaya día que me estás dando. (Lo dijo en un tono más “suave”. Ella lo notaba).

-          No te preocupes, papi, si lo vamos a pasar genial.

La cena fue tensa. Arturo apenas cenó al principio.

-          Papi, cena algo, que no quiero que enfermes. Que tienes que “trabajar” esta noche.

-          Mónica, por favor.

Terminaron de cenar. Arturo hizo un esfuerzo y cenó algo para complacer a su hija, que tenía cara de preocupada.

Después del habitual postre de los sábados… Piña en almíbar con nata montada…

Ella dijo:

-          Me voy a lavar la boca y te espero. ¿Vale, papi?

-          Por cierto, ¿en tu cama o en la mía? (Preguntó con cierta sorna).

Él contestó:

-          Donde tú te sientas más cómoda.

La cara de Mónica cambió de expresión y se relajó algo más.

-          Prefiero en mi cama. ¿Te parece bien?

También la cara de Arturo, tenía otra expresión.

-          Sí, cariño. (Tenía ya tono de resignación, pero también de comprensión y aceptación).

Cuando Arturo entró en la habitación de su hija Mónica, después de tocar la puerta, aún en él se notaban ciertas dudas y un rechazo a hacer cualquier tipo de sexo con su hija.

Había leído todo lo que ella le había recomendado. Una parte de su mente comprendía que algunos padres y madres, éstas principalmente, ayudasen con sus masturbaciones a sus hijos.

Arturo, abría una puerta a algo desconocido e inquietante. Confió en la madurez de su hija.

-          Pasa, papi.

-          Hola, Mónica.

Mónica, estaba totalmente desnuda en la cama, y aparentemente relajada y expectante, por todo lo que en su cabeza había imaginado que haría, aquella noche de aprendizaje, de su primera clase de sexo oral.

Deseaba probar el sexo oral. Incluso deseaba que su padre se corriese en su boca y saborear su semen.

También deseaba sentir la lengua de un hombre, vamos, de una persona de carne y hueso en su coño.

Estaba muy excitada, no por el hecho de querer hacer sexo oral, sino por el hecho de que lo descubriría por primera vez.

Llevaba meses deseando saber y aprender aquello.

Había pensado en todo. Mónica no dejaba ningún detalle al azar.

Los pensamientos se cortaron…

-          Cuéntame, Mónica… ¿Qué quieres que hagamos exactamente?

-          Mira, papi, mi idea es que hagamos un poco de sexo oral, primero yo contigo, y luego tú conmigo. Cuando estemos un poco más sueltos, hacemos un sesenta y nueve, y nos corremos si podemos los dos al mismo tiempo. ¿Te parece?

-          Eso es muy fuerte, Mónica. (Dijo Arturo, algo serio).

-          Si te pones así, cojo las maletas y no me vuelves a ver (Dijo Mónica…, de medio farol, pero con un punto de medio cabreadilla).

-          Está bien, tú ganas. Espero que esto no se nos vaya de las manos, y al final los dos tengamos que ir a un loquero.

-          De loquero, nada de nada. Cuando conozcas a José Miguel y a Verónica, ya te darás cuenta, que el sexo es natural. Que siempre lo ensuciamos los humanos, con nuestros prejuicios y dobles moralidades.

Siguió…

-          Además, ya he quedado con ellos…, que después del taller, vamos a hacer un intercambio de parejas…

-          ¿Qué? (Sorprendido y con voz de malas pulgas).

-          Tranqui, papi. Tú ahora piensa solo en esto. Lo del intercambio, ya lo iremos hablando los siguientes días, todavía queda mucho.

(Resignación, en la cara algo malhumorada de Arturo).

Arturo quería que se lo tragase la tierra.

-          Papi, desnúdate y sube a la cama.

Lo mejor, era seguir las instrucciones. (Pensó).

-          Túmbate en el centro de la cama.

Ella le dejó sitio. Él se tumbó. Ella se incorporó y se dispuso, tanteando entre las piernas de su padre.

Buscó y cogió su polla. Estaba flácida. Ya se la había tocado hacía bastantes meses, cuando quiso tocar por primera vez una polla de verdad, no los simulacros que tenía de consoladores.

Siempre queriendo aprender. Hubiese sido una gran científica. (Pensaba su padre).

Acercó su boca a la polla de Armando.

Empezó a lamer muy despacio. Lo dejó un momento para decir:

-          Papi, qué rica esta. Sabe muy bien.

Siguió lamiendo.

La polla de Armando no reaccionaba. La dejó de chupar.

-          Papi, relájate. Cierra los ojos y piensa que estás tumbado en la arena de la playa, y piensa si quieres, en esas turistas altas y rubias que dices que te gusta ver, meneando sus tetas naturales por la playa, andando o haciendo deporte.

Pareció que aquello funcionaba…

Mónica seguía lamiendo aquella polla que empezaba a cambiar poco a poco de volumen y textura, de estar algo morcillona, a ponerse por momentos…,  poco a poco, cada vez más dura…

Mónica, notó como aquella polla empezaba a “vivir”. Dejó de lamer.

-          Esto va muy bien, papi…

-          Calla, Mónica, por favor.

Mónica siguió en su tarea, excitada cada vez más por las sensaciones que estaba teniendo, e incluso más, por las posibles futuras siguientes sensaciones, cuando cambiasen el turno. Incluso ya pensaba en el sabor del semen. ¿Cómo será? (Pensaba).

La polla de Arturo estaba erecta, por fin. No tenía una gran polla, pero su mujer nunca se había quejado de ella.

La boca de Mónica, subía y bajaba de forma natural lamiendo aquella endurecida polla. Fiel a sus principios de curiosidad innata, buscó con su lengua todos los rincones directos y accesorios de aquella polla.

Buscó y analizó con detalle el glande con su lengua. También su frenillo. Buscó, a veces, sus huevos, notando sus cambios de textura. Los pliegues de las protecciones  de las gónadas masculinas o testículos. Las sensaciones de sus pelillos en la lengua.

Se ayudaba de su mano. A veces, jugaba simplemente con ella, como haciéndole una paja  con sus labios y boca. Otras veces, jugaba con aquella polla,  besando y lamiendo, no solo el glande, sino el resto del cuerpo y los laterales de aquella polla.

Notó como el líquido preseminal salía. Lo probó. Parecía algo viscoso, pero estaba sabroso, con un cierto toque salado, pero suave.

El tiempo pasaba, ella descubría y analizaba cada milímetro cuadrado de superficie de la polla dura de su padre. Sus venas, su calor, su lubricación natural e incluso el efecto de la saliva.

En un momento, Arturo dijo:

-          Mónica, si sigues me voy a correr. Llevo muchos días sin hacerme nada y eso de pensar en las turistas mientras me la comías, me ha puesto casi a punto…

-          Entonces, papi, tu turno. Déjame que ocupe tu puesto.

Ni corta ni perezosa, Mónica cambió su puesto. Armando se levantó, para dejarla colocarse.

-          Vamos, papi. Empieza.

Realmente, Armando en este momento, dudó y mucho, pero como conocía el carácter de su hija. Se acopló cerca del sexo de Mónica.

Suavemente, con su lengua, palpó la hendidura. No tenía labios que sobresaliesen. Eran todos internos. Él ya lo sabía. La había visto desnuda muchas veces.

Era un coño precioso.

Pensó en cómo se apañaría para depilarse. Jamás se lo había preguntado. Supuso, por cómo tenía su pubis, y esos minúsculos puntos, que se pasaba la cuchilla de vez en cuando.

La lengua le adelantaba perfectamente, el conocimiento de que aquel coño estaba ya lubricado y mucho. Empezó a comerlo poco a poco.

Mónica empezó a moverse de placer.

-          Ummm

-          Ummm, papi que gustito.

Mónica, no dejaba de hablar, y notaba que se iba a correr con poco más.

Él siguió lamiendo ya con ganas.

-          Me corro, papi…

-          ¿Me paro, Mónica? (Dijo él, parando de comerse el coño).

Era un monólogo:

-          Sigue, papi, por favor.

-          Ummm...

-          Qué rico.

-          Guau...

-          Me corro… Ummm...  Qué gusto... Gracias, papi…

Ella estaba acostumbrada a tener orgasmos, incluso bastantes. Ya le había confesado a su padre, que tenía que ser multiorgásmica, dado que a veces, se había sacado tres o cuatro orgasmos seguidos, cuando habiéndose corrido por primera vez, seguía con sus dedos o con alguno de sus consoladores practicando.

-          Sigue, papi, no pares…

-          Me corro otra vez…

-          Jo, qué gusto, papi…

-          Guau…

-          Ummm Ummm Ummm.

Arturo notaba el estremecimiento del vientre de Mónica, cómo sus caderas no dejaban de moverse de placer.

Paró, para que Mónica, disfrutase en tranquilidad de aquellos dos orgasmos seguidos que había tenido.

Después de unos segundos de disfrute…

Mónica, aún con su latente disfrute, le dijo:

-          Papi, vamos al sesenta y nueve, que quiero que te corras en mi boca.

-          ¿Pero Mónica, no tienes suficiente?

-          ¡Papi! Por favor…

Arturo no podía hacer otra cosa.

Intentó colocar a su hija ladeándola en la cama, para poder practicar un sesenta y nueve cómodos.

Abrió las piernas de su hija y se acopló con la boca en su coño. Empezó a lamer despacio. Seguro que seguía sensibilizada un poco.

Al acercar su polla a la cara de Mónica, ésta enseguida cogió la polla de su padre y empezó a lamerla con certera sabiduría.

Mónica, había sido siempre una estudiante modelo, y en esta clase tampoco se quedaba atrás.

Arturo, estaba demasiado caliente, y sabía que con muy poco se correría.

Pensó en imaginar a las rubias nórdicas paseando por la playa, meneando sus pechos al aire. Notar el movimiento oscilante de sus glúteos al andar. Pensaba en ellas mientras recibía aquel enorme placer en su polla.

-          Papi, avísame cuando vayas a correrte, para estar preparada. ¿Vale? (Había dejado de chuparle la polla para decírselo).

-          Vale, Mónica. (Lo mismo hizo él).

Los dos disfrutaban de aquel sesenta y nueve. No les imbuía deseo sexual a  ninguno de los dos con la otra persona. Ella, deseaba aprender, y él, deseaba enseñar, aunque ciertamente, algo obligado y absolutamente resignado.

No había maldad en él. Ninguna maldad. Solo un inocente espíritu paternal y maternal al mismo tiempo, que le imponía la obligación y la devoción de ayudar a su hija. Su única hija, y con aquel tremendo problema de visión, al que se le unió el abandono de su madre.

Es cierto que era de carne y hueso y estaba disfrutando, pero de manera diferente a cuando lo hacía con su esposa.

Arturo necesitaba ayuda. No quería pensar en su hija o se enfriaría.

Arturo, seguía visionando aquellas imágenes que tenía en su cabeza de centenares de esculturales turistas.

Notaba que se correría en breve…

Notó el hormigueo previo…

-          Mónica, me voy a correr, mi amor…

Había parado de comer aquel coño hambriento de sabiduría y de placer novedoso y especial, para advertirla de su inminente corrida, y siguió comiendo para darle placer al mismo tiempo.

-          Vale, papi…, yo también me voy a correr enseguida, estoy muy cachonda… Gracias por todo lo que haces por mí…

Mónica, dejó brevemente de lamerle la polla, para decirle lo agradecida que estaba con su sacrificio, y se dispuso a recibir aquel semen en su boca. Quería disfrutar de aquella primera experiencia con la máxima plenitud.

Notaba cómo la polla de su padre empezaba a palpitar, y endurecerse algo más.

Abrió bien su boca, y dispuso la polla de su padre más cerca del paladar, bajando un poco su lengua.

Al mismo tiempo que notó aquel primer chorro de leche caliente y espesa, sintió un punzante orgasmo dentro de ella, un sobrecogimiento que le llegó hasta la boca del estómago.

Se dejó llevar de aquel momento mágico de dos orgasmos simultáneos.

Disfrutaba de aquella leche mientras la saboreaba, y casi sin darle tiempo a tragarla, notaba otro chorro más… Y otro más, aunque de menos magnitud.

Fue un instante glorioso que jamás olvidaría en su vida.

Ambos se mantuvieron durante minutos, disfrutando de sus sendos orgasmos, quietos y sobrecogidos. Él, reconfortado no solo por su placer, sino incluso más por la sensación de felicidad que notaba en su hija.

Mónica, estaba aprendiendo en estos últimos segundos, el culmen o epílogo de una lección, la del sexo oral que ansiaba aprender desde hacía meses.

Mentalmente, agradeció a la vida tener un padre así, un padre que sacrificaba parte de sus convicciones morales, por ayudarla a descubrir la vida real a su hija, en este caso, de inusual sexo oral entre un padre y una hija.

Él mientras tanto, se regocijaba, no tanto de su placer como de haber colaborado en que Mónica alcanzase una meta más, una importante meta para ella. Lo sabía dentro de él.

Después de aquella gratificante clase magistral práctica, de sexo oral con final feliz, ambos permanecieron quietos y abrazados.

Aquel silencio, no estaba exento de pensamientos individuales de agradecimiento al ser querido, y de la experiencia vivida, de una parte el aprendizaje, y de la otra y no menos importante, la de la enseñanza.

Mónica rompió su silencio…

-          Gracias, papi.

-          Espero que haya merecido la pena, Mónica. Esto no se va a repetir. ¿Lo sabes?

-          Lo sé, papi. Gracias de corazón.

-          Respecto al intercambio de parejas. Nada de nada.

-          De eso nada, papi. Verónica te encantará… Estoy segura.

Aquella puerta abierta al placer natural, originó un cambio espectacular en ambos protagonistas.

Pasado el tiempo, el taller de sexo oral resultó todo un éxito y una auténtica experiencia. Allí se encontrarían dos docenas de parejas de todo el país, aprendiendo y disfrutando con aquella excepcional pareja de monitores, con las que tendrían, Mónica y Arturo, un feeling absoluto.

Por la noche de aquel sábado fantástico en Zaragoza, hicieron un intercambio liberal sublime y excepcionalmente morboso, además de satisfactorio.

No habría penetración, pero no importó.

Verónica, era una consumada experta en ofrecer sexo oral, y Arturo, recíprocamente la hizo disfrutar muchísimo.

Mientras que Mónica, por su parte, recibiría un sexo oral magistral de José Miguel, que con una edad similar a la de su padre, disponía además de una sensibilidad sexual extraordinaria y desconocida por la gran mayoría de las mujeres.

Además, su semen sabía de otro modo. Empezaría a ser una aficionada también a comer leche. Lo notó en aquel preciso momento en que disfrutó del semen de José Miguel.

Si bien, el taller de sexo oral fue una auténtica experiencia, el intercambio liberal por la noche, dejaría a padre e hija, un poso emocional enorme en sus vidas.

Allí nacería una amistad, que perduraría toda la vida con aquella grandiosa pareja.

Por cierto…, Mónica, también disfrutó aquel sábado de una nueva experiencia… Comer un coño femenino…, experiencia que le revelaría su naciente y creciente bisexualidad.

Lo disfrutó incluso más que aquella primera sesión oral con su padre.

Mónica desde entonces se siente mucho más feliz y plena.

Pero no podemos dejar de relatar, aunque sea brevemente, cómo Mónica, al comer el sexo de Verónica, se sintió la mujer más privilegiada del mundo.

Verónica, estaba allí abierta, siendo observada por aquellos dos hombres, que disfrutaban de aquella escena erótica bisexual de máximo nivel. Mónica, agachada, primero olió su sexo, para de inmediato, empezar a lamerlo con pasión, deseo e incluso glotonería. Los orgasmos que producía en el cuerpo de Verónica, no hacían sino repercutir sensaciones orgásmiscas en el bajo vientre de Mónica, que le estaban produciendo convulsiones involuntarias que la hacían desplegar finos hilos de eyaculación.

Ambas estuvieron corriéndose en esa postura casi una hora. Obviamente, la última parte de la sesión, fue la devolución de la lamida...

Mónica, al final confesaría a Verónica, que la sensación que sintió cuando esta última le hizo sexo oral, fue tal, que jamás se había sentido tan plena como persona y como mujer, aunque se sentía avergonzada por el exceso de líquido que había expulsado al correrse.

Verónica, al final sonreía por tal confesión, mientras pedía a José Miguel una toalla del baño para paliar los efectos de la inundación de su cara y cama... Mónica, se había vaciado en su último orgasmo, de una forma que jamás había visto a ninguna otra mujer.

10/21. GREG…, MI FIEL AMANTE…

Desde que me divorcié, hace ahora diez años aproximadamente, me recluí voluntariamente, en la casa de campo, que en el reparto de gananciales me había correspondido.

Me encantaba vivir en el campo y en soledad.

Apenas salía de aquel retiro agradable, dado que mi actividad laboral la desarrollaba, casi completamente por Internet.

Escribía, generalmente, libros de misterio, con toques románticos, que estaban teniendo bastante éxito, eso sí, bajo un alias muy sofisticado, entre otras cosas porque no quería ir a presentaciones, ni firmas de libros, ni eventos de ninguna clase.

También escribía en alguna revista semanal, artículos  sobre nutrición, hábitos saludables, trucos de cocina y consejos de belleza.

No quería tener nada de vida social.

Fue tan desagradable la separación y el divorcio, que durante muchos años rechacé al género masculino, en general.

Creo que durante los primeros cuatro o cinco años, no tuve ni una sola conversación con ningún hombre, salvo las habituales frases con el cartero, el panadero, el frutero y el carnicero. En el súper, gracias a Dios solo había chicas.

Me llamo Rebeca, acabo de cumplir este mes 53 años. Dicen que además de ser muy atractiva, que aparento quizás, hasta diez años menos.

No llegué  a tener ningún hijo, sin saber muy bien la causa. Ahora me alegro, ya que así no he de dar explicaciones a nadie de nada. Mis padres, hace años que ya no están, y fui hija única.

Mi número de amistades, se había reducido considerablemente desde mi divorcio, porque la gran mayoría de las personas que decían tenerme aprecio, solo se obsesionaban, los unos en acostarse conmigo y las otras en buscarme pareja.

Sé a ciencia cierta, pues ha ocurrido con varias de mis antiguas amigas, que al separarse o divorciarse,  entran en una vorágine sexual que llenaría de páginas y páginas un diario sexual.

En mi caso, como les decía al principio, sentí y sigo sintiendo un gran rechazo hacia los hombres en general, creo que ahora mismo con una única excepción en particular.

Ahora, después de casi diez años, eso ha cambiado drásticamente.

He conocido a Greg, mi fiel y único amante.

Esta es la historia que quiero contarles…, la de Greg…, pero antes de describir mi primera gran noche con él, han de seguir conociéndome algo más, y también he de presentarles a una increíble pareja y a su mascota.

Unos de los pocos amigos que me trataron como una persona, de manera comprensiva, fueron Verónica y José Miguel, un matrimonio que vivía muy cerca de mi chalet, a las afueras de la ciudad, en un camino que se denominaba antiguamente, de los Moledores.

Éramos ambas partes, José Miguel y Verónica, por un lado, y yo por el otro, los únicos propietarios de las dos únicas casas de campo de aquel camino.

En aquel camino, que solo transitaban antiguamente, molineros y panaderos, desde hace años tengo mi refugio.

Durante muchos años estuve sola. No tenía miedo ninguno. Aprecio la vida y sé, sin duda, que habré de morir algún día, aunque deseo que sea lo más tarde posible y que mi cabeza sepa razonar medianamente bien hasta el último día.

José Miguel y Verónica, compraron una parcela y construyeron allí su casa ideal, hace ahora, unos cinco años.

Al final, inevitablemente, tuvimos que conocernos, por aquello de ser los únicos vecinos, y por si nos pasaba algo a alguno de los dos.

Sé que donde está el cuerpo está el peligro, y lo único que hay que hacer es tener sentido común, a pesar de que, mayoritariamente, es el menos común de los sentidos.

Ellos llegaron a preguntarme al principio, si no me daba miedo estar sola, y realmente no me había dado nunca miedo. La ciudad es pequeña y tranquila. En las provincias castellanas hay, generalmente, buena gente y poco maleante.

Habíamos hablado muchas veces de enfermedades y de la soledad. Estábamos, ambas partes, comunicadas por teléfono, por si necesitábamos algo. Si ellos iban a comprar, me llamaban antes por si necesitaba algo. Yo hacía lo mismo.

Realmente, no tenía miedo a una enfermedad repentina. Quizás a un accidente fortuito, sí, pero sin quitarme el sueño nunca.

Mis conocimientos de nutrición son altos, y creo que sé cuidarme adecuadamente. No fumo, no bebo a diario, y pudiendo, suelo andar todos los días un rato por la mañana, después de desayunar, y otro por la tarde noche, después de cenar ligero.

Con todo y con eso, disfrutaba cada día como un regalo. Trabajaba lo imprescindible, para poder obtener unos ingresos aceptables, que me permitiesen vivir dignamente.

Tenía un bonito jardín lleno de rosales de varios colores, y margaritas de invierno amarillas y blancas. En un patio interior, tenía dos docenas de geranios preciosos que mimaba, y en verano cultivaba un pequeño huerto con cuatro cosillas, más para entretenerme que para otra cosa.

A la muerte de mis padres, heredé una suma importante de dinero, que sin ser demasiado, me hacía despreocuparme, prácticamente por mi futuro.

Compraba una vez por semana en un súper cercano de las afueras de la localidad, centro neurálgico de una gran urbanización, y disfrutaba como digo, de las pequeñas cosas.

Lectura, paseos, cocinar y escribir, eran mis habituales quehaceres.

No limpiaba mucho mi casa, solo lo imprescindible, aunque tampoco la ensuciaba demasiado, solo lo habitual.

Puntualmente, si era necesario, acudía a la panadería, la frutería o a la carnicería de la zona de la urbanización, para adquirir algún producto particular que no encontraba en el súper.

José Miguel y Verónica, cuando vinieron, me trataron como a una amiga de toda la vida.

Jamás me juzgaron y jamás les juzgué.

Sin ser una obligación, paseábamos casi todos los días juntos los tres por algunos de los senderos que bordeaban nuestras casas, y el monte bajo hacia los chaparros y almendros desperdigados.

Un día aparecieron con un joven pastor alemán, que desde entonces nos seguiría a donde fuésemos en cada uno de nuestros paseos.

Tener un perro cerca no me desagradó. Si alguien se acercaba de noche, ladraría.

Con el tiempo, fui también aceptada por aquel noble animal, al que ellos llamaban Alex, nombre que nunca me gustó.

Nuestras casas estaban separadas, quizás por unos cuatrocientos metros, y estando cada uno en su refugio, cada cual hacía su vida totalmente independiente, los unos de los otros, o mejor dicho, la una de los otros y los otros de la una.

Ninguna de las dos partes invadíamos la intimidad de la otra. Es la mejor fórmula para llevarse bien.

Puedo decir que no conozco la casa de esta amable pareja, ni ellos la mía.

El único vínculo que tendríamos sería su mascota.

Poco a poco, aquel inteligente animal se escapaba a visitarme, seguramente, atraído por alguno de los olores de mi cocina o quien sabe qué…

Cocinaba mucho, especialmente, cocina casera. A veces, preparaba una porción para aquella amable pareja, y se la daba en el paseo.

Verónica, también de vez en cuando, me apartaba algún trozo de bizcocho de chocolate, que a las dos nos encantaba.

No me gusta mucho lo dulce, pero no desprecio un bizcocho bien hecho con chocolate negro.

Su mascota sabía, que si quería disfrutar de algo de comida especial, tendría que ir a buscarlo.

Finalmente, terminé poniendo un comedero y una manta, en un apartado del porche trasero que daba a mi habitación, para que aquel bello e inteligente animal de ojos sinceros y tiernos,  pudiese comer, e incluso descansar un rato si lo deseaba.

Generalmente, Verónica, me llamaba antes de dormir, si su mascota no había regresado aún a su casa.

Se acostaban tarde viendo películas antiguas y leyendo, según me contaban en nuestros paseos.

-       ¿Rebeca, sigue el niño por allí?

-       Sí, por aquí sigue.

-       Mándamelo, porfa.

-       Claro.

Solo con mi mirada, aquel dócil animal sabía que tenía que marcharse, al recibir aquella llamada y ver la cara que ponía.

El tiempo transcurría en paz y en armonía.

Mi alma y mi ser se adaptaron a aquella paz y tranquilidad, sin necesitar a nadie del género masculino.

Quizás solo mi sexo pedía atención, pero no de una manera normal.

Antes de relatarles, cómo una noche Greg, mi fiel amante, apareció en mi cama sin ser invitado, para no dejarla ya ninguna noche más, aunque solo fuese durante el rato que me daba placer, he de hablarles de mi vida sexual…

No sé cómo explicarme.

Me apetecía sexo, pero no buscarlo…

Me tocaba, pero no disfrutaba, aunque me gustaba.

Probé algún consolador natural, pero aquello no era lo mío. Habiéndolos probado, creo que un buen pepino o una hermosa zanahoria, están hechos para una ensalada o un puré, y poco más.

Sé que no soy normal, pero no me importa. Soy así y así me siento cómoda.

Creo que hasta que mi fiel amante Greg,  desde aquella primera noche, en que se metió en mi cama sin avisar, para sacarme un buen par de orgasmos…, creo que llevaba varios años sin tenerlos, al menos, de manera consciente.

He de confesarles al respecto, que de vez en cuando, como cada dos o tres meses, más o menos, tenía un sueño recurrente que me obsesionaba levemente, con un desconocido que se metía en mi cama y me follaba salvajemente.

Llegaba a correrme una o varias veces siempre con aquel sueño.

Creo que mi cuerpo se acostumbró a ello…

Analizándome a mí misma, creo que llegué a pensar, que no lograba ver con claridad la cara ni el cuerpo de aquel amante de ensueño, debido a mi aversión a los hombres.

Antes de seguir, quiero aclararles que esa actitud hacia el hombre, en general, no tenía fundamento lógico. Es cierto, que mi exmarido me había engañado cruelmente, pero no creo que fuese esa la razón.

Había leído mucho. Los hombres y las mujeres, somos diferentes en el amor y en la pasión.

Quizás me podría haber enamorado de un romántico del siglo XIX, no de Gustavo Adolfo Bécquer, que tuvo que ser una verdadera “joyita”…, pero sí quizás, de alguien romántico que no fuese egoísta y que pudiera ver a una mujer sin ver solo carne, sino su espíritu.

Sé que hay muy pocos hombres así.

Dejaré ya de filosofar inútilmente.

Soy como soy, y punto.

Greg…

No era su nombre, pero yo le llamé siempre Greg… Él consintió sin replicar.

Por nada especial, sino porque me gustaba aquel enigmático nombre, que había sacado de una novela de misterio, de la que había empezado a hacer una serie.

Greg, solo venía por las noches a follarme, lamerme, amarme,  idolatrarme…, en fin…,  a hacerme lo que yo necesitase que él me hiciese.

No era egoísta.

Jamás me pidió que le hiciese yo nada.

Si intuía que quería sexo con él, nunca me ponía pegas.

Si me apetecía que me lamiese mi coño, solo tenía que esperarle sin bragas…

Jamás me dijo qué no…, a nada…

Si quería ser penetrada, él lo sabía…, se acoplaba y me follaba sin contemplaciones.

Permanecía unido a mí, hasta que su miembro se ablandaba, y entonces si notaba que quería dormir, se iba sin molestarme.

Que quería abrazarle o besarle, solo tenía que mirarlo, y él se dejaba abrazar y besar.

Ya les digo, Greg, es el perfecto y fiel amante.

Les contaré con detalle, la primera noche.

Era finales del mes de junio, acababa de empezar el verano y hacía calor. Me acosté desnuda. Estaba algo excitada. Me toqué mi coño y estaba algo húmedo, pero no me apetecía masturbarme.

No es que tuviese un coño delicado, a veces, de joven, me había metido un consolador bruscamente, y me había gustado mucho, pero no solía repetir muchas veces.

Incluso, recuerdo que con aquellas esponjas de guante de cuerda, o material similar al esparto, que se utilizaban para quitar pieles muertas, me había frotado el coño hasta llegar a correrme varias veces seguidas, pero me cansaba siempre de volver a hacer lo mismo.

Creo que soy una perezosa en el sexo.

Quiero que me hagan cosas y yo solo disfrutar.

Creo que mi coño podría aguantar de todo, pero no me apetecía tocármelo.

Me apetecía que alguien me usase.

Quizás, que me lo comiesen sin compasión, pero sintiendo algo de ternura.

Quizás, que me follasen bruscamente, pero sintiendo su cariño.

Pensaba que estaba como una auténtica chota.

Quise dormir para soñar con él, con mi misterioso amante de ensoñación, un amante irreal que me penetraba bruscamente, hasta sacarme un grandioso orgasmo, que a veces se multiplicaba por dos, o incluso tres, pero de vez en cuando, solo de vez en cuando. No necesitaba más…

Decidido, llamaría Greg, al amante de mis sueños.

Quise afinar aquel sueño en alguna que otra noche. Creo que me corría precisamente, cuando sentía inundar mi coño con su leche caliente.

Quería dormirme rápidamente, para que la oscura noche me trajese aquel amante nocturno de ensoñación, que me poseyese, y me inundase, hasta correrme como una auténtica mujer objeto.

Quería ser su objeto sexual para siempre.

Solo necesitaba que se metiese dentro de mí, y que golpease fuertemente mi interior con su miembro enorme y turgente.

Quería correrme intensamente, y sentirme húmeda el resto de la noche.

Fantaseaba con que dejase todos sus fluidos dentro de mí durante toda la noche, para despertarme, y notar reseca la leche en mi sexo externo y en las sábanas…, además, por la mañana, levantarme al servicio y notar cómo terminan de salir los últimos fluidos, sintiendo los surcos que se conformaban  a través de mis muslos, cuando me ponía de pie e iniciaba mi camino hacia el inodoro…

Aquella noche creo que lo necesitaba.

Daba vueltas y vueltas, y no podía dormir.

Me había acostado temprano, estaba algo cansada de regar árboles y plantas al atardecer. Tomé una pieza de fruta y un vaso de batido de leche de arroz con remolacha. Me encanta esa cena ligera.

Tenía calor. Abrí un poco la puerta para que entrase algo de fresco.

Notaba como me iba durmiendo y aún tenía fuerzas para, mentalmente, llamar a mi amante.

Greg…, ven.

Greg…, te necesito.

Greg, me despertó lamiéndome con su lengua posesiva mi coño hambriento de sexo.

Estaba tumbada allí, con las piernas abiertas, disfrutando de su lamida incesante y rabiosa por darme placer.

Tuve enseguida un tremendo orgasmo, pero necesitaba hoy, extraordinariamente, un segundo orgasmo bestial.

Me puse de rodillas en la cama, le mostré mi sexo húmedo y necesitado.

Me agarré fuertemente a la almohada, esperando su soberbia entrada.

Noté cómo lo olía, cómo lo saboreaba un poco con su lengua, y cómo se posicionaba en la cama para follarme violentamente.

Se sujetó en mis caderas.

Mi sexo explotaba de ganas.

Se preparó, y de un certero golpe, entró plenamente en mí…

También él estaba excitado, notaba, sin apenas verle en la oscuridad, cómo su aliento acelerado demostraba su esfuerzo, apenas me dio cuatro o cinco grandes golpetazos, cuando noté cómo se inundaba mi vagina, con aquella enorme descarga de fluido caliente y oloroso.

Tuve otro tremendo orgasmo al notar cómo se corría dentro de mí.

No necesitaba más.

No necesitaba horas y horas de sexo.

Necesitaba lo que Greg me daba…, un sexo rápido y complaciente.

Me dormí plácidamente.

Al despertarme la claridad al amanecer, me noté satisfecha sexualmente.

¿Habría soñado con Greg?

Durante unas décimas de segundo, estuve aturdida.

No sabía diferenciar entre sueño o realidad. Estaba en ese momento previo a despertarme de verdad.

Estaba aún semidormida.

Abrí los ojos y reconocí mi habitación perfectamente.

Palpé mi sexo y noté aquella sustancia reseca en todo su contorno, ingles e incluso ano, partes interiores de mis muslos, e incluso uno de mis glúteos.

Me corazón se aceleró. Empezaba a recordar. No había sido un sueño.

Tanteé las sábanas.

Noté los círculos endurecidos de leche seca a los lados de mis caderas.

Me levanté entusiasmada, y conforme avanzaba hacia el baño, notaba cómo aún, algo de fluido, salía de mis adentros.

Todo lo que había soñado, había ocurrido de verdad.

Greg, mi amante fiel, me había follado de verdad.

Deseaba que llegase la noche, para que volviese a mi cama para volver a poseerme salvajemente, sin compasión.

Pasé todo el día ensimismada en mis pensamientos. Apenas hice nada, solo pensaba en la noche y en Greg.

En el paseo, después de cenar con José Miguel y Verónica, ésta me notó cambiada.

-       Rebeca, te encuentro genial.

-       Estoy ilusionada con un nuevo proyecto.

-       ¿Literario?

-       Sí, una novela de misterio y de pasión.

-       ¿Tiene título?

-       No, aún no. (Le mentí sin malicia. Tenía ya título: “Greg..., mi fiel y único amante”).

Cuando llegué a casa, me duché y me metí rápidamente en la cama.

Estaba totalmente desnuda y preparada.

Noté cómo se acercaba.

Noté sus pisadas.

Noté cómo abría la puerta suavemente.

Noté cómo se acercaba a la cama.

Noté cómo se subía a ella.

Yo, ya estaba de rodillas bien abierta para él…

Quería que me penetrase enseguida, directa y salvajemente.

Apenas la segunda noche y Greg, ya conocía mis pensamientos.

Se acercó a oler mi sexo, noté un par de rápidas lamidas, sabía que hoy necesitaba ser penetrada violentamente.

Subió a la cama sin decirme nada.

Se posicionó adecuadamente, buscando el ángulo apropiado, para hacerme suya de un soberbio golpe genital.

Apoyó sus manos en mis caderas, y me metió su enorme miembro, ya sobradamente endurecido, en mi sexo, de un certero movimiento.

Empezó a darme golpetazos gigantescos.

A los pocos minutos, me inundaba totalmente, con su néctar caliente.

Me recosté, y él hizo lo mismo, aún unido a mí por medio de su enorme sexo, que aún notaba duro y comprimido.

Sonó el teléfono.

Era Verónica:

-       Hola Rebeca, buenas noches.

-       ¿Está mi niño por allí?

-       Sí claro, aquí está, mirándome con esos ojazos tiernos, tumbado junto a mí.

-       Mándamelo.

-       Claro que sí. Dale unos minutos, que parece que necesita un descansito…, parece que se ha hecho un “carrerón”. (Aunque pensaba en haberle dicho…, un “correrón”). (Sonreía, maliciosamente).

-       Greg…, a casa…, claro, cuando puedas.

Greg, unos minutos después, y una vez que pudo desenganchar el nudo de su enorme polla de mi coño, me miró, y se marchó dócilmente. Sabía que su hembra, mañana por la noche, volvería a estar dispuesta para él…

Hasta mañana, Greg…, mi fiel y único amante. (Pensé).

11/21. UN CUARTO MUY OSCURO…

La primera vez que nos hablaron de un cuarto oscuro, mi mujer y yo no sabíamos de qué nos estaban hablando realmente.

Como personas prudentes que solemos ser, asentimos y nos dedicamos simplemente a oír, y a poder intentar comprender al respecto, de todo lo que estábamos escuchando atónitamente, de aquella maravillosa pareja que nos acababan de presentar aquella misma tarde, y con la que ya habíamos iniciado nuestra andadura liberal.

Les contamos los detalles enseguida.

Aunque no teníamos ninguna experiencia, sabíamos de intercambios liberales lo justo, es decir, que dos parejas se juntan a follar, cada cual con la pareja del otro.

Creíamos hasta entonces, inocentemente, que ahí acababa todo.

Cuando aquella pareja experimentada, nos hablaba de muchos más detalles, no dábamos crédito a lo que estábamos oyendo.

Ellos eran José Miguel y Verónica, una pareja encantadora, como ya les anticipábamos, y que serían nuestra primera pareja…, es decir, la que nos inició en el mundo liberal.

Nosotros, éramos en aquel primer instante…, una pareja de novatos,  pero bastante maduros, con 60 años de media, y aún por descubrir todo un mundo de nuevas experiencias, y especialmente de nuevas sensaciones.

Nuestra relación y posteriormente, nuestro matrimonio, habían ido genial desde el primer día.

Nos conocimos en el barrio, y estuvimos siempre sentimentalmente unidos desde críos.

Perdón, no nos hemos presentado. Somos Paco y Lola. Tenemos 61 y 59 años, respectivamente.

Nos conservamos bastante bien, y somos unos viciosos empedernidos.

El sexo para nosotros no tiene nada de secretos.

Creemos haber hecho todo lo que nuestras mentes han ideado, salvo obviamente, estar con otras personas.

Estuvimos meses hablando al respecto.

Durante semanas, tanto yo como Lola, indagamos por internet.

Nos íbamos poniendo al corriente de lo que íbamos descubriendo.

Entramos en una gran página de contactos.

Había una sección de parejas liberales.

Enseguida nos llamó la atención un anuncio en concreto.

Era bastante interesante, parecía puesto para nosotros, y decidimos contestar a él.

El anuncio decía:

AMISTAD Y SEXO: Pareja casada madura con cierta experiencia no busca cualquier cosa. Busca matrimonio afín para relación permanente. Amistad y sexo con educación, morbo y saber estar. Somos universitarios sin complejos, buenos conversadores. Nos cuidamos. No fumamos ni bebemos. No vamos a saco. Nos encantaría todo tipo de actividad sexual, la seducción y mucho sexo oral tanto de manera pasiva como activa. Os esperamos. Estamos en onswingers. No mandamos fotos… Nos gusta el sexo real. Abstenerse chicos solos y parejas que no lo tengan claro. No nos gusta hacer perder el tiempo a nadie y menos que nadie nos lo haga perder a nosotros. Zona Madrid Sur. También podemos desplazarnos a Toledo, Cuenca, Guadalajara, Ciudad Real, Albacete, Ávila, Badajoz y Cáceres. Edad 45 años

Lo firmaban Raquel y Pedro.

Investigamos…

Onswingers, es una página de parejas liberales, de cierto prestigio en España, es privada, y de acceso restringido. Solo se accede a través de invitación, ya sea de un club liberal asociado o bien de alguna pareja liberal que conoces. Además, es de pago, lo que significa que está bastante libre de ociosos pajeros y buscadores de fotos de personas normales, hartos de fotos profesionales de prostitutas y páginas de pago, y en ocasiones de dudosa reputación delictiva.

Sigamos con aquella pareja del anuncio, y con la que finalmente quedaríamos a conocer.

Les contestamos al correo, y enseguida nos dieron un número de WhatsApp, que tenían exclusivamente, para ese tipo de contactos, según nos aseguraron.

Contactamos.

Hablamos una noche los cuatro. Parecían agradables, y pusimos fecha al encuentro.

Eran algo más jóvenes que nosotros, y cuando quedamos con ellos a tomar un café, se empezó a abrir ante nosotros un mundo maravilloso.

Hablamos de muchas cosas sin tabúes.

Nos contaron de sus experiencias, de sus anécdotas, de cientos de parejas con las que habían estado.

Les abrimos el corazón sin condiciones.

Les dijimos que éramos absolutamente novatos en aquello, aunque éramos extremadamente viciosos y calientes.

Que nos encantaba todo en el sexo, que fantaseábamos mucho con estar en orgías y hacer intercambio con otras parejas.

Que nuestra edad, no era la más idónea, pero que teníamos ganas de experimentar.

Hablamos los cuatro durante, por lo menos, dos horas y media, que se nos pasarían sin darnos cuenta.

Lo bueno de este ambiente es, entre otras cosas, que no hay límites para hablar de sexo, y creemos que aparentemente, hay mucha sinceridad.

Esa es una de las cosas que más admiramos, tanto Lola, como yo. La sinceridad, además del saber estar.

Aún seguimos teniendo un contacto cálido de amistad con ellos, aunque lamentablemente, no hubo afinidad química entre los cuatro.

Básicamente, yo era bastante mayor que Raquel, y eso la condicionó bastante.

Semanas después nos invitaron a su casa, a una sesión de juegos con otra pareja.

No tenían hijos. Les habíamos dejado una profunda y grata impresión, y cómo habían conocido a otra pareja, con la que intuían que tendríamos más química, nos animaban a conocernos los cuatro. Ya les habían hablado de nosotros, con nuestro permiso.

Aquel sábado, empezó nuestra verdadera iniciación práctica.

Allí conocimos a José Miguel y Verónica.

Eran más o menos, de la edad de Raquel y Pedro, pero con ellos hubo enseguida afinidad y química, tanto personal como sexual.

Las tres parejas jugamos a un juego que Raquel y Pedro tenían en casa: la pirámide del sexo.

Fue muy divertido romper el hielo así.

Habíamos pactado en solo hacer cosas suaves, besos, caricias, tocamientos, pero que no haríamos nada de sexo hasta el final de la tarde, cuando nos conociésemos mejor.

Raquel y Pedro, se mantuvieron al margen y actuaron como anfitriones perfectos. Ellos harían sexo por su cuenta, pues también les encantaba ser vistos y mirar.

Al final del juego, José Miguel estuvo jugando con Lola, y yo con Verónica, o más bien, Verónica conmigo.

Verónica es una mujer preciosa, bajita y muy viciosa.

Le encantaba comerme la polla. A mí que me la comiese. Finalmente, me corrí dos veces en sus pechos.

Disfrutaba tanto de ver a Verónica, como de ver a mi Lola, disfrutando con su marido.

También vi a Lola disfrutar mucho con José Miguel. Ella también asentía con su mirada cuando me veía disfrutar.

No hace falta a veces, que Lola y yo hablemos, para saber lo que estamos pensando.

José Miguel, un incansable del sexo oral, le estaría comiendo el resto de la noche su coño, y como le encanta tanto, Lola no dejó de correrse incontables veces.

Ninguno de los cuatro follamos, y no nos importó.

No teníamos prisa por nada. Queríamos iniciarnos poco a poco.

Para ser nuestra primera vez de intercambio de sexo, nos sentimos muy cómodos. Tantos los anfitriones, como nuestra primera pareja, estaban siendo sublimes.

Hablamos luego los seis en la posterior “sobremesa”, del sexo liberal en general, de grandes reuniones u orgías, de fiestas temáticas y sadomasoquistas, del travestismo, de la bisexualidad, de los clubs y de todo lo que se hacía en ellos.

Habían estado en muchos.

Hablamos de todo un poco, pero especialmente de sus experiencias.

Nos venía muy bien que nos contasen cosas.

Era un curso acelerado de aquel mundo liberal, que nos estaba resultando, absolutamente increíble.

Terminaron hablándonos de los cuartos oscuros de aquellos clubs liberales, el tema de este relato, escrito a medias por José Miguel y por nosotros dos.

Al principio no dábamos crédito a aquello, pero nos excitaba cada segundo más aquella idea.

Como les adelantábamos al principio, éramos neófitos en aquello de los cuartos oscuros.

Nos hablaría José Miguel, finalmente, del morbo de la imaginación, de  páginas de relatos, había muchas, pero nos indicó que la mejor, a su juicio, era una que se llamaba “todorelatos”.

Vieron, todos ellos, que aquello también nos llamaba la atención y mucho.

Finalmente, José Miguel nos propuso un juego.

Iríamos los seis a uno de los clubs más famosos de la capital entre semana, en alguna de las fiestas temáticas que suelen hacer.

En concreto, sobre una experiencia muy morbosa, hacer sexo en un cuarto oscuro con desconocidos, de los que no sabes, ni sabrás nada nunca, salvo que allí mismo, pactes salir a conocerte a la luz.

Maravilloso sexo con desconocidos, siempre dentro de las normas del respeto en el ambiente.

Un no, es un no, siempre es un no, y sin ningún pero o excusa.

Es preciso aceptar esa norma no escrita. Si en un club o en un cuarto oscuro, alguien te dice que no le apetece estar contigo, te vas sin decir nada, ni pedir explicaciones.

Luego describiríamos la experiencia por separado, y se la enviaríamos a José Miguel.

Él la publicaría en aquella página de relatos de la que nos había hablado.

Lola y yo nos miramos, estábamos encantados de aceptar.

Quedamos en recibir noticias de José Miguel y Verónica, para cuando llegase el día indicado.

Unas semanas más tarde, nos llamaron.

El día estaba fijado.

Solo esperar a que llegase y disfrutar.

Por cierto, la experiencia que describimos por separado, en sendos correos electrónicos, solo la sabría José Miguel, que sería el encargado de reescribirla y enviarla a la página de todorelatos, en nuestro nombre.

Habíamos quedado en leerla después de ser publicada.

Esperemos no arrepentirnos ninguno de los dos de nada.

El relato privado contado por cada uno de nosotros, arranca cuando los seis entramos al cuarto oscuro de aquel club liberal.

Experiencia de Paco:

Tengo suficiente confianza con Lola, y le he prometido escribir todo lo que viví en aquel primer cuarto oscuro, cuando aquellas dos amables parejas nos acompañaron.

Prometí escribir mi visión y aquí está:

Conforme entramos los seis, les perdí absolutamente de vista a los cinco.

En unos segundos estaba rodeado de cuerpos desnudos o semidesnudos.

Creo que Verónica, me llegaría a comer nuevamente la polla, pero no sabría confirmarlo.

Creo incluso que Raquel y yo, tuvimos unos momentos de besos y caricias…

El olor a sexo, se manifestaba en el aroma de aquel habitáculo, en el que apenas se apreciaban leves contornos. Realmente, el cuarto era muy oscuro.

Como veníamos a lo que veníamos, me puse con ello.

Con el primer cuerpo femenino que noté, obviamente, porque con mis torpes manos encontraron un par de buenas tetas, me hizo detenerme y empezar a tocarlas.

Estaba excitadísimo.

Mamé aquellas tetas enormes con lujuria. Busqué también su boca y la encontré.

Su mano, enseguida buscó mi polla ya endurecida, y le aplicaba una soberana paliza.

Estuvimos un buen rato disfrutando el uno del otro.

Olía de escándalo. Su perfume era embriagador.

Cuando aquella mujer, al parecer bastante joven, por la tersura de piel y tetas, la tenía a su gusto, buscó acercarla a su coño a restregársela.

Mientras se la frotaba como si se tratase de un consolador, oí al fondo del cuarto, a un hombre gritar de placer como si fuese un puto animal.

Pensé que estaba follando como un loco a alguna cachonda.

Cada vez estaba más excitado por la situación.

He descubierto que me encanta hacer sexo con extraños de todo tipo y condición.

He utilizado el plural a propósito, como verán un poco más abajo.

Después de que mi primera amante se corriese con mi polla, se agachó a comérmela. Seguramente, quería devolverme el favor.

Era una boca traviesa, y si no fuese porque quería aguantar mucho más, me hubiese corrido allí mismo.

Amablemente, le pedí que dejase de comerme la polla o me correría.

Me besó y cambió de aires.

Me di la vuelta para probar nuevo género, y de paso no correrme.

Me fui hacia lo que parecían los barrotes.

Allí había un buen tumulto, dos mujeres agachadas comiendo pollas, y un hombre les tocaba los coños a la vez.

Notaba el chup chup acuoso de sus coños.

Ya me había dicho José Miguel, como se disponen los hombres solos allí.

No buscaba nada en concreto, solo sentir sensaciones.

Atrapado momentáneamente en un rincón, una mano buscó mi polla y empezó a pajearme suavemente, lo que me encantó.

Me di despacio la vuelta, sin que aquella mano dejase de tocarme la polla, y observé que era un chico solo.

Su polla empezaba a ponerse dura e incluso ya rozaba mi muslo.

Ni corto, ni perezoso, la cogí para que aquello fuese recíproco.

Noté cómo aquello…, tocarla con mi mano, animó enseguida aquella polla.

Aquel hombre se agachó y comió un momento mi polla. Lo hacía bien.

Después de disfrutar de un buen rato de sexo oral de aquel desconocido, me creí en la obligación de devolverle el favor, hasta ese momento solo le había sobado su polla dura un rato.

Me agaché, y busqué su enorme polla dura.

Había tenido fantasías con la bisexualidad, mi Lola lo sabía, se lo había contado todo. Mis sueños, mis fantasías. Todo.

En aquel momento estaba disfrutando de comer una polla, y estaba cada vez más excitado.

Cuando aquel desconocido, utilizó mi boca como un coño, y se corrió dentro de ella, mi cuerpo explotó con aquella sensación nueva para mí.

Estaba exultante, y mi polla vibrante.

Aquel desconocido quería corresponderme.

Cogió nuevamente mi polla, y se la devoró en segundos con auténtica lujuria y saber hacer.

Estaba mi polla, incluso más cachonda que antes, y sin querer hacerlo, después de unos momentos mágicos, gemí con fuerza, y no pude hacer otra cosa, que correrme en la boca de aquel complaciente desconocido.

Quería haber aguantado para regar algún coño, pero no pude.

El resto de la noche seguí tocando mujeres, seguí lamiendo coños, haciendo disfrutar a mujeres de todo tipo de edades, pero en mi mente estaban permanentemente aquellas dos imágenes…, lamer y sentir en mi boca aquella polla, y su leche caliente y sabrosa.

Sin duda, ese es el resumen de mi experiencia.

Pasión, excitación, morbo, placer, y el descubrimiento de mi bisexualidad.

José Miguel nos había hablado de bisexualidad, y muy pronto descubriríamos, cómo los cuatro, nos llevaríamos muy bien en aquel apartado especial de la vida liberal.

Experiencia de Lola:

Espero Paco, que no te molestes.

Ya me conoces, jamás diré una mentira, y menos a ti.

Después de haber escrito mi experiencia y haber mandado el correo electrónico a José Miguel, como habíamos acordado, procedería a contártelo todo.

Mi experiencia en aquel cuarto oscuro…

Lo primero que viene a mi cabeza es la oscuridad, una absoluta oscuridad que con el paso de los minutos se transforma en una levísima claridad, tan solo para diferenciar contornos.

Iba en bata y salí sin ella.

Comí decenas de pollas y me tragué varias leches.

Besé decenas de bocas de hombres, y de dos o tres mujeres, aunque disfruté mucho más de las bocas de ellas.

Definitivamente, descubrí que soy muy bisexual, algo que me encantó.

Como resumen de aquellas casi tres horas de encierro voluntario en aquel cuarto oscuro, debo decir que me follaron al menos, ocho hombres, corriéndose muchos de ellos en mi coño. Dos de ellos descargaron su leche en mi culo.

Me encanta la sensación de los fluidos calientes dentro de mis agujeros, mis tres aberturas sexuales.

Aunque con quien disfrutaría más, sería con una mujer.

Creo que la última hora aproximadamente, la pasé exclusivamente con ella.

Ya había fantaseado muchas veces con Paco sobre mi bisexualidad, y quizás fuese ese el motivo de aventurarnos al mundo liberal.

En principio, aquel habitáculo me daba cierta claustrofobia, pero poco a poco me fui soltando.

Te contaré, José Miguel, para que tú lo hagas al resto de los lectores, más o menos, el orden de todo aquello.

Puedo decir, que apenas diez segundos después de entrar en aquel cuarto oscuro, tenía a alguien comiéndome las tetas y la boca.

Mi bata se había deslizado de mi cuerpo sin darme cuenta. No recuerdo como.

Olía muy bien. Aquel extraño era muy limpio, sin duda. Su boca era caliente y sabía muy bien. Mis pezones estaban ya durísimos, y su mano ya estaba tanteándome el coño.

Toqué su polla, estaba ya dura y preparada para todo. Me agaché y la lamí con ansia.

Era primera hora de la tarde, de aquel maravilloso martes, en aquel, mi primer cuarto oscuro y que, sin duda, no sería el último.

Me estaba encantando.

Cuando quise darme cuenta estaba enganchada a unos barrotes. La mano en la espalda de aquel primer amante desconocido, me inclinaba para poder penetrarme.

Me dejé hacer. Estaba ya absolutamente excitada y obnubilada.

Mientras mi primer amante me follaba, un hombre tras los barrotes me tocaba mis tetas y me dirigía su polla a mi boca.

Mi Paco dice, que como muy bien la polla, y debe ser cierto, porque el primer hombre de los barrotes, se estaba ya corriendo en apenas dos minutos.

O la como muy bien, o aquel desconocido venía cargadito de leche de varios días.

Disfruté tragando aquella primera leche de muchas más…

Enseguida uno nuevo lo reemplazó. Esta polla era infinitamente más larga y más delgada, e incluso mucho más sabrosa.

Mientras me merendaba mi segunda polla, el que me estaba follando se corría gimiendo y gritando como un poseso. Aquel hombre gritaba como nunca había oído gritar a nadie.

Solo se oía a él, en aquel cuarto del placer. Lo demás eran susurros y gemidos leves.

Cuando éste, el gritón, se había corrido en mi coño, tapó con su mano mi coño, se agachó y me limpió con su boca toda su leche.

Pensé, o bien que era un vicioso de leche, o bien era, además, un amante cívico que quería evitar que el suelo, al final, quedase escurridizo y pudiésemos caernos cualquiera.

Ya estaba muy cómoda en aquellos barrotes, y mientras el segundo se corría en mi boca, alguien me empezaba a follar de nuevo por detrás.

Estaba totalmente excitada. No dudé en aceptar cómo un dedo quería hacer elástico mi ojete, seguramente para follármelo.

Estaba allí para lo que estaba.

No diría a nada que no, salvo que un olor desagradable de boca o de axilas me lo impidiesen.

Es en lo único que puedo ser delicada. En el sexo me encanta todo, y cuando estoy caliente muchísimo más.

Soy muy puta.

Cuando mis amantes de turno acabaron de correrse, cambié de posición para desentumecer mis músculos.

Di un mini paseo, dentro de mis limitaciones, hasta dar con otras tetas, unas tetas enormes.

Aquella desconocida me las empezó a besar y me gustó mucho como me lo hacía.

Nos besamos, pero no había mucha química por ambas partes, según ambas intuimos, sin decirnos una sola palabra.

Me di la vuelta para ver qué pasaba en ese grupo de mi espalda, del que salían varios gemidos.

Me di de bruces con una mujer delgada, incluso más alta que yo, y bastante más joven.

Nos palpamos, nos besamos. Esto era diferente.

Nuestras feromonas parecían identificarse y complementarse a las mil maravillas.

Buscó con más detalle mi boca y nos besamos sensual e intensamente. Estaba muy excitada. Era mi segunda experiencia lésbica en minutos, y me estaba encantando.

Después de morrearnos a placer y disfrutar de nuestras lenguas recíprocamente, me cogió de la mano y me volvió a dirigir hacia los barrotes.

Ya sabía lo que habría allí, varios hombres con sus pollas, manos y bocas, dispuestos a todo.

Buscó a tientas una buena polla y me llevó la boca hacia ella. Después me indicaría que quería compartirla conmigo.

Nos quedamos más o menos, por el centro de los barrotes.

Estábamos ambas, inclinadas en aquella polla, con nuestros culos al aire, y nuestras rodillas apoyadas en algunos de los albornoces que había en el suelo.

Alguien se acercaba por detrás. Un hombre se ponía en medio de nosotras y a ambas nos metía sus dedos índices al mismo tiempo en nuestros coños, y nos hacía correr a la vez, después de unos minutos follando nuestros sexos con ambos dedos de sus diferentes manos…

Este tío, era todo un manitas.

No suelo hacer mucho esquirting, pero aquella tarde empezó a salirme sin querer, seguro que debido a mi tremenda excitación.

Echaba y echaba líquido de mis adentros, mientras seguía mamando polla con mi nueva amiga.

El chup…, chup…, de nuestros coños, especialmente el mío, gracias a la sobrecarga de líquido, resonaba en todo aquel oscuro lugar.

El de los barrotes se corría entre nuestras dos bocas, mientras nosotras nos corríamos nuevamente a la vez, gracias a las hábiles manos de aquel amante que teníamos detrás.

A uno de los lados alguien gemía, creí reconocer a Paco. Si era él, me alegraba de pensar que estaba disfrutando con alguna perrita cachonda en celo.

Nos levantamos mi nueva amiga y yo para cambiar algo de postura.

Allí de pie, cerca de los barrotes, permaneceríamos besándonos y abrazadas, mientras dejábamos que otras manos y pollas ultrajaran de placer nuestros cuerpos.

Eran manos y pollas de ambos lados de los barrotes.

No nos faltaría de nada en aquellos momentos intensos de aquel maravilloso, y excitante cuarto del placer.

Si notaba que una polla estaba cerca de mi coño, arqueaba mi espalda para que pudiese follarme a gusto.

Notaba cómo se corrían y después cómo aquellas leches chorreaban a través de mis muslos.

Mientras todo aquello transcurría, ella empezaba a susurrarme cosas…

-       ¿Cómo te llamas cariño? Yo soy Eva.

-       Yo soy Lola. Soy nueva en estos menesteres.

-       Te defiendes muy bien. ¿Habías estado con otra mujer?

-       No, pero he de decir que me está encantando.

No nos separamos en toda la noche, mientras volvíamos juntas a comer más pollas, solas o nuevamente juntas.

Incluso, una tercera mujer, nos daría un beso a las dos, haciendo lo que luego descubriría que era un triple beso lésbico.

Creí reconocer en ocasiones a José Miguel y a Pedro.

Uno de los que me comió ávidamente el coño, creo que era José Miguel.

Pedro, creo que fue uno de los que me folló de los últimos.

Creo que, incluso las manos de Verónica y Raquel, nos dieron algún repaso.

Eva y yo, tuvimos nuestras manos entrelazadas el resto de la noche, y prometían no separarse en aquella experiencia, que sería mi inolvidable primera experiencia de un cuarto muy oscuro…, pero que muy oscuro.

12/21. EL SALÓN DE BELLEZA…

Aunque ya no es excepcional, todos ustedes saben que algunos hombres han, o hemos ido, a un salón de belleza en alguna ocasión.

A ciertos hombres nos gusta depilarnos cuando llega el buen tiempo.

A algunos también nos gusta que nos limpien el cutis, aunque sea de año en año, para quitarnos de vez en cuando, esos puntos negros o acumulaciones de grasa en los poros de la piel, que nos molesta a todos los hombres, aunque a mí especialmente, sí. Cada cual es cada cual.

En esos salones de belleza, también realizan servicios habituales de peluquería, maquillaje, estética, manicura, incluso presoterapia y nutricosmética, aunque desde que me dieron el primer masaje relajante soy un adicto al salón de Verónica.

Verónica se dio cuenta de que el estrés estaba aumentando cada vez más entre sus conocidas, y probó esa nueva línea de negocio.

Se apuntó a varios cursos de masaje, entre los que destacaba el ancestral masaje tradicional tailandés, no el de los reclamos publicitarios de sexo, sino el auténtico masaje para combatir malestares y estrés. Algo que siglos atrás en Tailandia, pasaba de generación en generación de manera secreta.

El masaje thai, como se denomina realmente, tiene una antigüedad de más de 4000 años, y se caracterizaba, principalmente, por trabajar el cuerpo con presiones, movilizaciones pasivas y estiramientos. Las presiones se realizan sobre los denominados canales energéticos o Líneas Sen, facilitando el correcto funcionamiento de los sistemas sanguíneo, linfático y nervioso.

Además de la descongestión muscular y fascial, el masaje resultaba relajante y ayudaba a reducir el estrés. Sí, amigos, pocas personas reconocen el sistema fascial como uno de los más importantes del cuerpo. Comprueben en internet la importancia de la fascia, y cuídenla, por favor.

Volvamos a lo del masaje thai.

Las versiones más modernas de este masaje, incrementan sus servicios con aceites esenciales, e incluso masajes en pareja, algo en boga recientemente.

Verónica acertó de lleno en la ampliación de los servicios, y desde hace años prestaba una amplia gama de masajes thai, incluyendo uno exclusivo relajante con aceite de almendras.

Conocía el salón de belleza de Verónica desde hace años. Me aficioné a ir a él cuando conocí a un entrenador personal, José Miguel, que era muy aficionado a los masajes. Yo creo que estaba enamorado en secreto de Verónica. Sus miradas eran sencillamente llamaradas de amor y deseo, pero jamás se habían atrevido a decirse nada, eran muy tímidos ambos.

Yo era y soy, cliente habitual del centro, pasando por allí, más o menos, cada mes. Me llamo Alejandro, y dicen que soy bastante resultón.

No crean, amigos lectores, que era Verónica, la encargada del masaje relajante, no.

Tuvo que incrementar su plantilla de trabajadores, y contrató a Lucas, como el encargado de los masajes, por cierto, tenía unas manos mágicas. Todas las clientas estaban encantadas con él. Creo que incluso algunos clientes también.

Para algunas clientas un poco susceptibles, Verónica había contratado a una venezolana llamada Patricia, que aprendió de forma inusual la técnica, teniendo incluso mejores manos que su maestro Lucas. En principio, Patricia solo ofrecía servicios a mujeres.

Cuando llegué al salón, aquel espléndido día de junio de hace varios años, venía dispuesto a disfrutar del masaje de Lucas, y volver como nuevo a la oficina, aprovechando la hora del almuerzo.

-          Buenas tardes, Alejandro.

-          Buenos días, Verónica, aún no he comido.

-          Claro, Alejandro, qué tonta soy.

-          Tenemos un pequeño contratiempo Alejandro, Lucas hoy no pudo venir por problemas familiares.

-          ¿Te importa que te dé el masaje Patricia?

Ya conocía a Patricia de entrar y salir de la cabina de masaje. No me importó. Quería recibir el masaje relajante a toda costa.

-          Sin problemas, Vero.

-          Espera unos minutos, estará a punto de terminar.

Con una excepcional puntualidad, a las tres en punto se abrió la cabina y salió una cliente, y detrás, Patricia.

-          Patri, le toca a Alejandro, ya le conté.

Con un pequeño gesto de cortesía me invitó a entrar en la cabina. Tal como le había enseñado Lucas, me ofreció las toallas, y se volvió para no entrometerse en mi intimidad al desnudarme. Sabía cómo había de ponerme, cómo taparme con la toalla principal, y cómo ponerme la pequeña toalla de soporte en la frente, al tumbarme boca abajo.

-          Cuando usted esté listo, avíseme.

La voz de Patricia, que jamás había oído hasta ese momento, me pareció la más sensual de todas las que jamás había oído. La educación que demostraba a priori era digna de agradecimiento. Me había parecido siempre una persona educada, y cortés. No era especialmente atractiva, pero tenía algo.

Intenté centrarme en recibir el masaje. Sabía que durante una hora, aproximadamente, disfrutaría de un masaje relajante, que a veces incluso me hacía casi quedarme dormido. Sonreí al recordar como Lucas, en alguna ocasión, me había despertado con un amable carraspeo.

Sentí como Patricia se frotaba las manos para calentarlas e impregnarlas de aceite de almendras. La música relajante, y una barrita de incienso quemándose, jamás faltaba en la cabina de masaje.

Al igual que Lucas, empezaba el masaje en los pies y pantorrillas. Subía por los muslos hasta llegar a los glúteos, y masajeaba por debajo de la toalla ligeramente, sin quedarse mucho tiempo allí. Luego pasaba a la espalda, brazos, hombros y cuello.

Al masajearme el cuello, las sienes y la cabeza con las puntas de las yemas de sus dedos, noté su increíble aroma, era encantador y ciertamente seductor.

No era el olor del aceite de almendras, que ciertamente es atrayente para los que tenemos el sentido del olor más desarrollado, era su perfume, un aroma que me seducía segundo a segundo.

Estaba encantado. Todo se iba desarrollando perfectamente, aunque la música, el incienso y aquellas manos, en lugar de hacerme dormir, me empezaron a despertar una parte de mi cuerpo, que no deseaba que se despertase allí precisamente.

Ella notó, sin duda, mi tensión, aun cuando, obviamente, al estar boca abajo, no notó nada más.

-          Relájese, está usted muy tenso.

-          Ha sido un día horrible en el trabajo. Lo intentaré, no se preocupe.

No se me ocurrió nada más en ese momento, que esa estúpida contestación. Pensaba para mis adentros, cómo resolver esa incómoda situación. Confié en que la presión de la parte de mi cuerpo con la camilla, que traté de forzar más, la hiciese retroceder en su ambición, quizás natural, de evolucionar.

-          Relájese, por favor…

-          No se preocupe, Patricia, es cuestión de concentrarme un poco más.

Confié en que antes de que me tuviese que volver boca arriba, aquello hubiese remitido.

Mentalmente analizaba el tiempo que restaba para tener que volverme boca arriba. La situación era crítica, aunque confiaba en que la presión llegase a conseguir el resultado.

Nada más lejos de la realidad. El masaje me estaba excitando cada vez más y más.

-          Por favor, dese la vuelta.

Me volví, ella se había dado la vuelta para evitar poder verme sin querer.

Me di la vuelta. La toalla pequeña de la cabeza no tenía ninguna dificultad, pues quedaría detrás de mi nuca. El problema sería la toalla grande que, obviamente, parecía una sombrilla encima de aquella enorme y dura estaca. Me la coloqué como pude, intentando disimular lo que pudiera de aquel espectáculo inesperado.

-          ¿Listo?

-          Sí.

Cerré los ojos e intenté disimular, intentando creer en el milagro de que no se diese cuenta, o estuviese ciega temporalmente.

No oía nada. Nada decía.

¿Sería un milagro?

¿Quizás tenía problemas de vista?

Quién sabe…

Oí de nuevo frotar sus manos, e impregnarse un poco de aceite de almendras.

Cual, como el mito de las jirafas, no abría los ojos para no intentar ver la cara de asombro de Patricia, o quizás de enfado o indignación.

Ojos cerrados a la cruda realidad, nada fría, sino caliente, demasiado caliente.

Patricia era profesional seguramente, no quiso comentar nada, y comenzó su rutina de nuevo por los pies y las pantorrillas.

Eso empeoraba por momentos.

Notaba como ese palo provisional de sombrilla, crecía, engordaba, y se endurecía por segundos, inevitablemente.

Intuía que aquella sesión, terminaría bruscamente en cualquier momento.

Aún quedaba, aproximadamente, media hora.

Le tocaba el masaje a los muslos.

Los ojos cerrados…

¿Qué pasaría?

Sus delicadas manos, subían despacio muslos arriba con la rutina habitual.

Noté cómo sus dedos tocaron fugazmente mis testículos, seguramente sin querer.

Los ojos cerrados...

Una de sus manos agarró el palo de la sombrilla, mientras la otra retiraba la sombrilla propiamente dicha.

Respiré aliviado o gemía excitado, no sabría decirlo.

Ojos cerrados…

Aquellos minutos siguientes fueron espectaculares.

El aceite…

Sus manos por turnos…

Arriba…

Abajo…

Giro a la izquierda…

Giro a la derecha…

En aquella sesión de masaje, Patricia olvidó darme masaje en el torso, en mis manos, en mis brazos, en mis hombros, en mi cuello y en mi rostro…

No me importó…

Después de varios minutos interminables de tensión acumulada…

Noté el calor de su boca…

Me relajé del estrés previo y empecé a disfrutar. Ella también.

Fueron minutos y minutos de gloria. Mi cabeza estaba en otra parte, quizás en el séptimo cielo, pero la de ella no. No podíamos pasarnos de tiempo.

Apartó su boca.

-       Caballero, estoy muy, pero que muy a gusto, pero hay que poner un final a esta sesión, el final que usted prefiera.

-       Bien. ¿Podría? (No me salían más palabras, pero ella me entendió de sobra y el gesto de vicio en su cara lo denotaba).

-       Si claro. (Sonriendo).

Me deje llevar de la reanudación oral y deje que mi cuerpo dictase el momento del final feliz...

-       Ummm... Ummm... (mi cuerpo se tensaba disfrutando).

Después de la placentera tensión, vendría entonces la ansiada distensión.

Distensión total.

Distensión a chorros.

Distensión de varios e intensos impulsos prostáticos.

Noté el aprisionamiento placentero de su boca...

-       Ummm...

Noté sus gemidos gozosos...

-       Ummm... Ummm...

Noté la concienzuda y gratificante limpieza de abajo hacia arriba...

-       Ummm... Ummm...

Abrí los ojos…

Vi la cara de Patricia con atisbos de lujuria, deseo, pasión, vicio…,  y ese instante en que fugazmente, su lengua salía para volver a entrar, llevándose consigo un minimo resto de su labio inferior…

-          Me encantó…, tu súper pollota…

Dijo.

-          Me encantó…, tu súper último masaje bucal…

Dije.

Puso cara de profesional.

-          Terminó la sesión. Es la hora. Vístase, por favor.

No se volvió en esta ocasión, para ofrecerme intimidad. Me miró como disfrutando, pero con ganas…, como con muchas ganas de repetir.

Me ofreció una tarjeta en la que me había anotado algo. Me la metí en el bolsillo.

Salimos…

-          ¿Qué tal Alejandro…?

-          Genial, Vero…

Aquella noche la estaba llamando por teléfono.

Durante los siguientes meses, Patricia y yo, disfrutamos de un sexo lujurioso y épico.

En los meses siguientes no tuve que pasar por el salón de belleza a nada, y menos a recibir masajes contra mi estrés...

El estrés hacía semanas que Patricia me lo resolvía cada noche.

Patricia es maravillosa.

Patricia tiene unas manos excepcionales.

Aunque lo que hace única a Patricia, es su viciosa boca…

13/21. NUESTRA PRIMERA VEZ…

Rubén y yo, nos conocíamos desde primaria.

Fuimos juntos a secundaria.

Ambos somos de Toledo capital.

Estábamos siempre juntos.

Muchos creían que éramos hermanos mellizos.

Muy parecidos físicamente, y con la misma envergadura de cuerpo, ambos poco velludos por entonces, poco musculados, pero ciertamente, ambos atractivos, a juicio de muchas de nuestras compañeras, tanto de instituto, como posteriormente de la universidad.

Incluso iniciamos la misma carrera universitaria, luego cada uno la terminamos en diferente campus, aunque eso fue a consecuencia de aquella noche loca.

Me llamo Ramiro.

Estoy felizmente casado, y tengo dos maravillosas hijas.

Creo que no soy completamente feliz, aunque lo tengo todo, a juicio de los demás.

Rubén y yo, estuvimos muy unidos hasta aquellas navidades. Éramos uña y carne los dos. Él algo más reservado que yo, pero ambos muy iguales en todo, incluso físicamente, como ya les anticipaba más arriba.

Aquellas últimas navidades juntos tan especiales, al menos para mí, las llevo grabadas a sangre y fuego.

Después de lo que nos pasó, nada fue igual, lamentablemente.

Dejamos perder nuestra amistad por una chorrada, un simple juego, y aquellas cervezas de más.

Yo no me arrepiento…

Espero y deseo que a pesar de todo, él lo recuerde de forma tan tiernamente y excitante como yo, aunque en aquellos momentos no supimos asimilarlo.

Al menos a él, creo que le debió de suponer algún trauma, a tenor de los acontecimientos posteriores. Jamás lo hubiese imaginado.

En la actualidad no nos vemos muy a menudo.

Ambos somos abogados, y de vez en cuando nos saludamos por los pasillos del juzgado de la capital, aunque siempre de manera fría y distante.

Sé a ciencia cierta, o al menos lo intuyo, que también piensa de vez en cuando, en aquella noche en que hicimos aquella locura...

Lo noté en su mirada, la última vez que lo había visto hace apenas dos meses, aproximadamente.

Le vi especialmente entristecido.

Ambos tenemos ese secreto, del que jamás hemos hablado con nadie.

Eso intuyo. Por mi parte, nadie lo sabe. Tampoco mi mujer, a la que he contado siempre todo, menos aquello.

Ustedes son los primeros en saberlo.

Rubén, también se casó, aunque algo después, y creo que también tiene algún niño o niña de corta edad. Una vez los vi con un carrito de bebé desde largo.

Como nuestros nombres comienzan por “R”, en el cuarto de la residencia que compartimos durante casi dos años, pusimos un cartel que rezaba…, “R & R”.

Éramos inseparables.

En los días previos de aquellas vacaciones de Navidad, en nuestro segundo año de carrera, hicimos planes.

Habíamos tenido mucho éxito en los primeros exámenes, y decidimos celebrarlo de parranda.

Ambos teníamos novia por entonces.

Nos contábamos todo, incluso pequeños detalles de nuestras relaciones íntimas con nuestras respectivas chicas, como unos buenos colegas.

Nos fuimos de cañas y tapas.

Hablamos de todo, aunque principalmente de sexo, nuestro tema favorito.

En primer lugar, saqué el tema de nuestras primeras veces.

Rubén, había sido desvirgado muy joven por una de sus primas segundas mayores, y me lo describió con todo tipo de detalles. Sentí mi polla mojarse al visualizar todo lo que me estaba contando.

Prácticamente se había dejado violar, su prima lo hizo todo. Luego se sintieron avergonzados y no volvieron a hablar del tema.

Su prima, tres o cuatro años mayor que él, lo desnudó, le comió la polla y se subió encima de él, hasta hacerlo correr tres veces seguidas… Debía ser una ninfómana. Reímos a carcajadas al recordarlo de nuevo durante aquella inolvidable noche.

Cuando somos jóvenes, somos incansables…

Recordaba los detalles. Cómo al final, al sacar la polla de su coño, aquella leche acumulada, salía a borbotones manchando, no solo la polla, sino toda la cama.

Mi polla estaba tiesa de pensar en aquel momento…

Luego me contó cómo hizo el amor por primera vez en un camping con su única novia, cómo la ternura y el sexo se habían unido, y cómo estuvieron experimentando todo aquel fin de semana.

Me comentó los detalles de la desvirgación de Mayte, su novia. Era súper morboso cómo lo contaba, y mucho más cómo lo recordaba.

Por mi parte, había sido más tradicional, y había compartido ese instante maravilloso con mi única novia y la mujer de mi vida, Cristina, de la que era novio desde el instituto.

Nuestra primera vez, había ocurrido en mi casa un fin de semana que mis padres estaban de viaje. Le conté todos los detalles. Estábamos ensimismados con nuestras confesiones.

De pronto, le pregunté si había hecho sexo anal con Mayte.

Me dijo que lo habían hablado y que a él le encantaría, pero que aún no habían dado el paso, más por ella que por él.

A mí me ocurría lo mismo. Había pensado mucho en ello. El sexo anal me había provocado muchas fantasías… Lo consideraba como un segundo coño.

Cristina me había dicho que no varias veces, y dejé de insistir.

De pronto, me preguntó:

-       ¿Cómo será follarse un culo, Ramiro?

Le dije lo que pensaba…

-       Será como un segundo coño. Un sitio ideal para follar si tu novia tiene la regla.

-       ¿Oye Ramiro, y no será desagradable el olor a mierda?

Yo había reflexionado al respecto dentro de mis conocimientos a esa edad.

-       Eso tiene dos soluciones, o bien te lavas después, o bien, preparar el tema con un enema previo de agua salada. También está la anticipación, no comer demasiados sólidos, que todo sea líquido, para tener la tubería lo más limpia posible. (Reímos).

Se quedó pensativo…

-       Lo de tus enemas…, van por ese camino…

-       No tío, lo mío es por consejo de mi padre y su consulta nutricional. Es bueno para eliminar toxinas. Ya te lo había dicho en varias ocasiones.

Él sabía que regularmente, desde hacía años, me hacía un enema mensual por consejo profesional de mi padre.

Seguíamos con las cervezas y hablando de temas anales…

-       Bien pensado… Si alguna vez Mayte acepta, le diré que se haga un enema, prefiero que tenga el culete limpio por si luego me come la polla, yo el culo y nos damos un besito blanco, que eso sí nos pone.

-       No había caído en eso. Buena idea. (Le contesté sinceramente).

Nos abríamos el corazón y nuestra alma recíprocamente el uno al otro, en aquel apasionante mundo de las confidencias sexuales.

Creo que las cervezas hablaban por nosotros.

Sin pensarlo, le propuse:

-       Confesémonos fantasías por cumplir.

-       Genial. (Contestó Rubén).

-       Empieza…

-       Hacer un trío con un matrimonio maduro liberal. (Dijo).

-       Comerme la polla de alguien de confianza, hasta que la leche inunde mi boca. (Dije).

Nos miramos…

Nos reímos a carcajadas.

-       ¿Seguimos? (Dijo).

-       Sí. (Dije).

-       Me quedo lo del trío, me gusta la idea. (Dije).

-       Follar con alguien desconocido en un carnaval. (Dijo).

-       Me quedo lo del carnaval. (Dije).

-       Me quedo lo de comerle la polla a alguien. (Dijo).

Nos miramos…

Reímos.

Tomamos más cerveza.

Habíamos cogido el puntito.

Llevábamos sin follar con nuestras novias más de dos semanas.

Creo que solo nos masturbábamos en el baño estando solos, para evitar hacerlo en el dormitorio común, y arriesgarnos a ser oídos por el otro.

-       Estoy muy cachondo con la conversación. (Dije).

-       Yo también (Dijo).

-       En cuanto llegue me voy a hacer un pajote espectacular. (Dije).

-       Yo también. (Dijo).

Dejamos de beber tanta cerveza.

Abrazados por el hombro, nos fuimos a la residencia de estudiantes donde vivíamos.

-       Nos damos una ducha y al catre, antes las pajillas. ¿Vale?

-       Claro, Rubén.

Entramos en el apartamento.

Nos fuimos al baño.

Nos empezamos a desnudar.

No perdía detalle de nada… Su slip también estaba húmedo y manchado como el mío.

Me quedé embobado al verle.

Lo había visto desnudo muchas veces en el instituto, después de hacer deporte. Desde que estábamos juntos en la universidad, habíamos sido discretos con nuestra intimidad, sin ninguna razón especial.

¿Quizás por creer que el otro se sentiría mal? Me preguntaba…

Se me removió la polla.

Pensé…, que estaba muy bien…, que si fuese una chica me podría haber enamorado de él.

El olor de su colonia me embriagaba.

Me desnudaba yo, y me ayudó a quitarme la camiseta algo ajustada.

Pasamos ambos a la ducha, no habíamos dicho nada al respecto y lo hacíamos quizás, de manera autómata e inocente.

En la ducha estábamos juntos y mi polla se puso rebelde al rozar su dura posamenta, ese precioso culo.

No le di importancia.

Se volvió, y la tenía también semidura.

Nos reímos al vernos.

Nos secamos cada uno con nuestra toalla.

Le sequé la espalda por comodidad, y de paso su culo.

Él hizo lo mismo conmigo.

Juntos nos fuimos a mi cama.

Desnudos, empezamos a hacernos la paja…

Nos mirábamos algo aturdidos. Yo estaba excitado y me hubiese gustado ayudarle a hacerse aquella paja.

De repente, soltó su polla y me acarició la parte superior de la mía,  mientras me hacía mi paja correspondiente…

Estaba húmeda, pero no suficiente…

Mojó su mano en saliva y me acarició muy despacio, pero que muy despacio.

Aquello me puso hecho un toro.

No dudé ni un momento. Cogí su polla e hice lo mismo.

Nos reíamos.

Cambiamos de postura. Me agaché y empecé a lamer su polla.

Su cara, que miré fugazmente, reflejaba cierta sorpresa, pero su polla se inflamaba…

Notaba que le gustaba y mucho, crecía en mi boca por momentos.

De repente, me dijo:

-       ¿Lo hacemos?

-       ¿El qué? Rubén

-       Lo del enema…

Después de un par de segundos, mirándonos en silencio con nuestros ojos sin parpadear, me lancé a mi armario a por la bolsita.

Empezamos los preparativos mientras nos pajeábamos el uno al otro, totalmente desnudos.

Eran las cervezas o qué sé yo…

Me dejó hacer, ya que el desconocía el proceso.

Como saben los aficionados a este útil método de detoxificar el intestino y el hígado, puede hacerse con café, con sal, con hierbas aromáticas o incluso, con ajenjo, para eliminar parásitos.

Mientras preparaba todo, de vez en cuando, él me pajeaba para mantener mi polla caliente. Yo a él también.

Cuando los dos litros de agua, y unas cucharadas de romero, estaban en su punto, aparté la olla.

Mientras se enfriaba el preparado volvimos a la cama, y nos mamamos la polla a placer.

Cuando todo estuvo dispuesto, le hice tumbarse en la cama del lado correcto, hacia su izquierda, para mejorar la entrada del líquido a su intestino. Puse una toalla debajo de él, por si había alguna fuga. Con una gota de lubricante, rocié su ano.

-       Qué fresquito. Qué gustito. (Dijo).

Me encantó meterle mi dedito en aquel ojete perfecto, rosado y que, seguramente, me iba a follar en un ratito.

Dispuse la bolsa de enemas, colgándola en una de las escuadras de la estantería superior, donde tenía mis libros de lectura.

El agua hervida de romero, la había colado y vertido en una jarra, para vaciarla mejor. Ya estaba atemperada y lista.

Llené la bolsa con medio litro de líquido. No quería abusar de su intestino. Es mejor en dos tandas.

Comprobé la llave de paso. Estaba cerrada.

Cambié la cánula mía por una nueva.

La mojé levemente con unas gotas de lubricante.

Abrí su ano un poco con mi dedo.

(Fue una sensación excitante…, similar a la que había sentido la primera vez que había lamido el coño de Cristina, y lo había abierto previamente, para otear su interior rosado y lleno de pliegues brillantes…).

Busqué el ángulo correcto, y suavemente le metí la cánula poco a poco.

-       Relájate. Voy a abrir la llave de paso muy despacio.

Le fui orientando. Notarás como entra el líquido. Le dije.

Cuando todo el líquido había entrado, le comenté que esperara el momento idóneo para ir al inodoro a expulsar.

Le dije que notaría las “prisas” del líquido por salir…

Le insistí en que comprimiese sus músculos del culo, para no dejar salir el líquido, hasta que fuese “irremediablemente preciso”.

Siguió mis instrucciones al dedillo.

Le quité la cánula.

El ruido del agua en su intestino era evidente.

Al rato salió corriendo.

Volvió enseguida y me comentó la jugada:

-       Joder, cómo ha salido de sucio.

Repetimos la operación con el otro medio litro suyo restante.

Volvió a salir corriendo.

A su vuelta, le dije:

-       Ya habrá salido más limpio… ¿Verdad?

-       Eres un crack.

Cambié la cánula, y ocupé su sitio, después de llenar de nuevo el recipiente con otro medio litro.

Repetí la operación.

Al rato estábamos en la cama, limpios y dispuestos.

Dejé el lubricante a mano, pues lo utilizaríamos muy pronto.

Nos pusimos manos a la obra.

Lo primero, ponernos las pollas a punto.

Nos pusimos en la posición del sesenta y nueve lateral.

Abrí sus piernas, pasé mi mano entre ellas, coloqué mi dedo índice recién ensalivado, en su precioso ano para empezar a dilatarlo, y comencé a lamer despacio su polla.

Él hizo lo mismo conmigo.

Nuestras pollas estaban más que dispuestas…

-       ¿Lo hacemos? (Dije).

-       Pues claro. (Dijo).

-       Una cosa, Rubén. Mañana no hablaremos del tema, jamás hablaremos de ello. ¿De acuerdo?

-       De acuerdo…

Me arrepentiría de haber dicho aquello desde el segundo después de decirlo. Quizás sería esa la causa de nuestro distanciamiento posterior.

-       ¿Entonces? ¿Nos liamos? (Dije).

-       Al fin y al cabo, habría que probar de todo. (Dijo).

Nos reímos…

Había pensado en hacerlo tradicionalmente, en la postura del misionero, y mientras me lo follaba, sobarle la polla para disfrutarla y que lo disfrutase.

Le hice tenderse en la cama.

Le coloqué la almohada en los riñones.

Le subí las piernas y me acoplé.

Jugué en su ano con mi dedo rociado de lubricante.

Lamía mi dedo, y se lo metía dentro poco a poco.

Estaba cómodo, sus piernas descansaban en mis muslos.

Me toqué la polla, la tenía como nunca de dura.

Me la ensalivé a conciencia.

Mi índice ya entraba entero y suave por su cuevecita virginal a explorar.

Él estaba tocándose la polla manteniéndola dura.

-       Voy… (Le dije).

-       Dale maestro. (Me dijo).

Ninguno teníamos una gran polla, más bien normal…, unos 16 o 17 centímetros, tampoco excesivamente gordas, lo que resultaba idóneo para aquel menester.

Él quizás, un glande más redondeado que el mío. Precioso, por cierto. (El suyo).

Puse la cabeza de mi polla en su culo, y apreté un poco.

Tras una puntual resistencia y un pequeño respingo de Rubén, mi polla entró, al menos, la parte inicial.

No quise forzar y esperé unos segundos.

Intenté meterla un poco más.

Retrocedía un poco, y volvía a meter un poco más, todo muy despacio.

Estaba cachondísimo, con ganas de correrme, pero tenía que aguantar.

Con Cristina, me funcionaba el truco de pensar en operaciones quirúrgicas, que siempre me han dado mucho palo, a veces sin poder mirar.

Aguantaba.

Le empecé a dar folladitas enteras suaves.

Cogí su polla con la mano derecha.

La apreté.

Esta durísima como una piedra.

Metía mi polla una y otra vez a lo largo de su recto.

Estaba muy excitado, disfrutando de la follada. Además, me sentía morboso, muy morboso.

Estaba a punto de correrme, pensaba en decirle de follar luego otra vez.

-       Me corro. Ummm. Ummm. Guau. Mmmm.

-       Córrete, siempre he querido comprobar la sensación que tienen las mujeres al sentir la leche dentro de su coño.

Mi corrida era larga.

Su cara era de auténtico placer.

Seguía follándolo despacio mientras me seguía corriendo, y apretaba su polla dura.

Después de varias andanadas de leche, la saqué suavemente.

De su culo empezó a salir un río de leche.

No pude remediarlo... Me encanta.

Cogí con mis dedos aquella leche y me la metí en la boca.

Sus ojos me pedían probar.

Metí mis dedos en su boca.

Lamió viciosamente.

-       Ahora tú… ¿Vale?

-       Sí, claro. Estoy muy caliente y excitado. Deseándolo.

Cambios de postura. Ocupó mi lugar.

Noté su dedo hurgando mi culo.

El lubricante refrescaba y relajaba mi ano.

Metía poco a poco su índice.

Mi polla se removía nuevamente.

Cogió mi polla semidura, y la comió un rato, dejando el quehacer anal momentáneamente.

Se me puso nuevamente durísima.

Preparó su herramienta.

Me la clavó poco a poco.

Notaba como mi esfínter se abría ante aquella deseada polla.

Me estaba dando mucho gusto.

Me follaba muy bien.

Disfrutaba de aquella fantástica sensación. Siempre lo recordaré.

Pensaba que de haber sido mujer, habría sido muy puta, y que hubiese querido estar siempre follando. Me hubiese gustado que mi coño jamás hubiese estado vacío, siempre lleno de pollas duras, gordas y lecheras.

Rubén me follaba muy bien. Envidié a Mayte durante un segundo.

-       Me voy a correr.

-       Dale fuerte, Rubén.

Noté como me apretaba con unos rápidos movimientos, y como su leche caliente inundaba mi culo algo irritado, pero feliz y tremendamente excitado.

Era una sensación única y quería volver a sentirla nuevamente.

La sacó y repitió la operación que yo había iniciado en mi polvazo.

Cogió la leche y empezó a lamerla.

Me dio a probar.

Ambos nos habíamos confesado, que después de follar a pelo con nuestras novias, pues ambas tomaban anticonceptivos, a veces lamíamos el semen de sus coños. En mi caso, siempre me gustaba dejarlo muy limpio.

A mí me encantaba, y él había dicho que no le disgustaba, aunque no solía hacerlo, nada más que cuando estaba muy vicioso, aunque eso cada vez era más frecuente.

Nos tumbamos a reposar.

Le cogí la polla con la mano, y él hizo lo mismo con la mía.

Estábamos excitados, a la vista de que nuestras pollas querían repetir.

Al rato, nos pusimos nuevamente de faena y follamos de nuevo de la misma forma.

Estábamos muy excitados.

Finalmente, quedamos en hacer un sesenta y nueve hasta el final, para la tercera corrida. Fue genial. En aquella sublime postura disfrutamos el uno del otro, y como ya llevábamos dos corridas, tardamos en sacarnos mutuamente el tercer néctar, de tal modo que disfrutamos de aquel momento único. Nos pusimos de acuerdo en corrernos al mismo tiempo. Tardamos algo, pero al final lo conseguimos. Cuando notaba mi salida de leche llenando su boca, y la entrada de la suya en mía, creí que era el momento más emocionante de mi vida sexual.

Mi boca saboreó su caliente y tercera leche. A base de pequeños tragos, tardé minutos en mandar a mi estómago tan preciado trofeo. Mientras, disfrutaba de aquella caliente, viscosa y sabrosa leche en mi boca. La saboreaba a placer. Me mamé enterita su polla despacio, muy despacio. Se la limpié como un experto profesional de limpieza.

Él no me habló de detalle alguno, aunque aprecié que también me la limpiaba muy bien después de correrme.

Cuando él dejó, finalmente, de lamer mi polla, yo también dejé de hacérselo a la suya, no quería incomodarlo.

Quedaríamos extasiados y dormimos juntos cada uno con la mano del otro en la polla.

Mientras me dormía, pensé que no me disgustaría hacerlo otra vez, aunque solo con él. Pensar en otros hombres no me excitaba. A diferencia de las mujeres, que me gustaban muchas…, bueno, todas. Todas ellas tienen algo especial.

La que era alta, por alta. La que bajita, por lo mismo. La culona encantadora. Las gorditas, por sus curvas... Todas me gustaban.

Había pensado en sexo con todas mis compañeras, aunque respetaba mucho mi relación con Cristina.

Mientras pensaba todo esto, perdí la noción de la realidad y me dormí.

Él había abandonado la cama en algún momento de la noche.

Me levanté entusiasmado. Quería decirle que me encantaría volver a hacerlo de vez en cuando. Si nos íbamos de cervecitas otro día, me hubiese gustado volver a hacer lo mismo de idéntica manera. Había sido una experiencia bestial, al menos para mí.

Habíamos prometido no hablar del tema, y callé.

Yo no le dije nada, y él a mí tampoco.

Aquel día, salíamos de viaje para casa.

Hoy quizás hubiésemos relativizado aquello y nos hubiésemos reído.

En los años 90, eso era otra cosa.

Ya no volvimos a juntarnos nunca más.

Yo volví a la Complutense. Él terminaría en la Autónoma.

Después de varios años sin pensar en ello, recibí una extraña llamada, y como terapia final, escribí el relato.

Todo ocurrió hace apenas dos meses, después de ver a Rubén por última vez, y verle especialmente raro…

Hace unas dos semanas, me llamó un terapeuta sexual de nombre José Miguel. No pude decirle que no. Solo me había dicho dos frases después de presentarse, y confirmar mi nombre y apellidos:

-       Ramiro, necesito verle. Es en relación a una experiencia navideña con su compañero de estudios.

-    Al llegar a la consulta, una increíble y amable recepcionista de nombre Verónica, me recibió como si me conociese de toda la vida.

Después de contarme decenas de cosas de su vida, y de lo feliz que se sentía ayudando a cientos de personas, parecía que nos conocíamos desde siempre.

Incluso nos intercambiamos los números de teléfono para tomar algo con nuestros respetivos cónyuges.

A la hora señalada me pasaba al despacho del profesional titular. Inmediatamente, me decía:

-       Gracias, Ramiro, por venir.

-       De nada, José Miguel.

En la siguiente hora y media me habló de muchas cosas… Me habló de Rubén, y de sus problemas. Estaba autorizado por él. Estaba en tratamiento por disfunción eréctil, y junto a su esposa habían acudido a su consulta.

Hablando y recordando cosas, había intuido algo, y en privado le había confesado aquella única experiencia homosexual.

En resumen, necesitaba saber cómo yo había relativizado aquello.

Hablando francamente con José Miguel, le dije que aquella experiencia fue extraordinaria, y aunque algo avergonzado, la asumí dentro de mi etapa de construcción bisexual. Todos tenemos algo, quizás yo tenía algo más de inquietud bisexual que Rubén, y nada más.

Me preguntó si fantaseaba con aquello, si lo había repetido con algún otro hombre.

Le confesé que no había repetido aquello con nadie, y que de repetirlo solo lo hubiese hecho con Rubén. Para mí era alguien muy especial.

Sus ojos adquirieron un brillo muy especial.

Finalmente, José Miguel me preguntó:

-       ¿Estaría dispuesto a repetirla? Es necesario para ayudarle. Rubén, lo necesita.

-       Por supuesto. Sólo lo volvería a hacer con él, con nadie más.

-       A él le ocurre exactamente lo mismo, necesita reconfirmar su identidad bisexual solo con usted, y es la base de su actual problema.

Salí radiante de aquella consulta.

José Miguel me indicó que, excepcionalmente, en casos muy concretos, la identidad bisexual solo se plasma con una única persona, con la que se tiene un vínculo muy especial.

Unos días más tarde, quedaba a tomar algo con Rubén.

Volvimos a tomar cervezas. Volvimos a coger el puntito…

No llegamos a hacer lo mismo. No nos penetramos. Simplemente, nos hicimos unas mamadas, pero fue una experiencia sexual conmovedora, además de excitante y morbosa.

Desde entonces, siempre que nos vemos, hemos vuelto a ser inseparables.

Su problema se resolvió solo, su mujer volvió a ser follada nuevamente en condiciones.

Nos vimos más veces, nos confesamos los detalles de cómo follábamos con nuestras mujeres, y fantaseábamos con nuestras experiencias.

De vez en cuando nos comíamos las pollas después de ponernos de cervezas.

En una de nuestras fiestecillas trazamos un plan…

No queríamos vernos a escondidas.

Estamos planteando a nuestras mujeres intercambio de parejas, y si todo sale bien, lo que parece muy probable, el siguiente y sutil paso, será descubrir ante nuestras mujeres nuestra bisexualidad.

Los cuatro, seguramente, seamos más felices a partir de entonces.

Estamos deseando que llegue ese momento grandioso.

14/21. OFREZCO A MI MADURITA...

De vez en cuando paseaba por las páginas de contactos, buscando sin saber, algo que me llamase la atención.

Es la constante búsqueda del inconformista, lo reconozco irremediablemente, soy algo adicto al sexo, aunque de manera muy especial.

Me llamo José Carlos, aún no me había presentado a todos ustedes, discúlpenme.

No buscaba sexo en aquellas páginas, jamás lo había buscado, ni jamás lo buscaría, aunque era muy excitante leer algunos anuncios, y pensar en cómo serían aquellas personas en la intimidad.

Sé que soy tremendamente sexual, pero al mismo tiempo, demasiado tímido en las distancias cortas.

Me había labrado ya, una tremenda fama de rarito, gay, y cientos de cosas más entre mis compañeros de instituto, universidad, y en mis primeras experiencias prácticas en clínicas y centros de salud mental.

Al desarrollar toda mi actividad profesional en Estados Unidos, donde ejercí durante muchos años de psicoanalista, allí a nadie le resultó extraño conocer a un psicoanalista, algo más raro de lo normal. Creo que allí estábamos todos un poco idos.

Era y soy un buen profesional, a pesar de que este año estoy incurso de lleno en un periodo sabático, que me ha venido bien por lo de la pandemia del Covid-19.

He tenido mucho placer a solas de cientos de maneras, más o menos, extrañas para la mayoría, pero sin hacer daño a nadie jamás.

Sé desde hace más de 40 años, que soy parafílico, es decir, adicto a parafilias aunque, en mi caso, solo de pensamiento, o más propiamente, sin la intervención de ninguna otra persona o personas.

Los adictos teóricos, o de pensamiento, a las distintas parafilia solitarias, no somos tan raros en teoría, aunque existe una gran diferencia entre adictos activos con, y para otras personas, y adictos de pensamiento, como era mi caso.

Como todos ustedes saben, la parafilia es un tipo de comportamiento sexual, en el que lo normal y no, lo excepcional, se encuentra en tener placer y excitación ante objetos, situaciones, actividades o personas poco usuales.

Aunque parezca del siglo pasado, ciertas prácticas como, por ejemplo, practicar sexo oral, fueron catalogadas en el pasado, como parafilias hasta mediados del siglo XX. Afortunadamente, es cosa del pasado en cuanto al sexo oral, que jamás he practicado con otra persona, salvo en mis fantasías. Realmente hubiese deseado ser contorsionista, para poder mamarme mi propia polla.

Al hablar de ello, quiero contarles aquellas pajas que me hacía, y cómo deseando lamer de improviso mi propia leche, me disponía en mi cama, mayoritariamente con mi cuerpo en el respaldo de la cama, de tal manera que mi polla estaba, más o menos, en la vertical hacia mi boca. Me hacia la paja, y esperaba dejar caer el semen en mi boca, que casi nunca acertaba.

En fin, las cosas de las personas raritas, o más o menos raritas... Están leyendo un libro de relatos calientes que, afortunadamente, conocía de antemano, dado que he ayudado al autor a corregir, y algunos de estos relatos comprobarán, que pueden ser dignos de personas poco usuales.

Como deben de intuir, no todas las parafilias son inofensivas o alegales, ya que por, ejemplo, la pedofilia es, incluso un delito, un gravísimo delito, que debería de estar muchísimo más castigado.

Si bien, no debe considerarse parafilia, una conducta sexual poco frecuente con tu pareja sexual, o que se ha hecho a modo de juego en alguna ocasión, como por ejemplo, intentar apretar el cuello, ya que es conocido un argumento, de llegar al orgasmo en los instantes previos al momento de faltar la respiración. Incluso se han llegado a provocar muertes accidentales o por imprudencia. Hemos de tener cuidado con eso, amigos. En los últimos años, uno de los famosos que murió en un trance parafílico, fue David Carradine, que como recordarán, fue encontrado muerto en un hotel de Tailandia, atado a un armario, en concreto, su cuello y sus genitales, con fecha 03.06.2009. La segunda autopsia, dictamino que había fallecido después de tener un orgasmo, su último orgasmo.

En mi caso, no he puesto en peligro la vida de nadie, ya que siempre he jugado a solas, y respecto a ese punto, jamás pretenderé poner mi vida en peligro a solas. A veces, mis posiciones de masturbación son extrañas, pero jamás me ataré una cuerda al cuello.

Leí mucho intentando averiguar el origen de las parafilias, y discrepo de algunas aseveraciones, como aquella de que, si no es enfermiza o controlable, no es parafilia. En fin, cada cual que disfrute como pueda, siempre que no haga daño a nadie, incluyendo en ello a animales.

No se asusten al pensar en, si están o son enfermos, ya que de mi experiencia personal y profesional, he deducido sin miedo a equivocarme, que todos los humanos tenemos algo de parafilia, aunque sea en una escala menor, o incluso insignificante.

Un ejemplo:

No es raro que una persona sienta predisposición por personas altas, bajas, rubias, morenas, con mucho o poco pecho, o por uniformes de todo tipo.

Recuerdo una paciente, que tenía la fantasía de entrar en una cárcel de hombres, y ser el juguete sexual de todos ellos. Otra paciente, por ejemplo, fantaseaba con ser detenida, y ser violada consentidamente por todos los policías de guardia de la comisaría.

No crean, que son casos excepcionales. En la actualidad, estoy corrigiendo unos textos, es uno de mis hobbies, para un amigo escritor que quiere publicar confesiones reales de mujeres, una tenía el deseo de ser prostituta durante un día, y otra por necesidad económica, consintió en simular ser violada por dinero, y de ello vivió durante años, disfrutando mucho de sexo forzado, aunque simuladamente.

Cada cual es un mundo en sí mismo.

En general, ni todos los abusadores recibieron abusos de menores, ni todos los que recibieron abusos de menores, terminaron siendo abusadores.

Aunque pueden comprobarlo cuando quieran en cualquier manual de cierto prestigio, se describen centenares de parafilias, algunos estudiosos del tema, dicen que casi seiscientas, desde algunas más conocidas, como el exhibicionismo o el fetichismo, pasando por el voyerismo, del que todos tenemos algo, a otras, excepcionalmente raras, desde la eprectofilia hasta la clismafilia, pasando por la consuerofilia.

Por cierto, por si no queréis buscarlo, la primera es excitarse sexualmente por los gases no nobles de los demás, la segunda, a través de enemas, y la tercera, mientras te coses la piel.

En fin, como se dice, para gustos los colores.

Como no les sorprenderá a ninguno de ustedes, les diré, que en Estados Unidos, no es raro que incluso los psicoanalistas busquen ayuda profesional. Yo hace más de 30 años, contacté con un excelente profesional llamado Joseph Michael, que me anticipó desde la primera consulta, que mi problema principal era la timidez sexual, y que no lograría nada sin generar pequeñas conquistas ínfimas, es decir, hacer tareas prácticas.

Me cerré en banda desde el primer momento, y además, su recepcionista Veroníque, me lo hizo pasar muy mal, al mirarme de aquella manera conquistadora, aunque sin avasallamiento.

Renuncié simplemente a curarme desde la segunda visita, y jamás volví a intentarlo.

Después de esta verborrea teórica sobre las parafilias, y sobre mí mismo, volvamos al anuncio.

Desde el primer momento en que lo vi, me llamó poderosamente la atención.

Lo reproduzco a continuación en su integridad.

El anuncio decía:

OFREZCO A MI MADURITA:¿Quieres follarte a una madurita de 58 años, de buen ver y muy morbosa? Yo te ofrezco a la mía, solo tienes que ser persona discreta, seria, limpia y respetuosa. Cobramos 60€/hora, ponemos el sitio. También parejas y acompañamientos a locales liberales. No profesional P. D.: Se agradecería una breve descripción, edad, de dónde eres o sois. . . Sin número no contestamos. Solo gente que vaya en serio”.

Lo he entrecomillado por traerlo de manera textual sin alteraciones de ningún modo.

Como licenciado en Psicología, intenté discernir antes de nada, qué tipo de persona se encontraba detrás del anuncio.

Como pueden intuir, contesté al anuncio indicando que me interesaba, y facilitando un número de contacto para iniciar una comunicación con él, o los emisores.

Empezaba mi juego teórico, pues en ese momento jamás pensé en tener una cita real.

Me equivocaba del todo.

A priori me asaltaban algunas dudas, aunque, obviamente, el anuncio lo había puesto él, y suponía que ella estaría de acuerdo total o parcialmente con el mismo.

La falta de errores ortográficos, y cierto gusto en la redacción, además de la utilización de la postdata, indicaban que no era una broma y era una persona con cierto nivel cultural.

Podría ser un entretenimiento, o una manera de generar morbo a terceros, o auto-morbo.

En fin, era cuestión de esperar, y mientras estimular mi imaginación.

¿Cómo sería de morbosa esa pareja?

¿Poner el precio denotaba necesidad económica, o quizás el deseo de eliminar curiosos o niñatos?

¿Prepararían el ambiente adecuadamente?

Se preguntarán todos ustedes, qué hace un licenciado en Psicología adicto al sexo teórico, tímido, y sin ninguna experiencia sexual en su vida, en estas vicisitudes.

No puedo contestarles. No lo sé ni yo mismo.

Cuando días después, recibí una contestación, realmente no me sorprendí del todo.

Había seguido todas las instrucciones del anuncio. Había dado mis datos físicos. Había aportado un número teléfono que tenía para mis juegos. Sí amigos, a veces, había llamado a esos números de pago para ayudarme a masturbarme. Me encantaba, aunque no lo utilizaba mucho.

El contacto estaba hecho.

A la hora indicada en el correo, aquel enigmático hombre me llamó. Su voz era tan especial, que algo en mí cambió después de tantos años de timidez. Su voz era pausada, amable, gentil y varonil.

Me habló de su mujer, incluso hablamos los tres. No pasaban necesidades económicas. Eran simplemente morbosos, y querían escoger bien a esos amigos especiales, a los que invitar a su casa a disfrutar del sexo a cualquier nivel.

Realmente no se asustaron cuando les dije que solo quería mirar. Mirar sus cuerpos desnudos.

Eran comprensivos y no me metieron prisas. Pedí pensarlo tranquilamente, y educadamente lo comprendieron.

Al día siguiente les mandé un correo, pidiéndoles permiso para poder hablar otra vez con ellos.

Había estado toda la noche sin dormir.

Algo especial había sentido con aquella pareja. Se llamaba Nacho y Laura, y todo lo que decían parecía confirmarse.

Nos caímos bien los tres. Quedamos en conocernos. Enseguida comprendieron mi problema de timidez. Eran profesores, y su especial intuición les hizo comprender mis deseos y mis temores.

-       José Carlos, no te preocupes por nada. Si podemos ayudarte en algo, lo haremos. Intuimos una amistad profunda contigo. Jamás te cobraremos por practicar junto a ti, el sexo que quieras practicar junto a nosotros, de la manera que tú quieras.

Aún recordaba sus palabras al despedirme. Eran encantadores. Incluso me había emocionado al verlos alejarse. Habíamos quedado en darnos novedades por correo electrónico. No quería molestarles telefónicamente. Soy así de especial.

Estuve semanas dándole vueltas a mi sexualidad durante todas aquellas noches insufribles, desvelado. Algo empezaba a cambiar en mí.

Ellos, como siempre intuitivos, me escribieron.

Me decían que querían seguir viéndome a pesar de todo, y que no pasaría nada que no desease que pasase.

Pusimos fecha a un encuentro en su casa. Acepté ilusionado, aunque tremendamente nervioso. Sería una cena íntima sin más pretensiones.

La velada resultó genial en su conjunto. Estábamos en la sobremesa, charlando de todo y de nada. Eran más de las doce de la noche de aquel viernes maravilloso que siempre recordaré.

Me dijeron que iban al dormitorio a jugar, que yo hiciese lo que quisiese. Me habían dado una confianza tan grande, que mi corazón estaba henchido de agradecimiento.

La puerta entornada me invitaba a mirar si lo deseaba e incluso a acercarme. Los conocía de tal manera y ellos a mí, como si nuestra amistad llevase decenas de años, a pesar de solo conocernos apenas unas pocas semanas.

Las luces del dormitorio, atenuadas por pañuelos de seda de varios colores, me dejaban ver con detalle aquellos cuerpos cuidados de personas maduras. Ambos cuerpos me excitaban. En el fondo me siento bisexual, aunque jamás hice sexo con nadie en toda mi vida. Todo el sexo que había realizado, había sidoen la intimidad de mi cama, dormitorio, o baño. Jamás había estado desnudo en presencia de nadie.

Aquella primera noche de decenas de citas, no pude pasar de mirar y masturbarme sin atreverme a entrar.

Todo fue cambiando poco a poco, cada cita suponía un paso más en mi aproximación a aquella cama, donde se practicaba un sexo sensual e idolatrante.

Varias citas después, me encontraba junto a ellos, aunque sin tocarlos. Los aromas de sus fluidos cada vez me seducían más y más.

Ver la piel enervada de sus glúteos y muslos en los momentos máximos de excitación, cuando tenían sus orgasmos, me excitaba tanto, que cada vez necesitaba sentirme más cerca.

Finalmente, una noche me atreví a rozar con mi dedo corazón la piel de ella. Fue un sobrecogimiento tal, que instintivamente eyaculé, y unas gotas de mi semen llegaron al vientre de Laura, aquella sensual mujer.

Nacho, de manera natural, lamió aquellas gotas de semen y se las ofreció a Laura. Ella me miraba mientras saboreaba mi sabor.

Era una imagen excepcional. Sus bocas saboreando mi néctar blanco, viscoso, sabroso y caliente.

Este raro psicoanalista se atrevió, por fin, a auto diagnosticarse. Mi problema había sido, que jamás había encontrado a dos personas tan especiales, que jamás exigieron nada y lo dieron todo.

Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, me fui integrando junto a ellos.

No tengo prisa y ellos tampoco. Son realmente excepcionales y únicos.

En la última velada, llegué a saborear aquel coño después de recibir su ración de leche caliente después de sus juegos. Nacho, finalmente, se la metía y se corría. Mis ojos deseaban acercarme a verlo de cerca.

Él se apartó a descansar.

Laura me miró.

Con los ojos me pidió que me acercarse, y abrió más sus piernas hacia mí.

Cerró sus ojos para darme confianza, y en ese momento me acerqué a lamer aquel preciado tesoro, del que salía poco a poco el semen caliente de Nacho, en pequeñas ebulliciones, que seguramente Laura, forzaba con los músculos vaginales.

Fue glorioso.

Su semen no es sabrosísimo..., sino lo siguiente.

Solo estuve haciéndolo unos segundos, pero me sentí pletórico.

Por un momento, Nacho me miro, como con ganas de meterme su rabo aún muy consistente en mi boca, yo lo deseaba, pero no me atreví y cerré mis ojos de deseo.

Mis pasos eran cortos, pero iban llegando poco a poco. Mi travesía de normalización sexual estaba siendo todo un éxito.

Creo que pronto me atreveré a comerle la polla a Nacho.

Deseo comer esa enorme polla dura y meterla en mi boca durante horas y horas. Sueño con ello, deseo que alguna vez, lo antes posible, si me atreviese, pudiera correrse en mi boca y disfrutar de su lefa caliente..., saborearla y tragarla muy despacio entera para mí.

De momento la había probado solo a través del coño de Laura y me había encantado.

Pudiendo, querría seguir lamiendo aquella leche de todas las formas posibles, el resto de mi vida, durante miles y miles de veces más.

Nacho y Laura, como ya les había contado a todos ustedes, son seres excepcionales.

Desde el primer segundo comprendieron que era una persona especial.

Espero comentarles pronto mis avances.

Gracias por entenderme.

15/21. JUNTOS PARA SIEMPRE...

Me llamo Olga, tengo 40 años en la actualidad, a punto de cumplir 41 este naciente año 2021.

Desde que hace ahora, ya más de siete años, que vi a mi nuevo vecino, me gustó mucho.

Poco a poco, fui pensando en él con más intensidad, terminado muchas noches masturbándome, mientras imaginaba como me follaba de miles de maneras posibles.

No estaba obsesionada, pero casi. Yo seguía con mi trabajo, con mi vida y con mis puntuales amantes.

Mi vecino me traía loca e incluso su esposa me caía muy bien. José Miguel y Verónica, así se llaman, lo sé por su letrero del buzón, llegaron a mi vida y fueron una nueva luz e inspiración sexual, principalmente él, para empezar.

Él, no era nuevo, se había mudado aquí con su Verónica, su nueva esposa después de divorciarse. Había vivido allí en su juventud, pero yo no me acordaba, o era tan pequeña que no lo recordaba. Mis padres me pusieron en antecedentes cuando les pregunté, de manera natural, por aquella pareja.

Llevo prácticamente enamorada de José Miguel, desde 2013. ¿Me tomo las cosas con calma, verdad?

Somos una familia humilde de clase media.

Mi padre ya está jubilado, y se entretiene en algún que otro hobby.

Mi madre, desde siempre en casa. Somos una familia normal.

Diré que trabajo sin decir en qué, por si este relato es publicado.

Soy rubia, delgada y bajita.

Sin dejar de ser conservadora, soy progresista. No es una contradicción, en eso coincido con José Miguel, y no es en lo único. Somos almas gemelas. También con Verónica, tengo miles de coincidencias, incluso sexuales como leerán más abajo.

Me gusta la ecología, y miro mucho por el medio ambiente.

Le vi serio desde el principio, a distancia tiene un gesto hosco, aunque cuando empezamos a hablar, le empecé a notar mucho más interesante. En las distancias cortas, es agradable, divertido y un buen conversador.

Me gustó todo de él. Me gusta cada vez más todo de él. También de ella.

De saludos de cortesía, empezó poco a poco a preguntarme cosas.

Soy bastante tímida. Creo que lo suponen ya. ¿Verdad?

Hablando de sexo, aunque en el fondo soy liberal, en la práctica, con mis puntuales parejas sexuales, había sido bastante tradicional.

Hasta que no conocí a esta excepcional pareja, no practiqué cosas en la cama, que jamás, había ni tan siquiera supuesto o imaginado.

Creo que necesitaba algo más que una relación clásica, y por ello a mi edad, aún no había desarrollado un proyecto de vida sentimental definitivo con nadie.

Necesitaba a alguien especial, y con él llegaría a desear tenerlo, aunque jamás creí que se iba a desarrollar de aquella manera.

Cuando,  después de pasar varios años, en que nos veíamos de vez en cuando en el ascensor, en la calle, en el barrio, o por nuestra pequeña ciudad de provincias, me decidí a mirarle de esa forma especial…, con deseo, entonces me daría cuenta, al devolverme sus especiales miradas, de que le tendría para mí el resto de mi vida, aunque con ciertas matizaciones.

Él es muy prudente, aunque con ojos de latino interesante y conquistador.

El primer paso lo di yo, no podía ser de otra manera, ya que como descubriría mucho después, su vida liberal les obligaba a ser muy prudentes.

Un día introduje un anónimo en su buzón.

Le decía que me gustaba mucho y que estaba dispuesta a todo por acostarme con él, que aceptaría todas sus condiciones.

El primer paso lo dio su mujer, Verónica.

Un día hablamos subiendo el ascensor, y me invitó a tomar un café o una infusión en su casa.

Luego me dirían, que supieron desde el primer segundo que el anónimo era mío, pero que deseaban darme cuerda, para generar el máximo incremento de deseo por ambas partes.

Él también me deseó desde el principio, según me confesaría días después en la cama.

Me quedé de piedra cuando me lo dijeron. Mi rostro enrojeció de inmediato, pero su calidez humana me hizo relajarme hasta límites insospechados. Son tan naturales, que no puedo hablar de ellos nada más que cosas buenas.

En unos minutos estábamos los tres hablando como viejos amigos. Los ojos de José Miguel, me miraban con deseo, sin duda.

Los míos a él, también.

Hablamos con absoluta sinceridad desde el primer segundo.

Verónica, enseguida contribuyó a la total relajación del momento. Me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio.

Era precioso, lleno de detalles decorativos, mariposas en las paredes, cuadros de todo tipo, puntos de luz. Una foto de ambos en el centro de la pared a todo color, flanqueada por dos individuales en blanco y negro.

Pusieron música.

Encendieron velas y una barrita de incienso.

Yo estaba en una nube.

Sin saber cómo, estábamos los tres desnudos en la cama. Entre los dos me habían desnudado, como a cámara lenta.

Nunca me he sentido bisexual, pero no me importaba cómo Verónica me empezaba a besar. Yo le devolvía idénticos besos pasionales, aunque tímidamente.

Cerré los ojos, cuando José Miguel se aproximaba.

Estaba nerviosa ante la inminente sensación de sentirme unida a él.

Una tiene esas falsas creencias de penetración rápida y satisfacción vulgar.

Ellos eran diferentes.

Con ternura me acariciaban, me besaban en todo mi cuerpo, incluso en sitios insospechados... Me acariciaban y mesaban delicadamente mi pelo.

Él especialmente me besaba en la raíz de los pelos de mi nuca, en mis cejas, en mis parpados cerrados, en mis codos, mis dedos, mis uñas...

Me susurraban palabras sensuales, alabando mi cuerpecito.

Él especialmente me decía cosas sin sentido, sin malicia, pero con mucha ternura  y con cara de muchísimo deseo. En algún momento me había llamado: “muñequita de pinypon”..., aunque también otras cosas como: “cosita de petittepoing”, “boquita de piñoncillo dulce” “cuellito de cisne”, “barbillita de bocado” y “tetitas glamorosas”, entre otras tonterias maravillosamente tiernas y románticas.

Estaba en una nube de deseo, deseando disfrutar de todo.

Aquella primera sesión de sexo, fue absolutamente épica y la recordaré toda mi vida.

Pasaron horas antes de sentir cómo mi sexo, fue penetrado con ternura y delicadeza. Aquel enorme pene entró en mí, sintiendo que entraba en mi alma.

Hubiese deseado gritar de placer, pero soy muy tímida. Sentirme llena, sentir la tremenda polla de mi vecino dentro de mí, llenaba mi corazón, alma y cuerpo, de un gozo único.

Jamás me había sentido así.

Mis orgasmos, a cual más intenso, se sucedían, uno tras otro.

Cuando sentí en mi interior aquel líquido entrar a presión, y rebotar en el fondo de mi vagina, no pude dejar de sentir golpetazo a golpetazo, los orgasmos más profundos de mi vida.

Él lo sintió. Me besó y me abrazó, con una ternura sin igual.

Lloré de agradecimiento y placer. Él también se emocionó.

Volveríamos a hacer mucho más sexo. Son incansables. Yo también. José Miguel, nos follaba a ambas sin parar, cuando se agotaba, seguía con cientos de juguetes que tenían.

Nos hacía correr al unísono, utilizando sus dedos o juguetes a la misma vez. Nos besábamos los tres al mismo tiempo. Nuestras lenguas se cruzaban y disfrutaban.

Verónica, hacia el final de aquella e increíble sesión, para dar un descanso al rey de la cama, sacó su último regalo, su succionador, y jugamos con él un buen rato. No parábamos de tener orgasmos sucesivamente, por turnos. Él sonreía al vernos.

Yo soy incansable, me he descubierto incansable junto a ellos. Al menos, aquella primera de muchas, me sentí incansable. Verónica, incluso mucho más. He de reconocerlo.

No tengo reparos de nada, en el sexo. Hago de todo con ellos.

Verónica y yo nos besamos y nos comemos todo. Incluso nos follamos mutuamente con un arnés. También a él.

El disfruta viéndonos.

Nunca había saboreado y tragado con tanto placer tanto la leche de José Miguel como el esquirting y los fluidos de Verónica. Soy adicta a todos los fluidos de ambos.

Un día en la ducha los tres apretujados, ambas le dimos nuestra caliente lluvia dorada y la disfruto como un niño. Sus ojos nos miraban a ambas amorosamente.

Una noche me dijo al oído que me sentía como otra esposa, que estaba a la altura de Verónica.

Me propusieron ser un matrimonio de tres. Lo estoy pensando.

Volvamos a aquella primera sesión.

Cuando después de tantas horas de placer, extasiados, estábamos unidos los tres por nuestras manos, sentí cómo Verónica murmuraba en mi oído:

-       ¿Querrás ser nuestra amante más veces?

-       Sí (Me limité a decir).

-       Si quieres, podrás traer a cuantos amigos desees, siempre que sean discretos y que tengan una buena polla.

-       ¿Cómo?

-       Cuando te apetezca venir sola, podrás venir sola, y si algún día te apetece traer a alguien, lo podrás hacer libremente. Ya lo he comentado con él, deseamos seguir viéndote sola o acompañada. Queremos que seas nuestra amante para siempre, al menos, mientras tú lo desees. Estamos encantados contigo, quizás ambos, enamorados de ti, desde que te vimos por primera vez.

Me quedé muda. No sabía que contestar.

En ese momento supe, que siempre había querido tener una relación así, una relación precisamente, con ellos dos.

Desde aquel maravilloso día, estuvimos juntos para siempre.

Las sesiones de sexo se han sucedido con intensidad, cada vez lo pasamos mejor los tres. Ante la insistencia de Verónica, en ocasiones he ido acompañada de algún puntual amante que me he echado, pues ella también tenía derecho a disfrutar. Nuestro amor no está limitado a nosotros tres, aunque somos el eje básico del mismo.

Un día, les llevé a un negro.

Verónica nunca había estado con un hombre de color y disfrutaría de uno. Se lo debía.

Había conocido a  Mamadou corriendo por la zona de ejercicio del final de aquel enorme parque. Hablaba ya muy bien el español y nos hicimos amigos. Era alto y tenía una enorme polla. Cuando se la mame por primera vez apenas me entraba. Era menos gruesa que la de José Miguel, pero era extremadamente más larga. Desde que le vi desnudo, desee llevarlo a casa de mis amantes.

Tuve que esforzarme en convencerlo.

Cuando estuvimos juntos los cuatro por primera vez, descubrimos que era maravilloso no pensar en sexos, sino en el sexo al que tocaba dar placer.

Ver comer la polla negra de Mamadou por José Miguel, mientras él nos besaba a ambas, fue absolutamente excitante. Mucho más cuando mis amantes descubrieron que mi “amigo” senegalés, era absolutamente incansable.

Lo de Mamadou pasó y llegarían varios más, incluso un chino. Me cuesta convencerlos pero al final vienen a jugar con nosotros. Mis amantes, vamos..., nuestros amantes, van y vienen, pero nosotros tres permanecemos inalterables. Ese es mi deseo.

Cuando tengo sexo con mis amantes a solas, disfruto, pero me falta algo. La novedad me llena, pero eso no es suficiente. Los necesito a ellos, a ellos dos, a mis dos necesarias partes de este trio único y definitivo.

Alguna noche me he quedado a dormir con ellos. Él se despierta temprano y empieza a comernos nuestros coños, por turnos. A veces, algunos domingos, hemos estado en la cama todo el día, haciendo un increíble sexo sin parar. Somos incansables los tres.

Mi vida está bien como está. Me siento feliz como vivo. Mi vida continúa... Mi trabajo, mi familia y mis amantes, esos vecinos, Él, ambos, me han hecho descubrir mi verdadero proyecto de vida.

Queridos amigos, he de terminar.

Solo decirles que, lamentablemente, este relato es ficticio, aunque ojalá fuese real.

Creo que redactaré un anónimo y se lo meteré a mis vecinos en el buzón.

(Ojalá lo hagas Olga, ellos lo están deseando).

16/21. OTRO AGUJERITO...

Hola amigos.

Les hablaré de un agujerito especial, y de cinco jóvenes compañeras, en aquella oficina de seguros.

Una de ellas ya ha fallecido de una larga enfermedad, a varias les he perdido la pista, a una de las más simpáticas y risueñas la vi ayer, y ya es abuela.

Su recuerdo, al verla y saludarla, me estimuló este relato, que estaba allí guardado en un rincón de mi mente abstraída, generalmente, de cosas ajenas al sexo en mis ratos de ocio, y absolutamente calenturienta cuando revivía algún recuerdo tan especial, como aquel.

Eso me ocurrió este enero de 2021.

¡Cómo pasa el tiempo!

Les hablaré de un agujerito de hace más de treinta años.

Me llamo Juan Pablo. Soy amigo de José Miguel, somos más o menos de la misma edad, y ya me ha hablado, recientemente, del otro agujerito, a través de su último libro, del que me ha facilitado un ejemplar como regalo de Reyes.

Filomena, nos ha dejado en estas primeras semanas de enero, una ola de frio y nieve que, como todos saben, ha paralizado el país por unos días. Yo en mi casa, de vacaciones, me he leído el libro de mi amigo, casi de seguido. Enhorabuena, José Miguel, aunque escrito por otra persona, también hábil con las palabras.

La primera vez no fue por casualidad, esta sí.

La otra vez, la de José Miguel, había sido su compañero Juan, el que lo había organizado todo. Si han leído el libro, sabrán de lo que hablo.

En esta ocasión fue fruto de la absoluta casualidad.

Les pongo en antecedentes…, para los que no hayan leído el libro.

Cuando, siendo adolescente, empezó José Miguel a trabajar en aquella empresa, un compañero, después de coger confianza, le habló de su  secreto... Había hecho un agujero, que daba desde su puesto de trabajo al vestuario de las chicas de la tienda.

Allí, pasaron muchos meses haciéndose pajas los dos, primeramente cada uno por sí mismo, por turno, para finalizar, igualmente, por turnos haciéndose pajas y comiéndose la polla, el uno al otro.

En mi caso, nunca había trabajado en ninguna empresa, la casualidad me llevó a ésta, después del servicio militar.

Vivía solo en la capital, en un pequeño apartamento. Mis padres habían fallecido muy jóvenes y yo, su único hijo, me buscaba la vida.

En un anuncio encontré el trabajo. Caí muy bien a mi jefe, y comencé una andadura profesional durante años.

Mi jefe y su mujer, que no tenían hijos, casi me adoptaron. Prácticamente, hacía vida entre la oficina y su casa.

Frecuentaban a una pareja de amigos, Antonio y Meme. Eran encantadores, y los cinco pasamos muchas noches de sábados y domingos, viendo películas y comiendo palomitas.

Después de las películas siempre jugaban, inocentemente, a pequeños juegos eróticos, sin malicia, a los que me invitaron cuando cogieron confianza conmigo.

Uno de ellos era apagar las luces y guardar absoluto silencio. Creo que allí me aficioné a los cuartos oscuros como José Miguel, aun cuando yo no he tenido la suerte de tener una mujer liberal.

Habré de contarles pequeños detalles muy sugerentes y morbosos de aquellos encuentros, aunque hoy toca hablar de aquel agujerito. Les adelanto, que aquellas dos mujeres maduras, tenían predilección por aquel quinto miembro tan joven.

Al final, aprendí el secreto de aquellas dos parejas: Lo que no se ve, no hace daño.

Fue la primera empresa en que trabajé, y desde el primer momento tuve responsabilidades a pesar de mi juventud.

Allí conocí a mi primera esposa, una clienta muy especial que me encandiló desde el primer segundo, con aquella melena rizada y su sonrisa extrovertida.

Allí también conocí a  mi primer socio en una aventura empresarial que fue todo un desastre.

Y allí, por último, conocí a una mujer tan especial, que lo era tanto, que nada más venir de mi viaje de novios pasó por mi cama varias veces, y yo por la suya, para empezar a hacer ambos, un sexo tan maravilloso y tan especial, que jamás deseé que terminase.

Allí conocí a Noelia.

Había conocido a varias chicas, pero aún era virgen.

El destino nos separó, pero jamás he de olvidarla mientras viva. Aún recuerdo su olor..., un olor a una mujer especial.

Pero vamos a lo del agujerito, que es el tema de hoy.

La oficina estaba bien distribuida. Anexo a la oficina, teníamos un almacén en donde almacenábamos todo tipo de material. Tenía que ir varias veces al mismo, a traer elementos y materiales de reposición de todo tipo.

Su entrada era por otra puerta exterior de la calle. En un futuro, el jefe tenía previsto abrir una puerta interior, pero la distribución de la oficina aún no se lo permitía, dado que nos complicaría en sumo grado la distribución de las diferentes mesas de trabajo.

A pesar de mi juventud, era el responsable de todo el personal cuando el jefe no estaba por sus múltiples viajes. Cuatro chicas y dos chicos, en diferentes funciones administrativas y organizativas.

El almacén lo había organizado adecuadamente. Todo debidamente colocado, para poder ser inventariado cuando fuese necesario, ya que me jefe era amante del orden y del control, sin ser obsesivo. Era un almacén en bruto, es decir, no había paredes revestidas. Estaba en ladrillo de obra. Un día, se fundió la única luz que había en el techo, y no podía ver nada.

Después de la primera impresión de absoluta oscuridad, tan solo un mínimo rayo de luz, un pequeñísimo haz luminoso, salía del rincón. Me aproximé con cuidado de no caerme, y por casualidad miré, era el baño de las chicas de la oficina. Una de las chicas estaba en el inodoro haciendo un pis.

¡Qué casualidad!

Si no llega a fundirse la luz, podrían haber pasado meses o años, y no haber descubierto ese morboso agujerito, fruto de la casualidad de un taco mal puesto, alguien había hecho dos agujeros para sujetar el pequeño lavabo del baño y no había tapado uno de ellos, ese agujerito excepcional, por aquel en el que estaba mirando en ese preciso momento, y a través del que podía ver con todo detalle a aquella compañera.

Qué mala es la curiosidad, y qué mala edad para un joven soltero, adicto al sexo en soledad, sin mucha experiencia con chicas, aunque muy buena persona. Ese soy yo.

Se preguntarán ustedes, qué hacíamos aquellas dos parejas y yo después del cine y palomitas, los sábados por la noche. Les contaré…, de sexo, nada, solo me comían la polla.

Pero volvamos al agujerito…

Me avergonzaba verla, pero no dejaba de mirarla. No podía dejar de mirarla, mientras contenía la respiración. Allí sentado cómodamente, en una caja de papel, observaba en silencio cómo aquella compañera terminaba de hacer su pis, cogía un poco de papel, se limpiaba, se levantaba, se subía sus preciosas bragas de colores, y después, sus pantalones vaqueros. Era ella, mi enamorada..., Noelia.

Se encaprichó de mí desde el primer segundo. Yo ya tenía fecha de boda, y estaba expectante por ello, pero a pesar de eso, la deseaba. Nos empezamos a mandar notas internas, primero picantonas, y poco más tarde, directamente sexuales.

No les contaré los detalles hoy, pues quizás formen parte de otro relato. Hoy solo les diré que hicimos mucho sexo, mientras duró su permanencia en la empresa. Terminado su contrato, no volvimos a vernos, aunque sigo deseando volver a tenerla entre mis brazos.

Respecto del agujerito, jamás se lo confesé ni a ella, ni a nadie. Me avergonzaba pensar qué pensaría de mí.

Jamás se lo conté a nadie, salvo ahora, a todos ustedes. Fue un secreto absolutamente íntimo.

El tiempo pasaba.

Ellas iban frecuentemente al baño. Mi fuerza de voluntad tenía un límite y no pude resistir mucho más.

Sin que se notase mucho, empecé a visitar el almacén en ocasiones en que alguna de ella estaba en el servicio, con la excusa de traer cualquier producto necesario a la oficina: papel, material de limpieza..., cualquier cosa. Ya les digo que el almacén tenía que visitarlo una docena de veces cada día, tanto a traer cosas, como a llevar archivos y expedientes.

No resultaba extraño que yo fuese al almacén durante algunos minutos.

Sin que se notase, empecé a disfrutar puntualmente de aquellos cuatro cuerpos.

Eran distintos.

Eran distintas formas de hacer pis y pos.

Empecé a conocer visualmente de sus intimidades, de sus diferentes tipos de ropa interior, de las cualidades de su vello en su sexo y en sus piernas, de sus pequeñas manías, e incluso de algunas aficiones muy especiales de algunas de ellas, una compañera algo más caliente de lo normal.

Una de ellas, se hacía unas pajas sugerentemente raras, con una sabiduría innata, y de forma natural, con sus dedos allí sentada, y con unos gemidos apenas imperceptibles, pero que indicaban su forma de disfrutar, compulsiva y salvajemente, en la intimidad de aquel baño que tenía un espectador de excepción. Este relatante.

Aquella mujer eyaculaba intensa y ruidosamente, aunque en silencio, sin gritos ni jadeos espectaculares. Solo yo y ella sabíamos, que aquellos golpetazos en el inodoro, eran los ruidos de sus eyaculaciones golpeando la porcelana. Después de escucharla por primera vez, ya pude, sin duda, comprender la explicación de la tensión de su cara, cuando salía del baño, al atardecer de casi cada día.

Eran aquellos majestuosos orgasmos que ella se provocaba en silencio casi todos los días.

Se llamaba, aún se llama, Ana María. Pronto se casó, y pronto acabó con la vida de su marido, seguramente a polvos, aunque eso tuvo que ser otra historia de la que no conozco los detalles íntimos, aunque siempre me los he imaginado.

No pongan en duda, que me hice centenares de pajas por Ana María, y por sus compañeras, aunque nunca allí, en la oscuridad del almacén al otro lado de la pared, sino al recordar aquellas imágenes todas las noches que no podía dormir, o me desvelaba. Aún me sigue ocurriendo.

Centenares de pajas por entonces, y centenares de pajas en el futuro me haría, y aún me sigo haciendo cuando es necesario, dado que aquellas imágenes aún siguen y seguirán, en el álbum fotográfico de mi adicta mente sexual mientras viva.

He de referirme ahora a mi experiencia sexual por entonces, que era algo escasa, a excepción de los sábados por la noche.

Antes de hacerme novio con mi primera mujer, había estado varios años novios con Mari Paz, una altísima, delgada e increíble mujer, que por cierto, jamás llegué a follarme, aunque nos hicimos cientos de pajas. El miedo al embarazo la embargaba constante y permanentemente, sin duda, al haber sido ella misma, una hija adelantada a un matrimonio de compromiso, por razones de la moral de otros tiempos.

El servicio militar, el nuevo trabajo y conocer a mi primera mujer, rompió una relación de años. Fue un flechazo. Recuerdo que fue una ruptura sobrevenida y poco educada, pero así es la vida.

Mi ex suegro, pasó una noche a visitarme a la oficina, para decirme que si me veía con otra, me mataría de un hachazo. Según él, llevaba ese instrumento mortal en su coche con ese único y mortal propósito. Durante las primeras noches, había de perderle por la calles de la ciudad dando vueltas, pues fue mi perseguidor durante semanas, me perseguía con su coche, quizás hasta que se cansó.

Negocios, empresas, vicisitudes diversas. La vida pasaba rápidamente, pero sigamos con el agujerito.

Aquellas cuatro mujeres, cinco en realidad, pues Noelia, sustituyó por baja maternal a una de ellas, fueron un entretenimiento excepcional para este joven tímido, pero muy morboso, antes, durante y después de su matrimonio juvenil, con apenas veintipocos años.

Centenares de veces, aquel agujerito fue el epicentro de mi voyerismo juvenil. Un agujerito, en donde, aquellas jóvenes me servían de musas y modelos para mi mente creativa, que las hacía recrearse como las mejores amantes muchas veces en mis sueños eróticos, muy habituales hasta que me casé.

Terminaré relatándoles, creo que merece la pena, la última vez que hice sexo maravilloso con Noelia, un sábado del mes de enero de 1.991, aquel día 12, mientras los colchoneros arrasaban a su eterno rival, por un contundente tres a cero, en el mismo Bernabéu, Noelia y yo, nos amábamos ajenos al mundo. Aquellos fotogramas aún siguen revoloteando por mi mente, y al volver a recrearlos, hoy también, un profundo suspiro resurge de lo más profundo de mi interior, que la sigue añorando.

Sus padres se habían ido de fin de semana a su casita de campo. Había despedido a su novio muy pronto, él quería ver el fútbol. Quedamos en su casa, en su dormitorio. Mi mujer en casa y yo, supuestamente, en la oficina trabajando por un trabajo extraordinario y excepcional, que me tendría parte de la noche del sábado ocupado.

Noelia, tenía un cuerpo excepcional, muy parecido a la quinta esposa de José Miguel, Marga, incluyendo sus pechos pequeños a diferencia de Eloísa, la cuarta que tenía unas enormes, pero jugosas tetas.

José Miguel me ha contado muchos de los detalles de sus esposas, especialmente de las tres últimas, las más liberales, aunque de la última, Verónica, aún no le ha dado tiempo a contarme muchas intimidades, ya que creo que todavía están de luna de miel, pues apenas llevan juntos unos meses. Se casaron el último diciembre.

Volvamos a Noelia.

Cuando apagó la luz y empezamos a desvestirnos temblorosamente, como adolescentes que éramos, y nos vimos desnudos en su cama, le pedí que se tumbara para poder besar todo su cuerpo, despacio, muy despacio, como preludio del maravilloso sexo que hicimos durante horas.

Creía estar en la gloria. Su cuerpo era ardiente, y me olía como el azahar: intenso y embriagador.

No pensábamos nada más que, en satisfacer nuestras necesidades de deseo, pasión y amor.

Los orgasmos se sucedían. El primero lo tuvo al comerle su sexo, ese sexo tan bello y sabroso, con esa pequeñísima pelambrera rubia, corta y rizada, que permitía ver perfectamente aquellos labios blanquecinos y brillantes, gracias a la saliva, y sus flujos lubricantes nacidos por el deseo, sin duda, de querer ser poseída.

El calor de la pasión, nos hacía sentirnos húmedos por fuera y por dentro.  Nuestros cuerpos se necesitaban, y aquella noche se unirían por última vez.

Tuve tres grandiosos orgasmos penetrándola con ternura, deseo, y una enorme pasión desenfrenada. Ella tuvo decenas de clímax que la hacían abrazarme y buscar mi boca con deseo. No hablábamos de nuestros sentimientos, solo nos dejábamos llevar por ellos.

Las sensaciones que mi polla tuvo en aquella memorable noche aun vuelven a mi mente al recordarlas.

Notar como sus pequeñas piernas y muslos rodeaban mi cuello mientras la succionaba con pasión y vibraban como poseídas por la mágica electricidad del orgasmo mantenido e intenso, era una sensación única que me excitaba muchísimo más.

En ocasiones no podía reprimirme de dejar de comerle su sabroso coño para meterle mi polla hasta sus adentros íntimos, hasta que mi polla llegaba al tope de su vagina. Allí en ese momento, en el fondo de su necesita cueva sexual,  Noelia, no podía dejar de disfrutar poniendo sus ojos en blanco y soltando pequeños hilos de fluidos.

Ella decía que se meaba de gusto. Yo entonces no sabía lo que era la eyaculación femenina. Realmente no me importaba. Todo lo que de ella salía, era preciado y sabroso para mí.

Aquel coño menudo, aun pequeño y poco expandido por la falta de práctica, aquella noche notó sus paredes comprimidas por mi enorme y endurecida polla que exploró todos sus recovecos durante horas.

Lamí y devoré su sexo decenas de veces.

Ella lamio tierna y viciosamente mi polla en varias oportunidades.

No nos parábamos a pensar en nuestro siguiente movimiento sexual. Eran actos reflejos que nos salían desde dentro, impulsivamente.

Aquella habitación después de varias horas de sexo, olía a nosotros, olía a nuestro sexo, olía a nuestros aromas, sudores y fluidos.

Aquella habitación me olía como un santuario sexual. Jamás he volvió a sentir esa sensación tan especial.

Noelia, te echo de menos, mucho de menos.

Me gustaría verte y rememorar aquellos instantes mágicos, Noelia.

17/21. EL SUEÑO MÁS ERÓTICO…

Siempre he creído que en los sueños se debía de disfrutar mucho más del sexo, aunque este pensamiento es bastante reciente en mi mente.

¿Ustedes qué creen?

¿Han tenido sueños eróticos?

¿Han soñado con vecinas, cuñadas, o artistas de la televisión o del cine?

¿Han llegado a tener orgasmos en sueños?

Todos en nuestra adolescencia hemos tenido poluciones nocturnas.

Amigos lectores, yo me refiero exactamente, a sueños intensos en los que  estas practicando sexo real, en los que tienes orgasmos tan reales, que realmente crees que estás viviéndolos de manera real.

Yo aún no, y estoy pensando seriamente en promoverlos, como uno de mis pacientes.

Rafael, uno de mis pacientes habituales, su nombre no es ese exactamente, me confesó que sí los había tenido, y que desde que había alcanzado esa excepcional intensidad de placer, muchísimo más que en la vida real, procuraba buscar todas las noches, sus especiales sueños eróticos.

Aquello me impactó enormemente.

Es una de las decenas de controversias, no la única que tenemos dos colegas. Mi reciente e inseparable amigo y compañero de profesión, se llama José Miguel.

Mi nombre es Nicolás.

Ambos somos Psicoanalistas clínicos. Él trabaja en investigación, y yo tengo una consulta de cierto renombre en el centro de Madrid.

Nos conocimos en el IX Congreso Internacional, y el XIV Nacional de Psicología Clínica, que reunió en Santander, el pasado 2016, a más de 1000 profesionales de una veintena de nacionalidades.

Santander, es una ciudad maravillosa y entrañable, resultó especialmente acogedora para el evento. Fueron cuatro días inigualables de contactos, conocimientos, aunque de manera especial para encontrar una nueva e increíble amistad.

Fue tan grande el vínculo que nos unió, que desde entonces intentamos pasar, al menos unos días, ambos matrimonios juntos, allí en Santander. Realmente, somos grandes amigos los cuatro. Tanto Sofía, mi mujer, como Verónica, la esposa de José Miguel, también se han hecho inseparables.

Aprendí mucho más de mi profesión, especialmente, de algunos de mis colegas en aquel congreso de inigualable recuerdo, en aquellos salones del Palacio, y del Paraninfo de la Magdalena, aunque el mejor recuerdo, el más entrañable al rememorarlo, es la amistad que me une a mi gran amigo desde entonces, José Miguel.

Se trataron muchos temas en aquel congreso, desde la intervención de los psicólogos en el ámbito sanitario, hasta la revisión de los trastornos mentales que está llevando a la OMS, o las alternativas que se están planteando a sus clasificaciones, como es el caso del transdiagnóstico. Obviamente, se habló y mucho de la depresión, de la ansiedad e incluso de los trastornos del sueño, o los problemas de pareja.

El transdiagnóstico, supone una nueva forma de entender y de tratar los trastornos mentales. En lugar de centrarse en lo específico y diferencial de cada uno de ellos, su atención se localiza en lo que tienen en común, en los procesos psicológicos que subyacen a muchos de ellos.

Es una nueva aportación en psicología clínica, que abre interesantes posibilidades para la mejora de las técnicas de tratamiento de problemas emocionales, como la ansiedad, la depresión, trastornos alimentarios, entre otros, que yo redefiniría, desde entonces, para los casos de problemas en pareja, mi gran especialidad, pues todos aquellos trastornos terminan, inexorablemente, afectando a las relaciones afectivas.

El tema de los problemas de pareja fue el que nos unió, en primer lugar, a José Miguel y a mí. A la hora de la cena, en la sobremesa, un grupo de compañeros debatimos sobre la monotonía de la vida matrimonial, y sus posibles soluciones.

Todos aportábamos ideas, cambiar de pareja, dos de 25, en lugar de mi mujer con 50, decía uno de ellos en tono burlón, realizar fantasías, hacer un trío con la amiga de mi mujer, hablarlo todo, renovar votos, vacaciones más a menudo, regalos, detalles, flores, sorpresas… Todos aportan ideas, unos con opciones más serias y otros más en broma, como es habitual en una reunión de hombres solos, después de una cena y en una buena sobremesa, con alguna que otra copa.

José Miguel no decía nada, pero sus ojos decían mucho. Después de varias copas y unos paseos para despejarnos, nos quedamos solos.

-          ¿Cuál es la fantasía sexual que aún no has cumplido, o crees que no puedes cumplir? (Me preguntó).

-          La que casi todos..., estar en una orgía, hacer sexo junto a otras parejas, aunque mi mujer jamás accedería.

Algo me indicaba que José Miguel era liberal

Me invitó a ir a tomar una copa en un sitio muy especial…

Mientras conducía hacia ese destino sorpresa me hablaba de su mujer, de Verónica.

Me dejé llevar. Pensaba que no haría, ni más ni menos, que lo que desease hacer.

A unos 70 kilómetros de Santander, se encuentra Castro Urdiales, muy cerca de Bilbao, pero aún en la provincia cántabra, en su parte más oriental.

El local liberal “La Manzana”, es un club privado, ubicado en un chalet muy especial, en la zona de Castro Urdiales (Cantabria), muy cerca de Bilbao. La entrada está reservada exclusivamente a parejas, aunque excepcionalmente, pueden ir personas solas, siempre que vayan acompañados de amigos VIP´S.

Mientras llegábamos al club, comentaba a mi colega el caso de un paciente, ya les he hablado de él a todos ustedes, que en una etapa de su vida anterior, promovía el no tener sexo durante días, para irse a la cama pensando que tendría sueños eróticos, incluso a modo de experimento científico, iba incrementando días sin nada de sexo, para provocar cierta necesidad física, y así por la noche, tener más probabilidades de tener sueños eróticos y sus deseados orgasmos.

Tampoco lo promovía de manera forzada, según me contaba, pues su ex mujer era poco sexual, o eso contaba él. Lo que si hacía, era no masturbarse.

No podía dar detalles de mi paciente, como todos ustedes suponen, el código deontológico nos obliga a no dar nombres, ni detalles que puedan identificar a un paciente.

Le contaba a mi colega, que dados los comentarios de mi paciente, yo por mi parte, lo había intentado, que me había quedado en quince días de prueba, y que al menos para mí, el experimento fue, en términos generales, un fracaso.

José Miguel sonreía.

Llegamos al club.

Le conocían, sin duda era cliente habitual. Pasamos a una barra privada, desde donde se veía parte del ambiente mientras tomamos algo, me explicaba básicamente las reglas del ambiente liberal.

Después de la copa me invitó a dar una vuelta por el club.

Había parejas haciendo sexo por todos lados, unos solos, otros en compañía. Algunas, en habitaciones cerradas. El ambiente era sensual y muy morboso.

Jamás había estado en un club liberal y estaba expectante.

Llegamos a una habitación muy grande sin puerta, solo una cortina de seda la franqueaba.

-          Esta es la cama redonda. (Me decía José Miguel).

Lo era en ambos sentidos, ya que era redonda, de unas dimensiones enormes, y además, en ella había más de una decena de cuerpos entrelazados, mayoritariamente, y practicando todo tipo de sexo.

Nos sentamos en uno de los divanes que la circundaban.

Se podían ver perfectamente todos los detalles de aquella docena de hombres y mujeres, todos desnudos, practicando sexo incansablemente.

-          Si quieres, puedes participar. (Me dijo, mientras se desnudaba y se incorporaba a aquella orgía).

-          No, gracias, no estoy preparado aún para ello, solo miraré.

Las siguientes dos horas, disfruté en primer plano de aquellas imágenes directas, que jamás había visto en persona. Amigos, cuán diferente es, ver una práctica sexual amateur en directo, de una película porno.

Alguna mujer me invitaba con sus ojos a participar. Rehuía esas miradas, y solo me centraba en captar los detalles de aquellos fotogramas, que mi mente iba archivando uno a uno.

Una de las mujeres más activas, estaba siendo penetrada por dos hombres a la vez, mientras lamía una polla al mismo tiempo de otro hombre, que estaba de pie en el suelo frente a ella. Sus ojos cerrados denotaban su placer intenso y constante. Otra mujer era besada en su boca y pechos, por otras dos mujeres, mientras un hombre le devoraba su sexo con una perfección inigualable, dado que sus caderas vibraban acompasadamente a sus gemidos.

Contaba el número de personas. Había cinco mujeres y ocho hombres. Todos estaban recibiendo o practicando sexo. José Miguel se había incorporado como uno más a la fiesta orgiástica, y su enorme polla estaba siendo lamida por una pareja, un hombre y una mujer, mientras él, debajo de otro sexo femenino, lo devoraba lujuriosamente.

Realmente, mi mente estaba excitada. Mi polla apenas se resentía, solo rezumaba morcillona. Creo que mi cuerpo se estaba reservando para la noche o eso deseaba. Jamás he sido infiel a mi mujer, y jamás lo sería.

Cuando salíamos del club, un par de horas después, en dirección a nuestro hotel, José Miguel me preguntaba por la experiencia. Le contestaba que había sido una experiencia única. Le agradecía que me la hubiese facilitado.

Aquella noche tendría el sueño más erótico, morboso y sensual, que jamás había tenido en mi vida y que, obviamente, terminaría en un orgasmo único. Estaba en mi dormitorio, siendo el centro de atención oral de tres personas: mi esposa, José Miguel, y la que debía ser Verónica, la esposa de José Miguel.

Fue un sueño increíble, que me pareció verdad. Jamás he vuelto a soñar de aquella manera.

Verónica en ese momento era una diosa sexual para mí.

Todo en ella me excitaba, su olor embriagador, el aroma de su piel, incluso el tacto de su lencería al desvestirla.

El calor de su boca al besarme.

La viscosidad sensual de su saliva cuando nuestras lenguas viciosamente atraídas se entrelazaban durante minutos eternos.

Jamás había tenido entre mis manos y a disposición de mi boca, unos pechos tan exquisitos y proporcionados, con unas aureolas con múltiples minúsculas protuberancias que hacían de mí, disfrutar deliciosamente al lamerlas, pero mucho menos que aquellos larguísimos y endurecidos pezones sonrosadísimos, que serían los causantes de mi primera polución nocturna, en mi mente eyaculación involuntaria por la mayor excitación sentida en mi mente calenturienta.

Cuando horas después, habiendo postergado la unión sexual por los cientos de juegos previos, me susurraba que la follase, no pude reprimir nada más penetrarla sentir una segunda corrida involuntaria, como si de un novato adolescente se tratase en su primera experiencia sexual.

A pesar de correrme prematuramente, mi polla seguía endurecida y durante un buen rato friccionó aquel sugerente e humedecido antro de placer hasta que ella consiguió un primer orgasmo de una serie triunfal que la hizo gritar compulsivamente, oyéndose sus gritos de placer en toda la ciudad.

En aquel instante de su grandioso clímax, sus uñas se clavaron en mi espalda, provocándome varios espasmos de dolor y placer único, que terminaron en una nueva eyaculación dado que acababa de tenerla un rato antes.

Verónica era incansable y me pedía más y más. Sensualmente se acercaba al oído y me pedía más dureza y rapidez en mi ritmo al follarla.

Cual obediente siervo, mis caderas poseídas de un halo embrujado, le daban y daban más placer, rítmicamente enfebrecido.

Cuando después de sentir en nuestras sienes conjuntas, como el ritmo cardiaco se aceleraba, solo entrecortadamente me decía:

-          Córrete..., me corro. Quero sentirte al mismo tiempo...

Tragando saliva y esforzándome aún más en mi ritmo pélvico, sintiendo mi gruesa y endurecida polla en todo su interior elástico, caliente, húmedo y único, friccionar compulsivamente, solo pude decirle:

-          Cuando quieras...

-          Ya..., por favor..., ya... Córrete. Me corro... Ummm... Ufmmm... Ahummm....

Soltaba mi leche incansable mientras ella me apretaba contra su cara, buscando mi boca.

Durante segundos interminables sentía en todo mi cuerpo esas sensaciones múltiples de placer, no solo el bombeo aún de mi polla dentro de ella mientras seguía echando leche a impulsos excitantes, sino su boca y lenguas dentro de mí, agradeciéndome el momento álgido de placer. Incluso sus uñas clavándose de nuevo en mi espalda producían en mi un extraño placer.

Ambos nos quedamos noqueados. Habíamos perdido ambos la noción de nuestras parejas a nuestro lado disfrutando y mucho a tenor de sus gemidos.

Como si pensásemos en lo mismo, no pude remediar en cambiar de postura para practicarle una lamida lujuriosa de aquellos fluidos que ya salían desbocados, mientras que ella, disfrutando de orgasmos secundarios al devorarla,  haciendo lo mismo, metía mi polla aun dura en su boca y allí mismo me provocaría después de lamerla ávidamente, un segundo y enorme espasmo. Había tenido mi primer orgasmo doble de mi vida.

Mi boca se llenaba de sus esencias, la tragaba y disfrutaba. Pero algo en mi me decía que dejase algo para ella.

Ella, mientras tanto, limpiaba bien mi agradecida polla y tragaba leche, pues notaba el sonido de deglución lenta. Aunque algo en mí, me decía que dejaría algo para su amante.

Ciertamente, después de unos minutos de relax, de aquellos últimos espasmos placenteros, al unísono de nuevo, nos buscábamos las bocas e intercambiábamos parte de nuestros trofeos.

Beso blanco absolutamente único y memorable. Ambos nos dimos y ambos no solicitamos de aquellos restos, que pasaban una y otra vez de boca a boca, haciendo un mix que compartimos finalmente de manera creo, que proporcional.

Todo termino con aquel:

-          Gracias, José Miguel, ha sido auténticamente maravilloso y único.

El despertador sonaba en aquel hotel, despertándome inesperadamente.

Estaba solo.

Me sentí triste y no quise abrir los ojos a la realidad. El sueño había sido tan real.

Mi boca no tenía nada de sabor a fluidos, pero las sabanas, mi vientre, mis muslos y mi polla, si denotaban recientes líquidos, unos sexos y otros secándose.

No pude dejar de saborear algo de aquel semen que yo había creído expulsar dentro de aquel superlativo coño de Verónica.

Después del inicial enfado por ser un sueño, disfrute de los recuerdos que aún tenía y que sin duda llevaría fielmente guardados en mi mente para el resto de mi vida.

Aunque la vida, a veces nos da sorpresas, mis queridos amigos.

Mi vida había cambiado en algo o en algo cambiaria de inmediato.

Al llegar  casa, mi mujer me noto cambiado. Hablamos. Le conté lo sucedido. Se excito muchísimo y obviamente hicimos el amor como en años recordaba.

Cuando días después, ya en Madrid, quedamos los dos matrimonios a cenar, y mi colega me presentó a su esposa Verónica, real e inexplicablemente, no me sorprendí de reconocerla de mi sueño, días atrás en Santander.

Cuando el sábado pasado quedamos los cuatro en casa, y después de la cena, pasamos al dormitorio por primera vez, cuando desnudaba a Verónica, y descubría aquel juego de lencería negro, con rebordes dorados, haciendo juego con sus medias y ligueros, supe que los tres terminarían haciéndome sexo oral, y que aquel sueño, días atrás, se haría absolutamente realidad.

No creía en ello, pero sin duda, aquella escena la había vivido ya en mi mente. Era un “déjà vu”, esa sensación, que como todos ustedes saben se tiene, de haber vivido eso con anterioridad.

Todo, prácticamente todo, se desarrollaría como en el sueño. Aquel sueño más erótico y sugerente de toda mi frondosa vida sexual, desde entonces.

He de confesarles, mis queridos amigos, que la primera vez fue muchísimo más excitante, sin que esta segunda vez, dejase de ser uno, de los momentos más excitantes de mi vida sexual.

Verónica, sin duda, es especial.

18/21. RESPLANDECIENTE Y MORTAL PRIMAVERA…

Hay profesionales terapeutas para todos los gustos y con diferentes habilidades.

Quizás nosotros somos especiales...

Nosotros trabajamos en equipo. Nos llamamos, José Miguel y Verónica. Hoy nos disponemos a tratar, un caso típico de miedo escénico antinatural al acto sexual.

Se llama eretofobia.

Es una fobia que tienen las personas con miedo irracional al sexo, pues sienten un temor desproporcionado a todo lo que tenga que ver con las relaciones sexuales, e incluso a cualquier asunto de índole sexual, como la pornografía, los juguetes e incluso las conversaciones de índole sexual a cualquier nivel.

Hay personas que no consiguen, ni tan siquiera hablar de sexo, otras a veces, han hecho sexo, pero les ha resultado tan desagradable, que no lo han repetido jamás, o como en el caso de mujeres del pasado, que se casaban y al cumplir con su “deuda” íntima, les suponía tal sacrificio, que no en pocas ocasiones, terminaban suicidándose.

Como verán, esto es algo muy serio.

Suele ser una fobia por traumas infantiles de diferente tipología, o por graves problemas de inseguridad o autoestima, asociados generalmente, a descubrimientos sexuales tempranos en situaciones inapropiadas.

Tere, era eretofóbica.

Era una nueva paciente que venía muy recomendada. Era una mujer madura de 34 años, aún virgen y sin ningún tipo de experiencia sexual. Una mujer tímida, excepcionalmente tímida, que empezaba a tener problemas psicológicos, a causa de su disfunción sexual.

La recibimos, nos presentamos, la invitamos a tumbarse en el diván.

Conocíamos su expediente clínico, gracias al colega que nos la había derivado, previa autorización de la paciente, pero como es habitual, le pedimos que nos contase sus inquietudes, sus problemas, o lo que ella desease relatarnos, a fin de romper el hielo, que se abriese, y de paso, conocer su historia de primera mano.

Al ser muy tímida, tuvimos que ayudarla con preguntas de todo tipo, para generar su confianza.

Después de una media hora de charla intrascendente, hablamos de su problema.

Nos contaba que jamás había podido estar con nadie, que lo deseaba, pero que sufría de miedo escénico, se alteraba, su pulso se aceleraba, su corazón lo sentía como a punto de reventar, su boca seca, sudor frío...

Los clásicos síntomas de una frustración sexual.

-          Mira, Tere, te vamos a contar una pequeña historia.

Érase en un país imaginario, como España, pero mejor.

La acción se sitúa en la naturaleza.

-          Es uno de los cuentos de mi mujer, Verónica. Una eficiente contadora de cuentos, y que nos servirá a modo de reflexión, para afrontar entre los tres tu gran tu problema, que no te quepa duda, que vamos a resolver más tarde o más temprano.

Tere, sonreía tímidamente.

Te leo textualmente:

“Después de varios días de lluvia en la semana anterior, el sol de abril primaveral, llevaba dos días infligiendo todo su calor durante ambas jornadas, lo que suponía, no sólo para mi familia y para mí, sino para todos los habitantes del lugar, un inmenso regocijo.

Nuestro habitáculo familiar era un sitio confortable, se encontraba fuera de los clásicos caminos y senderos, al pie de una pequeña loma manchega,  lleno a ambos lados de olivares que se encontraban llenos de miles de minúsculas flores blancas, que precederían muy pronto, a lo largo del próximo mes de mayo, de otros tantos minúsculos frutos verdes, que después irían engordando poco a poco, las maravillosas aceitunas, ese néctar de oro líquido.

Inmediatamente, a nuestro alrededor, pequeños chaparros y dos encinas frondosas cubrían de tal manera nuestro pequeño entorno, que jamás habíamos sido molestados por nada, ni por nadie en primavera, que yo al menos recuerde.

Nuestra familia estaba compuesta en la actualidad por mí mismo, quien les habla a través de este relato, un joven adolescente, mi hermano algo más mayor que yo, hecho todo un espléndido mozalbete, y por supuesto, nuestra querida, exuberante y atractiva madre, que acababa de dar a luz a un hermano menor, que apenas levantaba un palmo del suelo.

Crecíamos al unísono los tres hermanos, poco a poco, día a día, aprovechando todos los alimentos que la sabia naturaleza nos sabía dar en esta resplandeciente estación, y siempre gracias al maravilloso sol.

Al despertarme aquella fresca mañana de esta primavera, de algún modo nueva para mí, después de haber pasado una noche algo húmeda por culpa del rocío de la madrugada, lo primero que observamos sobre el contorno de nuestra amigable loma, fueron unos minúsculos rayos de sol, que fueron secando segundo a segundo, las pequeñas minúsculas gotas de humedad que teníamos, tanto mis hermanos como mi madre, que ya tan temprano jugábamos alrededor de ésta, bajo su atenta mirada, cuidadosa y tierna.

Algunos insectos nos acompañaban en esta aventura matutina.

En uno de los chaparros, mi hermano había atisbado una pequeña oruga, que encogiendo y desencogiendo su cuerpo, iba poco a poco subiendo por una larga rama.

En el suelo, unas hormigas correteaban, jugando y saltando. Eran jóvenes, y estaban siendo adiestradas por sus mayores en la recolección de comida para pasar el próximo invierno.

Los cantos de los pájaros indicaban, igualmente, la llegada del nuevo día, el clásico ruido matinal del pequeño rebaño de ovejas se oía al otro lado del olivar, caminando lentamente por el serpenteante sendero de tierra que lo circundaba.

El silbido de cuando en cuando del pastor, junto con algunos ladridos del perro pastor, eran los únicos ruidos que nuestra familia oía esta temporada.

Después de tener todo al ganado controlado, el viejo pastor se apresuró alrededor de las diez de la mañana, a echar una pequeña siesta bajo la sombra generosa de uno de los mayores olivos que sobresalían hacia el final del olivar, después de comer su almuerzo.

En la mañana de hoy, y a diferencia de otras soleadas jornadas, el pastor no terminó de acomodarse para su siesta, pues parecía inquieto.

Atisbó a su alrededor con su mirada, y como si se hubiese percatado de nuestra presencia, se dispuso a caminar, garrota en mano, hacia nosotros.

Nuestra madre, como si reconociese el peligro, se prestó a recogernos bajo su cuerpo y extremidades.

Nosotros, jóvenes, pero inmaduros, presentimos un peligro indeterminado y nos quedamos totalmente inmóviles, sin apenas respirar.

Podía ser una falsa alarma y pasar de largo, ya que como dije antes, no existía camino que llegase a nuestro hogar.

El pastor poco a poco se acercaba, la tensión iba en aumento, yo veía entre los dedos y entre las manos de mi madre, cómo se acercaba a mirar el resto de hogares de nuestro entorno, y cogía entre sus manos algo, pero no podía apreciar bien qué era aquello que cogía.

Al sentir sus grandes pasos, inmediatamente, alrededor de mi madre, noté como se agachaba hacia nosotros, cómo con los pies doblegaba hacia un lado a nuestra madre, y cómo con una navaja se disponía a acercarse hacia mi hermano mayor.

Al encontrarlo, ya visible, noté como el inmenso dolor maternal estremecía todo su cuerpo.

Ya no veía a mi hermano.

Cerré los ojos y sólo oí susurrar…

- Qué hermoso y tierno. Con éste y con el resto que he cogido esta mañana, ya tengo para una tortilla, una hermosa y sabrosa tortilla de espárragos. Estos dos los cogeré otro día, cuando crezcan”.

...

Aquí termina el cuento, Tere.

Miramos ambas a nuestra paciente allí tumbada en el sofá, y dado que tenía cara de no haberse enterado de nada o de casi nada, le preguntamos:

-          ¿Qué te ha parecido la historia? ¿Has sacado algo en conclusión?

-          Pues no, la verdad es que no me he enterado del final. Estoy muy nerviosa (nos dijo con una voz tímida, apenas perceptible).

-          No te preocupes Tere, “te ayudaremos”.

Mira, Tere, la vida de todas las personas tiene un propósito. Así como el propósito de los espárragos es ser disfrutados en un revuelto en casa, mucho más si los has cogido tú, ya que andar por el campo es extremadamente saludable, el propósito de las relaciones sexuales es servirnos de ayuda a nuestro cuerpo y mente. El sexo nos quita estrés liberando decenas de hormonas beneficiosas, entre ellas la oxitocina, al mismo tiempo que equilibra el cortisol, hormona del estrés que en desproporción, nos incrementa enfermedades físicas y psíquicas.

No dudes Tere, que el estrés es el gran desencadenante de las enfermedades modernas.

Una inadecuada vida sexual, más tarde o más temprano, nos causaría perjuicios, quizás en ocasiones, irreparables. A ti, Tere, te está empezando a causar daños muy importantes.

Aquella sesión, sería la primera de casi un centenar de reuniones terapéuticas en las que Tere, fue evolucionando poco a poco, hasta considerarse una persona más o menos normal.

No fue fácil su evolución, y todo fue gracias a nuestras dotes especiales en el tratamiento de problemas sexuales.

No queremos ser engreídos, ni envolvernos de falsa humildad, pero creemos que los problemas sexuales se arreglan hablando, con mucha paciencia, y con muchos ejercicios prácticos, tanto en la consulta como en casa.

Sin llegar a resolver absolutamente todos sus problemas, en la actualidad, Tere, tiene relaciones sexuales con hombres y mujeres de manera más o menos normalizada, y desde entonces, en indudable progresión cualitativa y cuantitativa.

Nos agradece nuestro esfuerzo continuado, y aún sonríe ante aquella primera y extraordinariamente extraña propuesta sexual que le hicimos...

¿Saben cuál fue?

En la decimosexta sesión le pedimos que tapase sus ojos con un pañuelo que le proporcionamos, y con sus ojos cerrados, le sugerimos que se masturbase.

Creíamos que estaba preparada para iniciarse en el sexo.

Ya la habíamos tratado con diversas técnicas de generación de autoestima, con coaching, con inteligencia emocional. La habíamos enseñado ejercicios de respiración consciente, y le habíamos enseñado diversas mudras de reorganización de sus canales energéticos. La habíamos ayudado a interiorizar múltiples habilidades personales, especialmente, sobre la interiorización de verdaderos hábitos saludables. La habíamos tratado con diversos tipos de sesiones de Psicoterapias de última generación, como la de la aceptación y del compromiso, así como con la de interacción del terapeuta con el paciente, la denominada Analítica-Funcional, ambas alternadas con las tradicionales, como las conductistas o incluso las cognitivas, como la de Beck. Habíamos incorporado, incluso algunas sesiones de Mindfulness.

Incluso, éramos innovadores en la utilización de multitud de técnicas complementarias para nuestros pacientes con traumas más complejos,  tales como, sesiones de risoterapía, danzaterapia, musicoterapia, dramaterapia, abrazoterapia, dibujoterapia, equinoterapia, masajes thai y relajantes,  ejercicios muy concretos de yoga, tai-chi, Qigong, y auto Reiki, además de unos automasajes bastante desconocidos, como el Jin Shin Jyutsu, entre otros. Fundamental para nosotros es que nuestros pacientes hagan ejercicio y lleven una alimentación equilibrada, no en vano estábamos cualificados al haber hecho sendos másteres de nutrición. Todo eso, estaba poco a poco dando sus resultados en Tere.

Aquella primera sesión de automasturbación, que no fue aquel día, sino semanas después, cuando se convenció de que la favorecería, fue la primera en que verdaderamente, inició el camino de su lenta, pero progresiva curación.

Fue una sesión realmente atípica, y al final todos terminamos riéndonos de lo acontecido, pues aquel orgasmo, el primer orgasmo de su vida, fue tan especial que terminó llorando de emoción, llegando incluso a contagiarnos.

Allí, en aquel diván verde de esperanza, la habíamos sugerido que se tocase sin prisa.

Aquella mano temblorosa llegó a su sexo, y poco a poco, bajo nuestras sabias instrucciones, comenzó un suave masaje, que junto a la música relajante que habíamos puesto, llegó a conseguir de ella una excitación creciente, que culminó, casi al final de la sesión, en un orgasmo corto, pero intenso.

Hubimos de sugerirle a Tere, tanto Verónica como yo, las diferentes formas de utilizar sus dedos, para la consecución del ansiado placer.

Fue una sesión atípica, no exenta de situaciones cómicas. Tere, ya confiaba en nosotros y eso fue sustancialmente importante.

Verónica tuvo que llegar a dirigir su mano adecuadamente, mientras o discretamente pasaba a un segundo plano.

Las siguientes sesiones de inicio sexual, con ayuda de colaboradores específicamente cualificados, fueron haciendo que Tere cogiese seguridad en las relaciones sexuales interpersonales, descubriendo incluso su bisexualidad innata.

Tuvo sesiones con varios hombres y mujeres, e incluso con una pareja. Su sexualidad fue despertándose de manera natural, eso sí, con la planificación y supervisión profesional permanente de nosotros, sus terapeutas.

Recordamos, posteriormente, muchas veces con ella, aquella primera sesión con un hombre, como desnudos, ambos con los ojos tapados, hizo que Tere descubriese, bajo nuestra tutorización, el sexo en primera persona.

Descubría aquel sexo con sus manos. Temblando como una adolescente, iba progresando en su iniciación. Poco a poco se abría a una normal relación sexual.

Después de las primeras sesiones, y al irse acostumbrando a aquellos compañeros nuevos de juego, sus orgasmos se sucedían inexorablemente, muy especialmente cuando descubrió el sexo oral.

Dentro de su timidez, poco a poco, Tere nos dejaba boquiabiertos. La destreza de lamer una polla fue paulatinamente desembocando en seguridad y mucho placer cuando lamia alguno de aquellos erectos penes que obviamente dejaban salir esperma, que al principio ocasionaba, en ella,  un gesto de asco y que finalmente transformaba en disfrute de papilas gustativas.

La última vez que la vimos tragar y saborear semen, la cara que puso de viciosa, nos hizo mirarnos Verónica y yo, pensando ambos en la evidente solución paulatina de su inicial problema.

Tere iba progresando, aunque poco a poco.

Increíble fue, según nos contaba mucho después con sus propias palabras, la primera vez que fue penetrada, y consiguió un excepcional orgasmo a pesar de las molestias propias de aquella rotura de su himen, a la que hubimos de colaborar profesionalmente con varias ayudas externas, pues era, obviamente, una puerta casi infranqueable a su edad.

Sus palabras describían como aquella magia oculta hasta entonces a su mente, pasaba a disfrutar de cada sesión con mucha intensidad. Tere era tímida y no daba ostentación verbal de sus orgasmos, crecientes orgasmos que llegarían a provocarle sueños eróticos casi todas las noches.

Tere inició un camino sólido, aunque de pasos muy pequeños.

En la actualidad, Tere, después de casi dos años de relación profesional con nosotros, evoluciona más que favorablemente.

Se masturba todas las noches.

Como paciente agradecida, incluso nos cuenta, más a Verónica que a mí, demasiados detalles. En fin, sus nuevos descubrimientos, ha de compartirlos con alguien de confianza.

Ha tenido varios amantes, con mejor o peor fortuna.

Está descubriendo un mundo nuevo para ella, aunque como todos ustedes saben, un mundo, el sexual, con sus claros y oscuros.

Nos agradece nuestro esfuerzo e incluso tiene ilusión en integrarse en el mundo liberal cuando encuentre al hombre, o a la pareja ideal.

Cuando la demos de alta, quizás le digamos que somos liberales.

Tere, ha descubierto el sexo, algo tarde, pero de manera eficaz e integradora en su vida. Ha descubierto que el sexo es bueno, que lo único malo del sexo, son las personas que hacen sucio a esa maravilla natural, tan beneficiosa para nuestra salud física, psíquica y emocional.

Suerte, Tere, deseamos que encuentres tu equilibrio personal y sexual, más bien pronto que tarde. Eres una persona muy especial y te lo mereces.

19/21. LA ABOGADA…

La tarde había caído rápidamente sin apenas darme cuenta.

De reojo, comprobé que mi reloj marcaba ya las seis de la tarde.

La creciente obscuridad del despacho profesional, apenas me permitía ver con claridad, los informes que releía desde primeras horas de este día gris de invierno.

Encendí la lámpara de sobremesa y dirigí su luz hacia los documentos.

Yolanda, mi secretaria, llamó a la puerta para recordarme las citas del día siguiente, entregarme los documentos que había redactado y despedirse hasta mañana.

Se despidió como últimamente lo hacía, de una manera fría e inquietante, su intuición femenina le estaba advirtiendo que nuestra relación laboral había sufrido, una rara transformación, un cambio innatural de alguna manera.

Con la interrupción de Yolanda, y al comprobar que el cansancio hacía las primeras mellas en mi cuerpo, decidí tomar unos minutos de descanso, tomar un café y fumar un cigarrillo.

Al volver al despacho, instintivamente me acerqué a la ventana para bajar la persiana, noté en mi cara la sensación de frío que el cristal expedía, y observé cómo la fina lluvia que empezaba a caer, formaba unos pequeños hilos de agua en el cristal, que caían por su propio peso, formando pequeñas figuras a todo lo largo de la ventana.

La abstracción que me hicieron sentir aquellas imágenes de agua junto al pensamiento sobre mi secretaria, me hicieron perder durante unos segundos la sensación de realidad, mientras mi mente se evadía.

Los recuerdos de todos los acontecimientos que ocurrieron hace apenas un mes, acudieron súbitamente a mi memoria.

Para una mujer de mi edad, cumplidos ya los treinta y cinco años, con una carrera profesional ampliamente elogiada por muchos compañeros, abogados de profesión, con unos ingresos que me permitían mantener un nivel de vida medio alto, en una ciudad relativamente pequeña como Elche, mi vida y mi futuro no deberían plantearme ninguna incógnita.

Pero no era así.

Desde aquel día, a primeros de noviembre, no era la misma, no lo había comentado con nadie por temor a que pensasen que había enloquecido o que sufriera alucinaciones.

Aquel día como tantos otros, abandoné el despacho cuando era de noche, era viernes y no volvería a él hasta el siguiente lunes. No había hecho ningún plan especial.

La semana había sido larga, habíamos terminado de preparar una complicada demanda de separación para un cliente, y pensaba pasar todo el fin de semana descansando, leyendo, oyendo música y viendo viejas películas subtituladas, que era mi principal afición en el espléndido chalet de mi propiedad que acababa de redecorar.

En el aparcamiento, la obscuridad y el silencio, me sobrecogieron de una forma muy especial, sentí como mi espalda fue recorrida por una sensación de escalofrío, sensación que achaqué al cambio de temperatura que acababa de experimentar, al pasar del calor del despacho al frío de la cochera.

Abrí la cerradura de mi Mercedes 190, color blanco, que apenas contaba con tres mil kilómetros después de tenerlo casi tres años, me acomodé, lo puse en marcha, me dirigí hacia la puerta, la abrí con el mando a distancia, salí, y me dispuse a coger la ronda de la ciudad para dirigirme hacia mi casa.

El día era como hoy, gris y lluvioso, tenía que dar al limpiaparabrisas de vez en cuando, para evitar que las pequeñísimas gotas de agua, me impidieran ver con claridad a través del cristal.

Por un instante, pensé en acercarme al centro de la ciudad para tomar una copa, o para intentar ver a alguien con quien pasar la velada, pero al final recordé el cansancio que tenía mi cuerpo, que solo me pedía llegar a casa y relajarme.

Al llegar al chalet, metí el coche en la cochera, pasé por el acceso interior a la cocina y me dispuse, sin más dilación, a meterme en la ducha.

Me desvestí, puse el agua a la temperatura idónea, y durante muchos minutos, dejé que el agua recorriese todo mi cuerpo.

El agua posee realmente, un efecto reconfortante y relajante sobre un cuerpo cansado.

Aproximadamente, hacia la media noche, me encontraba en mi habitación dispuesta a dormir, aunque la larga semana de trabajo, y la tensión que me había provocado, no me dejaba conciliar el suelo, decidí tomar una infusión relajante de salvia y poner una película que había visto en innumerables ocasiones: Casablanca.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero debí de dormirme enseguida.

Soñaba que estaba en la oficina trabajando, en mi despacho, y que sonaba el timbre de la puerta.

Sonaba y sonaba, pero nadie abría.

Seguía soñando y nadie abría la puerta.

Irritada, me dispuse a abrir la puerta, pero me desperté entonces.

No era la oficina.

La llamada a la puerta era en mi casa.

Instintivamente, miré el radiodespertador, y éste señalaba las dos de la madrugada.

¿Quién coño sería a estas horas?

Sobresaltada, pensé que sería alguna mala noticia familiar. Mis padres eran ya mayores. Corrí hacia la puerta mientras encendía las luces a mi paso.

-          Ya voy…, un momento.

-          Ya va…, (seguí diciendo, mientras me acercaba a la puerta).

Al llegar a la puerta, me serené y volví a preguntar quién era.

-          ¿Quién es?

Una voz, serena y natural, contestó al otro lado de la puerta.

-          Soy yo.

No reconocí la voz, pero no me alarmé, miré por la mirilla y le vi.

Era un hombre alto, con cara madura, aunque joven, con pelo castaño, que vestía una cazadora de piel.

Su pelo lacio, echado hacia atrás, se mecía al viento suavemente.

Sus ojos inspiraban una confianza total.

No solía ser muy confiada con extraños, pero aquella vez era diferente, pues no temía absolutamente nada malo de aquella persona.

-          Un momento, por favor…

Me abroché el batín que me había puesto al salir de la cama, y sencillamente, abrí la puerta.

-          Hola. (Me limité a decir).

-          Hola. (Me contestó él).

En ese primer instante, solo notaba el fresco que acariciaba mi rostro.

No sé cómo, ni cuando, pero la siguiente sensación que sentí, fue que me cogía de la mano y me introducía hacia dentro de la casa.

No era capaz de articular palabra, solo tenía sensaciones…, agradables y maravillosas sensaciones de un sosiego excepcional.

Su olor, era un aroma que me reconfortaba. Me inspiraba paz y tranquilidad.

Sin saber cómo, nos encontrábamos en el dormitorio y estábamos besándonos apasionadamente.

No era capaz de decir nada, solo tenía ganas de amar y de ser amada. Quería ser amada profundamente. Quería ser amada, como jamás había sido capaz de imaginar.

Me besaba despacio, mi boca, mis ojos, mi nariz, mi mentón, mis cabellos.

Al mismo tiempo, acariciaba mi cuello, mis hombros y mis pechos, que habían quedado al descubierto, sin darme cuenta.

Me besaba y acariciaba constantemente, sin hablar ni una sola palabra.

Solo con la poca iluminación del salón, pude comprobar que él también se había desnudado y que, arrodillado a mi lado de la cama, me besaba mi torso, mientras acariciaba tiernamente mi vientre.

Volvía a tocar mis pechos nuevamente, con una dulzura sin igual. Pechos que notaba endurecidos, así como los pezones, absolutamente erizados y tersos.

Con su mano izquierda, mano que tenía totalmente cálida, noté cómo me acariciaba mi sexo con absoluta delicadeza e incluso ternura.

Se inclinó hacia él. Me echó ligeramente hacia atrás, hasta hacerme delicadamente, caer sobre la cama, para inclinarse sobre mi ardiente y deseosa entrepierna.

Noté cómo, suavemente, su lengua y su boca, e incluso sus dientes, lamían al tiempo que besaban, e incluso cómo mordisqueaba mi sexo, pletórico de pasión.

Creía volverme, por momentos, loca de placer.

Conseguí tener varios orgasmos seguidos, antes de notar, cómo su cálido, grueso y enorme miembro erguido y duro, me penetraba sin resistencia, suavemente, despacio, muy despacio.

Solo notaba placer, placer y más placer. Todo era placer.

Solo sentía, en aquellos momentos, las palpitaciones de mis sienes, fruto de los latidos acelerados de mi corazón, al sentirme unida a ese hombre, a través de nuestros sexos, extasiándose ambos, segundo a segundo, dispuestos a alcanzar unidos, un maravilloso clímax compartido y simbiótico.

Decir que obtuve el orgasmo vaginal más satisfactorio de toda mi vida, parece exagerado, pero fue realmente así. Exageradamente satisfactorio. Instante álgido al sentir cómo su fluido caliente entraba dentro de mí, mediante varias convulsiones increíbles.

Cuando, después de alcanzar tanta plenitud, la relajación empezó a alcanzarme, noté cómo, abrazado a mí, se acomodaba en la almohada.

Miré al reloj, y éste marcaba las cinco de la mañana.

Me dormí plácidamente.

Al notar la sensación de despertarme a la mañana siguiente, y en esas décimas de segundo que van desde que una se remueve en la cama hasta que abre los ojos, sentí la sensación agradable que se tiene cuando recuerdas un sueño erótico, y pensé que había sido eso, solo un sueño.

Un instante después, al descubrir que estaba desnuda, me sobresalté. Olí la almohada, y supe que no había sido un sueño. Olía a él. Supe que no había sido un sueño. Había sido real. Estaba sobresaltada, pero tranquila, al mismo tiempo.

Salté de la cama y fui hacia la cocina.

Allí estaba preparando algo de comer, desnudo, solo cubierto por una pequeña toalla, alrededor de sus caderas.

Me miró, y con su mirada me señaló la silla para que me sentase.

Fui incapaz de articular palabra, solo me limité a comer una ensalada, una rica ensalada de atún, que me había preparado. La ensalada de atún más apetecible que me había tomado nunca.

Mientras terminaba de comer, él se había colocado detrás, y sus manos me estaban dando un ligero, sensual, y agradable masaje de cuello y hombros.

Se inclinó y me susurró al oído:

-          ¿Te gustó…?

Balbuceante, solo pude decir.

-          Sí…, sí…, mucho.

Inmediatamente después de comer, salimos abrazados hacia la terraza.

No sé cómo, pero me encontraba en la terraza con él, abrazados y besándonos de nuevo.

Solo notaba un ligero frescor en todo mi cuerpo, fruto de la ligera brisa que corría esa tarde del sábado.

En la terraza, él detrás de mí, ambos desnudos…

Estábamos haciendo otra vez, apasionadamente, el amor allí mismo.

Sus manos recorrían mi espalda, abrazaban mis pechos, tocaban mis pezones, y sin saber cómo, ya estaba nuevamente penetrada, y a punto de tener un maravilloso y deseado nuevo orgasmo.

Noté cómo sus convulsiones, marcaban su nueva salida de semen dentro de mi interior, y tuve el mío en ese preciso momento. Otro gran clímax, que me hizo ruborizarme cuando me miraba, antes de fundirnos en un beso apasionado.

Después de unos segundos, mientras su respiración entrecortada disminuía, dado que su enorme sexo aún seguía dentro de mí inusualmente duro, volvió a friccionar rítmicamente, hasta que unos minutos después, volvíamos a tener un orgasmo gemelar.

Era increíble, había encontrado mi alma gemela, nuestros sendos y parejos orgasmos increíbles, se acompasaban permanentemente.

Después de ducharnos y de jugar, mientras nos enjabonábamos las espaldas, hicimos el amor otra vez en la ducha. Era la tercera vez esa mañana, y no sería la última.

Posteriormente, ya en el dormitorio volvimos a amarnos pausadamente. Despacio, muy despacio.

Había anochecido y seguíamos amándonos con ritmos que cambiaban de lento a rápido.

No puedo calcular cuánto tiempo estaríamos así antes de dormirme,  pero si recuerdo lo extasiada y cansada que me notaba antes de cerrar los ojos aquella madrugada,

El domingo por la mañana me desperté, ya sabía que lo ocurrido el día anterior y la madrugada anterior no había sido un sueño, lo apreciaba en las agujetas que tenía en todo mi cuerpo y la sensación de exceso de actividad en mi vagina agradecida.

De un salto me incorporé de la cama, me dirigí hacia la cocina pensando en degustar otro buen almuerzo, pero allí no había ninguna actividad.

Recorrí rápidamente toda la casa, pero no hallé a nadie.

Tomé un café y una ducha rápida para despejarme, y me senté a esperar.

Nadie apareció durante toda la jornada restante del domingo.

Mi pensamiento luchaba con constantes contradicciones.

¿Había sido realmente un sueño?

De haber ocurrido realmente… ¿Cómo fui capaz de hacer algo así, sin preguntarle su nombre, o algún dato personal? ¿Dónde viviría? ¿En qué trabajaría? ¿De qué me conocería?

A partir del lunes siguiente, tuve la sensación de que en cualquier momento, aparecería por la puerta de mi casa o de mi despacho con algún regalo, y con alguna excusa que justificaría su desaparición, por muy tonta que fuese.

Pero no ocurrió así…

Después de los primeros días de confusión, fui percibiendo en mi estado de ánimo y en mi personalidad, pequeños cambios de carácter y de sensaciones.

Pequeños cambios, pero muy raros.

La primera en apreciarlo fue Yolanda, mi secretaria.

Se dio cuenta de que mi forma de vestir empezó a cambiar poco a poco.

Me lo comentaba, pero no le hacía mayor caso.

Ya en ocasiones me había puesto pantalones, o trajes de corte de caballero, era la moda.

También había dejado de ponerme joyas en muñecas y lóbulos.

No le había dado importancia.

Yo me empecé a preocupar cuando, mis sensaciones al estar a su lado, al lado de Yolanda, fueron cambiando poco a poco.

Empecé a sentir cierta atracción y excitación al oler su perfume, al rozar su mano involuntariamente, o al ver su forma de caminar.

Las sensaciones fueron aumentando de tal manera, que me asusté y me preocupé realmente.

Llegué a excitarme absolutamente con ella, y tener que llegar a masturbarme en mi despacho, pensando en su desnudez o en pensamientos en los que la visualizaba acariciándonos mutuamente.

Realmente, lo pasaba mal, jamás había tenido sensaciones de carácter lésbico, me sentía fatal, me sentía culpable y con remordimientos hacia ella.

En mis pocas actividades fuera de la oficina, tomando alguna copa con mis compañeros de profesión, amigas, o comprando en el supermercado, me empezaba a ocurrir lo mismo.

Miraba de forma especial a las mujeres y cualquier conversación en torno al sexo femenino, me producía un interés poco natural.

Estaba hecha un lío, tendría que ir a ver a algún médico o especialista.

Al terminar de pensar en todo lo sucedido aquel fin de semana, y recordar estos últimos días, me di cuenta de que habían transcurrido casi dos horas.

Yolanda, me avisó de que había llegado la visita que esperaba esta tarde.

-          Hazlos pasar, Yolanda. Gracias.

Era un compañero de profesión, de nombre José Miguel, que venía a presentarme a su nueva compañera sentimental, que quería poner en marcha su divorcio.

-          Hola, José Miguel. ¿cómo estás?

-          Te presento a Verónica. De la que ya te hablé el otro día.

Verónica, se acercó a darme un beso y saludarme.

-          Hola, Esther. Encantada de conocerte. José Miguel me ha hablado mucho y bueno de ti.

-          No le hagas caso, es un “truhán”. Un astuto pillo, pero muy buena persona, y mejor profesional.

Apenas podía pensar, ni articular palabra. No sé cómo se me había ocurrido decirle a Verónica, que José Miguel era un truhán. ¿Qué habría pensado?

Lo cierto es que me había dejado anonadada su belleza, sus enormes ojos azul verdosos y su gran contagiosa sonrisa al hablar, sin olvidar ese olor tan especial, sin apenas colonia.

Sus feromonas, sin duda, me habían conquistado. Me sentía, además de inquieta, muy mojada.

Realmente, me había excitado conocerla.

Hablamos de los detalles técnicos de la demanda de divorcio, y después de cerrar los detalles económicos, quedamos en citarnos para la semana siguiente.

Los despedí educadamente, no sin antes, sentir celos inexplicables de José Miguel.

Recogí todos los documentos de la mesa y decidí irme a casa, ducharme, cenar algo y descansar.

Estaba muy mal, tanto física, como emocionalmente.

Ya en casa, semidormida, empecé a tener sueños y alucinaciones que se intercalaban indistintamente. Sentía que él había vuelto, pero me producía un rechazo absoluto, hasta que observaba su cuerpo con detalle y le veía cuerpo de mujer, aunque luego volvía a tener su cara, a veces ésta cambiaba por la de Verónica o la de Yolanda.

Me desperté sobresaltada varias veces.

A la mañana siguiente, me desperté angustiada, cansada, y realmente rota.

Me fui directamente a la ducha para conseguir despejarme.

Me sentía realmente alterada.

Mi corazón palpitaba de una forma muy rara.

Jamás había tenido esa sensación.

Tendría alguna lesión cardíaca.

Pensé en ir al médico ese mismo día.

Al meterme en la ducha no había notado nada en especial, pero al recorrer con la alcachofa mi cuerpo, me di cuenta de lo ocurrido.

Me quedé helada al verlo…

Era imposible…

Cerré y abrí los ojos varias veces, creyendo ver una ilusión óptica, pero estaba realmente allí.

Me lo toqué y era de verdad.

Mi corazón empezó a palpitar estrepitosamente, sentí un punzante dolor en el pecho y la luz empezó a desvanecerse.

Mientras me caía y mi corazón reventaba, solo veía ese asqueroso pene que me había salido.

Qué horror. Qué asco de vida.

Apenas unos últimos pensamientos tan tenebrosos en milésimas de segundos.

Al día siguiente, en la puerta del edificio, había una esquela.

El nombre de la difunta, era el mismo que rezaba en la placa dorada, anclada en el mármol gris de la pared.

La placa decía:

Esther Climent Sempere. Replaceta de la Fregesa, 2. Ático. 13202. Elche. – Abogada -

20/21. ESCORT ESPECIALIZADO…

Lamentablemente, siempre pasa lo mismo, quien tiene dinero puede permitirse algunas prestaciones de servicios que, quienes no lo tenemos, jamás podremos permitirnos.

No debemos ser negativos. El estado del bienestar en España, es una verdad a medias, pero en todo caso, lo que debemos de hacer todos es cuidarnos mucho, cada día más. Tener hábitos saludables, en especial, nutrirnos lo más eficientemente posible, nos ayudará a no caer en enfermedades, como la obesidad.

Antes de entrar en materia, y relatarles esta experiencia tan especial, que hace unas semanas acabo de experimentar, les ruego a todos que cuiden, especialmente, de la prevención de la obesidad infantil de sus hijos o nietos en su caso.

Sin más dilación, les cuento todo lo que llevaba en mi mente y que deseaba compartir con todos ustedes.

Me llamo Lucía,  soy fisioterapeuta, además de terapeuta ocupacional en una residencia privada de ancianos, que también admite a discapacitados de todo tipo, eso sí, que se pueden permitir pagar esos precios astronómicos para la mayoría de los mortales.

Hago casi de todo por ayudar a mis encantadores mayores en su segunda juventud, como me gusta decirles, mis “jóvenes” grandes personas.

Son como niños, además de encantadores, la gran mayoría de ellos.

Tengo cuarenta y ocho primaveras, y me encanta mi profesión.

Tengo la misma edad que José Miguel, o eso ponía en su anuncio.

Luego descubriría que tenía algunos más, aunque se conservaba impecablemente, gracias a que se cuidaba muchísimo, no por su trabajo, sino por él mismo. Comía muy sano, no fumaba, no bebía y practicaba mucho sexo, especialmente solidario, o casi. Eso según él, era una de las claves de la longevidad.

Decía que quería llegar a los cien.

Pero no me adelantaré.

El anuncio decía, textualmente así:

SÚPER ESPECIALIZADO EN DISCAPACIDADES. Servicio en todo el país. Especializado en mujeres con alguna discapacidad física o sensorial que les impida conseguir satisfacerse plenamente por sí mismas, o que crean sentirse rechazadas por su situación. Todo tipo de servicios. Discapacidades de todo tipo. Sobrepeso, obesidad o morbidez. Situaciones temporales de invalidez. Masajista diplomado. Información preliminar por correo electrónico. Precio mínimo: 250€. Sin prisas. Mucha empatía. Educado, con saber estar. Conversador. Buenísimas manos y muy cuidado, con 48 años de edad y 10 años de experiencia. José Miguel. Contactar, primera y exclusivamente, por correo electrónico”.

El anuncio llegó a mi conocimiento por una casualidad, y al menos, al día de ayer, aún estaba publicado en Madrid, en la página de pasión.com.

Tenía muy buenas manos y muchas más cosas, ya puedo confesarles eso momentánea y anticipadamente.

Les hablaré ahora de Anabel.

Anabel, es una persona excepcional.

Cuando Anabel me autorizó a escribir a José Miguel, estaba curiosa por un lado, además de excitada por el otro, incluso yo les confesaría que, extremadamente, deseosa de conocerle a cualquier nivel, seguramente, por la falta de sexo crónico de calidad, desde hacía más de cinco años.

Anabel, es una íntima amiga de mi edad, de nuestra edad, con la que tengo absoluta confianza. Éramos, y seguimos siendo, confidentes. Nos conocemos desde la más tierna infancia. Lo sabemos todo, la una de la otra.

Nos enamoramos casi al mismo tiempo en el instituto, de dos compañeros de estudios.

Perdimos nuestra virginidad, prácticamente el mismo año.

A ambas, el amor nos traicionó a los treinta y muchos. Los hombres son así, inevitablemente, casi todos.

Ninguna tuvimos hijos, pero nos tenemos la una a la otra.

Estoy muy preocupada por ella.

Mi refugio fue mi trabajo.

El refugio de Anabel, fue la nevera.

Sí, amigos lectores, Anabel pasó en apenas un año, desde que fue abandonada por su ex, de unos 75 kilos a los 150 kilos actuales.

El sexo se nos terminó de manera inesperada a ambas, casi al mismo tiempo, y llevamos años sin disfrutar de él, aunque en diferente proporción.

Anabel, lleva años sin sentir un orgasmo real, y en mi caso, he tenido varios en la soledad de mi habitación, gracias a esos adorables juguetes, que algunas guardamos en ese primer cajón de la mesita de noche.

A ambas nos encantaba que nos practicasen sexo oral, y nuestros ex, no tenían nada de esa predilección, muy al contrario, eran ambos, simplemente, unos trozos de carne con ojos.

Orgasmos en soledad, gracias a la mente o a los juguetitos, no son suficientes para satisfacer el órgano sexual por excelencia, nuestro cerebro.

Peor lo llevaba Anabel, que no alcanzaba ni tan siquiera a poder tocarse, dadas sus enormes proporciones de volumen.

Si hubiésemos sido bisexuales o lesbianas, podríamos haberlo resuelto en nuestra intimidad, pero lamentablemente, éramos absolutamente heterosexuales, sin ganas de fantasear con otra cosa.

Solo de pensar en ello, aquello nos repugnaba, poniendo cara de asco. Nos reíamos cuando lo hablábamos.

Por cierto, no he de olvidar decirles que vivíamos juntas.

Ambas necesitábamos con urgencia un hombre que nos practicase sexo oral de calidad, y muy pronto lo íbamos a conseguir.

Les cuento...

Anabel, había perdido hasta el deseo, y solo su mente inconsciente, le recordaba en sueños sus necesidades.

Un día me lo confesó.

-          Luci, querría encontrar a alguien que pudiera comerme el coño, aunque solo sea una vez en mi vida, antes de morir... ¿Cómo hacerlo? ¿Me ayudarías?

-          ¿Qué dices? ¿Morirte? Eres aún muy joven, solo tienes que cambiar tus hábitos.

Me lo decía con tristeza, y ambas nos abrazamos llorando.

En realidad, la vida de Anabel, corría peligro inminente. Su negativa a cambiar de hábitos, le imposibilitaba hacerse una intervención quirúrgica de reducción de estómago, como paso previo a la resolución de su grave problema de peso y de salud.

Sabíamos que era difícil encontrar a alguien, especialmente para Anabel, dada su morbidez. Su situación empeoraba día a día.

Les hablaré de aquel día...

Era lunes. En el descanso del café, algunas compañeras cuchicheaban y se partían de risa. Las recién separadas siempre están buscando sexo como lobas. Mayoritariamente, necesitan sexo para paliar sus pasadas sequías. Una de ellas, buscaba contactos en una página y dio con el anuncio.

Se rieron, y lo comentaron…

Alguien dijo:

-          Un masajista para las gordas, con final feliz...

Las que me conocen, se cortaron algo, al saber la situación de Anabel.

Sentí curiosidad. Me lo enseñaron. Me quedé con la copla y cuando estaba a solas lo busqué para leerlo con todo lujo de detalles.

Parecía redactado, exclusiva y únicamente, para Anabel.

Ese fue el principio de nuestra historia. Una historia que nos uniría a los tres, durante mucho tiempo.

Excitadísima, en principio por ella, para intentar resolver su problema, aquella noche se lo comenté inmediatamente al llegar a casa. Le hablé del anuncio. Lo busqué nuevamente en Internet, en la página donde está publicado, y se lo mostré a Anabel.

Sus ojos brillaron.

Aquella misma noche, escribimos por correo electrónico a José Miguel, pues no ponía teléfono de contacto, como han podido ustedes comprobar cuando les reseñé el anuncio.

Me acuerdo que era, el pasado cinco de octubre.

La respuesta no se hizo esperar. En unos minutos, nos estaba facilitando su número de teléfono para contactar. Permítanme no poner su número, por razones obvias de protección de datos de carácter personal, aunque seguro que pueden contactar con él si lo desean. Se lo recomiendo.

Después de unos mensajes, a través de la aplicación más generalizada, estábamos hablando por teléfono, y con el altavoz, incluso Anabel pudo oír su increíble tono de voz masculina, que nos parecía a ambas agradable, morbosa y excitante.

Le hablé del problema de Anabel, y empáticamente comprensivo, se ofreció de inmediato a prestarnos sus servicios, bueno, a Anabel.

Nos pareció desde el primer segundo, un hombre serio, profesional además de educado, cortés y correcto. Enseguida desechamos el anuncio, como de un estafador.

Hablamos de los detalles del servicio, del precio, y del momento temporal para poder realizarlo. Yo descansaba el jueves todo el día.

A José Miguel, le pareció bien. Su agenda, aunque bastante ocupada,  era bastante flexible, según nos decía, pues la gran mayoría de sus clientes eran fijos.

Había que transferirle la mitad de los honorarios, a una cuenta que nos facilitó por correo electrónico. Nos pareció una persona de fiar, y todo quedó cerrado y acordado.

Quedamos en confirmar el día anterior, el miércoles, los clásicos datos de ubicación y dirección postal, para que pudiera llegar a casa.

Habíamos quedado en cuatrocientos euros por pasar toda la tarde con Anabel, cuatro horas completas para ella, practicándole masajes sensitivos, y especialmente sexo oral. No era excesivamente caro, aunque tampoco barato.

Sin duda, José Miguel, realmente, se merece hasta el último euro de lo que gana de esa manera profesional, tan especial y solidaria. Su servicio es absolutamente recomendable.

Puedo ahora decirles, después de la experiencia vivida, que es absolutamente recomendable.

Estábamos excitadísimas, yo también, incluso mucho más de lo que me imaginaba a priori. Quería conocer a aquel hombre con aquellas manos y aquellas habilidades. Llegué a mojar mis bragas aquella noche mientras me lo imaginaba. Obviamente, también tuve que utilizar a mi amiguito, el consolador negro, el más grande.

El miércoles por la noche, José Miguel, nos confirmó su visita para las cuatro de la tarde del día siguiente jueves. Incluso nos confirmó su salida unas dos horas antes. Él estimaba que tardaba ese periodo de tiempo en llegar desde su ciudad a la nuestra.

Aquel jueves, pasaba tan lentamente, que parecía insufrible. No tuvimos otra cosa en la cabeza.

Al fin, se aproximaba la hora. Cinco minutos antes de la hora acordada, nos mandaba un mensaje por WhatsApp, diciendo que estaba aparcando. El interfono sonaba.

Abrí la puerta del edificio. Por la cámara del portero automático, me pareció una persona alta y ciertamente, atractiva.

Mi corazón palpitaba.

Anabel, nerviosa. Llevaba toda la mañana con miedo escénico. La había tranquilizado, e incluso le tuve que hacer una infusión relajante doble.

-          Anabel, (le decía), es un profesional y habrá estado con docenas de mujeres, con casos iguales o incluso peores al tuyo. Tranquila. Relájate y disfruta.

Cuando el ascensor paró, abrí la puerta del apartamento.

-          Con permiso...

-          Adelante, José Miguel.

Era un hombre bastante alto, agradable a la vista, y con ropa deportiva. Vaqueros, camisa roja, jersey marrón y una cazadora tipo plumas. Venía con una mochila, en donde supuse que llevaría sus utensilios para los masajes.

Lo llevé a la habitación de Anabel.

Los presenté.

-          Encantado, Anabel.

Anabel, no articulaba palabra. Se había quedado bloqueada. Yo también estaba algo confusa. No sabía qué hacer.

Asertivamente, José Miguel, se puso manos a la obra. Retiró la sábana que cubría el cuerpo desnudo de Anabel. Sacó de su mochila, algunos recipientes, frascos y envases.

Yo cortada, le pregunté:

-          ¿Puedo quedarme a mirar?

Creía que me mandaría fuera de la habitación. No habíamos hablado de ese pequeño detalle.

-          Por supuesto.

Respiré profundamente, mi corazón parecía estallar.

Cuando se desnudó, y vi aquel cuerpo de hombre maduro y en forma, no pude dejar de excitarme, sin remedio notaba mis bragas húmedas. Se quedó simplemente con un bóxer negro deportivísimo de marca, que le venía como un guante.

Me hubiese gustado merendármelo allí mismo.

Sus diestras manos, empezaron a dar un masaje corporal a Anabel, que parecía mucho más que de un profesional.

Su polla se puso dura. Era irremediable ver cómo aquel paquete había crecido dentro del bóxer negro.

Anabel, cerraba sus ojos a petición de José Miguel, para que disfrutase más. Su voz armoniosa y varonil la hacía relajarse, y le aconsejaba imaginarse que estaba tumbada en la arena de una playa afrodisiaca del Caribe, con un sol cálido, una arena dorada y una brisa marina refrescante, que le acariciaba todo su cuerpo.

Los pezones de Anabel se endurecieron.

José Miguel, seguía con el masaje. Los minutos pasaban, y Anabel parecía disfrutar, por las facciones de su cara.

Anabel, abrió los ojos.

José Miguel, le preguntó:

-          ¿Quieres que me termine de desnudar, quieres tocarme la polla?

-          Si quieres mamarla, puedes hacerlo.

Anabel asintió.

No era muy mamona, pero no le desagradaba, según recuerdo de nuestras conversaciones de sexo con nuestros ex.

Con naturalidad, José Miguel, se quitó el bóxer y arrimó su enorme polla a la boca de Anabel, que lamió con deseo.

Jamás había visto un aparato sexual tan grande, con un glande enorme y brillante. El cuerpo de su grueso pene, permitía perfectamente ver a simple vista, las dos o tres venas que lo recorrían por todo su tronco.

El ruido armonioso de la boca de Anabel, con aquel chup, chup, al comerle su preciosa polla, se apreciaba claramente, en el silencio de aquella habitación.

Por mi parte, sentía mis bragas chorreando y solo deseaba tocarme, bueno, deseaba exactamente, estar en el lugar de Anabel.

Notaba, además de la humedad en mi hambrienta vagina, un ligero hormigueo que me traía por la calle de la amargura.

Los minutos se sucedían.

José Miguel, cambiaba de postura, ayudaba a Anabel a ponerse en posición más cómoda. Quería besarla, si ella quería, y además, empezarle a devorar su sexo.

Anabel, solo asentía.

Aquel maravilloso hombre, besaba tierna y apasionadamente, a Anabel. Mi coño estaba en éxtasis. Apretaba mis muslos para instintivamente, sentir presión en mi desbocado sexo.

Soy fácil de orgasmos. A veces me han salido en momentos puntuales de forma esporádica.

No dejaba de admirar las habilidades de aquel masajista increíble en todos los aspectos.

Sabía lo que hacía. Me pidió almohadas y cojines. Entre los dos, los colocamos adecuadamente, en la espalda y piernas de Anabel, suficientes para que su sexo pudiera aparecer ante aquella boca, que se prestaba de inmediato a lamer aquella cueva ya brillante, y obviamente, súper excitada de mi amiga.

Su olor al acercarme a él, era embriagador.

Al levantarme, noté una pequeña brisa íntima que aligeraba el tremendo calor de mi sexo. Gemí internamente, y deseaba a aquel hombre de cualquier manera.

Como saben, quienes conocen a personas con ese volumen, el sexo está bastante escondido.

Aquel eficiente masajista se posicionó adecuada y meticulosamente, mientras que con una de sus manos, apartaba el bajo vientre de Anabel. Aquel sexo húmedo y deseoso, aparecía frente a su boca, y empezaba a ser lamido despacio, por aquel extraordinario servidor oral.

Solo dijo:

-          Relájate, Anabel, cierra los ojos y disfruta.

-          Solo quiero preguntarte, si eres uniorgásmica o multiorgásmica. (Preguntaba nuestro invitado).

Puede tener varios, le dije adelantándome incluso a la respuesta de Anabel, que estaba como en trance.

Jamás he visto sacar un orgasmo más rápido. En segundos, Anabel, gritaba de placer.

José Miguel, seguía y seguía, con tacto, con cambios de ritmo. Besaba aquel coño, lo lamía, mordisqueaba sus labios internos. Daba unas lentas lamidas por aquel sexo, incluso bajaba a su perineo y volvía a subir hasta su pubis, que besaba y mordisqueaba sensualmente.

Yo no perdía detalle. Estaba convirtiéndome en una voyerista de primera.

Anabel, no dejaba de disfrutar. Al cabo de una hora de practicarle sexo oral, se había corrido varias veces, y pedía que la dejase descansar un rato para reponerse.

Alternaba masajes, con besos, con caricias. Volvía a besar su boca húmeda. Retomó su comida de sexo con absoluta dedicación, y aparentemente, con mucho placer, según podía apreciar en la cara de mi amiga.

Yo allí, cansada de estar de pie, me había sentado hacía un rato. Al cruzar mis piernas había tenido, inevitablemente, un orgasmo y mi aliento se resintió, pues no pude dejar de expresar, un gemido corto externo, aunque intensamente punzante dentro de mí.

Aquella joya de hombre volvió su cara y me sonrió de forma natural. Yo, por el contrario, me enrojecí. Segundos después, volvía a correrme al comprimir nuevamente mis muslos, cerrar mis ojos e imaginar aquella suntuosa boca en mí.

Decir que estaba cachonda era poco..., estaba cachondísima, como nunca me había sentido.

Apenas habían pasado dos horas y media, y Anabel, se daba por satisfecha. Todos los posibles orgasmos que se albergaban en el interior de Anabel, habían salido de sobra.

Se empezaba a resentir. Educada e inevitablemente, pedía a su masajista  que la dejase definitivamente. Ya tenía suficiente por hoy.

José Miguel, dijo:

-          Aún queda tiempo.

Me salió de dentro, sin reflexionar.

-          ¿Me lo puedes dedicar a mí?

Aquel segundo que tardó en contestarme, me pareció una eternidad, pero al final contestó:

-          ¡Claro!

Me quedé bloqueada, y en shock, cuando me miró con esos ojos de lujuria educada.

Anabel, acudió en mi rescate. (Se lo agradeceré el resto de mi vida).

-          Meteros en tu habitación, Luci.

Me cogió delicadamente la mano y nos dirigimos a mi habitación. Iba como una auténtica autómata.

Amigos. ¿Qué decir?

He de contarles todo con detalle en otro relato. Solo adelantarles que todos los meses, José Miguel, nos visita, y nos dedica toda una tarde a las dos. Eso sí, por separado… Como clientas fijas, nos hace incluso un precio especial.

Creo, que yo, soy algo más que una clienta... Creo, que él siente también algo muy especial por mí. Ya me ha hablado de su esposa Verónica, de su afición a los tríos e intercambios con otras parejas.

Mucho me temo, que mi iniciación liberal ha comenzado...

Jamás había conocido a alguien, que me hiciese una comidita de  coño tan espectacular, como él me la hace. Mis orgasmos con él, son de doce, en una escala de cero a diez.

Aquella primera vez, dejé de contarlos, pues me parecieron infinitos.

Quizás esté obsesionada de alguna manera con él, pues no dejo de pensar, casi cada minuto en él, siempre pensando en él. Pensando y pensando en él, y en todas sus increíbles habilidades, especialmente de su lengua húmeda, caliente y lujuriosa, en mi aguado sexo. Ahora mismo, al recordarlo mi coño, literalmente se me encharca.

Incluso tengo soberbios orgasmos soñando con él.

Ya les contaré...

21/21. COSITA Y COSOTA

Elisa, era una mujer muy especial, siempre lo había sido.

Ignacio, es un niño tan especial, que nunca dejaría de ser niño.

A Elisa, su marido Toni, la llamaba cariñosamente Eli, y en la intimidad, Cosita.

Desde muy joven, su gran ilusión sería tener muchos niños y jugar con ellos todo el día.

Se quedaba embobada contemplando los niños jugar en el parque, reír cuando los abuelos les decían cosas, o incluso disfrutaba viéndolos patalear cuando tenían una rabieta.

Le encantaba mirarlos durante horas.

Fue un tremendo mazazo, saber años más tarde, que jamás podría tener hijos, debido a una malformación de sus ovarios, quizás debido a su falta de maduración física y psíquica, al salir antes de lo esperado del vientre de su madre, o quizás un defecto de la hormona del crecimiento. Quién sabe...

Elisa, fue siempre una niña-adolescente en su mente, y una mujer bastante pequeña físicamente.

Quizás no llegó a madurar nunca totalmente en su mente. Quizás su mente, era como tenía que ser.

Físicamente, sin llegar a ser enana en el término estricto de la palabra, era pequeñita.

Jamás llegó a medir el metro y medio al que aspiraba, desde su más tierna infancia y juventud. Su madre, incluso moriría disgustada por todo aquello.

Siempre le faltaron esos doce malditos centímetros.

A pesar de todo, a Elisa le siguieron encantando los niños, y ya que los niños de su edad, siempre se rieron de ella dada su estatura, no les hacía caso alguno, siempre muy reservada, se dedicó desde adolescente al estudio de aquello que más le gustaba en la vida, que no era otra cosa que ser una Diplomada en Educación Infantil, muy a pesar de las continuas burlas de compañeros, durante aquellos años.

Siempre había deseado ser educadora infantil, y finalmente lo sería, para así, poder siempre trabajar en cualquier centro infantil, cualquier guardería, fuese como fuese.

Hizo todos los cursos complementarios posibles.

Realizó todas las prácticas que pudo, a pesar de aquellas críticas y risas burlonas de casi todo el mundo a sus espaldas.

Incluso realizó varios másteres relacionados con su profesión, uno de ellos relacionado con la Psicología Clínica Infantil.

Su currículo, también conocido aquí en España, como CV o curriculum vitae, era perfecto, pero sin ninguna experiencia laboral de verdad.

Habló decenas de veces con los encargados de todas las guarderías de su ciudad.

Hasta ahora, nadie quiso contratarla, seguramente, debido a su escasa estatura, injusto, tremendamente injusto, pero trágicamente real, como todos aquellos que tienen cierta “imperfección” fuera de los cánones de belleza occidental.

Somos todos unos perfectos demagogos, llenos de una doble moralidad y de una gran, a veces, dañina falsedad.

Pero Elisa, tenía una fuerza especial, quizás desde que aquel profesor, de nombre José Miguel, en una asignatura práctica de habilidades sociales y de coaching, le dijo que no hay nada imposible para nadie, que todo es cuestión de voluntad, disciplina y “entrenamiento”.

Tenía un dicho: No hay nada que se resista a un buen entrenamiento…

Desde entonces, y gracias a aquel profesor que siempre recordaría, ella soñó que alguna vez trabajaría en una guardería, o en alguna actividad social relacionada con niños.

Estaba segura de ello, sabía que al final lo conseguiría. La motivación que le había dado José Miguel, duraría varios años, pero el tiempo pasaba y su angustia vital empezó a acrecentarse.

Temporalmente, se animó un poco, al conocer a alguien con el paso de los años.

Les cuento…

A pesar de su escasa estatura, Elisa, era una mujer relativamente muy hermosa y profundamente sensual.

Muchos hombres la miraban con deseo y con lujuria, aunque ella no encontró en su interior, ninguna correspondencia sentimental hacia ningún hombre, en ningún momento de su vida.

Cuando cumplió los treinta años, tuvo un novio durante tres meses, y se casó con él.

Toni, era un poco más alto que ella, aunque pasaba escasamente de 1,52.

Era un gracioso comercial andaluz, que se ganaba bastante bien la vida, vendiendo aspiradoras casi tan grandes como él, gracias a su salero y gracia naturales.

La felicidad momentánea del matrimonio, no llegó a realizarse completamente, debido a las dos grandes frustraciones de Elisa.

Por un lado, estaba imposibilitada para ser madre.

Por otro lado, los años pasaban inexorablemente, y no encontraba una guardería para trabajar.

Por las noches, Toni, la llamaba tiernamente “Cosita”, mientras le hacía el amor y acariciaba todo su cuerpo, especialmente, sus grandes senos que destacaban sobre todas las cosas.

Del mismo modo, llamaba a su pene “cosita”, por su tamaño relativamente pequeño. Bueno, bastante pequeño.

Jugaba con las palabras y decía a Elisa:

-       “Cosita, coge mi cosita”.

La actividad sexual habitual en un matrimonio, Elisa jamás llegó a disfrutarla plenamente, debido entre otras cosas, a esa frustración por haber querido ser madre, y no poder conseguirlo nunca, además de que el tamaño de la cosita de Toni, jamás le había proporcionado ninguna, pero ninguna excitación ni deseo.

Por el contrario, Toni, disfrutaba de su esposa inconmensurablemente. Le encantaba todo en ella. Su olor, el sabor de su piel cuando la lamía. Estaba absolutamente enamorado de ella, y aunque ella no le correspondía de la misma manera, él confiaba en que cambiase. Le hacía de todo para que disfrutase. Masajes, besos, caricias. Lamía su sexo incansablemente, e incluso su ano. Metía su lengua, lamía sus fluidos. Todo excitaba cada vez más a este enamorado marido.

Le había comprado todo tipo de consoladores, para intentar que su vida sexual prosperase algo.

A él no le gustaba mucho al principio, pero incluso llegó a invitar decenas de veces, a un amigo de color para hacer un trío, a fin de intentar que su esposa se animase en la cama, con una polla bastante más grande que la suya. Le había resultado tremendamente excitante ver, por primera vez, como aquel enorme trozo de carne dura y oscura, había entrado en aquellos orificios, aparentemente tan pequeños, de aquel cuerpo tan desproporcionado, al lado de aquel gigante de color, que alcanzaba casi los dos metros. El primer día que vio salir, aquellos enormes chorros de semen nevado, de aquella mole de piedra negra, y caían inexorablemente, en el cuerpo menudo de su cosita, Toni, se excitó tanto que tuvo una eyaculación involuntaria, dentro de sus pantalones.

Siempre recordaría, Toni, aquella imagen, y con ello se contentaba.

Aquellos ríos del viscoso y caliente néctar, caían por todos los lados de aquel cuerpecito. Cuando Tom, el negro, se fue, lamió y lamió todos aquellos ríos de semen, para disfrute de su mente morbosa. Aquel memorable día, podría haberse lamido y tragado, millones de litros.

Tal era el momento de excitación indescriptible de Toni.

Eran unas experiencias maravillosas para Toni. Elisa, jamás puso objeciones a los deseos de su marido, queriendo de algún modo paliar su falta de amor y deseo. Disfrutaba a su manera. Llegaba a tener orgasmos físicos, aunque jamás mentales. El morbo solo había caído del lado de Toni, en el reparto natural de aquella pareja tan especial.

Tanto amaba Toni a Elisa, su “Cosita”, que años después, con el paso del tiempo, gastó todos los ahorros de su vida, en abrir una guardería para hacer completamente feliz a su mujer.

Fue maravillosa esa época de preparación de detalles, compra de mobiliario, juguetes, cunas…

Aquel tiempo, para Elisa, fue casi de absoluta felicidad.

La guardería se llamaría “El paraíso infantil”, y se encontraba en los bajos de un altísimo edificio de veinte plantas, en pleno centro de la ciudad.

Como si se tratase de un diligente empresario, Toni aconsejó a su mujer, que para evitar un fracaso empresarial, debería contratar a una persona experimentada, que además hiciese de encargada, atendiendo a padres y madres.

Muy a su pesar, Toni, le dijo a Elisa, que ella se centrase en llevar las cuentas de la guardería y poco más.

A regañadientes, Elisa aceptó, aunque comprendía en su interior que, en caso contrario, sería un tremendo fracaso, que ella fuese la imagen de la propietaria de aquella encantadora guardería, dada su escasa altura, como era evidente en esta injusta sociedad materialista y poco empática.

Ella se mantendría prácticamente encerrada en su despacho, y vería a los niños casi desde lejos, o al menos, podría atenderlos cuando sus padres no estuviesen presentes, a fin de evitar el rechazo debido a su escasa estatura.

Además de la encargada, contrataron a dos auxiliares de jardín de infancia, y a una Psicóloga Infantil a tiempo parcial, que obligatoriamente, debería de estar en plantilla para obtener los permisos reglamentarios.

Cuanto Verónica, la psicóloga, se entrevistó con Elisa, automáticamente se cayeron muy bien, y empatizaron desde el primer segundo.

El despacho de Verónica, estaría al lado del de Elisa, comunicados por una puerta interior.

Elisa, vivía su triste vida, pasando cada día, sin ser completamente feliz,  disfrutando un poco, aunque sin plenitud, de aquella guardería que había creado de la nada, con tanta ilusión.

Sabía que nunca llegaría a ser completamente feliz, pero se conformaría. No podía hacer otra cosa.

No disfrutaba totalmente de su matrimonio, a pesar de que Toni, ponía todo el interés posible, pero con el tiempo se acostumbraría. Pensaba, bueno, con Tom, y su enorme polla, tenía alguna sensación agradable de vez en cuando.

Tampoco disfrutaba totalmente de su trabajo, a pesar de que estaba casi rodeada de niños, aunque lo asumía con notable resignación.

Todo cambiaría cuando vio por primera vez a Ignacio.

A Ignacio, todo el mundo le llamaba Nachete, y su madre, en la intimidad de su hogar, “Cosota”, por dos razones, primeramente debido a que su estatura desproporcionada, le daba una apariencia de niño grande, pero también, en segundo lugar, a un desproporcionado tamaño de su “cosita”.

¿Me entienden?

El tamaño físico de Nachete, tenía como contrapartida, una pequeña minusvalía sensorial, que le hacía tener una edad mental muy pequeña.

Nachete, en todo caso, era un niño especial, todo el mundo le quería con locura, sus padres, sus tíos, sus abuelos…

Marisol, la madre de Nachete, al tener a su segundo hijo, Jonás, tuvo que buscar trabajo para ayudar a la economía familiar.

Lo encontró y necesitó una guardería para sus dos hijos.

Prácticamente, se recorrió todas las guarderías de la ciudad, y siempre con el mismo resultado; Jonás sí, pero Nachete, no se adaptaría bien a los demás niños.

En la capital, sí había centros especiales, pero en aquella localidad, de mediana importancia, no los había.

Marisol, siempre recibía, similar o idéntica respuesta.

Siempre con pegas para quedarse con “Nachete”.

El tiempo pasaba y Marisol se impacientaba.

Cuando Marisol iba a tirar la toalla, encontró “El paraíso infantil”, y se quedó entusiasmada con las instalaciones.

No dijo nada a priori de Nachete, aunque presentía como siempre, lo peor.

Marisol, intuyó que esta vez sería diferente, y no prejuzgó a aquella amable encargada que la había atendido.

Al día siguiente, llevó a sus hijos, Jonás y Nachete, al primer día en la guardería, a lo que se denomina, habitualmente en el sector, el “día de prueba”, a ver qué tal se adaptan los niños al centro.

La cara de la encargada, al ver a Nachete, hablaba por ella.

Cuando le empezó a poner las habituales pegas sobre Nachete, un poco malhumorada, Marisol preguntó por las hojas de reclamaciones y ante eso, la encargada invitó a que Marisol hablase con la gerente en su despacho, para resolver la controversia, y de paso, quitarse “el muerto”, o dicho de otro modo, limpiarse las manos…

La sorpresa inicial, al deducir la pequeña estatura de Elisa, sentada en su sillón, se transformó en una agradable sensación de fraternidad y amabilidad, al ver el brillo de los ojos de Elisa, hablando de los niños.

Los niños entrarían en la guardería, aseguró Elisa.

La realidad se impuso en breves días.

Nachete, con ese cuerpo desproporcionado, no encajaba con el resto de los niños, además de los comentarios soeces de las auxiliares, cuando descubrieron el tamaño espectacular de la cosita de Nachete, al cambiarle los pañales.

Al final, Elisa, dispuso, en beneficio de la guardería. que Nachete, pasase todo el día con ella, en el despacho al que adaptó un rincón para el niño.

Elisa y Nachete, tenían prácticamente, la misma altura, y más de treinta y cinco años de diferencia.

A pesar de todo, Elisa, empezó a hacer el trabajo que siempre deseó, cuidar niños, aunque en este caso, solo cuidar de un niño muy grande.

Verónica, la psicóloga, además de recriminar a las auxiliares su forma de actuar, y sugerirles, amablemente, que no volviesen a comentar nada al respeto, puso objeciones a la presencia permanente de Nachete, en el despacho de Elisa, durante todo el día, sin que se relacionase con otros niños de su edad.

Como experta psicóloga y socióloga, empezaría a estudiar detenidamente el caso de Nachete, para evitar repercusiones negativas en su educación social, al menos.

Verónica, solo venía al centro por las mañanas, y al menos, durante ese periodo, veía que el trato que recibía Nachete, por parte de Elisa, era absolutamente profesional.

Incluso, algunas veces, sonreía cuando los veía a los dos tumbados en la colchoneta, haciendo puzles infantiles y manualidades diversas, para un niño de dos años de edad mental.

La primera vez que Nachete, quiso tocar los senos de Elisa, realmente no le importó, era un niño grande, pero con mentalidad de un niño de apenas unos pocos años.

Cuando, al final, en una siesta para dormirlo, tuvo que meterle el seno en la boca, pues Nachete, solo insistía en “dame teta”, “dame teta”, supo en su mente que no estaba haciendo lo adecuado, pero accedió a la infantil pretensión del niño.

Los siguientes meses transformaron a Elisa.

El descubrimiento de la cosita de Nachete, y lo que parecía una tremenda erección, cuando le daba ficticiamente de mamar todas las siestas, hicieron redescubrir en Elisa unas sensaciones totalmente nuevas y diferentes para ella.

Unas sensaciones, que llegarían a hacer adictivas, una serie de prácticas orales y no orales, que Elisa, realizaba, todas las siestas con Nachete.

Sabía que no debía de hacerlo, pero deseaba que llegase el día siguiente para volver a hacerlo.

Sí, queridos lectores, Elisa, estaba enferma y necesitaba ayuda.

Los fines de semana, eran interminables pensando en la llegada del lunes. Ni los tríos con Tom, la llenaban ya.

Cuando aquel martes, y excepcionalmente, por la tarde, Verónica, entró en el despacho, a recoger un expediente que había de preparar, para entregar en la Concejalía de Asuntos Sociales del Ayuntamiento, y escuchó aquellos extraños gemidos, supo de inmediato lo que estaba ocurriendo.

Intentó entrar en el despacho de Elisa, que estaba cerrado con llave interior, la llamó inútilmente, y le advirtió que llamaría de inmediato a la policía, que intuía lo que estaba haciendo, y eso no podía consentirlo.

-       Elisa,  por favor, abre de inmediato.

-       Elisa,  por favor, abre, la puerta.

Después de llamar a la policía, Verónica, salió de su despacho y entró en el despacho de Elisa, miró y comprobó que Nachete, estaba bien, salvo que estaba desnudo en la colchoneta de dormir la siesta.

Al menos, se tranquilizó.

Avisó a una de las auxiliares, para que cuidara de Nachete, y se dirigió a través del pasillo interior del edificio, hacia los ascensores.

Sabía que Elisa, subiría a la azotea, lo intuía. Lo sabía con absoluta certeza, y quería evitar a toda costa una desgracia…

Desde la terraza del edificio de veinte plantas, Elisa, tuvo que hacer un pequeño sobreesfuerzo, por subirse a la balaustrada superior.

Allí arriba, solo notaba el suave viento, que acariciaba su cara.

Observó la llegada del coche de policía, cerró los ojos…, se abalanzó hacia el vacío…

Realmente, Verónica, tuvo que hacer un esfuerzo enorme, para detener la caída de Elisa, gracias a que su fuerza en los brazos era enorme, a pesar de  ser una mujer muy femenina.

Verónica, tiene una gran constitución ósea, fruto de la herencia familiar de su padre.

Conseguiría Verónica, a duras penas, incluso haciéndose una terrible contractura y varias microrroturas musculares, evitar la caída al vacío de Elisa.

Lamentablemente, Elisa, tuvo una fractura craneal que la llevó directamente a un coma permanente, al recibir un tremendo impacto contra la pared, al ser sujetada por Verónica.

Todo fue una auténtica desgracia.

Varias semanas después, cuando Verónica, fue a visitar a Elisa, a la clínica privada, que el seguro de responsabilidad profesional le había proporcionado, una vez que había pasado su estado de gravedad, la emoción tan enorme que sintió, al recordar todo lo acontecido aquel fatídico día, no le permitió observar adecuadamente, con la intuición que ella acostumbraba a tener, como la mirada extraña de aquel auxiliar sanitario, dejaba entrever las tremendas vejaciones que realizaba.

Un frío y calculador enfermo mental, que todas las noches, con ojos inyectados de llamas lujuriosas de fuego, abusaba permanentemente de Elisa, sin que nadie se diese cuenta.

Con este último relato, el número veintiuno de esta primera parte, de este primer libro de relatos calientes para dormir mejor, termina provisionalmente, el trabajo de este autor, que espera, sinceramente,  que lo hayan disfrutado. Hasta muy pronto, y gracias por su tiempo.  Espero “verles” en mi segunda y sucesivas partes.

Por seguir con la tradición, les adelantaré algo sobre los próximos veintidós relatos, dado que si se publican en 2022, obviamente, pondré ese número de relatos, para que coincidan con el año. Si acaso se demora hasta el 2023, seguro que habré de incrementar un relato más.

Tengo pensado relatar mucho sexo, aunque de educada calidad, para que puedan ir “mejorando” su descanso nocturno, pues quiero que sea sexo, erotismo y sensualidad con buen gusto, ya me conocen.

Habrá relatos de todo tipo.

Alguno contendrá sexo compulsivo y rápido, aunque siempre saludable.

No sé si llegaré a poner un relato sobre una vagina que olía muy mal, que olía realmente a rayos... Lo dudo en este momento, aunque para ser fiel a la realidad, habrá que compartirlo con ustedes en algún momento.

Hay otro sobre una sesión sexual un poco alocada..., con dos mujeres especialmente desenfrenadas.

En uno, se describirán esas sensaciones excepcionales, donde el deseo te inflama, con tan solo rozar su dedo, su mano..., en concreto, dos veces en la vida del protagonista, con sendas mujeres muy especiales.

Con una de ellas, aún el protagonista no ha practicado sexo, aunque deseándolo mucho.

Hay alguno, sobre un deseo muy fetichista, que quizás pueda resultar algo raro a muchos de ustedes.

Quizás varios, sobre maduras muy especiales, uno de ellos con nombre propio, Rosalía, una viuda excepcional.

No faltarán algunos relatos, sobre el apasionante mundo liberal, entre ellos: un quinteto, una noche en un pasillo francés, y muchos detalles de experiencias en clubs y fiestas liberales... Una debilidad de mi principal confidente y protagonista.

Les hablaré de una mujer especial, en un quinto sin ascensor...

Habrá una sesión de sexo, en un sillón muy especial, en una consulta ginecológica, recordando a una larguiducha de muchos lunares, especialmente, en su sensual y sabroso sexo...

Quizás la más llamativa narración sexual, se producirá en un vagón de metro de nuestra capital...

No me gusta el ciclismo, pero les detallaré un relato, cuyo protagonista reparó mentalmente en un elemento de bici, su sillón, y sus pensamientos posteriores, le dejaron un día absolutamente perplejo y muy creativo.

Les hablaré de una peluquera con mucho pecho, y de su marido, leerán una oda a alguien muy especial de ultramar, y recordaremos en la mente del protagonista, junto a todos ustedes, a alguien que no sabía, si decir sí...,  o decir no...,  permanentemente... Un lío, vamos.

No faltarán otras mujeres..., una excepcional eyaculadora, alguien que dejará al protagonista sin palabras, y un lunar muy especial de alguien tan especial, que atrae unos pensamientos muy sensuales hacia ella...

Tristemente, también les hablaré de una despedida, de una última vez de alguien muy especial...

Para finalizar, un relato de ficción, obviamente, con toques de sexo, basado en hechos reales, sobre un Zapatero farmacéutico...

Aunque, quienes no faltarán, serán nuestros habituales, José Miguel y Verónica.

Disfruten y sean felices...

Hasta pronto.

PEPOTECR.