Relato Mixto V

Intercambio de relatos entre Amo y sumisa.

Apoyo mi mano en tu rabadilla, presionando para asegurar que no te moverás cuando empiece a taladrarte (aunque estoy seguro de que no será necesario: no has dejado que tus nalgas se junten...) y para afianzar mi posición.

Acerco mi glande a tu ano semiabierto...

Un gemido seco escapa de mi boca al sentir como tu glande se hunde en mi interior.

Te mantienes ahí unos segundos, quieto.

Yo espero que en cualquier momento sigas avanzando, estoy muy excitada por toda la situación, a punto de follarme el culo, mientras yo te lo ofrezco, pero sigues sin moverte.

Me remuevo un poco, inquieta, moviendo mi culo hacia a ti, introduciéndome yo misma unos pocos centímetros. En ese momento haces presión de tu mano en mi rabadilla, indicándome que me mantenga quieta.

--¿Qué pasa, putita? Estás impaciente porque te la meta entera? --Me preguntas en un tono de superioridad.

Sabes muy bien cómo desesperarme, cómo crearme ansias de más, aunque lo que vayamos a hacer me cree nervios y excitación a partes iguales.

Yo hundo mi cara en la mesa, sin embargo, llevas tu mano a mi coleta, y me alzas la cabeza.

--Señor...---murmuro quejicosa.

Y en ese momento, das un golpe seco de tu pelvis, metiéndome la mitad de la polla.

Yo jadeo y por un momento me quedo sin respiración.

Sin quererlo, retiro mi mano derecha de mi nalga para apoyarme  fuertemente de la mesa.

Tu sueltas mi pelo para darme un azote.

--La mano, a su sitio--exiges autoritario.

Suelto la mesa y vuelvo a poner mi mano en mi nalga derecha, abriéndola todo lo que puedo.

Esperas  a que me acostumbre y cuando me vuelves a oír gemir, vuelves a  hundir tu polla en mi interior.

Debido a la posición que estoy, solo puedo alzar mi cabeza hacia atrás por la impresión mientras noto como me llenas entera.

Es una sensación extraña, porque me duele un poco, pero no quiero que pares.

Tu te deleitas de ver como tu polla se hunde en mi interior y en cómo mi cuerpo reacciona a ti.

Una vez tu pelvis choca contra mis nalgas, te inclinas hacia adelante, sueltas la mano de mi rabadilla, sabes de sobra que ya no me puedo escapar, y me sujetas el pelo obligándome a que apoye mi mejilla derecha en la mesa.

En ese momento es cuando más sometida me siento; tienes tu polla enterrada en mi ano, siento el peso de tu cuerpo encima de mi y tu mano me inmoviliza la cabeza.

Y yo solo puedo cerrar los ojos y gemir, dejando escapar en ese gemido toda la excitación y toda la tensión acumulada.

--¿Te acuerdas cuando te dije que a las buenas putitas les encantaba que las sodomizaran?-- me susurras en el oído.

--Sí...--jadeo.

Estiras fuertemente de mi pelo y yo jadeo mitad por la sorpresa, mitad por el instante de dolor que siento en mi cuero cabelludo.

--Sí Señor, recuerdo que me dijiste que a una buena putita le encantaba que le follaran por detrás..

--Y dime, Bea, ¿Quieres que pare o quieres que empiece a follarte?--Me dices mientras empiezas a salir poco a poco, dejando otra vez solo unos centímetros en mi interior.

Sé de sobra que vas a hacer lo que quieras,a no ser que mencione la palabra de seguridad, cosa la cuál está muy lejos de pasar,  pero también sé que quieres conseguir que lo ansié tanto como tú.

Quieres que lo haga por complacerte, pero también porque lo desee.

Y joder, en esos mismos momentos, no sé como lo has conseguido, pero sólo quiero que me folles el culo.

--No...--Me quejo al sentir que sales de mi interior--. No pares Señor. Fóllame como quiera.

Un gemido escapa de tu boca mientras me muerdes el cuello y vuelves a enterrarte en mi interior.

Yo cierro los ojos y jadeo, intentando acompasar mi respiración a las sensaciones que me provocas, porque sentirte tan adentro me corta la respiración.

Empiezas a moverte lento, saliendo la mitad para volver a entrar, sin ser muy brusco, dejando que poco a poco me acostumbre a ti.

--No sabes las ganas que tenía de probar tu culo, putita pervertida-- me susurras al oído--. Está tan estrecho que  tengo que contener las ganas  de correrme dentro de ti.

Escucharte me excita, y poco a poco mis jadeos se vuelven gemidos de placer.

Tú te das cuenta en el momento exacto en que empiezo a disfrutarlo, sin remordimientos, sin nervios, simplemente dejándome llevar como había hecho hasta ahora , y sonríes, sabedor de que ese culo es tuyo y que lo vas a poder disfrutar siempre que desees.

--Lleva la mano a tu coño, Bea, masturbate.

Es una orden precisa y concisa.

Yo cuelo mi mano entre la mesa y mi pelvis, y rozó ligeramente mi entreapierna abierta. Noto como mis dedos se llenan de flujo.

De mi boca solo salen gemidos de diferentes intensidades, acordes a los movimientos de tu pelvis, de vez en cuando ese gemido se corta a mitad, cuando te hundes en mi de forma más brusca.

Te incorporas ligeramente, poniendo la mano en mi garganta y levantando mi cuerpo con el tuyo. Siento como mi pecho se despega de la mesa, sin embargo, al estar atada a ella por las piernas sigo sin poder despegarme del todo.

--Tócate más deprisa, putita mía --me apremias.

Sentir tu mano en mi cuello me excita sobremanera,son esos pequeños detalles que marcan la diferencia y que a mi me vuelven loca. No presionas fuerte, simplemente me sujetas como queriendo demostrarme quién manda y qué tienes el derecho de hacer conmigo lo que te plazca. Como si no lo supiera ya, pienso.

La otra mano la llevas a mi bajo vientre, para tener otro punto de anclaje.

Tu roce me quema porque todo mi cuerpo esta apunto de convulsionar.

--¿Sabes? Luego a lo mejor vuelvo a follarte el culo mientras usamos la pantera rosa... --me susurras.

--Señor...---murmuro casi sin poder hablar.

-- Sé que te gusta la idea, como también sé que en algún momento te lo follaré mientras otro te la mete por el coño sin contemplaciones.

Mi respiración se entrecorta. Oírte hablar así me pone a mil, si es que aún es posible ponerme más caliente de lo que estoy.

--Por favor...--jadeo.

--¿Qué pasa, zorrita?-- preguntas más por desesperarme que por el hecho de que no sepas qué ocurre. Lo sabes de sobra.

-- Me voy a correr --digo, aunque al instante lo rectifico--. No, Señor, lo siento. ¿Puedo...?

La frase es interrumpida por un gritito debido a la intensidad con la que me la has metido. No sé si a modo de reprimenda o porque tú tampoco puedes contener más las ganas.

Te encanta verme así, con el cerebro medio frito.

--¿ Mi putita quiere correrse mientras le taladro el culo? ¿Eso es lo que quieres decirme?

--Sí, sí, por favor.

Empiezas a moverte con más intensidad.

--¿Entonces quiere decir que está disfrutando?

--Sí. sí, Señor.

Ahora mismo podrías preguntarme si soy la responsable de la pandemia mundial, y respondería que sí. O lo que hiciera falta con tal de poder correrme.

--Dímelo.

Yo cojo aire por la boca, y noto como todo mi cuerpo esta apunto de estallar.

--Me encanta que me folles el culo Señor, gracias por descubrirmélo.  Por favor, deja que me corra...

Sonríes satisfecho, y acercas tu boca a mi oído.

--Córrete, disfrútalo.

Creo sinceramente que si no me hubieras dado permiso, tendría que haber desobedecido alguna de tus ordenes; o dejar de tocarme o correrme sin permiso. Por suerte ,no ha tenido que ser así.

Estoy unos segundos sin emitir ningún gemido, casi conteniendo la respiración, para después soltar un gemido y dejarme ir en un orgasmo.

Tú gimes detrás de mi, y al sentir las contracciones en mi ano debido al orgasmo no puedes más y te corres también.

Tu primer espasmo lo sueltas en mi interior, sin embargo, después sales y te deleitas en contemplar como tu semen decora mis nalgas.  Te encanta marcarme de esa manera.

Yo tardo unos minutos en volver a ubicarme, ha sido un orgasmo diferente y muy intenso.

--Gracias Señor --Se acuerda algún resquicio de mi mente decir.

Tú recorres con la mano mi espalda y bajas por mis caderas, acariciándome la pierna hasta llegar a la atadura que me sujeta a la mesa. Haces lo mismo con la pierna y me ayudas a incorporarme.

Me das la vuelta y llevas tu mano a mi barbilla para que alce la cabeza y te mire.

--¿Ha sido intenso el orgasmo, putita? --Me preguntas interesado.

Yo sonrió y suelto una risita.

--Bastante, creo que se ha notado. ¿Y el tuyo?--te pregunto mientras siento como el semen resbala a mis muslos.

Te acercas hacia a mi y hundes tu boca en mi cuello para lamerlo y una de tus manos juguetea sin más con uno de mis pezones.

--Lo he disfrutado mucho --me respondes--. Y tu te has portado muy bien. Te mereces una recompensa.

Yo alzo las cejas interesada. Las recompensas siempre suenan bien.

--Ve a la ducha, límpiate bien --Me ordenas mientras me quitas el collar y las muñequeras para que pueda ducharme sin mojarlas--. Después espérame en la cama, tumbada en cruz con el antifaz puesto.

Yo acabo de correrme, pero esa sugerencia hace que otra vez sienta cosquillas en mi estómago.

" Soy una insaciable" pienso.

Asiento con la expectación y nervios otra vez instalados en mí y desaparezco de la cocina.

Sopesas acompañarme a la ducha, pero sabes que si lo haces, te darán ganas de hacerme cualquier perversidad que cruce tu mente, y quieres darme unos minutos de tregua.

Además, tienes cosas que preparar...