Relato Mixto IV

Intercambio de relatos entre Amo y sumisa.

Yo abro los ojos de par en par mientras obedezco a tu orden y todo el calor que sentía en mi coño se instala en mis mejillas. --No..susurro. Recibo un azote en la nalga que hace que suelte un gemido de sorpresa. --No Señor, no m han dado de comer como la zorrita que soy. --Corrigo muerta de vergüenza. Voy pensando de camino a la cocina oyendo tus "pasos" tras de mi si no me habré excedido... pero tardo poco en descartar la idea... Entramos en la cocina, donde he dispuesto en el suelo, en un rincón, un par de toallas grandes. - Bea, a tu rincón- te ordeno dirigiéndome a ti como si fueras una mascota canina. Tus ojos se encienden, y no tengo claro si es de excitación o de mala leche... Me centro en manipular lo que hay sobre la encimera, esas cosas que, al haber entrado a cuatro patas, no has podido ver, aunque veo tu reflejo en la puerta acristalada del horno mirar con curiosidad. Meto algo en el microondas, lo pongo a calentar unos segundos, y lo saco para repartir el contenido en un contenedor: un comedero de plástico típico de perro (que he comprado nuevo) y al que he rotulado con las palabras "Putita pervertida". Lo reservo mientras pongo algo más en el microondas. Cuando la campanita del mismo me avisa, preparo mi comida en un plato hondo, y lo dejo en la mesa, asegurándome de que no ves lo que tengo para mi. - Huele bien- digo, mientras cojo tu comedero y lo dejo frente a ti- y tiene mejor pinta que lo tuyo- apuntillo Miras con cierta cara de asco el cuenco repleto de unas pequeñas pelotas de carne más bien seca de tamaño más bien pequeño. Piensas qué coño te he puesto para comer como la zorrita que eres cuando un azote sonoro te hace volver a tu espacio en la cocina, el rincón de "Putita pervertida" que te he acondicionado. - Come- ordeno al tiempo que te sujeto por la coleta y llevo tu cara hacia el comedero, venciendo tu resistencia... Creo que si pudieras, me darías una hostia, pero a cuatro patas, haciendo fuerza con las manos para no estamparte de morros contra el comedero, esa opción no es viable. Imagino tus pucheros ante lo inevitable, hasta que noto que, finalmente, te doblegas. Bajas la cara de motu propio hacia las pelotas de carne, y noto tu cuello moverse al tomar una entre los labios y masticarla. - Buena perra- digo mientras te doy un fuerte azote. Supongo que la primera mordida hace que la repulsión por lo desconocido se torne en sorpresa al degustar unas albóndigas gourmet de El Corte Inglés sin salsa, lo que hacía más creíble la idea de preparado para perros. Básicamente, lo que tengo yo en mi plato (a excepción de la salsa), aunque al haberlo preparado en dos veces te da la impresión de que es diferente comida. Como con hambre, y por los ruidos y lo que oigo, diría que tú, también. Cuando llevas medio comedero, creo que es suficiente, y te quito la correa del cuello para hacerte sentar a la mesa para terminar de comer mientras charlamos sobre el tiempo, el pasado covid, la estupidez humana,... Terminamos de comer como dos personas normales, hasta que deseo tomar de nuevo el control, tras recoger la mesa... - Bea, dóblate sobre la mesa; estira los brazos hacia delante- ordeno cambiando bruscamente el tono de voz, haciéndolo seco y cortante. Como no podía ser de otro modo, obedeces sin protestar, encendiéndote al notar el cambio en el ambiente. Tus tetas se aplastan contra la mesa al colocarte, tus brazos se estiran sobre tu cabeza, y sin que tenga que decir nada, separas ligeramente las piernas. Voy rápidamente al salón para coger los amarres para las muñequeras de tus manos y la cuerda que usé para atarte al radiador. - Voy a azotarte por ser una putita pervertida- te anuncio-. Vas a contar y a agradecer cada uno de los azotes, ¿entendido? Un hilo de voz melosa sale de tus labios pronunciando un suave y sensual "Sí, Señor". Sujeto tus muñecas, inmovilizándolas, y uso la cuerda para atar tus tobillos a las patas de la mesa, separándolas un poco más para poder hacerlo como deseo. Huelo tu coño y lo veo brillar desde donde estoy, entre tus piernas, tan cerca que bastaría levantar mínimamente mi cara y estirar la lengua para saborearte... Cuando te tengo como deseo, me levanto, froto mi polla dura contra tus muslos y nalgas y... ¡zas! - Uno, gracias Señor- respondes cuando sientes la descarga sobre tu nalga derecha, lo que hace que tu cuerpo se tense... Sonrío satisfecho doblemente: por tu diligencia en la respuesta y por el rosado tono que adquiere tu nalga. Vuelvo a armar el brazo y lo descargo nuevamente, esta vez sobre tu nalga izquierda... - Dos, gracias Señor- dices mientras, con el cuerpo tenso, retuerces las muñecas, como si pudieras liberarlas... - Tres, gracias Señor- dices cuando un nuevo azote enrojece tu nalga derecha. Tu voz se quiebra un poco. Mi mano se adapta a tus curvas tras el azote, sintiendo tu redondez y el calor de la carne estimulada antes de un nuevo azote... - Cuatro, gracias Señor. - Muy bien, putita pervertida- digo satisfecho y totalmente excitado. Me muevo tras de ti, sujeto tu coleta y me curvo sobre tu cuerpo, pegando mi cuerpo a tu culo sonrosado. Tiro de la coleta para levantar tu cara haciéndote mirar al frente, tensando tu espalda. El peso de mi tórax hace que tus tetas se aplasten más contra el tablero de la mesa. - ¿Sabes qué voy a hacer ahora con tu cuerpo, Bea?- pregunto - Lo que desee, Señor- respondes con la voz entrecortada y la respiración acelerada; apuesto a que si te tocara el coño ahora misma, lo notaría más caliente que tus nalgas recién azotadas... - Voy a estrenar tu culo de putita pervertida, zorrita- te anuncio-. Y ¿sabes lo que espero de ti? Que te separes las nalgas y me lo ofrezcas. Noto tu cuerpo se mueve aprisionado entre la mesa y el mío, creo que fruto de la excitación y el morbo del momento. - Voy a liberar sólo tus manos para me ofrezcas tu culo, quiero que abras bien las nalgas para que vea claramente tu agujero y pueda sodomizarte disfrutando de la visión de mi polla enterrándose centímetro a centímetro en tu culo. ¿Vas a ser una buena putita, Bea? ¿Vas a cumplir mi deseo? - Señor, haré lo que me pide de la mejor manera posible; espero hacerlo de modo que sea satisfactorio. - Bien, putita pervertida- te digo-. ¿Tienes ganas de que te sodomice? - Señor, si, aunque también me da un poco de miedo... Una nalgada restalla en el aire para aterrizar en tu culo - Seré cuidadoso follándotelo hasta que toda mi polla esté enterrada en tu interior; luego seguro que pides que te use sin tregua... Separo las nalgas con mi mano y dejo caer una generosa cantidad de saliva entre tus nalgas. La veo resbalar hasta que entra en contacto con el plug. En ese momento, sujeto el plug y lo saco, haciéndote gemir con ello. Me encanta la imagen de tu culo aún abierto pese a no llevar el plug, el cual mojo en la saliva para introducirlo de nuevo en tu cuerpo, pero sin pasar la zona de máximo diámetro. La humedad de tu coño ya moja la mesa, y creo que va a más... Juego con el plug, metiéndolo y sacándolo de tu ano, lubricándolo bien con generosa saliva, sin dejar que entre totalmente. Cuando creo que está listo, libero tus muñecas. Rápidamente pones tus manos en tus nalgas y las separas, ofreciéndome una magnífica vista de tu ano parcialmente abierto... - ¿Estás lista, Bea?- pregunto - Lo estoy, Señor - Pídemelo, putita pervertida... - Señor, por favor, sodomice a esta zorrita que le ofrece su virginal culo para su disfrute Dejo caer saliva sobre mi verga, totalmente empalmada, y la extiendo con mi mano libre para con la otra, retirar el plug y dejarlo sobre la mesa. Noto como tu cuerpo se tensa cuando ves el plug en la mesa, sabedora de lo que va a pasar. Apoyo mi mano en tu rabadilla, presionando para asegurar que no te moverás cuando empiece a taladrarte (aunque estoy seguro de que no será necesario: no has dejado que tus nalgas se junten...) y para afianzar mi posición. Acerco mi glande a tu ano semiabierto...