Relato Mixto II
Intercambio de relatos entre Amo y sumisa.
Siento mi respiración acelerada y como mi cuerpo esta ahogándose de calor. "Porque aún llevo la maldita camiseta?" pienso.
Veo como te diriges hacia otra habitación pero antes de que te alejes oyes mi voz a tu espalda.
--¿Puedo quitarme la camiseta, porfavor Señor? Me estoy muriendo de calor....
- Quítatela y póntela sobre tu cabeza de tal modo que no puedas ver- ordeno mientras entro en la habitación pensando en las posibilidades...
...que se que son todas.
Saco los accesorios que ha llevado para el encuentro, sopesando las opciones que ofrecen.
"Éste para más adelante", pienso para mi mismo.
"Esto, luego" pienso mientras oyes ruido de trasteo en diferentes cosas...
Imagino que estarás inquieta, aunque no demasiado pues los límites son claros, y que la excitación hará que todas tus demás sensaciones sean un ruido de fondo.
Cuando tengo claro lo que quiero, selecciono lo elegido y vuelvo hacia el salón.
Allí sigues, sin haberte movido del sofá, con la camiseta colocada a modo de capucha improvisada, como si te acabara de meter en una furgoneta y te hubiera cubierto la cabeza con lo primero que tenía a mano.
Desde la puerta veo el brillo de tu coño. Me encanta tenerte así.
Mi polla palpita.
Me acerco y veo lo marcados que están tus pezones.
Sopeso usar tu boca un poco más mientras los sobo a gusto sin la molestia de la camiseta, pero lo desestimo... por ahora.
- Levanta la espalda, putita pervertida
Obedeces inmediatamente. Oyes ruido, algo indeterminado que he dejado sobre el suelo, cerca del sofá. O "algos".
¿Está disfrutando mi putita pervertida?- pregunto
Si Señor- responde rauda al tiempo que sientes mis manos cerca de tu cuello. No te mueves cuando sientes el collar ceñirse a tu alrededor del mismo.
Llevo mi mano a tu entrepierna cuando termino de colocarlo, mojando mis dedos en tu humedad.
- Abre la boca, Bea y saca la lengua.
Diligente, obedeces. Llevo mis dedos a tu lengua, limpiándolos con ella, impregnándola con tu fluido...
¿A qué sabe una zorrita excitada?
Ligeramente salada pero intensamente a sexo
Cierra los ojos- digo. Y tras unos instantes, asumo que lo has hecho (como no podía ser de otra manera) y retiro la camiseta. Coloco un antifaz tapando tus ojos. Negro, sencillo, sujeto con gomas a la parte de atrás que coloco de tal manera que quede firme pero sin interferir con esa coleta que me gusta usar para manejar tu cabeza...
Muñecas en tu regazo, zorra- ordeno
Imaginas que voy a inmovilizarte de algún modo; ¿cuerda, esposas, muñequeras...? No lo tienes claro. Una risita nerviosa te traiciona al obedecerme, sabiendo que estás a mi merced, lo que hace que tu coño sienta un espasmo al pensar en ello: estás en el salón de un piso con un casi desconocido al que le has dado el privilegio para usar tu cuerpo como desee y al que deseas obedecer. Te imaginas la escena desde fuera, y una escena porno de algún vídeo de youtube, de esos que te hacía mirar para seleccionar y enviarme comentados cruza tu mente haciendo que tu clima pase a ser ligeramente más tropical...
Una muñequera aterciopelada rodea tu muñeca derecha; la imaginas con algún tipo de argolla. Se ciñe bien pero sin molestar antes de que tu muñeca izquierda reciba el mismo tratamiento.
Un click metálico llega a tus oídos cuando fijo una correa de cuero al collar de tu cuello.
Doy un ligero tirón que te hace tensar la espalda.
- Ponte a cuatro patas, Bea- te digo- y sigue la correa.
Obedeces diligentemente y cuando lo haces, me pongo de pie junto a tu cabeza y la acaricio como si fueras un perrillo
- Buena chica- susurro al tiempo que empiezo a andar, paseando por el salón sin otro propósito que el de verte caminar a 4 patas tras de mi.
Tras un par de vueltas al salón, te llevo hacia la mesa baja que hay en el mismo.
Te coloco justo de manera que uno de los bordes de la mesa quede a tu espalda, tras tus pies. Cuando estás como deseo, tiro en vertical de la correa.
- Erguida- digo para aclarar, no vayas a pensar que deseo que te levantes...
Lo haces muy bien; la mesa queda justo a la altura media de tu espalda, que es lo que quería.
- Déjate llevar; confía en mi, no te caerás- te susurro al tiempo que notas la pérdida de tensión en la correa y cómo esta cae entre tus pechos.
Mis dedos se ciñen sobre tus pezones, tensándolos, y empiezo a tirar de ellos hacia arriba para que te levantes.
Te cuesta un poco entenderlo, y gimes cuando la piel de tus pechos se tensa (estoy convencido de que una décima parte del gemido lleva dolor...) y empiezas a seguir el movimiento, levantándote. Sigo tirando de ti hasta que tus nalgas superan la mesa, y en ese momento, empiezo a llevarte hacia atrás, cerrando mis manos sobre tus tetas, apretándolas y empujándolas mientras mis dedos las masajean...
Empiezas a caer hacia atrás, muy despacio, y antes de que caígas sin control, mi mano derecha sujeta la argolla de tu collar para acompañar el movimiento de descenso.
Tu cara ha cambiado en el momento en el que pensaste que caerías de golpe sobre la mesa y volvió a relajarse al saber que no sería así. Me tiembla la polla al haber visto que no has hecho ningún movimiento para evitar la caída de golpe, lo que me hace saber que estás entregada totalmente...
Te reclino sobre la mesa y me aseguro de que estés bien centrada en la misma: tu nuca apoya cerca del borde, su culo está algo fuera del otro extremo, dejando tu culo y tu coño bien accesibles.
- Separa las piernas, putita pervertida- ordeno para contemplar como tu coño se abre. Te quiero algo forzada, así que cojo uno de los palos de fregona que he llevado y lo coloco en diagonal con la mesa, usando las patas de la misma de modo tal que tus rodillas no puedan cerrarse, haciendo que tus piernas queden forzadas a estar abiertas.
Obviamente, la primera pierna se coloca sin problema, pero la segunda hace que te fuerces lo justo para que no resulte molesto pero para que no puedas relajar la tensión en tu coño expuesto...
Me gustas así, bien expuesta a mis deseos. ¿Recuerdas la palabra de seguridad, Bea?- Pregunto
Sí, Señor- jadeas; tu entrepierna apesta a sexo así abierta, y cada centímetro de piel brilla...
Tus manos están junto a tus costados, relajadas. Uso una cincha para unir las argollas de ambas muñecas para luego tirar de ellas sobre tu cabeza, tensando tus brazos. Una cuerda se une al punto medio de la cincha con un nudo rápido, y mantengo la tensión hasta llevar el otro extremo de la cuerda al radiador de la pared, donde la fijo, dejándote en una especie de Y invertida: tus piernas abiertas, tus pechos marcados por la postura y tensión de los brazos, los pezones sobresaliendo...
A poco que te metiera la polla en la boca, me correría por tenerte así.
¿Estás cómoda, zorrita?- te pregunto haciendo que mi voz llegue a tus oídos mezclada con más cacharreo de fondo.
Estoy cómoda si así es como quiere tenerme, Señor- contestas haciendo que sonría.
¿Vas a aguantar sin montar un escándalo? ¿Es necesario que use una mordaza?
Intentaré que no, Señor, pero no puedo asegurarlo...
Obviamente, no sabes lo que pienso hacer, de modo que tu respuesta me parece razonable...
Mientras charlamos, preparo los 4 pares de palillos chinos que tengo preparados, sujetos con gomas elásticas en sus extremos.
- Muy bien, zorrita pervertida, vamos a llevarte al límite...- digo mientras cierro los palillos sobre el primero de tus pezones, arrancándote un gemido al hacerlo.
Las gomas están en los extremos de los palillos, y tu pezón sobresale en el centro; la flexibilidad de los palillos hace que no lo apriete demasiado, aunque eso cambiará a medida que junte las gomas alejándolas de los extremos.
El otro pezón parece que desea el mismo tratamiento, pues se endurece y eleva, como queriendo llamar mi atención. Coloco un nuevo par de palillos paralelos a tu cuerpo, aprisionándolo. Gimes de nuevo, de manera lángida...
¡Pero que zorra estás hecha, Bea! -digo con mi cara sobre la tuya antes de dejar caer saliva sobre tu mejilla izquierda y extenderla con mis dedos sobre tu cara, marcándote con mi olor.
¿Es un dolor tolerable? -te pregunto
Sí, Señor, lo es.
¿Te habían escupido antes en la cara?
No, Señor, nunca
He notado cierta inquietud en tu entrepierna al hacerlo; ¿te ha excitado, Bea?
Si
Mi mano derecha descarga una palmada en tu coño, haciendo que des un respingo, y luego se mantiene allí, jugueteando con tu clítoris...
Si, Señor, me ha excitado sentir su saliva en mi cara- corriges
¿Te has sentido humillada por haber recibido mi saliva?
Sí, Señor
¿Y por qué eso ha hecho que te excites, Bea?
-...
Una nueva descarga en tu coño de mi mano te conmina a responder antes de seguir masturbándote
Porque soy una putita pervertida, Señor
Así es, lo eres. Yo lo sé, tu lo sabes... Tienes el coño encharcado, putita pervertida. Iba a jugar con tus labios vaginales, pero tengo la impresión de que a poco que siga jugando, vas a correrte como una perra en celo, y no quiero quedarme a medias...- te explico mientras concentro mis esfuerzos digitales en llevarte al orgasmo.
¿Sabes que va a pasar en breve, putita? Vas a suplicarme que te deje correrte -digo mientras meto tres dedos en tu coño y te follo rápidamente con ellos, haciendo que tu cuerpo se tense sin posibilidad de moverse por la inmovilización- y voy a pensarme si te lo permito...
Señor... -susurras al tiempo que vuelvo a centrarme en tu clítoris, masturbándolo enérgicamente
-... antes de follar esta boquita de puta que voy a llenar de leche- digo- O puede que sólo la llene a mitad para marcar tu cara con la otra mitad de mi corrida- hablo mientras noto como luchas por contener tu orgasmo
Señor, puedo...
¿Quieres algo, putita pervertida?- pregunto sonriendo
Señor, ¿permite que su putita pervertida se corra?
Mi putita pervertida es capaz de solicitar mejor mi permiso para correrse, Bea. Inténtalo de nuevo- digo sabiendo que estás en el límite de lo aguantable; tu coño está a punto de convulsionar...
Señor, ¿permite que su putita pervertida se corra para usted antes de que use su boca para su placer?- preguntas de nuevo
Muy bien, Bea- te susurro al oído- córrete...