Relato lésbico en Tinder Cap. 1

¿Ya te has cansado de hablar conmigo?

Otra noche más llegaba reventada a casa. Esta vez a consecuencia de una compañera confinada en su piso de 60 metros cuadrados con sus dos hijos malcriados e histéricos, y su marido cojín.

Trabajar en un despacho de abogados no es fácil, menos aún si eres mujer, joven y encima tienes que lidiar con todo tipo de compañeros y compañeras. Llevaba 3 meses trabajando de lunes a domingo, durmiendo 4 horas diarias y alimentándome a base de sándwiches y bebidas energéticas, lo que vendría siendo una dieta equilibrada de toda la vida. Este ritmo de trabajo no sólo me había impedido descansar y comer bien los últimos meses, también me había impedido tener una vida social medianamente sana, es más, no había podido quedar con mis amigas durante este tiempo, ni una mísera videollamada. A todo esto debo añadir que mi vida sexual ya era de por sí prácticamente nula.

Tras una tormentosa relación sólo había tenido un par de rollos, chicas de unas semanas con las que podía tener sexo sin complicaciones y en las que realmente no estaba muy interesada. En resumen: necesitaba dormir, comer y follar, aunque no en ese orden precisamente.

Nada más entrar en casa deje el maletín y las carpetas encima de la mesa del salón, lanzé los tacones, me quite la americana y el pantalón y me dispuse a llenar la bañera. Este iba a ser mi fin de semana: por delante tres días libres para mi sola, para descansar, salir con las chicas, dormir, comer and...who knows?. Como a todo ser humano, siempre me han relajado los baños con agua caliente, muy caliente, casi podría hervir...Dispuse las sales de baño, la toalla, mi champú especial para pelo rizado, acondicionador, y productos varios para el pelo y la piel... música de fondo (preferiblemente jazz...Glenn Miller hizo los honores).

Cuando salí del baño prácticamente había recuperado 10 años de vida, que a mis 27 prácticamente suponían todo lo que llevaba de vida adulta. Apesar de mis dotes para la cocina preferí pedir algo a domicilio, ese wok de fideos y verduras tan espectacular del tailandés de moda en mi ciudad. Hice la llamada, y en media hora ya tocaban el timbre.

  • Buenas noches, pedido de "Little Tailand"

  • Buenas noches, suba.

Vivia en la octava planta de un edificio recién construido, primeras calidades, bien situado, plaza de garaje, buenos vecinos y sistema de seguridad. Sin embargo, esto no sirve  para que los repartidores llamen al timbre de una manera normal, tienen que tocarlo hasta que sales, parece ser que puedes desaparecer en los 30 segundos que tardan en subir desde que les abres el portal.

  • ¡Ya voy!, por dios que impaciencia.

+Buenas noches, gracias por traer el pedido, ¿cuánto es? (Madre mía cómo está el repartidor, si lo ven mis amigas se le tiran encima).

  • Buenas noches señorita, pues serían 12,95 en total.

  • Tarjeta por favor (Moreno, ojos verdes, 1.85, musculado y tatuado según asomaba por debajo de las mangas de su camiseta, sonrisa de anuncio...y además no olía a comida frita de un jueves por la noche)

  • Listo, muchas gracias.

  • A tí.

Cerre la puerta y me dirigi a la cocina con mi pedido en las manos. Observar de esa manera al repartidor me dejó algo preocupada, siendo abiertamente lesbiana el antojo de un encuentro con el repartidor a modo de postre me parecia un pensamiento alarmante.

Encendí la tv, nada interesante. Sabía que si ponía alguna serie estaría viendola hasta las mil y se suponía que hoy empezaba mi fin de semana de descanso. Siempre he sido una chica a la que le ha gustado gustar, ligar, tontear, tirar fichas...como quiera que se diga, y la verdad es que nunca me lo han puesto muy difícil. Físicamente no me considero nada especial, morena, pelo rizado, ojos negros, piel clara, 1.60, tonificada de hacer deporte siempre que se puede, labios carnosos, pecho algo grande para mi proporción, y algún que otro tatuaje; en cuanto a mi personalidad siempre es más complicado y subjetivo describirse, digamos que tengo carácter, soy ambiciosa e intento estar siempre al 100% en todos los sentidos.

Pensando en descripciones y en el aburrimiento que se cernía sobre mí recordé que unos meses atrás me había descargado Tinder, una app para ligar. No tenía activadas las notificaciones, y hacía semanas que no entraba. Nada más abrirla vi algunos "matches" con chicas que no me llamaban mucho la atención, y repasando los chats vi un mensaje sin leer: ¿Ya te has cansado de hablar conmigo?.

Era de Jane (ese era su nombre de perfil, en el que se describía como una chica de 32 años, amante de los animales, el arte, la naturaleza y los viajes), una chica con la que estuve hablando durante unas semanas vía Tinder. Una vez hechas las presentaciones básicas en las que no me dijo su nombre real, pasamos a intercambiar conversaciones durante horas hasta que un día un caso ocupó toda mi atención hasta tal punto que olvidé contestarle.

-01/06/2020 22:30 "¿Ya te has cansado de hablar conmigo"?.

+23/09/2020 "Buenas noches, perdoname he estado muy liada y ni siquiera había abierto Tinder, ¿cómo estás?"

Continuará...