Relato Erótico Santander
Historia de la primera vez
La historia que voy a contaros sigue poniéndome cachonda a día de hoy, y eso que hace años de que ocurriese. No es que suela contar mis aventuras sexuales con nadie, pero creo que apreciareis un buen relato de cómo me follé a mi novia por primera vez. Antes de conocerla, tenía mis más y mis menos con el sector masculino, disfrutaba cuando un tío me la metía hasta el fondo e incluso se corría dentro de mí, notando su semen caliente, palpitante en mi vagina. Debo reconocer que de vez en cuando me he portado mal y he incitado a mi pareja a que practiquemos sexo con otras personas, algo a lo que ha accedido gustosa, siempre y cuando estuviera ella delante, participando. Pero la corrida final, esa me la he quedado toda para mí.
Mi chica me ha hecho feliz en todos los ámbitos de mi vida, pero si tenemos que hablar de donde me ha hecho más plena, ha sido en la cama, o en el coche, o incluso en el cuarto de baño del centro comercial. Cualquier sitio es bueno para juntar dos cuerpos y prenderlos de pasión. El placer que tengo cuando me la follo no tiene comparación con absolutamente nada, y quizás sea como compararlo a un terremoto sexual en el que todo mi cuerpo empieza a vibrar, a sentir el orgasmo desde el vientre hasta mi sexo, para terminar en un tsunami, porque sí amigos y amigas míos, soy de esas que eyaculan un buen chorro, tanto que me he pensado alguna vez grabar algún vídeo porno para colgarlo en Internet. Nunca me he atrevido, a pesar de haberme grabado en más de una ocasión, y si dijese que no me pone cachonda pensar en que miles de tíos se la van a cascar pensando en mí, corriéndose pensando en que tienen su polla dentro de mi coño, simplemente mentiría.
El sexo dicen que es vida, pero para mí es algo más que vida, es la realización de la propia vida, es deseo, es disfrutar de lo único que puedes decir que es tuyo, tu cuerpo. Volviendo a cómo me encontré un día con mi chica, decir que la conocí en este portal, y fue pura casualidad, una jugada que el destino quisiera que hiciera, que apostase, y que finalmente ganase. Esas ganas de follar, de buscar experiencias nuevas en mi sexualidad me hizo que dejara de lado las aventuras con los hombres, los cuales, como he dicho anteriormente, me siguen poniendo muy caliente, tanto que, ahora mientras escribo, noto como mi vagina está húmeda y con ganas de juerga, sin embargo, suelen ser más simples en la cama y por eso quería la habilidad de una mujer que supiera hacerme correr como nunca. Cuando me encontré con ella, su cuerpo me hizo tener un escalofrío por toda la espalda, imaginándome cómo sería acostarse con tremenda mujer, algo que iba a experimentar en muy poco tiempo. Hablamos sí, pero poco, prefiero que las lenguas se muevan para otras cosas que no sea formar palabras y prefiero que los dientes se cierren para mordisquear.
Nuestros cuerpos desnudos se acoplaban perfectamente, sus senos rozaban mi cuerpo en un masaje de placer que conseguía sacar de mí gemidos de placer. Su lengua, caliente, juguetona iba explorando mis pezones, duros como rocas que se habían contraído de placer y ahora resaltaban en mis pechos. Su lengua era como un lápiz que dibujaba en mi cuerpo, a placer, como un pincel de un impresionista, unas pinceladas aquí, otras allá consiguiendo que la piel de mi cuerpo se erizase con cada roce. Sus manos, habilidosas, tocaban mi sexo, lo estimulaba, disfrutaba de él como quien disfruta de su regalo de reyes, porque pasé a ser su juguete, ella me tocaba como si la vida se le fuera en ello, y yo me arqueaba de placer, de puro placer. Abrazadas, rozábamos nuestros sexos para darnos calor, para entrar en éxtasis. Nunca dos cuerpos habían encajado tan bien, nuestros pechos rozándose, con algún que otro apretón de sus manos experimentadas, nuestras caderas moviéndose buscando el calor de su sexo, acabamos empapadas, literalmente. Después de acabar, probamos algunos juguetes que ella había traído para jugar conmigo, a pesar de mi deseo sexual, jamás había probado uno, y disfruté, cada palmo de mi cuerpo disfrutó y sigo pensando a día de hoy que podría haber llenado cubos con mis fluidos.
La muy perra me sigue poniendo tan cachonda que a veces no sé hasta dónde va a llegar todo esto. Pero cuando la veo llegar del trabajo, desvistiéndose lentamente frente a mí, con sus ojos claros, sus pecas y su pelo rojo, mirándome con una sonrisa en la boca, sé que mientras esté con ella, voy a disfrutarla cada día, cada minuto, cada segundo, exprimiendo al máximo mi ser, llenando de placer cada centímetro de mi piel.