Relato de una vida (01: El Encuentro)

De cómo, lo que pretendía ser una carta a mi mejor amigo explicando cómo sucedió todo, se convierte en una serie de reflexiones sobre mi relación.

Capítulo 1: "El encuentro"

La luz que entra por mi ventana, disminuye a medida que los rayos del sol se agotan y se acaba el día. Las líneas se vuelven curvas y las letras del teclado, borrosas. Las palabras fluyen, eso si, de modo más o menos coherente, pero las lágrimas, interiores, nublan mi cabeza. La música suena con Los Piratas de fondo, me dejo transportar a otro universo, mi universo. Mientras los declives de la canción me elevan y me hacen caer, el murmullo de los niños jugando en el parque me confunde, y las correcciones se elevan; el botón de "borrado" de mi teclado está gastado, no consigo expresarme.

¿Dónde estarán las cosas que pensamos?, canta Iván , ¿Qué pudo ser? – Dice. Y yo, como él, no dejo de preguntármelo. Me acosa la discreción, y me presiona la idea de esperar otro mensaje, otra palabra. Desde hace algunos días, vivo por y para mi teléfono móvil. Lo llevo conmigo a todos los sitios, eso si, la mayor parte del día en " modo silencio" , por miedo. Es curioso lo que causa el miedo cuando se junta con el placer.

Como digo, me he convertido en un fanático del "ocultismo"; en estos últimos días, oculto mi vida, mi "doble" vida de todo lo que rodea a mi cotidiana existencia. Aunque yo, realmente, no estoy aquí. Estoy transportado a una dimensión "extra", a un espacio donde sólo existimos nosotros dos, lejos del mundanal ruido, de la soez ciudad que me amenaza una y otra vez con extraños "conocidos" que creo ver en cada esquina, en cada coche, en cada centro comercial, a cada momento. En ésa dimensión, en "mi dimensión", coexistimos de modo diferente, sin dejar de atender a mis "obligaciones morales". Jejejejjej "moralidad", bonita palabra, rima con…. Infidelidad!. En fin, qué son si no más que palabras?

¿Te has preguntado alguna vez por qué es todo tan complicado? Yo lo hago a menudo. Me pregunto, igualmente, por qué tenemos esa extraña tendencia a complicar nuestra existencia cuanto todo parece estar de lo más "normal". Cuando todo "funciona", y marcha correctamente, esa línea que todos seguimos, tropieza con el punto de inflexión típico. En mi caso en concreto, esa inflexión, tiene nombre, apellidos, es pelirroja, alta, guapa, y su nombre, responde a las iniciales de "BB" , así la llamo yo cariñosamente, " bebé" .

Mi bebé, apareció un común día de común trabajo en mi común vida e "inflexionó" todos mis tabúes, valores, promesas y pensamientos morales, sociales, sexuales, y familiares. Con sus inmensos ojos azules y ese pelo cobrizo que me enloquece, bb se aseguró que aquella mañana de verano, su mirada se tropezase como por "casualidad" con la mía. Con ese sutil arte que las damas poseen, me atrevería a decir, que por naturaleza de nacimiento, me acarició la mejilla mientras decía unas palabras que ahora no puedo recordar. Bb se aseguró, igualmente, que mientras caminaba detrás de ella en busca de los baños del local, me fijase lo mejor posible en sus insinuantes curvas que se dibujaban perezosamente por debajo de aquel uniforme verde compuesto de falda y camisa blanca.

Acostumbrado ya a su complaciente mirada, y su pícara sonrisa, envuelta en esos labios tiernos y jugosos, no puedo dejar de reconocer cada vez que la veo (pero sobre todo, cuando no la veo) que me cautivó desde aquel día; y eso que cautivarme a mi, es difícil, máxime, a sabiendas de lo enormemente torpe que puedo ser en mis relaciones con mujeres (excluyendo, se sobreentiende, a mi pareja). Digo torpe, cuando quizá debiera decir despistado… o bueno, dejémoslo simplemente en una mezcla de ambos, el caso es que me cautivó. Su voz, tierna, melosa, su estatura, su cuerpo… en fin, toda ella. Aquel día, como iba diciendo, asistí al lugar anteriormente mencionado (¿lo he mencionado? ¿no? Bueno, era una cafetería) para instalar un servicio requerido por el dueño del mismo y que mi empresa proporcionaba. Aquel, pretendía ser un servicio normal, de los muchos a los que yo ya había acudido anteriormente en otros tantos lugares como aquel, pero claro, no contaba yo, con el "punto de inflexión" que aquel día me aguardaba.

Entré por la puerta principal, y me dirigí a la barra, unas cuantas personas, obreros, aparentemente, se agolpaban en los taburetes entre charla, cigarrillo y café, apurando sus últimos minutos del desayuno mientras discutían el partido del día anterior. Un vistazo rápido, me permitió comprender que aquel establecimiento era una mezcla entre una cafetería, una pastelería y una panadería "Buén negocio" – Pensé yo. La decoración, acorde con el uniforme de las camareras, era de color verde claro, con unas cuantas mesas de esas altas, que necesitas un taburete de barra para tomarte el café en ellas; estaban repartidas de modo irregular a lo largo del salón de la cafetería, frente a unos ventanales enormes que dejaban ver la céntrica calle castiza que la rodeaba. El edificio donde se ubica, de oficinas en su mayoría, estaba dotado de paneles de cristales espejados que reflejaban la arboleda situada a ambos lados de la calle, y cubrían casi por completo la fachada, dejando sólo resquicios de mármol cubiertos por letreros publicitarios de las diferentes compañías que lo ocupaban.

Me dirigí al frente, hacia la barra, y tras hacerme un hueco entre la esquina del mostrador principal y la espalda de uno de los contertulios que habitaban el lugar, llamé la atención de la camarera, con uno de mis típicos "Hola!, Buenos días" . Así, de espaldas a mi, con la vista clavada en la taza situada bajo el chorro de café que salía de la máquina, advertí a una mujer de edad temprana, pelo corto y estatura mediana que, probablemente estuviese más atenta al momento justo de retirar la taza que a mi enérgico saludo, pero me equivoqué. Con un leve giro de su cabeza, mostrándome el perfil de su cara por primera vez, me miró por el rabillo del ojo mientras sostenía la taza de café con la mano, y con su dulce voz, esa voz que, como habrán adivinado, escuché igualmente por primera vez, me dijo como susurrando "Hola, enseguida te atiendo" . Me pareció una de esas frases que, cuando la escuchas, el resto de ruidos provenientes de tu alrededor se enmudecen y sólo tu eres capaz de escuchar. Helado, como fulminado por esa punzante mirada de aquellos incisivos ojos azules, me quedé en la misma posición que estaba, petrificado, ligeramente inclinado sobre la barra, con los codos apoyados sobre ella, atreviendo únicamente a girar el cuello para, con la vista, no perder detalle de cómo preparaba y servía el café de una pareja situada al otro extremo de la barra. Cuando terminó su tarea, se dirigió de nuevo hacia mi estratégica pero poco cómoda posición que me situaba algo por encima de las cabezas del resto de personas que estaban en mi lado del local, y sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre mi, como el cazador sobre su presa, y con un ligero y rápido movimiento, arqueó su espalda sobre el fregadero, acercó su cara a la mía y me dio dos besos. Fue entonces, cuando me percaté de la embaucadora fragancia que su piel desprendía y de lo cálido del tacto de sus labios, aún sobre la áspera piel de mi cara poblada de barba de tres días. Alejó su cara de la mía, me miró fijamente a los ojos y sin desprenderse en momento alguno de esa pícara sonrisa que, aún yo todavía no sabía a santo de qué venía, me preguntó "¿Eres el instalador, verdad? No pensé que enviarían a un chico tan guapo!" . Y a continuación, me guiñó un ojo.

Evidentemente, llegados a éste punto, yo no se si le atraería más de mi la inmensa expresión de panoli de mi cara o la babilla que comenzaba a chorrearme por la comisura de mis labios a consecuencia de no haber tragado saliva en los anteriores cinco minutos. En fin… Conseguí despertar, como por arte de magia de aquel trance en el que estaba sumido, cuando me di cuenta que ella esperaba una contestación "-Si, soy yo. Me han dado ésta misma mañana el aviso para que me pasase por aquí". , dije sin más. Tras las presentaciones de rigor, me hizo pasar al interior del local, donde se situaban las máquinas y hornos con los que supuse, fabricarían los alimentos que vendían. Era una nave de techos altísimos con mucha suciedad y con aspecto de vieja que, en ese momento, estaba como deshabitada. Me indicó el lugar concreto por donde debía hacer la instalación. En ese momento, una compañera suya, acudió al lugar donde nos encontrábamos "¿Has visto, Almu, qué chico tan guapo nos han enviado para hacernos la instalación?" espetó ella sin reparo alguno ante mi presencia. Ante aquello, mi cara se enrojeció débilmente. Almu , me miró, sonrió y dijo "Si, ya lo creo".

La instalación transcurrió sin complicaciones y dos horas después, ya había terminado. Entre risas y juegos, bb me miraba cada dos por tres con una mirada, cómo decirlo, extraña . Cuando al fin terminé, procedí a recoger el material sobrante, así como las herramientas que había ido utilizando, y las llevé al coche, que tenía aparcado justo enfrente del local, en la zona verde destinada al aparcamiento para residentes. "Joder, otra puta multa" me fijé en el papel ligeramente enrollado que estaba entre el limpiaparabrisas y el cristal de mi coche y que, seguramente, contribuiría a aumentar las arcas del ayuntamiento de mi ciudad. Lo retiré con resignación, abrí el maletero y dispuse el material que transportaba en mis manos cuidadosamente para no dañar mi preciado equipo de música. Cerré y volví a entrar en el local, para despedirme de las dos chicas. Advertí que ya no quedaba nadie en el local y que estaban recogiendo las mesas y fregando los suelos. Bb , estaba limpiando la barra, y en ese momento, me di cuenta que había pasado las dos últimas horas sin dejar de mirarla, no me había percatado de la estampida masiva de clientes del local, debido, probablemente a que eran ya casi las cuatro de la tarde. Me acerqué con paso firme hacia ella y, sin dejarme pronunciar una palabra, me vi "obligado" a aceptar el café que me propuso. Sirvió dos, uno para ella y otro para mí, del mismo modo que los había estado sirviendo durante toda la mañana. Salió de la barra, se acercó a mi y se sentó en un taburete a mi lado.

Los siguientes cinco minutos, los pasamos conversando de temas triviales, mediante preguntas mutuas, del tipo ¿Llevas mucho trabajando aquí? ¿Cuántos años tienes?, ¿De dónde eres?, etc… fui dibujando, como siempre hago, un perfil psicológico de mi nueva amiga, no basándome en las respuestas a mis preguntas, sino más bien el los gestos, el modo y las expresiones que utilizaba para responder. Es una manía que tengo, pero no puedo dejar de analizar a la gente cuando la conozco por primera vez. Me encanta encasillar a las personas en esquemas y plantillas diseñadas por mi, de ese modo, almacenando la información sobre la persona en concreto, sé cómo dirigirme a ella, cómo hablarle. Procuro salvaguardar en mi memoria detalles, por insignificantes que parezcan, anécdotas, fechas, palabras, jergas, expresiones, etc. De ese modo, me resulta más fácil congeniar con la gente, entrar en su "ámbito".

Como decía, bastaron apenas diez minutos escasos para elaborar "mentalmente" la ficha de mi nueva amiga. Averigüé que es de otro país, aunque por su perfecto castellano, era un dato que jamás hubiese imaginado, tiene 19 años (19 añitos… ¡¡Joder!! Es una cría!!!), vive en una población cercana a la ciudad con sus padres, su hermano y tres pájaros, tiene estudios básicos, se expresión en castellano es bastante pobre, así como su capacidad de asimilación de palabras complejas o técnicas usadas de modo común en nuestra lengua. Le gusta la diversión, las fiestas y el mundo de la noche (Claro!!, como a cualquier cría de su edad). Es extrovertida y decidida, digamos que lanzada (mmm… como diría Hommer Simpson ¡¡Mola!!). Tiene una extraña tendencia al contacto físico (roces, caricias…) que me pone nervioso y, sobre todo, le gusta la música, la buena música (Nu’metal, Metal, Heavy, etc). "Bien, vamos bién" , pensé yo.

Al margen de que al momento, nos dimos cuenta que ninguno de los dos nos interesábamos mutuamente a nivel intelectual, reconozco que la atracción física y sexual que sentí por ella, se tornaba visiblemente recíproca. Me confesó que no tenía pareja, pues lo había dejado recientemente con la persona con que estaba; una tediosa relación que duró tres años. Durante nuestra conversación, hubo otro dato que me impactó; advertí en su persona un intrigante sentimiento de libertinaje no propio en personas de su edad. Sus palabras respecto a las relaciones esporádicas en general fueron, sinceramente, conmovedoras; no pensaba yo que hubiese gente así, claro que por el mero hecho de no conocerlas personalmente, no era motivo para negar su existencia. Deduje instantáneamente que había encontrado un nuevo perfil psicológico que añadir a mi colección personal de los ya existentes. No conocía a nadie como ella, eso, quizá es lo que más me atrajo.

Casi sin advertirlo, quedamos para comer tres días más tarde, el viernes siguiente "Te invito a comer el Viernes" , me dijo. Claro, yo no pensé, ni remotamente, qué tipo de acontecimientos iban a acaecer en las semanas siguientes aquella decisión, de cómo inflexionaría aquello en mi muy cotidiana vida (pues todavía no domino bien las artes adivinatorias), y como buen hombre que me considero (joven, modestamente "normal" y promiscuo por naturaleza), acepté de buen grado aquella invitación.

Tratar de describir las siguientes 48 horas, hasta el día de mi ansiada cita, sería como describir un imposible. Se agolpaban en mi cabeza millones de pensamientos e ideas contradictorias que punzaban ansiadamente con anhelo de ser ordenadas de algún modo. Pensaba en mi pareja, a la que quiero con locura, y de la que estoy realmente enamorado, y lo comparaba inmediatamente con el intenso deseo sexual que sentí por aquella chica esa mañana, y entonces me di cuenta de conclusión tan terrible a la que había llegado.

¿Alguna vez te has preguntado qué quiere decir exactamente aquello de "Si te enamoras de una persona, lo haces de la persona en si, de el todo que representa"?. Como te decía, llegué a una terrible conclusión. Siempre he mantenido (y he sido abiertamente criticado por ello), que el sexo, representa el 50% de mi relación, el otro 50%, se lo lleva el resto. Con el sexo, englobo el físico, el atractivo, el sex apear, el erotismo, la no-monotonía en las relaciones de pareja, el morbo, la ilusión. En el resto, pongo la inteligencia, la mentalidad, las condiciones psíquicas y psicológicas, la compatibilidad de caracteres, la convivencia, el amor, por supuesto, la mutua atracción y todo lo demás. Cuando conocí a mi actual pareja, representaba para mi los valores ideales que me había construido de cómo pretendía que fuese y yo, creo que correspondía del mismo modo para ella. El caso es que ella era guapa, guapísima, delgada con un cuerpo espectacular, cuidadosa de si misma, inteligente, más de lo que jamás hubiese pensado, congeniábamos perfectamente (y lo seguimos haciendo), buena en la relación y buena en la cama, en fin, suponía mi "todo" particular. El caso es que en el transcurso de nuestra relación, que dentro de unos meses cumplirá cuatro años, ella se ha deteriorado físicamente muchísimo, hasta tal punto que, en apariencia no es ni por asomo la persona de la que yo me enamoré. Yo me considero cuidadoso de mi cuerpo y de mi salud, vigilo mi alimentación, mi peso, mi forma y cultivo igualmente mi mente, pero mi pareja no. Con esto, he ido desarrollando un rechazo subconsciente que afloró el día en que conocí a bb . Ella ( bb) , no representa nada fuera del 50% sexual, absoluta y completamente nada, pero suplió, sin yo saberlo ese mismo 50% que había perdido en mi relación.

Evidentemente, eso está mal, y yo lo se, pero no puedo negar mis instintos. Está "moralmente" mal y también está "éticamente" mal. Pero lo que más me impresionó fue el averiguar que me había estado engañando a mi mismo casi tres años consecutivos sin darme cuanta. Me sugestionaba interiormente, y lo hacía con mi pareja, a modo de quitar hierro al asunto cuando ella se sentía mal con su cuerpo, yo decía "No te preocupes cariño, a mi no me importa" o "Yo te quiero tal y como eres" . Pues no es así en absoluto, si me importa, pues yo no la quiero como es, sino como era . Y es que el cambio, ha sido radical, y los que nos conocen lo saben. Si bien es cierto que ha habido circunstancias atenuantes que han servido para disculpar parte de éste cambio, no sirven para todo, pues ella dejó de cuidarse con el tiempo, y yo no me enamoré de esa persona. Y soy consciente que las personas cambiamos, yo, personalmente, soy un fanático de los cambios, me cuesta mantener mi trabajo, mis aficiones, mi modo de vida, mi manera de vestir, mi música, todo, me gusta cambiar, pero mantengo un trasfondo que creo que todos mantenemos, es ese trasfondo el que se basa en unos valores ideológicos que cada uno tenemos de nosotros mismos, y cuando esos valores cambian, la personal cambia totalmente.

¿Y el hablar con ella? ¿El explicarle todo esto? ¿El abrir mi mente para que sepa cuáles han sido mis conclusiones, para que entienda mis motivos, para que conozca cuál es mi pensamiento? Bueno, si, es una opción, pero ante eso, yo me pregunto ¿Y cuál sería su reacción? Imagino que buena no, ¿Por qué? Pues porque la conozco, y conozco cuáles son sus reacciones y lo muy influenciable que es por las opiniones externas, en particular, la mía, y sé que su reacción, sería sumirse en una profunda depresión por el estado que ha alcanzado, porque algo tengo claro: Ella, todavía no es consciente de su estado, y lo que es peor, yo me he dado cuenta demasiado tarde.

La respuesta, no la tengo en mi mano, al menos no de momento, del mismo modo que tampoco sé cuál es la mejor forma de actuar, pues sólo conozco la mía propia. Con todo esto, aquel día, mientras iba a trabajar, mi mente no paraba de hacer lo propio (de trabajar). Recuerdo que tuve que levantarme la mañana de aquel Viernes a las cuatro y media para desplazarme hasta una población a unos cien kilómetros de la ciudad, para realizar un trabajo de informática. Era de noche, y conducía despacio (aunque no me creas, a veces lo hago), no tenía prisa. El trayecto duró aproximadamente una hora y media, y ese tiempo fue más que suficiente para replantearme toda mi relación. Sostuve los pros frente a los contras, lo bueno y lo malo de aquella decisión y no fui capaz de extraer ninguna conclusión en claro salvo las anteriormente mencionadas, lo cual, me desanimó aún más si cabe. El caso es que decidí acudir a la cita. Sobre mediodía, terminé el trabajo, tenía lo que quedaba de día por delante. Sin prisas (de nuevo), tomé el camino de vuelta a la ciudad, me dirigí derecho a la cafetería donde había quedado con ella. Llegué un poco más temprano de la hora acordada, pues habíamos quedado a las dos y media. Aparqué, de nuevo a la puerta del local. Aún sin bajar del coche, observé cómo una sonrisa pícara se dibujaba en su cara mientras que servía café a un cliente. Me había visto. Giró la cabeza y comentó algo a su compañera, que también sonrió y me miró. Yo comenzaba a ponerme evidentemente nervioso. Haciendo acopio de toda la poca serenidad que me quedaba ya a esa altura, encendí un pitillo, mientras que dejaba enfriar el coche (no fuera a joderse el turbo), apagué el motor tras unas cortas pero intensas caladas, bajé y entré en el local. Ella me dio dos besos, y de nuevo, aquella fragancia que pensaba yo, había conseguido olvidar en los últimos dos días, me recordó de nuevo dónde estaba y que hacía.

Le quedaba un poco para terminar, por lo que me tomé un refresco mientras aguardaba, eso si, fumando como un carretero. Cuando el reloj que colgaba de la pared, que tenía forma de botella del mismo refresco que había consumido minutos antes, dio las dos y media de la tarde, se fue a cambiar, mientras me lo indicaba, ya en mi lado de la barra, me acarició el brazo, y no pude dejar de sentir la misma sensación que cuando me tocó la primera vez. Erizaba mi piel, y eso me gustaba.

Cuando se cambió, salió de la habitación que había, junto a los baños, reservada para el personal. Giró por la abertura que separaba esa zona del resto del local y apareció ante mis ojos una de las mujeres más hermosas que había visto hasta entonces. Enfundada en unos pantalones azul claro tipo jeans ajustados con la típica forma de campana que tanto se llevan ahora, su cintura, estaba cubierta por una tira transparente a modo de cinturón que, de no ser por los ojales remachados con metal, no se distinguiría. Por encima, se dibujaban las caderas firmemente sujetas por un, casi inapreciable tanga que sobresalía disimuladamente por los costados color rojo intenso, del que, casi se podía adivinar la fina tela decorativa que lo recubría por los costados. En la parte superior, una pequeña camiseta de color anaranjado, sujeta a su cuello con un lazo posterior, ceñía su costado de forma exagerada, como diciéndome que mirase, porque no llevaba ropa interior alguna. Adornando el cuello, una cadena de oro con sus iniciales: Bb

"Cuídamela bien, que es una buena chica" . Como saliendo del trance en que me encontraba contemplando a semejante belleza, atendí, voz en off, las palabras de su compañera que, al girar la cabeza, entendí que me decía. Torné de nuevo a mirarla, embaucado, lo reconozco, tratando de descubrir si aquello era real o no. Parecía que, de momento, si lo era. Descendí del taburete en el que estaba sentado y me dispuse a salir del local, Bb me cogió del brazo y juntos emprendimos caminata hacia el restaurante, donde previamente ella había reservado mesa.

Llegamos enseguida, pues distaban sólo unas manzanas ambos lugares. Cuando entramos, Bb , saludó efusivamente al camarero jefe, del cual, luego me comentó, eran buenos amigos. Pedimos unos cuántos platos, de origen Italiano, para mi pasta carbonara, para ella un carpazzio de carne y una ensalada que compartimos junto a una botella y media de Lambrusco Frizzante rosado, perfecto para la ocasión. En el transcurso de la comida, no hubo un tema de conversación central que destacase. Procuré en todo momento no proponer temas harto complejos y traté de colocarme a su altura. No obstante, la conversación fue muy entretenida. Hablamos de Música, moda, coches, novios, novias, cine, teatro, televisión. Apenas pude comer. Tenía en el estómago un nudo que me impedía ingerir alimentos. Con el pretexto de que comía poco, fuimos acabando los platos principales, y regamos lo que quedó de sobremesa con más vino y unos postres a base de Tiramissú casero y café con hielo. Mi nivel de sustancias excitantes por cm3 en mi sangre, rozaba ya los límites máximos, incluso para mi. Entre el café, la coca-cola, el vino, el tabaco y demás, mi estado de nervios era difícilmente controlable. Mi mi pierna, se movía involuntariamente hacia arriba y hacia abajo, mi respiración yacía incontrolada, mis manos no sabían como colocar el resto de los brazos sobre la mesa, en cambio ella, parecía de lo más normal. Estaba sumida en una particular calma, que denotaba paz y serenidad absoluta. Hablaba pausadamente, al contrario que yo. Sus palabras, se hacían hueco en mi mente y se quedaban registradas casi instantáneamente. Estaba tan nervioso que podía recordar con suma fidelidad todas y cada una de las frases que habíamos dicho desde nuestro último encuentro.

La sobremesa, se prolongó hasta bien entrada la tarde. Debían ser sobre las seis y media, cuando decidimos pagar la cuenta, y marcharnos, pues ambos teníamos compromisos de distinta índole que cumplir aquel día. Salimos del local y de nuevo, con dos besos, nos despedimos, muy a pesar mío, pues habría pasado el resto de la tarde y de la noche con aquella persona, pero no imaginaría jamás lo que ocurriría en los días sucesivos