Relato de mi apartamento (8)

"-Ya has probado mi boca, mi coño y mis pechos, ¿Qué tal si probamos algo nuevo?-"

Después de dos días empezó a comportarse de forma arisca, aguanté tres días, pero el tercero empezó a echarme en cara una estupidez, que nunca compraba galletas cuadradas:

-¿Qué te sucede?-

-Sucede que no me escuchas, sabes que me encantan las galletas, las cuadradas y nunca me compras, eres un egoísta…-

-Cariño, te compré una caja ayer, y hoy te las has acabado, mañana te compraré más. Se que estás embarazada, pero relájate, vamos a sentarnos al sofá, y haré que te relajes un poco. Te daré unos besitos donde tu sabes-.

-Siempre me lo hechas todo en cara, claro, como estoy embarazada-.

-Cariño, ven por favor-

-No quiero, solo me quieres para el sexo-.

-Pero si es lo que más te gusta-.

-No, me gustan las galleta cuadradas-.

La cogí de la mano y la senté en el sofá, comenzó a llorar:

-¿Qué sucede? Se que no es por las galletas, llevas extraña desde hace días- pregunté alarmado.

-No me quieres, yo,…, no me lo has vuelto a preguntar-.

-¿El qué?- pregunté nervioso intentando descubrir que le hacía falta para ser feliz, no sabía que las mujeres eran tan complicadas.

-¿Qué va a ser?- dijo con cara de niña mala frunciendo el ceño- aquello que me preguntaste después de la cena romántica hace tres meses- acabó mientras me ponía morritos.

Yo seguía perplejo y agitó ante mi su mano con el anillo.

-¿Quieres casarte conmigo?-pregunté al instante esperando acertar.

-Sí -se le iluminó la cara al contestar y comenzó a besarme con la cara aun llena de lágrimas.

Asimilé que por fin era mía, que ella tampoco podía vivir sin mi, y mi corazón empezó a latir más fuerte al darme cuenta de lo feliz que era, mi pelirroja era mía. Ella misma se me estaba entregando. Era mucho más de lo que había esperado desde aquellos días del instituto.

Me desnudó y me hizo una mamada increíble, supongo que parte de que fuera tan maravillosa era la felicidad que había en mi corazón.

Luego la alcé y la apoyé contra una pared:

-¿Me vas a castigar contra la pared?-me dijo girando la cabeza hacia mi y mirándome pícaramente.

-Sí- dije levantándole la falda- pero esto no es nada, te voy a castigar cara a la pared hasta que te corras.

-¿Y como vas a obligarme a ello?-dijo sonriendo.

-Con esto- me saqué el pene y comencé a introducírselo mientras ella ponía el culo en pompa para dejar que entrara más.

-No se, no se si podrás-dijo mientras mis manos acariciaban su espalda, yo notaba como la piel se le ponía de gallina- la verdad es que es un buen argumento, muy bueno.

Empezó a gemir con cada embestida y no pudo evitar ponerse a pedir más:

-Métela más-gemía girando la cara hacia mi y poniéndose de puntillas para sacar más el culo.

-¿Más? ¿Quieres qué te castigue más?- Y la sacaba despacio y metía poco a poco haciéndola sufrir.

-Sí, por favor- gritaba, y yo se la metía más violentamente notando su coño cerrase y abrirse para mi, chorreando.

-Oh, dios mio…que pasada, esto es demasiado, normal que sea pecado-.

Mi mente comenzó a planear un pequeño juego y la cogí del cabello.

-Mmm, ¿Qué me haces?- dijo notando que cuando se la introducía le estiraba del cabello suavemente, arqueando su espalda y llevando la cabeza suavemente hacia atrás. Verla así, totalmente a mi merced me volvía loco de placer.

-¿Te gusta? – le pregunté con voz sensual y seductora con un toque dominante que no me reconocía- a mi me está poniendo a mil.

-Síííí, ¡Ah! Me excita mucho que me tengas así, nunca creí que… ¡Ah!...serías tan salvaje, mmm, va a ser que los mulatos sois los mejores amantes del mundo por genética ¡Ah!-.

Me notaba a punto, como siempre, la mano que acariciaba su espalda obligándola a estar agachada, y acariciaba sus muslos, sus pechos y nalgas, la bajé hasta ponerla entre sus piernas y comencé a masturbarla, sus pezones erectos botaban contra la pared. Comenzó a correrse manchando mi mano y mi polla que ya estaba tan húmeda que ni noté la diferencia, pero sentir sus gemidos y sus contracciones de vagina me hizo venirme, como siempre, me tenía embrujado.

Nos casamos, mis compañeros de trabajo, el que he comentado que es gay y el barbudo, fueron padrinos y testigos. Nos casamos en el ayuntamiento, no hubo fiesta, ya que Vamelia estaba de 5 meses y decía que se le notaba demasiado la tripa como para vestirse de novia, que cuando volviese a tener su figura ya nos casaríamos por la iglesia o haríamos al menos una fiesta.

Esa noche también fue inolvidable. Llegamos a casa besándonos, llevaba un sencillo traje chaqueta blanco que resaltaba sus pechos, su tripita ya era muy marcada, pero su cuerpo seguía resultando apetitoso. Se desnudó y se quedó con un sujetador blanco que le subía los abundantes pechos y los dejaba al descubierto, también llevaba un ligero blanco sujetando las medias blanquecinas, no se quitó los zapatos de tacón y se acercó a mi con su pubis que había llevado al aire toda la tarde, con apenas un mechoncito de cabello rojo adornándolo.

-¿Nos hemos casado y no llevabas bragas?-

-No sabes lo cachonda que estaba al notar el aire rozarme, tenía unas ganas de llegar a casa, ¿Te molesta? ¿Te parece una falta de respeto?-

-Me excita, me hace pensar que eres un poco guarrilla, pero lo que más me excita es que lo eres solo conmigo-.

Puso mi mano sobre su sexo y me hizo acariciarlo mientras lamía mis labios, nos acariciamos hasta caer sobre la cama, penetrándola me hizó parar:

-Es el día de nuestra boda, así que podríamos hacer algo especial-

-Sorpréndeme- dije, seguro de que lo haría.

-Ya has probado mi boca, mi coño y mis pechos, ¿Qué tal si probamos algo nuevo?-