Relato de mi apartamento (7)
-Espera- -¿Qué sucede?- -Esto no va a ser para siempre-. -¿Por qué no?- -Me buscan, lo noto, saben donde estoy. Aun puedo resistirlo, no se porque pero me dejaron escapar, y si quisieran podrían hacerme volver. -¿Quiénes?- preguntando interesado al ver que comenzaba a confiar en mi. -No puedo decírtelo, no me creerías-
-Espera-
-¿Qué sucede?-
-Esto no va a ser para siempre-.
-¿Por qué no?-
-Me buscan, lo noto, saben donde estoy. Aun puedo resistirlo, no se porque pero me dejaron escapar, y si quisieran podrían hacerme volver.
-¿Quiénes?- preguntando interesado al ver que comenzaba a confiar en mi.
-No puedo decírtelo, no me creerías-
-Por favor, te quiero-insistí, porque lo que realmente me interesaba era poder tenerla siempre a mi lado, el sexo era secundario.
-No me importa que, bueno, que me la metas, pero sospecho que esta va a ser la última vez, no quiero hacerte daño, no te encariñes demasiado de mi. Pero quiero saber que se siente cuando te penetran. Donde he estado las cosas son muy diferentes-.
-Puedo ayudarte, solo tienes que explicarme donde estuviste, ¿te secuestraron? ¿Fue una secta?- Insistí desesperado por sacarle la verdad.
-Podría llamarse secta- empezó a besarme.
-Espera- la separé de mi y seguí preguntándole- ¿Quieres volver allí?-.
-No- dijo después de unos segundos en que su rostro se entristeció, unas lágrimas asomaban a sus ojos- se que no me entiendes, no se como empezó todo, el mundo se ha vuelto borroso.
- Tranquila- dije acariciándola.
-Por favor, hazme el amor- sus ojos de gata me suplicaban, tristes y seductores, jamás había utilizado un tono tan sincero y tierno a la vez.
No pude resistirme y la besé. Mis labios besaban su cuello y sus pechos lentamente pero sin descanso. Cuando vi su rostro enrojecido por la excitación acerqué mi miembro a ella y abrió sus piernas, dejando que entrase en contacto con su piel depilada. Acaricié mi sexo contra el suyo. Con mis dedos abrí sus labios y con mi pene hice presión. Me miraba con los ojos muy abiertos, su corazón latía a cien. Noté que algo se rompía y conseguía entrar. Se mordía los labios y tenia los ojos cerrados, entonces recordé:
-¿Quieres saber que se siente cuando te penetran?- dije sorprendido- ¿Eres virgen?-.
-Te a costado pillarlo, ¿Por qué eres tan tonto?-dijo con cara de enfado y yo introduje más pene dentro de su cuerpo- ¡Ey! Eso duele, ves más despacio.
La besé arrepentido por el arrebato, lamí su cuello y pechos, mordisqueé sus orejas, intenté hacerle el momento lo más agradable posible, poco a poco fui entrando dentro de ella. Su expresión se hizo menos forzada y se relajó cuando empecé a meter y sacar mi miembro, primero a un ritmo lento, luego fui aumentando.
-No puedo creer que fueras virgen, eres demasiado hermosa, vuelves loco a cualquiera-.
-Si no fuera porque me estas haciendo gozar increíblemente te pegaba un bofetón- dijo con los ojos y boca muy abiertos mientras gemía- que me guste provocar no significa que me tire a cualquiera, quería hacerlo la primera vez con una persona a la que amase-.
Y diciendo esto apartó la mirada de mis ojos, siguió acariciando mi espalda y apretando mi trasero para que la penetrase más profundamente. Yo estaba cada vez más maravillado por lo que estaba descubriendo, solo deseaba correrme dentro de ese cuerpo que sabía mio por primera vez y sospechaba que mi amor era correspondido. La besé y levanté sus piernas colocándolas encima de mis hombros, entrecerró los ojos y empezó a gemir más fuerte, preguntándome que hacia:
-¡Me estás volviendo loca!-
-Eso intento- dije jadeando, estaba apunto de correrme, mi pene entraba totalmente y mi embestidas se aceleraban sin remedio. Su vagina y vientre empezó a estremecerse extendiéndose al resto de su cuerpo:
-Ya llego, me corro - dijo arqueando la cabeza sensualmente.
Yo embestí más fuerte deleitándome al verla entregarse y comencé anotar como no podía más. Empecé a correrme:
-No puedo aguantar, te sigo - comencé a inundar su interior notando aun sus contracciones en su vagina. Me abracé a ella besándola.
Esperé unos segundos a separarme de ella y ponerme a su lado. Se medio tumbó encima de mi, cogiéndome la mano.
-Te quiero- dijo y se durmió.
Sonreí y me quedé muy quieto, acariciando su cabello con mi mano vacía.
Me sentía completamente feliz. Amanecía y agradecí que fuera sábado. Me dormí al rato.
Al despertar ella seguía a mi lado. No pude evitar besarla por todo el cuerpo. Se despertó:
-Me haces cosquilla- dijo riéndose.
Seguí con mis besos y caricias, hasta que nos levantamos a desayunar, ya eran las 6 de la tarde.
Dimos un paseo por un parque sin parar de meternos mano, los ancianos nos miraban mal, nosotros nos reíamos felices.
En casa le bajé las bragas y comencé a besarle entre las piernas deseando su flujo. Luego la apoyé contra la pared y enganchando sus pies a mi espalda comencé a penetrarla. Pronto me cansé y me la llevé al sofá, donde seguimos, pero ella se puso encima de mi.
-¿Te dolió mucho ayer?-pregunté.
-Si, pero merece la pena-dijo sin parar de moverse sobre mi- apenas fueron los primeros segundos, luego el placer fue más intenso. Y ahora solo deseo tenerla dentro.
Comencé a moverla por las caderas para clavársela más y ella se arqueó hacia atrás dejándose llevar:
-Tranquila, no te voy a dejar escapar, si te quedas conmigo te juro que voy a clavártela mejor que nadie-.
-¿Cómo voy a saberlo si solo lo he hecho contigo?- dijo irónica.
Yo volví a hundirla mientras la acariciaba y besaba, entonces aceleré el ritmo.
-Te aseguro que no te hará falta comprobarlo- dije mientras veía como se corría.
Verla en tal estado de éxtasis me obligaba a correrme y eso hice.
Pasamos así días, luego semanas, y al pasar mes y medio la noté extraña:
-Tenemos que hablar- me dijo muy seria.
Me senté con ella en el sofá, cogiéndola de la mano temiendo que hubiera decidido irse:
-Hace dos semanas que debería haberme bajado el periodo- dijo sin rodeos.
Debió notar mi cara de alivio porque frunció el ceño:
-Te acabo de decir que puedo estar embarazada-.
-Te acompañaré al ginecólogo- dije sonriendo.
-Tu eres bobo- me dijo enfadada.
-Y tu tonta, te estoy diciendo que te acompañaré al ginecólogo y por si no te ha quedado claro lo que esto significa, te voy a recordar que te quiero. Quiero tener un hijo contigo, no hemos usado condón, así que esperaba esto desde hace tiempo.
Su enfado se fue diluyendo, se sonrojó suavemente y comenzó a besarme.
Deseaba ese hijo, pensaba que eso nos uniría más y haría que ella no se marchara.
Resultó que estaba embarazada, estuvimos hablando sobre que hacer, yo le dije que se casara conmigo. Ella se negó, no entendí muy bien el porqué.
La invité a una cena romántica, a los tres meses de estar embaraza, los primeros meses había tenido demasiadas nauseas y no salíamos a penas, y al salir del restaurante la llevé a la playa, allí me arrodillé y le pedí que se casara conmigo, ella se agachó llorando, dijo que no podía, le di el anillo y le supliqué que al menos se comprometiese conmigo, lo aceptó con el rostro lleno de lágrimas, pero vi que lloraba de felicidad.
-¿Por qué no puedes casarte conmigo?-
-Tengo miedo, no quiero marcharme, pero si vienen a por mi no podré hacer nada, tu me has devuelto las ganas de vivir y parar huir de ellos la única salida es la muerte-.
Se me heló el corazón al volver oírla hablar de quien la secuestró. La abracé.
Me besó y comenzó a acariciarme, tumbado sobre la arena ella se tumbó encima de mi subiéndose el vestido y bajándome el pantalón, se quitó las braguitas y comenzó a penetrarse con mi verga. Se alzaba el cabello con las manos y movía dulcemente sus caderas. Hicimos el amor hasta quedar exhaustos. Luego nos tumbamos a oír las olas chocar. Llegamos a casa al amanecer.