Relato de mi apartamento (2)
Transcurrieron 15 días hasta que volví a verla.
Transcurrieron 15 días hasta que volví a verla, era una noche de sábado, había estado hablando con el jefe de escalera en un bar próximo y me había comentado que una chica había alquilado el piso de encima del mío. Me dio un vuelco el corazón cuando comentó:
-Era una preciosa chica pelirroja, muy pálida, se notaba que el color de su pelo era natural-.
No supe que preguntarle, pero tampoco el tenía más información sobre ella, puesto que es una cotorra y si hubiese sabido algo más me lo hubiese dicho.
Llegué a mi casa a las nueve de la noche y después de cenar me decidí a bajar la basura.
Al llamar al ascensor y entrar noté que alguien más salía de su piso, no me equivoqué. Fue cerrar la puerta y el ascensor comenzó a ascender hasta el piso justo encima del mío. Abrió la puerta la joven pelirroja del otro día, la chica con la que tanto había soñado en mi época de colegio. Entró con la bolsa de basura en la mano y sin apenas observarme.
-Hola dije con voz patética por el nerviosismo, sin saber de donde surgía esa fuerza para hablarle.
-Hola dijo sin girarse si quiera a mirarme.
-¿Ha que piso vas? pregunté rojo y desesperado por darle conversación y no quedar como un estúpido.
Ella apretó el cero mientras se giraba hacia mí, consiguiendo que el espacio dentro del ascensor me pareciese cada vez más pequeño. Miró mi mano que sujetaba la bolsa de basura y levantó la suya levemente, arqueando las cejas irónicamente:
-¿Tu que crees? Llevas una bolsa de basura como yo, supongo que también te dirigirás al cero y se quedó mirándome con tranquilidad. Yo le dirigí una tímida sonrisa y me sonrojé aun más. Decidí que callado estaba más guapo y me quedé observándola de reojo; llevaba una camiseta holgada de tirantes anchos y uno de ellos le caía a mitad brazo mostrando un hombro desnudo ¡No llevaba sujetador! Sus piernas pálidas apenas ocultaban sus raíces en unos pantalones cortitos, y los pies llevaban unas chanclas de dedo, iba completamente de negro. El pelo estaba recogido en una coleta baja, dejando mechones sueltos delante de su marfilada cara. Había dejado de mirarme y observaba los números por donde decía el ascensor que estábamos pasando. Paró y ella empujó la puerta, con mi nerviosismo le roce el trasero con el dorso de la mano, temí que se girara y me abofetease, pero no hizo nada.
Llegamos juntos al contenedor y levanté la tapa, tiré mi bolsa y ella hizo lo mismo, solo que al levantar los brazos la camiseta de ella también se levantó mostrando la parte de debajo de sus pechos, piel fina y tersa con la mitad del pezón rosado a la vista. Un pezón pequeño pero de un color rosa intenso que destacaba ante una piel blanca. Volvimos a subir al ascensor, yo temí que al pasar por su lado notase el ligero bulto en mis vaqueros, así que al intentar entrar de perfil por su lado roce con mi hombro su pecho y noté el contacto de su duro pezón solo un instante. Esto aun me excitó más:
-Perdona dije enrojeciendo con temor.
-No importa y siguió mirando los números de los pisos que anunciaba el contador del ascensor. Estaba situada de tal forma que la veía de perfil, así que al mirarla de reojo noté que los pezones se le marcaban en la camiseta, y el vello en los brazos se le había puesto de gallina. Pensé que quizá me había reconocido, pero enseguida deseché la idea, ya que en el colegio yo era más bien alguien poco conocido y ella en cambio solía ir con el grupo de los famosillos. Bajé en mi piso y le di las buenas noches, ella me sonrió y desapareció con el ascensor hacia el piso superior.
Fue entrar en casa y pensar lo estúpido que había sido, se me ocurrieron miles de preguntas que podría haberle hecho para trabar amistad con ella, y quizá, hubiese logrado que me reconociese.
Mientras, notaba mi pene duro como un volcán a punto de estallar, me tumbé en el sofá y me desabroché el pantalón. Me acaricié el pene de arriba abajo con la mano derecha, con la otra mano acabé de quitarme el pantalón. Decidí irme a mi cuarto a masturbarme mejor, cogí papel del baño y me tumbé sobre la cama imaginando que ella me acariciaba y que luego se desnudaba para mi, acercándose a mi cuerpo y
¡ÑAC!
Me quedé parado, ¿Qué era ese ruido? Miré extrañado a mí alrededor.
¡ÑAC!
Volvió a oírse, afiné el oído y me quedé quieto. Poco a poco comencé a oír suspiros muy lejanos aumentando de volumen. Y el ruido se hizo más continuo y fuerte:
¡ÑAC!
¡ÑAC!
¡ÑAC!
¡ÑAC!
¡ÑAC!
¡ÑAC! ¡Era el ruido que hace el muelle de una cama cuando saltas sobre ella! O haces otras cosas .Y por los suspiros, que ahora se habían convertido en jadeos alternados con gemidos, alguien en el piso de arriba se lo estaba pasando muy bien. "Quizá está haciendo gimnasia" traté de controlar mi imaginación con este pensamiento pero:
-¡Más, más, así! Mmm ¡¡¡Más, más fuerte, mmm, me encanta!!!
Esto fue demasiado para mi, empecé a meneármela con las dos manos, con un ritmo frenético mientras imaginaba que tenía a mi vecina sobre mi mientras la penetraba.
-¡mmm! ¡Me corro! ¡AH! ¡AH! ¡Ah! Ah, ah -Esto oí gemir a la preciosa pelirroja, amortiguado por las finas paredes, haciendo que me corriese. Intenté no gemir de placer para no ser escuchado también por ella, pero me fue imposible:
-¡Ah! Grite sin control dejándome llevar por el placer.
Acabé agotado de tal manera que me quedé quieto en la cama intentando relajar mi imaginación y cuerpo, entonces lo oí, unas risas entre cortadas, y luego unas grandes carcajadas. ¡Me había oído! Pensé que al menos no estaba enfadada por haberme aprovechado de sus gemidos de placer mientras se masturbaba.
No pude aguantar más el cansancio y me dormí.