Relato corto de un polvo

Estábamos de limpieza en casa, cuando...

El otro día, estuvimos mi marido y yo, colocando cosas en casa; separamos las que no usamos tan frecuentemente para llevarlas al ático. Le dimos el último repaso, separamos lo que subíamos, cogimos un par de cervezas y subimos.

Llegamos al ático y empezamos a colocar lo que había para dejar sitio a lo que llevábamos; lo colocamos y pusimos las cosas que subimos. Cuando acabamos lo que habíamos ido a hacer, nos sentamos en el suelo: abrimos las cervezas y hablamos de lo grande y espacioso que había quedado.

  • Ya sé donde vamos a venir a follar, aquí no nos oye nadie.- Se me ocurrió decir.

Me miró con cara de "te falta un tornillo" y siguió mirando a su alrededor y bebiendo cerveza. Al rato... miré hacia él, le agarré la barbilla, acerqué mis labios a los suyos y pasé mi lengua por el contorno de éstos. Luego intenté separarle los labios con mi lengua y le di un suave beso; al que él respondió con un morreo en toda regla. Le acaricio la entrepierna y se pone a 100. Con el pie cierra la puerta y mete su mano por mi pantalón buscando mi placer. Me separa las piernas, me baja un poco el pantalón y mete dos dedos en mi chochito. Ante la situación y el placer que aquello me estaba produciendo, me lancé a por su polla para chuparla como si fuera una piruleta, pero con más ganas. Me levanta la camiseta y se pone a jugar con mis pezones, mientras yo sigo chupando mi caramelo. Nuestros gemidos sonaban al unísono, eran ensordecedores y apasionados. Me cogió por la rodilla, la levantó un poco y de un solo golpe se introdujo su polla en mí. Aproveche para morderle las tetillas y jugar con sus pezones; mientras él jugaba con mi clítoris. Nos corrimos entre los deliciosos jugos y los gritos y gemidos de placer.

Nos levantamos y me apoyé en la estantería: él me cogió por la cintura y dijo: "prepárate para disfrutar, cariño". Volvió a metérmela y comenzó a bombear ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! y a la vez que bombeaba volvía a excitarme el clítoris, mientras yo estiraba mi mano para poder acariciarle los testículos. Esta vez los gemidos duplicaron a los anteriores, lo que hizo que la velocidad del acto se acelerara: ah!!! ah!!! ah!!! aquellos movimientos, aquella circunstacia estaban provocando un placer inmenso he intenso lo que hizo que el placer se duplicara.

Ante la atónita mirada de los vecinos, bajamos, entramos en casa y con una pícara mirada, nos volvimos a besar.