Relato 5
Espués de llegar a tu casa y tocar el timbre, me recibes y me haces pasar a la sala, donde nos quedamos conversando un buen rato, nada importante solo pasando un rato tranquilos, nadie nos va a molestar...
Después de llegar a tu casa y tocar el timbre, me recibes y me haces pasar a la sala, donde nos quedamos conversando un buen rato, nada importante solo pasando un rato tranquilos, nadie nos va a molestar, estaremos solos todo el fin de semana, me ofreces algo de comer o de beber y de momento te digo que no, que no tengo hambre y seguimos conversando, todo parece ser que será un fin de muy tranquilo, pero pasado un momento insistes con lo de comer, lo que me hace pensar que algo tramas, pero nuevamente digo que no, vuelves al sofá, tomados de las manos nos besamos y nos acariciamos, todo con mucha calma, sabiendo que somos los dueños de nuestro tiempo. Pasan y pasan los minutos entre conversaciones besos y caricias, luego de un rato empiezas a pasar las manos por donde alguna vez ya has estado pero hoy, hasta el momento no se había repetido, no es que me extrañe ni me asuste, al contrario me gusta, y me anima a seguir tu iniciativa. Poniendo mis manos debajo de tu ropa sobre tu vientre, acariciándote por los lados, y en ocasiones subiendo lentamente pero con seguridad. La tensión se va relajando, y el entusiasmo toma posesión de nuestras manos que ya disimulan su misión, dándose protagonismo en la pasión de nuestro encuentro. Tus manos recorren mis abdominales hasta mi pecho, las mías repiten las tuyas, pero se enfocan mas en tus pectorales, los cuales me demuestran lo que disfrutan por los movimientos constantes de sube y baja y por la erección de los pezones que ya nada lo puede disimular, esa erección que también es la mía, pero reflejada en mi entrepierna. Nos dejamos llevar una vez más, como tantas veces nos hemos dejado llevar en nuestros encuentros furtivos y esporádicos, liberándonos de esas prisiones textiles a las que nos sometemos diariamente, pero que esperamos que el otro nos libere, lentamente te quito la camiseta y el sujetador, tú haces lo mismo con mis pantalones y zapatos quedándote de rodillas frente de mi entre mis piernas, me besas o más bien me lames mi estomago suavemente mirándome, apoyas tus manos en mis piernas acariciándolas, acercándolas y alejándolas pasando por sobre mi bóxer que demuestra una gran presión desde debajo, mientras me miras le das un beso largo a ese bulto palpitante, haciéndome casi levantar por la excitación que me produces, entendiendo mi mirada de suplica me retiras el bóxer, y ahora si lo haces sin ninguna barrera que te pueda molestar, lo recorres lentamente desde abajo hasta arriba, sintiendo como se llena de sangre, mirándome cada vez que lo haces, lo adentras a tu boca, entregando su humedad y calor, y sientes que su dureza se ya está en el máximo, ahora solo queda disfrutar de lo preparado, sigues y sigues repitiendo una y otra vez , será por el placer que ves en mi o será que realmente te gusta, no importa lo que importa es que los dos disfrutamos. Pasado un tiempo, te levantas, y mirándome como si fuese un desafío para que te quite los pantalones, accedo a ello y sin perder tiempo lo hago acompañándolos con tus braguitas, que caen al suelo, y con un movimiento de pies te los quitas completamente, luego sin decir nada, me empujas y te montas sobre mí, sentándote directamente sobre mi pene erecto, la entrada fue precisa y sin pausas, debió ser a tu humedad, aunque más que eso era casi un rio lo que tenias entre las piernas, totalmente mojada. Comienzas a moverte hacia arriba y hacia abajo, delante detrás, en círculos, mezclando movimientos, variando en velocidad y en intensidad, coges mis manos y las llevas a tus pechos haciendo que los apreté los junte y de manera voluntaria los llevo a mi boca, lamiéndolo, besándolos, mordiéndolos, no es primera vez que lo hacemos, pero cada encuentro es un mundo nuevo que descubrimos juntos, y nos gusta. Cuando ya vemos que lo que hacemos no nos puede dar más placer, cambiamos de posición, ahora eres tú la que está en el sofá. Pero en vez de apoyar tus nalgas es tu espalda la que hace contacto con él, separando tus piernas, me invitas a que entre en ti, mirándome directamente a los ojos, pero a la vez entrecerrándolos, quizás sea para sentir más el contacto, pienso yo. L a entrada a tu cuerpo es constante, rítmica y profunda, siento que tu cuerpo se arque cada vez que te penetro, y ese sonido que se escapa cada vez que nuestros cuerpos se unen, que parecieran que los dioses de alguna parte lejana nos aplauden, me hace dar más fuerzas y ganas en la tarea. Ahora eres tú la que te tocas los senos, apretándolos y acariciándolos según el movimiento que se reflejen en ellos, esta imagen me excita de sobre manera, si cabe más, lo que conlleva a que acelere mis embestidas haciéndolas más frecuentes y profundas, nuestros suspiros dan pasos a gemidos cada vez más fuertes y prolongados, quizás sea una manía mía pero te cambio de posición, y te pongo a gatas sobre el sofá, entregándome una espectacular visión de tus entradas, y te vuelvo a penetrar esta vez desde atrás, lo que significa nuevas sensaciones para los dos , nuevos gemidos y suspiros mas y mas fuertes, tu voz escapa de tu boca y me dice que siga, que no pare, que te gusta así , que quieres mas, aunque nunca se me había pasado por la cabeza aquella idea, te hago caso, y continuo entrando y saliendo, a ratos de manera constante y rítmica, en otras con una rapidez que no es normal en nuestros encuentros, y en otras mezclando todo . Es una sensación única el poder disfrutar de tu entrega, de tu cuerpo… de ti. No sé cuanto más podre resistir es todo tan intenso, tan especial, que si fuese por mi desearía que no acabara nunca, pero lamentablemente (o no ) todo tiene un final y el de mi interior ya se acerca, yo lo sé, tú lo sabes pero no podemos hacer nada más que sentirlo , acabo dentro de ti, expulsando todo eso en lo que habíamos trabajado, es un escape como el que no había pasado nunca intenso , largo, y con una cantidad que nos impresiona a los dos, tu lo recibes al mismo tiempo en que me entregas tu placer , nos corrimos los dos de una manera que cualquier pareja nos podría envidiar. Caemos los dos sobre el sofá, cansados y abrasados, aun nos cuesta respirar pero nos deja un sonrisa que nadie absolutamente nadie nos quitara por mucho tiempo.