Relación Canalla (2)

Continuación de la "Relación Canalla" publicada el 10 de Junio de 2003.

RELACION CANALLA (II)

(Continuación de la "Relación Canalla" publicada el 10 de Junio de 2003)

Nota del autor: Para conocerme y saber más de la relación que mantengo con mi hermana sugiero leer la primera parte del relato... Espero que os siga gustando.

CAPÍTULO VIII – LA DECEPCIÓN

El tiempo fue pasando. Almudena y yo nos fuimos distanciando a pesar de follar como locos al menos dos veces por semana. Un día que andaba yo caliente por casa, medio desnudo y con una buena empalmada cuando oi como mi hermana estaba hablando en el recibidor de la puerta de entrada con un tipo de voz ronca. Pensé que sería cualquiera y me escondí.

Una vez Almudena pasó sola al salón le pregunté quién era el tipo ese del que se había despedido. “Nadie. Un amigo”, respondió. De repente una presión fuerte en el bajo vientre me avisó de que estaba teniendo un ataque de celos. Fui a mi cuarto a cascárme una paja pero no podía concentrarme en nada más que en el hecho de que mi hermana me estaba siendo infiel. Salí del baño muy mosqueado directo a la discusión con ella. Abrí la puerta de su cuarto de un golpe y la pillé desnudándose. Solo le quedaba puesto el sujetador (ese rosa con encaje que me encanta). Su coño estaba más depilado de lo normal y me quedé mirándola con cara de asco.

“O sea, que te has echado novio y a mi que me zurzan, ¿no?”... grité desesperado. “No es mi novio”, dijo ella. “Solo es un amigo... nos metemos mano y nada más. Te lo juro”. Entre el cabreo y la decepción me acerqué a ella. La tomé de un brazo para darla la vuelta y la obligué a agacharse. La visión de su culo duro me empalmó de nuevo al instante. “Qué haces... espera, me vas a hacer daño”, forcejeaba ella sin muchas ganas. Seguramente pensaba que tendría el chocho lo suficientemente lubricado para que no la doliera. Pero mi pensamiento era otro.

Coloqué mi rabo duro en la entrada de su culo y lo empujé con ganas. Me dolió mucho, muchísimo. Pero ella se retorció y calló al suelo llorando. “Hijo de puta”, gritaba. Yo pensé “así no tendrás ganas de sentarte en unos días”... Me fui a mi cuarto y me cerré por dentro. Mi dolor no se pasaba y pasaron unas horas hasta que pude mastubarme y así concluir un día triste en nuestra relación.

CAPÍTULO IX – DE NUEVO A LA CARGA

Pasaron varias semanas hasta que Almudena y yo volvimos a mirarnos a la cara. Todo apuntaba a que tendría que ser yo el que pidiera perdón. Sin embargo, fue ella la que entró un día en el baño mientras me duchaba. Fue directamente a mear y al terminar se desnudó del todo y entró conmigo.

“Oye, hermanito, hemos sido unos tontos dejando que pasara esto”, me dijo. Yo asentí mientras empezaba a mojarla con la ducha y enjabonarla. “El caso es que he pensado que podemos pasarlo muy bien con ayuda de mi amigo”, prosiguió. El caso es que ella pensaba que me excitaría verla excitando a Carlos, como se llamaba el capullo aquel. Yo accedí a conocerle a la semana siguiente, fecha propuesta para nuestra fiestecilla particular.

Carlos era un tipo normal, un poco espigado pero normal. Cuando llamó a la puerta no tenía ni idea de que mi hermana le abriría con un camisón que transparentaba sus pezones erectos. “Ah, hola”, dijo él nervioso. Yo aguardaba sentado en el salón viendo la tele como si nada. “Hola, encantado”, le dije. Y se sentó a mi lado muy cortado por la excitación de cómo le había abierto Almudena. En pocos minutos mi hermana volvió a aparecer con el mismo camisón y se sentó en un sofá de una plaza que queda enfrentado cara a cara con el que estábamos usando nosotros y comenzó a hablar con Carlos. Yo hacía que no la miraba pero de vez en cuando observaba como ella entreabría sus piernas dejando ver su coño sin depilar. También se echaba para delante dejando ahuecarse el camisón y poder apreciar así sus tetas de ensueño.

A esas alturas Carlos debía esta más que cachondo y empalmado así que Almudena decidió dar un paso más. “Hoy me apetece hacer el amor contigo. Nunca lo hemos hecho y ya me pica la curiosidad”, dijo delante del chaval que se puso rojo como un tomate. “Pero que está aquí tu hermano, tía, no digas eso así” dijo el para intentar relajar la situación.. Yo le hice un gesto de que no me importaba. En eso que Almudena se abre totalmente de piernas y dice mirando su coño peludo: “Uy, tendré que arreglarme este desastre de pelambrera si quiero que me lo comas como dios manda”. Se levantó y se fue al baño a depilarse un poco. Carlos me miró con los ojos temblorosos, “¿Es siempre así?”, preguntó. “Así, ¿Cómo?”…. rebatí. “No sé, tan liberal”… A mi me sonó a que la estaba llamando puta por la cara y no se lo negué. Era parte del juego. “Ya ves, nos salió un poco zorra la niña, pero es buena gente”, dije sonriendo.

Al rato salió Almudena con todo el coño depilado… “Umm”, pensé que me iba a poner las botas en los próximos días. Sus labios asomaban insultantes mirándome a los ojos. Carlos se quedó pálido. “Vamos a mi cuarto y fóllame”, le dijo al pobre chico que no sabía donde meterse. El caso es que se levantó y se fue directo a la puerta dispuesto a largarse. Bajo su pantalón se adivinaba una empalmada brutal. “Estáis locos” fue lo único que dijo antes de marcharse. Aquella tarde Almudena y yo nos descojonamos de lo que habíamos hecho y acabamos follando como nunca. El habérselo depilado del todo le hizo estar más caliente de lo habitual y se lo estuve comiendo durante media hora antes de que se corriera en mi lengua. Nunca más supimos nada del tal Carlos.

CAPÍTULO X – MOMENTOS EXHIBICIONISTAS

A los pocos días ingeniamos una manera de ponernos cachondos fomentando nuestra mutua vena exhibicionista. Hacía ya calor de verano y salimos a la calle a buscar en otro barrio un parque que nos permitiera realizar nuestra nueva fantasía. El plan era sentarnos en un banco los dos y esperar a que alguien fuera a pasar por delante. Si era alguien mayor no hacíamos nada pero si era algún quinceañero chico, Almudena se abría de piernas delante de él como por despiste mientras seguía hablando conmigo. Lógicamente, la muy guarra no llevaba bragas así que los agraciados la verían todo el coño al viento. Por el contrario, si era una quinceañera chica, yo me ponía de pie y disimulaba mear con la polla bien dura como si no me diera cuenta que alguien pasaba mientras seguía hablando con mi hermana como si fuera mi novia.

Las estadísticas que encontramos haciendo eso en un parque muy alejado de nuestra casa (tuvimos que coger tres transportes diferentes) fueron abrumadoras. De 16 chicos, 14 la miraron el coño durante más de dos segundos mientras siguieron andando. Uno se detuvo un instante y la miró durante un rato disimulando haberse perdido. Otro no miró ni se dio cuenta. Pobrecito. De 22 chicas tan solo 11 miraron más de dos segundos mientras siguieron andando. Cinco, al darse cuenta, miraron para otro lado como queriendo evitar verme la polla. Cuatro, no parecieron darse cuenta pero lo mejor de todo es que dos, que caminaban juntas frenaron su marcha, se dijeron algo entre ellas y después miraron a Almudena para decirla “Dile a tu amigo que está enseñando la polla a todo el que pase”, a lo que Almudena respondió, “¿Y os ha gustado vérsela?”… Tras unos segundos las chicas afirmaron haberse excitado un poco a lo que Almudena replicó… “Por cierto, no es mi amigo, ni mi novio… es mi hermano”. Las dos chicas se fueron murmurando algo muy sorprendidas por nuestra actitud.

Aquella misma tarde, en aquel mismo parque, una vez empezó a anochecer, mi hermana me pidió que en mi objetivo número 23 eyaculara cuando la joven me mirara y a cambio podría follármela en el banco cuando me recuperara. Yo accedí. Y Así fue, pasaba una joven rubia, no muy guapa, más bien gordita y con cara de no haber tenido relaciones con un chico en su vida. A mi no me gustaba esa piba para que me mirara pero mi hermana me obligó. Así lo hice. Ya la tenía muy dura y a punto de estallar desde hacía unos minutos cuando la vi acercarse. En eso que me levanto y me escondo tímidamente tras un árbol. Justo al pasar por delante de mi hermana oigo, “Perdona, joven, ¿tienes hora?”. Almudena se había puesto a hablar con ella la muy salida. El caso es que eso me dio tiempo para recolocarme de manera que me viera mejor y así, con la polla morada y más gorda que nunca por aguantarme tanto tiempo empecé a regar el césped de blanco chorretones bajo la mirada sorprendida de la chica. La miré a los ojos mientras me invadía el orgasmo y no pude evitar soñar con follármela aunque no fuera mi tipo. Le dio la hora muy colorada y se fue acelerando el paso. “Imagínate el dedo que se va a hacer esta noche pensando en tu polla corriéndose”, me dijo mi hermana mientras se desabrochaba el sujetador bajo la camiseta y se lo quitaba.

Me senté y mi verga seguía dura como una roca sin mucha intención de descansar así que mi hermana se agachó un poco, limpió las gotas que aun pendían de mi rabo y se sentó encima de mi pasando las piernas por el hueco del banco. Con gran habilidad se la metió hasta la base y empezó a moverse muy despacio para que no se notara. Sus tetas se marcaban bajo la tela y comencé a mordisquearla los pezones. A aquellas horas muy poca gente pasaba por allí pero los pocos que lo hicieron pudieron contemplar como follaba una pareja en un banco sin importarles sus espectadores.