Reinicio
Aunque siempre pensé que Las decisiones de Blanca sería un solo relato, al final han sido tres: Las decisiones de Blanca. Los fantasmas del pasado. Y por último y creo que con esto termino: Reinicio. Para los que no han leído la historia, os aconsejo que en mi perfil leáis los primeros relatos para así entender este último. Espero que sea de vuestro agrado.
Ana y yo nos encontrábamos en el club de intercambios donde solíamos ir todos los fines de semana y algún que otro día entre diario. Las cosas habían cambiado mucho desde que ella apareció de nuevo en mi vida y decidimos casarnos muy enamorados, sobre todo yo, iniciando una vida en común, en principio, algo más liberal.
Pero lo siento, había llegado a un punto en que esto ya era imposible asimilarlo. Estábamos en ese club, en una habitación con tres parejas más. Ana estaba siendo doblemente follada y otro tío le metía su polla en la boca hasta el estómago. Yo veía esa escena sentado en un confortable butacón, mientras una de las mujeres, pareja de uno de esos hombres que se follaban salvajemente a mi mujer, me hacia una felación, admirando mi polla.
Pero no, yo me daba cuenta de que por mucho que me dijesen que era bueno, y que yo follaría con muchas mujeres, no me excitaba al ver a mi mujer así y que alguien intentase estimularme para hacer lo mismo con esa chica que notaba que algo no funcionaba, era la respuesta de mi cuerpo y mente a esa visión. Había intentado abrir mi mente, ser más liberal y no tan controlador…¿controlador…¡¡YO!!? Pero esta relación había tomado un cariz muy diferente, cariz que no me gustaba y solo deseaba lo que siempre quise en una relación con una mujer, que ella y yo tuviésemos una monogamia sexual y esa sensación se hacía más fuerte cada día que pasaba.
Ana explotó en un orgasmo arrollador que la dejó rota, pero esos tres no se habían corrido y la siguieron utilizando. Ya en una ocasión, asustado por la brutalidad y la dureza por cómo se la estaban follando dos tíos y los gritos que metía Ana, quise apartarlos y la bronca que me montó delante de todo el mundo y que me dejó en ridículo, hizo que estuviésemos sin hablarnos un mes.
No aguanté mucho más viendo ese espectáculo, me levanté y excusándome con esa mujer, salí de esa habitación, me vestí y me fui a la barra a tomar algo. Al cabo de las tres horas, cansado de esperar, me acerqué a esa habitación y ya no quedaba nadie. Busqué por todo el local y de nuevo lo había vuelto a hacer. Escondida entre la gente salía por la puerta con sus acompañantes camino de la casa de alguno donde se pasarían follando el resto de fin de semana, pero sin contar conmigo.
Apareció el domingo por la noche, le costaba trabajo caminar de lo escocida que vendría. Saludó sin afecto, ni un beso, ni un abrazo, nada. Sé que subió a nuestra habitación y se preparó un baño relajante que la dejase sin huella de la cantidad de corridas que llevaría sobre todo su cuerpo, incluso en su interior, era insultante y al igual que ocurrió con Blanca, yo consentí eso.
Pasada una hora me llamó, subí a nuestra habitación y la encontré tendida en la cama bocabajo. Me miró dolorida y me dio un tubo de pomada que le recetó el ginecólogo para aliviar las irritaciones producidas por "frotamiento continuado". Cuando se puso en cuatro mostrándome su culo y su coño se me pusieron los pelos de punta, incluso pensé que mejor sería ir a urgencias, se habían ensañado bien con ella y toda la zona estaba en carne viva. Aunque le insistí, me dijo que no era necesario, que ya había pasado por algo parecido en muchas ocasiones y esa pomada le hacía mucho bien.
Avergonzado de mí mismo por compartir y permitir eso le di esa pomada por toda su zona vaginal externa e interna y su ano. No quise ni preguntarla, pero seguro que no habían utilizado preservativo. De hecho de su vagina todavía salía un líquido transparente algo blancuzco, que imagino que sería semen. Mi estado de ánimo, mi dignidad como persona marido y hombre, nuevamente estaban por los suelos y me costaba pensarlo, incluso me asustaba, pero lo que me unió a Ana, ese sentimiento, ese cariño, había desaparecido debido a su cambio de actitud hacia el sexo y hacia mí.
—Ana, ¿recuerdas por qué tú y yo terminamos juntos? ¿Por qué nos enamoramos?
—Claro que lo recuerdo, fue a raíz de lo que te hizo Blanca. —Respondió Ana con seguridad.
—Lo de Blanca en comparación con lo que tú me estás haciendo a mí, era un juego de niños.
Ana se sentó sobre la toalla que llevaba y recogió sus piernas abrazándolas, mientras me miraba muy seria.
—Luis, ¿qué me quieres decir? ¿Qué es lo que ocurre?
—Te estoy diciendo que esto tiene que terminar. Ya no lo soporto más, tú haces tu vida aparte de la mía y te recuerdo que somos marido y mujer y que prometimos unos votos que no se están cumpliendo.
—Cariño, si lo dices por lo de este fin de semana, pensé cuando nos fuimos que tú ya te habías ido.
—No seas cínica Ana. Estaba en la barra tomando algo, era imposible no reparar en mí. Te esperé durante tres horas, sería muy difícil no verme, estaba prácticamente en la salida. Tú te mezclaste con un grupo de gente y te escabulliste, como has hecho muchas otras veces, sabes que esta no es la primera ni será la última vez. No respondiste ni a mis llamadas ni a mis mensajes, nada durante dos días, ¿lo ves lógico? ¿Crees que tu manera de actuar es la correcta? ¿Qué hay detrás de esos encuentros para que yo no pueda estar presente?
—Quizás no quiera causarte dolor cuando veas en lo que me convierto. Soy una puta, una ninfómana, una guarra que se deja follar por todo aquel que se lo pide. Este fin de semana me han follado no menos de doce hombres…al…algunos sin preservativo, y otros han repetido hasta tres veces. ¿En serio quieres ver eso?
—Ana, nuestro matrimonio está a un paso de terminarse. Si necesitas ayuda te la proporcionaré, y creo que te hace falta, mucha, mucha falta. Necesito a mi mujer, con la que me casé y de la que estaba enamorado. De todo aquello que hablamos antes de casarnos y lo que me propusiste para convencerme de llevar una vida más liberal, no queda nada, eran solo palabras y tú estás equivocando lo que me propusiste en su momento con lo que haces ahora.
—¿Y qué te propuse? Si puede saberse, porque ya ni me acuerdo.
— «Luis yo no busco una relación abierta contigo, pero si quiero que de vez en cuando si vemos algo que nos gusta no dejemos pasar la ocasión de poder disfrutar los dos.» Esas fueron tus palabras, dime, ¿lo estas cumpliendo? Estas enferma y lo que tenía que ser de los dos se ha convertido en algo tuyo, algo unilateral. Solo piensas en que llegue el viernes e irnos a ese maldito club, tienes mono de sexo y el caso es que yo no te toco desde hace meses. Ana, piensa muy bien lo que vas a hacer, hasta aquí he llegado, no aguanto más.
Dejé a Ana sola en nuestra habitación, ni una lágrima, ni cara de arrepentimiento, ni un vamos a hablarlo, ni siquiera bajó a cenar algo. Yo me preparé algo ligero y me fui a dormir al cuarto de invitados. Sinceramente la mujer que estaba durmiendo en mi cama ya no la conocía y lo más grave es que ni estaba enamorado de ella.
Pero ¿cómo llegamos a este punto? Como ocurrió con Blanca, el único culpable fui yo. Primero por ponerme en manos de un psicólogo charlatán que me convenció de que yo era el culpable manipulador de mis desgracias con las mujeres y que siendo más liberal ganaría en felicidad. Y segundo porque Ana me dejó ver que quizás, solo quizás, el meter a una tercera persona en nuestra relación no era tan malo como yo creía, aunque seguía teniendo mis reticencias.
Mentiras y falacias. Me vendieron luz de gas tanto ese psicólogo como Ana y yo acepté eso a ojos cerrados como algo que tenía que ser parte de mi vida. Pero no, no quería eso por nada del mundo. Yo era un tipo normal, con gustos normales y que le gustaba disfrutar con, y de su pareja, no compartirla todos los fines de semana, que yo sepa, porque seguro que entre diario se follaría a alguien. De hecho, en el club la apodaban la FU (Furor Uterino) y la CS (Clítoris Sangrante).
Todo este cambio en el carácter y personalidad de Ana empezó cuando nuestra amante Darci, debido a sus estudios y a que se había echado un noviete, dejó de venir a vernos. Eso provocó algo de ansiedad en Ana, que, acostumbrada a recibir muchos estímulos, me propuso ir a ese club liberal donde ya habíamos ido alguna vez, a ver como estaba el ambiente.
Fue en la segunda visita donde conocimos a una pareja joven. Se llamaban Michael y Lisa y conectamos enseguida. Los siguientes encuentros ya fuesen en su casa o en la nuestra fueron muy placenteros. Ana disfrutaba mucho con Michael, estaba muy bien dotado y Lisa se volvía loca conmigo. Las folladas que nos pegábamos los cuatro nos dejaban relajados y satisfechos y se creó una bonita amistad.
Pero un día a Michael se le ocurrió que nos veríamos en el club, subir la apuesta e invitar a otras dos parejas, y es aquí donde tenía que haber puesto freno porque empezaron a emputecer a Ana. Aunque sería más correcto decir que Ana ya venía emputecida de su estancia en Málaga, gracias a su amiga del alma Bea. Ana aceptaba hacer de todo incluso sin importarle mi opinión, eran nuestros amigos y según ella debíamos de ser complacientes con ellos. Notaba como semana a semana disfrutaba más y más de esos encuentros a los que se entregaba con mucha pasión, incluso no permitiéndome participar a mí. Mi historia volvía a repetirse.
Luego vino la pandemia y el confinamiento. Pensé que Ana se tranquilizaría, pero no fue así. Ese periodo Ana lo llevó muy mal, casi se vuelve loca y me vuelve loco a mí también. Me pedía sexo cinco o seis veces por día y mi polla y mi cuerpo ya no daban para más. Se masturbaba a todas horas de forma compulsiva, hasta la pillé masturbándose, teniendo sexo virtual con un desconocido. Fue una locura que terminó cuando empezó la desescalada. Ese viernes cuando terminé de trabajar me pasé por su departamento y me dijeron que había salido dos horas antes. La llamé por teléfono y lo tenía apagado. Apareció el lunes de madrugada, no se tenía en pie, la ayudé a subir a nuestro cuarto y se lo pregunté.
—¿Se puede saber dónde has estado? Me he vuelto loco, he estado a punto de llamar a la policía. —Dije enfadado.
—Mejor no quieras saberlo cariño. Es preferible que no lo sepas.
—¿Has…has follado? —Pregunté estúpidamente.
—Eso no ha sido follar. Ha sido llevar mi cuerpo a límites de placer que ni conocía. —Dijo Ana con una sonrisa en su boca.
Esa primera vez tenía que haber parado eso, pero no lo hice. Ana se tomó mi silencio y mi pasividad como una aceptación de que lo que hacía no me incomodaba y lo volvió a repetir muchas más veces. Ya no me gustaba lo que veía y se lo hacía saber, pero ella me sonreía, me besaba en los labios y hacia lo que le daba la gana. Estuve aguantando todo eso más de un año, notando como nuestra vida en común se desintegraba, se escapaba como la arena entre mis dedos, hasta este día que le dejé claro que, o acababa con ese tipo de vida, o nuestro matrimonio se rompía.
Esperé pacientemente durante toda la semana. Ana se mostró más cariñosa y comunicativa, pero ni una palabra de lo que le dije el domingo pasado, es como si no hubiese ocurrido nada fuera de lo normal en nuestra relación.
El viernes antes de que terminase nuestra jornada laboral, Ana se pasó por mi departamento y entró en mi despacho. Eso me sorprendió, es algo que nunca hacia e intuí que era para algo que no me iba a gustar.
—¿Has pensado en que vamos a hacer este fin de semana? —Preguntó Ana.
—Podemos hacer lo que tú quieras, menos ir a ese maldito club de intercambios. —Dije malhumorado.
—Yo ya he quedado con gente en ese club, y me gustaría que vinieses. Te aseguro que vas a pasarlo muy bien, yo me encargo de ello. —Dijo Ana sugerentemente.
—No Ana. Piensa bien lo que vas a hacer. Te lo dejé muy claro el otro día. No pienso pisar más ese club, no quiero esa vida.
—De acuerdo mi amor, se lo que me dijiste y créeme que he pensado mucho en ello. Te doy la razón en todo y me he portado muy mal contigo, he sido egoísta, vehemente, superficial y no te he respetado ni he respetado lo nuestro. En ocasiones te he humillado con mi actitud y me imagino lo que debes de pasar cuando desaparezco, y eso no tiene excusa. Pero déjame demostrarte lo que me importas y que por ti soy capaz de todo.
—Bien, ¿qué propones? —Pregunté con curiosidad.
—Antes de que protestes, déjame terminar lo que quiero decirte. Vayamos juntos a ese club y volvamos juntos y satisfechos a nuestra casa. Luis mi amor, solo tú sabes lo que significas para mí, que fui capaz de buscarte y encontrarte al otro lado del mundo. ¿Crees que voy a poner en riesgo mi matrimonio y a ti, por un buen rato con otro hombre? Haría lo que fuese por hacerte feliz.
Me habló con tanta sinceridad que no supe decirle que no. Tenía mis reservas, pero también es cierto que deseaba creer en ella. El ritmo de vida que llevaba no lo podía mantener eternamente, era suicida.
Esa noche cuando entramos de nuevo en ese club, se me hizo un nudo en el estómago. Un montón de hombres saludaron a Ana con afecto, mientras que a mí solo me sonreían por compromiso. Buscamos un hueco en la barra y pedimos algo de beber, Ana se mostraba muy cariñosa y cercana conmigo y llegaron unos amigos de ella que yo no conocía. Eran dos chicas muy atractivas y vestidas de forma muy sugerente y un hombre alto, atractivo y muy educado.
Después de las respectivas presentaciones, todo fue más bien rápido. Algo de conversación y ese hombre sugirió que nos fuéramos a un reservado. Pidió al camarero bebidas y nos fuimos a una habitación grande con una gran cama redonda en medio.
Ana no me dejó solo. Vino hacia mí y me desnudó, y yo hice lo propio con ella. Las otras dos mujeres desnudaron al otro hombre y luego con su ayuda se desnudaron ellas dos. ¡¡Joder!! Vaya cuerpos y vaya polla que se gastaba ese tío, muy parecida a la de Marc, el amigo de Blanca.
—Espero que lo entendáis, —dijo Ana,— pero primero quiero que me folle mi marido.
—Tenemos toda la noche por delante y lo veo muy lógico. —Respondió ese hombre.
Ana se arrodillo ante mí. Me miró con devoción, pero desvió su mirada rápidamente al pollón del otro hombre y mirarlo con deseo relamiéndose. Agarró mi polla, que ya estaba más que preparada para ella, pajeándola con lentitud, me miró con cara de perra salida, miró a la polla del otro hombre de nuevo, y se metió mi cipote en la boca de tirón hasta que su nariz toco mi pubis.
—Diooooooos…Anaaaaa…
Mi mujer me hizo una mamada como las que recordaba cuando solo estábamos ella y yo. No me dejo terminar en su boca aunque estaba a punto. Cuando se puso en pie, fuimos hacia donde estaba su ropa y su bolso, tomo algo y dándome una botellita de agua me puso una pastilla en la mano y me invito a tomármela.
—Tómatela cariño, te va a hacer falta. —Dijo mirando a las otras dos lobas.
Hice caso a mi mujer y me tomé esa pastilla. La llevé a esa cama redonda donde una de las chicas le hacia una mamada a ese hombre mientras la otra estaba abierta de piernas y sentada en su cara.
Tumbé a mi mujer en esa cama, la abrí bien de piernas y empecé a comerme ese coñito tan rico que tenía. Sus gemidos llamaron la atención de la chica que estaba sentada sobre la cara de ese hombre y fue a besar y comerle las tetas a Ana que en seguida exploto en un gran orgasmo regando mi cara.
Ana se recuperó de su orgasmo mientras la chica que estaba con ella me la chupaba dejando mi polla lista para follarme a mi mujer después de meses. Creo que ese polvo fue uno de los mejores que eche con mi mujer, la follé con ganas atrasadas, la hice correrse cuatro veces antes de que me pidiese que la follase el culo y me corriese en sus intestinos.
El otro hombre me miraba y me pedía ayuda sin decirlo. Ya se había follado a esas dos bellezas que descansaban en la cama. Ana estaba a mi lado, abrazándome fatigada mientras me decía lo que me amaba.
—Y si nos ponemos algo de beber. Yo estoy muerto de sed. —Dijo ese hombre.
Los cinco apoyamos esa idea, nos levantamos y nos fuimos hacia la barra donde nos habían dejado bebidas. Me fijé que a diferencia de mi compañero de follada, yo tenía una erección dolorosa que no había bajado incluso después de haberme corrido en el culo de Ana. Una de las chicas vino hacia mí y acarició mi polla con suavidad.
—Ven cielo, esa hinchazón hay que bajarla. —Dijo esa chica con una voz muy tierna.
Me hizo una buena mamada, no como las que me hacía Ana que se tragaba mis veintiún centímetros sin problema. Me fijé que mi compañero estaba tumbado a mi lado y Ana ya se estaba tragando esa polla monstruosa que tenía hasta el mango. Cerré mis ojos y no quise ver aquello, al momento eran dos las bocas que me hacían una mamada, esos dos pibones me la estaban chupando a dos bocas llevándome a un orgasmo sin remedio.
He de decir que fue una buena noche. Casi no faltó de nada, todos follamos con todos, hubo dobles penetraciones con las tres chicas, sexo lésbico entre Ana y las otras dos chicas y Ana y yo volvimos a follar como animales, solos los dos regando su útero con mi corrida.
Aun así, me dolía ver a Ana aullando de placer mientras otra verga la percutía con dureza, arrancándole unos orgasmos que creo, yo no era capaz de proporcionarle. Volvían mis miedos y mis incertidumbres. Intentaba por todos los medios no mirar, ponerme de espaldas a ella, pero sus gritos de placer se clavaban en mí como puñales.
Pero por otra parte mal no lo debía de hacer. Las dos chicas estaban encantadas conmigo, las follaba con rabia oyendo a Ana y eso las volvía locas. Una de ellas era bastante dura para alcanzar el orgasmo y aun así me dijo que había perdido la cuenta de los que había tenido. La otra era de vagina muy sensible, según le metías la polla y le abrías el coñito, empezaba a correrse y entraba en bucle hasta que me corría en su interior llenando el preservativo.
Cuando salimos de ese local eran cerca de las seis de la mañana. Ana y yo fuimos a buscar el coche como dos enamorados, agarrados de la cintura, con la cabecita de mi mujer apoyada en mi hombro.
—Dime Luis, ¿ha merecido la pena? ¿Lo has pasado bien?
—Lo reconozco Ana, me has sorprendido gratamente, ha merecido la pena y lo he pasado muy bien. Pero…lo siento, me duele verte siendo poseída por otro hombre, oyendo como te corres con otra polla dándote placer. No consigo soportarlo.
—Ya… Luis, ¿y como crees que me siento yo al ver cómo te follas a otra mujer? ¿Cómo crees que me siento cuando le escucho pedirte más y se corre como una bendita con tu polla dentro de ella? ¿¡Eh!? ¿Cómo crees que me siento? Hay veces que pararía todo eso y solo me gustaría tenerte para mi sola.
Creo que cuando vio como la miraba se arrepintió de haber dicho eso. La respuesta estaba clara y con todo el poder que me daba la razón se lo dije.
—Si lo que ves te hace sentir mal y yo no soporto verte follar con otro hombre, ¿qué cojones estamos haciendo perdiendo el tiempo? ¿Por qué no nos dedicamos el uno al otro y nos dejamos de estupideces?
—No es tan sencillo Luis. Prefiero no hablar de eso ahora, no quiero estropear la noche tan bonita que hemos tenido.
Yo sabía o por lo menos intuía lo que realmente pasaba. Ana podía no soportar viéndome follar con otra mujer, pero no podía pasar sin que a ella la follasen como si no hubiese un mañana. Necesitaba polla a todas horas.
Extrañamente ese fin de semana lo pasamos juntos, yendo a comer fuera, al cine, a tomar una copa tranquilamente, a cenar, sin necesidad de ir a ese odioso club. Hicimos el amor todas las noches y por fin pude disfrutar de mi mujer como hacía tiempo que no lo hacía. Nos dijimos hasta la extenuación que nos amábamos y que el uno sin el otro no éramos nada. Realmente llegué a pensar que mi mujer había recapacitado, pero todo fue un espejismo.
Durante la semana siguiente, hubo movimientos extraños. Ana me informaba de que se iba de compras con una amiga y llegaba de madrugada, pero sin bolsas y sin haberse comprado nada. O que se iba a la peluquería y llegaba cerca de medianoche, más despeinada que otra cosa. Estaba claro que Ana se iba a follar, pero lo que más me dolió fue que no me lo dijese. Quizás incluso deba estarle agradecido por tener esa deferencia conmigo, pero ella y yo sabíamos que me estaba engañando y eso era inaceptable.
Al siguiente fin de semana, volvimos a ir a ese asqueroso club que empezaba a odiar a muerte. Cambiaron los acompañantes. Esta vez fueron dos hombres de mediana edad y una mujer joven. No quiero entrar en detalles, tres hombres, dos mujeres…las dejamos rotas. A mí ni me hizo falta pastillita de las narices. Tuve que soportar el ver como esos dos indeseables se follaban a Ana como salvajes mientras mi polla follaba su boca y la llenaba de semen, fue desquiciante, aunque la otra chica corrió igual suerte, pero ella no era mi mujer.
Salimos de ese club casi amaneciendo. Aunque Ana iba agarrada a mi brazo, pienso que era para apoyarse, esos bestias la habían dejado hecha polvo, no hubo muestras de cariño y el camino a casa fue en silencio.
Pero lo peor de todo fue que sin consultarme, sin pedir mi opinión al día siguiente volvimos a ir y esta vez fueron tres los hombres y conmigo cuatro, seguro que habría que pedir turno para poder follar con mi mujer. A los veinte minutos me encontraba en la barra tomándome una copa ya vestido. No pude soportar ver como mi mujer bramaba de placer siendo salvajemente follada por esos tres indeseables. A los diez minutos Ana salió con una toalla anudada a su pecho buscándome y cuando me localizó me miró decepcionada.
—¿Qué haces que no estas dentro con nosotros? Luis, te necesito allí conmigo, necesito que estés a mi lado.
—No me pidas lo que es imposible que te dé. Si ese es tu mundo, el que te gusta vivir, no cuentes conmigo. Pero si quieres salvar tu matrimonio y seguir junto a mí, entra ahí, vístete, despídete y vámonos a casa.
A los diez minutos Ana pasó a mi lado, vestida, sin mirarme ni decir una palabra. Quise ponerme a su lado y tomarla la mano, pero la retiró de malas formas. Como el día anterior, no intercambiamos ni una palabra en todo el trayecto y cuando llegamos a casa, ni se despidió hasta el día siguiente, ni buenas noches, ni un beso, nada.
Ana tenía un grave problema, pero el primer paso era reconocerlo, era adicta al sexo, pero no conmigo. Se fue a la habitación de invitados y cerró la puerta. Me fui a nuestra cama disgustado, esa noche me costó dormir y le di muchas vueltas a todo nuestro matrimonio. Volvía a ser el único culpable de que mi vida, nuestra vida se fuese a la basura por no haber sabido parar a tiempo una situación que encima ya había vivido con Blanca. Llegué a una devastadora conclusión y esa no fue otra que Ana no iba a dejar su vida de desenfreno sexual y que nuestro matrimonio había llegado a su fin.
Cuando me desperté el domingo por la mañana, la casa estaba en un pesaroso silencio. Me levanté y me fui directamente al cuarto de invitados a ver si estaba Ana, pero su cama estaba hecha y vacía. Cuando bajé a la cocina me había dejado una fría nota:
● « Hoy paso el día fuera de casa, no me esperes a comer, ni me esperes despierto por la noche»
No me sentó bien leer esa nota, me revolvió el estómago sabiendo que Ana en esos momentos estaría ensartada por lo menos por dos pollas y de seguro buscando una tercera para que la follasen la boca, es lo que le gustaba.
Me tomé un café bebido y decidí que ese día no me quedaría en casa. Subí a nuestra habitación, metí algo de ropa en una bolsa de viaje, elegí un traje para el lunes ir a trabajar y me monté en el coche iniciando la marcha.
Hice algo que no sé cómo se me pasó por la cabeza. Puse rumbo a ese maldito club. No para ver si se encontraba allí Ana, iba para ver si había alguna mujer conocida que se quisiese venir conmigo a pasar el día como una pareja normal. Pensé que quizás siendo las horas que eran, casi la una de la tarde, o estaría cerrado o no habría nadie. Pero me equivoqué, con razón dicen que Nueva York es la ciudad que nunca duerme. Cuando entré en ese club y me fui a la barra me atendió un barman que ya nos conocía.
—Hola D. Luis, se me hace raro verle a estas horas por aquí. Si viene buscando a su mujer, esta mañana estuvo aquí muy temprano y al rato se fue con tres tipos.
Le agradecí la información con una sonrisa y pedí una cerveza bien fría. Los tres tipos serían los que dejó colgados cuando la obligué a venir conmigo, pero solo fue fachada, cuando pensó que yo dormía salió sigilosamente de nuestra casa y se largó para terminar con ellos lo que empezó por la noche.
Pensé que había sido una estupidez el haber ido a ese club cuando alguien me tocó en el hombro. Cuando me di la vuelta me encontré con una mirada azul penetrante y una cara muy guapa que me sonreía. Era una de las chicas con las que estuvimos mi mujer y yo el pasado fin de semana, y si no me equivoco, esta era la que tenía una vagina muy sensible y se corría sin parar.
—¡¡ANDA!! Hola, ¿Qué tal? Esto…—Quise hacer memoria, pero no me salía su nombre. — Perdóname, me he quedado en blanco y no recuerdo cómo te llamas. —Le dije a modo de disculpa.
—Kiara, me llamo Kiara, y tú eres Luis, ¿no?
A raíz de esto, iniciamos una agradable charla. Invité a tomar algo esa preciosidad de mujer y a mi cabeza vino cuando me tenía entre sus piernas y la follaba sin descanso notando como se corría continuamente. Eso me excitó. Ella notaría algo en mi porque me lo preguntó directamente.
—¿Estás esperando a tu mujer?
—No, ni mucho menos, solo pasaba por aquí y me he parado a tomar algo y ver si había alguien conocido. ¿Y tú? ¿Has venido con alguien?
—Bueno, estoy con un conocido, pero es muy pesado y me lo quiero quitar de encima…¿Me propones algo?
—Pues claro. Te invito a comer y luego ya iremos viendo lo que nos apetece hacer. Pero lo que te aseguro es que lo vamos a pasar muy bien.
Vi brillar los ojos de esa chica y esa sonrisa mostrando su perfecta dentadura. Los dos sabíamos que terminaríamos follando, nos lo dijimos sin palabras. Kiara fue a por sus cosas y se despidió de su conocido que se quedó con cara de no saber qué es lo que había ocurrido. Nos montamos en mi coche y cuando vio mi traje y la pequeña bolsa de viaje me lo preguntó:
—¿Te vas de viaje?
—No, ni mucho menos, pero voy a dormir fuera de casa y ese el traje que me pondré mañana para ir al trabajo.
—¿Y tu mujer? ¿Está de viaje? —Preguntó Kiara con curiosidad.
—Sabes Kiara, dejemos de hablar de mi mujer. Te propongo irnos a Long Island, conozco un restaurante que sé que te va a gustar.
Agarré su mano y se la besé suavemente. Ella me miró agradecida y hasta creo que se sonrojó ligeramente. Durante todo el trayecto no dejamos de hablar, era muy fácil charlar con ella de lo que fuese. Cuando nos sentamos a comer fue inevitable el terminar hablando de nuestro encuentro de la semana pasada. Así me enteré de que el hombre era una especie de folloamigo de la otra chica y ellas dos compartían apartamento y algún ligue de vez en cuando. Me contó que, aunque el otro la tenía más grande no lo disfrutaba tanto como conmigo porque le hacía daño. Pero realmente lo que me puso como un burro fue las confesiones que nos hicimos a continuación:
—Tú para mi tienes el tamaño ideal. Me volvía loca contigo cuando me follabas y notaba como tu polla me abría sin problema, solo sintiendo placer. Es algo que no he podido olvidar.
—Kiara y tú no te puedes imaginar cómo me excitaba viendo cómo te corrías. La sensación de tu coñito aferrándose a mi verga es difícil de borrar de la memoria. Solo me faltó besarte con desesperación, en ese momento lo eras todo para mí.
—Mi amor, ¿qué hacemos aquí? Vámonos a…
—Vámonos. —Dije, sin dejarla terminar lo que iba a decir.
Los dos sabíamos lo que deseábamos en ese momento y eso no era otra cosa que follar. Cruzando la calle donde estaba ese restaurante había un resort. Fuimos al coche y agarramos el traje y la bolsa de viaje y a los pocos minutos entrabamos en nuestra habitación, dispuestos a darlo todo.
Nos besamos con desesperación, desnudándonos, casi arrancando nuestras ropas. Kiara se abrazó a mi dejándome sentir su sensual cuerpo desnudo. Mi balano me dolía de lo duro que estaba, y sin dejar de besarnos nos fuimos hacia la cama y Kiara se tumbó boca arriba con sus piernas bien abiertas.
—Cómeme el coño mi amor, el otro día es algo que eché en falta que hicieses.
Tenía un coñito precioso, totalmente depilado, rosadito y muy cerrado. Lo abrí con mis dedos y su aroma me enloqueció, olía a mujer excitada, a flores. Su interior brillante y su clítoris pequeño como el de una niña. Besé sus ingles y mi boca se apoderó de ese manjar devorándolo y haciendo que a los pocos minutos su cuerpo se retorciese en un orgasmo arrollador. Esta chica tenía una facilidad increíble para correrse. Casi sin recuperarse retrepo hasta la mitad de la cama y se puso en medio mirándome con desesperación.
—Follame mi amor, te necesito dentro de mi…quiero sentirte.
No me hice de rogar. Sabía que no tardaría en correrme, pero con la facilidad de esta chica en llegar al orgasmo, creo que eso no importaría. Me metí entre sus piernas en el clásico misionero, fue ella la que agarro mi verga, la pajeó un par de veces y la dejó en la entrada de su coñito. Yo solo me dejé caer, metiéndosela hasta los huevos.
—Jodeeer Kiara…que apretadita estas…ahhhhhh… —Gemí en su oído.
—Dioooos que ricoooooooh…me corrooooooh… —Gimoteo Kiara empezando a temblar.
Kiara se abrazó a mí con fuerza, gimiendo en mi oído, encadenando orgasmos. Notaba su cuerpecito temblar continuamente preámbulo de los orgasmos que se le avecinaban. Tanta pasión, tanta excitación hicieron mella en mi aguante. Kiara me estaba llevando a un punto sin retorno y con la fogosidad del momento ni habíamos utilizado protección. Con la poca cordura que me quedaba debido a la pasión del momento intenté sacar mi polla de su coñito, pero ella me lo impidió.
—Cielo…me corrooo…me voy a correeeer…
—Dentro mi amor, déjame sentirlo dentro de mí.
—Bufffff…Kiaraaaaaaa…aggggg…
—Siiiiiii…Diooooos, siiiiiiiii…maaaas…maaaaaas…llenameeeee mi amoooor…
Kiara elevo sus caderas para clavarse mi polla hasta la empuñadura mientras se corría entre gemidos guturales de placer. Los músculos de su vagina ordeñaban mi polla para que soltase toda su carga en su útero, mientras nos comíamos la boca con desesperación. Joder, creo que fue uno de los orgasmos más largos que he tenido en mi vida e inundé su coñito de semen hasta que rebosó, cayendo por su culo hasta la colcha.
Nos quedamos abrazados, con mi polla bien clavada en el interior de ese agujerito tan acogedor, acompasando nuestras respiraciones, mientras nos besábamos con dulzura. Con cuidado me salí de su interior y me tumbé a su lado. Ella enseguida buscó mi abrazo y yo su boca para besarla de nuevo.
—Dios Luis me has dejado agotada, pero me encanta como me has follado, mil veces mejor que el otro día.
—El otro día, hubo muchas cosas que dejamos de hacer. Yo por ejemplo, no probé tu culo y es un culo como pocos he visto, es precioso.
—Déjame recuperarme y te voy a dar todo lo que me pidas. —Dijo Kiara con afecto.
—¿No crees que estamos un poco locos? —Pregunté.
—¿Por? —Me miró extrañada Kiara.
—Lo hemos hecho sin protección y me he corrido dentro de ti, ¿no crees que es una locura?
—Si que es un poco locura, pero, no sé, aunque hace muy poco que nos conocemos, me transmites tanta confianza que ni me he planteado utilizar preservativo y por lo de correrte dentro, tranquilo, me cuido. Además, me ha encantado sentirte piel con piel y notar cuando te corrías en mi interior…ufffff…mira, —dijo Kiara enseñándome el brazo, — la piel de gallina cuando lo pienso.
—Kiara, hay algo que me gustaría decirte, si hablas con mi mujer, no comentes nada de esto.
—¿Tú mujer? No, tu mujer y yo no somos amigas, nos conocimos el día que follamos. Tu mujer a quien conocía es al chico que nos acompañaba el otro día, que es el folloamigo de mi compañera de piso. Le llamó y le propuso lo del club, mi compañera me lo propuso a mí y bueno, la idea me pareció excitante y allí que fuimos, el resto ya lo sabes.
—Me sorprende, ¿y si no os hubiésemos gustado? ¿Si no hubiese habido feeling?
—Yo lo tenía muy claro, y se lo dije a los dos, si no me gusta lo que veo me voy por donde he venido. Pero según entramos y te vi, ya te quería follar, joder Luis estas buenísimo, es que te comía enterito.
Puse a Kiara encima de mi cuerpo, mi polla ya estaba lista de nuevo para un segundo asalto y con esa chica encima de mí, mis manos se fueron a acariciar y amasar ese culo que me volvía loco, nos estuvimos besando apasionadamente hasta que Kiara se incorporó y dándose la vuelta hicimos un 69. Su culito aparecía brillante, del mismo color que su piel y su anito se abría y se cerraba según me hacia una buena mamada. Me comí ese anito con gusto y me lo follé con mi lengua arrancando gemidos de placer de esa mujer. Cuando no aguantó más se fue hacia los pies de la cama y estando en cuatro apoyó su pecho en el colchón y con sus manos separó sus nalgas dejándome a la vista sus dos orificios.
—Fóllame el culo mi amor, quiero dártelo todo.
La visión era excitante, pero primero se la clavé en su coñito para lubricarla bien. Como la vez anterior fue metérsela hasta los huevos y empezar a correrse.
—Dioooos que ricoooooo… —Gimió Kiara
Noté como su cuerpo temblaba y las contracciones de su vagina y su anito. Cuando terminó, se la saqué llena de sus babitas y apunté mi glande a su anito, entró con mucha facilidad y sin apenas dolor, era excitante ver como ese culito de ensueño se tragaba mis veintiún centímetros sin problema. Durante un buen rato me follé ese culo a placer, entre grititos, gemidos profundos y orgasmos de Kiara que se corrió aullando como una loba cuando regué sus intestinos con mi abundante corrida.
—Dios Luis, eres mi hombre ideal, ¿no estarás pensando en divorciarte?
—¿Por qué lo preguntas? —Dije sorprendido.
—Aunque no lo creas no he estado con muchos hombres, pero contigo es con el único con el que no paro de correrme y si te divorcias, voy a por ti a saco. —Dijo Kiara riéndose.
—Tranquila, si ocurre, serás la primera en enterarte. —Dije con una sonrisa.
Lo que no sabía Kiara en esos momentos es que prácticamente ya tenía decidido pedir el divorcio a Ana. No iba a permitir, aunque lo consentí e incluso participé, en que follase sin límites y sin contar conmigo para nada, que hiciese su vida sexual aparte de la mía, es que no me cabía en la cabeza como podía haber cambiado tanto su manera de ser. ¿Que había fallado dentro de su cabeza?
Ya era un poco tarde, llevábamos cuatro horas follando y se me habían pasado volando. Teníamos hambre, nos duchamos y nos fuimos a cenar algo. Durante la cena hablé con Kiara sobre si se quedaría a pasar la noche conmigo y ella estuvo encantada con la idea. Además, al día siguiente ella entraba en turno de tarde y tenía la mañana libre.
Cuando volvimos a nuestra habitación, y aunque antes nos habíamos duchado, llenamos el jacuzzi, nos desnudamos y nos metimos dentro. Solo hicieron falta un par de minutos para que Kiara se sentara a horcajadas sobre mí y se metiese mi polla hasta que hizo tope en su matriz.
En esa postura me di un festín con sus tetas, suaves, generosas en tamaño y que se mantenían erguidas desafiando a la gravedad. Sus areolas pequeñas, rosaditas y con un pezón casi rojo, firme, lujoso, que mordisqueaba con delicadeza mientras mi lengua lamía y mi boca succionaba. Mis manos agarraban sus nalgas con gula, amasándolas, moviéndola de adelante a atrás, que su clítoris se rozase con mi pubis y mi dedo índice se introducía en su anito para darle más placer. De nuevo note como su cuerpecito temblaba…
—Dios mi amor, me encanta como me tratas…me voy a correr…Luiiiis…Diooooos, siiiiiiiii.
Kiara buscó mi boca y me besó con desesperación mientras sus caderas se movían con furia. Tardé un poco en alcanzar mi orgasmo, pero en todo ese tiempo esa chica no dejo de gemir, de darme placer y de correrse con mi polla bien clavada en su coñito. Cuando me corrí en su interior, relajó todo su cuerpo y apoyó su cabecita entre mi cuello y mi hombro recuperando su respiración. Estuvimos así unos minutos, y mirándome, volvió a besarme, pero me lo dijo fatigada.
—Me hace falta descansar, estoy rendida, creo que nunca he tenido tantos orgasmos en mi vida como hoy.
—Vamos a secarnos y vamos a la cama cielo, déjame que te ayude.
No voy a negar que con Kiara me sentía muy a gusto. Era muy cariñosa, amable, dulce, simpática y la estaba tratando como si fuese mi pareja, echaba de menos ese trato cariñoso que hacía tiempo que no tenía con Ana.
Agarré un albornoz y se lo puse, la abracé contra mí y froté vigorosamente su espalda, para seguidamente tomar una toalla y secar sus piernas y su preciosa cara. Kiara miraba embobada mis evoluciones, estaba fascinada y me lo dijo con sentimiento.
—Luis…te quiero.
—Como puedes decir eso si no me conoces. —Afirmé.
—Solo por cómo te estas comportando conmigo sin conocerme, eres de los hombres a los que hay que querer, amar, venerar, cuidar y no dejar escapar. Luis, nunca nadie me ha tratado como lo estás haciendo tú. Por eso te lo vuelvo a repetir…te quiero.
—Ojalá estuviese aquí mi mujer para que te oyese. —Dije cabizbajo.
—Luis mírame, —me pidió Kiara.— Se que tienes problemas con tu mujer, lo sé desde el otro día que estuvimos juntos. Me fije en ella y tenía ciertos detalles que una mujer casada no debería de tener con su marido aun siendo liberales y manteniendo una relación abierta. Y tú mirada, tú mirada lo dice todo, es muy triste, tú no eres feliz.
—¿Que detalles? —Pregunté intrigado.
—Cielo, detalles que solo una mujer puede ver, créeme, y dime si me equivoco en lo que te he dicho.
—No Kiara, no te equivocas.
—Se que es difícil abrirse a una desconocida, solo hace dos días que nos tratamos y no para hablar precisamente, —rió Kiara,— pero quiero que sepas que me tienes para lo que necesites, y si quieres hablar de ello, te escucharé con atención y te prestaré todo mi apoyo.
—Gracias Kiara, eres un amor.
La besé y la estreché con fuerza entre mis brazos. Lo cierto es que era muy fácil encariñarse con esta chica, pero en estos momentos no estaba como para empezar ninguna nueva relación. Primero debía de terminar con una y luego si deseaba volver a tener pareja, asegurarme que no fuese liberal y que no desease tener una relación abierta. La verdad es que ya habían pasado cerca de diez años desde lo de Blanca y desde entonces mi vida no es que fuese idílica como pensé cuando me casé con Ana. Todo lo contrario, todo lo que soñé y deseé en una mujer solo lo conseguí fugazmente, para después convertirse en una auténtica pesadilla.
Tomé en brazos a Kiara y la llevé a la cama, nos quitamos el albornoz y nos metimos entre las sábanas los dos desnudos. Kiara me dio la espalda y se pegó a mi haciendo la "cucharita" y me lo pidió con una súplica muy melosa, — «abrázame, ¿quieres?»— Como no voy a querer, mi polla estaba de nuevo como el cerrojo de un penal. La alojé entre sus nalgas y ella se movió sensualmente para encajarla bien, mientras mis brazos abarcaban su cuerpo, acariciando sus suaves senos y erizados pezones.
Esa niña se durmió entre gemidos de placer y calientes caricias de mis manos, mientras mis caderas se pegaban a ese magnífico culo dejando que ella sintiera mi excitación. Tardamos muy poco en quedarnos dormidos profundamente, yo me desperté sin saber la hora que sería, mi teléfono móvil no hacía más que vibrar y vibrar continuamente.
Cuando lo miré eran más de las tres de la mañana y la llamada era de Ana que por supuesto no acepté. Vi que tenía mensajes desde las 2,30 de la madrugada, hora en la que Ana llegaría a casa y vio que no había nadie. Realmente no se si estaba preocupada o sentía curiosidad por saber dónde andaba, pero estaba demasiado a gusto con Kiara como para aceptar esa llamada a esas horas. Me levanté para ir al baño y de paso dejar mi teléfono escondido entre toallas para no escucharlo.
Cuando volví de nuevo a la cama, Kiara se había despertado y según me arrimé a ella, nos empezamos a excitar. Me cabalgó como una amazona, hasta que me corrí en su interior y ella quedó satisfecha habiendo tenido varios orgasmos. Volvimos a caer rendidos hasta que nos despertamos al día siguiente sobre las nueve de la mañana e hicimos pereza en la cama, dándonos cariño. Es difícil, no excitarse estando en la cama junto a una preciosa mujer los dos desnudos y abrazados sintiéndonos totalmente.
Pero realmente había que ponerse en marcha. Yo ya debería estar en mi trabajo y todavía estaba a más de una hora de llegar a Nueva York desde Long Island. Recordé que había dejado mi teléfono en el baño metido entre toallas. Cuando vi la pantalla, había infinidad de wasap de Ana y muchísimas llamadas perdidas, mensajes de voz y sobre todo eso, dos llamadas de mi secretaria de esa misma mañana. Eso me preocupó y la llamé enseguida.
—Hola, buenos días, soy Luis y estoy viendo que tengo dos llamadas perdidas desde tu teléfono, ¿ocurre algo grave?
—Pues no se Luis, pero todo el mundo te está buscando.
—¿Todo el mundo? ¿Quién?
—Primero el dueño de la empresa y el director general, y después tu mujer, está desesperada preguntando por ti.
—Bien, según termines de hablar conmigo llama al director general y dile que llegaré en un par de horas, estoy atendiendo un asunto personal importante y a mi mujer, que no se preocupe, ya la veré.
Kiara escuchó la conversación y supo que no nos podíamos entretener. Nos hubiese gustado explayarnos en la ducha pero no fue posible. Según terminé de hablar por teléfono ella ya salía de la ducha y me metí yo.
Antes de esas dos horas ya había dejado en su casa a Kiara y entraba en el edificio de mi trabajo. Subí directamente al despacho del director general, estaba intrigado, pero no preocupado por lo que me tenía que decir. Cuando entré en su despacho, me recibieron los dos con una amplia sonrisa y de muy buen humor, cosa rara siendo lunes.
Estuvimos toda la mañana reunidos y almorzamos juntos en un lujoso restaurante y la sobremesa se alargó más de la cuenta. La reunión, la noticia y lo que me estaban ofreciendo no era para menos. Lo que me estaban brindando era el volver a mi país a España y más exactamente a Madrid. La compañía estaba construyendo una mega fabrica en Alcalá de Henares para abastecer de sus medicamentos a toda Europa. Querían que fuese el máximo responsable de supervisar la puesta en marcha y la logística de la fábrica y ser el director gerente de esta.
Era una oportunidad de oro, con unas condiciones económicas mucho mejores y con casa y coche de la empresa como estaba en Nueva York. Sabía lo que eso significaba, sobre todo para mí. Era el momento de deshacerme de esta vida que consentí, pero ya no aceptaba y de alguna forma me tenía atrapado. Era la ocasión de reiniciar mi vida, de hacer un reset y empezar de cero y por supuesto, Ana no entraba en mis planes.
Cuando esa tarde llegue a mi casa, Ana estaba sentada en el sofá del salón todavía vestida, con sus zapatos quitados y las piernas recogidas a un lado. Me miraba disgustada, tenía los ojos rojos de haber llorado y todavía sostenía en su mano el pañuelo de papel donde se enjuagó las lágrimas. Desde luego la estampa era enternecedora, pero ya había decidido y no pensaba en otra cosa que en divorciarme de esa puta.
—¿Me estas castigando por lo que hice ayer domingo? ¿Eso es lo que haces? —Preguntó Ana contrariada.
—¿Por qué? ¿Porque desapareciste todo el domingo y te fuiste a follar con tres tíos? ¿Debería de estar enfadado? —Pregunté con ironía.
Después de conocer la noticia que me habían dado en mi empresa, estaba exultante y sinceramente lo que pensase o le pasase a Ana ya me traía sin cuidado. Cada vez me preocupaba menos su bienestar y ella misma.
—¿Dónde has estado? —Me preguntó sin contestar a mis preguntas. — Me tenías muy preocupada, no es lo que sueles hacer siempre.
—Creo que me he ganado el derecho a no tener que darte explicaciones. Pero, como yo soy más transparente que tú te diré que estuve follando con una buena amiga, toda la tarde del domingo y parte de la noche del lunes.
Vi como el gesto de Ana se crispaba. No le había gustado escuchar eso, pero ya todo me daba igual, nada me iba a detener.
—Creo que te dejé muy claro que nuestro matrimonio estaba en el filo de la navaja, que ya no aceptaba este tipo de vida tan "liberal" ni aceptaba tu actitud. Si hacer lo que haces es demostrarme lo enamorada que estas de mí, prefiero que me odies, y como el domingo quisiste jugar tus cartas a tu manera, y hacer tu santa voluntad, te comunico que has perdido la partida. A partir de ahora vas en caída libre y sin paracaídas.
—¿Qué me quieres decir con eso? —Preguntó temerosa Ana.
—Te considero una mujer inteligente como para explicarte lo que significa. Tú sabes perfectamente lo que quiero decir. Ahora perdóname, tengo muchas cosas que hacer.
Me subí a nuestro dormitorio…aunque quizás deba decir mi dormitorio, tenía claro que ya no compartiría cama con Ana, me tumbé en mi cama y abrí mi portátil. Entré en un enlace que me dieron para ver el estado de la obra e instalaciones y ya estaba casi todo montado, solo hacía falta alguien que dijese como empezar y ese sería yo. Por delante me quedaba un traslado a la que fue mi ciudad y terminar mi relación con Ana y sabía que la iba a dejar en la puñetera calle, esa casa me la había ofrecido la empresa a mí. Pero dada la situación de Ana dentro de la jerarquía de la empresa no tenía derecho a nada. Me dio igual, sinceramente, que alguno de sus "amigos" le diese alojamiento.
Pensé que esa tarde Ana se iría otra vez, pero me equivoqué. Preparó una rica cena y cenamos charlando como si nada hubiese ocurrido. Pero cuando me fui a dormir y ella entró en el que se suponía era nuestro dormitorio para ponerse su camisón, otra realidad muy diferente la esperaba. La miré inquisitivo y se lo pregunté:
—¿Dónde crees que vas?
—Pues…donde voy a ir, a cambiarme para meterme en nuestra cama. —Dijo Ana sorprendida.
—No querida. Esta ya no es tu cama. Tu cama está en el cuarto de invitados, al igual que la mayoría de tu ropa. Y tus productos de aseo están en el otro cuarto de baño.
Ana sorprendida abrió el armario y vio que no estaba su ropa, entró al que era nuestro cuarto de baño y también constató que no tenía sus "potingues" salió asustada, con la mirada vidriosa y a punto de echarse a llorar. Se fue al cuarto de invitados y vino furiosa a mi cuarto.
—¿En serio, me estás echando de tu lado? Luis, no me vengas con historias ahora. Tú estabas de acuerdo conmigo, consentiste esto, de hecho, has participado.
—No te hagas líos Ana. De lo único que me hago responsable es de no haber parado esto a tiempo. Tú sabes que no haces lo correcto, escaparte de madrugada a follar con tres tíos, o más, eso solo lo sabes tú. Confesarme que no quieres que presencie lo puta que te vuelves y te dejas follar por una docena de hombres incluso algunos sin preservativo. Lo de Blanca fue mucho, muchísimo menos grave, menos descarado y la abandoné, ¿Qué te hace pensar que no voy a hacer lo mismo contigo?
—Por qué estamos casados y sabes que lo eres todo para mí, pero es el modo de vivir mi sexualidad y tendrías de aceptarlo y respetarlo.
—Ya, debo de aceptar ver cómo te follan infinidad de hombres y encima tengo que poner buena cara y ser un cornudo consentidor, ¿no?
—Si me quisieras como yo te quiero lo harías.
—Yo a quien quiero, de quien estaba muy enamorado es de esa Ana que conocí al principio y supo robar mi corazón. A ti ni te reconozco y cada vez que te miro, solo veo dolor, rencor, rabia e indiferencia, cada vez me importas menos, tú y tu bienestar.
Esto último lo dije enfadado, sabiendo lo que decía y el efecto que causaría en Ana. Me miró con odio, las venas de su cuello se hincharon y la expresión de su cara era de querer asesinarme.
—No sé qué pude ver en ti para juntar mi vida con la tuya. En que estaría pensando. Siempre has sido un pusilánime, un estúpido llorón, un lastre en mi vida y desde luego que la próxima pareja que tenga, me aseguraré de que cumpla mis criterios.
—¿Tu próxima pareja? Ten cuidado, con tu cuerpo y lo que te gusta follar, seguro que será un proxeneta, eres un negocio al alza. —Respondí con una risa irónica.
—Eres un hijo de puta. —Respondió Ana dolida.
Salió del que fue nuestro cuarto dando un portazo. Por alguna razón me sentí muy bien, no tenía ningún remordimiento. Pensé que cuando me levantase buscaría un buen abogado que presentase una demanda de divorcio express. En el fondo Ana y yo no teníamos demasiadas ataduras, salvo el matrimonio. Teníamos cuentas separadas, la casa era de la empresa al igual que el coche, no había hijos de por medio y cuando nos casamos hicimos separación de bienes.
La mañana del martes Ana no quiso venir en el coche conmigo. Estuve todo el día reunido con el director general y el dueño de la empresa, perfilando como seria la puesta en marcha de la fábrica y la cantidad de gente a contratar para ponerla en funcionamiento las 24 horas del día. Fue una semana donde hubo muchas reuniones, pero también encontré un hueco para visitar a un abogado y que presentase por mí la demanda de divorcio.
Esa fue una semana extraña. Ana se comportó de una forma cordial y cariñosa, aunque ya no dormíamos juntos y ni siquiera había muestras de cariño, como besos o abrazos. No sé qué pretendía, ni a donde quería llegar, pero tenía claro, muy claro cuál iba a ser nuestro final.
Pero ese viernes que pensé que también se quedaría en casa, me confirmó que no sería así. Por primera vez no me preguntó después de mucho tiempo que íbamos a hacer ese fin de semana. Sentía curiosidad por ver como se despedía, pero llegando las ocho de la noche llamaron a la puerta y cuando abrí mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme a Bea.
—¡¡No me jodas!! ¿Tú qué coño haces aquí? —Dije de malas maneras.
—He venido a buscar a tu mujer, cornudo de mierda, a rescatarla de tus miserias.
—¡¡BEA MI AMOR!! —Escuché gritar a Ana detrás de mí bajando las escaleras.
Bea sonrió de oreja a oreja y quiso entrar en mi casa para abrazarse a Ana. Paré su acción poniendo la palma de mi mano en su pecho y empujándola hacia la calle, haciéndola casi caer de culo.
—¡¡LUIS POR DIOS, NO SEAS ANIMAL!! —Me gritó Ana, saliendo a abrazarse a su amiga.
—Tu no entras en mi casa, PUTA. —Espeté en la cara de esa zorra. — Ana, ¿qué hace esta zorra aquí? Pensé que esto ya lo habías superado. —Dije furioso
Bea y Ana me miraron con una sonrisa malvada y Ana me lo dijo queriéndome hacer daño.
—Bea ha venido de vacaciones a Nueva York y me mandó un mensaje para vernos. Nos vamos a una fiesta y tú, no estas invitado. Quédate en casa muriéndote de asco, cornudo. —Terminó diciendo Ana con desprecio.
—No sufras por mi Ana, ni se me ocurriría ir con dos putas como vosotras y descuida que pasaré el fin de semana fuera.
El gesto de Ana volvió a torcerse, vi cómo se alejaban hacia un Uber que esperaba en la puerta y llegando a él Ana volvió a darse la vuelta y mirarme dudando si meterse en ese coche o no. Algo le decía Bea y con determinación se metió dentro de ese coche e iniciando la marcha desaparecieron.
Mire la hora, eran cerca de las ocho y cuarto de la noche. Rápidamente tomé mi teléfono móvil y busqué el contacto de Kiara rezando para que no fuese tarde. Durante la semana hablamos un par de veces y la última vez me comentó de quedar el viernes, pero no le supe concretar debido a como estaban las cosas con Ana.
Marqué su número y el teléfono empezó a sonar. Pensé que no aceptaría mi llamada, pero me equivoqué, al segundo tono de llamada escuché su preciosa voz.
—Hola mi amor, me alegra oír tu voz, ¿qué tal estas?
—Hola cielo, no sé si será demasiado tarde o tienes otros planes para este fin de semana. ¿Te puedo proponer algo?
—Sabía que me llamarías, estaba segura. No tengo nada planeado, solo deseo estar contigo.
—Bien cariño, haz una pequeña maleta, nos vamos de fin de semana.
—¿Dónde me vas a llevar? —Preguntó con curiosidad Kiara, — es por saber que ropa meter.
—Ropa cómoda, traje de baño y algún vestido de coctel.
—Ummmm…suena muy interesante.
—Te va a encantar. En media hora más o menos estoy frente a tu casa, te mando un wasap para que bajes.
Nos despedimos y me puse a hacer mi pequeña maleta. Como no sabía si nos quedaríamos hasta el lunes por la mañana, me llevé mi consabido traje en un saco a tal efecto y cuando estuve listo, conecté la alarma y me fui a buscar a esa fascinante mujer.
Nuestro destino era Los Hamptons, un lujoso lugar donde veraneaba o pasaba el fin de semana lo más selecto de Nueva York. Mi compañía tenía una villa con una gran piscina y acceso directo a la playa. Ya había estado en varias ocasiones con Ana y el sitio era fantástico, lleno de lujo y detalles.
Cuando llegué a buscar a Kiara y vio la carretera que tomábamos me lo preguntó:
—¿Vamos de nuevo a Long Island?
—Bueno, nos pararemos allí a comprar víveres, pero vamos un poco más allá, vamos a Los Hamptons. —Le comenté a Kiara.
—¡¡¿Los Hamptons? ¿En serio?!! —Pregunto asombrada.
—Si cielo, mi compañía tiene una hermosa villa allí, veras como te va a gustar. —Le comenté.
—Dios, solo he estado un par de veces allí y me impresionó todo lo que vi. Seguro que me va a encantar. — Me dijo ilusionada, dándome un cariñoso beso en la mejilla.
Cuando llegamos y vio la impresionante villa, la piscina y la playa iluminada por la luna llena, se echó las manos a la boca impresionada por lo que veía. Miró todo con los ojos muy abiertos y cuando recorrimos toda la propiedad me lo preguntó:
—¿Y dónde está toda la gente?
—¿Que gente? —Pregunté extrañado.
—Bueno, me has dicho que esta villa pertenece a tu empresa. Asumí que no seriamos los únicos que estuviésemos aquí, habría más gente que quisiese pasar el fin de semana en este paraíso, ¿no?
—Pues no cielo, solo estamos tú y yo, todo lo que ves es para nosotros única y exclusivamente.
Kiara rodeó con sus brazos mi cuello y me besó profunda y sensualmente. Mis manos bajaron hasta su vestido y metiéndolas bajo el, me apoderé de ese par de magníficas nalgas que tenía esa chica, acariciándolas y amasándolas.
—Vamos a ponernos más cómodos. —Me sugirió Kiara.
Creo que eso fue una mera excusa para llevarme al dormitorio, desnudarnos los dos mientras nos mirábamos con deseo y tumbarnos en la cama haciendo un 69 hasta que me corrí en la boquita de Kiara que gustosa se tragó mi corrida, mientras que con sus orgasmos esa mujer me daba de beber su esencia.
Mi balano seguía duro como el acero, Kiara estaba preciosa y la tumbé abriéndola de piernas. Se la metí sin compasión, hasta que mis huevos golpearon su anito; se la dejé clavada moviendo en círculos mi cadera para que mi polla se amoldase bien a su coñito y como era costumbre en ella, empezó a correrse como una salvaje.
—Como te he echado de menos mi amor…Asiiii…haz que esto no pareeee. —Gimió Kiara en su orgasmo.
Estuvimos durante más de dos horas haciendo el amor, porque eso no fue follar. Desde hacía mucho tiempo, creo que más del que recordaba, no había sentido esa conexión entre dos cuerpos como el que estaba sintiendo con Kiara.
Bajamos a la cocina y nos preparamos algo de cenar y lo tomamos en la terraza trasera ya que hacia una buena noche. Cuando terminamos nos bañamos desnudos en la piscina y volvimos a hacer el amor dentro del agua, hasta que nos salimos y ya de madrugada nos fuimos a dormir. Al igual que la otra vez nos dormimos haciendo la "cucharita" y con mis manos acariciando sus suaves tetas.
Me levanté de madrugada, necesitaba ir al baño, cuando me fijé en que mi teléfono parpadeaba una luz indicándome que había recibido algo. Cuando lo abrí era un mensaje que me confirmaba que a la 01:15 de esa noche se había desconectado la alarma.
Me alarmé. A Ana no la esperaba hasta el domingo por la noche como mínimo y no sabía quién había podido desconectar la alarma. Recordé que en la entrada había una cámara grabando en tiempo real hacia la puerta de entrada y que desde el teléfono podía tener acceso a esa grabación. Me quedé a cuadros cuando vi a Ana entrando en nuestra casa, pero no parecía ni ebria, ni que la ocurriese nada y lo que me alegró es que la zorra de Bea no apareciese con ella.
Estando viendo eso recibí un nuevo mensaje indicándome que se había conectado la alarma solo en perímetro. Eso significaba que Ana se había quedado en casa y seguramente se fuese a dormir. Me extrañó, me extrañó muchísimo pero no le di mayor importancia. Fui al baño y me metí de nuevo en la cama arrimándome a Kiara que ronroneaba como una gatita mientras movía su culo sobre mi polla.
Amaneciendo, nos despertamos los dos abrazados, excitados e hicimos el amor nuevamente, con calma, sintiéndonos, encendiéndome como una tea oyendo los gemidos de ese amor de mujer que ofrecía cariño de una manera desinteresada, mientras mi verga abría su coñito y ella se aferraba a mí con brazos y piernas, mientras su cuerpo temblaba con sus orgasmos.
Nos volvimos a dormir y ya sobre las 10:00 de la mañana amanecimos. Ese día hicimos muchas cosas aparte de follar. Fuimos a la playa, donde Kiara me dejó ver su perfecto cuerpo solo cubierto por un bikini muy sensual, comimos en un buen restaurante, fuimos de compras, hicimos el amor, y por la noche la invité a cenar a uno de los mejores restaurantes con orquesta que había en Los Hamptons. Lo pasamos muy bien, parecíamos dos enamorados bailando muy pegados mientras nos besábamos y me inquietaba porque cada vez me sentía más a gusto con Kiara que no escatimaba en muestras de cariño hacia mí.
Esa noche volvimos a hacer el amor con cariño, pero estábamos cansados y nos dormimos rápidamente, como siempre, abrazados. El domingo cuando nos despertamos tuvimos una sesión de sexo increíble. Su boca su culo y su coño fueron follados. Esa mujer me daba todo lo que le pedía y me encendía de una manera que me tenía siempre a su disposición, o ella a la mía. Sabía cómo excitarme, con que ropita vestir para que la deseara y aunque se vistiese, hacía por que viese que su braguita tapaba más bien poco o directamente no se las ponía.
Si, tengo que reconocer que fue un fin de semana muy intenso con esa mujer. Kiara y yo nos conocimos mucho más y a medida que la conocía me gustaba lo que veía. Ese lunes por la mañana el viaje de vuelta fue mucho más triste. Habíamos estado dos días y un poquito más, sin separarnos, haciendo cosas juntos como una pareja de enamorados. A Kiara no le había hablado de mi divorcio y no le había dicho que en breve me iría del país para seguramente no volver. Aparte de que no sé cómo se lo tomaría, todavía no existía esa confianza que hace que cuentes todo a esa persona por la que empiezas a estar interesado.
Cuando la dejé en su casa, me lo preguntó con pena:
—¿Podré verte esta tarde, aunque solo sea un poco?
—No te puedo prometer nada, aunque lo intentaré. Tengo mucho trabajo.
—Ya, y una mujer que querrá estar contigo después de un fin de semana sin verte. —Dijo Kiara con tristeza.
—Kiara mírame. —Dije agarrando su mentón con suavidad y volviendo su cara hacia mi.— Mi mujer y yo estamos ya muy mal. Te aseguro que ella no va a ser el impedimento para que nos veamos, son asuntos muy importantes que tengo que solucionar. Quiero que esto lo tengas muy presente.
—De acuerdo Luis, pero que sepas que según te vayas ya estoy deseando estar contigo de nuevo.
La besé con cariño, acariciando su cara. Quería que notase lo a gusto que me encontraba con ella.
—Te llamo cuando pueda escaparme de mis obligaciones, te lo aseguro.
Cuando la dejé en la acera y la vi hacerse pequeñita por el espejo retrovisor, entendí que los dos empezábamos a enamorarnos como colegiales, a mí también me costó separarme de ella y eso de alguna manera me inquietaba sin saber cómo pensaba ella en ciertos aspectos de una relación. Sin saberlo no me convenía involucrarme mucho en esta unión.
Ese lunes también fue muy intenso. Por el momento de Ana no supe nada, ni me llamó, ni se pasó por mi despacho y después de lo que me hizo el viernes, no esperaba mucho más de ella. Al rato me llamó el director general a su despacho y me informó que ya estaba solucionado el tema de mi alojamiento en Madrid, y que en un mes a mucho tardar el avión de la compañía me llevaría a mi nuevo destino para instalarme haciéndome cargo de todo para la puesta en marcha de la fábrica. De hecho ya había mucha gente allí que me ayudaría con todo lo referente a maquinaria, químicos, suministros, proveedores…etc.
—Le hemos conseguido un chalet unifamiliar en una zona residencial de lujo a unos veinte minutos en coche de la nueva fábrica y un coche de la compañía. Creo que le gustará todo lo que hemos conseguido para usted dados los resultados que ha obtenido en esta compañía.
—De acuerdo señor director, me pondré en marcha para tenerlo todo preparado.
—¡Ah! Luis otra cosa. Respecto a su mujer hemos pensado que…
—Un momento señor director. —Dije interrumpiendo lo que me iba a decir. — Puedo confiar en su discreción.
—Por supuesto Luis, ¿ocurre algo malo? —Preguntó ese hombre.
—Mi mujer y yo nos vamos a divorciar. Ella no va a viajar conmigo a mi nuevo destino.
—Siento escuchar esa noticia. Esto cambia mucho las cosas. De momento tendrá que dejar la casa donde vive con usted, ella no puede vivir allí si usted no está y bueno, tendríamos que recolocarla en alguna otra sección…no se si me entiende.
—Lo que entiendo, y perdone que sea tan cruel, es que en el momento que firmemos el divorcio, lo que le ocurra me trae sin cuidado. Ha sido su decisión.
—Bien Luis, seguiremos en contacto. Buenos días.
Esa misma mañana mi abogado me llamó y me dijo que ya tenía los papeles listos para que Ana firmase nuestro divorcio y separásemos nuestros caminos. Le cité por la tarde en mi casa suponiendo que Ana estuviese allí. Había llegado la hora de la verdad, solo esperaba que Ana estuviese a la altura y no me armase ninguna escena. Se lo dejé bien claro que si seguía con esa actitud nuestro matrimonio se acababa, pero lo más importante es que ya no la amaba, no sentía nada por esa mujer que en un principio fue el oxígeno que me hizo revivir. De aquello, solo quedaba el recuerdo.
Antes del Almuerzo Ana se pasó por mi despacho. Su rostro no podía ocultar su disgusto y me lo preguntó temiendo mi respuesta:
—Podemos almorzar juntos. Hace mucho tiempo que no lo hacemos.
—Claro, estaría bien. —Respondí con una sonrisa.
—Bueno, voy a por mí bolso, ahora vengo a buscarte y nos vamos.
Se levantó y se fue hacia la puerta, pero antes de salir se dio la vuelta y me lo dijo
—Luis…Tú sabes que yo te quiero, ¿verdad?
—Bueno, tu forma de demostrarme que me quieres no es la más apropiada, ¿no crees?
Ana agachó la cabeza y cuando me miró vi temblar su mentón. Su cara era de súplica, como adivinando mis pensamientos. Abriendo la puerta salió, dudó y me lo dijo:
—Ahora te veo, espérame, no te vayas sin mí.
Esto iba a ser duro para los dos, pero no podía echarme atrás ahora, porque Ana intuyese algo y quisiera llegar a tocar mi fibra sensible. Esto ya había pasado anteriormente y las pocas semanas, vuelta la burra al trigo. Como dije, el principal culpable fui yo por no parar eso a tiempo.
Al poco estábamos sentados en la mesa de un restaurante, esperando a que nos trajesen la comanda que habíamos pedido y Ana me volvió a preguntar.
—¿Qué tal tu fin de semana?
—Muy bien, estuvo increíble.
—¿Es…estuviste solo?
—No, por supuesto que no estuve solo. —Respondí con maldad.
—Ya…lo entiendo, es lógico…¿No me vas a preguntar por mi fin de semana? —Preguntó Ana.
—¿En serio quieres que te pregunte por tu fin de semana? Ana no me interesa en absoluto cuantos tíos os han follado a ti y a la puta de Bea, ni a cuantos os habéis tirado a la vez, ni a la hora que llegaste a casa. Ya no me interesa nada de lo que hagas, solo quiero que esto acabe.
—No…no hice nada Luis, vine a nuestra casa esa misma noche, —comento Ana echándose a llorar. — Te juro que nadie me tocó un pelo, vine a casa para estar contigo y pedirte perdón por cómo te dejé al irme con Bea. Incluso discutimos y se enfadó conmigo por dejarla sola con esos hombres.
—Ya, y pretendes que me lo crea. Ana por Dios, ya está bien. —Dije enfadado.
—Se que no me crees, pero es lo que ocurrió, —lloraba Ana con congoja. — Luis por lo que más quieras…no me dejes, te lo suplico.
Ya había pasado por esto anteriormente. Y no solo una vez, ni dos, si no unas cuantas veces y al final con idéntico resultado, siempre volvía a su vida de sexo desenfrenado. El ver a Ana en ese estado de tristeza, me rompía el alma, pero es lo que se había buscado. Ya no quería dar marcha atrás, el engranaje se había puesto en marcha y cuando Ana se enterase que encima se quedaba en la calle, sola, sin casa y con su trabajo en una inmensa interrogación, no sé qué pasaría con su futuro.
—Lo siento Ana, pero ya es tarde para eso. —Respondí sin sentimiento.
Se me había quitado el poco hambre que tenía. Me escusé con Ana, me levanté de la mesa donde estábamos y me fui a la calle, necesitaba aire. Llamé a mi abogado y le dije que llevase los documentos para firmar a mi despacho, yo me encargaría de que los firmase mi mujer y se los entregaría a él una vez firmados. Sabía que esto iba a ser muy duro y no quería a un extraño, aunque fuese mi abogado, estuviese delante cuando se desatase la tormenta.
Esa misma tarde cuando Ana y yo estábamos en casa su tristeza era patente. Podía alargarlo, dejarlo para mejor momento; pero el caso es que ya no habría mejores momentos. Me senté al lado de Ana que me miró con esperanza, pero cuando vio que dejé el portafolios encima de la mesa, lo miró con temor.
—Ana tenemos que hablar.
—No…no, no, no… —Rompió a llorar Ana, sabiendo lo que era inevitable.
—Aquí tengo los papeles del divorcio ya firmados por mí. Solo hace falta tu firma para que puedas llevar la vida que te gusta sin necesidad de dar ninguna explicación a nadie.
—Pero yo la vida que quiero llevar va unida a ti, te amo demasiado para firmar esos papeles, no quiero renunciar a ti.
—Me amas, pero dejas que te follen infinidad de hombres, dime Ana, ¿Qué tipo de amor es ese?
Ana lloraba desconsolada, incluso cayeron lágrimas sobre los papeles del divorcio que ella indecisa se negaba a firmar con el bolígrafo en la mano.
—No quiero ser cruel contigo, aunque tú no has dudado en hacerme sentir muy mal en muchas ocasiones, pero debo de contarte toda la historia. Aparte de que ya no te quiero y no estoy enamorado de ti, me marcho de Estados Unidos para trabajar en otro país. No quiero que vengas conmigo porque ya nada nos une, pero tú debes de abandonar esta casa sí o sí. Cuando me vaya, tú no puedes vivir aquí y si nos divorciamos, tampoco puedes vivir en esta casa, es de la compañía, no mía, ¿lo entiendes?
—Luis, ¿y qué voy a hacer yo? ¿Dónde me meto? Después de tantos años me dejas abandonada como un coche viejo en la calle. No me esperaba esto de ti. —Hipaba Ana desconsolada por las noticias.
—Bueno, estoy seguro que de los muchos amigos que tienes, alguno te querrá dar alojamiento hasta que normalices tu situación. El resto es sencillo, tienes un sueldo. Alquila un apartamento y vive tu vida, pero al final de esta semana tienes que abandonar esta casa.
Ana paró de llorar y fijó su vista en algún punto. No quise presionarla, me fui a la cocina a tomar un vaso de agua y que decidiese, pero tenía que firmar esos papeles. Escuché sonar su teléfono móvil y como hablaba con alguien. Estuvo un buen rato hasta que subió a la habitación de invitados, bajando al cabo de más de una hora con dos maletas grandes.
—Toma, —dijo dándome el portafolios,— ya he firmado nuestro divorcio, —dijo Ana con pena.— Me marcho con Bea a su hotel y creo que mañana presentaré mi carta de dimisión en el trabajo. Ya no me ata nada a esta ciudad y no soportaría estar trabajando y saber que no puedo ir a tu despacho a media mañana a verte. Volveré a España, a casa de mis padres de momento, ya veré lo que hago.
Abrí el portafolios y vi su firma y sus lágrimas, ya secas en el papel, como si fuesen testigos vacíos de esa ruptura. Ana se abrazó con fuerza a mí y se echó a llorar nuevamente.
—Perdóname mi amor, perdóname por todo lo malo que te he podido hacer y decir. Nunca te voy a olvidar y siempre, siempre te amaré.
Terminó de decir esto y dándome un beso en la mejilla la vi desaparecer por la puerta. De repente una soledad, como cuando llegué a esa casa por primera vez, se hizo enorme en mí y ese casoplón se quedó sordo de nuevo, solo se oía mi respiración. Quise resistirme y no llamar a Kiara, pero en estos momentos la necesitaba como el respirar, aunque de seguro me notaría "extraño" y querría enterarse de lo que me ocurría, y de verdad, no me apetecía dar explicaciones. Pero no me pude resistir, necesitaba sentir sus abrazos y la llamé.
—¡¡Luis, mi amor, que alegría me has dado!! —Exclamó Kiara alegre.
—Hola preciosa, necesitaba oír tu voz. —Dije en un tono que creí neutro.
—Me halaga que me digas eso, pero noto tu voz extraña, ¿te ocurre algo?
Una sola frase, seis palabras y ya supo que algo no iba bien, ¿cómo se puede llamar a eso? Estaba claro que entre nosotros había nacido algo, sobre todo mucho cariño pero esto nos llevaba a enamorarnos irremediablemente, y lo peor, que todavía no le había contado mi marcha a España, sabía que eso iba a ser un mazazo.
—Realmente, si me ocurre algo y necesito verte, estar contigo.
—Luis, me estas asustando.
—¿Dónde estás? ¿Puedo ir a verte ahora?
—Estoy en el trabajo, me falta una hora para salir, ¿te doy la dirección y vienes a buscarme?
Esa noche Kiara y yo la pasamos juntos en un hotel, me pareció una falta de respeto hacia Ana el llevarla a mi casa. Le expliqué mi vida, mi relación con Blanca y mi tempestuosa relación con Ana y el porqué de mi divorcio de ella. Le pareció vergonzoso el que yo hubiese aceptado esas situaciones, aunque entendió que, por amor, muchas veces, se hacen grandes estupideces, como por ejemplo, tropezar dos veces en la misma piedra.
—¿Y qué piensas hacer si te vuelves a enamorar? ¿Tener una relación abierta como la que tenías hasta ahora? —Preguntó Kiara algo enfadada.
—Ni loco Kiara, como te he dicho, fui tan estúpido y necio que renuncié a mis principios por hacer feliz a la persona que amaba, pero tengo muy claro lo que deseo y eso no es otra cosa que no haya terceras ni cuartas personas en mi relación.
—Pues espero que lo tengas muy claro, porque una mujer como Dios manda no admitiría ese tipo de relación, yo misma no lo permitiría…aunque nos conociésemos como nos conocimos, pero yo no tenía ni pareja ni marido.
¿Y ahora, que? ¿Había encontrado a la mujer de mi vida, justo cuando me tenía que ir? No podía seguir con esto sin decir nada, estaba claro que entre Kiara y yo había algo más, y cuanto antes lo supiese, seria menos doloroso, o eso pensaba, porque no pintaba bien.
—Kiara, hay algo más que debo de contarte.
—¿Algo más? Creo que no me va a gustar por tu tono de voz.
—Dentro de unas tres semanas me marcho a otro país a trabajar. Hoy me lo han confirmado. —Mentí asquerosamente.
—¡¡¿QUÉ?!! —Exclamó Kiara desilusionada.
—Lo siento mi amor, hoy ha sido un día de noticias difíciles y momentos muy incomodos.
Solo hicieron falta quince segundos para que Kiara rompiese a llorar con desesperación. Fueron momentos muy jodidos porque me rompía verla así, teniendo que aceptar que lo nuestro no tenía futuro.
Cuando consiguió calmarse lo hablamos, apenas nos conocíamos y Kiara era bastante cerebral. La idea de venirse conmigo a Madrid fue desechada enseguida. Su vida la tenía en Nueva York lo mismo que parte de su familia y además tenía un futuro muy brillante en su empresa y estaba en una edad en la que las locuras habían pasado a un segundo plano y necesitaba a un hombre a su lado no a casi a seis mil kilómetros. Esa noche dormimos juntos, muy abrazados, pero no hicimos nada más.
Desde ese día hasta que me fui de Nueva York, Kiara y yo prácticamente no nos separamos, salvo para realizar nuestros trabajos. Quizás hubiese sido mejor el dejar de vernos sabiendo que el final de esa relación tenía fecha de caducidad, pero realmente nos buscábamos con desesperación y aprovechábamos cada minuto, cada instante del día para entregarnos. Hacíamos el amor como si esa fuese nuestra última vez, nos faltaban horas en el día para seguir amándonos y ya nos habíamos confesado nuestro amor y lo que sentíamos el uno por el otro.
Sabíamos que iba a ser durísima la despedida. Hubo muchos momentos de debilidad, de mandar todo a la mierda y permanecer juntos, pero al final la cordura prevalecía. Por desgracia el amor no paga las facturas, la hipoteca y el ritmo de vida que acompaña a todo esto. Y ya no nos valía ese dicho de "contigo, pan y cebolla" y ya veríamos como salíamos de esta, porque, y aunque nos cueste decirlo, con la edad que empezábamos a tener necesitábamos aparte de ese amor una seguridad y una estabilidad para poder formar una familia.
Se aproximaba el día, en mi empresa las reuniones eran constantes para poder dejar zanjado como se iba a gestionar el inicio de la fabricación de los medicamentos y la logística de mercado para Europa. Todo estaba preparado, me confirmaron que ese era mi último fin de semana en Nueva York, el lunes a las nueve de la mañana el avión de mi compañía me llevaría hasta Madrid, la tierra que me vio nacer. Ese viernes dejé en recursos humanos, las llaves de la que fue mi casa y del coche que me dejó la compañía. Todas mis cosas estaban ya en el aeropuerto a la espera de mi partida. Ese último fin de semana, Kiara y yo no salimos de la cama, nos amamos, gozamos, lloramos, maldecimos y volvimos a sentirnos como nunca creo haber sentido a una mujer.
Ese lunes, Kiara me acompañó hasta las escalerillas del avión. Todas las palabras sobraban, solo un «llámame cuando llegues, quiero saber que estas bien. Te quiero» fue lo que me dijo y nos dimos nuestro último beso. Aunque intentamos mantenernos firmes según me separé de ella sabiendo que ya no sentiría sus besos y sus abrazos hizo que las lágrimas brotasen de mis ojos, cuando me giré para decirle el último adiós la vi llorando también. Ese viaje lo recuerdo como uno de los peores de mi vida.
La primera semana en Madrid fue una locura. Entre instalarme, acostumbrarme de nuevo al horario de España, conocer a la gente con la que iba a trabajar, comidas, estrategias de mercado, fecha de inicio de puesta en marcha de las máquinas de envasado…al día le faltaban horas y todo era un poco locura, ordenada, pero locura.
Pero invariablemente todas las noches, Kiara y yo teníamos nuestro momento. Hablábamos, nos contábamos nuestro día y aunque lo evitábamos, siempre terminábamos hablando de lo mucho que nos echábamos de menos y que no era justo que nos hubiésemos tenido que separar.
Digamos que el primer mes fue así. Pero yo sabía, estaba seguro, y creo que ella también, que este tipo de relación a distancia se iba a terminar de una manera u otra. Incluso intentamos hacer ciber sexo, los dos desnudos frente a la pantalla de nuestro ordenador personal, pero fue incómodo y frustrante, ella alcanzó un orgasmo, que quiero creer que era real, pero a mí me hacía falta más, me hacía falta sentirla a ella, no a través de una pantalla de ordenador, con lo que perdí mi erección para desilusión de Kiara que vio que era incapaz de provocarme un orgasmo en la distancia.
Quizás eso fuese lo que empezó a distanciarnos. Sin ser nada pactado fuimos espaciando nuestros contactos, hasta casi hacerlos desaparecer. Yo me involucre mucho en mi trabajo, aunque la fábrica estaba a pleno rendimiento y se nos acumulaban los pedidos, me absorbía gran parte de mi tiempo, era como un bebé al que tenías que atender prácticamente las veinticuatro horas del día.
Una noche, ya era fin de semana, me puse a pensar que desde que me vine a Madrid no había follado. Hacía ya casi dos meses y no había ni pensado en ello. Por no haber, ni había llamado a mis amigos de toda la vida, aunque sé que la mayoría estaban ya casados y con hijos. No conocía la noche madrileña, por donde moverse, donde encontrar a chicas dispuestas a pasarlo bien y realmente quería eso, no perder tiempo y follar.
Pero cometí un error. Me acordé de Kiara y la eché mucho de menos, hacía semanas que no hablaba con ella y quise no perder el contacto. Mirando el reloj mundial para saber la hora de Nueva York, vi que era pronto y estaría en su casa, así que llamé. Fueron unos segundos, que se me hicieron eternos, pensando en que ya no me aceptaría la llamada, pero me equivoqué.
—Hola cariño, ¿Qué tal estas? —Respondió Kiara
En la pantalla aparecía Kiara bellísima, debía de haber salido de la ducha, estaba con una toalla anudada a su pecho e imaginé que debajo iba completamente desnuda con lo que mi erección se hizo más palpable.
—Bien, ¿y tú? He estado muy liado con la fábrica, pero me he acordado mucho de ti.
—Y yo de ti mi amor. ¿Ya está en funcionamiento esa fábrica?
—Bueno si, quedan algunos flecos, pero lo importante está hecho. Ya estamos exportando a Europa. Cuéntame algo de ti, anda…¿Cómo va todo?
Kiara empezó a contarme cosas de su trabajo. Ella era ingeniero de telecomunicaciones y me contaba los proyectos en los que estaba trabajando. Yo no entendía nada, solo la escuchaba con atención, oyendo su voz, en como miraba a la cámara, sus gestos, su sonrisa…Fueron solo un par de segundos, si es que llegaba a eso, vi como un hombre desnudo pasaba por la puerta y hacia amago de entrar, para seguidamente retirarse rápidamente del ángulo de la cámara.
Noté una punzada de celos, sabiendo que la mujer que amaba estaba en brazos de otro hombre, ¡¡joder, otra vez!! Exclamé para mí, para a continuación caer en la cuenta que entre Kiara y yo solo existía un cariño, pero que cada uno tenía que seguir con su vida sin contar con el otro. Kiara no tenía que pedirme permiso para nada. Con todo el dolor de mi corazón la interrumpí y ella se extrañó:
—No debería de haber llamado. Te he interrumpido. —Dije dolido.
—¡¡¿Qué?!!…No cariño, no me interrumpes.
—Si Kiara. Acabo de ver a un hombre desnudo en la puerta. Siento haberos interrumpido.
Kiara miró rápidamente a su espalda y lógicamente ya no había nadie. Volvió a mirarme a mí, asustada, vi como sus ojos se humedecían negando con la cabeza.
—Siento…siento que te hayas enterado así…yo…yo no quería…
—Kiara no debes de excusarte conmigo, es lógico, tenía que suceder, nuestras vidas siguen adelante. —Dije haciéndome el fuerte.
—Lo…lo conocí hace unas semanas y hemos empezado algo. ¿Y tú? ¿Ya hay alguien en tu vida de nuevo? —Preguntó Kiara.
—Me gustaría decirte que sí, pero te mentiría. Desde que llegué solo he hecho que trabajar y trabajar, no he tenido tiempo para nada más.
—Luis yo…yo…
—Kiara, tenía que ser así. Creo que será mejor para los dos el dejar de llamarnos.
Kiara rompió a llorar asintiendo con su cabeza, leí en sus labios como me decía «te quiero» para a continuación, terminar la llamada.
Quería enfadarme con Kiara, pero sería una estupidez por mi parte. Ambos dijimos un rotundo NO, a las relaciones a distancia. Y creo que los dos sabíamos que conoceríamos a otras personas y lo nuestro quedaría como algo muy bonito que ocurrió en algo más de tres semanas maravillosas.
Estaba algo rabioso. La gente seguía con sus vidas y yo era como un estúpido que me quedaba haciendo encaje de bolillos esperando a que alguien, una exuberante mujer, llamase a mi puerta y me sedujese. Me pasó igual cuando llegué a Nueva York, hasta que Ana no llamó a mi puerta no hice nada por salir y divertirme.
Ana, ¿qué habría sido de Ana? Me sorprendí que cuando firmó el divorcio y como dijo, al día siguiente presentara su carta de dimisión en la empresa no dijese nada. Desde ese día ni un mensaje, ni una llamada, nada, pero también es cierto, ¿para qué? Le dejé muy claro que no quería saber nada de ella, nuestros caminos se separaban para no volver a cruzarse.
Creo que mi subconsciente me traicionó, en la pantalla de mi ordenador aparecía una web de chicas de compañía y sentí curiosidad, empezando a buscar a alguna que me gustase. Me paré en una que era muy guapa, aunque su cara aparecía pixelada, tenía unas tetas impresionantes cinturita estrecha, caderas voluptuosas un culo de infarto y unas piernas largas y torneadas era una joven 10/10. Luego un texto describiéndose y algunos ejemplos de tarifas, no era barata, pero si había algo que yo sí que tenía, era mucho dinero. Se llamaba Raquel, tenía veinte años, marqué su número de teléfono y enseguida me atendió, su voz me gustó mucho:
—Hola, soy Raquel, ¿en qué puedo ayudarte?
—Hola Raquel, me llamo Luis y te llamo por tu anuncio en una web.
Iniciamos una pequeña charla y como no quería que viniese a mi casa y ella vivía con sus padres, (eso me extrañó mucho), quedamos en Madrid (yo estaba viviendo en Alcalá de Henares), frente a un restaurante en la calle López de Hoyos. Dijimos como iríamos vestidos para reconocernos y quedamos allí en una hora. Cuando me presenté no había nadie con la descripción que me había dado, así que estuve un rato esperando y pensando que me había tomado el pelo. Me dispuse a irme cuando una vocecita muy dulce pronunció mi nombre.
—¿Luis?
—¿Raquel?
Los dos esbozamos una gran sonrisa de aceptación. Raquel era bastante más exuberante que en la foto. Tenía una cara preciosa, melena castaña larga, ojitos claros y una perpetua sonrisa en su rostro. Venía con unos vaqueros blancos hiperajustados marcando cada curva y una blusa de manga corta negra dejando adivinar su sujetador también negro intentando sujetar ese par de tetas enormes que decían comeme" . No es que fuese muy alta, pero esos zapatos con taconazo le conferían más altura.
—Pensé que no vendrías, casi me iba a ir. —Dije a modo de reproche.
—Perdóname, pero realmente he estado observándote, no te enfades conmigo. Me has sorprendido mucho, estas muy bueno.
—¿Si hubiese sido un tío feo no te habrías acercado? —Pregunté con maldad.
—No, bueno…si, pero entiende que tengo mis gustos y no aguanto a babosos y ciertas personas. Seré puta, pero tengo mis preferencias y mira, tú eres una de ellas.
—Bueno, pues tú me dirás dónde vamos. —Dije agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia mí.
—Vamos a tomar un taxi. —Me dijo con cara de putón.
En diez minutos, estábamos frente a un portal en pleno barrio de Salamanca. Raquel pulsó un botón del telefonillo y al poco la puerta sonaba para dejarnos entrar. Cuando llegamos al piso, una chica guapísima nos abrió y nos recibió con dos besos. Yo me quede a cuadros, sorprendido por el recibimiento y esa belleza nos acompañó por un gran pasillo y nos abrió la puerta de una habitación muy acogedora.
—Que lo paséis bien parejita. —Se despidió esa chica con una sonrisa picarona cerrando la puerta.
—¿Me pagas antes? Dijo Raquel.
Yo obediente saqué mi cartera y le di los trescientos euros por hora y media con ella. Menos anal, podía hacer de todo. Nos desnudamos y nos sorprendimos el uno del otro, pero no pude dejar de reírme con esa chica.
—Joder tío, que tranca tienes ¿no?...Madre mía, aquí pueden comer tres sin problema…¡¡Ostia!! Y sigue creciendo, tú eres de los que traen el desayuno a la cama a tu chica…un café en una mano, el periódico en la otra…y cuatro donuts en el rabo para mojar, ¿a que sí?
Me sentó en la cama y se puso entre mis piernas. Agarró mi cipote y lo pajeo con cariño mientras me miraba con carita de niña mala.
—¿Tengo una curiosidad? —Le dije sin pensarlo.
—¿Cuál? —Dijo pasando su lengua por mi glande.
—Uffff…Esa chica, tú amiga ¿por qué me ha dado dos besos si no me conoce? Se ha comportado como si, no sé, fuese tu rollito, tu ligue.
—Jijiji, bueno es algo extraño. Yo me dedico a esto para sacarme algo de dinero, mil o dos mil eurillos al mes, pero no lo hago muy a menudo.
—Pero tu foto en esa página web…
—Mañana ya no estará, la pongo cuando me apetece, y esa chica que has visto es mi mejor amiga que me deja su casa para traerme a mis supuestos amigos, no sabe a lo que me dedico, aunque si lo supiese me pediría un porcentaje…Jajajajajajajaja.
—¿Y si alguien te reconoce? —Pregunté excitado.
—Mi rostro no sale, solo mi cuerpo y además siempre me aseguro de observar a ese posible cliente sin que me vea a mí. Si creo conocerlo, me marcho. Y basta de hablar, quiero comerme esta delicia.
Terminó de decir esto y engulló más de la mitad de mi verga en su boca. Joder como la chupaba la niña, me iba a sacar hasta el higadillo. Agarre su cabecita y ella entendió que se la iba a follar. Puso sus manitas detrás de su espalda y durante unos minutos me follé esa boquita que me estaba matando de placer.
—Raquel, me voy a correr…Dios…no aguanto más.
Quité mis manos de su cabeza y ella enseguida sacó mi polla de su boca para pajearla con energía mientras me chupaba los huevos. No tardé nada en empezar a correrme como un salvaje, lanzando latigazos de semen que caían sobre mi tripa y pubis. Cuando terminé Raquel me miraba atónita.
—¡¡Que cabrón!! ¡¡Qué manera de echar leche!! Madre mía, me follas a pelo y me preñas seguro. ¿Siempre eres así?
—Que va, hacía más de dos meses que no me corría…madre de Dios, que a gusto me he quedado.
—Espera que voy a por un "globito" (preservativo). —Dijo Raquel.
Trajo un preservativo y toallitas húmedas para limpiarme y limpiarse ella su mano que había recibido su parte de corrida. El problema vino cuando fue a ponerme el preservativo y este se rompió.
—¡¡Joder!! Que mala suerte, se ha roto. —Exclamó Raquel.— Espera que voy a por otro.
Vino con un nuevo preservativo, pero esta vez me lo puse yo. Esa chica tenía unas uñas postizas que daban miedo. Pero cuando logré ponerlo me quedaba tan justo que casi me cortaba la circulación. Raquel se puso en cuatro en la cama y apunté mi polla, pero estaba tan apretadita que fue meter la punta y noté como se volvía a romper el preservativo.
—Se ha vuelto a romper Raquel, —dije sacando mi polla rápidamente de su coñito,— son demasiado pequeños.
—¿Y tú? ¿No tienes ninguno de tu talla? —preguntó Raquel ofuscada
—Lo siento, pero hace tiempo que no los utilizaba.
—Espera voy a preguntar a mi amiga, por si acaso.
Raquel salió de la habitación completamente desnuda. Al poco vi cómo se asomaba una cabecita, era la de su amiga que según me vio empalmado con el rabo más duro que el acero abrió mucho los ojos, para seguidamente entrar Raquel desilusionada.
—Nada, tampoco tiene. Joder, es que quiero sentirlo dentro de mí, nunca he visto uno tan grande, salvo en películas, claro.
—Raquel, ¿Tienes alguna otra cita esta noche?
—No, ninguna…¿Por? —Preguntó con curiosidad.
—Te propongo que nos vistamos, vayamos a una farmacia de guardia, compre esos preservativos y nos vengamos aquí a terminar lo que hemos empezado.
A Raquel le gustó la idea. Al rato estábamos montados en un taxi camino de una farmacia de guardia, pero mala suerte, no tenían preservativos XL, probamos en dos más con idéntico resultado, nuestra cara era ya de no creernos lo que estaba pasando.
En la última farmacia, preguntando por qué no tenían de esos preservativos, su respuesta fue porque no se vendían, terminaban caducando y los tenían que destruir. Cuando salimos de allí Raquel me miró sin saber muy bien cómo actuar ni lo que hacer, solo había cumplido en parte su trabajo con la mamada que me hizo, pero follar no habíamos follado. Fue a sacar el dinero de su bolso y la detuve:
—¿Qué haces? —Le dije.
—Me contrataste para hacer algo y en parte no lo he cumplido. Por una mamada solo cobro cien pavos.
—No espera, te propongo otra cosa. —Dije sacando mi cartera y quinientos euros más.— Hace muy poco que he venido de vivir en Nueva York, no conozco nada de la noche de Madrid, estoy seguro que tú me la puedes enseñar y conocer los sitios de moda.
Raquel esbozó una sonrisa entre la ilusión y el agradecimiento. La noche me saldría por una "pasta" pero estoy seguro de que lo pasaríamos muy bien. Tomamos otro taxi y Raquel le dijo que nos llevase a la calle Alcalá esquina con Lagasca, también en el barrio de Salamanca. Cuando llegamos y nos bajamos había infinidad de bares a izquierda y derecha para "picotear" tomar raciones o cenar, la variedad era la clave.
Me llevó a los bares que estaban más de moda, todos llenos de gente muy joven, de entre 17 a 25 años, bueno era su ambiente ella tenía veinte añitos. Cenamos de tapas en varios de los bares en los que estuvimos acompañadas de vino blanco o cerveza. Empezamos hablar de nuestra vida; así me enteré de que estaba en segundo de medicina, había salido de una relación muy toxica, donde su pareja la maltrataba física y psicológicamente, y que lo de prostituirse, era más bien por tener dinero para sus caprichos, caros caprichos, aunque venia de una familia acomodada sin apuros económicos.
La chica era un encanto, tenía ese punto de inocencia que da la edad. Contó a un desconocido muchas cosas de su vida que no se deberían de contar a no ser que se tuviese mucha confianza, pero yo no le impedí que lo hiciese, tampoco lo iba a utilizar en su contra, ¿para qué? A su vez yo le conté cosas de la mía, pero sin entrar en detalles sobre mis penosas relaciones personales. Si le comenté que estaba divorciado, a lo que me dedicaba y sobre mi estancia en Estados Unidos:
—Ósea, que tú eres un pez gordo en tu empresa. —Afirmó Raquel.
—En estos momentos, el máximo responsable de la parte europea.
—Es bueno saberlo, como dice mi padre, se deben de tener contactos importantes, nunca se sabe cómo te podrán ayudar el día de mañana.
Cuando salimos del último bar, saciados de comer y beber nos fuimos dando un paseo hasta la calle Goya, exactamente al Club Goya, una discoteca con un ambiente muy peculiar. Había gente de muchas edades y ponían buena música. Estuvimos un rato, tomamos una copa y nos fuimos, dando otro paseo hacia la plaza de Colon a un sitio muy exclusivo llamado Bling Bling. En ese sitio sí que disfrutamos y lo pasamos muy bien. Con diferentes ambientes y géneros musicales fue donde Raquel me llevo a bailar a una pista de baile que no pisaba desde hacía no sé cuánto tiempo, pero que me fascinó.
Cuando salimos de este sitio, Raquel iba abrazada a mi cintura. Dando otro paseo nos fuimos hasta Alcalá 20 a un sitio que se llamaba Cha Cha The Club. Igual, no paramos de bailar y de beber, yo disfruté mucho de los sitios y sobre todo de la compañía. Raquel, aunque saludó a conocidos no se separó de mi en toda la noche, estuvo bailando pegada a mí, excitándome, haciendo que abrazase su cintura mientras ella pegaba su perfecto culo a mi crecido paquete y mis brazos la abrazaban con fuerza.
Estando en la pista bailando se puso frente a mí y nos besamos con ardor dejando a nuestras lenguas que jugasen entre ellas. Cerca de las seis de la mañana ya nos echaron y tuvimos que irnos. Raquel me dijo que había algunos sitios que todavía permanecían abiertos, pero realmente estábamos muy cansados, no habíamos parado en toda la noche, así que decidimos irnos a dormir.
Íbamos andando agarrados de la cintura, en silencio, intentando tomar el primer taxi libre que encontrásemos, cuando Raquel se puso frente a mí y me volvió a besar.
—Luis, hace mucho tiempo que no lo pasaba tan bien con un hombre como lo he pasado hoy contigo. No quiero que esta noche termine, quiero más, quiero despertarme mañana y que estés a mi lado…además, todavía no hemos follado. —Me dijo Raquel seductoramente.
—¿Quieres venir a mi casa a dormir? —Pregunté para asegurarme.
—Si, llévame a tu casa. —Respondió Raquel con seguridad.
Al rato entrabamos por la puerta del inmenso chalet que la empresa me había cedido. Raquel miró todo abriendo mucho los ojos, admirando el lujo y en donde vivía.
—¡¡TU SALON ES MAS GRANDE QUE MI CASA!! —Exclamó Raquel— ¿Y la televisión? ¿Dónde vas sin televisión?…¡¡Ostras, que piscina, tú!!
Raquel abrió la puerta de la terraza que daba acceso a la gran piscina, se sentó en una de las hamacas y miró todo sin perder detalle.
—Porque hace algo de fresco, si no te pediría que nos bañásemos juntos.
Era verano, pero el frescor de la mañana no invitaba al baño. Creo que si hubiésemos ido más perjudicados de alcohol, si lo hubiésemos hecho.
Preparé algo de desayunar, yo un café con leche y Raquel un cola cao. Hice unas tostadas con mermelada y subimos a mi cuarto. Nos desnudamos y nos metimos los dos en la ducha y ahí fue donde empezó a desatarse la pasión.
Raquel empezó a tratarme como a un amante en vez de como un cliente. Cariñosa, ardiente, entregándome su cuerpo sin peros. No me dejó follarla en la ducha, quiso que nos calentásemos hasta el punto de ebullición para salir de la ducha, secarnos y llevarme a la cama donde nos tumbamos e hicimos un 69 delicioso. Descubrí el sexo de Raquel, lampiño, con sus labios mayores abiertos y sus labios menores emergiendo entre ellos, su clítoris hinchado y su anito cerradito, de color marrón claro, pero precioso.
Cuando noté la boca y la lengua de esa niña haciendo diabluras con mi verga hundí mi cara en su entrepierna y me di un festín. Sabía que esta vez iba a ser diferente, ella se corrió en mi cara mientras le follaba el coño con mi lengua y metía un dedo en su culito. Me bebi toda su corrida, sabia deliciosa. Cuando le avisé de que yo también iba a correrme, metió más si cabe mi polla en su boca hasta que me corrí en ella. No dejo escapar ni una gota y cuando terminó, nos besamos intercambiando nuestros sabores, se dio la vuelta y se puso en cuatro.
—Follame cielo, necesito sentirte dentro de mí.
—Estamos locos Raquel. —Terminé de decir esto y se la clavé hasta la empuñadura.
—Jodeeer…Diooooos…que polla más ricaaaaaa.
Raquel era muy estrechita, y mi polla la abría sin problema. Empecé a follarla con fuerza, embestidas fuertes, percutiendo su coñito mientras mis manos se aferraban a esos glúteos perfectos. Ensalivé mi dedo gordo y se lo metí en el culo, ella me miró como una perra en celo y puso sus ojitos en blanco.
—Dame fuerte…más…más…así…mássssssss…rompemeeeeeeeh…me voy a correeeer…me corro…me corroooooooooh
Raquel empezó a correrse, pero yo no deje de bombear como un poseído ese coñito, hacia muchas semanas que no sentía esa sensación. Esa niña estaba enloquecida y a la vez que yo la empotraba ella echaba su culo hacia atrás clavándose la polla en el útero. Creo que sin terminar su primer orgasmo estalló en un segundo aún mayor.
—No pareees…no pareeees…rompemeeh, asiiii…asiiiiii…Diooooos que gustoooooh.
—Raquel, me voy a correr, ya no aguanto más te voy a llenar de lecheeee.
—NOOOO…córrete fueraaaa…
En el último instante la saqué de su coñito y se la puse en su anito empezando a correrme, el placer era tal que hice algo de presión y mi polla se coló en su culo sin problema mientras descargaba mi corrida en sus intestinos.
—¡¡AHHHHH!! ¡¡CABRÓN!! Me estas follando el culo…joder que gustooooo…sigueee…párteme en dos.
Raquel se corrió dos veces más y yo una tercera que me costó lo mío. Terminamos agotados, pero con una cara de felicidad imborrable. Permanecimos tumbados en la cama recuperando el resuello, estábamos sudorosos por el esfuerzo, así que nos dimos otra ducha rápida y nos metimos en la cama. Enseguida Raquel vino a hacia mí para que la abrazase, era muy mimosa y eso me gustaba.
—Aunque mañana me voy a acordar de ti, me ha encantado que me follases el culo.
—Lo siento, pero tienes un culo precioso y lo sabes, y ya sé que me dijiste que anal no, pero no he podido evitarlo. —Le dije como excusa barata.
—Eres el segundo hombre en mi vida que me folla sin condón, el primero fue el amigo de mi hermano que me desvirgó, y te aseguro que esa sensación de piel con piel es irrepetible.
—Y muy peligrosa, aunque con el calentón del momento… —Dije acordándome de Kiara, cuando nos ocurrió lo mismo.
—Tú tienes mucho peligro porque transmites mucha confianza, y eso hace que baje mis defensas. —Dijo a modo de reproche haciendo un puchero.
—Tranquila, que no me aprovecharé de ello. Anda vamos a dormir.
Nos dormimos cuando prácticamente había amanecido y nos despertamos a la hora de comer. Antes de levantarnos volvimos a follar. Raquel me cabalgó y yo me harté de comerle esas tetas tan impresionantes que tenía.
Encargamos un par de pizzas y pasamos el día en la piscina, los dos desnudos. Raquel habló unas cuantas veces por teléfono, una de ellas era de su madre que quería saber dónde andaba y la otra era de su amiga, la que nos dejó una habitación para follar, quería detalles, y vaya si se los dio. No sé qué le contaría, pero me miraba con cara de traviesa, mientras se reía.
—Luis, ¿el fin de semana que viene tienes planes?
—Bueno, no te lo puedo decir con anticipación, pero seguramente no. ¿Por?
—Porque mi amiga tiene muchas ganas de conocerte mejor. Y he pensado que nos vengamos a pasar el sábado aquí contigo, los tres solitos, ¿te apetece?
Solo de pensar que posiblemente tendría desnuda a la buenorra de su amiga, se me puso la polla más dura que el turrón de oferta y gorda como la manga de un abrigo.
—Ya veo que a tu amigo,—dijo agarrándome la polla,—le ha gustado la idea. Solo reserva fuerzas para el fin de semana, vas a tener mucho trabajo, Sofia, —por fin me enteré como se llamaba la amiga,— es muy exigente.
Volvimos a follar, aunque ya estaba sin fuelle y mis huevos más secos que la mojama, mi verga se negaba a perder su dureza y Raquel lo aprovechó bien. Me hizo una buena mamada y tumbándome ella misma se ensartó mi polla en su culo y se lo folló con cariño. Cambiamos de postura unas cuantas veces hasta que nos corrimos los dos y sin decirlo pensamos que por hoy había estado muy bien. Ya por la noche deje a Raquel en su casa, esta vez la lleve en mi coche un flamante Porche Panamera que impresionó a esa niña.
Ya en la puerta de su casa nos despedimos con un casto beso en la mejilla, eso me hizo gracia después de casi veinticuatro horas de sexo y diversión, aunque antes de bajarse me lo dijo:
—Me debes dinero. —Dijo Raquel riéndose.
—¿Yo? ¿Y eso? —Pregunté asombrado.
—Pues haber, un día completo conmigo, follándome sin condón, haciendo anal, corriéndote en mi culo y dejando que te corras en mi boca, hacen un total de… —Dijo haciendo cuentas mentalmente.
Juro por Dios que se puso tan seria que pensé que no bromeaba. Saqué mi cartera rezando para que tuviese dinero en metálico suficiente para pagarle lo que me pidiese. Tampoco quería problemas con ella, pero Raquel me miró, esbozando una sonrisa.
—¿Pero qué haces? ¿Eres bobo? Que lo decía en broma, tonto. —Dijo poniendo su mano sobre la mía y la cartera para que la guardase. — Solo quiero que entiendas lo especial que esto ha sido para mí, lo bien que me lo he pasado contigo y lo especial que eres tú, porque esto quiero repetirlo. Seguro que nos seguiremos viendo.
Ahora sí, después de haberse sincerado me dio un beso en los labios, se bajó del coche y me lo dijo antes de irse para que solo yo lo escuchase:
—No olvides lo del fin de semana que viene y no te hagas "pajas" guárdate para el sábado. —Dijo Raquel poniendo cara de traviesa.
El domingo estaba tan echo polvo que me quedé en casa descansando. La vitalidad de una chica de veinte años chocaba con mi edad de prácticamente cuarenta y me dejó fuera de juego. No niego que me fascinaba como habíamos follado, solo por poner un pero, me faltó correrme dentro de su coño, eso no me dejó hacerlo imagino porque no se cuidaría y habría riesgo de embarazo.
Durante toda la semana siguiente, mi trabajo absorbió todo mi tiempo y casi ni recordé nuestra cita del sábado. Solo por algunos mensajes de Raquel, que me decía lo bien que se lo había pasado conmigo y que no olvidase nuestra cita del sábado, porque lo íbamos a pasar muy bien, el resto de la semana fue puro y duro trabajo.
El viernes, que pensaba salir a conocer la noche de Alcalá de Henares, terminé tan tarde y tan cansado que me fui a mi casa me duché cene algo y me fui a dormir, recordando que al día siguiente posiblemente follaría con dos diosas.
Mi pensamiento es que me levantaría temprano, limpiaría la piscina de hojas y prepararía todo bien para que estuviese a punto, esa era la idea inicial. Pero me quedé dormido como un lirón, escuché el despertador pero lo apagué y me quedé profundamente dormido otra vez.
Solo el sonido de mi teléfono con una llamada entrante me despertó y vi que era Raquel. Pensé que me llamaba para decirme que se suspendía nuestra cita del sábado, pero me equivoqué cuando acepté su llamada y habló conmigo:
—¿Se puede saber dónde te metes? Llevamos media hora frente a tu casa, tocando el timbre y nadie nos abre.
—¡¡Joder!! —Exclamé,— me he dormido, lo siento. Ahora bajo a abriros. —Dije con voz somnolienta.
Cuando bajé abrí la puerta del garaje e hice que metieran el coche a lado del mío. Sofia era la conductora y el coche era suyo, Raquel se quedó fuera y según me vio se colgó de mi cuello y me comió la boca con pasión hasta que nos separamos por falta de aire.
Cuando se bajó Sofia de su coche me quede mirando a esas dos bellezas, vaya día me esperaba. Las dos con camisetas de tirantes muy ajustadas y sin sujetador marcando unas tetas perfectas. Unos minishorts tan ajustados que dejaban poco a la imaginación y les hacia un culo precioso y por calzado unas sandalias de cuña. Entre mi medio empalme mañanero y solo de verlas así vestidas ya se me puso más dura que el acero siendo más que evidente mi erección.
—Bueno, a Sofia ya la conoces de pasada, aunque hoy espero que la conozcas mejor. —Dijo Raquel echándose a reír.
Sofia vino hacia mí y me dio dos besos en las mejillas. La noté ruborizada y creo que yo también lo estaba, sin conocer de nada a una joven, sabíamos lo que iba a ocurrir gracias a la lianta de Raquel.
Pasamos a la parte trasera donde estaba la piscina. Tomamos algo de desayunar y cuando terminamos subí a ponerme el bañador. Cuando bajé la visión era turbadora. Sofia y Raquel solo con una exigua braguita del bikini puesta me mostraban sus cuerpos y sus tetas libres de telas que tapasen esas maravillas. Estaba más que empalmado, desde que llegaron con esas ropitas ya me tenían caliente y verlas así fue demoledor.
Cuando salí, y por mucho que quise disimular mi erección, fue imposible. Raquel me miro relamiéndose y Sofia levantó sus gafas de sol y me miró con deseo. Tenía sus piernas ligeramente abiertas y vi como su coñito se comía la tela de esa braguita.
—Ven aquí cielo, —me llamó Raquel.
Cuando llegué a su lado y como en las mejores películas para adultos acarició mi balano por encima del traje de baño con lascivia, mirándome a los ojos como un animal acechando a su presa.
—Esto sobra, ¿a que sí? —Dijo, para seguidamente quitarme el traje de baño.
Raquel volvió a admirar mi polla que se erguía desafiante, mientras ella con cariño me pajeaba suavemente y me daba la vuelta para que Sofia la viese bien.
—Mira Sofia, ¿así es como la querías ver? Aquí la tienes, toda para ti, yo quede saciada la semana pasada, ahora haz con Luis todo lo que contaste qué harías con él.
Miraba a Sofia que tenía sus ojos clavados entre los míos y mi polla y notaba su excitación. Su pecho subía y bajaba rápidamente pareciendo que le faltaba el aire. Sus manos en su abdomen acariciaban su tripita bajando peligrosamente hacia su pubis mientras sus piernas se frotaban furiosas la una contra la otra.
—Yo me voy a dar un baño, —dijo Raquel.—Aprovechad el tiempo.
Cuando tuvimos un poco de intimidad, relativa, Sofia se levantó y me besó suavemente mientras agarraba mi polla y la acariciaba. Desde que llegaron había hablado más bien poco pero no dejaba de mirarme con intensidad. Cuando terminó su beso me miró con esos bellos ojos color miel y me lo dijo susurrando excitada.
—Desde que te vi el otro día desnudo no he podido sacarte de mi cabeza…bueno, a ti no, a este pedazo de pollón. Se que es una locura, pero necesito hacer esto, y luego con lo que me ha contado Raquel, joder, he estado mojada toda la semana pensando en lo que iba a ocurrir hoy.
Sofia paso sus brazos por mi cuello y yo bajé mis manos a su culo magreándolo a conciencia. Mis dedos se escapaban por sus orificios y si, estaba empapada. Cuando nos separamos se quitó su tanga y se sentó en la hamaca atrayéndome hacia ella, dejando mi verga frente a su cara.
—¡¡Dios, es que es enorme!! —Exclamó Sofia.— Creo que me vas a destrozar y seguro que me va a doler.
Sofia intentó meterse mi polla en la boca. Pero ella, o tenía la boca pequeña, o mi polla había crecido más de lo normal. Lo cierto es que estaba mucho más excitado viendo a la preciosidad que me iba a follar en breve.
—No me la puedo meter en la boca, me vas a desencajar la mandíbula, nunca he visto una polla así, no estoy acostumbrada a estos calibres. —Confesaba Sofia.
Vi algo de desesperación por parte de Sofia y lo que quería es que disfrutase. La levanté de la hamaca y me tumbé yo. Mi polla estaba amoratada y pegada a mi abdomen. La invité a que se tumbase sobre mí, con su coño en mi cara y es lo que hizo. Al poco y aunque no conseguía meterse mi polla en su boca mamó mi verga y mis huevos de manera deliciosa.
Gimió como una puta cuando con mi boca le arranqué un orgasmo que regó mi cara. Sabia deliciosa y tenía un coñito y un culo preciosos, muy follábles. Cuando terminó su orgasmo se levantó y se puso a horcajadas sobre mi polla. Me miró con intensidad y me besó dejando mi balano a la entrada de su coñito.
—Despacio mi amor, hazlo despaaaci…¡¡OHHHH!! —Exclamó Sofia dejándose caer y notar como mi polla abría su coñito.— Dios, que gustooooo.
Se tumbó sobre mi dejándome sus tetas al alcance de mi boca y me di un banquete con ellas. Sofia se retorcía presa del placer, yo aguantaba a duras penas, pero pasados diez minutos follando como animales mis huevos pedían ser descargados.
—Sofiaaaa…me voy a correr…
—Aguanta un poco mi amor, solo un poquito maaas… —Rogó Sofia.
Aguanté como pude, pero fue inevitable el notar como se convulsionaba esa chica y mi polla empezó a soltar leche en su útero como si fuese una fuente. Levante mis caderas clavándosela hasta la matriz mientras mi simiente la inundaba y los dos estallábamos en un poderoso orgasmo, largo y placentero que nos dejó agotados.
—Ves como si te cabía, pánfila, —decía Raquel divertida,— ahora déjale recuperarse que yo quiero un poco de esa medicina.
Sofia se tumbó sobre mi aplastando sus tetas sobre mi pecho. Me besó con cariño y mucha pasión y cuando terminó me miro a los ojos agradecida.
—Gracias, ha sido un polvo espectacular uno de los mejores que recuerdo.
—Sofia, lo hemos hecho a pelo y me he corrido como un animal dentro de ti. —Dije con preocupación.
—No pasa nada, no hay peligro, me cuido y además como también te follaste a Raquel a pelo y te corriste dentro de su culo, se preocupó muchísimo y se ha hecho una analítica, ella esta sanísima y por ende tú también y yo hace casi seis meses que no follo, así que no temas nada.
No niego que eso me tranquilizó, pero me tenía que cuidar, yo también me haría una analítica para quedarme mucho más tranquilo. Sofia seguía encima de mí y mi polla, aun, bien clavada en su interior. Notaba los movimientos de los músculos de su vagina y me producían mucho placer, motivo por el cual mi verga no perdía dureza.
Sofia se incorporó y nos dimos un beso muy húmedo y caliente. Note sus caderas como empezaban a moverse de nuevo y empezó a gemir, ronroneando como una gatita salida.
—Te voy a follar otra vez, —dijo Sofia,— estoy cachondísima.
—No, déjame follarte, ponte en cuatro. —Le dije.
Vi la cara de disgusto de Raquel, que protestaba por que le tocaba ahora a ella. Nos estuvo viendo follar y la vi medio tumbada en una hamaca abierta de piernas haciéndose un dedo y metiéndose sus deditos en el coño. Sofia, le dijo que se pusiese abierta de piernas en el respaldo de la hamaca, ella se puso en cuatro y Raquel recibió las atenciones de la boquita de Sofia que gemía en el coño de su amiga las embestidas que le daba.
Sofia alcanzo dos orgasmos más y Raquel y yo casi nos corrimos a la vez. Volví a inundar el útero de Sofia, que temblaba como un cervatillo asustado con su último orgasmo. Los tres estábamos bañados en sudor, el sol apretaba y ya hacia un calor sofocante.
—Chicas, propongo un descanso, que nos demos un baño, nos refresquemos y sigamos. ¿Queréis algo de beber?
Raquel y Sofia estuvieron de acuerdo con mi proposición. Me fui a la cocina y saqué una neverita que preparé la noche anterior con bebidas. También busqué una pastilla que comercializábamos y que era la misma que en su momento me dio Ana cuando estábamos en el club de intercambio. La muy puta las llevaba encima por si alguno de sus amantes perdía fuelle, meterle una dosis de líbido y deseo, — que hija de puta — pensé para mí.
Me tomé la pastillita y salí con la nevera dejándola a la sombra. Las chicas ya estaban en el agua jugando y haciéndose aguadillas. Según entré en el agua las dos vinieron a mi como abejas al néctar de las flores, y me abrazaron llenándome de besos y caricias. Enseguida noté como unas manos se apoderaban de mi polla y de mis huevos, acariciándome, excitándome, hasta conseguir que mi polla estuviese otra vez más dura que el acero.
Estuvimos poco rato en la piscina, salimos del agua, nos secamos y Raquel agarró mi mano y tirando de mí, me llevó a la sombra. Se tumbó sobre una toalla y se abrió de piernas para mí. Hice un 69 con ella, le arranqué un orgasmo y poniéndome entre sus piernas, haciendo un misionero, se la clavé hasta los huevos. Miré a Sofia que excitada hacia lo mismo que su amiga cuando follé con ella, se masturbaba y se metía dos dedos en su coñito. Esa situación era morbosa hasta decir basta y empecé a follarme a Raquel con dureza arrancándole unos gemidos guturales.
—Asiiiii…follame fuerte…rómpeme…AHHHHHH…DIOOOOOS…no pares, no pareeees.
Creo que Raquel estaba tan caliente que alcanzó rápidamente su orgasmo. Yo al haberme corrido hacia poco aguantaba y gracias a esa pastillita mi rabo estaba más tieso y más duro que el asta de la bandera.
El coñito de Raquel, aunque también estrechito, estaba más entrenado que el de Sofia y mi polla bombeaba sin problema. Escuché como Sofia se corría entre jadeos, la miré y de su coñito salía una mezcla de sus babítas y mis corridas. Raquel encadenaba orgasmos sin parar abrazándome con sus piernas y elevando sus caderas para que le llegase más adentro mi verga. La noté vibrar, retorcerse, me miró desencajada y besándome se corrió como nunca antes la había visto regando mi polla y mis muslos y ya no aguanté más.
—Raquel me corroooo…Dioooos… —Gemí en su oído intentando salirme de ella, pero me lo impidió.
—No amor…dentrooo…córrete dentrooo…asiiiii…asiiiiiiii…que ricoooo…
Exploté dentro de su coño, y se la clavé con furia mientras descargaba, para mí, litros de semen, esa era la sensación. Raquel se aferró a mi besándome con fuerza, gimiendo en mi oído, volviéndome a besar. Estaba como poseída y nos costó tranquilizarnos y acompasar nuestras respiraciones, mientras las caderas de Raquel se movían con delicadeza.
—Cariño, no te haces una idea de cómo te he echado de menos, necesitaba esto. —Me confesó Raquel.
—Hoy creo que va a ser un día que no olvide, pero, ¿qué ha ocurrido para que me dejes correrme dentro de ti? —Pregunté con curiosidad.
—El lunes visité a mi ginecólogo. Aparte de la revisión pertinente le pedí que me colocara un DIU pensando en tu polla y lo que sería sentir como riega mi útero con tu corrida, y joder, que diferencia, ha sido una pasada.
Después de este polvo tan espectacular con Raquel, descansamos, yo lo necesitaba aparte del calor que hacía que empezaba a ser insoportable. Nos dimos un refrescante baño y traje las bebidas frías de la nevera a una especie de flotador con soportes al uso para dejar las latas.
El mejor momento fue después de comer. Nos subimos a mi habitación que tenía una cama de matrimonio muy grande de dos por dos metros. Puse el aire acondicionado y empezamos a ver la televisión con Raquel y Sofia escoltándome y nuestras manos haciendo travesuras. Vimos poco la televisión, nos pasamos la tarde follando. El culo de Raquel fue profanado un par de veces y Sofia miraba impresionada, de que ese culo se tragase mis veintiún centímetros sin problema. Le dije de probar, pero me confesó que nunca lo había hecho por atrás, pero sabía que, si seguíamos viéndonos, un día se lo rompería.
Llegando la noche Raquel recibió una llamada en su teléfono y supe enseguida que era un posible cliente. Se apartó para poder atenderle y cuando la vi de nuevo supe que se tenía que ir, pero como había venido en el coche de Sofia, esta también tendría que irse.
—Siento ser una aguafiestas, pero no me acordaba que había quedado con una gente para celebrar un cumpleaños y me tengo que ir. —Dijo mirando a Sofia.
—Bueno, no te preocupes, ahora te llevo. —Dijo Sofia resignada.— Vete vistiendo, ahora voy yo.
Cuando nos quedamos solos, Sofia me miró cohibida, pero me lo dijo:
—Me gustaría pasar la noche contigo, —me dijo,— ¿te parecería muy descarado que acercase a Raquel y me viniese aquí otra vez?
—No, que va, me gustaría mucho que lo hicieses. —Dije entusiasmado.
—Pues entonces llevo a Raquel, le comento lo que voy a hacer para que no haya malos rollos y en un rato estoy aquí. —Terminó diciendo y besándome ilusionada.
Nos despedimos con cariño. Raquel me dijo que nos seguiríamos viendo, que lo diese por seguro y Sofia me volvió a besar y me guiño un ojo. A las dos horas la tenia de nuevo desnuda, en mi cama y con mi polla clavada en ese coñito acogedor, gimiendo y gritando sus orgasmos.
A raíz de todo esto, se inició una gran amistad entre Raquel, Sofia y yo, aunque la que más cariño me tomó y con quien más me veía era con Sofia. Raquel tenía su "negocio" y muchas veces no podíamos quedar con ella, pero Sofia se venía a mi casa y aparte de follar hacíamos muchas más cosas, cosas normales de pareja, pero sin serlo.
Durante más de un año, estuve follando con ellas. ¿A qué hombre no le gustaría esa situación? Dos jóvenes bellísimas y dispuestas a todo por pasarlo bien. A Sofia terminé follándole el culo, era cuestión de tiempo y de prepararla muy bien y le gustó, le gustó muchísimo. También tuve el privilegio de follarme a alguna de sus más íntimas amigas…todo muy morboso, muy excitante, pero todo cansa, y yo necesitaba algo más. Tenía cuarenta años y andaba follando con niñas de veintipocos años y lo que yo quería era una mujer como Dios manda y tener una familia
Quise mantenerme con los pies en la tierra, pero Sofia terminó pillándose por mí. Notaba su malestar y su incomodidad cuando otra mujer o mejor dicho otra joven se acercaba a mi pidiendo rabo. Incluso los encuentros con Raquel desaparecieron, imagino que lo habló con ella y le dejó claro que eso ya no podía suceder, me quería en exclusividad, para ella sola, yo conocía esa sensación.
No me quedó más remedio que hablar con ella y dejarle claro que una cosa era la diversión y otra muy distinta el compromiso. Yo necesitaba a una mujer y ella solo era una niña de veintitrés años con una carrera por terminar, una vida por delante y que follaba con un tío de cuarenta años con otros intereses, intereses que ella no podía ni debía darme porque a la larga se sentiría una desgraciada.
Sofia no lo quiso entender, se enfadó mucho conmigo y eso provocó que dejásemos de vernos. No voy a mentir, la iba a echar muchísimo de menos, pero no iba a caer en esa trampa de nuevo, eran diecisiete años de diferencia que seguro me traerían complicaciones y dolores de cabeza. Raquel aprovechó eso y como buena puta me visitó más a menudo para que la follase y llenase de semen su útero, sus intestinos y su boca. De vez en cuando me cobraba, pero la mayoría de las veces pasábamos la noche juntos follando como desesperados.
Pero necesitaba un cambio. De hecho, yo me vine a Madrid para hacer un reset en mi vida, poner orden lógico y buscar una buena mujer que me quisiera a mí, solo y exclusivamente a mí. Kiara no se me iba de la cabeza, pero después de casi año y poco sin saber de ella, seguro que ya tendría una relación muy sólida con ese hombre que vi en esa última llamada que hicimos.
No sé porque me acorde de Blanca y de la última vez que estuvimos juntos en su casa cuando descubrí a Ana siendo follada por dos tíos en nuestra cama. Recordé su cariño, como me trató, lo bien que me lo hizo pasar, como entendió como me encontraba, su ayuda y la de Angela y esa última frase en la estación de tren, — Aunque sé que me dijiste que no volverías conmigo y que segundas partes nunca fueron buenas, me gustaría que pensases en mi como una alternativa.—
También me acordé de que me dijo que si pasaba por Madrid que la llamase para saber de mí. Que mejor ocasión que esta para quedar con ella y comentarle que estaba de nuevo viviendo en Madrid. ¿En serio? ¿En serio estaba pensando en la mujer que más me humilló como una alternativa?
Bueno, lo mejor sería llamarla y quedar con ella, tantear el terreno y ver su estilo de vida y si realmente merece la pena el intentarlo de nuevo con ella. Desde luego la última vez que la vi, se notaba arrepentida y escarmentada por lo que había hecho y quizás ahora después de los años y de que constatase que su juventud se le escapaba, fuese más consciente de que no podía hacer el tonto. Asustado por lo que iba a hacer, me encontré buscando a Blanca en mi agenda y pulsando el símbolo de llamada, a los pocos tonos escuché su voz:
—¡¡LUIS QUE ALEGRIA…HOLAAAA!! —Exclamó jovial Blanca.
—Hola Blanca, me alegro de oír tu voz de nuevo, ¿qué tal estas?
—Bien, estoy muy bien, sorprendida por tu llamada, dime, ¿por dónde andas? ¿Sigues en Estados Unidos?
—No, no, hace algo más de un año que estoy viviendo en Madrid, más exactamente en Alcalá de Henares. Mi compañía ha montado aquí una fábrica para abastecer al mercado europeo y yo soy el responsable.
—¡¡UN AÑO!! ¡¡¿Y ME LLAMAS AHORA?!! Para matarte, ¿por qué no me llamaste antes?
—Pues Blanca, este año ha sido de locos hasta dejar en funcionamiento la fábrica. A los días le faltaban horas y mis semanas eran interminables, sinceramente no he tenido mucho tiempo. —Mentí como un bellaco.
—Jo, pues me apetece verte un montón, ¿cuándo podemos quedar? —Me preguntó Blanca,— tengo un montón de cosas que contarte y me imagino que tú también tendrás muchas cosas que contarme.
—Seguro que si Blanca, dime cuando quedamos para tomar algo y charlar.
—Mira, esta semana la tengo un poco liada, pero se me está ocurriendo que porque no te vienes el viernes a mi casa, cenamos aquí y nos contamos todo lo que queramos.
—Pues me parece genial, aunque me tienes que pasar tu dirección, recuerdo vagamente donde vives, pero ni me acuerdo de portal ni piso.
—Pues el viernes sobre las nueve te vienes a mi casa. Te paso por wasap mi ubicación.
Nos despedimos con cariño y al momento me llegaba el mensaje de Blanca con su ubicación. Tenía claro que esa invitación, aparte de para cenar, era para follar como cosacos. Estaba seguro de que no saldríamos de la cama en todo el fin de semana, buen comienzo para mis futuros planes y empezar a consolidar de nuevo una posible relación con Blanca.
Durante toda la semana estuve excitado pensando en el último encuentro que tuvimos Blanca y yo, en su cuerpo y en como follamos. Estaba deseando que llegase el viernes y poder ver que modelito se había puesto para calentarme y empezar a meterle mano descaradamente. Era un juego que ella adoraba y que hacía que los preliminares fuesen muy excitantes.
Ese viernes un poco después de las nueve de la noche llamaba al timbre del piso de Blanca. Llevaba una botella de vino que sabía que le gustaba mucho, pero quien me abrió la puerta fue un hombre de cuarenta y muchos años con una gran sonrisa en su cara.
—Hola, tú debes de ser Luis, ¿no? Yo soy David la pareja de Blanca.
—Ho…hola…¿La…la pareja? —Pregunté sorprendido y desilusionado.
—Si, la pareja, a eso que juegan los hombres y las mujeres de compartir su vida con el otro, ¿no me digas que no conoces eso? —Dijo ese hombre con ironía y maldad.— ¡¡Blanca, tú Luis ya ha llegado!! —Exclamó ese hombre con una enigmática sonrisa.
—¡¡Luis, cariño, que alegría volver a verte!!
Cuando me di la vuelta me quedé impactadísimo. Blanca estaba más guapa que nunca y con un barrigón enorme que lucía orgullosa. Cuando vino hacia donde me encontraba saludarme, lo primero que tocó mi cuerpo, fue su inmensa barriga, luego sus tetas y por ultimo sus labios besando mi mejilla. Cuando nos separamos me quedé mirando como un bobo esa abultada tripa.
—Si, aunque no lo creas, estoy embarazada me quedan pocas semanas para dar a luz y esta, porque es una niña, es el segundo, el otro es un niño, tiene año y medio y está durmiendo en su cuna.
—Joder como cambia la vida, ¿no? —Dije intentando esconder mi frustración.
—De un día para otro Luis. Conocí a David y fue algo mágico, increíble, que cambió mi vida y me ha hecho muy feliz. Y mírame ahora, ¿quién lo iba a decir? ¿Eh?
—Si, cierto, realmente sorprendente. Yo te traía esta botella de vino, sé que es, o era, tu marca preferida, pero en tu estado no es lo más aconsejable.
—Muchas gracias cielo, no me beberé la botella, pero probaré solo un poquito, dijo dándome otro beso. Ponte cómodo y tomate algo, estamos esperando a alguien más. —Me dijo Blanca guiñándome un ojo.
Repuesto de la sorpresa inicial y sabiendo que todos mis planes de follar con Blanca se habían esfumado como gas en el viento, me propuse quedar como un buen invitado, terminar esa visita, esa cena y largarme de esa casa cuanto antes. Y quizás fuesen imaginaciones mías, pero el tal David me miraba con superioridad, con ironía, y eso me hacía sentir incómodo.
Hubo un momento en el que Blanca y yo nos quedamos solos y se lo pregunté directamente:
—Blanca, ¿David sabe lo que ocurrió entre nosotros?
—Luis, David no sabe todo sobre nosotros, le he contado solo lo más importante, pero me he dejado muchas cosas en el tintero, cosas que no tiene por qué saber.
—Joder, Blanca, ¡¡por Dios!! Ahora entiendo esas miradas de superioridad y de burla que me echa.
—Hay una cosa que quiero que comprendas Luis. David es el padre de mis hijos y la persona que quiero…pero no le amo. Tú eres el amor de mi vida y siempre lo serás. Nunca me perdonaré haberte perdido de la manera que lo hice y como lo hice. Eso, David no lo sabe ni lo sabrá. No le tomes en cuenta el cómo te mire o si te lanza alguna puya. Nunca entendió que aguantases ese trato por mi parte.
En ese momento sonó el timbre de la entrada. Blanca me sonrió y me lo dijo con una sonrisa.
—Vete a abrir la puerta, creo que la sorpresa te gustará. —Me dijo Blanca.
Cuando abrí esa puerta me encontré con Angela, la amiga de Blanca que nos acompañó a Málaga. Según me vio en principio no me reconoció, pero a los pocos segundos, abrió mucho los ojos y pronunciando mi nombre me abrazó dándome un beso.
—Luis, que alegría volver a verte. ¿Y esto? —Dijo Angela dirigiéndose a Blanca.
—Un reencuentro de viejos amigos. Pensé que os gustaría a los dos. —Dijo Blanca.
—Esto tiene pinta de encerrona Luis. —Dijo Angela riendo.
—Solo será encerrona si nosotros queremos que lo sea. —Apostillé.
—Eso, también es cierto. Terminó diciendo Angela con una sonrisa.
Bueno, la velada no estuvo mal. Tuve que aguantar al capullo de David tirándome pullas y riéndose burlonamente de mi en cuanto podía. Pero la mano de Angela sobando mi paquete, hacía que mantuviese una gran sonrisa. Tanto Angela como Blanca me preguntaron mucho sobre mí. Cuando les conté que me casé y con quien me casé, la avalancha de preguntas fue increíble, aunque me limité solo a mi matrimonio, no al libertinaje de Ana. David no desaprovechó la ocasión para ridiculizarme y lo soltó:
—Espera…espera, a ver. ¿Me estás diciendo, que pillas a tu exmujer en la cama, se la están follando dos tíos, la dejas, te vas a Estados Unidos, aparece al cabo de los meses en tu casa, volvéis a retomar la relación…y os casáis? Tío, te lo tienes que hacer mirar, tú estás muy mal.
Miré a ese capullo y su sonrisa burlona y luego miré a Blanca que le estaba matando con su mirada, para después mirarme a mí. Creo que con la mirada nos dijimos todo y no dudé en atacarle, ya me tenía harto:
—David, creo que no sabes toda la historia. Yo soy partidario de la ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente. Lo que creo que no sabes, es que Ana mi exmujer me pilló en la cama follándome a tu mujer y a Angela. Si lo supieses, creo que te habrías ahorrado el comentario.
Eso si le hizo daño, mucho daño. Utilicé la frase — follándome a tu mujer,— porque sabía que le iba a joder más y así fue. Vi como torcía su gesto y miraba a Blanca que asentía con la cabeza.
—¡¡¿¿QUE?!! …¿A las dos? Pues sí que rindes, ¿no? —Dijo molesto ese payaso.
—No te haces una idea de la capacidad de este semental.—Dijo Angela con cara de vicio.
—Y el rabo que gasta el jodio" —Susurró Blanca, pero lo escuchamos todos perfectamente.
David miro a Blanca escandalizado y le fue a decir algo, pero le cortó rápidamente:
—Anda Angela, ayúdame a recoger esto. —Dijo Blanca, y levantándose de la mesa las dos.
Cuando nos quedamos solos, nos miramos con dureza. Sabía que estaba rabioso y además Blanca había hecho referencia a mi masculinidad, eso para él tenía que haber sido un insulto, pero se lo merecía.
—Soy tu invitado y te debo un respeto, lo mismo que el que tú me debes a mí y a tu mujer. He estado aguantando durante toda la cena tus puyas y tus burlas, pero recuerda que yo con Blanca tengo más historia de la que tú te puedas imaginar. Vuelve a sacar los pies del tiesto y de la ostia que te meto te separo el alma del cuerpo, ¿te ha quedado claro?
—Cristalino. —Dijo David entre dientes.
Llegaron las chicas con el postre. De inmediato Blanca supo que había ocurrido algo, pero no quiso preguntar, estábamos entrando en terreno pantanoso y lo que no quería es que esa pareja según nos fuésemos empezaran a discutir.
Tomamos postre y un café y aunque Blanca insistió en que nos tomásemos una copa, yo me negué aludiendo que tenía que conducir y Angela me echó un capote argumentando que había quedado y que yo la acercaría.
Nos despedimos, yo abracé y besé a Blanca con cariño en su mejilla. Al tal David le miré con indiferencia y le dije un — nos vemos,— pero sin estrecharle la mano que él ya había adelantado. Blanca me dio otro beso y me lo susurró.
—Te llamo.
Yo solo me limité a sonreír y Angela y yo nos metimos en el ascensor y terminó esa velada un tanto desagradable por culpa del mal educado de David.
—Que tío más gilipollas, ¿no? —Dijo Angela.
—¿No le conocías? —Pregunté extrañado.
—Bueno si, le vi una vez cuando Blanca me dijo que había conocido a un tío muy majo y me lo presentó, pero no me llamó la atención. Pero la verdad desde entonces no nos habíamos visto. Luego con el crio, quita, quita, yo no aguanto a los niños. Me sorprendió que me invitase a cenar, pero por no quedar mal con ella me presenté y la verdad me ha gustado la sorpresa.
Cuando terminó de decir esto, el ascensor llegó a la planta baja y cuando salimos, en la oscuridad del portal Angela se abrazó a mi dejándome sentir su cuerpo y nos comimos la boca con gula. Su mano bajo rápidamente hacia mí ya crecida polla y la sobó a conciencia por encima del pantalón.
—Joder que ganas de sentirla dentro de mí. He quedado con una gente en un bar de copas, me tengo que presentar, pero me deshago de ellos y nos vamos a mi casa a follar, ¿Te apetece?
—Te voy a reventar…te va a salir la leche hasta por las orejas. —Dije amasando su culo.
—Ufffff…cabrón, como me pones.
Durante el trayecto hasta ese bar de copas, nos estuvimos metiendo mano. Angela estaba empapada y yo con una erección del quince y un dolor de huevos como hacía tiempo no tenía.
Cuando llegamos, Angela buscó con la mirada por la sala, pero por lo que se ve no vio a la gente con la que había quedado. Nos fuimos a la barra y Angela se puso mirando hacia la puerta, estábamos charlando, muy cerca el uno del otro, rozando nuestros labios, cuando un chico, debido a la gente que había golpeó ligeramente el hombro de Angela.
—Discúlpame, ha sido sin querer. —Dijo ese chico.
Seguimos charlando acaramelados y al poco Angela se excusó conmigo.
—Tengo que ir al baño. Dame un minuto.
Ese minuto se convirtió en cinco y esos cinco minutos en veinte. Me extrañó que hubiese tanta cola en el servicio de mujeres, así que me dirigí hacia allí. No había ninguna cola, de hecho, abrí la puerta del servicio de mujeres y las tres cabinas estaban con la puerta abierta, solo una chica se retocaba el maquillaje y me miró con desaprobación.
Me metí en el baño de hombres, ya que estaba allí por lo menos vaciaría mi vejiga. No había nadie, y solo una cabina permanecía con la puerta cerrada. Cuando me dispuse a hacer mis necesidades el inconfundible sonido de una pelvis chocando llego a mis oídos, así como algún gemido ahogado.
—No me jodas Angela. —Pensé para mí.
Terminé de vaciar mi vejiga, pasé a la cabina de al lado y subiéndome al inodoro vi a Angela con su vestido en la cintura, su tanga en el suelo sus manos apoyadas en la cisterna y un tío, el que la había golpeado sin querer, detrás, follándosela con ganas, mientras sus manos se aferraban a sus tetas.
Ya no quise ver más, salí de ese cuarto de baño y con el móvil en la mano me fui a la barra y llamé al camarero que nos había atendido.
—Mira, estoy atendiendo una llamada, pero hay tanto ruido que no me entero. La chica con la que estoy está todavía en el baño, creo que no le ha sentado bien la cena. Cuando salga que pague esto y me busque fuera.
El camarero me sonrió y asintió con la cabeza. Sobre la barra quedaban los dos combinados casi llenos que Angela y yo nos habíamos pedido, testigos mudos de esa incomprensible conducta.
Cuando estuve fuera de ese local, me lo quedé mirando desde la acera, sin entender muy bien todavía que había ocurrido y por qué Angela se había comportado de esa manera. Me daba igual, bueno, no, no me daba igual, de algún modo me sentía abandonado, esa puta me había dejado con un importante dolor de huevos.
Cuando llegué al coche y estuve sentado dentro, intenté enderezar esa mierda de viernes que prometía mucho y no me había dado nada. Me acordé de Raquel y miré la hora, las once y media de la noche, todavía era pronto, seguro que la pillaría en su casa, o eso esperaba. Busqué su contacto y pulsé el símbolo de llamada. A los pocos tonos su vocecilla somnolienta me contestaba.
—Luis, cariño, que pasa.
—Hola amor, ¿qué te parece que pase a buscarte y nos vayamos de juerga tú y yo?
—¡Ay! no cielo lo siento. Esta tarde he estado con tres clientes a la vez y me han dejado reventada, pero me he ganado en cuatro horas y media lo que gano normalmente en un mes. No puedo ni andar de lo escocida y abierta que estoy y ya estaba en la cama durmiendo.
No lo pude evitar. A mi cabeza acudió como si lo estuviera viviendo esa misma situación que en su momento viví con Ana. Era exactamente igual y una tristeza como hacía tiempo que no sentía se apoderó de mí. La voz de Raquel me saco de mis pensamientos.
—Luis, ¿sigues ahí?
—Ehhh…si, perdona, me había distraído. Pues descansa y recupérate. Un beso.
Y colgué sin ni siquiera dejar que ella se despidiese. Sabía que Raquel no era nada para mí, solo una puta, una folloamiga con la que quedaba a menudo. Pero por alguna razón que solo la mente sabe, me había jodido soberanamente lo que me había dicho y esos recuerdos que me había traído y la odié, la odié como creo que no odié ni a Ana.
Esa noche follaba si o si, mis huevos me lo pedían. Busqué en mi teléfono la página web donde encontré a Raquel y vi otras opciones. Llamé a una que me gusto bastante, universitaria también de 24 años y por la foto un cuerpo espectacular y muy guapa. Hablé con ella y acordamos el precio, mil euros por toda la noche y por todos sus orificios.
Esa chica dio lo que me vendió. Espectacularmente bella y sensual, con unos preliminares que me pusieron más caliente que las calderas del infierno, simpática, cariñosa, culta; en la cama se sorprendió con mi polla y follamos como animales. Esta sí que tenía preservativos de todos los tamaños y colores y dimos buena cuenta de ellos. Alcanzó infinidad de orgasmos y yo me corrí cuatro veces antes de dormirnos. Me corrí en su culo, en su coñito y en su boca, con preservativo puesto. Pero la última corrida y menos abundante fue en sus tetas y a petición suya. Y ya para rematar cuando nos despertamos, me trajo el desayuno a la cama, completamente desnuda y echamos el último polvo de despedida, le pagué lo acordado y le di cien euros más de propina, ella me besó y me dijo que no la olvidase si quería pasar otro buen rato.
El sábado llegué a mi casa cerca del mediodía, no me había acordado de mirar el móvil y lo encontré apagado y sin batería. Ese fin de semana me lo tomaría con tranquilidad. Se que era una estupidez, pero empezaba a pensar que mi vida estaba llena de mujeres que no me convenían y casi daba mi proyecto de encontrar a una mujer normal por perdido. Pensándolo fríamente y después de mis experiencias, casi era mejor el abandonar la búsqueda y aunque solo, sentirme mejor y no tener los problemas que tuve.
Esa misma tarde cuando encendí de nuevo mi teléfono me encontré un montón de llamadas perdidas de Blanca y de Raquel y otras tantas de un número que no conocía, que, imaginando, pensé que serían de Angela pidiéndome explicaciones de por qué la abandoné en ese bar de copas.
No me quise complicar la vida, a Raquel pasaba de llamarla, era lo que era y no merecía la pena seguir tras ella. A ese número que no conocía ni pensaba llamar y solo quedaban la infinidad de llamadas de Blanca que si iba a responder y estuve hablando con ella.
—Me tenías preocupada. Desde esta mañana llamándote y no contestabas, siempre saltaba el contestador.
—Lo siento Blanca, pero me quedé sin batería y cuando he llegado a casa esta mañana lo he puesto a cargar. Y dime, ¿por qué tantas llamadas? ¿Ha ocurrido algo?
—Bueno, sí y no. Primero quiero preguntarte que pasó ayer con Angela, me llamó ayer por la noche para pedirme tu teléfono y esta mañana disgustada, comentándome que ayer la dejaste tirada en un bar de copas, como dijo ella, simple y llanamente desapareció sin ninguna explicación. Y segundo para disculparme por el comportamiento de David, a veces es muy crio.
—Tranquila, no te tienes que disculpar, creo que ayer dejamos claras nuestras posturas. Pienso sinceramente que si nos llegamos a ver de nuevo, cosa que no espero, su comportamiento será ejemplar. Y con respecto a Angela, la que me dejó colgado fue ella, se disculpó, fue al baño, tardaba mucho y cuando fui a ver si había ocurrido algo, la encontré follando con un tío en una cabina del servicio de caballeros. Eso fue lo que ocurrió.
Blanca se escandalizó, pero no le sorprendió, me comentó que Angela había cambiado mucho, pero viendo lo que me había hecho, había cambiado, pero para peor. Estuvimos hablando de más cosas. Le conté todo lo que me había pasado con Ana, nuestro divorcio a causa de su comportamiento y mi relación fallida con Kiara al venirme de nuevo a España. Ella a su vez me contó que estuvo esperanzada de que volviese con ella, pero viendo que los años pasaban decidió buscar a alguien con quien formar una familia.
—Hay que ver cómo cambia la vida, ¿eh? Yo, la provocativa mujer infiel, que te hizo aceptar algo que ahora me parece lo más horrible que he podido hacer a una persona, ahora es madre de un hijo y de una futura hija que viene en camino. Pero si te soy sincera, me gustaría que estos niños fuesen tuyos, te lo digo en serio. —Terminó diciendo Blanca.
No sé si me estaba proponiendo algo, pero lo que sabía a ciencia cierta es que yo no iba a cargar con los hijos de otro. Nos despedimos con la promesa de que nos volveríamos a ver y a seguir charlando, pero sin David de por medio incordiando.
Ya para rematar el día, al finalizar la tarde recibí un mensaje de Raquel bastante explícito y desagradable:
—«Ayer no me gustó nada como terminaste nuestra conversación. Tú y yo no somos nada. Yo soy una puta y tú mi cliente. Entre nosotros han ocurrido cosas que no debían de haber pasado, y ya, ni pasarán, ¿te ha quedado claro?»
—«Perfectamente claro» Respondí.
Sabía de sobra que la relación con Raquel se había roto. Ella era lo que era y yo quizás pretendiese algo más de ella, pero es que era imposible por edad y a lo que se dedicaba cuando no estudiaba.
Bueno, había sido algo más de un año donde me inflé a follar con jovencitas, pero era solo un espejismo. No puedo negar que fue muy placentero mientras duró y que con quien mejor me lo pasé y con quien disfruté más fue con Sofia y que su proposición de ser más que amigos o folloamigos me tentó, pero no, no era lo que buscaba.
A partir de todo esto entré en un periodo de tranquilidad sexual. Por algún motivo que desconozco ya no era mi prioridad encontrar o pagar a alguien para follar, mis intereses fueron otros. Raquel quiso quedar alguna vez más conmigo, pero educadamente rechacé su propuesta, eso le molestó y la espoleó, pero le dejé claro lo que ella me dijo. Ella era una puta y yo un posible cliente, y entre tantas había algo mejor donde elegir. Creo que con esa respuesta, sí que di por finalizada mi "amistad" con Raquel.
Durante el siguiente año me dediqué más a la vida social y a mi trabajo. Recuperé las viejas amistades e hice otras nuevas más acordes con mis preferencias y edad. Las mujeres de algunos de mis amigos me presentaban a posibles candidatas aunque yo realmente no les pidiese nada. Lo malo de esto es que según veían como era mi vida y a lo que me dedicaba, donde vivía y mi nivel de vida, intentaban "cazarme" para asegurar su vida y su futuro.
Bien, pero habiendo pasado lo que había pasado en mi vida, y con las mujeres, llegas a un punto en que no te fías de ellas y menos de esas de treinta a treinta y cinco años que veían como después de zorrear todo lo que habían querido y más, ahora buscaban a un "pringado" que cayese rendido a sus pies, trincarlo bien trincado, casarse con él, tener dos o tres hijos y después de los años divorciarse y vivir la vida a base de la pensión de ese pringado que no vio venir a esa mujer interesada y envenenada.
Se que no es justo, pero metí a todas las mujeres, la mayoría, en el mismo saco. Ya estaba curado de espanto y lo que no quería es más complicaciones en mi vida y por algún motivo, por norma ya desconfiaba de toda fémina que viniese diciendo lo guapo que era y como me quería, pero no fue óbice para aprovecharme de alguna que rápidamente se abría de piernas para intentar llegar lo más lejos posible conmigo, para darse cuenta a los pocos días que solo había sido el polvo de una noche y si te he visto, no me acuerdo. Eso hizo que mi soltería fuese objeto de deseo, pero supe mantenerla a buen recaudo de esas depredadoras.
Los siguientes meses fueron trabajo y más trabajo. Los responsables de la compañía que ya habían visitado la fábrica y el centro de distribución de los medicamentos quedaron gratamente sorprendidos y me felicitaron por mi gestión. Mi nombre sonaba con fuerza en el mundo de la fabricación de medicamentos y en investigación y desarrollo, eso hizo posible que fuese el invitado de honor para dar una charla de clausura en una convención sobre nuevos medicamentos en tiempos de pandemia. Pero un hecho al finalizar la charla de clausura volvió a trastocar mi vida.
Después de esa charla, los organizadores dieron un coctel de despedida y fue inevitable el que se organizasen corrillos de gente intercambiando impresiones e incluso cerrando acuerdos. Fue una mujer madura pero muy bella, y se notaba que cuidaba su cuerpo, la que acaparó mi atención. Es lo que los jóvenes llamarían una MILF en toda regla. Carla Müller, que así se llamaba esta mujer, era la propietaria de un pequeño pero efectivo laboratorio farmacéutico alemán que tenía la patente de varios medicamentos punteros.
Estuvimos hablando sobre medicamentos y sobre las investigaciones sobre las que estaban trabajando y en cómo hacer más efectiva su distribución. Carla estaba encantada con mis opiniones y de pronto me interrumpió.
—Luis dame solo un momento, he visto que ha venido alguien que quiero que conozcas, son dos personas muy importantes para mí y que me están ayudando mucho.
La vi desaparecer entre la gente y me entretuve hablando con otras personas que habían seguido nuestra charla cuando su voz sonó de nuevo con fuerza detrás de mí.
—Mira Luis, quiero presentarte a Hans y a Ana, dos investigadores que están aportando grandes ideas en mi empresa.
Cuando me di la vuelta me quedé helado. Al lado de ese alemán rubio de ojos azules estaba Ana, mi exmujer. Guapísima como siempre, con carita angelical y como si no hubiese roto un plato en su vida. Iba de la mano de ese teutón y cuando me vio, rápidamente deshizo ese gesto de cariño que dejó un tanto perplejo al que imagino seria su pareja en ese momento.
Di un fuerte apretón de manos al alemán y a Ana, aunque alargó su mano, la rechacé y solo le hice un frio gesto con la cabeza que no pasó desapercibido para Carla y Hans y que hizo de ese momento algo tenso e incómodo.
—¿Os conocéis? —Preguntó Carla sorprendida.
—No. —Se apresuró a responder Ana
—Creo que tu respuesta no corresponde con la realidad Ana. —Dije disgustado.— Ana es mi exmujer. —Dije dirigiéndome a Carla.
—Ya…entiendo. Chicos ahora nos vemos, gracias por vuestra atención. —Dijo Carla intentando deshacer ese momento embarazoso.
Mentiría si dijese que todo el tiempo que pasó desde que Ana y yo nos separamos en mi casa de Nueva York no había pensado en ella. Habían sido muchas las veces que, encontrándome solo, mi cabeza volaba de nuevo a su lado y pensaba en cómo se encontraría, por donde andaría, si tendría pareja o estaba viviendo con alguien o si seguiría con ese modo de vida tan disoluta que llevaba conmigo.
Ese encuentro no había sido agradable. Habían acudido a mi cabeza muchos recuerdos, buenos y malos, pero sobre todo los malos. Se que no terminamos bien, que según Ana no respeté su modo de vivir su sexualidad, pero yo no podía seguir viviendo de esa manera con una persona así. Luego estaba esa negación diciendo que ni me conocía, ¿por qué?
Vi alejarse a Hans y Ana, los vi marchar con un desasosiego que no sabía explicar. Observé que Ana se giró y me miró con la misma incertidumbre que yo sentía. En esa mirada pude observar tristeza, miedo, frustración y vergüenza. Se que suena frívolo, pero no pude dejar de admirar el culo tan perfecto que seguía teniendo Ana y que llevaba enfundado en un pantalón muy ajustado de un sobrio traje de chaqueta.
—Lo siento Luis, no sabía que os conocíais, Ana no me comentó en ningún momento que estaba separada y que su marido habías sido tú.
—Bueno no te preocupes, no tenías por qué saberlo y Ana tendrá sus razones para no comentarlo, no le des más importancia. —Dije intentando quitar hierro al asunto.
Seguimos hablando durante un buen rato, pero de mi cabeza no se iba esa imagen de Ana y su mirada al marcharse como queriendo algo más de mí. Carla quería que colaborase con ella, abrirse más al mercado internacional y sé que si mi compañía aceptaba esa colaboración, Ana y yo nos veríamos muy a menudo y eso me ponía nervioso, no me gustaba.
Esa tarde-noche haciendo mi maleta para salir temprano al día siguiente hacia Madrid, alguien tocó en la puerta de mi habitación. Sabía que una de dos, o era Carla o Ana. Solo Carla sabía en que hotel me alojaba, pero perfectamente podía haberle pasado la información a Ana.
Con algo de temor abrí la puerta y allí estaba Ana más guapa de lo que podía recordar, sola y mirándome con cariño. Venia vestida con ese traje de chaqueta que le sentaba tan bien y ese pantalón que remarcaba cada parte de su asombrosa anatomía.
—¡¡ANA!! —Exclamé sorprendido.
—Hola Luis, ¿puedo pasar? —Preguntó con temor.
—Claro, pasa por favor, me has pillado haciendo la maleta.
—¿Te marchas ya, o tienes algo de tiempo?
—No, me marcho mañana por la mañana, pero ya sabes que me gusta tener todo bien preparado.
Durante unos segundos nos quedamos callados los dos sin saber muy bien lo que decir. Me molestaba reconocerlo, pero delante de mí tenía la mejor versión de Ana. Había cambiado mucho su aspecto físico, su genética se hacía notar y estaba radiante. Acarició mi cara y vi temblar su mentón. Se abrazó con fuerza a mí, dejándome sentir su cuerpo y su calidez mientras llenaba de besos mi mejilla. Creo que lo más sensato hubiese sido separarla de mí y preguntarle, —¿qué haces?— pero respondí a su abrazo de inmediato estrechándola contra mí con la misma fuerza y pasión hasta que fue inevitable que nuestras bocas se encontrasen y se juntasen en un beso húmedo y pasional.
Cuando nos separamos vi como sus lágrimas habían desbordado sus ojos y caían por sus mejillas. Era un momento un tanto extraño e íntimo y notar el cuerpo de Ana tan pegado al mío provocó que mi balano empezase a llenarse de sangre. Se que es frívolo, y ella tuvo que notarlo, mi tienda de campaña se acopló perfectamente a su entrepierna haciendo presión sobre su vulva a través de esos pantalones tan ajustados. Ella no hizo nada por separarse, al contrario, creo que incluso avanzó algo más sus caderas para sentirme mejor
—Lo siento mi amor, —dijo Ana con voz temblorosa,— siento que esta mañana dijese que no te conocía, pero no estaba preparada para hablar sobre ti y el encontrarme contigo, así, de repente, me dejo sin palabras…¡¡¡mierda!!!—exclamó Ana— ¿por qué si pierdes a la persona que amas, no se pierde la memoria también para no recordarla? En todo este tiempo, no he podido sacarte de mi cabeza.
—Bueno, si te soy sincero yo también he pensado mucho en ti, en cómo te encontrarías, que es lo que estarías haciendo y como te iría en la vida y por lo que veo no te va mal.
—No creas. Cuando nos divorciamos y volví a España con Bea me fui a vivir con ella y su novio. Entré en una espiral de sexo sin control, la versión más puta de Ana salió a relucir y todos los días era una orgía hasta que me di cuenta de todo lo que estaba ocurriendo. Bea y su novio me vendían, así como suena, amigos y no tan amigos venían a su casa a follarme y cuando se iban pagaban mis servicios. De eso me enteré de la manera más cruel cuando uno de los hombres quiso follarme sin preservativo y me negué a que siguiese. Me dio un tortazo que me dejó atontada mientras me agarraba del cuello y me gritaba en la cara, — So puta, he pagado por follarte a pelo y quiero lo que he comprado.— A raíz de ese incidente me di cuenta de cómo era Bea de verdad y salí huyendo de esa casa, me estaban prostituyendo sin yo saberlo.
—¿Y qué ocurrió después? ¿Qué hiciste con tu vida? —Pregunté con algo de tristeza por lo que me había contado.
—Me fui a casa de mis padres, como tenía que haber hecho desde el principio. Me tranquilicé bastante y puse algo de orden en mi vida. Aunque no lo creas el sexo pasó a un segundo plano y me preocupé más por mí, por quererme más a mí misma y valorarme. Trabajé en una hamburguesería hasta que una llamada de Nuria, ¿sabes de quien te hablo? —Preguntó Ana.
—Si, tu amiga que trabajaba en RRHH, la recuerdo, claro que la recuerdo.
—Bien, pues me llamó, estuvimos hablando y me dijo que necesitaban a alguien en el laboratorio donde trabajo ahora. Hice el petate y me fui a Alemania de nuevo, empecé a trabajar en ese laboratorio y conocí a Carla a los pocos meses. Le gustaron mis ideas y me trasladó a I+D y bueno hasta el día de hoy.
—¿Y Hans?
—¿Hans?...Hans es un buen hombre, pero no estoy enamorada de él. Es más un folloamigo, un yogurin al que le doy una alegría de vez en cuando. Cuando nos fuimos después de verte tuve que decirle quien eras y…y…que seguía perdidamente enamorada de ti. No le quedó más remedio que aceptarlo y sabe que estoy aquí contigo, es más un escudo contra los depredadores que intentan acercarse a mí.
Estuvimos hablando mucho más rato. Al principio sin romper ese abrazo tan íntimo, pero después nos sentamos en la cama y seguimos hablando mientras nuestras manos no dejaban de jugar entre ellas. Llegó un momento en el que miré la hora. Tenía hambre y necesitaba comer algo aunque este gesto que hice Ana no lo supo interpretar.
—Miras la hora…¿Tienes que irte? ¿Has quedado con alguien? Me preguntó Ana con tristeza.
—No cariño, —ese apelativo cariñoso me salió natural,— lo que ocurre es que tengo hambre, ¿tú no? Déjame ducharme y te invito a cenar mientras seguimos charlando, ¿quieres?
—Claro mi amor, no hay problema. —Respondió Ana con una gran sonrisa.
Me fui a duchar mientras pensaba en lo caprichoso del destino. Cuando me divorcié de Ana le dije que mi amor por ella había muerto, que no sentía nada y que deseaba terminar con todo para dejar de sufrir.
Pero ahora después de los años existía un cariño inmenso que no había desaparecido y eso me daba miedo. ¿Enamorarme de ella otra vez? No, creo que no, no volvería a juntar mi vida con la de ella, sería una locura por mi parte por mucho que hubiese cambiado Ana.
Estaba con mis pensamientos cuando noté como alguien me abrazaba y besaba mi espalda. Cuando me di la vuelta Ana completamente desnuda, juntaba su cuerpo al mío besándome con amor mientras mi polla ya descontrolada se erguía expectante entre nuestros cuerpos.
—Ana por Dios ¿Qué haces? —Pregunté muy excitado.
—Cielo mío, quiero cambiar mi último recuerdo de ti. No me rechaces, los dos queremos esto y tú lo sabes, he notado tu excitación en mí.
¿A quién quería engañar? Ana se comportó como la mujer que me conquistó en sus comienzos. Se arrodilló ante mí y admiró mi verga que dura como el acero la cubría de caricias y besos. Empezó una mamada criminal que me llevaría a un orgasmo sin remisión, pero todavía no había empezado lo mejor.
—Abre las piernas mi amor. —Me pidió Ana.
Tomó la alcachofa de la ducha y la metió entre mis piernas, dejando que los chorritos impactasen sobre mi escroto y mi perineo. Eran como decenas de lenguas punteando esa zona mientras su dedo anular bañado en gel de baño se metía en mi ano. Sin utilizar sus manos, las tenía ocupadas en otros menesteres, se metió mi polla en su boca hasta hacerla desaparecer, empezando una mamada impresionante. La sensación fue tan bestial, tan delirante que ni me dio tiempo a avisarla, mientras mi polla desaparecía en su boquita y descargaba toda mi esencia en su esófago.
Fue un orgasmo intenso que me hizo recordar muchos momentos con Ana. Pero lejos de pensar que fueron momentos buenos, a mi cabeza solo acudían como cañonazos las imágenes de los malos momentos en los que sus furtivos amantes follaban su boca y su garganta, hasta que prácticamente la ahogaban con sus corridas.
Tuve que hacer un gran esfuerzo para alejar de mi esas imágenes de Ana en sus mejores momentos de puta insaciable, pero sus atenciones y su cariño hicieron que de mi cabeza desapareciese esa rabia y ese rechazo.
Salimos de la ducha y me llevó de la mano a la cama donde nos comimos nuestros sexos con ansia y follamos hasta caer rendidos y con todos sus orificios llenos de mis corridas. Terminamos abrazados y caímos en un profundo sueño del que desperté de madrugada con ganas de volver a follarme a Ana, pero su lado estaba vacío. Pensé que estaría en el baño, pero cuando me levanté para comprobarlo, vi con tristeza que también estaba vacío. Solo cuando volví a la cama vi una nota sobre su almohada.
— Mi amado Luis, espero que no me odies por lo que he hecho, pero quería llevarme un recuerdo único del amor de mi vida. El día que nos despedimos en Nueva York fue el más amargo de la vida que llevo vivida, yo te amaba y te sigo amando, pero ese recuerdo nublaba todo lo bueno que pasamos juntos y quise enmendarlo. Ahora puedo recordar sin ninguna duda que nos amamos hasta caer rendidos en uno de los mejores recuerdos que me pueda llevar de ti. Te amo. Ana.
No sé por qué lo hice, pero tomé mi teléfono móvil y busqué el contacto de Ana que aun guardaba y pulsé el símbolo de llamada. Inmediatamente salió una voz grabada, — este número de teléfono no existe,— hacia tanto tiempo que no lo utilizaba que seguramente habría cambiado de número.
No me quise obsesionar con ella. Fue un gran momento, no lo niego, pero de ahí a volver a enamorarme de ella y retomar nuestra relación iba un abismo. Esa noche fue la última vez que vi a Ana sin yo saberlo. Me quise interesar por ella, saber cómo se encontraba y que si le hacía falta alguna cosa contase conmigo.
Me puse en contacto con Carla, pero su respuesta me dejo aún más sorprendido. Ana se había despedido de su empresa y se había ido no sabía dónde porque no se lo comentó en ningún momento y no quiso decirlo. Indague un poco más, incluso hable con su amiga Nuria, pero me aseguró que no sabía nada de ella. No me quedó más remedio que creerla y bueno, darme por vencido, si necesitaba algo de mí, sabría dónde encontrarme.
No me quedó más remedio que aceptarlo y mi vida volvió a su habitual monotonía, trabajo, trabajo y más trabajo. El recuerdo de esa noche perduraría en mi cabeza y debía de darle la razón a Ana. Esa noche cambió mucho la percepción que tenia de ella, aunque subyacentemente algunos amargos recuerdos acudiesen a mi mente, pero ese último recuerdo de ella gimiendo en mi oído su orgasmo mientras me corría en su útero no se iría de mi cabeza.
Pasaría otro año más en el que ocurrieron cosas. Blanca se separó de David y se quedó con sus hijos. Ese desgraciado no quiso saber nada de ellos, aunque un par de denuncias y un juicio y no le quedó más remedio que pasarle una pensión por la manutención, aunque no estaban casados ni eran pareja de hecho.
Desde ese momento, Blanca y yo nos vimos más a menudo. No niego que seguía bellísima y tan sensual como siempre. Me tentó, quiso enredarme, seducirme con sus mejores armas de mujer, pero enseguida vi sus intenciones, no quise que los árboles me impidiesen ver el bosque. Blanca me podía atraer, pero no olvidaría lo que me hizo y que encima ahora tenía dos hijos de otro hombre que yo tendría que criar como míos, y no, lo siento, pero eso no entraba en mis planes y aunque en principio la desesperada idea de juntarme con una Blanca soltera y sin compromisos fue algo que se me pasó por la cabeza, ahora era mucho más complicado, no quería eso.
Aunque no hablamos de ello abiertamente, me fui alejando de Blanca que desesperada me buscaba para llevar a buen puerto su decisión de juntar nuestras vidas nuevamente. No se tomó nada bien que buscase una excusa tras otra para librarme de ella, hasta que molesta por mi actitud, me imagino, dejó de buscarme y volvió a desaparecer de mi vida
Sinceramente, llegados a este punto pensé que aunque mi deseo era juntar mi vida con una buena mujer, que solo quisiera sexo conmigo y que desease tener hijos era una tarea imposible, el quedarme soltero y disfrutando de la vida lo mejor que me dejase mi posición y mi fortuna no era tan mala idea.
Pero como todo en esta vida, una cosa es pensarlo y otra muy distinta es que las múltiples variables hagan acto de presencia y cambien tu vida en cuestión de milésimas de segundo.
Era un día entre semana de un mes cualquiera, miento, era primavera, lo recuerdo, y de madrugada empezó a sonar mi teléfono móvil. Pensé que había ocurrido alguna desgracia, por eso llamaban a esa hora, era lo más lógico, con lo que acepté la llamada alarmado sin fijarme en quien me llamaba.
—¡¡¿SÍ?!! —Pregunté alarmado.
—Hola…¿Luis?
—¿Kiara? ¿Eres tú?
—Si. Hola cielo, ¿Qué tal estas? —Respondió Kiara al otro lado en un llanto contenido.
—Bien, estoy bien, sorprendido por tu llamada, aquí es de madrugada y me he asustado, pensé que había ocurrido algo malo. ¿Tu estas bien, verdad? ¿No ha ocurrido nada?
—Yo estoy bien, perdona por alarmarte a ti y a tu familia, ha sido un impulso, llevo ya muchas semanas pensando en ti y ni he mirado la hora, perdóname.
—No, tranquila, solo me has despertado a mí, no tengo familia.
A raíz de esto, estuvimos hablando casi una hora de nuestras vidas. Así me enteré de que Kiara, contra todo pronóstico, seguía soltera y sin compromiso. Que ese hombre al que vi ese día cuando hice una videoconferencia con ella ya no estaba en su vida, solo le hicieron falta poco más de dos meses para darse cuenta de que no era el hombre que buscaba.
Los hombres o mejor dicho la mayoría de ellos, incluido yo, somos unos inocentes. ¿Qué lleva una hermosa mujer a llamar a un antiguo amante después de algo más de dos años? Si, creo que habéis pensado lo más lógico, Kiara llamó para tantear el terreno, su llamada fue una llamada sonda para ver cómo estaba mi estado sentimental en ese momento y ver las posibilidades que tenía.
Durante las siguientes semanas nuestras llamadas, mejor dicho, nuestras videollamadas fueron constantes. Nos contamos infinidad de situaciones, en dos años nos habían ocurrido muchas cosas, tanto en el terreno profesional como en el privado. Fue progresivo que nuestras conversaciones fueran subiendo de tono, entrando ya en el terreno sexual, recordando nuestros fogosos encuentros.
Una noche en la que estábamos charlando, viéndonos a través del ordenador y con Kiara especialmente vestida de manera provocativa fue directa conmigo.
—Dime cariño, ¿qué me harías si estuviese allí contigo? —Preguntó excitada Kiara.
—¿Quieres la versión políticamente correcta o la pornográfica?
Cuando pregunté esto, Kiara se alejó de cámara y me dejó ver su cuerpo. Solo llevaba una escasa camiseta y sin braguitas. En la silla se abrió de piernas y me enseñó su coñito lampiño y brillante de los jugos que estaba soltando.
—Estoy cachonda, excitada y me gustaría sentirte dentro de mí, pero como eso no es posible, por favor, enséñame tu polla, quiero correrme contigo.
No dudé por un momento y alejándome de la cámara del ordenador me bajé mi ropa interior dejando al descubierto mi erección bestial. Nos dijimos las mayores cochinadas, mientras mi vista se clavaba en su coñito y en cómo sus dedos maltrataban su clítoris y follaban su coñito y la vista de ella miraba mi polla y se relamía pensando en sentirla en vaya usted a saber dónde. El orgasmo fue brutal y Kiara se corrió entre fuertes espasmos viendo como mi verga soltaba semen como si no costase.
—Lo quiero dentro de mí, —confesó,—…joder como te echo de menos. —Dijo Kiara.
—Yo también mi amor. No te imaginas como te he pensado.
Cuando terminé esa videollamada me maldije a mí mismo. Para lo que habíamos quedado. Pajearme delante de un ordenador con una ex amante de la que no sabía nada hace años. Patético, muy patético.
Durante la siguiente semana Kiara no dio señales de vida. Mis ansias de llamarla e interactuar con ella eran desesperadas, pero no quise destapar mi ansiedad. El viernes sobre las diez de la noche Kiara me hizo una videoconferencia y salté de alegría al ver su llamada…
—Kiara cielo, te echaba de menos.
—Yo también cariño, pero estoy agotada. —Dijo mostrándome el entorno donde se encontraba.
—Kiara, ¿dónde estás? ¿Estás en un aeropuerto?
—Si mi amor, acabo de llegar, ¿te suena dónde estoy? —Preguntó Kiara con picardía.
—Eso…eso parece la T4 del aeropuerto de Madrid, llegadas internacionales…Dios Kiara, ¿estás en Madrid?
—Si cielo mío…¿Cuánto tardarías en venir a por mí?
Estoy seguro de que alguna multa me llegará por exceso de velocidad, lo mismo que cuando llegué al aeropuerto y dejé el coche aparcado de cualquier manera en un sitio donde no se podía estacionar, pero me dio igual, solo pensaba en Kiara y que me estaría esperando impaciente.
Cuando llegué y la vi, casi me echo a llorar. Más guapa que nunca, enfundada en unos vaqueros que remarcaban cada parte de su anatomía y una camiseta ajustada a su perfecto torso. Nos fundimos en un abrazo infinito mientras llorábamos sin creernos aun, que esto estaba ocurriendo de verdad. Nos trabamos en nuestras palabras sin creer que estábamos abrazados físicamente hasta que esa bella mujer me miró con cariño.
—Dime mi amor, ¿eres capaz de hacer realidad las cosas que me decías que me harías si estaba contigo?
—Acaso lo dudas. —respondí seguro de lo que sabía que pasaría en un rato.
Nos fuimos a mi casa. No pregunté si estaba en algún hotel o si se hospedaría en algún otro lugar. Kiara estaba conmigo y me negaba a separarme de ella. Según se cerró la puerta detrás de nosotros, nuestra ropa voló quedándonos completamente desnudos. Nos abrazamos con fuerza mientras nos besábamos con desesperación y mis manos amasaban su perfecto culo. De un pequeño salto, Kiara abrazó mi cintura con sus piernas y colando su mano entre nuestros cuerpos, guió mi polla hacia su coñito, dejándose caer con un suspiro de placer.
—Dioooos mi amoooor…que ricoooooo, como te necesitaba. —Gimió excitada.
La llevé hacia el sofá con mi polla bien clavada en su coñito, al sentarme un poco de golpe, se la clavé aún más profundo y como siempre noté su cuerpecito temblar de placer mientras estallaba en un primer orgasmo.
—Me corro mi amor…me corroooooo…
El coño de Kiara se licuó con su orgasmo, me seguía asombrando la facilidad que tenía esa chica para correrse. Si hubiese sido un hombre, de seguro, tendría eyaculación precoz. Aunque me costó un gran esfuerzo, ya no era un jovenzuelo, sin sacar mi verga de ese coñito acogedor, la subí a pulso hasta mi dormitorio y nos metimos en la cama. Nos pasamos el fin de semana follando como conejos, saciándonos, quitándonos el hambre que teníamos el uno del otro.
Kiara venía a quedarse y eso fue motivo de una alegría infinita por mi parte, aunque me confesó que estaba algo asustada, su empresa le había propuesto venirse a trabajar a España, para hacer un estudio de mercado y abrir una sede europea de su compañía. Eso supondría mucho trabajo y años de planificación para lograrlo, pero me dijo que en el supuesto de que no llegase a buen fin su gestión y si nos iba bien en nuestra relación se pensaba quedar para siempre conmigo.
Ya han pasado diez años desde que Kiara vino a España. Fue una locura, una temeridad lo que hicimos. Sin apenas conocernos empezamos a vivir juntos, pero por azares del destino encajamos perfectamente el uno con el otro, salvo pequeños matices que limamos rápidamente, nuestra convivencia fue espectacular.
A los dos años nos casamos con Kiara embarazada. Hicimos dos bodas, una en Madrid con mi familia, aunque vinieron los padres y hermana de Kiara, y otra en Nueva York con la familia de Kiara a la que asistieron mis padres. Ahora mismo dos niñas de seis y ocho años llenan de alegría y vida nuestra casa. Kiara no entenderá nunca el regalo que me ha hecho y la tranquilidad y estabilidad que ha aportado a mi vida.
Solo hay algo que me ha perturbado ligeramente. Hace unos días llego a mi correo de empresa un mensaje que contenía solo un archivo, sin asunto ni ningún comentario. El archivo era una foto de Ana, tan guapa como siempre, abrazada a un adolescente de unos doce años y un inquietante parecido a mí. Escrito en la foto «Mi hijo, el hombre de mi vida». Quise ponerme en contacto con ella y le mandé un correo, pero me fue devuelto, diciendo que esa dirección de correo no existía.
¿Acaso esa última noche que pasé con ella se quedó embarazada de mí? Eso solo lo sabe ella y sinceramente no sé muy bien por qué ahora me ha enviado esa foto. Como he dicho me ha perturbado ligeramente, pero no me quita el sueño, ya no.
Fin
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