Reiniciando la pasión
Cuando el sexo volvió a cobrar sentido.
Después de 10 años de casados y 3 hijos la vida había convertido nuestro día a a día en una monotonía constante, evidentemente al primer sitio que llegó fue a nuestra cama, las noches de sexo se iba esparciendo cada vez más en el tiempo, y la mayoría de las veces acababan en bronca, a ella ya casi todo le molestaba, no me gusta que me toques por ahí, no me gusta que me comas hoy, hoy no me apetece, hace frío, no me quites la ropa del todo, en fin, que el sexo ya no tenía más que descubrir que no dejar limpio el expediente del amor en carne.
Somos una pareja normal, nada del otro jueves, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, ella ni esbelta ni poca cosa, ni gorda ni canija, no tiene unos senos grandes, pero tienen ese tamaño tan perfecto para que no se le hayan caído aún, eso sí, tiene unos pezones que cuando se endurecen son tremendos, gordos y grandes, cuando se excita sus pechos se convierten en el juguete perfecto para cualquier mano, ella es recatada en su modo de vestir, por lo que este atributo queda siempre muy escondido, por eso cuando yo la veo andar por casa en camiseta marcando esas tetas tan apetecibles me la imagino con transparencia sugerentes por la calle llamando la atención de la gente, pero bueno, sólo son fantasías.
El verano del 2015 había sigo especialmente satisfactorio a nivel profesional, así que decidimos escaparnos a un Parador no muy lejano, por aquello de no trastocar mucho los planes de los niños, o cualquier imprevisto poder estar cerca de casa, así que elegimos el parador de Cadiz, a una hora de Sevilla donde vivimos, este parador cuenta con Spa, playa al lado y la posibilidad única de poder pasear por una ciudad pequeña y encantadora como Cádiz.
Lo que hicimos aquel primer día de nuestra llegada, fue llegar al hotel y después de dos semanas sin haber tenido sexo a mi lo que más me apetecía era echarme en la cama y disfrutar de mi mujer, pero ella nada más llegar ya quiso salir a la calle, así que dejamos las maletas en aquella habitación y salimos a patear las calles, aunque antes intentara sin éxito restregarle mi paquete por la entrepierna contra el quicio de la puerta del baño, o aunque le agarrara los pechos por detrás mientras se retocaba levemente en el espejo. Así que disfrutamos del paseo, de una agradable comida y nos volvimos al hotel a echar la siesta, pensando que esta sería la mía.
Nada más lejos de la realidad, entré al baño un segundo y al volver se había acomodado sobre la cama y estaba echándose un sueño, estaba sobre la cama con una camiseta blanca y unas braguitas color carne hecha un ovillo agarrada a su almohada, me incorporé por detrás completamente desnudo y empecé a acariciarle la espalda, los muslos, la entrepierna por su culete y tiré de las bragas hacia abajo para acomodar mi polla sobre su trasero, en cuanto lo notó se volvió a subir las bragas y me apartó quejándose, yo estaba con una mezcla de cabreo y de calentón tremendo, así que que no aguanté más y empecé a pajearme mientras le miraba el culo, e intentaba adivinar sus pechos reflejados en el espejo del armario, en esto ella se dio la vuelta y al verme de tal guisa, empalmado, desnudo sobre la cama, pajeándome con ganas, se puso como una loca, diciéndome que era un guarro y mil tonterías más. No aguanté más y le dije que nuestra vida sexual era una auténtica mierda, que me pasaba horas y horas pajéandome porque necesitaba más sexo del que ella me daba, y que no iba a ir a buscarlo fuera, que cada vez nuestros encuentros eran más previsibles, que hasta me costaba a veces mantener la erección con ella porque a todo era que no, que yo entendía que no me la quisiera chupar porque le daba asco, que no permitiera que lo intentara por detrás, pero que hasta me ponía trabas a la hora de darle placer a ella, que dejara de quejarse porque algunas noches no sé si fruto de su dejadez o de su cansancio había permitido que le hiciera un dedo, o que le comiera el coño hasta correrse en mi boca, y que esas veces sus orgasmos eran mucho más fuertes, que aún recordaba la última vez que me dejó un rato entre sus piernas y que ella se arqueaba frotando su sexo contra mi boca sin parar, o aquella noche que movía su culo para que mis dedos no dejaran de jugar con su clítoris, que algo que era tan placentero no podía a pasar a ocupar un plano tan poco importante en nuestro tiempo, que no teníamos ningún tipo de problema ni económico ni familiar, que los niños pasaban mucho tiempo con sus abuelos o con sus primos, y que a mi lo que me gustaba era disfrutar de ella. Que había llegado a fantasear con que otros hombres la poseyeran pensando que lo que pasaba es que yo no era bueno en la cama, en fin, muchos años de noviazgo y se podría decir que habíamos sido el uno para el otro nuestra única experiencia. Esto último la dejó completamente perpleja a la vez que enojada, pero le dije que para mi el amor y el sexo podrían ir separados, pero que al casarme con ella acepté que todo lo que debiera pasarnos sería juntos y de común compromiso, pero que este tiempo para nosotros que estábamos perdiendo no lo recuperaríamos jamás.
Ella se quedó como para seguir durmiendo, así que yo me puse el bañador y me bajé al Spa, le dije si quieres me buscas, porque como siga aquí va a ser peor. Así hice y la hora que me pasé en el spa no paré de darle vueltas, quizás no estaba a la altura, quizás ella necesitaba algo que yo no le daba, o quizás ella era muy estrecha, educación religiosa, recato exagerado, en fin, pero aquello tenía que tener algún tipo de solución, no podíamos seguir así, teníamos que tener algún punto de encuentro para hacer de nuestra vida sexual plena, porque yo no podía aceptar que la suya fuera una vida sexual plena, y por supuesto no me planteaba que ella pudiera tener algo fuera de nuestra vida marital, si era hasta incapaz de hacerse un dedo, algo que para mí era inconcebible.
Al subir a la habitación ella seguía dormida sobre la cama, como si nada hubiera pasado, le daba exactamente igual el cabreo, no se molestó ni en buscarme, obviamente, ni en cambiar esa actitud tan pasiva que a mi sacaba de quicio, así que me metí en la ducha porque volver a la cama podría ser peor.
Cuando llevaba apenas un minuto en la ducha, de esas grandes con mampara de cristal, piedras oscuras y amplitud enorme, el baño también disponía de una bañera inmensa, pero venía del spa, así que sólo quería quitarme los restos de cloro, entró ella al baño, sin decir nada abrió la mampara y me abrazó por la espalda, al darme la vuelta me di cuenta que no se había quitado ni la camiseta ni las braguitas, y que ese panorama era demoledor para mi polla que como un resorte apuntó al cielo al instante, se disculpó por su actitud como siempre, pero me dijo que esta vez iba a ser diferente, que para ella el sexo no era prioritario, y que seguramente lo había ido arrinconando, pero que teníamos esos días para hacer todo lo que yo quisiera, que aceptaría cualquier cosa porque sabía que yo no haría nada que pudiera molestarla, mientras hablaba su camiseta seguía mojándose y mostrando sus tetas desafiantes, cada vez más tetas, cada vez menos camiseta, su pelo mojado, sus ojos verdes mirándome suplicando un perdón que ya tenía, sus bragas literalmente pegadas a ella como parte de su cuerpo, se adivinaba su mata de pelo rizado y oscuro empapado.
La aparté un poco y le dije que se apoyara sobre la pared de la ducha, y que debíamos aprender a escucharnos y que ella tenía que disfrutar de su cuerpo más de lo que lo hacía, me puse a una distancia mayor y me agarré la polla, la miré a los ojos y le dije… Masturbarte para mi, ahora nos vamos a correr los dos en esta ducha, pero cada uno se va a buscar su placer, no te quites nada, ni la camiseta ni las bragas y empieza a buscarte el placer.
Sin rechistar metió su mano en las braguitas y empezó suavemente a acariciarse mientras me miraba como yo me pajeaba sin quitarle la vista de encima, le pregunté si no lo había hecho nunca y ella me dijo que nunca, yo le dije que sin embargo yo me pajeaba mucho pensando en ella y en hacerle todo lo que no me dejaba, me dijo que me acercara y le dije que no, que siguiera ella sola, se empezó a arquear un poco, separando la espalda de la pared y aumentando el ritmo de la cadencia de su mano, que cada vez llegaba más hondo, sus tetas estaban completamente erguidas desafiando la tela mojada, yo seguía lentamente agarrando mi polla y dicíendole que ese fin de semana iba a saber lo que es bueno, ella cada vez estaba mas caliente, así que me acerqué un momento a bajarle las bragas, le separé la mano y me metí todos sus dedos en la boca, a continuación la besé profundamente y le dije, ahora date la vuelta, ábrete bien y enséñame tu culo abierto y ese coño peludo chorreando… Lo hizo sin rechistar y yo me senté en el suelo de la ducha, con mi polla en la mano y mirando como mi mujer se separaba los labios vaginales con el índice y el anular, mientras su dedo corazón desfilaba por aquella cueva húmeda y rosada, el agua caía por todo su cuerpo y ella empezaba a chapotear con su dedo más largo, metiéndoselo sólo hasta la mitad y sacándolo con suavidad y destreza, me levanté y la agarré por los pechos con una mano mientras con la otra no soltaba mi polla, que estaba a punto de reventar, la desplacé hasta la mampara aplastando entonces sus tetas que seguían duras y sus pezones se hicieron dos ceros enormes contra el cristal, que se podía adivinar en el espejo del baño, le mordí la oreja y le le dije ahora nos vamos a correr los dos, así que voy a cortar el agua para que puedas distinguir mi leche caliente en tu culo, cerré el grifo, y sus jadeos cada vez eran más frecuentes contra el cristal, ahora eran sus dos manos las que tenía entre sus piernas, con una se abría complemente y los dedos de la otra jugaba de forma frenética con todo su sexo, entonces empezó a decir en voz baja, me corro, me corro…. La agarré fuerte y le dije, cómo? No te oigo. Ella subió su tono y terminó gritando ME CORROOOOOO, ME CORROOOOOO….. Entonces apreté mi polla algo más y se la metí entre las piernas, donde aún estaban sus manos, soltando una gran cantidad de leche en sus musos, sus manos, y su coño abierto, nos temblaban las piernas y nos dejamos deslizar al suelo de la ducha, volviendo a abrir el grifo mientras recobrábamos la respiración abrazados…
Aquel fin de semana fue el inicio de una vida sexual nueva.